Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 12

Ha pasado ya otra semana de lo sucedido y desde que no veía a Bakugo. Había estado analizando su entorno de forma paranoica pensando que el rubio podría aparecer de cualquier lado mediante un raro portal como la última vez que lo hizo desde su adolescencia.

Y todo por esas heridas. Sí, aunque no había signos de que haya sido lastimada en esos respectivos lugares, si sentía los dolores del mismo e incluso los médicos que la revisaron no sabían por qué estaba sucediendo eso ya que incluso se asemejan más a una herida interna. Angélica llevó su mano para masajear su muñeca que a ese punto dolía menos que la primera vez que llegó a su mundo mientras negaba ligeramente con la cabeza.

Por supuesto que Bakugo no aparecería nuevamente. Todo lo que vivió solo era producto de su mente y no significaba que fuera real; sino más bien que alguien puede tener un gran poder con su mente que si no controla también puede ser perjudicial y los dolores en su cuerpo luego de esa experiencia se lo confirmaban.

Estuvo pensando siquiera si debía regresar con el rubio e intentar nuevamente cambiar de realidad; es un hecho de que podría ser peligroso para su vida y aunque siempre supo de forma personal que los héroes pocas veces podían tener una vida personal tranquila, todo lo que vivió fue aterrador. Siendo lo peor de todo de que no podía contárselo a nadie.

¿Quién le iba a creer?..

Unos golpes secos la hicieron salir de su ensoñación para dirigir completamente su atención a la puerta de su alquiler que había sido tocada, al parecer, de forma reiterada. Parpadeó varias veces antes de volver en sí y se paró rápidamente para ir hasta el lugar y atender a quien sea que la estuviera llamando.

Antes, por supuesto, preguntó quien era antes de abrir. La paranoia era fuerte aún.

—¿Sí?

—Señorita, soy la encargada. Necesito hablar contigo de el alquiler —respondió la mujer que se encontraba esperando del otro lado de la puerta.

Angélica hizo una mueca de dolor silenciosa al recordar que no había pagado aún su mes de alquiler y por supuesto ahora personalmente la encargada venia hasta ella para hacer el cobro. Su atraso era de una semana, en concreto, la semana que estuvo internada en el hospital.

Abrió sin más tardía la puerta y ahí se veía a la mujer esperándola, mostraba una ligera sonrisa de cortesía a lo cual la morena también correspondió.

—Disculpa la tardanza, ¿es el pago, verdad? —preguntó la morena de forma nerviosa.

—Sí, pero también me enteré de lo que te pasó —respondió la mujer mayor—. Que raro que al parecer tan sana te hayas entrado así en coma de repente, pero espero que te encuentres mejor.

—Sí, lo estoy por suerte —devolvió la menor que buscaba en una cajita de su estante cercano un sobre con dinero mientras que la mujer contraria analizaba la casa de forma discreta. Pronto Angélica encontró el dinero correspondiente y se dirigió a la contraria para entregárselo—. Y siento haberme atrasado con el pago, sabes que no soy así.

—Sí, lo sé. Eres una de mis mejores pagadoras.

Una vez le dio el sobre, la mujer se puso a contar el dinero frente de Angélica que permanecía parada ahí con incomodidad. Ciertamente la mujer no era cercana a ella ya que solo se trataba de la encargada de su alquiler que venía a cobrar el dinero del mismo, tenían una buena relación, pero no le gustaba que cualquier extraño entrara a su hogar. Solo su novio y hermana habían estado allí sin que la morena se sintiera disgustada.

—Disculpa, pero falta la multa.

—¿Multa?

—Sí, ¿no leíste bien tu contrato? Decía que por cada día de atraso debes pagar una multa y tienes siete días de atraso —explicó la mujer—. Son 30 mil guaraníes más.

Angélica sonrió gélida mientras giraba sobre sus talones y volvía a buscar entre sus cosas más dinero para completar lo que le faltaba. Como nunca se había atrasado hasta el momento, no le hizo falta pagar esa cantidad de dinero extra. Sí, lo reconocía, sabía lo del contrato y por eso no discutió sobre el tema a pesar de que no tenía la culpa sobre ello, pero también la mujer solo hacía su trabajo y tampoco es dinero que la contraria esté dispuesta a pagar por ella.

—Aquí tiene —soltó la morena al encontrar finalmente el dinero faltante y entregárselo a la mujer quien sonrió complacida por lo fácil que era tratar con la morena. Mayormente las personas solían hacerle mucho drama cuando debía cobrarles la multa y era por eso que aquella fémina le agradaba más que el resto, no hacía acciones innecesarias y aceptaba cuando debía cumplir con sus responsabilidades—, disculpe las molestias —añadió apenada.

—No, ni te preocupes. Ojalá te sientas totalmente recuperada pronto y cuidate bien —respondió la mujer mientras se dirigía a la puerta y era seguida por la menor para guiarla—. Nos vemos el próximo mes.

Una vez dijo aquello la morena cerró la puerta después de despedirla y así se recostó contra la puerta dejándose caer un poco sobre ella. No le gustaba lidiar con las personas y aparentar ser sociable por cosas innecesarias, solía y seguía teniendo el pensamiento de que a veces era mejor un corto diálogo y luego hacer lo que se deba hacer sin rodeos.

Aunque bueno, desde que entró a su vida adulta y tuvo que trabajar a fuerzas desde temprana edad, luego de chocarse con muchos problemas debido a su personalidad, aprendió a fuerzas que debía tratar como si le importarán las demás personas o de lo contrario las mismas se ofendian. Aunque no hubieran hablado más de una vez o sin que tuvieran algun vínculo, debía fingir que le interesaban. Eso le cansaba mucho, pero era necesario.

Lo más doloroso después de decirte que modifiques tu apariencia, es que cambies tu personalidad. Porque eso no es algo que fácilmente puedes moldear, es algo dentro tuyo y cuando te lo dicen tan seguido llegas a sentir que hay algo realmente mal en ti. Es un sentimiento muy desagradable y Angélica ya no quería experimentarlo.

Le bastaba con poder ser ella misma con su hermana, con Egan y... bueno, Bakugo, por muy extraño que también le pueda parecer.

Pero nuevamente quiso sacarse esos pensamientos de su cabeza y debía centrarse ahora mismo en su realidad. Tenia que estar centrada en las cosas importantes de ahora; como que ya no tenía dinero y tampoco trabajo.

Sabia que sería muy fácil pedirle a Egan ese dinero y claro, él se lo daría con mil gustos. Pero a Angélica jamás le gustó del todo la idea de depender de alguna forma de un hombre, por muy bueno que sea Egan, sentía que si caía en ese punto de dependencia, algo de su poder o independencia se perdería con ello. Era una línea que en lo posible no quería cruzar.

—Bueno, toca buscar trabajo...

(...)

Lo difícil de su país a veces, era que es casi nula la oportunidad laboral para los jóvenes y personas universitarias. La mayoría de los lugares no querían aceptar a personas que no tenían una previa experiencia o mínima edad que superaba los 25 o más.

Ella ciertamente estudiaba en la universidad pero no el tiempo suficiente para ser aceptada en una empresa. Nuevamente venia en su mente la opción de pedir ayuda a su novio quien tiene varias empresas a su disposición, pero seguía resistiéndose. Llamen a eso estupidez o lo que fuera, pero esa era la situación.

Lo único que quedaba eran los negocios medianos o pequeños que a veces aceptaban a jóvenes o parecidos, pero el problema de esos... era que explotaban a sus trabajadores. Pero Angélica también era ingenua y de poca experiencia en el mundo laboral ya que nunca nadie se tomó el tiempo de explicarle como era el mundo.

Así fue como terminó trabajando en un local de comida de pollo frito desde hace otra semana, no era una gran empresa sino una que se encontraba cerca de su alquiler, que era pequeña. Nadie sabía que estaba allí tratando de ganar algo de dinero para tener ahorrado lo suficiente para pagar su próximo mes de alquiler.

Y era mejor así.

—Mierda, no se cura —expresó adolorida mientras veía los dedos de sus manos casi destrozadas.

Al estar en un lugar de comidas, estuvo expuesta a muchas cortaduras que le iban causando heridas cada vez más grandes en los dedos. Y los mismos no se podían curar ya que también debía lavar platos con agua hirviendo, vinagre y detergente que impedían la correcta cicatrización de ese daño.

Estaba muy estresada y preocupada. Ella no sabía nada de cocina y jamás le gustó nada relacionado a ello, pero era el único lugar donde la aceptaron en su momento y ya le faltaba poco para cobrar su pago semanal, que por supuesto era menos que el sueldo mínimo pero le servía.

Lo peor de todo es que a la par que trabaja allí también se metió en un lugar de venta de créditos de medio tiempo en la mañana para directamente pasar a la pollería a la tarde hasta la noche, por lo tanto que se imaginarán como se encuentra la morena para ese punto.

Había dejado de comer lo suficientemente bien por lo que perdió bastante peso, la idea de quedarse sin un sustento y no poder ayudar a su hermana menor con el dinero le calcomian la cabeza, sumado que no le iba bien en su segundo trabajo.

Porque sí, en esa pollería sus compañeras de trabajo la trataban mal. Al ser nueva e inexperta, sumado que no tenía casi habilidad para la cocina, la hacían de menos sin preocuparse de que ella pudiera escuchar por el pequeño lugar del local.

Eso hizo que su moral bajara muchísimo además de subir aquel sentimiento de inutilidad e impotencia.

Nuevamente se obligó a levantarse y ni siquiera se tomó el tiempo esta vez de responder a los mensajes que le dejaron ese día en el teléfono. Egan salió al exterior del país en ese tiempo pero no hubo ni un día en que no se comunicó con la morena para saber cómo estaba.

Ciertamente el chico estaba preocupado ya que la morena se sentía decaída, ella nunca le dijo nada al respecto pero lo sentía en ella. Quiso hacer video llamadas o siquiera una llamada para escuchar el sonido de su voz o ver como estaba pero la fémina siempre ponía alguna excusa. Quería estar más presente con ella pero no debía olvidar también sus responsabilidades y además estaba en un viaje de negocios importantes. Egan se arrepintió de no llevarse a su novia con él, por más de que se hubiera aburrido allí, de igualmente la pudo tener cerca en un hotel lujoso donde esté totalmente cómoda y en donde pueda asegurarse de que esté bien. Igualmente tenía claro que cuando llegara nuevamente, se aseguraría de no dejarla sola de nuevo y de cubrir cualquier necesidad que tuviera, pronto llegaría nuevamente al país.

Angélica ese día no tenía turno en su trabajo de medio turno, pero si debía cumplir el de las tardes por lo que se levantó a la hora justa y fue directamente al baño para darse una ducha y prepararse. Pasó rápidamente sin mirar nada, especialmente hacia el espejo porque sabía que no le gustaría lo que vería allí y prefería evitar el mal sabor de boca.

Una vez estuvo lista, salió con sus cosas camino a su trabajo. Obviamente saltándose otra comida. Sabia que estaba pálida, más delgada, seguramente con unas ojeras terribles y ni siquiera quería mirar seguido sus maltratadas manos que hasta podrían llegar a pensarse que en uno de sus dedos casi hasta se ve el hueso de lo herido que estaban.

Un fuerte nudo se formaba en su cuello a medida que avanzaba y era como su mirada se fuera acabando a medida que daba un paso hacia adelante.

Estaba exhausta. No se sintió así desde que pasó lo de sus padres. Uno de sus momentos más bajos.

—¿Señora, ustedes es Angélica Pianderi?

La muchacha giró su cabeza ligeramente hacia la voz masculina que la llamó y se sorprendió ligeramente al ver que se trataba de un oficial de policía.

—Eh... sí, ¿por qué?

Este fue acercándose a ella junto a su compañero cuando esta le confirmó su identidad y por algún motivo eso no le gustó mucho a la menor.

—Tendrás que acompañarnos, tienes una orden de arresto por maltrato intrafamiliar.

—¿¡Qué!? —exclamó la chica sin poder creer lo que escuchaba— pero como, ¿qué? ¿A quién?

—Tú madre hizo la denuncia —explicó uno de los oficiales que la veían duramente—, ¿te gusta golpear a tu mamá?

—Siguenos de forma pacífica —añadió el otro oficial con indiferencia.

—¿Qué yo qué? ¡Ni siquiera he tenido contacto con ella en años! —respondió retrocediendo cuando uno de los oficiales extendió la mano hacia ella— ¡Ella es la que ejerció maltrato contra mí! ¡Solo no la demandé porque mis tíos me lo pidieron!

Los ojos de la morena se llenaron de lágrimas por la impotencia y debido a tanto cansancio mental, no pudo contener sus reacciones y se negó en rotundo a seguir a los oficiales. Ella no era culpable de nada, jamás en su vida pensó ni tocó de mala manera a su madre, inclusive nunca le habló mal a pesar de que solía recibir insultos y menosprecios de ella.

Esto era un claro ejemplo de que quería perjudicarla con las tantas denuncias falsas que había hecho anteriormente, pero esta era la primera vez que procedían sobre ella y fue en un mal momento.

Por la apariencia y los forma que vestía tan demacrada, los oficiales pensaron que se trataba de una mujer de mala vida, ya que usaba ropas viejas y algo sucias que pretendía usar para su trabajo el cual trabajaba con pollos, por lo que tuvieron bastante indiferencia a su estado emocional y el trato hacia ella fue duro.

Por lo que terminaron esposandola y llevándola a la fuerza a la comisaría.

Pronto llegaron a la comisaría en donde Angélica ya se encontraba en un estado más deplorable que el de antes. Su rostro lleno de lágrimas dolidas de lo que le estaba pasando. Le dolían demasiado las muñecas que estaban presionadas por las esposas, era una sensación horrible el volver a sentir que te tienen atada de manos sin que puedas hacer ni una sola cosa para defenderte.

—Soy la novia de Egan Geradt, sueltenme, ahora —dijo entre sollozos rencorosos pero lastimeros.

—¿Tú? ¿Pareja de Egan Geradt? —expresó el policía que estaba a cargo de la comisaría—. Sí y yo soy el hijo ilegítimo del presidente. Encima de maltratadora, también drogadicta.

La morena se mordió el labio inferior con rabia y una gran humillación que nuevamente se tuvo que tragar a fuerzas. Ya no sabia que iba a hacer a ese punto.

—Bueno, ahora...

—Tengo el derecho de llamar a alguien para hacerle saber que estoy en estas condiciones.

—¿Y quien te crees vos para exigir cosas acá?

—Me creo lo que me crea para exigir uno de mis derecho de la constitución nacional —contestó la mujer enrabiada, sus ojos estaban rojos de tanto llorar y tenía una mirada afilada gracias a todo el sentimiento de enojo que se guardaba en su interior.

El hombre bufó descontento ante el pedido de la chica, pero de mala gana agarraron un celular y el tipo esperó a que la chica le dictara el número.

—¿No me vas a sacar las estúpidas esposas para llamar yo? —reprochó la fémina con exasperación.

—Tienes suerte de que te permita hacer la llamada y no te encierre directamente en el calabozo —respondió él—. Ahora aprovecha y dímelo antes de que me arrepienta.

Al escuchar la palabra "calabozo" Angélica comenzó a recordar cosas que había preferido olvidar con respecto a su realidad deseada e inevitablemente su cuerpo comenzó a temblar.

(...)

El joven de cabellos rubios se dejó caer de lleno en el sillón de su oficina, fue duro todo el viaje que tuvo que hacer. Especialmente porque tampoco tuvo la oportunidad de dormir bien gracias a haberse apurado para llegar lo más rápido posible al país.

Pero sus ganas de ver a la morena fueron lo suficientemente fuertes al sentirse satisfecho de volver dos días antes de lo esperado. Solo debía encargarse de unas pequeñas cosas más y luego correría en dirección a la chica para finalmente sacarse ese peso de encima.

Pronto su celular comenzó a sonar de repente notando que al revisarlo, se trataba de un número extraño. Eso era raro, ya que casi nadie tenía su número telefónico y de esos casos, sobre gente que no conocía, era su asistente la encargada de atender esos asuntos. Pero al parecerle tan extraño, fue que respondió.

—Hola, ¿sí? ¿Con quién hablo?

—Egan... por favor, ayúdame...

Los ojos verdes del muchacho se abrieron par a par cuando escuchó esa voz que reconoció a los segundos, haciéndole casi saltar de su asiento.

—¿Angélica? ¿Qué pasó? —preguntó preocupado.

—Mi mamá hizo otra denuncia falsa y esta vez me arrestaron, les hablé de ti pero no me creen —expresó a la par que su voz se iba quebrando.

—¿¡En que comisaría estás!?

—Estoy en la comisaria 27 de Asunción —contestó aún entre sollozos.

—Pásame con el oficial de inmediato, dile que hable conmigo.

—No me-

La llamada se había cortado justo en ese momento y por un segundo Egan se había quedado congelado, pero no era de shock o que no supiera que hacer, sino era por el sentimiento de ira interna que se iba desbordando en su cuerpo de forma incontrolable.

Ni siquiera notó cuando su asistente entró para hablarle hasta que escuchó su voz.

—Señor, ¿necesita algo?

—Trae mi auto, ahora —expresó gélido mientras se iba levantando con su mirada estupefacta y ojos que no tenían brillo alguno—. Hazlo rápido.

No tardo ni más de cinco minutos cuando llegó a la dichosa comisaría, llevándose todas las miradas debido al auto lujoso con el que se bajó y la ropa extravagantemente cara con la que vestía, dándole un aire imponente con aquel saco negro y largo que lo cubría.

Entró a paso veloz hasta el lugar a medida que lo iban reconociendo.

—¿Egan G.. Geradt? —soltó el comisario a cargo mientras veía impactado al hombre que se iba dirigiendo hacia él a paso apresurado mientras que su asistente lo iba siguiendo como podía.

—¿Será cierto lo que dijo la chica? —preguntó apresurado y nervioso el otro oficial que había traído a la morena.

—Rápido, andá a prepararle si es que es por ella para traerle acá. Háblale rápido —ordenó el hombre mayor a cargo para que su agente fuera rápidamente hacia el calabozo en donde depositaron a la fémina.

Pronto Egan ya estaba frente a su oficina y el hombre trataba de formular una débil sonrisa en su rostro al no saber como reaccionar.

—¿Por qué tenemos el gusto de tenerlo acá, señor Geradt? —expresó nervioso—. Vi que el va bien con los negocios, felicitaciones.

—Angélica Pianderi —nombró este haciendo que casi se le cierre la garganta al contrario ante la dura mirada del rubio—, ¿está en este mierdero de lugar mí novia?

El hombre mayor miró por todos lados sin saber que decir o hacer al respecto, hasta se podría decir que de repente comenzó a sudar frío. Quería hablar pero las palabras o salían entre cortadas o simplemente no salían. Quería que su agente llegara con la chica cuanto antes para intentar explicar que todo fue un mal entendido.

—S-Señor...

—La quiero aquí, ahora.

Pronto se escucharon pasos apresurado en el pasillo y los dos junto a la asistente que se mantenía atrás miraron en ese dirección de donde la morena llegó corriendo para aferrarse con fuerza al rubio que la sostuvo sin dudarlo. Ella lo abrazaba con fuerza con su cuerpo frío, no pudo verle bien la cara ya que ella se escondía en su pecho mientras lloraba sin control. Estaba temblando.

Egan la rodeó con sus brazos y pero pronto la subió con él, cargandola con cuidado para que ya no tuviera que hacer nada más. Él se iba a encargar de todo a partir de ahora, eso estaba claro.

—Señor, mis más sinceras disculpas. Nosotros no sabíamos que era su novia —explicó el oficial mayor—, si hubiéramos sabido ni siquiera la hubiéramos traído en este lugar. Solo hacíamos nuestro trabajo.

El comisario intentó acercarse al rubio de forma amistosa, el chico quien miraba hacia su novia que seguía afectada por la situación, pronto alzó la mirada hacia arriba, sin dirigirse al oficial que se mantenía a un costado de él. La mirada del rubio era indiferente y soberbia, su mentón se encontraba tenso y sus ojos verdosos afilados.

—Tienes tres segundos para desaparecer de mi vista —avisó el rubio quien luego miró de reojo al hombre—, ya pasaron dos.

El mayor abrió sus ojos con pánico y se dio la vuelta para ir a cualquier otro lado como una reacción inconsciente. El rubio quien giró sobre sus talones no sin antes darle unas indicaciones a su asistente antes de irse.

—Asegurate de que todos aquí, tengan por arruinada sus vidas una vez que ponga un pie fuera de este lugar.

Dicho eso, se retiró junto a Angélica en sus brazos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro