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John O'brien

Su llanto cesó de inmediato, por alguna extraña razón en algún punto llegué a sentir algo de empatía por ella. No era más que una joven enferma y desdichada. El rostro de mi madre estuvo en mi mente, así que decidí cerrar los ojos, este golpe iba a caerle duro, cuando encuentren mi cuerpo, mutilado por esta mujer, ella no lo va a creer, habrá perdido a la única familia que le queda, cómo deseo devolver el tiempo, rechazar la llamada e irme a casa con mi madre, insistirle como todas las noches en que debe tomar su medicamento.

Cuando sentí el primer impacto, después de que dijo más barbaridades ahogué un grito de dolor, quise abrir los ojos más una voz en mi cabeza me dijo que no lo hiciera. Recé al cielo para que puedan dar con ella rápidamente y así evitar que otros chicos caigan en sus encantos. No sentí mucho dolor, pero si las veces que impactó el cuchillo en mi pene, poco a poco mi mente fue quedando en blanco, lo último que pude escuchar fue su risa escandalosa.


Hillary Duff

Salí bastante temprano de Bill, el sol aún no había asomado su rostro por completo, la noche anterior decidí llamar a la profesora, después del tercer tono atendió, aceptó tener una cita conmigo, no le expliqué mucho del tema. Voy a ir a mi departamento rápidamente para arreglar todo, las llamadas de mi madre tampoco han cesado, ya por último he decidido no contestarle. Ella quiere saber absolutamente todo lo que estoy haciendo.

Quisiera llamar a Ned, informarle sobre esto, pero presiento que él no querrá escucharme. La otra opción es llamar a mis superiores en el FBI, quedé en enviarles información recopilada de mi tiempo en el departamento de policía, más por el contrario no lo he hecho. Llegaré como a la una de la tarde sino me encuentro con algún trancon en la vía principal.

Después de que me he bañado, arreglado, contestado a mi madre nuevamente, me dirijo al lugar donde quedé en encontrarme con la profesora Rose. Ha decidido que sea en un café en el centro, me comentó que actualmente no tiene horas disponibles para alguna clase, que toda su agenda está llena. Le comenté que solo quería saber algunas cosas.

El lugar es agradable, la música es suave, digna de un buen café. Llegué primero que la señora, así que estoy sentada en el área cerca del vidrio, unas gafas oscuras tapan mi ojos. Cuando llega el café que pedí, veo a una señora de pie en la puerta observando a todos lados; tiene un vestido azul rey que le llega a las rodillas, zapatos de tacón bajo color negro y un bolso blanco. Sus cabellos  están en un rubio ceniza.

Le hago señas con mi mano para que se acerque, apenas me ve, sonríe abiertamente aproximándose a mi mesa.

—Buenas tardes joven —me levanto como cortesía, ella toma asiento frente a mí, así que yo vuelvo a mi silla—, Disculpe si he tardado mucho, el tráfico estaba insoportable.

—Voy llegando, no hay problema. Un placer, señora Olivarreta, mi nombre es Hillary Duff, soy parte del FBI.

Al escuchar esa palabra su semblante cambió, no sé por qué las personas hacen eso; la sonrisa amable que tenía se esfumó, y en su rostro apareció una mueca de confusión.

—¿Hay algún problema agente? —es un poco más adulta que mi madre.

—No con usted, despreocupese —a nuestra mesa se acerca una joven, toma el pedido de la profesora y se aleja—, verá, nuestra investigación ha llevado a un pueblo llamado Bill ¿lo conoce? —ella asiente ante mis palabras rápidamente—. Es por una de las niñas a las que usted asistió...

—Solo fueron dos. Las recuerdo perfectamente. Me dolió mucho cuando supe del horrible caso de una de ellas y su madre.

—De ellas es que quiero hablarles. Alice Franz y su hija. Resulta que queremos información  de la pequeña, sin embargo, no hemos podido dar con ninguno de sus datos, no tenemos ni su nombre...

—Ainara —menciona sin pensarlo—, de todas mis alumnas en ese tiempo, a ella no puedo olvidarla. Era una pequeña con una imaginación muy activa. Le di clases por más de tres años.

—El apellido de ella ¿lo recuerda?

—Sí, Ainara Mollet Franz; su padre era un hombre muy apuesto y amigable. Después de la muerte de él esa pequeña no fue la misma.

—¿Sabe cómo murió ese señor?

Apunto todo lo que me va diciendo rápidamente.

—En un accidente automovilístico en la vía que va hacia el pueblo. Según lo comentando por su esposa, tuvieron que dejar la ciudad ya que la fábrica que está cerca del pueblo, era el nuevo trabajo del señor, entonces por las diferencias de horas él decidió comprar allá. Ella me comentó que no le gustaba la idea de situarse en un pueblo; incluso en una de mis clases, la escuché discutir con él, al parecer él había vendido todo en donde vivían para comprar allá en Bill. Ello no sabía eso. Lo del accidente salió en las noticias en ese año...

—¿Recuerda la fecha? Sería de gran ayuda.

—Fue en un mes de agosto... más sin embargo no recuerdo día, pero puede buscar por el nombre del señor. Mike Mollet, accidente automovilístico. Recuerdo que hace un tiempo lo busqué, allí sale una foto de la niña, quería mostrarsela a una joven que me pidió mis referencias.

Ante esta noticia todo se abrió en mi mente, si hay una imagen de ella es mucho más fácil identificarla. Esto necesita saberlo Ned, sin duda será un buen avance a la investigación.

Pasado asesina

Conozco mis quehaceres en casa pero hoy no me siento muy bien así que opto por levantarme un poco tarde, al bajar las escaleras escucho murmullo de voces así que me detengo un poco, decido afinar mi oído para escuchar mejor.

—No me parece lo correcto, ella debe quedarse conmigo —es la voz de mi madre—. Lo sabes y sabes el porqué.

—Pero... ¿por qué tiene que ser así? podemos arreglarlo, por ella podemos.

Al tratar de escuchar mejor no me di cuenta que el escalón terminaba y caí de las escaleras, fue un golpe fuerte pero seco; papá y mamá corrieron a mí rescate, ambos obviamente preocupados por mí.

—Ainara ¿Qué pasó? ¿Aún estás dormida? —sonrió papá—. No pareces tener nada grave.

—Tropecé pero estoy bien —respondo sin ánimos, su aura no me convence, eso me indica que las cosas no están bien.

—Ten más cuidado —aconseja mamá mientras echa un poco de mentol en mi rodilla, la verdad no sé cómo le hace para tener las cosas a la mano tan rápido.

—Sí, no calculé bien las cosas.

Ella camina de vuelta a la cocina, papá me ayuda a levantar. No aguanto más su rostro achicopalado así que le preguntó.

—¿Te pasa algo papi? —me observa desorientado y luego chasquea  su lengua.

—Estoy algo enojado por lo del trabajo. Ya sabes —desvía su mirada al responderme cosa que hace cuando miente—. No me quieren dar el aumento y eso me tiene frustrado, sabes que tu madre quiere que nos mudemos a la ciudad.

—Pero a mí me gusta aquí, yo no me quiero ir.

—En la ciudad todo es mejor cariño, hay más chicos de tu edad para que hagas amistad, seguro que te sentirás mejor allá.

—Yo me conformo con los dos, pero podrían darme un hermanito, así no estaría sola.

Papá no me miró a los ojos cuando sonrió, en cambio pude ver su rostro descomponerse. Para ser una pareja de padres enamorados esa sugerencia le cayó como balde de agua fría.

—Creo que mamá no quiere más hijos Ainara —dice sobando mi mejilla—. Le dolió mucho tu parto y quedó algo traumada.

—Pero ya estoy grande ¿no crees? y, tú amas a mamá ¿verdad?

—La adoro con mi vida cariño —respondió sin titubear.

—Y ella te ama a ti, entonces un hijo sería una bendición, yo no estaría sola y no tendríamos porqué irnos.

—¡El almuerzo está listo! —anuncia mamá desde la cocina.

Todo durante la comida lo sentí normal, lo extraño fue cuando llegó la hora de que papá volviera al trabajo, pues se despidió de mí todo bien, en cambio de mamá no. Solo se fue; ella me miró, me sonrío, pero su sonrisa no llegó a sus ojos.

En las horas de la tarde estando en mi habitación pensando en todo lo que estaba pasando en casa escucho el timbre de la casa sonar. Así que corrí escaleras abajo para ver quién era, mi sorpresa fue tanta al ver la policía en la puerta.

—Ainara ve arriba —dice mamá con lágrimas en los ojos.

—¿Qué pasó? —sentí mi pecho apretarse.

—Debo hacer algo —me empuja hacia atrás—. Vuelve a tu habitación.

—No —me le encaré, algo estaba pasando y yo quería saberlo—. Estoy grande mamá, tengo todo el derecho.

Sin esperar respuesta  salí; un oficial me acompañó, subí a la patrulla, detrás de mí, mi madre.

En la calle principal que conecta al pueblo con la ciudad había un poco de patrullas, puedo observar un camión grande de esos que lleva mercancía y casi por un poco el auto pequeño de mi padre debajo de él. Salí del auto sin avisar, en medio de todas las personas habían dos bultos cubiertos con una sábana blanca. Ignoré los gritos de mi madre al llamarme e ignoré y me quité las manos de los que querían tomarme, mi mente me decía que me detuviera que no lo hiciera que no podía hacer nada de eso pero mi cuerpo no respondió y cuando me detuve tenía el rostro de mi padre frente a mí.

Sentí como todo mi mundo se desmoronaba al verlo palidecer, cubierto de manchones rojos por todos lados, todo a mi alrededor enmudeció, sentía mi garganta arder, aunque no sabía por qué, aferrada al cuerpo sin vida de mi papá creo que gritaba, todo mi mundo había finalizado ahí, con él.

N/A

Los traumas son terribles, la pérdida de un ser querido puede ocasionar un derrumbe mental muy fuerte.

Gracias por seguir leyendo esta historia, me alegra que esté llegando a buenos números y que aunqur son pocos los que han llegado hasta aquí, lo han hecho porque realmente le gusta. 🖤 mi corazón los atesora, y todos sus comentarios también 😍

Informo que muy pronto daré por finalizada la novela ¡Qué emoción!

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