Capítulo 4
Blackwood Asylum fue fundado en 1897 por Jeremy Blackwood, justo en una zona bastante aislada del bosque que rodeaba el pueblo de Red Gate. Jeremy Blackwood eligió esa parte del bosque debido principalmente a la cercanía de un gran deposito de agua dulce.
El sitio tardo varios meses en construirse y apenas el lugar abrió sus puertas, recibió cientos y cientos de pacientes. En un principio, el asilo era un lugar tranquilo y seguro para sus residentes, y con el pasar de los años, se volvió tan grande que llego a tener más parecido con un pueblo pequeño que con un hospital mental convencional.
El lugar llego a dividirse en varias secciones y llegó a tener en sus propiedades: un gran patio frontal, una morgue, una pequeña iglesia con un cementerio en la parte trasera, una oficina de correos, un salón de baile, un pequeño estanque de patos, una torre de agua, una central de energía y un teatro.
Sin duda parecía ser el lugar perfecto para que una persona se internara y pudiera ser tratada de sus facultades mentales de una manera agradable y cálida.
Pero la felicidad de sus pacientes solo duro un par de décadas, pues acorde a demandas de familiares de pacientes y a numerosas investigaciones federales, hubo reportes de maltratos a los residentes por parte de los doctores y enfermeras.
Doctores, personas que se suponían que fueran gente en la que los pacientes pudiesen confiar sus vidas y seguridad, se transformaron en auténticos demonios. Muchos de ellos comenzaron a torturar y a maltratar a los residentes cuando hacían cosas que ellos consideraran inadecuadas, los métodos de castigo más comunes eran encerrar a los pacientes por semanas en confinamiento solitario o dándoles baños de agua helada. Aunque por supuesto, también estaban las clásicas tablas de madera, que eran usadas para golpearlos tan fuerte que lograban marcarlos permanentemente con ronchas moradas.
Muchas personas dentro del hospital, sabían que todos estos abusos tendrían consecuencias graves en los pacientes. Y esas consecuencias se hicieron realidad cuando comenzaron a reportarse casos de ataques violentos a doctores y enfermeras por parte de los enfermos. Quizás el incidente más destacable fue el caso de un chico que se robo un bisturí y que posteriormente lo utilizo para asesinar a un doctor que abusaba físicamente de él.
Poco después, el suicidio se volvió casi una norma dentro del asilo. Muchos hombres y mujeres, hartos de ser víctimas de los maltratos y torturas provocadas por los monstruos vestidos de blanco, comenzaron a suicidarse en sus habitaciones. Siempre usaban el mismo método, el cual consistía en colgarse del techo de sus cuartos, usando sábanas. Era la única forma en la que ellos pensaban que podrían dejar de sufrir y finalmente alcanzar paz y tranquilidad.
Por fortuna, los diluvios de demandas e investigaciones federales no fueron desperdicios de tinta y papel, pues el sitio fue cerrado en 1960 debido a negligencia medica y maltrato a pacientes. Todas las personas involucradas en los atroces crímenes fueron enviadas a prisión y las familias afectadas fueron indemnizadas de la manera correspondiente, era lo menos que se podía hacer para limpiar un poco el gigantesco daño causado a todas las almas desafortunadas.
Después de lo ocurrido, nunca se volvió a permitir el construir dentro de los bosques de Red Gate.
La alcaldía de Red Gate nunca se molesto en demoler el lugar o en reconstruirlo para darle otro uso, ni siquiera se molestaron en contratar vigilantes. Pensaban que hacerlo sería bastante costoso, así que simplemente lo abandonaron, esperando a que la madre naturaleza hiciera su trabajo y por si sola se deshiciera de aquel sitio que alguna vez fue el infierno en la tierra.
Y sorprendentemente, ese plan había funcionado. Pues en pleno 2019, el abandono había logrado reducir el lugar a prácticamente ruinas. Los pasillos que alguna vez estaban repletos de pacientes y doctores, ahora se encontraban desolados y deteriorados. Sus paredes ahora se hallaban cubiertas de graffitis y sus suelos ahora estaban cubiertos de hojas podridas, polvo y lodo. Ahora las únicas cosas creadas por el hombre que se podía hallar en ellos, eran sillas de ruedas oxidadas, botellas de vidrio rotas, equipo médico abandonado, grafittis y cajas vacías de condones.
Hoy en día, muchas personas estarían de acuerdo en que la parte más tétrica de todo el asilo, era el sótano abandonado del edificio principal. Sobretodo debido a que allí se había construido la morgue.
Y sobretodo, porque el sótano era el sitio favorito de dos de los nuevos peculiares residentes de aquella muerta y vacía estructura.
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Drip... Drip... Drip... Drip...
Las gotas de agua, provenientes de los agujeros en las tuberías oxidadas, caían con una fastidiosa monotonía en los sucios y olorosos charcos de agua formados debajo de ellas. Ratas, animales detestables, habían roído agujeros en el deteriorado metal de las tuberías en el techo del sótano, permitiendo que el agua estancada en ellas, finalmente cayera al suelo de cemento, formando repugnantes charcos olorosos.
El olor a orina, agua estancada y a metal putrefacto era completamente vomitivo, y sin duda sería insoportable para muchas personas.
Y apenas los dos jóvenes caníbales se habían comenzado a dar cuenta del aroma repulsivo del lugar en donde se hallaban.
Una de las desventajas del frenesí alimenticio del que ambos habían salido hasta hace unos minutos, era que al entrar en el, los chicos se olvidaban de todo. Una vez que el hambre se apoderaba de sus perturbadas mentes, ambos se volvían totalmente indiferentes a todo lo que hubiera a su alrededor, cualquier olor o imperfección en el ambiente, simplemente les dejaba de importar. Lo único que deseaban era comer y saciar sus hambrientos estómagos con kilos y kilos de carne humana.
Y nuevamente lo habían hecho. Esta vez, habían saciado su hambre con los restos mutilados del cadáver de Sharon Clayton.
El asesinato de la joven Sharon, producido por una monstruosa y peluda bestia de ojos blancos, había ocurrido apenas unas horas antes. La bella chica había sufrido de una muerte espantosa, pues el monstruo la había reducido a una simple y destruida cáscara de carne y huesos, convirtiéndola en banal alimento para bestia. El sanguinario animal que había apagado la pequeña llama luminosa que era su vida, devoro casi todo su cuerpo. Y los chicos caníbales solo pudieron alimentarse de los restos que la criatura había dejado de su presa de melena rubia, casi como desagradables buitres alimentándose de carroña.
Estos dos jóvenes no eran caníbales convencionales. No se parecían en nada a caníbales famosos de la cultura popular como Hannibal Lecter o a la familia Sawyer de La Masacre De Texas. Ni siquiera tenían parecido con come-humanos de la vida real como Jeffrey Dahmer, Albert Fish o Armin Meiwes.
Y eso se debía a que ambos jóvenes, no eran lo que muchos considerarían como "asesinos normales". No eran caníbales que viajaban en un auto secuestrando prostitutas o que enviaban cartas a los familiares de sus víctimas relatando como las habían matado con el fin de burlarse (Aunque esta ultima idea, alguna vez se les ocurrió a sus enfermas mentes). Ni siquiera se molestaban en cocinar sus comidas.
Estos chicos eran monstruos auténticos. Eran la representación exacta del significado de la palabra.
Pero el que fueran monstruos, no significaba que no tuviesen un pasado. Pues hasta las sombras más oscuras tienen historias que contar.
El primer caníbal alguna vez había sido un joven de 19 años. Bastante apuesto, un chico con una estatura de 1.80mt, de piel caucásica, cabello marrón y con resplandecientes ojos color ámbar. Sin duda, alguna vez había sido un causante de suspiros de chicas enamoradas en su antigua preparatoria.
Pero ahora, todo eso había quedado en el pasado y sin posibilidad alguna de retorno. Y eso se debía principalmente a que este chico no era capaz de recordar nada que estuviese relacionado a su antigua vida. No podía recordar su antiguo aspecto, no podía recordar con claridad los rostros de sus familiares o amigos, ni siquiera era capaz de recordar su apellido: Nyras.
Todo lo que recordaba era su nombre: Jack.
Su piel que en algún momento había sido caucásica y suave, ahora se había convertido en una cadavérica y áspera piel grisácea. Sus dientes, alguna vez blancos, perfectos y bien cepillados, habían sido reemplazados por unos enormes y filosos dientes amarillentos, tan afilados que llegaban a asimilarse vagamente a los dientes de un gran tiburón blanco. Pero quizás lo más destacable en su actual abominable aspecto, era que sus ojos color ámbar habían sido violentamente arrancados de su rostro. Ahora sus cuencas oculares eran negras y vacías, y de ellas escurría un repugnante líquido negro, el cual se deslizaba por sus grises mejillas. La sustancia era tan espesa y viscosa como alquitrán caliente.
Su falta de ojos había causado que otros monstruos le dieran el apodo de: Eyeless Jack.
El Jack Sin Ojos.
Muchas otras personas con carencia de globos oculares probablemente se sentirían incomodas ante el sobrenombre, pero al chico sin ojos, no parecía molestarle de ninguna manera ese peculiar apodo.
El otro caníbal era un caso bastante distinto, y hasta cierto punto mucho peor que Eyeless Jack. Si bien él aún conservaba sus dos ojos a diferencia del chico de piel grisácea, no dejaba de tener una apariencia mucho más abominable.
Este caníbal era mucho más alto que Eyeless Jack, pues poseía una estatura de 2.21mt. Y al tener 27 años de edad, también era mucho más viejo. Su piel era pálida y suave al tacto. Sus ojos eran levemente más grandes que los de un ser humano normal, y eran completamente blancos, aunque él había demostrado no ser ciego. Su cabello negro era largo y desaliñado, además de llegarle hasta sus huesudos y anchos hombros. Sus manos eran huesudas, y sus uñas se habían convertido en largas y afiladas garras, pero algo terrorificamente curioso de ellas, era que a todos los dedos de sus manos les habían brotado unas segundas uñas largas y afiladas, transformando sus manos en letales "garras-dobles".
Su cuerpo era extremadamente delgado, casi similar al de una persona con problemas de anorexia. Aunque siempre lo ocultaba detrás de su camisa blanca, chaleco negro y por supuesto, su sucia y desgastada gabardina gris. Esta ultima prenda de ropa era su favorita, al punto de usarla diariamente (Aunque debido a las pobres condiciones de vida en las que se encontraba, tampoco había muchas otras vestimentas que pudiera usar), causando que otros monstruos se refirieran a él como: The Grey Man.
El Hombre Gris.
Estos jóvenes come-humanos no eran iguales en casi nada. Ambos habían pasado por extrañas situaciones paranormales, las cuales habían sido las responsables de convertirlos en los horrores que ahora eran, pero ambas situaciones se habían desarrollado de maneras completamente distintas.
Lo único que tenían en común era su insaciable apetito por la carne humana.
Ambos habían hecho un buen trabajo al reducir los restos de la pobre chica de melena rubia a solo huesos y sangre. Literalmente, cada pedazo de carne, musculo y tendón que quedara del devorado cuerpo de Sharon, ellos se lo habían comido. Y a pesar de ello, aún no estaban satisfechos. Sus estómagos pedían más alimento, pedían más carne humana para comer.
Pero ambos sabían que no tendrían carne humana para degustar por un buen rato. Todo lo que podían hacer por el momento era esperar a que su "repartidor de carne" les llevara más alimento, y mientras esperaban su llegada, los dos caníbales tenían una buena forma de pasar el rato: destruyendo las evidencias de su atroz crimen.
Incluso si ellos eran lo que muchos llamarían como monstruos, ni siquiera tales criaturas podían arriesgarse a dejar pistas de su existencia, y entre esas pistas se incluían cadáveres. Siempre había riesgo de adolescentes curiosos buscando entrar al asilo, que a pesar de estar casi oculto en lo profundo del bosque, nunca faltaría el humano que tras explorar el bosque por un buen rato lo encontrara y tratara de investigarlo. Algunos humanos sin hogar habían llegado a usar para poder descansar mientras que otros simplemente lo habían usado como un objeto de mera diversión para saciar la curiosidad de sus inquietas mentes.
Cabe decir que nunca se volvió a saber de esas personas.
Eyeless Jack quizás era ciego, pero aún podía escuchar, oler y sentir con completa claridad. Por lo que no le era complicado el arrancar los dientes del ensangrentado cráneo de Sharon con sus propios dedos grises. Todo lo que tenía que hacer, era simplemente el tocar con sus dedos los dientes de la calavera de la chica, arrancarlos y devorarlos. Esto ultimo como medida de seguridad, pues ambos caníbales no querían correr riesgo de dejar algún diente suelto por allí y que alguien explorando el asilo lo encontrase.
El chico sin ojos dejo salir un suspiro de tranquilidad cuando sus ensangrentadas manos arrancaron las ultimas muelas del cráneo de la chica. Lanzo con desinterés los restos de la ahora chimuela calavera a su compañero, quién simplemente comenzó a aplastarlos con sus huesudos pero fuertes puños. A Eyeless Jack no le fue difícil el saber dónde el caníbal de ojos blancos se había sentado, pues la pesada respiración del Hombre Gris le facilito la tarea a sus sensibles oídos.
El chico sin ojos, con un rostro inexpresivo, se mantuvo cabizbajo. Momentos después, se bajo la capucha de su andrajosa sudadera negra, dejando al descubierto su aún bien conservado cabello marrón y se alzo la máscara azul con la que cubría su rostro empapado con líquido negro, revelando su boca llena de dientes afilados. Metió uno de sus dedos ensangrentados a su boca y comenzó a lamer el líquido carmesí con su juguetona lengua, la cual se retorcía como un baboso gusano, saboreando toda la suculenta sangre de sus delgados dedos.
Cuando finalmente acabo de limpiarse, simplemente volvió a colocarse la máscara y la capucha negra.
A pesar de las mutaciones sobrenaturales por las que ambos jóvenes habían pasado, los dos aún conservaban completamente la capacidad de hablar. Pero realmente, casi nunca se interesaban en intercambiar palabras más allá de simples "hey" u "hola". Sus reuniones siempre eran bastante calladas, a pesar de que ambos se consideraban buenos amigos. Ellos no eran simples aliados que estaban juntos por tener un objetivo en común, realmente ambos tenían una buena amistad.
Pero aquella noche, Eyeless Jack parecía querer romper un poco el tan común silencio.
—¿Cuando volverá ese Wendigo? —Pregunto el chico sin ojos. El tono de su voz era bastante bajo, casi similar a susurros fantasmales.
—No lo se. —Respondió The Grey Man. Su voz en cambio, era bastante grave y ronca. —No soy el guardián del Wendigo, solo podemos esperar a que regrese con otro cadáver más.
—Realmente espero que no tarde, tengo hambre. —Volvió a hablar Eyeless Jack. El hambre estaba comenzando a regresar lentamente, como una pequeña pero peligrosa mancha negra extendiéndose lentamente dentro de su cuerpo.
—Yo igual, Daredevil, pero hasta entonces tenemos que esperarlo. Tal vez en este preciso instante él esta buscando una nueva presa o simplemente esta cagando y dejando popo de Wendigo por todo el bosque. —Respondió el caníbal de ojos blancos. El tono molesto de su voz demostraba que no tenía muchas ganas de hablar.
Daredevil, a The Grey Man le encantaba llamar así al chico sin ojos, por obvias razones.
Efectivamente, la criatura responsable de la muerte de Sharon había sido un Wendigo, de los pocos ejemplares que aún quedaban en 2019.
Tal como las antiguas leyendas de los pueblos nativoamericanos, los Wendigos eran bestias humanoides salvajes y agresivas. Estas criaturas eran producto del canibalismo y de la hambruna, y tal como las antiguas anécdotas folclóricas de los nativos, los Wendigos se creaban bajo una serie de factores específicos, entre los cuales se requería que un ser humano normal pasara bastante tiempo en la naturaleza, y que después de una prolongada hambruna, consumiera carne humana.
En tiempos pasados, las poblaciones de Wendigos eran enormes y se hallaban distribuidas por casi toda norteamerica, pero desgraciadamente para estos monstruos, esas épocas habían quedado atrás.
En pleno 2019, las cosas habían cambiado bastante en una era en la que el internet, la comida vegana y los ideales progresistas estaban en la cúspide del esplendor.
Las destructivas actividades humanas, entre ellas la tala de árboles y la minería excesiva, habían acabado con muchos de los bosques en los que residían estas criaturas. Esto causo que los pobres Wendigos fueran desalojados de sus antiguos hogares y se vieran obligados a refugiarse en zonas al norte de los Estados Unidos y al sur de Canadá, mayormente en los bosques y cuevas de Michigan, Ontario, Manitoba, Iowa y Ohio. Lugares donde otros seres paranormales, ya habían construido sus territorios.
Ellos, completamente reacios a compartir sus territorios, no toleraron a los invasivos Wendigos, y comenzaron a cazarlos a todos. La situación llego a ser tan crítica que la población se vio rápidamente reducida a grupos pequeños, y no ayudó para nada el hecho de que los Wendigos eran totalmente incapaces de reproducirse, al menos por el método convencional.
Finalmente, en 2019, los Wendigos ahora eran una especie en peligro critico de extinción. Sorprendentemente, todo esto ocurrió a espaldas del ser humano, quién en su acostumbrada percepción de la naturaleza y su escepticismo hacia lo inusual, nunca se llegaría a dar cuenta del sufrimiento ni de la existencia de estas magníficas pero peligrosas criaturas.
A pesar del desinterés del caníbal de ojos blancos en entablar una conversación, el chico sin ojos no detuvo su parloteo. Y en un intento de mantener viva la conversación, saco a la luz un tema que al caníbal de ojos blancos simplemente le fastidiaba el escuchar.
—Sigo sin sentirme cómodo con esto. —Se quejo Eyeless Jack.
—¿Vas a empezar otra vez? —Pregunto con fastidio The Grey Man, su voz ronca se volvió más fuerte, denotando que su poca paciencia estaba comenzando a agotarse lentamente.
—Honestamente siento que esto de usar a un Wendigo para alimentarnos me parece un poco arriesgado. Sabes perfectamente lo peligrosos que pueden llegar a ser esas cosas, y además me siento bastante incomodo teniendo que conformarme con las sobras. Sin mencionar que nuestro propósito original con él era bastante diferente.
—Sera incomodo y todo lo que quieras, pero sigue siendo mejor a tener que meternos a casas o a tener que atacar a campistas. No te mentiré, disfruto hacer lo ultimo. —Dijo el caníbal, mientras su boca llena de dientes afilados se torcía en una macabra sonrisa. —Es tan divertido verlos asustados, tienen las mismas reacciones que tienen los adolescentes pre-pubertos al invocar a Bloody Mary. Pero sabes que al maniquí con tentáculos no le gusta que llamemos la atención, así que por el momento creo que esta es una buena técnica para alimentarnos sin llamar la atención de los humanos.
Si bien los Wendigos eran conocidos entre los propios seres paranormales por ser monstruos come-humanos salvajes y agresivos, sorprendentemente, ambos chicos habían sido capaces de adiestrar a este ejemplar para alimentarse.
No habían podido domesticar a la bestia del todo, eso aún era complicado para ellos, pero si habían sido totalmente capaces de entrenar al monstruoso animal para hacer que este, después de devorar a una presa, llevara los restos de los cadáveres de sus víctimas al asilo abandonado y así ambos caníbales pudieran alimentarse de lo poco que quedara de estos.
—¿Y que haremos por los próximos tres días cuando el Wendigo vaya a hibernar? Hoy es la ultima noche que tenemos para alimentarnos a base del Wendigo antes de este que se vaya a dormir por un buen rato. —Pregunto Eyeless Jack con cierta preocupación en su fantasmagórica voz.
Los Wendigos eran bestias bastante formidables y muy agresivas. Quizás su principal característica era que al igual que los dos caníbales, poseían un hambre insaciable de carne humana. Pero a diferencia del chico sin ojos y de The Grey Man, estas criaturas tenían un periodo de hibernación. La duración de este periodo era distinta en cada Wendigo y en algunos individuos, podía llegar a durar décadas.
Por suerte para ambos, este Wendigo tenía un periodo de hibernación de tres días. Pero aún así, tres días podían llegar a ser una eternidad insufrible para el apetito voraz de ambos caníbales.
—Si, he pensado en eso. Tengo una solución pero no creo que te guste. Aunque sinceramente no me interesa si no te gusta, es una solución y eso es todo lo que importa. —Respondió el caníbal de ojos blancos.
—¿Eh? —Pregunto Eyeless Jack confundido.
—No podremos comernos toda la carne del siguiente cadáver que nos traiga. Tendremos que guardar porciones para los próximos días.
—¡No jodas! ¡¿Como diablos se supone que vamos a sobrevivir tres días con carne de un solo cadáver?! —Gritó el chico sin ojos, completamente disgustado por la solución que aparentemente tenía The Grey Man.
—No lo se, ya nos las ingeniaremos. De todos modos, tenemos carne en todo el bosque... ciervos, mapaches, básicamente todo un buffet animal ¡Ahora hazme un favor y deja de quejarte como una pequeña perra o voy arrancarte los brazos y te los meteré por ese agujero con colmillos que tu llamas boca! —Respondió el caníbal de ojos blancos con furia en su ronca voz. Claramente su paciencia estaba por agotarse y estaba a casi nada de hacer cumplir sus amenazas. Sin importar si eran amigos o no.
The Grey Man tenía fama de ser un caníbal bastante barbarico cuando se enojaba. Nunca había tenido problemas con matar a todo lo que se moviera cuando se encontraba furioso. Y anteriormente ya había sido capaz de matar a otros seres paranormales como Eyeless Jack, sin importarle las represalias que tuviera que enfrentar por sus violentas acciones.
El chico sin ojos, sabiendo que el caníbal de ojos blancos era totalmente capaz de cumplir era amenaza, decidió quedarse callado y no decir nada más.
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The Grey Man dejo salir un suspiro de cansancio cuando sus huesudos puños terminaron por destrozar el ultimo hueso de la chica de melena rubia. Oficialmente, Sharon Clayton ya no existía más, y lo peor de todo es que sus familiares nunca podrían encontrarla, nunca podrían hallar su cuerpo ni darle un entierro digno.
Pero obviamente, a los dos caníbales eso no podría importarles menos. Todo lo que les importaba a ellos era deshacerse de los huesos rotos y de quemar las rasgadas prendas de ropa de la chica. Realmente no les preocupaba deshacerse del campamento, pues después de todo, habían adiestrado al Wendigo justamente para ese tipo de situaciones.
Una de las características más sorprendentes de los Wendigos, era que una vez que se empezaban a transformar en bestias, estos perdían sus huellas dactilares. El caníbal de ojos blancos supo aprovecharse muy bien de esto, pues sabía que si los policías hallaban el campamento de Sharon y lo examinaban, no encontrarían rastro de ningún tipo, ni siquiera huellas, lo cual hubiera sido el caso contrario si hubiesen sido ellos los que la hubiesen asesinado en su tienda de campaña.
—Bueno, eso fue todo. —Dijo The Grey Man. Sentándose nuevamente junto a su amigo de mascara azul.
Quizás la conversación anterior no había terminado de la mejor manera. Pero Eyeless Jack no quería rendirse tan fácilmente. Podía aprovechar que ahora el caníbal de ojos blancos estaba en un estado mucho más relajado.
—No se que pienses tú, pero realmente esta chica no me ha gustado. No se si es porque el Wendigo ya la había masticado mucho o algo así, pero me pareció demasiado delgada, casi era puro hueso.
Eyeless Jack no era selectivo con sus víctimas, principalmente debido a su falta de ojos. Pero a pesar de ello, a él le gustaba que sus víctimas tuvieran carne de sobra para comer.
—Para mi ha estado bien. Las rubias tienen buena carne la mayoría de las veces, incluso si son delgadas. Además ese pobre Wendigo no conoce de preferencias, así que habrá que conformarnos con lo que nos traiga.
The Grey Man era distinto a la hora de comer. Nunca era selectivo con sus víctimas, pues en sus propias palabras: mientras tuvieran músculos, sangre y piel, sería suficiente para calmar su voraz apetito.
Aunque a pesar de eso, él nunca negaba que tenía una pequeña fijación por las personas pelirrojas, sobretodo por las mujeres. Aparentemente, la carne de las mujeres pelirrojas tenía un sabor idéntico al tocino. A veces, cuando tenía la oportunidad de degustar carne de pelirrojas, deseaba poder acompañar sus platillos con vino o con jugo de naranja.
—Bueno, ahora tenemos que quemar sus ropas. —Dijo el caníbal de ojos blancos. Mirando el suéter verde de la chica, el cual lo había dejado tirado en el húmedo suelo de concreto. Ambos caníbales habían amontonado todas las prendas de vestir de la chica junto a una de las paredes del pasillo del sótano en donde se encontraban.
Las poderosas garras del Wendigo habían reducido el suéter a simples tiras rasgadas de tela que apenas se aproximaban a una prenda de ropa.
El Hombre Gris no lo diría nunca, pero él se iba a quedar con ese suéter. Muchos dirían que lo hacía como parte de un acto fetichista producido por su mente perturbada.
Pero la realidad no era así. Realmente, el caníbal de ojos blancos estaba bajo el mismo sentimiento que usualmente obliga a un cazador a quedarse con las pieles de sus presas. Él quería quedarse con ese suéter hecho jirones por simple poder y orgullo. Ese suéter sería su trofeo de cacería, aún si realmente él no había sido el verdugo de la joven Sharon.
—¿En serio es necesario quemar sus ropas? —Pregunto el chico sin ojos.
—Es eso o comerlas también. Y si bien nuestros estómagos pueden soportar grandes cantidades de carne, no creo que estén hechos para digerir ropa.
—Bueno, eso no lo discuto. —Respondió Eyeless Jack.
—Aunque no te juzgo si te las quieres quedar por el olor. Digo, todos tenemos nuestros fetiches. —Se burló The Grey Man. —La mitad de los que viven en este asilo son masoquistas o les gusta ser estrangulados a la hora de follar.
—¡No tengo ningún fetiche!
La conversación podría haber continuado toda la noche oscura, pero antes de que el caníbal de ojos blancos pudiera continuar mofándose de su amigo de máscara azul, un conocido olor inundó el sótano del asilo, sofocando por completo el anterior repulsivo olor a agua estancada.
Era un aroma extraño, muy similar al olor que tiene un sucio perro callejero tras haberse empapado de agua en una tormenta.
—Hablando de olores... ¿hueles eso? —Pregunto The Grey Man, torciendo su pálida nariz para olfatear con mayor claridad, como un perro rastreando un aroma.
—Si... ¡Al fin volvió! —Dijo Eyeless Jack con mucha alegría en su voz fantasmagórica al reconocer el olor. Ese olor significaba una cosa y solo una cosa: El Wendigo había vuelto.
Las sospechas de ambos caníbales se confirmaron tras escuchar el potente rugido de la bestia. Rápidamente, él hambre comenzaba a regresar a sus cuerpos. Ambos chicos no pudieron evitar sacar sus ensalivadas lenguas y relamerse sus labios, casi como monstruosos perros hambrientos por un suculento hueso hecho de carne humana.
Eyeless Jack rogaba en su mente porque el cadáver tuviera sus dos riñones intactos. Amaba los riñones tanto como los hombres aman los cigarrillos y el alcohol.
El caníbal de ojos blancos también sentía como ese hambre insaciable poco a poco regresaba a su cuerpo. Su mente comenzó a divagar en retorcidas fantasías. Si el cadáver era de una mujer, lo primero que haría será devorar sus senos, glúteos y muslos, esas partes eran las que usualmente tenían más carne para comer y degustar.
Pero él sabía que ambos no podrían devorar todo el cadáver, tendrían que guardar porciones grandes de carne para los próximos días. Aunque realmente siempre estaba la opción de alimentarse de ciervos, mapaches, ardillas, liebres, topos, zorros o castores, al menos durante los días que el Wendigo hibernara. Pues tal como él había dicho anteriormente, el bosque realmente era todo un buffet animal.
Pero antes de que The Grey Man pudiera pensar en más animales en los que comer, la alegría eufórica de ambos caníbales rápidamente se apagó. Habían pasado de entrar lentamente en un voracidad violenta a una repentina calma que poco a poco fue transformándose en una molesta sensación de mal presentimiento.
Algo no estaba bien.
Al principio no sabían que era, simplemente sentían que algo estaba mal en toda la situación. Pero no podían averiguar qué era exactamente lo que les causaba ese extraño sentimiento. Sus mentes les alertaban que algo estaba fuera de lo común ¿Pero que era lo que estaba fuera de lo común?
Y entonces lo olieron.
El aroma del Wendigo venía acompañado de un inquietante olor a pólvora. Al principio, este olor era muy pequeño, los sensibles olfatos de ambos chicos lo percibían casi como una diminuta punzada en el aire, pero poco a poco el aroma comenzó a hacerse mucho más grande, hasta que finalmente fueron capaces de notarlo.
—¿No creerás que...? —El chico sin ojos no pudo terminar de formular la pregunta, pues las fuertes y ruidosas pisadas del monstruo daban claras señales de que se estaba acercando cada vez más hacía ellos. Y entre más se acercaba, más fuerte era ese olor a pólvora.
Quizás el caníbal de ojos blancos no lo demostraba, pero también estaba preocupado por el aroma. Sin embargo, cuando la bestia volvió a lanzar un potente rugido, los temores internos de ambos caníbales aumentaron, pues este rugido, estaba lejos de ser normal, incluso para una bestia tan inusual como lo era un Wendigo.
Era un rugido de dolor. Era el mismo tipo de rugido que daría un animal herido de gravedad. Era el mismo rugido que daría una fiera que hubiese caído en una fatídica y mortal trampa de animales.
<<Por favor no, por favor no.>> Pensó The Grey Man. Ese olor a pólvora y los gritos de dolor del Wendigo estaban lejos de ser una buena señal.
Las bestias como los Wendigos eran poderosas. No por nada habían quedado inmortalizadas en las leyendas de los indios americanos. Pero ni siquiera su gran musculatura o su piel ocho veces engrosada era suficiente para hacerlos invencibles.
La bestia finalmente apareció frente a ellos. Había entrado corriendo sobre sus dos patas traseras, y apenas The Grey Man la tuvo frente a frente, su profundo temor se hizo realidad.
El Wendigo tenía totalmente destrozada la parte derecha de su rostro. Sangre negra y viscosa salía de su mortífera herida, deslizándose lentamente sobre su mandíbula de ciervo, mezclándose con la sangre carmesí de Sharon, aún impregnada en sus dientes afilados.
Incluso para una bestia poderosa como un Wendigo, las heridas en el rostro podían ser fatales, sobretodo las heridas de balas. En general, las armas de fuego eran poderosas defensas contra los Wendigos, incluso pequeñas pistolas podían acabar con ellos si sus portadores disparaban en la zona correcta.
No había duda alguna de que eso era lo que había pasado, solo eso podía explicar el olor a pólvora proveniente de la propia herida del Wendigo.
La pobre y herida criatura solo pudo caminar unos pocos pasos hacia los caníbales, antes de desplomarse en el húmedo suelo abruptamente, su pesado cuerpo dio un fuerte golpe seco al hacer contacto con el piso. El pobre Wendigo quedó en la misma posición en la que caería un animal muerto como un ciervo.
La bestia estaba muerta.
Si bien los padres de Sharon nunca lo sabrían, el monstruo responsable de la muerte de su hija ya nunca volvería a lastimar a nadie más.
Los orbes oculares de The Grey Man, blancos y lechosos, se quedaron enfocados por un buen rato en su ahora muerto "repartidor de carne", contemplando con temor el cadáver de la bestia asesinada de un disparo. Sin embargo, tan pronto como su nariz distinguió un nuevo aroma, el caníbal de ojos blancos salió de su hipnótico trance.
Este olor era más reconocible, más fácil de identificar, pues era el mismo aroma que usualmente desprendería un adinerado hombre de negocios o alguien con serios problemas de nervios y ansiedad: olor a tabaco de cigarros.
El caníbal de ojos blancos no tardo en identificar de donde provenía ese olor. El aroma provenía de una de las palmas huesudas del ahora muerto Wendigo frente a él. Y cuando sus enormes ojos blancos fijaron su atención en ella, pudo distinguir algo allí, algo de color marrón.
The Grey Man se puso de rodillas y abrió la garra del Wendigo para ver mejor que era esa cosa que tenía en sus manos.
Era un pedazo de tela de abrigo, con pequeñas manchas de sangre carmesí fresca.
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Eyeless Jack (c) Azelf5000
Blackwood Asylum será lo más cercano a una Creepyhouse en este fanfic.
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