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12

Ned Branthley

—¡Basta! Esto se está saliendo de control —grité furioso, todos en el área del lugar me miraron con temor—. Ella los está matando a todos.

—Señor. Pero hay una pista, ella se ha equivocado, por primera vez, tenemos un indicio.

John tiene algo de razón, en el cuello del chico tenemos un poco de labial.

—No puedo creer que esto haya pasado, y en nuestras narices.

—El chico presenta muerte a las dos menos cuarto. Y por el lugar, podemos decir que no lo mataron aquí.

—Además —interviene Hillary—, la guardia dice que hace cuarenta y cinco minutos hicieron ronda y no había ningún cuerpo. Ahora que vuelven hacer la ronda se encuentran con esto.

—Y el oficial a cargo de la custodia del chico, ¿dónde está?

—Dando declaración —ella me observa un tanto cuidadosa, me parece extraño que actue de ese modo.

—¿Tú que dices? —se dirige esta vez a Aileen, quien no ha dicho ninguna palabra desde que llegamos.

Ella la mira sorprendida, al parecer tampoco se esperó eso. Endereza su postura, dice:

—Creo que lo de anoche fue una distracción, ella sabe que estamos custodiando a esos chicos y sino, pues ya se lo hicimos saber.

—Joder... ¿qué dicen los chicos detenidos?

—Raúl colaboró. Ninguno de los dos es de aquí, ambos aseguran venir por sus propias cuentas... aunque Raúl dice que la idea fue del otro chico...

—Y ese otro chico qué dice —recibo el primer informe del forense, lo ojeo mientras espero respuesta de Hillary.

—Que vino de turista. Mandó a pedir abogado para poder hablar.

—Me lleva... —detengo las palabras, la mirada de Aileen me hace callar.

Pero la verdad es que mis ganas son de romper todo a mi paso.

Paciencia.

Me susurra mi subconsciente, paciencia como la tendría papá.






Recibí llamada del alcalde.

Recibí llamada del forense.

No hay información en la base de datos de ese ADN encontrado en el labial del chico. Quién ahora sé, su nombre es Martín Gutiérrez, de nacionalidad Venezolana. Estudiante en Yale de Estados Unidos. Futuro prometedor, cerrado por una asesina desgraciada.

La puerta de la oficina se abre lentamente, levanto la mirada, veo el rostro de Aileen asomarse; me asombra un poco, porque ya son pasada las diez de la noche. Ella no tiene obligación de permanecer aquí hasta esta hora.

—¿Puedo pasar? —pregunta algo bajito.

Solo le hago señas de que sí.

—Se ve usted cansado Detective —dice sentándose en la silla frente a mí—, por qué no va a su casa y descansa.

No despego la mirada de ella por varios segundos. Se nota que se ha retocado el maquillaje, su cabello recogido le queda muy bien.

—Debo terminar el informe. El familiar del chico estará aquí a primera hora mañana.

La verdad es que mis ojos se cierran por completo solos. Por más cafeína que le doy a mi cuerpo, este me pide dormir por más de cuatro horas si es posible.

—Puedo ayudarle, si gusta.

—No, no. Cómo crees, este es mi trabajo, ni más faltaba.

—También es el de la agente Hillary ¿no?

Aunque el tono no fue diferente, si noté un poco de enojo en sus palabras.

—Me dijo que tenía un problema familiar, pero que estaría al tanto de todo.

—Ah comprendo, es que como no la vi, me pareció extraño, pues a ella le gusta estar al pendiente de todo. He notado que no le gusta que otros hagan su trabajo.

—Así es.

Después de media hora de escribir un poco el informe que daré al día siguiente, ambos salimos de la oficina. Solo están aquellos que les toca hacer guardia y quienes atienden las llamadas de urgencia.

Al salir noto algo, y es que no creo que ella tenga auto, se despide de mí con un "Buenas noches" y la veo detenerse a pedir un taxi.

—Si quieres puedo llevarte —me mira, con ese rostro tan lindo que tiene y niega.

—No creo que viva en la misma dirección, pero tranquilo, tomo un taxi y llego súper rápido.

—Para nada. No es hora de que una joven tan linda esté sola a estas horas de la noche.

Cuando termino de hablar noto un pequeño sonrojo en sus mejillas, devolviendo mis palabras noto en lo que he dicho, la palabra linda, sale a relucir y, entonces soy yo quién también se sonroja.

—Además —cambio de tema—, es una orden. Yo te llevo.

Voy camino a mi auto, le abro la puerta del copiloto, ella no se mueve por unos segundos, luego lo hace resignada.

—Solo porque me dio la orden eh.

Dice cuando estoy ajustando mi cinturón. El viaje a su casa no es incómodo, me comenta varias teorías que tiene, luego hablamos cosas triviales.

A decir verdad, todo mi cansancio se ha esfumado, Aileen ha servido mucho mejor que la cafeína para tenerme despierto.

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