50
Hillary Duff
No dormí en toda la noche, después del interrogatorio con Frank mi mente daba vueltas, todas las fotografías de las pruebas frente a mí me sobrepasaron, ¿cómo llegó eso allí? Y ¿en qué momento, esa mujer pudo hacer todo eso? Hubiese preferido que hubiese sido el detective quien hablara conmigo, quise decirle a Frank lo que descubrí, pero nisiquiera me dejó formular alguna oración.
Me dieron el derecho a una llamada, lloré al teléfono con mi madre, quien la sentí bastante desesperada, le pedí que solicitara mis abogados, así que espero que lleguen pronto. Acaba de amanecer, la luz del sol entran por las rejillas del lugar donde estoy, jamás creí que la banca de cemento en esta celda me fuera un gran alivio a la hora de arrecostarme.
—Hillary Duff, la solicitan en sala.
Fruncí mi cejo ¿tan temprano me van a volver a interrogar? Me acerqué a la reja y el oficial colocó las esposas en mis manos, fui llevada directo a la sala de interrogación. Cuando el oficial abre la puerta veo al detective sentado de espaldas a mí, por alguna extraña razón sentí un poco de alivio, sé que él va a escucharme, tengo que advertirle.
El oficial como es costumbre me guía hasta la silla frente a él, Ned no me mira al rostro cuando me siento. Tiene algunas carpetas en la mesa, supongo que él también vio las supuestas evidencias en mi departamento. Cuando levanta su rostro hasta el mío, me percato de lo grande que tiene sus ojeras, de lo hinchado que se ven sus ojos, como si estuviese llorando.
—Todas esas son falsas evidencias —Digo antes de que él diga algo, su mirada me estremece, la expresión que tiene en el rostro no me gusta.
—¿Falsas? —Se arrecuesta en su silla y cruza sus brazos sobre su pecho—, ¿por qué?
—Escucha Ned, yo no soy la asesina, estaba buscando las pruebas correspondientes y las hallé, justo cuando ustedes llegaron a arrestarme estaba a punto de llamarte.
—¿Si sabes por qué la orden de arresto fue emitida, cierto?
—Frank me dijo que porque un testigo aseguró que le dije mi nombre a la víctima del bosque.
—Y luego en tu departamento encontramos eso...
—Se que todo apunta en mi dirección, pero es que ella nos ha engañado...
—¿Ella quién Hillary?
Pienso un poco lo que voy a decirle, quiero que me crea, que en verdad lo haga.
—Aileen.
—¿Aileen? —Levanta su cuerpo de golpe, sé que no se esperaba esto.
—Ella es la hija de Alice Franz, y tengo las pruebas.
Ned Branthley
No esperaba lo que me dijo, mi reacción fue instantánea, sin quererlo la miré mal, ¿tenía que inculpar a otra, para salvarse? ¿Qué tan mal estaba de la cabeza?
Sé que muchos asesinos son así, con tal de salvarse el pellejo inculpan a otro. Alegando siempre su inocencia.
—Sabía que le tenías idea a ella, pero no creía que llegarías a tanto.
—Ned, tienes que creerme, realmente ha jugado bien su papel. En mi departamento, allí tengo las pruebas; en mi ordenador...
—No hay nada en tu ordenador. Yo mismo lo he revisado, nada aparte de todos los perfiles de los chicos que has asesinado. ¿Te gustó ser Roxane?
Al decir el nombre frunce el cejo, tengo que admitir que sabe actuar muy bien.
—¿Roxane? ¿de qué me hablas? ¿Quién es Roxane?
—Es el personaje que utilizaste para matar a John.
Me levanto lleno de furia, quería tratar todo con mayor normalidad, estar calmado, llegar a una conclusión. Pero ver su rostro en confusión me hace alterar aún más.
—Matar... —tartamudea, le enseño la imagen del cuerpo de John, ella aparta el rostro a un lado.
—Voy a hacer hasta lo imposible porque te pudras en la cárcel.
Salgo de la sala, la escucho llamarme múltiples veces, la escucho decir:
—¡Es ella, es Aileen, busca a Mike Mollet en Internet!
En el camino se me une Aileen, ella se vino conmigo a la estación, y estuvo todo este tiempo escuchando la conversación detrás del vidrio. No me dice nada en el camino que recorremos a la oficina. Carl se me acerca también con un rostro de entusiasmo.
—¡Ned! El alcalde está aquí, va a dar una rueda de prensa, quiero que seas tú quien se encargue de todo eso, al fin y al cabo conoces más el caso...
—Ahora no estoy para eso.
Corto tajante, entro a la oficina y me detengo en la mitad de esta, Aileen cierra la puerta tras de si, así que volteo a verla. Si algo he aprendido de mi padre, es que siempre debemos ver las dos caras de todo.
«Nunca des algo por sentado, la realidad tiene muchos rostros, a veces son claros, a veces difuso»
—Puede preguntarme lo que quiera, si así se siente más seguro.
—Necesito estar solo.
Ella intenta acercarse, más yo retrocedo, así que se detiene, asiente y sale por donde entró. En todo lo que llevo como detective, que no es mucho a decir verdad, temía aunque no es lo normal, por hallarme con un caso tan complicado como este. Hillary está tras las rejas, el juicio comenzará pronto y aunque todas las pruebas están en su contra me pregunto igual por qué siento como si algo faltara.
Hillary Duff
He finalizado todo con mis abogados, mi pc, mi casa. Está siendo confinada, así que esas pruebas no pueden ser viables. Les hablé de lo de Aileen, de que realmente es Ainara, que fingió su muerte por algún motivo inexplicable, así que cuando llegue el primer día del juicio espero que todos estén muy preparados. Ella habrá ganado la guerra, más no la batalla.
Estoy sentada en la banca de cemento cuando escucho unos tacones resonar en el piso, antes de que su rostro apareciera ya sabía que era ella.
—Hola agente —Dice de pie ante la reja—. No creí que su odio hacia mí llegaría tan lejos. ¿Culparme a mí de sus actos?
Tiene una mirada burlona en su rostro. Me levanto de la banca, quién pensaría que una chica tan linda e inteligente fuera capaz de tan atroces cosas. Pero ¿matar a John?
—Jugaste muy bien. Aileen, o quizás debo decir Ainara.
Su expresión se volvió fría al instante, pasó su vista por las celdas hasta la puerta por donde se llega. Ambas somos del mismo tamaño, aunque yo soy un tanto mayor en edad que ella.
—Ainara si está muerta —Dice luego un poco más tranquila posando sus ojos en mi rostro—, se fue después de matar a tu padre.
Lo sabía, sabía que la muerte de mi papá no había sido por un simple robo, aún así escucharlo de sus labios hace crecer en mi interior una ira enorme. Las noches que lloré la pérdida de mi padre fueron horribles, pedirle a Dios que todo fuese una mentira, era el pan de cada día en mi habitación.
—Fue fácil, ¿sabías que él tenía la certeza de que llegaría a ser como mi padre? —Rie algo fuerte, pero no mucho—. Cuando le llamé para verlo se emocionó tanto, que aceptó de una. ¿Es que tu madre no supo como tenerlo contento? ¿Que tuvo que acabar con mi familia?
—No soy consciente de los problemas que tuvieron mis padres...
—No eres consciente de nada. Le prometió a mi madre casarse con ella, es que —vuelve a reír mientras se acerca más a la reja—. Yo solo hice lo correcto, tu papito quería jugar al padre predilecto conmigo. Iba abandonarte.
—Eran decisiones de adultos. No eras quien para meterte en ello. La verdad saldrá a las luz.
—No si sigo haciendo bien mi trabajo. ¿Crees que Ned va a escucharte? Ahora mismo lo tengo comiendo de mi mano, él verá por donde yo le diga que vea.
—Vas a pagar todo lo que hiciste.
Le digo de igual forma acercándome un poco más a la reja, no quiero verme intimidada, como quisiera poderle borrar esa sonrisa de superioridad que tiene en el rostro.
—O quizás me canse de jugar y termine llevando a Ned al mismo sitio donde han ido todos —coloca su mano en su barbilla, con expresión pensante—, depende mucho de mi estado de ánimo. Gracias por tomar mi lugar, agente del FBI, te ves muy bien allí adentro.
Gira su cuerpo para marcharse, no obstante antes de irse vuelve a decir.
—Todas las muertes las he disfrutado, pero ninguna más, que como disfrute la de tu padre.
Gira su rostro hasta a mí, una sonrisa dibuja sus labios pintados de rojo, desde esta posición con la poca luz que ilumina su rostro, su semblante ha parecido de la de un demonio, uno muy malo. Al marcharse y quedarme sola de nuevo, miles de pensamientos atacan mi mente, ¿mi padre en verdad quería abandonarnos por ellas? Sentí una opresión en el pecho, y lentamente fui quedándome dormida.
Aileen
Se ha sentido tan bien destaparme frente a ella de esta manera que siento mi corazón acelerado de una manera extraña. El hecho de que conozca mi rostro es algo especial. No pensé que la adrenalina, se hiciera parte de mi cuerpo. Voy directo a la oficina del detective, pensándolo bien, mi juego podría durar un poco más o simplemente destaparlo a mi antojo. Entrar en el departamento de Hillary fue de lo más fácil posible, trucos que aprendí de mis días en las calles luego de la muerte de mi madre. Más abrir el hueco bajo su cama si fue un trabajo largo, aproveché cuando me di cuenta que iría de nuevo a Bill, aunque para ser sincera jamás creí que daría con mis datos reales tan fácilmente. Por eso aprovechando todo el alboroto de su arresto entré de nuevo al departamento, me dice cuenta de que mi rostro estaba en primera plana, borré el historial de hacia algunas horas, aunque mi rostro se veía algo difuso la chica en la pantalla se parecía mucho a mí.
Matar a John fue muy divertido, el éxtasis que sentía cuando estábamos teniendo sexo jamás podrá compararse a lo que siente cuando el cuchillo penetra la piel, es algo inexplicable. Matar para mí es; sentirme viva. Es darme la calma, a la ansiedad que me sosiega, mejor dicho, es como mi droga.
Sí, tal vez para muchos estoy loca. Quizás soy una enferma mental, más no me considero de ese modo, y miren que estoy a punto de graduarme de psiquiatra. Acepté que amaba a mi padre de una manera no sana, algo como el síndrome de Electra, pero mucho peor. Yo le amaba realmente, sentía celos de mi madre, más aceptaba que ella era su esposa, muchas noches lloraba porque él dormía con ella y no conmigo, aún así lo aceptaba; ¿para que ella le hiciera todo lo que le hizo?
Sentí mucha ira. Y la descargué. Todo eso me ha llevado hasta aquí, cuando moví las influencias para entrar al caso, pensé que no sería posible, así que me sorprendí cuando Ned me aceptó sin objeciones.
Suelto mi cabello nuevamente, amo tenerlo de ese modo, que se sienta libre, en la oficina de Ned aún se ve una luz encendida, así que supongo que él debe seguir allí, toco un par de veces y un "pase" me motiva a abrir la puerta.
—¿Le falta mucho? Mañana es el sepelio de John ¿Quieres que te acompañe? —Coloqué mi voz más melancólica posible, se adoptar muy bien algunas personalidades.
Su mirada es fría, puedo sentirlo. Se levanta de la silla y se acerca a mí, posa su mano en mi hombro, más si rostro refleja mucha tristeza.
—¿Todo esto te es divertido? —Dice mirándome a los ojos.
La puerta a mi espalda se abre, y siento como agarran mis manos para esposarlas, no le aparto la mirada con expresión de confundida.
—¿Qué es esto? —Pregunto con voz baja, como odio expresarme así.
—Queda bajo arresto, Ainara Mollet Franz, por los asesinatos cometidos en el presente año a los jóvenes —Comienzan a nombrarlos uno a uno, hasta llegar a donde John, Ned se estremece en ese momento y deja de mirarme, gesto que me hace sonreír—... tiene derecho a un abogado, tiene derecho a permanecer en silencio, todo lo que diga puede ser utilizado en su contra.
—¿Esto es una broma? ¿vas a dejarte influenciar por esa mujer? ¡ella es la asesina!
Trato de calmarme nuevamente, no quiero romper mi papel frente a él, sus ojos van al escritorio y toma la tableta de ella, la imagen del accidente de mi padre llega a mis ojos, y mis lágrimas amenazan con salir, maldita información que jamás busqué por borrar.
—¡Puedo explicarlo! Ned, eso puedo explicarlo, no me hace una asesina ¿o sí?
—En la mano de John, donde dejaste la nota, también había uno de tus cabellos, supongo que no te percataste de eso... John hizo muy bien su trabajo —Su tono de voz fue bastante frío, los oficiales que me tenía agarrada, dos como si no les bastara uno solo, estaban inmóvil allí.
—John era un tonto —suelto sin ningún tapujo, sus ojos dieron con los míos y amé la expresión que colocó—. Igual que tú, Ned Branthley.
Igual que todos los hombres, adictos al sexo, no les importa quien sea, ni en donde, simplemente quieren ser hombres.
—Llevensela —Ordena sin verme a los ojos, un oficial me agarra del hombro para hacerme salir, mi cartera queda en el piso, allí encontrarán muchas más pruebas.
Cuando vamos por el pasillo a las celdas, veo venir a Hillary, a su lado el inspector Carl, sus ojos verdes dan con los míos y sonríe de lado. Esos ojos son iguales a los de su padre, la odié tanto. Los oficiales siguen escoltándome, sus asquerosas manos en mis hombros me hacen arder de rabia, ella por su parte me brinda una sonrisa torcida.
—No ha durado mucho, Ainara.
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