03
De pequeño solía escuchar los cuentos de mi padre. Su peculiar modo de mencionar sus logros. Cómo atrapaba a alguien, lo que le había costado hacerlo, como el ladrón había hecho de todo por no ser atrapado.
Un excelente policía.
Eso era él.
Mi héroe.
—Señor, llegaron los resultados.
John entra en la oficina, me hace salir de mis recuerdos. Hoy no he ido a casa en todo el día.
—¿Su nombre? —Tengo un dolor de cabeza tan fuerte, que solo hablar me hace cerrar los ojos.
—Brandon González. —Me pasa la carpeta, se sienta en la silla frente a mí y me mira expectante—. Es de Colombia. Veintidós años.
Cierro mis ojos. No me gusta esto, ninguno de los chicos son de aquí exactamente, siempre vienen de otro país y sus padres no sabían de esos viajes. Quizás sea algún caso de trata de personas, no es secreto para nadie que los hombres también son víctimas de este tipo de delitos, caen en las garras de estos depredadores con ilusiones falsas sobre una vida mejor, con buen empleo y excelente ganancias. Trataré de manejar las cosas con mucho cuidado, sin descuidar nada.
Me levanto de la silla y rodeo la mesa, coloco el nombre encima de la foto de la víctima. Cinco, cinco chicos de casi la misma edad muertos por armas blancas.
No hay rastros de alguien a quien culpar, pero hay una probabilidad de que el homicida sea mujer, o alguna organización criminal.
Cosa rara, pero no descartable.
En el informe, el relato que dan sus padres es que no sabían de que sus hijos no estaban en la universidad donde se suponen estudien. No se encuentran accesorios, ni billetera, nada de pertenencias. Lo que hace más difícil dar con familiares o amigos de la víctima.
—Entonces no tenemos nada. Estamos en cero. ¿La agente Hillary? —Sigo de espaldas a Jhon.
—No lo sé señor. No ha llegado desde esta mañana que estuvo en la oficina del director.
Meto mis manos en los bolsillos de mis pantalones de vestir negros.
¿Quién eres, y porqué haces esto?
¿Por qué les haces esto?
Le pregunto a nadie en concreto.
—Ned, permiso. —Carl mete su cabeza por la puerta antes que su cuerpo. Lo miro de reojo.
—Pasa. —John se levanta y lo saluda.
Carl entra, le hace señas a una chica para que pase también.
¿Qué, otra del FBI?
La observo con detenimiento, su cabello es largo, mucho mas largo que el de Hillary; tiene ojos grandes y redondos de un color casi rojizo. Su piel es blanca como la nieve, sus pestañas gruesas y largas.
Es bonita.
Sus labios gruesos están pintados en un tono rojo no muy intenso. Lleva vestido de verano con flores rojas y hojas verdes.
¿Ya dije que es bonita? Sí, lo es.
—Hola —dice y sube su mano en forma de saludo. Le doy una sonrisa educada, paso la vista a John que he notado se ha quedado en shock por la chica.
No lo culpo, es que es como ver un ángel.
—Ned, yo sé que todo está muy revuelto pero necesito que me ayudes a la muchacha. Ella es Aileen Ghirardelli, estudiante de psiquiatría de la universidad Mayorca. Está haciendo su tesis sobre asesinos seriales y la facultad nos ha pedido encarecidamente ayudarla sobre ello.
—Entiendo. —En la ciudad, esta universidad es una de las mas valiosa, han salido grandes personas muy capacitadas, teniendo como referencias grandes empresas o entidades publicas como nosotros que siempre le damos el empujón a esas grandes mentes. Estrecho su mano, ella vuelve a sonreír—, pero sabes que estamos algo ocupados ahora y...
—No seré un estorbo oficial, le aseguro que seré de gran ayuda, me he especializado en pacientes con problemas mentales mas con psicópatas y este caso me ayudará mucho.
Cuando termina de hablar me pasa una carpeta rosa en un tono claro. La ojeo un poco, hay notas, escritos, buenas recomendaciones y excelente promedio.
La miro de nuevo, tiene una gran sonrisa en el rostro y me mira como si supiese mis pensamientos. Sus ojos brillan con una gran emoción.
—Será solo mientras termina su tesis —dice Carl de camino a la puerta—. Viene muy bien recomendada, te aseguro que no será un problema.
Antes de terminar de salir, la agente Hillary entra en la oficina. Su cabello está suelto, llega a sus caderas, liso por completo en un negro hipnotizante.
—Director Carl. —Le saluda y sus ojos por primera vez se fijan en la chica. La observa por unos segundos, luego a mí—. Buenas tardes Detective. ¿Algo nuevo por acá?
Pasa la vista por todos los que estamos aquí. Su semblante es serio e inquebrantable, como un muro de concreto difícil de traspasar.
—Tenemos identificado a la última víctima —menciona John con algo de pena.
—Y ella desde hoy estará con ustedes, es una estudiante, espero pueda servir de ayuda este caso para su estudio —le dice Carl terminando de salir por completo.
—Un placer agente, soy Aileen Ghirardelli —Se presenta Aileen con la misma sonrisa enorme que me ofreció a mí, le extiende su mano; Hillary duda unos segundos, luego se la toma.
—Entonces ya saben quién es el chico. —Se gira para quedar frente a mí, ignorando lo dicho por la chica. Por suerte su rostro no me intimida, ni siquiera su tono de voz.
—Así es. Chico colombiano. Misma edad del primero, sus padres no tenían ni idea de que su hijo estuviera en Partson.
Vuelve a mirar a Aileen, esta vez dudando de decir algo más en frente de ella.
—Esto es confidencial, no creo que...
—Ah no se preocupe, tengo permiso de estar aquí y de saber del tema —subrayó con mucha naturalidad.
—Así es, Carl ha dado la orden — digo para evitar confrontaciones.
—No me lo parece, esto es un asunto que está dando problemas, que tiene a todo el país en espera de resultados y si algo sale mal nos caerán encima.
Hillary se queja, el tono despectivo de su voz no pasa desapercibido. Aileen con la misma sonrisa de antes contesta como si de una clase escolar se tratara, mucha paciencia y sonrisas amables.
—Llevo estudiando los problemas mentales desde hace un buen tiempo y este es mi último año, creo tener ideas de como piensa la persona que está haciendo esto, considero que puedo hacer un buen trabajo. Denme la oportunidad. —Me ve a mí, sus ojos se abren un poco, sé que pide mi intervención—. La mujer que está haciendo esto, les envió un mensaje ¿no es así?
Vuelve su vista a ella, Hillary me mira y sé lo que pasa por su mente.
¿Cómo sabe que es una mujer, si no le hemos dado esa información a nadie; y de cuál mensaje habla?
—¿Mensaje? —Esta vez Hillary no guarda su tono de voz despectivo, como que si lo que esta chica está diciendo no tuviera importancia—. ¿Dé qué mensaje hablas?
Aileen hace una mueca de confusión con su boca y ceja. Cómo si fuera tonto hacer esa pregunta, y lo del mensaje fuera tan claro.
—De ese. —Señala la foto del tatuaje de Brandon.
Aquel donde la pequeña mano nos señala el dedo corazón. Ante esa perspectiva, se aclara mi mente.
El asesino se burla de nosotros.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro