21
Hillary Duff
Cuando bajé esta noche para ir al restaurante, jamás pensé encontrarme a la señora Olga en este lugar. Me reconoció de inmediato, sus viejos ojos aún no están opacos. Me abrazó de tal manera que creí iba a asfixiarme, me sentí mareada con todas sus preguntas y sólo quería marcharme antes de que algunos me vieran y se dieran cuenta que conozco este lugar.
Para el colmo tuvo que ser Aileen quien me viera. Sentí que un balde de agua fría corría por mi espina dorsal al ver su mirada clavada en mí.
Deseé que mi rostro no mostrara absolutamente nada a su mente manipuladora y entré casi que corriendo al restaurante.
Ned y John estaban allí, ambos con las cartas de la comida en sus manos, escogiendo que cenarían. No pasaron muchos segundos cuando Aileen tomó asiento al lado de John, puesto que sin pensarlo mucho yo me senté del lado de Ned; ella frente a él, yo frente a John.
—¿Qué hay en el menú? —Preguntó Aileen inclinando su cabeza para mirar el menú que sostenía John.
—Comidas caseras —Contestó Ned, tendiéndome la carta a mí—, Pollo en salsa y así.
John hace lo mismo y le entrega el menú a ella. No me ha vuelto a mirar y espero por todos los cielos que no diga nada de lo que vio.
Mi familia y yo solíamos venir aquí todos los domingos después de la iglesia; me encantaba el pescado que sirven de almuerzo en este lugar. Todos los domingos comía eso.
—¿Qué piensas de todo esto, Aileen?
Pregunta Ned, su mirada muy fija en ella, quién sin dudarlo responde.
—Tengo muchas teorías, pero no suelo comentarlas. La verdad es intrigante, y más el hecho de que esa mujer tenga todos sus familiares muertos. Pero no creo por nada del mundo, que sea solo concidencia lo de las cenizas en el labial —Yo pienso lo mismo, algo pasa con esa mujer y la asesina—. Ya habíamos revisado otro labial de ella y nada. Y justo en Marcos encontramos eso. Ella tiene algo que ver con esta familia.
Hay algo que no puedo negar de esta estudiante y, es que de verdad sabe hacer su trabajo, creo que por eso odio que me mire, porque siento que puede leer mis pensamientos.
—Espero podamos encontrar algo con los vecinos mañana —Ned se arrecuesta un poco más en su silla—. Vi una casa más arriba del terreno vacío, es la que noté está más cerca, allí vamos primero.
Sí es cierto, yo también vi esa casa. Mi verdad es que en el tiempo que viví en el pueblo nunca subí colina arriba; lo mío era mi casa, la escuela y la iglesia. Aunque bueno, tampoco es que mis padres me dejaran salir mucho. A veces, cuando les rogaba demasiado me dejaban un domingo en la tarde ir a la plaza con Lauri, una amiga de la infancia y eso sí, mi padre rondaba creyendo que yo no lo veía, cada 20 minutos.
Finalizamos la cena, con palabras triviales cada uno. Yo, por ejemplo casi ni hablé. Aileen no mencionó nada de lo que vio y realmente lo agradecí internamente. Comí mucho más rápido que todos y salí directo a mi habitación, no sin antes desear buenas noches a todos.
La mañana pintaba como siempre en este pueblo, muy caliente. El sol salía desde temprano, calentaba el lugar muy bien. Podías mirar a todos corriendo de un lado a otro, mujeres saliendo de la panadería con canastas de pan y leche fría. Desayunos apresurados para aquellos que aún no surtián sus despensas. Estaba dentro del auto, no quería que nadie más me reconociera.
Vi salir a Ned, traía un pantalón jean desgastado y una franela blanca. Se veía bien, se notaba que se acababa de dar un baño.
—Buenos días —Dijo subiéndose de copiloto y sonriéndome.
—Buenos días. ¿Le falta mucho a los otros?
—No creo. John me envió un mensaje diciendo que estaba desayunando.
La verdad es que no pensé en comida. Me levanté, me duché y salí a esperarlos, quiero descubrir todo aquí para podernos ir a la ciudad lo más rápido posible.
Veo salir a Aileen, lleva un pantalón ajustado color negro y una blusa de seda color Rosa pálido. Tiene su cabello suelto, le cae un poco más abajo de las nalgas. Le ha crecido más estas últimas semanas. No lleva mucho maquillaje, viéndose súper fresca y ligera. Todo una mujer joven. Veo como Ned no deja de mirarla, es como si estuviese viendo un ángel que se yo. Luego abre su puerta y decide saludarla desde afuera.
—Buenos días —Abre la puerta para ella en el área de atrás.
—Buenos días y gracias.
Le dice ella sonriéndole bobamente. Ya saben, esas sonrisas que uno da coquetamente. Tuerzo mis ojos y decido mirar al frente.
—Buen día agente Hillary —La miro por el retrovisor así que decido verla de frente.
—Igualmente —Respondo sin más. Ned sube de nuevo al auto.
—Todos en este pueblo como que se conocen ¿verdad? —No sé si la pregunta fue para mí o no, pero la sentí muy personal, como si sus palabras hubiesen tocado mi espalda—, Vi a muchas personas saludándose con confianza.
Tragué grueso, sentí como comenzaba a sudar. Iba a decirlo, iba a mencionar lo de anoche. Sin querer y con cuidado miré por el retrovisor, pero ella estaba mirando a Ned, quién se acomodó hacia atrás para hablarle mejor.
—Eso es lo que quiero. Así será más fácil obtener información de esta familia.
No sentí en que momento pero John ya estaba sentado al lado de Aileen.
—Perdonen la demora, el desayuno no me cayó muy bien.
Escucho a Aileen reírse y decido arrancar el auto.
Que esto termine ¡Por Dios!
💋
Pasamos frente al terreno calcinado. La casa a la que iríamos estaba como a cien metros más arriba. De fachada blanca y grandes ventanales al frente, un porche con madera color caoba al piso, la puerta igual. Tenía cuatro sillas, una mesita en la esquina del área derecha de la casa. Ned fue quien tocó a la puerta cuando estuvimos frente a ella.
Una señora de estatura normal, un poco más baja que Ned, fue quién abrió; tenía un vestido estilo princesa de un tono Rosa pastel, su cabello rubio recogido en una dona, era algo gruesa, ni muy flaca, ni muy gorda. Llevaba un delantal.
—Buenos días, soy el detective Ned Branthley —Le muestra su placa, ella frunce su cejo—, Ellos son mis compañeros, el oficial John, la agente del FBI Hillary Duff y la doctora en psicología Aileen Girardelli. Estamos aquí por una investigación.
—¿Ha pasado algo en el pueblo? ¿Algo con mi marido?
Su mirada iba de uno a uno, buscando respuestas.
—No ha pasado nada en estos momentos tranquila —Continúa Ned—, La investigación es sobre la familia que vivía allá abajo —Señala el terreno ennegrecido—. Hay un caso en la capital y nos ha llevado hasta acá. ¿Podemos hacerle algunas preguntas?
Ella duda un instante. Mira hacia el terreno y luego asiente.
—Pasen adelante.
La sala de estar es muy bonita, tiene muebles floreados en tonos caramelos y las paredes un montón de cuadros; fotos, diplomas, paisajes.
Todo muy bonito.
—Estaba haciendo café. ¡Ah y unas galletas! Mi marido salió temprano a traerme algo que necesitaba. ¿Gustan café?
—Sí, claro...
—Marta, mi nombre es Marta.
—Señora Marta —Repite Ned—, con gusto.
—Por favor tomen asiento.
Los tres nos sentamos, Ned, John y yo. Aileen por su parte estaba caminando alrededor viendo los cuadros y las fotos. Veo a la señora marcharse, supongo que a servir el café, al cabo de unos minutos vuelve con una bandeja y cuatro posillos.
—Es mi hija —Le dice a Aileen, que está frente a la foto en grande de una chica vestida de recién graduada—. Se ha graduado de veterinaria hace unos meses allá en la capital.
—Oh, disculpe no quería estar mirando es que, está muy bonita su casa.
Aileen toma la taza de café que ella le ofrece, se sienta a mi lado en el mueble.
—Tranquila, sí están allí es para que las personas las vean. Son logros que deben mostrarses.
Luego de darnos a todos nuestros cafés, ella se sienta en una silla mecedora junto a nosotros.
Y es Ned quien comienza la conversación. Tal vez no haya notado mi silencio o tal vez sí, pero realmente lo agradezco.
—Conoció usted a esa familia ¿Señora Marta?
—Bueno oficial. No éramos amigos, recuerdo que llegaron al pueblo con una pequeña niña, al parecer porque él le salió trabajo en la fábrica que está al entrar al pueblo ¿la vieron verdad? —Todos asentimos—, Esa de rejas ya acabadas. Ella no salía de su casa, la veíamos muy poco en el pueblo y fíjese yo suelo ir mucho allá, ya sabe a cuchichear con mis amigas. Pero ella poco se veía, ni siquiera dejaba que su hija jugara con la mía. Cuando la veía en el patio la llamaba con cualquier excusa. La pobre.
«Hasta le tenía una profesora particular. Y no de aquí del pueblo, no, de la ciudad; de allá de la capital. Venía dos veces a la semana»
Con razón no recordaba ese apellido en el colegio. Era que la chica no estudiaba allí.
—Para ser sincera. Mis amigas y yo solíamos conversar sobre eso. Siempre la de las ciudades se creen mejor que las de pueblo —Chasquea su lengua, negando con la cabeza—. Cómo si el mismo Dios no nos hubiese creado. Ah, pero su esposo, él era otro caso. Que señor tan bien portado, súper educado. Nos saludaba a todas con una sonrisa radiante en el rostro. Era muy amable.
«Una vez ayudó a Olguita con una canasta de comida toda tirada, esa Olga es muy descuidada. Él era una buena persona. Lástima la tragedia de esa familia. Primero él en un accidente, y luego, ya saben; el incendio»
Se persina y toma en sus manos una cadenilla con un dige de cruz, lo lleva a su boca y le da un beso.
—¿Ellos no tenían algún otro familiar? —Pregunta Aileen.
—No. En el pueblo no. Aunque... —Su voz bajó un poco, y se inclinó hacia adelante, observando un poco las paredes, como si alguien estuviera escuchando que lo que estaba apunto de decir, nadie más pudiera saberlo—, Ella tuvo un amante aquí.
Ninguno esperábamos esa información, así que todos nos miramos.
—¿Un amante? —Vuelve Aileen a preguntar—, ¿De aquí, del pueblo?
—Sí, conocidos de todos aquí. Me di cuenta mucho antes de la muerte de su marido. Cuando antes no salía de su casa, ya luego la veías más en el pueblo. Le advertí a mi amiga de ello, la esposa del amante, pero nunca me creyó —Subió sus hombros—. Después de la muerte del esposo fue más notorio, y hasta me atrevo a decir que mi amiga lo supo.
—Y su amante ¿Sigue en el pueblo?
Iba hacer yo la misma pregunta pero Ned se me adelantó. Aileen está escribiendo cosas en su cuaderno.
—Eso es lo terrible ¿saben? Él también está muerto.
Sus palabras volaron y si introdujeron en mi mente como agujas. ¿Muerto? Otra persona cercana a ellos ¿Muerta? ¿Qué era esto? ¿A qué estábamos jugando?
—¿Cómo así? ¿De qué murió?
No pude atajar mis palabras, salieron más rápido de lo que pensé.
—El día del incendio en la casa —Continuó ella—. Al parecer a él lo atracaron o algo así, nunca se supo bien. Él era policía de este lugar. Uno de los mejores. Mis amigas dicen que ella se lo llevó.
Un pitido se instala en mi cabeza y hace que la voz de Marta se ahogue un poco, aún así sigo escuchando. Él día del incendio, sucedió lo de mi padre. Pero verás, si tu papá está muerto, ninguna otra noticia de ninguna índole te va a importar.
—Según el sheriff lo robaron y como se rehusó, lo apuñalaron. Cinco veces. Fue horrible. Esa casa en llamas, con esa pobre niña allí dentro y... nuestro mejor oficial asesinado.
No pude seguir escuchando. Me levanté, mi mente nublada, mi vista negra. Sentía que mis pulmones no tenían aire. Ese policía.
Ese policía, era mi papá.
N/A
Buenassss... ejem. Capítulo largo, pero creo que valía la pena. ¿Si ven no?
¿Alguna otra teoría?
Espero poder subir otro capítulo muy rápido. Bay
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