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Capítulo 1


Ashley

El ardor e hinchazón en mis ojos todavía persiste a pesar de que ya varias horas he visto pasar.

El gris predomina el ambiente de mi pequeño apartamento pues el cielo se encuentra nublado, combina en como me siento.

Permanezco acostada sobre mi espalda en el sofá, con el antebrazo cubriendo mis ojos; hoy fue un día largo...

Aun siento ese jodido dolor en el pecho pues quiero seguir llorando, pero creo que me he quedado sin lágrimas. 

Un sollozo deja mis labios, de nuevo una sensación creciente de dolor punzante en mi pecho, no salen lágrimas  de mis ojos, pero siento como si estuviera llorando con todo lo que tengo.

Ahogo un grito en mi garganta pues me siento ahogada, me muevo quedando en posición fetal abrazándome a mi misma buscando algo de consuelo, en un intento débil mantener mis piezas juntas y no perder la cabeza.

Así de nuevo vuelvo a consumirme en mi propio dolor, en la oscuridad de mi mente.

Un sonido repetitivo y bastante molesto me hace moverme; es la alarma de mi teléfono.

Me quedé dormida en la sala.

Es normal, quedaste débil después de tremendo día.

Mi propia mente me responde, ¿Es normal eso?

Abro mis ojos con una lentitud tortuosa pues los siento pesados al igual que mi cuerpo, no quiero moverme, no me siento con energías para moverme ahora.
Mis intenciones de quedarme aquí se van por la borda pues, es obligación ir a la Universidad.

A estas alturas me está comenzando a importar una mierda faltar a clases.

La idea de que mi madre se sienta decepcionada de mi, me hace levantarme cada día para seguir "construyendo mi futuro", como dicen algunos.

Me decepciona haber llegado a este punto tan miserable de mi vida; mi psicóloga dice que voy mejorando pero no me siento mejor ahora.

Llevo al menos una semana con los antidepresivos y mi mente perezosa llega a la obvia conclusión de que aún no hacen efecto.

Me han llegado a explicar que antes de ayudar a mejorar hay un bajón mucho más grande de ánimos, por el desequilibrio de la química cerebral o algo así.

Atribuyo mi pesar hacia ese hecho, sumado también que ayer en consulta tuve que hablar sobre mi madre. Eso no ayuda demasiado.

Después de unos diez minutos mirando a la nada pude levantarme del sofá, un mareo me dejó sin aire haciendo que perdiera el equilibrio, tuve que sostenerme del espaldar del sofá con ambas manos quedando inclinada hacia el mismo.

Suspiré cerrando los ojos esperando a que pasara, ya era normal para mí tener estos mareos pero eso no evita que me sienta desfallecer cada vez que pasan.

Abrí de nuevo los ojos mientras me incorporaba, por las ventanas se podía ver los pequeños rayos de luz, indicando que un nuevo día estaba comenzando.

Otro día igual a los demás.

Me lavé los dientes y fui a bañarme, a pesar del agua tibia, aún tengo esa sensación de pesadez en el cuerpo, es difícil sacarme de este estado zombie, como lo llamo yo. Es como si tuviera la batería baja, hace que mi cuerpo y cerebro trabajen en cámara lenta, me siento cansada todo el tiempo. Cosas de la depresión supongo.

Mi habitación me recibe desordenada como de costumbre: 

Cama destendida, alguna almohada en el suelo, ropa en el mismo o en la cama; cortinas y ventana cerrada, así que todo se ve oscuro, mi bolso con las cosas de la universidad colgando del pomo de la puerta, la caja de los anti-depresivos en la mesita de noche, con el vaso de agua por mitad al lado, y mi peluche descansando en mi cama arriba de uno de mis suéteres favoritos.

Me acerco a la cama con cuidado de no pisar mi ropa, tomo el suéter donde estaba mi peluche, dejándolo con cuidado sobre la cama nuevamente. También busco por el suelo unos jeans que siempre uso con este suéter, al verlos encima de mi tocador, coloco ambas cosas en la silla frente a este.

Seco mi cuerpo mientras me visto, desde hace un tiempo ya evito verme al espejo, me duele verme así de demacrada, con ojeras, mi cara llena de las marcas del acné, con color café de mis ojos denotando cansancio y dolor. Poseyendo un cuerpo desarrollado con cicatrices que develan luchas, hay tantas imperfecciones y fallas en mi, que ya no vale la pena observarlas por mi cuenta.

También está esa necesidad extraña; comprensible según mi psicóloga.

Ser como ella...

Has crecido tanto, Ashley, eres idéntica a tu madre.

¿En serio lo soy?

Claro que si, esa sonrisa es igual a la suya, y tus ojos, esos bonitos ojos son de ella también.

¿De verdad? —pregunté con emoción, sonriendo.

De verdad, —el también me sonríe, besando mi cabello—, ahora vamos, que vas a llegar tarde a la escuela.

El recuerdo me hace cerrar los ojos de manera intensa, hasta el punto en que dolían mis párpados. Comencé a sostenerme fuertemente de la silla frente al espejo, teniendo la mirada hacia abajo con mi cabello cubriéndome el rostro.

—Ahora no te recuerdo bien... ni tu voz, ni tu risa, tu rostro a medias por las fotos que tengo. Pero no quiero olvidarte, ¿sabes? —mi voz me falla en cada palabra, quebrándose, volviéndose cada vez más un pequeño hilo, a penas audible para mi misma.

Desde hace un tiempo ya había puesto en practica esto, decir lo que siento hacia ella en voz alta, esperando a que me escuchara. Una semi sonrisa, forzada, claro esta, se forma en mis labios.

—¿Cómo es posible que yo, estando sola, y llena de vacío pueda parecerse a ti? —el desprecio en mi tono me duele, en lo más profundo, duele— Una mujer independiente, segura de si misma, trabajadora y con una sonrisa tan radiante, que se contagia a todo quien la vea.

Dos lágrimas corren libremente por mis mejillas, dejando un húmedo camino de dolor, miedo y decepción hasta llegar al suelo. Suavice el agarre de mis manos en la silla y respiré profundamente, no puedo llorar tan temprano en la mañana. Al menos no hoy.

Nunca quieres llorar, la verdad.

Estoy comenzando a odiar a mi consciencia.

Suelto mi cabello, dejando que caiga de manera despreocupada a ambos lados de mis hombros, teniéndolo de medio lado, el mechón mas corto cubriendo mi frente y parte de mi ojo derecho.

Estoy vestida con un suéter cerrado color negro algo ancho, debajo una camisa negra de una banda que no conozco, pero me gustó el diseño que tenía impreso, con jeans ajustados al cuerpo y zapatos deportivos.

Tomo mi bolso con mis cuadernos dentro, busco afuera en la sala mi billetera, al encontrarla en el mesón de la cocina considero en si comer algo o irme con el estómago vacío. Opté por tomar la mitad de una taza de café e irme de una vez, los autobuses para la uni son pocos y tardan en llegar.

El recepcionista Franco, un chico joven de cabellos enrulados y ojos verdes, me saluda deseándome unos buenos días con una sonrisa, yo solo le respondo con un pequeño gesto de asentimiento, y un gracias igualmente para seguir mi camino.

Afuera hace frío, pero no me afecta tanto por mi suéter. Camino un par de cuadras lejos de mi edificio para llegar a la parada de autobuses, un chico más o menos de mi edad, de piel blanca lentes y suéter marrón abierto con una bufanda gris enroscada en su cuello, está a mi lado sin inmutarse de mi presencia con audífonos puestos, es bastante más alto que yo. Me siento enana.

Minutos pasan hasta que por fin llega el bus, subo pagando al chofer y me siento en la tercera hilera de asientos del lado izquierdo, quedando junto a la ventana.

Voy mirando a la gente pasar, los negocios abriendo, otros ya con clientes al ser panaderías y lugares para desayunar.
Tiendas de ropa ya comenzaban a encender sus luces, y por último una tienda vintage de música a la cual quisiera ir algún día, pero mi falta de motivación y mi decisión de alejarme de ese mundo me lo impide.

Aún mis párpados pesan, mis ojos arden y ni hablar de mi cuerpo, ni siquiera pienso molestarme en tomar mi teléfono para revisar la hora, o como el chico de hace un rato, escuchar música.

Algunas personas ya se han bajado cuando llegamos a la universidad, al parecer soy la única aquí dentro que viene a este lugar, bien parece que él va a otra parte, ya que le hecho un vistazo por el rabillo del ojo y no se le ven intenciones de bajar todavía.

Ya han llegado personas y me permito visualizar todo; el campus, el edificio, los chicos y chicas de diferentes aspectos y pieles, algunos grupos de amigos y lo que no puede, faltar los chicos que tienen los suéteres del equipo de fútbol. Comienzo a avanzar hacia este campo minado de jóvenes adultos, donde algunos me hechan vistazos de manera disimulada, otros lo hacen descaradamente, y otros quizás ni saben que existo.

Nada de eso me interesa. Para mi, este es otro día igual a los demás, donde el tiempo avanza y yo me quedo atrás tratando de llevar el ritmo de las cosas.

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