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"El origen"

En 1982, en las calles de Nueva York, Manhattan transitaban muchos taxis, una multitud de personas que caminaban de izquierda a derecha y reversa, muchos vehículos se veían pasar, bocinazos, y allí se encontraba Ethan, un niño de 11 años pequeño con una peca en la mejilla izquierda con pelo lacio, pero que sin cuidados se le hacía ondulado, un cuerpo delgado. Él sentado en calles de esta ciudad pedía limosnas, nunca había ido a un orfanato porque los hombres del barrio lo ayudaban a refugiarse.

      Ethan era un chico huérfano y desconocía por qué. La señora Abbie lo había recogido de la caja en donde lo halló. Ella le contaba a Ethan que lo había visto llorando en una caja de frutas con una mantita debajo de él y otra arriba que lo cubría. Ethan nunca fue a la escuela y tampoco tenía entusiasmo de ir. En la mañana del 15 de febrero con un frío escarchado, un paisaje blanco. Vinieron unos hombres y se llevaron al joven al orfanato de Jiamini, Inc. de Nueva York. Un lugar feo, con un ordenamiento estricto, el cual él no podía soportar. Un día de esos, él escapó por una ventana que habían dejado abierta, él corrió desaforadamente aparentaba ser un prófugo, y se escondió en un callejón oscuro con basura a su alrededor en donde las ratas pasaban y tenían su celebración. Se fue alejando lentamente, luego se dirigió a un hombre quien estaba en una parada de autobús y le pidió 1US$ para el boleto, el hombre serio con una bufanda, morocho y con sombrero sacó su billetera y le dio diez dólares, el chico le agradeció y tomó el primer autobús que se dirigió hacia la calle 40 st ST. Allí se encontraba una gran biblioteca, Ethan ingresó, era tan inmensa que los ojos no le alcanzaban para ver todo, caminó hasta donde se encontraba un chico de su clase social leyendo un libro animado, aunque muy contento no se lo notaba, le preguntó su nombre:

- "Connor, Connor sin apellido".

Entonces, Ethan le consultó de que trataba su libro y Connor sin apellido contestó:

- "No sé, no lo leí".

- "¿Me lo podrías leer?" – deseó Ethan.

- "No quiero" – respondió.

- "Sabes leer, porque yo no – dijo Ethan – me llamó Ethan por cierto y tampoco tengo apellido, en realidad, debería tener, pero no tengo padres, me dicen que soy huérfano".

Connor y él comenzaron a hablar todos los días.

   En un otoño del 22 de octubre de 1989, Ethan y Connor salieron del orfanato de Jiamini, Inc. porque cumplieron dieciocho años, sin embargo, Connor tenía diecisiete años, pero hubo una falacia y escapó. Ellos estuvieron en ese orfanato por ser detectados durmiendo en un escalón de la escalera de la biblioteca. De vuelta, al 22 de octubre, Ethan y su amigo, mayores de edad, caminaban hacia la biblioteca pública que fueron desde que se conocieron. Mientras caminaban, Ethan vestía una remera blanca, con un pantalón largo, pero con partes descosidas, con unas zapatillas dentro de todo nuevas (regalados por el orfanato) y su amigo era un chico morocho con pelo afro corto, vestía una remera negra y unos pantalones bien cuidados. En la biblioteca, los chicos sabían leer porque en el orfanato les enseñaron. Connor le costaba igualmente. Ethan comenzó a leer libros de distintos tipos (criminales, de acción, historia, arte, filosofía, entre otros).

Ethan le preguntó a su amigo:

- "¿Cómo eran tus padres?".

- "Otra vez, no me acuerdo, había luces, ruido, una mujer con pelo largo negro llorando".

- "No entiendo, no comprendo por qué razón, si no tenían dinero, donarme a algún lugar por qué tirado en una caja" – triste.

- "Pero capaz murieron" – dijo Connor.

- "Cómo me van a dejar arrojado, si murieron".

Discutieron y Ethan se fue. Abbie barriendo la calle, se encontró con Ethan, él preguntó:

- "Señora Abbie necesito su ayuda, siento que mis padres están vivos y quiero saber por qué me abandonaron".

- "Niño... - (con tos media enferma) – tus padres te dejaron en esa caja por un motivo el cual desconocemos, no sabemos nada, no dijeron nada".

- "¿Tienes la caja?" – interrogó ansiosamente.

- "Allí lo guardé como recuerdo, está como la dejaron esa vez".

    Él la miró y estaba con ambas mantas, las quitó y halló un camafeo con una cadena de bronce, y una imagen donde aparecían un hombre y una mujer, y en la caja había una estampa de una virgen que detrás decía con una escritura de una persona analfabeta:

- "Que te cuide tu madre gloriosa".

Él pensó: si esto está aquí es para que la conociera, pero quién es mi madre gloriosa. Entonces, se lo preguntó a la señora Abbie, quien respondió:

- "Puede que se refiera a la virgen, o algo de eso".

    Ethan razonó: si es una virgen, existe una iglesia, pero ¿cuál? Luego, se fijó nuevamente en la estampa y decía "catedral de Nueva York". El joven se fue rápidamente allí.

    Llegó después de una gran odisea a esa catedral. Observó todo y por consiguiente ingresó. (Era valiente siempre tenía curiosidad). Ethan vio a un cura, era calvo y anciano, y obtenía la túnica. Entonces comenzó a conversar. El joven no era muy religioso, bueno en realidad era, pero a medias, él se lo llamaba un religioso con dudas.

Continuó su diálogo. Ethan le mostró la estampa y le dijo:

- "Es de aquí, ¿verdad?".

   El sacerdote lo afirmó y luego vio el camafeo y no los reconoció, si los conocía fue hace un tiempo. Ethan analizó: no se puede terminar hasta aquí, debe de haber algo y lo interrogó.

- "¿Usted desde hace cuánto está en esta catedral?".

- "Y... déjame pensar... mil novecientos... desde, hace tres años" – confesó el sacerdote.

    El joven razonó; si está hace tres años ni los conoce, a menos que vinieran seguido y luego preguntó:

- "¿Usted sabe quién fue el anterior párroco que estuvo aquí?".

- "Sí, Daniel Clifford" – respondió el hombre.

- "Sabe si se encuentra con vida, aún" – dudó el joven con miedo a fallarle.

- "Creo que sí, ojalá que el Señor lo cuide y a usted también jovencito" – retirándose el sacerdote.

    La Luna brillaba en la noche oscura en que se vivía, Ethan se juntó con Connor y hablaron, luego se preguntaron que iban a comer, estaban hambrientos y sin un dólar, con siguiente se dirigieron con la señora Abbie quien se encontraba sola. La señora los atendió, abrió su heladera y allí tenía una lata de pescado, dos cervezas de un litro y un paquete de fideos. Cocinaron una olla, comieron los fideos con trozos de pescado y bebieron una cerveza. Ethan le agradeció en cada oportunidad y le preguntó qué comerá mañana, pero ella le dijo que nada, hasta encontrar algo en la basura o algún trabajo breve. El joven se sintió apenado, escocía como si le estuviese hurtando la comida, cuando se fueron se lo comentó a su amigo:

- "Tenemos que trabajar" - le dijo.

- "¿De qué? Si apenas sabemos leer, no estudiamos nada, no tenemos un hogar" – con bronca Connor.

- "¡Hay que hacerlo, necesito saber que el día de mañana voy a comer, caminar limpio por la calle y no con olor a cloaca, que no me miren como un vagabundo o con lástima! – siguió – quiero hallar a mis padres, y sin dinero no podré".

- "Actualmente se te fijó esa idea de buscar a tus padres, nunca lo hiciste y ahora sí".

- "En este presente no se me fijó esa idea, siempre la he tenido, pero no tenía valor para salir a este mundo a buscarlos – continuó – además, hoy sé leer, conozco más".

    A la mañana hacía un poco de frío, el viento resoplaba levemente. Ethan fue a visitar una tienda ingresó y preguntó:

   La empleada lo derivó a una oficina, luego apareció un hombre con una camisa celeste, una corbata roja, un saco largo, con un peinado elegante, pelo lacio castaño oscuro y de tez blanca con un bronceado caribeño, se sentó y preguntó:

- "¿Qué necesita?".

- "Trabajar, cualquier cosa, cualquier hora y tarea" – velozmente diciéndoselo.

- "De acuerdo, muéstrame tu identificación" – pidió el hombre elegante.

- "¿Qué?, ¿qué identificación?" – repitió con duda Ethan.

- "Tu identificación, tus trabajos, títulos, tu historial" – indagó el gerente.

- "No trabajé nunca, tampoco fui a la escuela".

- "Bueno, no hay nada que pueda hacer, allí está la puerta" – le comentó el gerente.

    Suplicó mil veces, pero no aceptó. Ethan triste se fue. Luego, él fue a indagar a la iglesia sobre Daniel donde se residía, allí marchó. Tocó timbre, estaba. Un hombre particular, con camisa y un pantalón con zapatos, bebiendo whisky. Ethan le preguntó si se sentía bien, pero el párroco no se encontraba en sus ejes. El joven ingresó, le sirvió café y lo obligó a sentarse. A la hora, el hombre mejoró. Comenzaron a charlar. El joven fue al punto:

- "¿Conoces a estas personas?" – mostrándole el camafeo donde aparecían un hombre y una mujer.

- "Sí, los conozco, en realidad, conocía – dijo el párroco - ¿por qué?".

- "Los estoy buscando, nunca los vi, quiero conocerlos, saber cómo son, el motivo de su abandono".

- "Creo que ella se llamaba... Aub... Abi... Am... ¡Amelia!" dijo el sacerdote.

- "¿Y él?".- "Henry" – contestó el párroco, aunque no se acordaba del apellido.

    Ethan le preguntó cuándo había sido la última vez que los vio, lamentablemente le dijo que hacía mucho tiempo, si se acordaba le diría. El chico se retiró.

     A la mañana siguiente, Ethan fue a la catedral a limpiarla, porque el sacerdote le había encargado realizarlo, así él podría trabajar, luego en semanas también Connor ayudó. Ambos comenzaron a ganar una remuneración por el servicio. Después de algunos meses, Ethan acumuló un poco de dinero, y empezó a construir un inmueble. En la tarde, en la iglesia, sonó el teléfono, estaba Ethan y atendió. Una voz grave del otro lado le dijo me acuerdo donde vivían. El joven le preguntó:

- "¿Quién habla?, donde vivían, ¿quiénes?".

- "Daniel, tus padres, niño" – iría.

    Entonces, Ethan le dijo que si dirigiría para allí y cortó. Rápidamente, se marchó a la casa del párroco. Llegó, tocó timbre y nadie abrió. Agarró el picaporte, lo bajó y jaló. Entró a la casa y habló:

- "¡Daniel, Daniel!, ¡soy Ethan, el joven!".

     La cocina estaba con sangre, el chico se aterrorizó, comenzó a revisar, inmediatamente toda la casa. Daniel estaba en su cama semidesnudo, al lado izquierdo había una mesa de luz con una botella de whisky vacía y de su otro lado, una mujer igual vestida, pero parecía estar muerta. Él se acercó al párroco y le tocó el pulso por impulso (ya que el joven no lo sabría por estudiar), latía. Entonces, llamó a una ambulancia que tardó media hora en llegar. Luego, mejoró y la mujer seguía con vida, pero tuvieron que internarla por un coma alcohólico.

    Estaba en la cama, Daniel, descansando y Ethan observándolo, y rogando que se despertara. Tuvo que irse. Se dirigió donde estaba Connor, quien se encontraba enojado porque lo había dejado solo en todo el día. Ethan se disculpó, aunque tenía que hallar a sus padres, y le contó lo del sacerdote. Connor se empezó a reír, su risa contagió a Ethan y le dijo:

- "Ja, ja, ja, el cura haciendo una situación de adulterio".

- "La verdad no me esperaba a un sacerdote, con una prostituta".

A la mañana, del otro día, Ethan retornó a la casa del ex sacerdote. Se encontraba normal, y sobrio. El joven lo interrogó:

- "¿Dónde vivían Henry y Amelia?".

- "En Two Bridges, en Monroe St, en un callejón de esa calle" – dijo el ex párroco pensándolo.

- "¿Sabe si siguen allí?" – continuó el interrogatorio.

- "No sé, puede que sí, son pobres".

    Ethan fue tan rápido como pudo, solo había un callejón, había un sol suave, pero con una luz que provocaba ver el callejón. El joven lo observó, no había nadie. Ni una cama, ni ropa, ni indicios que prueben que haya estado alguien aquí. Entonces, Ethan se dirigió a un departamento que está al lado de ese callejón. Entró y tocó timbre al primer piso, el cuarto A, una joven con limitados modales, en seguida se retiró. Ethan buscaba personas mayores porque conocerían a sus padres. Solamente vivía una pareja de ochenta y ocho años, en el tercer piso (el último piso que tenía el departamento) en el cuarto B. El señor estaba sordo por completo y vestía un camisón, con varias marcas en los brazos y cara. Usaba bastón, tenía pantuflas, de esa forma, se podría ver una venda con sangre reciente, en cambio, la señora se veía en mejor estado, no era sorda, su vestimenta era un saco rojo, con una pollera de flores, unos zapatos chatos, se podría presenciar un cabello de unos quince centímetros de largo y blanco como la nieve. El joven se sentó en un sillón, les habló con educación, y preguntó:

- "¿Conoces a Henry y Amelia?".

- "No, pero sí sé que aquí vivían unas personas vagabundas".

El muchacho pensó: sí, puede que sean e indagó:

- "¿Hace cuando se fueron?".

- "Hace una semana".

- "¿Sabe a dónde?"

- "No habló con ellos, querido".

- "¿Conoce a algún vecino que pueda ayudarme?".

- "Es que son todos jóvenes, y ahora no salgo mucho, vio" – dijo la anciana.

    Mis padres puede que sean ellos, pero puede que no, dónde podrían estar, pensaba en voz alta Ethan. Se condujo hacia donde se encontraba Connor. Su amigo limpiaba las hendijas de las ventanas de la iglesia, mientras su amigo, Ethan, le hablaba. Le cuestionó:

- "No los busques más, encárgate de tener una casa y un futuro".

- "Una casa, lo estoy haciendo, un futuro mis padres son lo único que tengo como para seguir – continuó – puedes ayudarme y no estar cuestionándome" – dijo Ethan.

- "¿Buscaste en la comisaría?" – preguntó su amigo.

- "¿Por qué allí?".

- "Son vagabundos, puede que sean ladrones, o que molesten en la vía pública, cualquier".

     Ethan llegó a la comisaría de Nueva York, Manhattan, un lugar grande, parecía más una oficina de empresa, pero no lo era. Él preguntó a un comisario y le contestó:

- "Sí, una pareja de edad cuarenta años aproximadamente, la persona de sexo masculino se llamaba Henry y la otra persona de sexo femenino se llamaba Amelia, estaban vagabundeando, robando basura y ensuciando la vía pública".

    Ethan trató de quitar alguna información más, aunque consiguió saber que no estaba más en la comisaría, y que los dejaron por allí. Espero a los comisarios que se los llevaron, al retornar al establecimiento, el joven les preguntó en qué calles los habían dejado y ellos le dijeron con exactitud. Se dirigió hasta el lugar indicado. Obviamente no estaban sus "padres"1 buscó, pero era difícil guiarse por un camafeo con una imagen de blanco y negro.

    Volvió a la iglesia trabajó duramente y el párroco le aumentó el salario. El joven se encontraba feliz por poder seguir construyendo su hogar. Al regresar a su casa, él vio una demoledora que estaba derrumbando las paredes de su casa, Connor estaba discutiendo con los oficiales. Ethan reclamó una explicación y un oficial le dijo:

- "No se puede construir unos pedazos de madera con basura y que sea un hogar, el estado no lo autoriza".

Ethan y Connor fueron derivados a un departamento para personas de su clase. Él pensó; puede que mis padres estén en este sitio. Buscó en todo el día, sin embargo, sin rastros.

Connor le dijo:

- "Te ayudo en la búsqueda de tus padres, no me agradezcas, quiero terminar un problema – continuó dando direcciones para donde apuntar, mientras su amigo tenía una felicidad como si a un niño le mostraran un dulce.

Relató; un camafeo que seguramente son de mis padres, llamado Henry y Amelia, luego una estampa de la Virgen corresponde a la catedral en el cual trabajamos todos los días, atrás decía "que te cuide tu madre gloriosa" y al parecer no sé si serán ellos los que vivían en el callejón.

- "Bueno, entonces en mi opinión tendrás que preguntarle a la señora Abbie porque capaz te oculta algo o el ex sacerdote ese, el alcohólico".

Cuestionó realizar el interrogatorio a la señora Abbie, contó la verdad. Connor le dijo:

- "Pero para que no la abandonaras, te ocultó parte de la historia, capaz".

Él aceptó y se condujo allí. La señora Abbie estaba durmiendo en su hogar muy humilde, cuando tocó la puerta fuertemente.

- "¡Señora Abbie ya sé todo, me ocultaste todo este tiempo, pensaba que eras la persona que me decía la verdad, porque me lo ocultó todos estos años!".

- "¿Qué cosa?" – sorprendida.

- "Lo de mis padres".

- "Pero ya te expliqué, solo vi eso, que te fumaste jovencito".

Entonces, Ethan se disculpó, ella cerró la puerta y él se quedó escuchando a ver si decía algo, pero nada. Luego, fue del párroco, y le confesó algo, intrigado Ethan preguntó y él respondió:

- "Yo casé a tus padres, en esa misma iglesia y les regalé dinero de donaciones para que se fueran a una luna de miel".

- "¿Dónde?".

- "En mi casa de campo que tenía, no una mansión, pero a ellos les encantó".

- "¿Sabes si antes de casarse ya me habían tenido?" – dijo él.

- "No, no te tuvieron, pero sospecho que ella quedara embarazada en esa casa" – riéndose el ex párroco.

El joven y él fueron a esa casa. Al llegar, Ethan entró y en eso le preguntó:

- "¿Alguien más vino aquí, es decir, después de ellos?".

     Lo negó el hombre, Ethan buscó la habitación, revolvió los cajones y debajo del colchón había una fotografía, detrás decía "se llamará Ethan Peterson", sus lágrimas rebosaban de los ojos y se resbalaban deslizándose por su rostro, cayéndose en la sábana, una tras otra, como una lluvia sin fin. Se la mostró al hombre y dijo Henry Peterson. En el ropero, se encontraba una camisa blanca, pero sucia y rota, tenía un bolsillo, que contenía una fotografía de ellos dos. Ethan le preguntó:

- "¿Puede que vuelvan?".

    Daniel no sabía que responder, Ethan buscó más, pero no encontró. Terminó la investigación, ambos volvieron a su hogar. Connor indagó, pensó sobre lo hallado y se le ocurrió una idea. Fueron a la comisaría, pidieron que busquen a Henry Peterson y a su esposa, Amelia, por abandono de persona. La policía investigó, pasaron días, recolectaron todos los datos concretos y pistas que sirvieran para poder encontrarlos. El último registro hallado fue un pago que se había realizado a una persona dueña de un departamento, el cual le alquilaron por cincuenta dólares, este registro es desde hace un mes. La dirección es en la calle treinta y ocho st St, la policía se dirigió, ingresó y observó que hacía poco tiempo alguien vivió, el sitio estaba con demasiada suciedad y mal olor. Interrogaron al inquilino, se asemejaban los nombres. El oficial preguntó:

- "¿Viven aquí o ya se retiraron?".

El inquilino respondió que se habían ido sin decir.

- "¿Tienes algún número, algo de evidencia, ¡por qué si estás ocultando evidencia a la poli...!" – dijo el oficial.

- "No, no, solamente tengo sus nombres y nada más".

   Ethan verificó si había alguna pista, junto a Connor y encontró en un mueble grande en el piso un papel, parecía una dirección que había sido escrito por una persona analfabeta que decía "calle W122rd St, Manhattan". El joven y su amigo se condujeron hasta allí, otra casa, siempre humilde. No se residía nadie, la puerta permanecía cerrada con algo que la trababa, entraron por la ventana. Había bolsos, ¿recién llegados o desordenados? Ethan observó todo y Connor se sentó a esperar que volviesen.

Nadie llegó. Era de noche, salieron observaron la zona, no vieron a nadie y se fueron.

   Al día siguiente volvieron, se quedaron esperando y ningún rastro, así tres días más. Connor se cansó y preguntó:

- "¿Puede que los hayan secuestrado, no Ethan? – siguió – es una posibilidad, mira; llegaron dejaron bolsos felices por tener una casa, entraron unos ladrones, o ajuste de cuentas y bueno aquí quedó todo".

- "Si es un robo no estaría todo, secuestro tampoco para que, si son pobres, ajuste de cuentas puede que sea capaz pidieron un préstamo y no lo devolvieron y bueno, pero... tampoco no se encontraba absolutamente nada dañado, no aparecen rastros de sangre, y menos un asesinato" – aclarando dudas Ethan a su amigo.

- "Date por vencido, terminemos con esto".

- "Bueno, me doy por vencido, dime ¿quiénes son mis padres, entonces?".

    Connor se fue. Ethan se estaba retirando por la ventana, cuando un hombre trataba de abrir la puerta, el joven bajó aplastando una bolsa que produjo un ruido suficiente para qué se escucharán unas corridas, Ethan corrió, lo persiguió y lo perdió.

    Pasó una semana, Ethan enfrente de esa casa, esperó. Un hombre ingresó tardó unos minutos y salió con los dos bolsos, hizo dedo y lo llevaron. Connor llegó justo a tiempo con una moto prestada por la iglesia (su dueño era el cura), siguieron al auto, el hombre se bajó. Comenzó a caminar, levantó el pulgar nuevamente y lo volvieron a arrimar. Ethan lo miraba fijamente. Luego, salieron de la ciudad, llegaron al campo. Ethan gritó:

- "¡Para, Connor, para!" – le ordenó que se quedase.

    Caminó lentamente hacia la casa de campo, donde el hombre se dirigía. Ese individuo ingresó, Ethan tocó la puerta, nadie abrió. Lo repitió, pero esta vez más fuerte, nada. Gritó:

- "¡Hola! – continuó - ¡sé que hay alguien, abran!"

    Nada ocurrió. Caminó alrededor de la casa, había otra puerta, estaba abierta e ingresó. Ethan nervioso caminó muy despacio, mirándolo todo. Vio a dos personas, una mujer llorando y un hombre como queriéndole explicar o consolar. Luego, el joven le dijo:

- "Hola".

    Ellos se sorprendieron, se pusieron nerviosos, le preguntaron cómo había entrado, él contestó por la puerta de atrás.

Ella le preguntó:

- "¿Cuál es tu nombre?".

- "Ethan Peterson".

    Ella se asustó, le preguntó la edad, él se los dijo. Le rogó que se vaya. Entonces, Ethan se dio cuenta y le dijo:

- "Tranquila, tranquila Amelia".

- "¡¿Cómo sabes su nombre?!" – dijo el hombre.

- "Henry, tranquilo".

- "¡¿Cómo sabes nuestros nombres?!" – alterado.

- "Soy Ethan, el hijo que abandonaron en una caja con dos mantas, la caja tenía esta estampa y el camafeo".

     Ella le susurró al oído de su esposo "es él", llorando mucho. El hombre le contestó ante esta confesión:- "Simplemente por tener un camafeo, ya está".

      Ethan le dijo que había una fotografía de ellos en este mismo lugar, debajo de la cama y decía "se llamará Ethan Peterson" y la estampa que el joven tenía decía "que te cuide tu madre gloriosa".

Amelia lo abrazó, después él, y le dijo:

- "Perdón, sé que nos has estado buscando por mucho tiempo, te abandonamos de manera inexplicable, aunque teníamos nuestras razones y no podíamos cuidarte, ni brindar todo el amor que se le puede brindar a un hijo. Perdónanos, a veces las circunstancias nos obligan a realizar actos que nos condenan para toda la vida".

Ethan con desaciertos, desorientado con sus sentimientos entre alegría y a su vez, desesperación entrelazado con angustia sé cuestionaba, ¿por qué?

- "Perdón, no te podemos decir, por favor vete, vete y no vuelvas, no puedes estar aquí.  Acepta que no tienes padres".         

- "¡Al menos ser amigos o contarles mi historia!" - con una ilusión casi infantil desesperada.

Pero lo rechazaron. Pasó una semana, Ethan insistió cada día, rogando su piedad y manifestar una mínima paternidad o más bien, humanidad. Sin embargo, la decisión se mantenía.    

      Pero lo rechazaron. Pasó una semana, Ethan fue a verlos cada día. Pero uno de esos, tocó la puerta, nadie respondió. Fue por detrás, entró a la casa de campo, caminó hacia el comedor y nadie estaba allí. Se dirigió desesperado hacia las escaleras, abrió la puerta que lo llevaba a la habitación y nadie. La casa de campo tenía un sótano, Ethan lo abrió, entró y vio a Amelia en el piso con la mano derecha ensangrentado y el cuchillo al lado. Ethan observó y notó una sábana atada al techo (el techo tenía tirantes de madera que lo sostenían), esa sábana seguía hasta la ventana y el joven muy desesperado miró desde esa misma ventana que esa sábana estaba sosteniendo el cuello de Henry. El muchacho bajó lentamente, llegó al comedor y en una mesada, había una Virgen que detrás decía "que te cuide tu madre gloriosa".

      Ethan retornó a su hogar, donde estaba Connor. Cuando lo vio su amigo le preguntó que había ocurrido, pero el huérfano le contestó:

- "Me abandonaron, esta vez para siempre".

     Connor no lo podía creer, le quería realizar un montón de preguntas, y en ese instante Ethan le dijo llorando:

- "Soy tan, tan pobre que no tengo ni para alcoholizarme hasta no poder más".

      Después de cenar se fueron a dormir. Ethan se dirigió a la casa de Daniel, el ex párroco. Cuando estuvo en su puerta, la golpeó fuertemente. Él le abrió y preguntó qué hacía en su casa y Ethan le respondió:

- "¿Tienes?" – con un rostro melancólico.

       Ambos se sentaron, el ex párroco tenía un mueble pequeño, el cual jaló la puerta para delante y agarró un whisky lleno, y comenzó a servir uno para cada uno. 

       Al día siguiente, Connor se despertó, miró que Ethan no estaba y supuso donde estaría. Se dirigió allí. Lo atendió Daniel, pasado de rosca, a punto de caerse. El joven buscó a Ethan, se condujo a la habitación, se encontraba allí. Tirado en la cama, tapado. Ethan lucía aún más pasado que el anciano, parecía ese niño abandonado en una caja tapado, con una mirada perdida, desolada, que si veía una botella se le iluminaban los ojos como si fuera lo único preciado en la vida. Connor solamente lo alzó y le dijo mientras lo tenía en sus brazos:

- "El alcohol tapará tus heridas, pero el amor las curará".

     Connor parecía un ángel sacándolo de un infierno el cual su amigo estaba cayendo. Lo llevó a su hogar. Lo acostó y comenzó a mojar la cara con agua, luego se fue a trabajar. En ese momento, el joven ebrio le decía:

- "Todo porque los busqué, se mataron, no entiendo, Connor, no comprendo, es decir, yo esperé dieciocho años para salir a buscarlos, ¡dieciocho años así no me encerraban en esa cárcel del orfanato!, rezaba pidiendo encontrarlos y resulta que los encontré cuando parecía imposible y ellos me prometieron que si entraban en mi vida se suicidaban, insistí y fui una semana, y por mi culpa dos personas se quitaron la vida; ¡por mi culpa!" – Connor lo tranquilizaba, y lo contenía.

       Ethan cuando mejoró, un poco, acompañó a su amigo a la iglesia. El sacerdote de la catedral se enteró de lo que le había pasado, entonces, decidió ayudarlo. Empezó a pedir donaciones, para darle agua y dinero. Pasó un mes del hecho, Peterson mejoró solamente tomando agua, con ayuda espiritual, aunque él no tuviese dudas. El dinero que acumuló se lo dio a Connor para que estudie. Ambos se abrazaron, diciéndose "vamos a mejorar, vamos a triunfar". Ethan le dijo:

- "Nos cuida nuestra madre gloriosa". 


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