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Ned Branthley

Cuando llegamos a mi auto, busco de abrirle la puerta, en todo el camino hasta aquí, nadie dijo nada. Ella me sonríe con los labios cerrados mientras se sube en el lado del copiloto, cierro la puerta con sumo cuidado, rodeo de nuevo el auto y subo. Espero de todo corazón que no haya notado la molestia que sentí al verla tan cerca de Jhon, no me explico que me pasó, pues nunca me he considerado un hombre celoso, ni mucho menos autoritario. No obstante, si sentí una pequeña molestia, en cuanto vi sus labios separándose de la mejilla de él.

Las calles a esta hora están bastante atestadas de personas. Por nada le llaman la hora pico. Agarro la via a donde queda el departamento de ella; sigo con la mirada fija en el camino, no quiero mirarla al rostro, pues tengo bastante pena.

—¿Le parece si vamos a cenar primero?

Cuando la escucho hablar por inercia la miro, me está viendo con rostro expectante.

—Sí —dudo un poco, pero al final añado—, ¿Qué tienes pensado?

—Bueno, para que no se espere mucho, podemos pedir comida hecha.

—Me parece bien. ¿Llegamos a una pizzería o te gustaría algo más?

—No. Pizza está bien —la observo de reojo, ella ladea la cabeza hacia la ventana, después vuelve a mirarme—, ¿podríamos comerlo en su casa?

Esta vez la observo de frente por un momento, un tanto extrañado por la propuesta, ella a su vez, solo sigue mirando por la ventana.

—Creo que sería mejor en tu departamento... mi casa no está del todo —dudo sobre que palabra decir—, ¿Ordenada? Además debes estudiar.

—Tengo todos los apuntes aquí —se señala la cartera que tiene en sus piernas, haciendo contacto visual conmigo, que tengo que romper para poder tener la mirada en la carretera— así usted puede ayudarme mejor ¿no cree?

No soy mucho de supersticiones, pero sus palabras iniciaron una extraña sensación en mi estómago, un poco de escalofrío gustoso, quizás estoy muy mal con respecto a todo esto, debería llevarla a su departamento, irme a casa y acostarme a dormir ¿No?

Debería.




Estamos en mi departamento, al ingresar la llave y hacer que la puerta abra, el olor a moho y oscuridad nos recibe; siento algo de pena, pues hace mucho que no viene nadie a mi casa. Tengo la pizza en la mano, pues antes de llegar aquí decidimos comprar una pizza, mitad pepperoni para ella, y jamón con queso para mí.

Dejo la pizza en la encimera de la cocina, busco algunos platos, cuando noto que está de pie observando odo, dejo los platos y voy donde ella.

Los nervios me comen vivo.

—Disculpa, puedes tomar asiento —sacudo el sofá en repetidas manotadas, ella ve todo alrededor y sonríe mientras toma asiento justo donde limpié.

Me dirijo de nuevo a la cocina, abro la llave y enjuago dos platos, dos vasos. Abro la caja de la pizza, tomo dos porciones para ella, dos porciones para mí. Mientras sirvo la gaseosa, de preferencia Coca-Cola, elección de ella, me quedo mirándola. Está viendo todo con expresión de curiosidad, tal vez me le haga un hombre aburrido; las pinturas en las paredes están tan desgastadas que pareciese que nunca se hubiesen pintado, no hay cuadros, no hay televisor, no hay nada, excepto el sofá y esta cocina.

Debí hacerle caso a mi madre el día que estuvo aquí con su tarjeta de crédito, dispuesta a gastar todo en cosas para mi "hogar" como solía decir. Además, ¿Cuándo fue la última vez que alguien vino a mi "hogar"? Ya ni recuerdo, para ser sincero.

—Perdón por todo el... sucio —le digo llevándole el plato y el vaso—, y la soledad. Hace tiempo que no traía a nadie a casa.

Me devuelvo para tomar los míos, así que hago lo mismo y me dirijo al sofá.

—Tranquilo, entiendo que no tenga tiempo para las cosas de la casa. Por eso siempre es bueno tener una compañera.

Cuando era mucho más joven, era un hombre de, ¿Cómo decirlo? Armas tomar. Si una chica iba a mi casa, pues, pasaban muchas cosas. Ahora con Aileen frente a mí, creo que estoy hasta ruborizado. No sé en que momento la conversación dio este tipo de giro, pasamos de hablar de el tema que tendría en su examen mañana, a por qué de nuevo no estoy casado. Abrimos unas latas de cervezas que estaban en la nevera, por suerte la fecha de caducidad aún no llegaba, aunque el "abrimos" es relativo pues ella fue quien se abrió paso a mi nevera, soltó un comentario como: "si yo viviese en esta casa, todo tuviera color, este refri estuviese repleto de comida" la verdad el: «si yo viviese» fue lo que más gustó de toda esa oración.

Ahora estamos aquí, hablando sobre mi vida personal de nuevo. Mientras ella rie a carcajadas por tonterías que digo al estar con un poco de alcohol en el sistema.

—Sí, es que todos me dicen eso —agrega—, pero tengo un pensamiento muy maduro en cuanto a relaciones. Me considero una mujer independiente, orgullosa y capaz de muchas cosas, no obstante, quisiera en mi vida un hombre hecho y derecho, que algunas veces me diga que hacer, me retenga en la cama y me haga decirle sí a todo.

Me atraganto un poco con la cerveza que me había tomado, ella vuelve a reír, se coloca la mano en el rostro y agrega:

—Es cierto —su risa escandalosa, de verdad me gusta mucho—, ya sabe, es que... siento que los chicos de mi edad, aún no son lo suficiente maduros para llevar una relación conmigo.

—Y que edad en hombres es maduro para ti —vuelvo a tomar de la cerveza, ella se acerca un poco más a mí, clavando su mirada en mis ojos, a los cuales no le huí para nada está vez.

—Me gustan como usted.

No supe que responder, y creo que tampoco hubiese podido, pues al instante ya no había cerveza en mi boca, pero si los labios de esta chica. Al principio no respondí como se esperaba, pues el impacto me dejó en shock, más al comprender que era real, sintiendo como ella abría mi boca para adentrarse en la mía, la tomé de la cintura y profundicé el beso. Escuché un suspiro cuando en el aumento de los besos con mi mano izquierda la alcé un poco más para quedar mucho más pegado a ella. Por su parte, ella rodeó mi cuello con ambas manos, sentí como bajaban por mi espalda y volvían a subir. Hubo un momento en que nos detuvimos para tomar aire, mi respiración estaba pesada, ella pegó su frente a la mía, haciendo que mi corazón se acelerase más de ser posible. Más lo que terminó por darme la adrenalina que faltaba, fueron sus palabras, la respuesta a una pregunta que nunca se hizo, pero que se suponía:

—Sí, —agregó jadeante—, sí, Ned, si quiero.








N/A

👀 ¿Los dejamos solos, o seguimos viendo?

Jajajaj bye

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