29
NED BRANTHLEY
Luego de que la señora Jessica saliera de la habitación, Aileen, entra. Tiene hoy su cabello castaño suelto, una blusa de seda holgada, junto a unos jeans negros. Me incorporo un poco, pues me había recostado a la mesa, le hago señas para que se siente frente a mí. Quiero saber que opina sobre esto; en lo personal, no vi nada sospechoso en esa señora. Pero quiero saber que es lo que opina ella.
—Me gustaría tu opinión.
Ella asiente y saca su cuaderno.
—Hay personas que son muy buenas para mentir. Tengo un estudio aquí sobre eso. Pero, para ser sincera, no creo que ella sea una asesina.
—Lo mismo pienso —Rasco un poco mi cuello; es agradable saber que Aileen tiene material para ser investigadora—, pero igual, quedamos en las mismas.
—Debemos dar con esa asesina. Considero que también debemos interrogar a la hija de esa señora.
Levanto la mirada rápido, sus ojos con la luz de la bombilla se miran muy negros. Tiene un semblante serio, se nota que se toma esto muy enserio.
—¿Tú crees que...?
—Por supuesto. Debemos buscarla a ella y también a la hija de Alice. Me quedó sonando mucho eso que dijeron John y tú. Ella es testigo fundamental de todo esto.
—Sí, ya di la orden al equipo de búsqueda para eso.
—Perfecto. Haces muy bien tu trabajo. Se te da bien, la interrogación ¿no?
Me sorprenden sus palabras, cómo de pronto su tono de voz cambió; dirigí la mirada al vidrio, ¿Estará alguien allí escuchando? Al mirarla de nuevo, siento mis mejillas arder. Tengo que dejar de pensar tonterías, es solo una pregunta normal, no tiene nada de malo, ni doble sentido.
—¿Te sientes bien?
—¿Qué? —Me levanto, y busco para salir de pronto necesito aire.
—Es que estas todo rojo. ¿Tienes fiebre? ¿Quieres que vayamos al médico? Últimamente te he visto muy flaco, con ojeras y todo eso.
—No, no. Estoy bien, sí, algo cansado, pero bien. Vayamos almorzar ¿Te parece?
Salgo y siento sus pasos detrás de mí. Le ruego a mi mente que piense en otra cosa. Pero es imposible. Aileen está allí, como si fuera la dueña de ella.
—Ned —Hillary está en el pasillo—Necesito hablar contigo. ¿Vas algún lado?
—Eh, yo, nosotros...
—Vamos almorzar —Aileen se adelanta y yo muerdo mis labios por dentro. Debí escucharme bien estúpido.
—Ah —Hillary mira de Aileen a mí—Bien, bueno, podemos almorzar los tres. Así hablamos sobre todo esto y los planes a seguir.
Sin poder decir una palabra más, Hillary gira sobre sus talones en busca de la salida; Aileen y yo, nos miramos por un momento antes de seguirla a la puerta.
Subimos a mi auto, le abro la puerta a Aileen en la parte de atrás, ya que Hillary se subió de copiloto. Doy la vuelta al auto y me subo también, antes de encenderlo, veo a Hillary colocarse unas gafas de sol, y se queda observando por la ventana hacia afuera. En el retrovisor puedo ver el rostro de Aileen, como me sonríe tímidamente; imito su gesto, enciendo el auto. En pocos minutos, llegamos a uno de los restaurantes mejores conocidos de la zona. Al bajarnos del auto, Hillary se quita las gafas y llega a mi lado, sostiene su bolso en su hombro, camina primero sin esperarnos.
—Creo que tiene hambre.
Dice Aileen pasando también de mí, regalándome una pequeña carcajada.
Estamos sentados en unas de las mesas que da al ventanal del restaurante, elegida por Hillary; una chica de cabello rubio se acerca y nos hace entrega de los menú.
—El plato del día es: Arroz blanco, con carne en bistec encebollado. Acompañado de un puré de papa y...
—Quiero un cerdo asado —Interrumpe Hillary, la veo asombrado, la chica asiente y termina de decir lo que estaba diciendo.
—Yo quiero la carne, gracias —Aileen le sonríe mientras ella anota.
—Igual yo.
La chica se aleja con nuestros pedidos, mientras tanto cada uno opta por mirar a la nada, Hillary rompe el silencio.
—No creo que Jessica tenga mucho que ver con la muerte de esta mujer y de su esposo. ¿Qué piensan ustedes?
Aunque la mirada está dirigida a mí, siento que no quiere que yo responda.
—Tiene usted razón —Aileen saca su cuaderno, le muestra algo a ella. El semblante de Hillary palidece por un instante, pero es retirado rápidamente con un encogimiento de ceja—, Esta vez, vamos por las hijas.
—No entiendo —Me observa buscando respuesta, no le dije sobre la orden de buscar a la hija de Alice, así que debe estar bastante sorprendida.
—Di la orden para que busquen a esa muchacha, su cuerpo no fue encontrado, así que no hay prueba de que esté muerta. Y... la hija de Jessica también es punto clave, para todo esto.
—¿Crees que ella... crees que hubiese sido capaz de hacerle algo a su propio padre?
La pregunta no es desinteresada; la misma chica que nos atendió se acerca a nuestra mesa y nos deja una jarra con agua helada, tres vasos. Cuando está algo retirada, Aileen toma la palabra.
—¿Se imagina la decepción que debió ser para ella, saber que su padre era un infiel? Considero que las circunstancias pueden despertar en las personas el peor de los monstruos.
—De todos modos, sería simple rutina. Preguntas pequeñas, solo descarte —. Añadí
—Sí, claro, por supuesto, entiendo. Entonces hay que traerlas a las dos.
El almuerzo transcurrió muy tranquilo, el resto de la tarde la pasé en el despacho, Hillary a mi lado, anotando y rebobinando todo. Aileen, a eso de las cuatro tuvo que marcharse a recibir una clase en la Universidad y John también había pedido la tarde libre para estar con su madre.
Esta sería una noche más sin poder descansar.
John O'brien
Eran casi las cinco de la tarde, cuando tomé la decisión de dejar botada mi moto e irme a casa caminando. Se había varado, hacía una hora ya, y he estado luchando por arreglarla, sin conseguir nada, claro. La arrincono a un lado de la calle y decido volver por ella mañana, o mejor, nunca. Tenía que ir a la panadería por pan, mamá ha de estar con hambre.
Emprendo mi camino a la panadería, está algo retirada de mi casa, pero es en el único lugar donde a mi mamá le gusta el pan. Y debo decir que a mí también me fascinan. Mi short corto, de Jean, está un poco manchado con grasa, pero decido ignorar eso y trotar hasta dar con la puerta del lugar. Apenas entro, a mis fosas nasales las recibe el agradable olor a pan recién horneado; una melodía clásica se escucha muy bajito mientras muchos comensales charlan y escogen panes para llevar a casa.
Tomo una canasta y una pinza, para elegir los panes que llevaré; me decido por pan francés y unos panes dulces con azúcar roseada por encima, que son simplemente deliciosos. Una docena de cada uno. Al acercarme a la cajera, para pagar mis panes, siento una mano tocar mi hombro; así que me giro rápidamente, el rostro de la chica frente a mí me sorprende.
—¿Te he asustado? —Me pregunta con un hilo de voz que seguro, solo yo he escuchado—. ¿Te acuerdas de mí?
—Claro —Dudo por un segundo, sé quien es, pero no recuerdo mucho su nombre—... te vi en el hospital.
—Soy Roxane —Baja su cabeza tímidamente, apretando un poco sus gafas al tabique de su nariz.
—¿Vives por acá cerca? —Cambio rápido de tema, para que no note, que no recordaba su nombre.
—En el edificio de la esquina.
—Chico, serían —La chica de la caja, me da la cuenta de lo que debo, y volteo a verla para pagar—, ¿Deseas alguna cosa más? —me dice una vez le extiendo el dinero.
—No, gracias.
Roxane pasa frente a mí; es su turno para pagar. Veo que son panes de jamón con queso y una gaseosa light.
—Entonces vives aquí a la vuelta.
—Sí —Le entrega el pago a la cajera y esta a su vez, le da la bolsa con sus panes mas la gaseosa—, ¿También vives por acá?
—No, yo... —Recuerdo que me tocará volver a pié o tomar un taxi, para poder ir a casa—... vivo algo retirado de aquí. Solo vengo a esta panadería, porque sus panes son una maravilla.
Ambos caminamos a la puerta de salida; la abro sosteniéndola para que ella salga. Noto como se sonroja y vuelve a bajar su cabeza.
—¿No hay panaderías por donde vives?
Su pregunta me hace sonreír un poco, ya que viéndolo desde su punto de vista, es bien tonto venir de donde vivo, solo por panes.
—Sí es que... —Rasco mi cuello—, los panes de aquí me gustan más que cualquiera. Vine en moto pero...
Observo pasando la calle, donde mi vieja moto yace parqueada. Han sido unos buenos años a mi lado, pero supongo que ya tiene que descansar.
—Se me averió —Me encojo de hombros, ella observa la moto y asiente, entendiendo lo que digo.
—Sí quieres puedo llevarte a tu casa. Tengo una moto también... digo, solo si... si quieres.
Su tartamudeo me parece tierno y termino sonriendo de nuevo. Busco en mi mente todas las opciones que tendría para rechazar su oferta y, la verdad es que no hay ninguna. Así que primero, la acompaño a su departamento para que guarde sus cosas, luego salimos en su moto a casa. Su departamento es pequeño, mientras entramos y guarda todo, me dice que se mudó al lugar hace solo dos semanas, que su trabajo le queda cerca y por eso decidió vivir en esta zona.
Observo el pequeño lugar sin remordimiento; se nota que lleva poco viviendo aquí, aún veo cajas sin desarmar en un rincón del lugar; la pequeña cocina está dividida de la sala por una pequeña isla con cerámicas blancas. Tiene tres sillas en frente de ella y un pequeño sofá que está raído por el tiempo. Se nota que en un tiempo fue de un color vinotinto, pero ahora está marrón.
—Listo —Dice sacándome de mis pensamientos, haciendo que volteé a verla—. Sí, está algo vacío... pero... planeo hacerlo ver mejor... pronto.
Después de decirle que no la estaba juzgando ni nada, bajamos al estacionamiento, tiene una moto pequeña, de esas que suelen usar la mayoría de las mujeres; tomo el casco y me lo coloco, ella se sube y enciende el motor, el cual sin poner omisión enciende rápido.
Cuando llegamos frente a la casa, me bajo, la veo observar mi hogar y veo, lo que seguro ella ve. Una casa descuidada, con la pintura desgastada y las ventanas empañadas por el polvo.
—Muchas gracias por traerme. De verdad; no quería ser una molestia.
—Tranquilo... lo hice... lo hice de corazón —Sigue en la moto con el motor encendido.
Veo la casa una vez más y las palabras salen de mí boca sin antes poder procesarlas.
—¿Quieres cenar con nosotros?
N/A
Roxane
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