11
Habían pasado días en los que Tzuyu estuvo demasiado ocupada entrenando, era la semana previa a la batalla así que debían estar muy bien preparados, razón por la que la taiwanesa no había podido convivir mucho con Sana, pues incluso en las noches ella estaba demasiado agotada para quedarse con la japonesa, y Sana lo entendía, Zheng necesitaba descansar.
Además, manteniendo distancia estaba segura de que Zheng la extrañaría y posiblemente lograría eso que tanto quería hacer con él.
Así que simplemente continuaría como si nada con sus labores hasta el día libre que tendrían los reclutados.
Y al parecer había funcionado, pues Tzuyu ni siquiera esperó a que amaneciera para ir hasta la cabaña de Sana y despertarla en plena madrugada cuando los reclutados recién estaban acabando su entrenamiento.
—Sana— Tzuyu susurró para no despertar a las demás —Ey, Sana— Volvió a insistir hasta que la japonesa comenzó a abrir los ojos.
—Zheng? Qué haces aquí?— Preguntó Sana tallándose los ojos.
—Quería platicar un poco contigo, vamos a mi cabaña?— La menor preguntó con emoción, pues tenía tantas ganas de volver a pasar tiempo con ella.
Y la japonesa se levantó enseguida al escuchar aquella invitación.
—Pero no quiero platicar— Sana respondió borrando al instante la sonrisa de Tzuyu.
—Estás molesta porque no pude estar contigo esta semana?— Preguntó Tzuyu siguiendo a Sana, quien había comenzado a caminar hacia afuera de su cabaña.
—No, más bien quiero hacer otra cosa contigo— Se detuvo para voltearse frente a ella y poder abrazarla por los hombros.
—No me abraces, estoy sudado— Intentó alejarse la menor para no ensuciar a Sana con sudor y tierra que había conseguido gracias al entrenamiento.
—No me importa— Respondió la mayor antes de dejar un beso sobre los labios de Tzuyu y correr con dirección a la cabaña de esta última.
Entonces Tzuyu fue tras ella y al entrar recibió un hambriento beso por parte de la mayor.
Pero se separó en seguida, pues ella si estaba incómoda a causa de lo sucia que se sentía por el entrenamiento.
—Déjame ducharme primero, te prometo que no voy a tardar— La menor pidió antes de comenzar a buscar ropa limpia entre sus cosas.
—Te acompaño?— Preguntó Sana con falsa inocencia en su tono.
—No, el baño es demasiado pequeño— Tzuyu intentó poner cualquier excusa.
—Mejor, estaremos aún más juntos— Insistió la mayor sin rastro alguno de vergüenza.
—Solo espérame, ya dije que no tardaré— La menor volvió a negar con una pequeña risita.
Y Sana simplemente suspiró sentándose en el colchón de la cabaña mientras veía a la otra salir con su ropa limpia y una venda en las manos, entonces se preocupó al creer que Zheng se había lesionado entrenando, ya que ella no sabía el verdadero uso que Tzuyu le daba a esas vendas.
Sin embargo, era de esperarse que algo así ocurriera luego de una semana de arduo entrenamiento, así que simplemente trató de tranquilizarse y no ser tan sobreprotectora con él, pues confiaba en que Zheng era lo suficientemente responsable con su cuerpo.
Entonces dejó sus preocupaciones de lado cuando lo vió regresar y sonrió para finalmente ir a darle ese abrazo que tanto quería.
Y Tzuyu rió ante lo tierna que era Sana mientras le devolvía el abrazo y le acariciaba el cabello.
—Te extrañé tanto esta semana— Sana rompió el silencio mirando a los ojos de la otra.
—Ya estoy aquí, bonita— Tzuyu respondió sonriendo mientras Sana subía las manos para acariciar sus mejillas.
Entonces Tzuyu cerró los ojos para disfrutar de sus caricias y sintió un suave beso ser depositado en sus labios, automáticamente correspondió y Sana comenzó a guiarla hasta el colchón en donde la obligó a sentarse sintiendo a la contraria tomar lugar a horcajadas sobre sus piernas.
Así que sujetó la cintura de Sana como acto de reflejo mientras el beso lentamente iba subiendo de intensidad.
El ambiente se estaba tornando demasiado caliente para ambas y Tzuyu estaba perdiendo la cabeza al tener a Sana sobre ella con una bata demasiado corta que usualmente la mayor usaba para dormir.
Entonces no pudo evitar bajar sus manos a los muslos de Sana y comenzar a masajearlos mientras las subía lentamente hasta perderlas bajo su ropa.
Ambas sabían que esto se estaba saliendo de control cuando Tzuyu apretó el trasero de Sana por debajo de su ropa interior y esta no pudo evitar retener un gemido.
Entonces comenzó a frotarse sobre Tzuyu mientras esta última bajaba sus besos al cuello de Sana cuando de repente sintió un fuerte empujón por parte de la mayor que la hizo aterrizar de espaldas sobre su colchón.
Y sin previo aviso Sana se deshizo de su bata de dormir dejando a la vista de Tzuyu sus firmes pechos y sus bragas color blaco que a causa de la humedad en su entrepierna se habían vuelto transparentes.
Pero por mucho que Tzuyu se sorprendió ella no supo como reaccionar y simplemente se quedó completamente quieta hasta que la mayor tomó las manos de Tzuyu y las puso sobre sus pechos.
Automáticamente Tzuyu pareció perder toda la timidez y pasó sus pulgares por los pezones endurecidos de su amiga antes de apretarlos a su antojo y tirar de ellos mientras la contraria no paraba de gemir por lo bien que se sentían las caricias de Tzuyu en su cuerpo.
La taiwanesa jamás imaginó lo delicioso que se podría llegar a ver y sentir un cuerpo femenino sobre el suyo, simplemente era maravilloso poder tener a Sana a su merced que no pudo evitar acercar su boca a los pechos de la mayor y comenzar a chuparlos como si su vida dependiera de ello.
Dejó tantas marcas y saliva sobre ellos mientras la contraria no paraba de gemir y rasguñar sus brazos al mismo tiempo que frotaba su intimidad contra el abdomen de Tzuyu dejando una mancha de humedad en la camisa de esta, quien de momento se dió vuelta para dejar a Sana contra el colchón y volvió a subir sus besos al cuello de la japonesa para marcarlo al igual que lo había hecho con sus senos.
Entonces Sana trató de deshacerse de la camisa de Tzuyu fracasando en el intento, pues esta había apartado sus manos de ahí y continuó dejando besos ahora por la mandíbula de la mayor.
Pero se detuvo abruptamente cuando sintió a Sana intentar bajar su pantalón y automáticamente se separó de ella.
—Tranquilo, solo quiero hacerte sentir bien— Sana aclaró con las pupilas dilatadas por lo excitada que estaba.
—Será mejor que nos detengamos— Tzuyu trató de alejarse, pero las piernas de Sana sujetaron su cintura impidiéndolo.
—Por qué?— Preguntó Sana intentando mirar a sus ojos.
Pero Tzuyu no podía hacerlo, ella sentía que se estaba aprovechando de Sana al hacerla creer una completa mentira.
—No puedo hacerlo Sana, no puedo aprovecharme de esta manera.
—No te estás aprovechando, yo también quiero— Ella trató de hacerle entender, pero Tzuyu seguía sin mirarla a los ojos.
—Esque... No puedo— La menor soltó con notable vergüenza —No soy lo que tú te imaginas, soy... Diferente a todos ellos— Habló totalmente arrepentida.
—No importa tu tamaño— Sana habló con una cálida sonrisa llamando la atención de Tzuyu.
—Qué?— Preguntó la menor sin entender.
—Que no me importa que la tengas chiquita, me gustas y eso es más que suficiente— Sana le aclaró acariciando sus brazos.
—Oye, no la tengo chiquita!— Tzuyu se indignó ante eso.
—Shh, no grites o nos escucharán— Sana le tapó la boca con ambas manos.
—Pero no la tengo chiquita— Tzuyu insistió indignada quitándose las manos de Sana de la boca.
—Entonces por qué te avergüenzas?— Sana preguntó confundida y Tzuyu cayó en cuenta de que de todas formas no tenía miembro.
—Ah, bueno... Es solo que no estoy listo, los siento— Respondió con notable tristeza en el rostro.
Y Sana finalmente soltó su cintura, tampoco iba a obligarlo si no se sentía seguro, así que tomó su ropa y se levantó del colchón aún con el corazón latiendo a mil.
—Quieres que me vaya?— Sana preguntó después de colocar su bata de nuevo.
—No es necesario— Respondió Tzuyu aún sin salir de su trance de arrepentimiento mientras se acostaba de lado en su cama.
Sin embargo, ella no quería que Sana se fuera.
Y por suerte la mayor volvió a acostarse a su lado y abrazó su cintura pegando su frente a la espalda de Tzuyu hasta que ambas cayeron dormidas con una sonrisa en sus rostros.
Porque Sana estaba segura de que Zheng en verdad la quería, ya que a pesar de no haber intimado con él, este le permitió quedarse y pasar la noche juntos sin volver el ambiente incómodo, simplemente fundidos en un cálido abrazo.
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