24
Hillary Duff
Apagué el motor de mi auto y tomé varias respiraciones lentamente. Llamaría a mamá y le preguntaría cuando llegaba. Todos esos pensamientos estaban pasando por mi mente. ¿Cómo hacer para qué no sepan que Jessica es mi madre? ¿Desde cuando esta investigación giró en mi dirección? Me sudaban las manos de Solo creer que mi padre tuvo una amante. Que mi madre lo aceptó como si nada. Después de tranquilizarme un poco llamé a mamá.
—¡Ilay, cariño! Llego en la tarde. Ya iba a llamarte.
—¿Hoy en la tarde? —Me siento recta en el auto, no pensé que llegara hoy mismo—. No pensé que...
—Te llamé varias veces, pero tu teléfono aparecía como cortado, no sé.
Debió ser la señal en el pueblo. La verdad no me entraron llamadas en ningún momento.
—De acuerdo —Respiro y bajo del auto—Te espero mamá.
—Envíame la dirección por mensaje cariño.
Apenas entro a mi departamento le envío la dirección, trato de acomodar un poco, pido pizza para cenar. No me apetece cocinar.
Me doy un baño y me coloco algo cómoda. Reviso la hora cada cierto tiempo, mi estómago se siente extraño. Siento nervios no sé ni por qué. Luego de un rato de estar viendo Phineas y Ferb; suena el timbre.
Voy rápido, al abrir me encuentro con el rostro de mi madre. Parece que los años le han pesado últimamente. Tiene más arrugas en sus ojos que hace 4 años, tiempo que tengo sin verla. Su cabello muestra raíces con canas.
Me abraza. Dejando su maleta en el suelo.
—¡Oh nena! Que bella estás ¡Mírate!
Le sonrío mientras le doy paso para que entre. Agarro su maleta para acomodarla cerca de los muebles, la sigo. Ella revisa cada detalle del departamento. La verdad, no hay mucho que ver, desde que me mudé no he parado mucho tiempo aquí y no lo he acomodado para nada.
—¿Cómo te fue en el viaje mamá?
—Bien. Ya sabes, algo cansado. Pero nada más —Gira para verme, tiene esa mirada de orgullo que siempre suele darme—. Te ves muy bien. Eh señorita FBI.
Su tono es en picardía y me hace sonreír. Le digo que tome asiento, ella lo hace. En el televisor siguen dando Phineas y Ferb, una de mis caricaturas favoritas.
—Pedí pizza ¿Te apetece?
—Sí, claro. Lo que sea, tengo mucha hambre.
Busco la pizza, la caliento en el microondas, saco una cocacola de mi pequeño refrigerador y lo sirvo.
—Sigues viendo esos muñecos —La escucho reírse—. No pareciese que tuvieses 32 años nena.
—Sabes que siempre me han gustado. No creo que la edad lo impida.
Le tiendo el plato con la pizza y el vaso con gaseosa. Me siento a su lado en el mueble. La dejo que coma y que me cuente como le ha ido en estos años. Ha recorrido España casi por completo. Luego de un buen rato de hablar trivialidades, saco el tema.
—Mamá...
—¿Sí?
—Voy hacerte una pregunta y quiero... quiero que seas sincera.
Se pone tensa, coloca su cuerpo rígido, esperando la pregunta.
—¿Mi papá te fue infiel?
Abre sus ojos, ese color azul claro se ve opaco. Sonríe de medio lado, nerviosa y aparta la mirada de mí.
—¿Qué... qué dices Ilay?
—He ido a Bill.
La sola mención del pueblo hace que vuelva a verme. Esta vez con miedo en su rostro. Se levanta del sofá y camina unos pasos.
—¿Qué fuiste hacer allá?
—Era una misión —Me levanto igual y quedo frente a ella—. No respondiste mi pregunta.
—Hillary, yo...
—Por favor sé sincera.
Me mira, sabe que lo sé. Veo como poco a poco se desarma, baja la guardia, vuelve a sentarse y aprieta sus manos, colocándolas entre sus piernas.
—Sí —Parece dolerle decir esa palabra—. Pero solo fue una aventura, nada serio. Tu papá nos amaba, no nos dejaría nunca.
—Nada serio, que duró más de un año mamá.
—Los hombres suelen tener aventuras. Ellos sienten la adrelina en esas cosas y... y si la mujer es alguien fácil pues...
—No lo justifiques.
Amo a mi padre, pero jamás justificaría su infidelidad. Baja su cabeza, está avergonzada. Veo como sus ojos se llenan de lágrimas.
—Te diré esto, porque me involucra mamá. La investigación en la que estoy, nos ha llevado a Bill, porque resulta que el ADN de quién fue la amante de mi padre, ha sido encontrado en el labial de la asesina que estamos buscando. Resulta, que ahora sale a la luz, que el mismo día que mi padre fue... fue asesinado —Tragué saliva, aún me cuesta hablar de su muerte—, esa mujer también murió. Y adivina, a quién quieren llamar a declarar por ello.
Veo que no lo entiende. Niega con su cabeza.
—A ti.
—¡¿Qué?! —Se levanta de golpe—. ¿Por qué a mí, que he hecho yo?
—Eres considerada sospechosa, ya que se supo que tu sabías de la infidelidad de tu marido. Sospechan que mandaste a matarlo e incendiaste la casa de Alice Franz.
La veo palidecer. Se sienta, tambaleando un poco. Por unos instantes, se va. Tal vez a sus recuerdos, no lo sé. La dejo que asimile todo. Necesito pensar con claridad y saber como voy a hacer.
—Yo no hice nada. Yo amaba a tu papá —Comienza a llorar—, no sería capaz de algo así. Me enteré de su infidelidad porque, me llegaron los chismes. Lo enfrenté y, me juró que lo dejaría, que no perdería a su familia. Creí que... Creí que eso acabaría. Pero cuando murió el marido de esa mujer, sentí que todo había cambiado. Nunca quise armar escándalo ni nada. Fui a hablar una vez con esa mujer, pero solo fue eso.
—¿Qué hablaste con ella mamá?
—¡Pues que crees! Le dije que dejara a tu padre en paz. Que él tenía familia y una hija, que ella debía de pensar en la suya. Me dijo que lo amaba. Que se había enamorado de tu padre. La abofeteé, me dio mucha rabia. Pero nada mas, nada más.
—No puedo creer que mi papá... que mi papá haya hecho eso.
—Nunca quise decirte nada, porque sé lo mucho que lo adorabas. No quise manchar su reputación contigo.
—Pero a él no le importó tu reputación ¿cierto?
—Pero ya eso pasó hija. Escucha, tal vez piensen que tuve algo que ver, pero... te juro que no.
Y le creo. Mi madre puede ser todo o nada, pero nunca una asesina.
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