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Capítulo 12

Ashley.

Lluvia.

Ese clima frío que produce nostalgia, junto a las ganas de quedarse en casa con una bebida caliente, una buena serie o película. La lluvia por lo personal me transmite mucha calma, el sonido de las gotas al caer y chocar contra el suelo, me distrae del ruido de mi mente, del constante ajetreo por pensamientos o recuerdos.

En días lluviosos a veces algo de pesadez emocional me invade, estando sola y sin mucha distracción, no es de mucha ayuda para mi constante estado de ánimo decadente. Pero, normalmente suelo gozar de estos días.

Por supuesto, hay excepciones.

Como justo ahora.

No lo he mencionado antes pero, desde que soy una niña le he tenido un terror inexplicable a las tormentas eléctricas. Sobre todo a los truenos y relámpagos.

Bueno, en especial los truenos.

El partido había terminado y las chicas se habían ido. La pasamos bien a pesar de que yo no entendía mucho. Ahora estaba sola, y una tormenta se avecinaba, o mejor dicho, ya estaba aquí.

Los truenos me hacían temblar cada que resonaban en el lugar, me arrepiento de querer comprar una hamburguesa para cenar hoy. Más aún, me arrepiento de decirle a las chicas que se fueran sin mi, ¡maldita sea!

¡Pum!

Otro trueno me hace saltar en mi lugar, estoy aterrada, mi corazón palpita amenazando con salir de mi pecho. Intenté llamar a las chicas pero no responde ninguna, a Anna no le llegan los mensajes, las llamadas no caen. Lo más seguro es que esta hora, Nathalia esté ocupada en alguno de sus cursos extra, no quise molestarla.

Así que ahí me encontraba yo, varada e indefensa, como un gatito asustado sin saber que camino coger.
Se podría decir que esto era poco, hasta que las risillas y murmullos cerca de mi captaron mi atención. No había mucha gente en el estacionamiento del estadio. Autos, si, pero personas casi nada. Solo un par de grupos de adolescentes regados por todo el lugar, y personas solitarias.

Demonios, tragué grueso tomando con mas fuerza el asa de la bolsa donde mi hamburguesa aun tibia, permanecía guardada. Nadie me había enseñado a actuar en esta clase de circunstancias, así que lo único sensato que creía poder hacer, era ignorarlos abiertamente.

Claro que, eso no evitó que comenzaran a hablar más fuerte sobre mi cuando se dieron cuenta de que los ví, fueron lanzando piropos y silbidos, aunque solo fue uno. Respiré profundo, como otras veces lo he hecho cuando los nervios atacan. Por un momento creí que se habían ido, grave error.

-Oye, ¿qué hace una chica tan linda aquí sola? -dijo uno de ellos, comenzando a rodearme lentamente.

-¿Te dan miedo los truenos dulzura? -preguntó otro de manera sugerente, mofandose. Seguramente me habían visto exaltarme desde hace ya un rato.

Siento que el aire se va de mis pulmones.

-¿Qué te parece si te llevamos a casa, eh? Se ve que no tienes cómo irte... -ofreció el que me habló primero, no queria verlos, a ninguno, habia bajado la cabeza tratando de encerrarme cada vez más en mi propia mente, como si eso fuera a sacarme de esta escena de película.

El tercero de ellos no se movia, solo estaba algo apartado mientras conservaba los brazos cruzados, eso fue lo que pude llegar a ver en un movimiento rápido para tratar de analizarlos. Sin éxito, claramente.

Sentí que mi garganta se cerraba a cada segundo que pasaba. Pero lo siguiente hizo que mis nervios se fueran hasta la estratósfera.

Me había tomado de la cintura.

Uno de ellos me tomó de la jodida cintura.

De-mo-nios.

¡Has algo! —Regañó mi conciencia.

Alcé la vista, no estaba delante de mi, estaba detrás. Los otros dos veían la escena con fascinación.

Lo que sentí en la parte baja de mi espalda no me gustó para nada, sentía náuseas; para peor estaba paralizada.

—Desde que te vi estube pensando en muchas cosas...—me susurró de manera asquerosamente insinuante mientras me apegaba más a él.

Vale, ¿qué puedo hacer?

Una patada a la ingle no se puede, tenía un brazo libre para golpearle con el codo, pero, ¿y los demás? Me seguirían si huyo.

Podría salir de aquí a buscar otro refugio, ya no me interesa la lluvia.

Bien, tengo un plan. Puede fallar pero es un plan.

Estaba a punto de comenzar a elevar el brazo cuando alguien intervino.

—Oigan ustedes, los urgidos de por allá, aléjense, ahora mismo. —Dijo una voz masculina de manera autoritaria—. ¿Acaso no tienen desencia?

—Y tú, ¿quién te crees, un Robin hood? Piérdete en tus propios asuntos, metiche. —Musitó, comenzando a alejarse de mi para ir a encuentro de esa otra voz.

Agradecí internamente a qué se hubiera alejado.

—Mide tus palabras, no soy yo el que demuestra que se siente solo, acosando a una chica por más de media hora. —Su voz se mantenía apacible y burlona, como si insitara a una pelea de dominio.

Traté de enfocar la vista hacia donde venía la discusión, en esto momentos odio mi miopía.

El chico siguió.

—O qué, ¿Será que tienen miedo a que los rechacen otra vez por pervertidos? Sin duda se nota que no puedes controlar tu pene.
—Decía mientras sonreía de manera pícara probocandolos cada vez más, un destello vino desde fuera (un rayo que me hizo saltar de nuevo), se pudo notar su silueta y pose cómoda. En sus labios, un puntito gris, metálico, reflejó la luz.

—¿Qué dijiste?

—No me digas que no escuchaste, además de puercos, sordos. Sin duda son una perdida de tiempo, —el también se fue acercando, la burla en su tono—, solo márchense de una vez, o los haré gritar como los cerdos que son. —Su voz se agravó, un escalofrío recorrió mi columna.

—¿Y qué te hace creer que nos iremos?, señor me creo mucho.

—El hecho de que no necesito a nadie para defenderme, señor precoz.

Yo aproveché la distracción que causaba todo el embrollo para comenzar a alejarme despacio, pero a un par de pasos que di lejos de la escena, el que se mantenía lejos de los demás con los brazos cruzados me detuvo. No tuve más opción que darme la vuelta para ver cómo, un joven de cabello castaño hablaba muy cerca de un chico de piel morena. Se escucharon murmullos y al final el moreno se alejó de el, le dió un empujón con sus manos y dictó la orden a los demás chicos que se fueran, no sin antes darme una última sonrisa pícara de despedida.

Aun nerviosa, pude distinguir el aspecto de los demás.

El líder, ya mencionado, un chico de piel oscura, cabello abundante y sonrisa maliciosa.

Uno de sus cómplices, el que me rodeaba junto al otro, era más bajo pero de porte atlético, caminar perezoso y ojos profundos.

El último, que evitó mi huida, tenía un aspecto muy distinto a sus compañeros, piel blanca e uniforme, cabello claro, casi rubio oculto en una gorra negra, ojos inexpresivos y un carácter fuerte a simple vista. De nuevo me dieron escalofríos.

Estaba confundida, miré al chico de cabello castaño, quien me defendió y me le acerqué con el ceño fruncido, sentía que temblaba.

Alto, cabello desordenado con mechones más claros que otros, lo que parecía ser un piercing en su labio inferior y uno en su ceja. Vestía de negro con una chaqueta que pintaba ser de cuero, bastante onda de típico chico malo. Guardó algo en su bolsillo y me miro a los ojos, unos orbes color café se revelaron, se veía serio, aunque algo molesto.

Me alejé un paso de manera iconsciente.

—¿Estás bien? —me preguntó evaluandome con la mirada.

—Si yo... estoy bien. —llegué a decir, desconectada—. Gracias.

—No es nada, no podía dejar que se salieran con la suya. —Confesó con honestidad. Los siguientes segundos fueron de silencio, el largó un suspiro y comenzó a alejarse, pero en un reflejo, le tomé del brazo deteniendo su andar, me miró confuso.

—Escucha, sé que no me conoces pero, ¿puedes quedarte conmigo? —una petición estúpida e infantil salió de mis labios débilmente, a pesar de que no me sucediera nada tan malo, siempre había temido que algo así me pasara un día, y ahora que se hizo verdad, la paranoia de que esos chicos volvieran, pues, era evidente.

El más alto volvió a suspirar, miró hacia la salida donde se veía como la lluvia caía a cantaros.

—Bien, pero vamos a otro lugar, esta haciendo mucho frío.

Yo asentí, siguiéndolo en silencio.

No tenía idea de cuanto tiempo había pasado, pero imagino fue lo suficiente para encontrarme sentada en el suelo junto al chico de hace rato, hablando como si fueramos amigos de toda nuestra vida. Comimos juntos, compró una hamburguesa para no dejarme sola, no supe mucho sobre el además de su nombre y algunas cosas de su infancia.

Dash.

Típico niño travieso pero amable, buenas notas y desempeño, pero problemas para socializar, lo entiendo bien. Abandonó la secundaria por frustración, presión familiar y problemas económicos, desde entonces se dedicó a trabajar, luego ya no le vió más sentido a estudiar.

—Oye, —dije entre risas, me había contado como fue que de pequeño, tumbó uno de los estantes de la cocina por querer alcanzar las galletas—, ¿qué hiciste para que los tipos esos se fueran?, de verdad, fue genial.

—Digamos que, les iba a quitar algo muy preciado con esto. -con eso sacó lo que reconocí como una navaja, casi me ahogo con el refresco, lo miré atónita, el lo notó y se rió de mí—. No los iba a asesinar; si te seguían molestando, amenacé con cortarles la pija a todos.

Unos segundos pasaron para que yo reaccionara, me reí a carcajadas como nunca antes, me dolía el estómago y una lágrima se me escapó.

—Estás loco Garner —lo llamé por su apellido y el se quedó mirándome— ¿Qué?

Negó con la cabeza.

—Nada, —dijo con una sonrisa amable—, solo, nada.

Así pasamos un rato más hasta que por fin la lluvia se apaciguó, corrimos juntos fuera del estacionamiento y me acompañó hasta casa, llegamos con la ropa mojada, quería invitarlo a pasar para que no le diera hipotermia, pero aseguró sentirse bien y que tenía un lugar a dónde ir. Entonces me despedí de el con una sonrisa y las mejillas ligeramente rojas, titiritando por el frío.

Franco al verme rió por lo bajo y negó con la cabeza.

—Te enamoraste, ¿No es así? —bromeó mientras me envolvía con una toalla. Yo lo negué, solo había conocido a un chico agradable.

Y ahí fue cuando caí en cuenta.

No le pedí su número.

—Maldición.

—¿Qué? —dijo Franco.

Duré unos segundos en responderle.

—Nada, solo tengo frío.

Culminé un tanto frustrada para irme a mi departamento.


Nota de autora: Volví después de un bueeeeen tiempo de no actualizar. Tpicos bloqueos de escritor, pasa que los míos son masivos y me desaparezco por meses XD

¿Lo bueno de todo esto? ¡Pude seguir escribiendo esta historia! Es genial tomando en cuenta que otras las he borrado o puesto en borradores, pero bueh.

Se que me extrañaron, claroquesi.

¡Déjenme opiniones! ¿Que creen que vaya a suceder?

Eso es todo por ahora Gatitos sentimentales❤️

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