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Capítulo 2

15 de Julio de 2017
11:37pm

Era una noche lluviosa en Forest Hills, Michigan. Los meteorólogos de los medios locales habían logrado acertar por primera vez en bastante tiempo. Horas antes, habían predicho la posible aparición de una fuerte tormenta en la zona, con posibilidades de una inundación. Por suerte, la gente del pequeño pueblo suburbano ya se había encerrado en sus casas, completamente a salvo del fúrico clima y disfrutando del resto de la noche.

Pero el detective John Maxwell, aún no podía darse ese lujo por el momento.

En medio del poderoso diluvio, dentro de una patrulla de policía, John no apartaba su vista de la vieja casa blanca abandonada en medio de un desolado vecindario en la calle Abbey, al norte de Forest Hills, muy cerca de las afueras del pueblo.

Un par de horas antes. El jefe de policía del pueblo había enviado al joven detective de 34 años, junto con su compañero el oficial Graham Parker de 29 años, a vigilar esa vieja y muy deteriorada estructura blanca.

La policía había tenido sospechas de que dentro de ese lugar, algunos drogadictos y criminales hacían tratos para comprar sustancias ilegales durante las noches. Tenía bastante sentido, pues esa casa no había sido habitada por nadie en 20 años y múltiples personas en el pueblo habían reportado a la policía que habían visto gente sospechosa merodeando en los alrededores del lugar. Desde vagabundos buscando refugio por las noches hasta maleantes que simplemente querían inyectarse heroína sin que nada ni nadie los molestara.

Así que el jefe de policía en respuesta a las múltiples denuncias de la gente, decidió enviar a John y a Graham a vigilar la estructura durante toda la noche. Además de haberles dado la orden de que arrestarán a todo aquel que hallaran entrando o saliendo del lugar.

Dentro de la patrulla, John desvió su mirada de la estructura por un momento y sacó del bolsillo de su chaqueta un pequeño paquete rojo de cigarrillos Marlboro. Puso uno de los cigarros entre sus labios y luego lo encendió con un pequeño encendedor amarillo. El hombre aspiró el humo del objeto y lo contuvo dentro de sus pulmones por un par de segundos, solo para después exhalarlo lentamente, dejando salir grandes cantidades de vapor a través de sus fosas nasales.

Apenas termino de fumar, John volteo su cabeza para observar a su compañero, el cual se había quedado dormido en el asiento del copiloto.

—Hey, despierta.— Dijo John en voz alta a su compañero.

La voz de John en el oído de Graham le produjo un gran sobresalto a este último, haciendo que se despertara al instante.

—¿Q-Qué? ¿Qué pasó?— Pregunto el joven Graham confundido, aún con sueño, con su corazón latiendo demasiado rápido y frotándose uno de sus ojos con sus manos.

—Te quedaste dormido, eso fue lo qué pasó.— Respondió John , gruñendo con notorio disgusto en su voz y retomando su atención a la casa abandonada.

Graham dejó salir un bostezo y alzó sus brazos al cielo, estirándose como un gato que acababa de despertar de una cómoda siesta de 8 horas.

Él era un joven de 29 años, fresco, lleno de vida y apenas llevaba 2 años trabajando en la policía. Y a pesar del corto tiempo que llevaba allí, le encantaba su trabajo. Era una profesión a la que él había aspirado desde que era un niño, principalmente inspirado por las hazañas de sus padres como policías en su pueblo natal. Y sin duda la reluciente placa dorada en su uniforme negro significaba muchísimo para él, mucho más que su propia vida.

Sin embargo, a pesar del entusiasmo del joven, para muchos de sus compañeros (entre ellos John), Graham aún era un novato inexperto y su comportamiento usualmente despreocupado junto con su usual falta de seriedad a la hora de trabajar no ayudaba mucho a que sus compañeros cambiaran esa idea que tenían de él.

—Lo siento hombre, es solo que el sonido de la lluvia junto con la hora, hace dormir a cualquiera.— Respondió Graham en un muy mal intento de justificarse.

—Da igual.— Respondió John con desinterés en las excusas de su compañero, sin dejar de observar al lugar.

La personalidad seria y decidida de John contrastaba mucho con la personalidad libre y despreocupada de Graham. John llevaba 7 años trabajando como detective en la policía, por lo que durante todo ese tiempo y tras distintas experiencias, él había aprendido a tomarse mucho más en serio su trabajo.

—Bueno ¿podrías explicarme el porque estamos aquí?— Pregunto el joven Graham sin entusiasmo, también fijando su vista en la casa blanca, aunque realmente no se hallaba interesado en ella.

—Creí habértelo dicho antes, tenemos que vigilar esa casa por el resto de la noche.— Respondió John.

—Hemos estado aquí por 3 horas y nadie ha entrado allí. Y dudo que con esta tormenta, alguien lo haga en los próximos minutos.

—No bajes la guardia, incluso con esta lluvia, alguien podría entrar a esa casa en cualquier momento. Y si eso pasa, tendremos que estar aquí para actuar.— Dijo John con perseverancia.

—No creo que alguien se atreva a aparecer en los próximos minutos. Esta lluvia se está haciendo demasiado fuerte, así que dudo que cualquier persona en su sano juicio se le ocurra salir a comprar marihuana. ¿No podemos simplemente irnos a casa?

Ambos hombres comenzaron a discutir por varios minutos. Era una rutina que se había hecho casi normal entre ambos servidores de la ley. Porque si bien Graham adoraba mucho su trabajo, él sentía que podía hacer cosas mucho más importantes, mucho más importantes que solo arrestar a personas que se habían pasado los límites de velocidad o poner infracciones de estacionamiento.

Así que cuando el jefe de policía lo asigno como compañero del detective John Maxwell, Graham pensó que finalmente había conseguido un boleto dorado para hacer cosas mucho más significativas. Pero lamentablemente su decepción fue enorme cuando se dio cuenta de que no fue así, pues en los 8 meses que llevaba trabajando al lado de John, no había ocurrido nada interesante de lo que encargarse. Seguro, habían lidiado con drogadictos y disputas domésticas en algunas ocasiones, pero Graham sentía que eso no era suficiente.

Usualmente este era el comportamiento típico de un policía novato. Por lo que John siempre tenía que encargarse de ponerle los pies en la tierra al joven Graham y hacerle saber que el trabajo de policía no era como lo mostraban en el cine o en las series de televisión.

—Mira hombre, apenas llevas 2 años metido en esto, por lo que comprendo que aún no entiendas cómo son estas cosas. Pero te puedo asegurar, que hasta en las situaciones más tranquilas, todo puede irse al diablo en cualquier momento, y créeme que eso no es algo genial de ver. Esto no es como CSI Miami o algo así, esto es la vida real. Por lo que te recomendaría no subestimar esta situación.

—Lo siento hombre.— Graham hizo una leve pausa antes de continuar. —Es solo que me gustaría hacer algo un poco mas genial, ya sabes, tener un poco de adrenalina y aventura.

—Créeme, te puedo asegurar que no hay nada peor que la adrenalina o la aventura. Como dije, esto es la vida real.

La conversación podría haber continuado por horas de no ser por el brillante destello de un relámpago junto con su poderoso estruendo. El relámpago en la lluvia fue más que suficiente para sacar a los hombres de su charla y hacer que volvieran a prestar atención a la estructura, pues en ese pequeño segundo, la deslumbrante luz del rayo dejó a la vista algo que llamó la atención de ambos.

La puerta principal ahora estaba abierta. Probablemente alguien había entrado mientras ambos hombres se hallaban distraídos en su discusión.

John dejo salir un corto "mierda" de su boca y salio a toda prisa de la cabina del conductor. Graham lo siguió con una pequeña sonrisa en su rostro, pues si bien este podría ser solo un simple caso de drogadictos, él esperaba en lo profundo de su ser que ocurriera algo interesante, al menos así las horas sentando en la patrulla habrían valido totalmente la pena.

La tormenta era poderosa. Ambos hombres lo supieron casi al instante cuando sus zapatos negros tocaron la tierra húmeda y fangosa, cuando sus uniformes se empaparon con agua de lluvia y cuando sus rostros fueron atacados con la poderosa ventisca del diluvio. En ese instante, ambos se habían comenzado a arrepentir de no haber traído los impermeables amarillos de la estación.

Pero ambos sabían que no podían dejarse detener por una tormenta. Así que con linternas en mano, comenzaron a caminar hacia la estructura. La cual no estaba a más de 30 metros de distancia.

John se detuvo por un momento para observar mejor el lugar, ahora que tenía una vista más detallada de la estructura abandonada.

A plena vista, se podía observar que la casa era una estructura de dos pisos. El patio del lugar estaba totalmente descuidado, pues la hierba había crecido tanto que llegaba hasta las rodillas de ambos oficiales. Podía notar que faltaban algunas tejas en el techo, permitiendo entrar agua al ático junto con ramas y hojas de árboles. La pintura de las paredes exteriores del edificio se estaba descascarando y había estiércol de animales por casi todo el patio.

Por si fuera poco, cuando ambos hombres finalmente estuvieron frente a la fachada del edifico, también pudieron observar que algunas de las ventanas del lugar estaban rotas, y la puerta principal estaba destrozada por grafitis, probablemente hechos por alguna pandilla cercana en el lugar.

Este ambiente de descuido, soledad y abandono fue más que suficiente para hacerles saber a ambos policías que la casa no había sido habitada por nadie en décadas. Y ahora sin la presencia de seres humanos, la madre naturaleza estaba reclamado lo que le pertenecía.

John volteó a observar a su compañero. Graham encendió su linterna y apuntó el luminoso rayo de luz a la puerta de la casa. John lo volteo a ver, con una mirada de preocupación en su rostro y puso su dedo indice en sus labios, indicándole al oficial novato que guardara silencio. Como él había dicho anteriormente, hasta el las situaciones más tranquilas todo podía irse al diablo en cualquier momento, y si en verdad alguien había entrado allí, había posibilidades de que estuviera armado, tal vez con una navaja o con una pistola.

Finalmente, llego el momento de entrar a inspeccionar y hacer una "buena labor policíaca" como lo llamaba John. Así que ambos oficiales comenzaron a entrar lentamente al lugar, intentando ser sigilosos para no alertar a quien sea que hubiese entrado allí.

El olor del lugar era totalmente abrumador.

El interior de la casa estaba a oscuras, siendo las linternas de los policías las únicas fuentes de luz en el lugar. Allí dentro olía a humedad y a madera podrida. Muy probablemente a causa de la lluvia aún manifestándose afuera. Pero eso sería la menor de las preocupaciones de John y Graham.

El interior de la casa estaba totalmente vacío, tan desnudo. Había pequeños trozos de madera blanca en el suelo, las paredes estaban llenas de agujeros que probablemente eran utilizados por ratas como madrigueras. En las esquinas de las paredes de la casa había moho creciendo sin control, y al igual que la puerta principal, casi todas las habitaciones estaban inundadas con grafitis.

Pero lo que llamo la atención de los oficiales, fueron las huellas fangosas halladas en el suelo de madera de la sala principal.

Había unas huellas enormes en el piso. Unas lodosas y grandes impresiones de suelas de zapatos en el suelo, las cuales conducían a una puerta-trampa en medio de la sala. Quizás de no ser por esas huellas, John y Graham ni siquiera habrían notado su prescencia.

—Bueno... es obvio que alguien ha estado aquí.— Susurro John hacía su compañero.

John se acerco hasta la puerta-trampa, siendo guiado por la luz de su linterna en medio de la inmensa oscuridad. Acerco una de sus manos a la oxidada manija metálica de la puerta-trampa y con mucho cuidado, lentamente y sin hacer ruido, comenzó a abrirla hasta que finalmente tuvo una buena vista de unas escaleras de madera debajo de esta, las cuales conducían al oscuro sótano de la casa. No había duda alguna de que el intruso estaba allí dentro, se podía deducir con facilidad debido a que allí continuaba el rastro de huellas lodosas.

Apenas abrió completamente la puerta, un abrumante olor a putrefacción y suciedad inundo las fosas nasales de John, haciendo que el oficial dejara salir un quejido ante el fétido olor. Graham también lo noto, pues con su mano libre, se cubrió su nariz en un intento de no vomitar por el espantoso  y repulsivo aroma.

Finalmente, al cabo de unos segundos, ambos hombres comenzaron a descender por las escaleras putrefactas del lugar. Lo hacían a un ritmo lento, pues a parte de que no tenían idea de que podría estarlos esperando allí abajo en la oscuridad del sótano, era obvio que tras años de abandono y a juzgar por el olor, era muy probable que la madera de las escaleras estuviese podrida y quizás carcomida por termitas, y si no tenían cuidado, la madera podría romperse y hacer que se cayeran.

Por fortuna, nada de eso ocurrió. Ambos hombres lograron llegar a salvo al sótano.

El sótano de la casa transmitía la misma sensación de soledad y abandonó que todo el lugar. Era una enorme habitación vacía y oscura, únicamente iluminada por las linternas de los oficiales. Lo único que había en ese lugar, eran las escaleras de madera, un cable colgando del techo en donde se supondría que debería haber un foco, trozos de pared en el suelo, charcos de agua filtrándose por unas tuberías oxidadas en el techo del sótano, un par de ventanas pequeñas horizontales que servían como tragaluz y una caja de fusibles llena de telarañas en una de las paredes.

Ahora solo faltaba hallar a quién hubiese entrado al lugar, arrestarlo, llevarlo a la estación de policía y finalmente ambos podrían irse a casa.

Para la suerte de ambos, no tardaron mucho en encontrar al intruso.

Ambos apuntaron la luz de sus linternas a una de las esquinas del sótano. El sonido de un gorgoteo, seguido de una tos, había delatado la ubicación del intruso.

Pero antes de que pudieran decir la tan típica frase de "Policía de Forest Hills, manos arriba" y sacar las esposas... Los rostros de ambos oficiales se cubrieron con muecas de horror al ver lo que iluminaban sus linternas.

En la esquina del sótano, yacía en el suelo un hombre, probablemente en sus 25 años de edad. Pero su cuerpo estaba completamente destrozado. La garganta del hombre estaba desgarrada y su boca dejaba salir cascadas de sangre. Sus muñecas estaban cubiertas con heridas defensivas y había un profundo agujero en su pecho, justo en la zona donde se hallaba su corazón.

Por fortuna o por desgracia para el chico herido, aún seguía vivo. Lo demostraba el hecho de que aún estaba tosiendo sangre de su boca y el hecho de que las pupilas de sus ojos se habían contraido ante la luz de las linternas en su rostro ensangrentado, él aún estaba intentando aferrarse desesperadamente a la vida.

Ambos oficiales se quedaron petrificados brevemente ante el horror de la situación, pero John fue el que rompió el silencio del ambiente, si bien probablemente este tipo había entrado a drogarse a un lugar abandonado. El estaba herido y necesitaba atención medica urgente.

—Por favor quédate aquí y vigílalo, yo volveré arriba a pedir unos refuerzos y una ambulancia.— Le ordeno John a Graham. Él cual no dudo en obedecer al detective. Graham se acercó al chico y comenzó a tratar de detener la hemorragia, aún si no tenía muchas posibilidades de sobrevivir.

John regreso apresuradamente arriba a la sala principal. Saco su celular de su chaqueta y llamo a la estación de policía, ordenando unos refuerzos y una ambulancia. Por fortuna para el detective, aún había algunos policías trabajando, por lo que los refuerzos no tardarían llegar.

Sin embargo, aún había algo que lo preocupaba. En lo profundo de su ser, él sentía que algo no estaba bien, algo raro estaba ocurriendo allí. ¿Y si lo que había atacado al chico aún estaba acechando en la casa desde la oscuridad?

Inspeccionar la casa por seguridad, no sería una mala idea.

—Hey, quédate aquí con él. Ire a inspeccionar el lugar. Si algo ocurre, no dudes en gritar.— Susurro John desde la sala, asomándose al sótano, dónde Graham aun haciendo intentos para detener la hemorragia, asintió en respuesta a su orden.

John abandono la sala, saco su pistola G17 de la funda en su cinturón y comenzó a inspeccionar el lugar con linterna en mano. Si algo o alguien había atacado a ese chico y aún se hallaba merodeando por la casa, John no iba a dudar por ningún segundo en llenar de balas al atacante.

El detective con notoria valentía, se encargó de revisar todos los lugares de la abandonada estructura.

La cocina, los baños, las habitaciones e incluso el ático destruido, pero no, no había rastro alguno de lo que hubiera atacado a ese chico. Lo único que hallo fueron jeringas probablemente usadas para inyectar heroína, trozos de botellas de alcohol vacías y restos de condones usados, junto con hojas mojadas de árboles y rastros de animales.

Ante esto, una pequeña sonrisa se formo en su rostro y dejo salir un suspiro de alivio, parecía que no había peligro alguno en la zona. Finalmente estaba preparado para volver con Graham y esperar a que los refuerzos llegaran junto con la ambulancia. Parecía que esto solo quedaría como una terrorífica anécdota que contaría en futuras reuniones con colegas o en cenas con su amada esposa.

Pero rápidamente, John se dio cuenta de que no sería así, cuando en medio de la oscuridad, un grito resonó por toda la casa. Un potente, terrorífico y enorme grito... proveniente de los pulmones de su compañero en el sótano.

John no dudo en correr instantáneamente hacía el sótano, aún conservaba esa valentía tan característica de él, pero no podía negar que temía por la seguridad de su compañero y hasta por su propia seguridad. Él grito el nombre del oficial en repetidas ocasiones. Mientras sus pies corrían con rapidez hacía el sótano, 2 gritos más hicieron eco en todo el lugar.

John logro llegar a la sala, estaba apunto de abrir la puerta-trampa, cuando un estruendoso disparo se escucho desde adentro del sótano, sin duda alguna producido por el arma de su compañero, eso significaba que aún estaba vivo y que estaba luchando contra algo o alguien. Él detective sin vacilar y resistiéndose con fuerza a sus instintos de supervivencia, los cuales le decían desde sus entrañas "¡Corre! ¡Corre, maldito idiota! Olvida tu labor de policía, solo sal de allí", tomo la manija de la puerta trampa y la abrió, dejando el sótano a la vista.

Estaba apunto de entrar, cuando en ese momento, escucho como unos pequeños pasos comenzaban a acercarse hacía la escalera del sótano. Pero eran pasos secos, no eran sonidos de botas o zapatos. Lo que hubiese atacado al chico y ahora a su compañero, estaba caminando descalzo.

Esto sin duda hizo que la valentía que le quedaba se fuera por el drenaje. Ahora solo sentía miedo. Miedo puro.

Apresuradamente, con su cuerpo ahora temblando y con sudor deslizándose por su rostro, John empuño su pistola con fuerza y la apunto hacía la entrada al sótano, el miedo recorría toda su espina dorsal, produciendole escalofríos. Pero aún así, él estaba dispuesto a enfrentarse contra lo que hubiese atacado a ese chico y a su compañero. Él esperaba que desde abajo, saliese un vagabundo demente o algo similar.

Pero nada de eso salio de allí. Lo que salió en cambio, fue algo que dejaría traumatizado a John por años, fue algo que causaría que durante meses él durmiera con una escopeta al lado de su cama. Fue lo más terrorífico que el vio en su vida.

Al principio creyó que la criatura que lo observaba al pie de las escaleras era un perro, quizás un husky o un alaskan malamute a juzgar por su apariencia, pero muchísimo más grande. El animal tenía un espeso y sucio pelaje negro junto con unas garras afiladas. Su cuerpo era bastante fornido, casi recordando a una mezcla extraña entre el cuerpo de un oso y de un lobo. La criatura abrió su boca al hacer contacto visual con John, dejando a la vista una larga hilera de dientes afilados cubiertos con saliva viscosa, y tenía unos amenazantes pero pequeños ojos blancos.

Pero antes de que John pudiera vaciar el cargador de su arma en el rostro de la bestia, el animal hizo algo que nadie esperaría que un cánido normal hiciese.

El extraño perro lentamente comenzó a levantarse sobre sus patas traseras, hasta quedar erguido como un ser humano.

La criatura dejo salir un grito, pero este fue un grito que casi hizo a John salir de su piel. No había sido un aullido o un gruñido como normalmente haría un perro, un coyote o un lobo, había sido un grito. Un terrorífico y monstruoso grito inhumano.

John no lo vio venir, estaba tan ocupado intentando organizar su mente y tratando de dar una respuesta lógica a toda la situación, que no vio cuando esta monstruosa criatura corrió por las escaleras y se abalanzo sobre él, justo como lo haría un lobo atacando a un ciervo asustado. John solo sintió el peso del animal encima de su cuerpo, cayendo al suelo junto con su linterna y su arma.

Por suerte, si bien el detective no fue capaz de reaccionar cuando el monstruo se abalanzo sobre él, si fue capaz de reaccionar a tiempo para sujetar las poderosas mandíbulas del animal con sus manos y evitar que despedazara su garganta, tal y como había hecho con ese muchacho.

John intentaba desesperadamente quitarse a la criatura de encima. Sus manos hacían toda la fuerza posible para evitar que estas se cerraran sobre su cuello, pero a pesar de sus duros y largos años de entrenamiento en la academia de policía en donde había ganado bastante fuerza y músculos, el animal era mucho más fuerte que el detective. John podía sentir el aliento caliente del animal en su rostro, podía sentir como gotas de saliva caían de la boca de la bestia en el rostro y lentes negros de John. En todos sus años como policía, nunca antes había tenido una experiencia similar y sin duda después de esto, él no desearía volver a experimentar algo como eso.

Finalmente, tras varios minutos de forcejeo entre el hombre y la bestia, John comenzó a darle fuertes patadas en su estómago blando. Esto causó que el animal diera un espantoso aullido de dolor y retrocediera. John vio la oportunidad de quitárselo de encima, así que aprovechando el dolor del animal, el policía le dio un fuerte puñetazo en su quijada y otro en su ojo derecho, logrando finalmente quitarse a la criatura de encima suyo. John lanzó al cánido al suelo, momento que aprovechó para levantarse rápidamente.

El monstruoso cánido dejo salir un gruñido, y comenzó a levantarse nuevamente en sus patas traseras, dispuesto a atacar a su presa otra vez. Estaba claro que el animal no iba a dejar ir a John tan fácilmente.

John respiraba con rapidez, no quitaba su vista del animal pero sabía que tenía que idear un plan para deshacerse de esta criatura. El sudor se deslizaba por su rostro, mezclándose con la saliva del animal que había caído en John.

El detective volteó rápidamente al suelo, su G17 aún estaba tirada en el suelo y aún tenía su cargador lleno. Sin dudarlo y sin esperar, el detective hizo un movimiento rápido, agarrando el arma, su salvación. Y al mismo tiempo, el cánido aprovecho el movimiento del detective y comenzó a correr hacia su presa, dispuesto a desgarrar su garganta y darle muerte.

Pero John logro ser más rápido, y cuando sus manos empuñaron el agarre de la pistola, vacío el cargador completo en el pecho del animal, lanzando un grito de furia. Su mente solo pensaba: "¡Muere maldito bastardo! ¡Muere!"

Solamente fueron necesarias 3 balas para hacer que el animal retrocediera y se rindiera. El cánido ahora estaba sangrando de su pecho y lanzando aullidos de dolor, justo como lo haría un perro herido. Lo ultimo que John vio esa noche de lluvia, fue al animal huir de la casa a cuatro patas como un cánido normal, escapando a través de una de las ventanas de la casa.

John dejo salir una sonrisa de triunfo, lo había logrado, había logrado salir vivo y ese maldito animal estaría retorciéndose de dolor por varias horas hasta finalmente morir. Pero esa sonrisa de victoria se desvaneció cuando recordó a su compañero herido en el sótano. Rápidamente, John guardo su arma en la funda de su cinturón, recogió su linterna del suelo y bajo al sótano, con la esperanza de encontrar a su compañero a salvo, con solamente un par de rasguños pero vivo. John intentaba desesperadamente aferrarse a esa débil y banal esperanza.

Y lamentablemente, nada de eso ocurrió. En el sótano, solo estaban los restos de lo que hace unos minutos, había sido un joven lleno de vida, despreocupado y orgulloso de trabajar con la policía, incluso si la mayoría de sus casos no eran de mucha importancia o relevancia.

Apenas John se encontró con el cadavér de Graham, su boca dejó salir un susurrante "Oh no".

Graham yacía sin vida en el sótano, en medio de un charco de sangre carmesí. Enormes y profundas heridas de garras cubrían su rostro y pecho, uno de sus brazos había sido arrancado, dejando a la vista un brillante y ensangrentado hueso roto. Su vientre estaba abierto, dejando al aire sus órganos rasgados por las fuertes y poderosas garras de la bestia.

John solo pudo quedarse inmóvil ante el cuerpo sin vida de Graham. Su mente estaba completamente en blanco. Tratando de analizar todo lo que había pasado hasta ese momento fatídico.

Había olvidado la tormenta afuera, se había olvidado del chico atacado, había olvidado que en estos casos tenía que llamar a la estación para reportar a un policía muerto. Ni siquiera le importo el escuchar las sirenas de patrullas afuera en medio de la lluvia, anunciando la llegada de los refuerzos.

John ya había enfrentado situaciones que envolvían la muerte de compañeros, a veces a manos de gente resistiéndose a arrestos o incluso compañeros caídos en tiroteos con vendedores de drogas.

Pero esta vez, simplemente, no tenía una sola idea de que poder hacer.

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