Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

Dedicado a sabjimin

La semana había pasado sumamente rápido para Sabrina. Ya era hora de abordar el avión destino a Atlanta.

—Toma. No olvides masticar estas mentas cuando te entren los nervios.Y no pienses en nada, ¿ok? —le recordó su amiga entregándole una cajita de chicles.

—Está bien. Gracias por la preocupación.—dicho esto la abrazó y ambas se pusieron algo sentimentales.

—Ya para. No es como si te fueras a morir. Solo expandirá tus horizontes y te irá bien. Me aseguraré de visitarte en mis vacaciones. No es tan lejos. — secó las lágrimas de la trigueña y ambas sonrieron.

—Pasajeros de la Areolínea Delta  con número de vuelo 2-8-0 con destino Atlanta. Este es el primer llamado de abordaje. —los altavoces del lugar indicaron a Sabrina que ya era hora de partir.

—Bueno. Nos vemos pronto. Solo es un montón de agua separándonos, casi nada. —comentó Sabrina con sarcasmo provocando risas por parte de su contraria.

—Distancia que es cortada tan solo con activar los datos o la Wi-Fi en tu teléfono. No seas paranoica y acaba de irte. —Mochu rodó los ojos ante el drama de su amiga y empujó su espalda para que caminara hacia la zona de abordaje de una vez por todas.

Luego de todo el proceso de abordaje, Sabrina finalmente se encontraba acomodándose en su asiento junto a la ventana para tener una bonita vista y tomar fotos de las nubes.
En unas horas Sabrina debería estar arribando al aeropuerto internacional Hartsfield Jackson en Atlanta.

///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\

Luego de agotadoras horas de viaje la trigueña ya estaba en Atlanta. Lo siguiente sería tomar un taxi y dirigirse a su alojamiento. Las ofertas de hospedaje se las había ofrecido la editorial, la peli-negra había escogido el lugar por su buena ubicación, cerca del centro de la ciudad y próximo a la editorial donde comenzaría a trabajar en unos días.

—Buenos días señorita. ¿Hacia dónde se dirige?—le preguntó el taxista en un fluido inglés.

Sabrina sacó su celular para dictarle la dirección ya que no la recordaba muy bien.

—Midtown ATL Manor, ese que queda en el corazón de Atlantic Station. 30318 Atlanta.—le costaba hablar en inglés aún, pero sabía que debía aprender más si quería sobrevivir allá en Estados Unidos.

—De acuerdo señorita.—sonrió afable y la ayudó a poner las maletas en el maletero del carro.

Luego de guardar sus pertenencias, Sabrina abrió la puerta del asiento trasero y se acomodó allí. Lo único que quería era llegar y descansar unas largas horas sin interrupción.

—Disculpe señor. ¿Es muy largo el recorrido de aquí a allá? —indagó.

—Este es el aeropuerto más cercano a Midtown, son solo 20 km hacia allá.—contestó.

—Bueno. Al menos puedo dormir unos pocos minutos. —sonrió satisfecha y colocó una almohada para el cuello, la misma que había usado en el avión, y cerró los ojos.

—Puede estar tranquila. Yo le aviso cuando lleguemos. Todo está en dependencia del tráfico. Espero tenga un recorrido agradable. Bienvenida a la ciudad.—encendió el motor del auto y salió del aparcamiento para introducirse en la larga carretera.

—Gracias.—respondió la chica con los ojos cerrados y colocó los audífonos en sus oídos  con la canción “Sober” de Demi Lovato sonando en ellos. No tardaría más de 10 minutos en llegar, pero ella aprovecharía cada minuto para descansar aunque sea la vista.

///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\

Una vez hubo bajado el quipaje del auto y pagado la tarifa se dispuso a entrar para hacer el registro de entrada al hospedaje.

Cuando estuvo dentro mostró en la recepción su documento de identidad.

—¿Debo entregar mi visa también?—cuestionó Sabrina.

La joven tecleó en el ordenador para encontrar el nombre de Sabrina.

—No es necesario. Su alojamiento ya ha sido reservado y pagado con antelación. Sígame. Le indicaré dónde es.—la amistosa rubia de la recepción le mostró el sitio donde pasaría unos meses. Ella imaginó llegar y albergarse en la habitación de un hostal donde hubieran muchas personas y tener noches malas por las molestias de las habitaciones colindantes, pero esto era realmente otra cosa. Las casas tenían entrada independiente, parecían muy humildes desde afuera pero en el interior eran realmente modernas y hermosas.

  ///\\\ ///\\\ ///\\\ ////\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\

—Uff!! ¡Al fin nos encontramos preciosa cama! ¡Estaba loca por conocerte! —soltó todo el aire contenido al arrojarse de espaldas a la cama.

—Este lugar es muy bonito. ¡Vaya que los de la editorial sí que saben de estas cosas! —exclamó al levantarse para recorrer la habitación.

Contaba con un baño espacioso con un inmenso tocador de mármol, también tenía una ducha y una bañera. Podía tomar allí los baños de espuma que quisiera en noches estresantes y sin ideas para escribir, mientras toma café y lee un libro.

La habitación era igual de reconfortante y amplia. Las paredes estaban pintadas de un color beige muy bonito.
Un abanico de techo colgaba del mismo dándole un aspecto colonial. Una cama matrimonial se encontraba en el centro de la habitación justo al lado de una ventana que brindaba una bonita vista del vecindario. Poseía además, una puerta que daba al balcón, desde ahí podía verse la zona de barbacoa y la piscina. En una de las esquinas estaba ubicada una cómoda butaca en la que se imaginaba las noches leyendo o quizás hablando con Adriana, o como solía decirle todo el tiempo, Mochu.

No bajaría a la cocina a explorar por el momento porque estaba muy cansada para ello. Ya mañana sería otro día.

Tomó una ducha rápida y se acostó a dormir sin desempacar las maletas aún.

///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\

—Adiós Sabri. Ya tengo una nueva familia y podré tener hermanitos. ¡Te voy a extrañar mucho! —la niña pelirroja con abundantes pecas en la cara la abrazó con júbilo y la pequeña Sabrina se sentía algo envidiosa, a la par que triste porque perdería la única amistad que había logrado hacer. Al fin su amiga fue adoptada; pero Sabri, ella aún permanecía ahí, nadie se fijaba en una niña así. La mayoría de las familias que iban en busca de adoptar una criatura escogían a los niños más alegres y cariñosos.
La niña de cabellos negros con varios rulos era más retraída y prefería estar sola escondida en el armario de su habitación escribiendo versiones de terror de las historias de princesas de Disney o cualquier otra cosa que no fuera salir al patio a jugar con el resto de niños y ver a las monjas abusivas con sus sonrisas falsas colgando de sus rostros. Sabrina no conocía a sus padres, desde bebé fue criada por las mismas, pero esto era peor que no tener padres. Esas mujeres que deberían ser la representación de Dios, eran la reencarnación del diablo en persona.

—Buena suerte Mochu. Espero vernos de grandes.—le sonrió apenas, con las mejillas rosadas y los ojos cristalizados. No iba a llorar, tenía que ser fuerte.

—Ten por seguro que nos encontraremos.—hizo una pausa para buscar algo que pudiera dejarle de recuerdo a su amiga hasta que miró su muñeca.

—¡Oh! Toma este brazalete, así te reconoceré cuando nos encontremos.—la pelirroja de voz añiñada le colocó su brazalete favorito del cual colgaban pequeñas figuritas con formas de racimos de uvas y arándanos. Acto seguido se dispuso a  acariciar con su manito los rizos sedosos de Sabrina para intentar tranquilizarla. No le gustaba verla triste.

La trigueña le dedicó esta vez una sonrisa sincera porque en el fondo también se alegraba que Mochu encontrara la felicidad y saliera de ese complejo eclesiástico que no era más que el limbo.

La de cabellos ensortijados corrió hacia el poyo de su ventana y poniéndose de puntillitas tomó la pequeña maseta que reposaba sobre este.

—Aquí tienes mi cactus. Cuídalo bien. Él te protegerá por mí, te transmitirá paz cuando tengas miedo y te dará la fortaleza interna que necesitas en tiempos de prueba.—la niña de 7 años que era una polilla de libros sabía de muchas cosas y le interesaban asuntos que a los niños de su edad no. Sabri era una niña especial, una pequeña curiosa y ávida de conocimiento a la que nadie le prestaba la necesaria atención.

—Awwwwn. Mi pastelito de arroz. ¡¡Eres tan tierna!!—hizo puchero su contraria y besó su mejilla varias veces.

—Yah~—protestaba la peli negra por el exceso de cariño. Ella no estaba muy adaptada a esas demostraciones.

—Gracias. Lo cuidaré con mi vida.—la curva de sus labios hacia arriba demostraba lo alegre que estaba de tener una amiga como Sabrina. La extrañaría muchísimo, ojalá y pudieran irse a vivir juntas a la misma casa algún día.

—¡Vamos pequeñas sanguijuelas que no tenemos todo el día!—el irrumpir abrupto de una de una mujer de vestidos negros y blancos perteneciente al personal del orfanato, las hizo sobresaltarse.

—¡Tú! ¡Mocosa! ¡Acaba de recoger tus cosas que allá abajo te espera tu nueva familia! Espero esta vez te portes bien porque si te regresan no responderé de mí. Sabes a lo que me refiero,¿no?—Y esa amenaza era totalmente cierta. Desgraciadamente las dos chicas que no tenían culpa de nada debían vivir el infierno en la Tierra.

—Mochu.—Sabrina estiró su mano para sostener la de su amiga. Quería tenerla un poco más.

—¡¡Sabrina!!—la pelirroja intentaba alcanzarla para darle un último abrazo pero la madre superiora, que era aquella fémina no se los permitió.

—¡Ya déjense de sentimentalismos baratos! Este mundo es más cruel de lo que se imaginan. Los sentimientos flojos y la empatía no les llevará a ningún lado porque aquí existe algo llamado la regla del más fuerte. Esta mugrosa se olvidará de ti Sabrina nada más salga por las puertas de este establecimiento y tú seguirás aquí posiblemente hasta la posteridad — le dedicó una mirada filosa seguida por una sonrisa cínica y agarró con brusquedad la mano de Mochu y la haló hacia afuera mientras esta gritaba el nombre de la peli-negra y viceversa.

Sabrina, que había prometido no llorar frente a nadie más y ser fuerte, ahora estaba inevitablemente siendo afectada por aquellas palabras que aguijoneaban su frágil y joven corazón.

—¡MOCHU!— Sabrina se había despertado hiperventilando y con la frecuencia cardíaca a un ritmo desorbitante.

Sus ojos se adaptaban a su actual realidad mientras su pecho subía y bajaba repetidas veces, sus pómulos estaban húmedos por aquel fatídico sueño que no formaba más que, una parte de su infancia.

—Tranquila Sabrina. Estás bien. Ya lograste salir de allí y ahora tienes una vida alegre. No te dejes ofuscar por situaciones que ya están en el pasado. Enfócate ahora en lo que es bueno para ti.—se repetía una y otra vez entre respiraciones pausadas y profundas para regular el martilleo incesante tras sus costillas.

Su celular comenzó a sonar desviándola de sus pensamientos y el nombre en la pantalla la alegró mucho.

—¡Adriana!—contestó aún algo agitada.

—¡Vaya cuanto entusiasmo!—indicó con sorna.—No puedes vivir sin mí, lo sé. —se mofó.

—¿Hablo con el alter ego de Adriana?—expresó con sarcasmo y rodó los ojos con una diminuta sonrisa plasmada en sus labios.

—Sí. Hola. Mucho gusto. Me presento: Soy Mochu. Adriana me ha hablado mucho de ti, no puedes vivir sin ella definitivamente, pero déjame decirte que no la verás más porque me encargaré de desparecer su identidad y reinaré yo así que vete adaptando. —su amiga le siguió la corriente.

—Ya para. No es divertido jugar con temas psicológicos graves.—dijo reprimiendo una carcajada por el tono de voz de su amiga ya que hacía todo lo posible por sonar temerosa.

—Tú fuiste la que empezó.—chilló su amiga del otro lado de la línea.

—¡Ay, ya! Como sea.—bufó Sabrina y se levantó de la cama para ir sacando la ropa que usaría en la mañana, debía ir a desayunar algo a cualquier cafetería cercana y más tarde hacer compras porque de seguro la despensa estaba vacía.

—¿Cómo fue el vuelo y la llegada? —cuestionó en esta ocasión con más seriedad.

—Todo bien. No me puedo quejar. Gracias al truquito, de engañar al cerebro masticando chicle para no tener miedo, que me enseñaste pues estuve más calmada. Que bueno que eres psicóloga jajajaj.—suspiró Sabrina.

—No hay que ser psicóloga para saber que cuando comemos el cerebro lo toma como señal de que estamos seguros y no hay peligro. Es un mecanismo del mismo—argumentó.

—Tsh! Presumida.—gruñó la trigueña causando la risa de su amiga

—Mochu. Te tengo que dejar. Mi estómago se acaba de acordar que quiere comer porque mi cerebro se lo acaba de ordenar.—indicó Sabrina.

—Jjajajaja. Tonta. Hablamos luego. Te quiero. Besos.—

—Yo también te quiero tonta mayor.—se despidieron entre risas.

—Bien. Hora de complacer a mi amiguito.—bajó la vista y dio leves palmaditas con su mano derecha sobre su estómago.

///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\

Cuando ya estuvo lista tomó su bolso y su celular. En lo que bajaba las escaleras buscaba en Internet sitios donde tomar un buen café y acompañarlo con un sandwich o un dulce.

—Aquí está. Este es el perfecto.—marcó sobre la casilla que decía “Momo's Café” y buscó la locación.

—Bueno. Al menos puedo ir caminando.—sonrió y cerró la puerta.

///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\ ///\\\

—WOW! ¡Este lugar es simplemente maravilloso! Como diría una española nativa: ¡Está de puta madre! Jajaja —exclamó de tan solo ver el cartel rosa neón en la fachada del acogedor sitio.

Empujó la puerta de vidrio del local y el frescor del aire acondicionado alivianó el calor de su cuerpo. El olor a café fusionado con el de los dulces inundó enseguida sus fosas nasales provocándole una plácida sensación de bienestar.

—Mmm... Huele como el paraíso. —cerró los ojos disfrutando del aroma, pero no midió que alguien venía caminando cuando extendió los brazos.

Un sonido agudo como de metales impactando contra el suelo la hicieron reaccionar.

—¡Diablos!—pegó un gritito y enseguida se agachó para ayudar al chico de pelo rosa que recogía los utensilios del suelo junto a café derramado y dulces que ya no eran para nada comestibles.

—¡Dios mío! ¡De verdad lo siento mucho! ¿Estás bien? ¿No te has quemado?—preguntó de forma tan acelerada que solo logró que las palabras le salieran atropelladas. Normalmente cuando se preocupaba mucho o estaba realmente avergonzada por algo no podía controlar muy bien las pausas que se  requerían para hablar de manera que otros pudieran entenderle.

—No se preocupe señorita. Estoy bien.—intentó calmarla.

—No. No es así. Yo causé esto.—la vergüenza de que todos tuvieran centrada su atención en ella y la culpa de haberle causado algún daño al muchacho la carcomían.

—Tranquila. Todo está bien. Solo es café derramado y algunos dulces desparramados. Se puede arreglar, no hay nada roto y no me he quemado.—el joven alzó la mirada para verla y ahí fue el momento donde Sabrina olvidó todo tipo de sonido a su alrededor, su corazón se saltó un latido y sintió ese aleteo de nerviosismo en su estómago.

Un chico de labios pomposos, ojos café tan finos como líneas en un cuaderno de dibujo, sonrisa de labios apretados y cabello rosa, el chico al que ella tanto había anhelado ver por años ahora estaba frente a sus ojos, ¿o quizás estaba equivocada de persona?

«¡Rayos!»

—Señorita....¡Señorita! ¿Está usted bien? —el joven tocó su hombro para tratar de que reaccionara ya que se le había quedado mirando fijamente con expresión de sorpresa dibujada en cada una de sus facciones.

«¿Cómo es posible que él este en Atlanta?»

La trigueña logró salir de su ensimismamiento y se incorporó para ayudarlo con las bandejas, a lo que el mesero se negó rotundamente.

—Tome asiento. Enseguida le atiendo.—le dedicó una bonita sonrisa afable de labios unidos y se marchó en busca de algún instrumento de limpieza para darle el acabado final al suelo.

Enseguida que el camarero terminó de limpiar  el desorden empezó a avanzar en dirección a Sabrina, justo como le había prometido.

Todo volvió a marchar con normalidad en el local y ya nadie miraba a la chica de pecas, por lo que ya se sentía más relajada, pero no del todo al ver que el muchacho venía hacia ella.

—¿Ya decidió que va a elegir? —su interlocutor la miró con una pequeña agendita en manos y la pluma levantada sobre el papel de la misma, a punto de escribir su orden.

Sabrina no pudo evitar que su mirada de forma autómata divagara por el cuerpo del chico, buscaba cualquier placa donde dijera su nombre. Necesitaba salir de dudas.

«Lleva otro nombre en su uniforme. ¿Cómo es posible que se parezca tanto y tenga hasta la voz idéntica? ¿Es este el Real o el Falso? Debo estar confundida.

—¿Señorita?—el del cabello rosa comenzaba a sentirse algo inquieto por el actuar extraño de su contraria desde que se toparon.

«Reacciona Sabrina y concéntrate en el próximo libro que estarás sacando. Solo no lo mires.»

—¡Oh! ¡Sí! Claro. Perdone. Ando algo distraída el día de hoy. Soy nueva en la ciudad y aún no me adapto al cambio de horario, creo que tengo sueño.—una y otra idea salía de su boca sin pensarlo mucho.

«Cielo Santos Sabrina. Necesitas calmarte y hablar despacio o pensará que estás loca.»

Tomó una larga respiración y luego miró bien la cartilla y escogió lo que le pareció más gustoso a la vista. Tampoco quería seguir haciendo el ridículo, como ella pensaba que hacía; pero lejos de que el joven pensara de esa manera, él creía que ella se veía adorable y actuaba lindo cuando estaba nerviosa. Sí, porque ya había notado que su clienta se encontraba en ese estado.

—Pediré el Strawberry Matcha Mille Feuille y de café ordenaré un Macchiato con todo lo que lleva.—contestó tranquilamente.

Multimedia


Foto 1: Hospedaje de Sabrina.

Foto 2: Local y dulce escogido por nuestra protagonista.

Nota:

🍇—El Matcha Mille Crepe cake es un dulce japonés que está compuesto por finas capas de té verde crepa apiladas conjuntamente con crema fresca flagelada.

PD: Odio cuando pongo guión largo y Wattpad me lo pone chiquito. Luego es de madre editarlo. ㅠㅠ

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro