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Capítulo 5


Mi estado de animo alegre ha disminuido mientras pasaba el día, vivir sola no es que sea totalmente acogedor para alguien como yo, ahora que lo pienso, además de Anna no tengo mas amigos. 

Yo se que antes era mejor que esto. Solo necesito tiempo, volveré a sonreír, lo prometo.

Estoy caminando de un lado a otro con mi celular en la mano, vestida con mi pijama porque así me siento mas cómoda, es un short que me queda un poco holgado lo cual es perfecto para dormir, encima llevo una camisa azul cielo ancha que cubre en su mayoria al short y parte de mis muslos.

Mientras navego en mis redes un vídeo se cruza en mi camino, es de un pequeño gatito atigrado gris jugando con una pluma. Mi corazón se encoje en ternura y considero la posibilidad de adoptar o no un gatito; son adorables, graciosos, suaves y pueden hacerme compañía. Además, puede ser una forma de centrar mi energía en algo positivo, como me ha dicho Eva.

Pero mi mente llena de mierda, de pensamientos extremistas y negativos no podía faltar.

Ese gato puede morir en tus manos, ni siquiera puedes cuidar bien de ti misma.

Suspiro, dándole vueltas al asunto. Le consultaré esta posibilidad a Eva.

Ya es lunes, mi alarma me despierta como siempre, ese maldito ruido constante junto a la vibración. Admito que odio levantarme temprano, mejor dicho, odio levantarme de la cama, pero gracias a esa odiosa alarma es que he llegado bien a clases y no he pasado vergüenzas frente a nadie. 

Mis ojos no se sienten pesados pero mi cuerpo si, Dios, ¡es que se nota a leguas que no quiero levantarme!

Susiro frotando mis ojos abriéndolos con una lentitud increíble.

Otro día en esta mierda.

Aunque, hoy no estoy tan mal.

Quizás por fin los antidepresivos estén funcionando de manera positiva. Después de un rato pude levantarme de la cama con toda la pereza del mundo, mi cuarto estando semi oscuro con pequeñas señales de la claridad mañanera pasando por los pequeños huequitos de mi cortina, tengo de esas que son gruesas y la luz apenas pasa. 

Y como otros días comienzo mi rutina; un baño, ir a vestirme. Esta vez quise probar algo nuevo. Me vestí con una licra color negro, botas negras cortas, una falda rojiza a cuadros algo pequeña pero con la licra se disimula, y una sudadera gris clara ancha. En lugar de no peinar mi cabello si lo hice, este quedando sin esas hebras onduladas definidas, todo se veía unificado, y hasta bonito. Decidí probar algo aun más nuevo todavía: maquillarme.

Desde que compré este pequeño kit nunca lo he usado, aun tiene ese plástico que proteje los productos intacto. Busco la base y el polvo compacto, los aplico sobre mi cara y partes de mi cuello, también un poco de corector de ojeras optando por algo simple; un delineado poco llamativo y un gloss transparente. Debo decir que no sé como carajo le hacen las chicas con el delineado, después de cinco o más de 10 minutos intentando que quede parejo lo logré, más o menos.

Suspiro, mirándome al espejo, una parte de mi se ríe a carcajadas burlándose de como me veo, pero otra la acepta como un avance y hace que un calorsito agradable aparezca en mi pecho, haciendo que de una sonrisa de boca cerrada.

—Te vez hermosa mi amor... —la voz suave de mi madre aparece en mi mente, y cierro los ojos imaginándola a mi lado, sobándome los hombros de manera reconfortante. 

—Estoy avanzando mami...

Por último me coloco un cintillo negro dejando por fuera mi mechón característico que esta vez no cubre tanto como de costumbre. Termino saliendo de mi habitación con mi mochila en la mano y como unas tostadas con algo de café y huevos revueltos. Es la primera vez en mucho tiempo que desayuno antes de salir. Menos mal es temprano, no quiero estresarme ahora.

Terminando de comer lavo mi plato y taza, voy al baño a lavarme los dientes y a aplicarme el gloss de nuevo, error de principiante. Me doy una ultima mirada al espejo sonriendome mi misma, saliendo de ahí. Guarde en mi bolso el polvo compacto y gloss por si acaso, así sin mas salgo de mi apartamento con mis llaves en la mano.

Al llegar a planta baja en la recepción Franco me da los buenos días y un cumplido, el cual agradezco con una sonrisa honesta. Me siento bonita hoy.

Camino hasta la parada de autobuses y el chico de la otra vez esta ahí, aun con sus audífonos, su bufanda gris pero esta vez lleva al igual que yo una sudadera, solo que esta es de un color azul marino. Contrasta con su piel blanca, este me hecha una mirada por el rabillo del ojo y yo volteo rápido hacia otro lado. 

Siento el calor esparcirse desde mis mejillas hasta mis orejas. Pero que vergüenza.

Debo dejar de mirar a la gente así.

Llega el bus y me siento donde siempre, pero esta vez ese chico se coloca en el asiento de la hilera de al lado con sus manos en sus bolsillos.

Algunas señoras jóvenes, otras mayores, niños y adultos han entrado. Se han bajado mientras siguen su camino, como de costumbre veo la tienda de música. Aun es muy pronto para ir allí. 

El portón de la universidad se hace visible desde el lado derecho del autobús y se que debo bajarme, pero antes de dar un paso para salir aquel chico me toma del brazo deteniéndome, para decirme en un murmullo:

—Me alegra que estés mejorando, chica gótica.

Y con eso me dejó ir, sentándose de nuevo en su lugar. Yo lo miré por encima de mi hombro y el me da una sonrisa amable para sacar su teléfono centrandose en este.

—Señorita. —Llama el conductor y yo vuelvo a la realidad, para así bajarme y enfrentarme al campus. La ansiedad comenzando a hacerse presente, quizás me arrepienta de hacer esto...

Tomo varias respiraciones profundas y entro, esta vez siento mas ojos en mi que de costumbre, eso me pone nerviosa. Lo mas rápido que puedo entro al edificio donde el pasillo de casilleros me recibe junto a las puertas de dirección y del consejero estudiantil. 

Camino unos instantes por el pasillo y de nuevo siento ojos en mi, ¿que mierda me ven?

Que por primera vez desde que estas en esta universidad te has vestido diferente.

Odio que mi consciencia tenga razón...

Por fin llego a mi casillero y guardo algunos de mis libros, teniendo solo los de la clase del Profesor Miller, que es la primera de hoy. Además de mi carpeta con hojas en blanco o con rayas, a veces nos manda a escribir en clase.

Siento toques en mi hombro derecho indicando que alguien me llama, cierro mi casillero y volteo a ver de quien se trata, una sonrisa de oreja a oreja se forma en mi rostro iluminándolo, el de ella también se ilumina en alegría y nos damos un abrazo algo fuerte, nos quedamos así unos segundos riendo felices y volvemos a vernos.

—¿Que pasó? —Pregunto alegre.

—Me dijeron que no hacia falta otro mes de reposo, pero que debo tener cuidado, —menciona con clara emoción en su voz—, ya no vas a estar sin mi niña.

—Ah, que horror, ya comenzaba a haber paz en este lugar. —Como se nota que ella está aquí, estoy bromeando y mi sarcasmo ha vuelto.

—Te extrañé enana. 

Ruedo los ojos haciendo una falsa mueca de asco.— Ya te estas poniendo empalagosa, —digo y ella rie—, yo también te extrañe gordita.

Ambas nos sonreímos y caminamos a nuestro salón. Pero eso sin antes escuchar de ella lo mismo que ese chico me dijo esta mañana.

—Me alegra que estés mejorando Ash, —y agregó —, te ves preciosa, debes dejar de cohibir al mundo de tu belleza.

—No es para tanto.

—Si lo es, —mencionó de inmediato—, no hablo de un cuerpo o cara bonita, Ashley, hablo de tu aura, de esa calma y orgullo que hay en tu mirada. Al igual que yo te sientes bien de poder avanzar, paso a paso, pero lo estas haciendo.

—Ya basta, sabes que soy sentimental. —Bromeo, aunque es verdad y no quiero que mi delineado y rímel se corran, me costó mucho lograr que quedara decente.

—De acuerdo, señorita sentimientos.

Minutos pasan y nuestra conversación es interrumpida por la campana de clases, ya el salón estaba casi lleno y los pocos que faltaban entraron en estos momentos. Miller también entra después de ellos y acomoda sus libros en el escritorio, comenzando a pasar lista.

—Bennette. —Dice y chica del fondo de la clase menciona en un hilo de voz presente.

—Stevens. —Uno de los chicos del equipo, responde con un presente.

—Golding. 

—Presente. —Digo y veo de reojo a esa chica que me alegra los días.

—Cabrera. 

—Presente, señor. —Dice y mi sonrisa se ensancha al escuchar esto.

—Bienvenida de nuevo Anna.

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