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La primera vez que SukJun realmente tuvo una especie de pequeña interacción con JungKook, se encontraba en sus treinta y cuatro años. En cambio el primogénito de los reyes, apenas tenía diez años.
Se encontraba en la cocina, no tenía muchas tareas que llevar a cabo. Ya había ayudado con la limpieza del gran salón y organizado algunas vajillas. Por lo que, podría decirse que estaba en un pequeño descanso. Uno que fue interrumpido varios minutos después, por el pequeño príncipe de cabellos azabaches.
— ¿Te molestaría si me quedo contigo por un momento?
— ¿Tus lecciones terminaron? — Preguntó en su lugar, sorprendido por la interrogante contraria — ¿Hace mucho? — Pronunció el hombre cuando recibió un asentimiento corto en respuesta.
— Una hora.
Asombrado, repasó el horario del infante en su cabeza.
— ¿Y qué estaba haciendo?
— Leyendo.
— ¿Por una hora?
JungKook negó, colocando sus manos detrás de su espalda, queriendo enderezar su postura seguramente.
— Sólo leí dos libros y cuando me aburrí, me quedé sentado en mi habitación pensando qué hacer — Respondió en un tono bajo, pronunciando una exclamación cuando pareció recordar algo — Busqué a mis padres pero me dijeron que no estaban. Mi-Sun tampoco — Agregó con sus labios fruncidos en un mohín.
Pensando en las palabras del niño, su ceño se arrugó por unos segundos, producto de la confusión. Si no se equivocaba, de los reyes, el único ausente era el rey. La reina se encontraba en su habitación y estaba seguro, que con ella se encontraba la pequeña princesa de ocho años.
— ¿Quiere hacer algo en específico?
Inclinando su cabeza, el pequeño príncipe pareció evaluar su pregunta.
— Sólo hacerte compañía. Siempre estás solo.
Riéndose, el hombre negó. Eso no era cierto pero teniendo en cuenta que, cuando ellos se veían sí era de esa forma, podría decirse que lo observado por el infante, era una verdad a medias.
— Suelo terminar mis tareas a tiempo.
— Yo suelo tardarme demasiado según papá — Comentó con suavidad, sonriendo mientras se encaminaba a una pequeña mesa en el rincón de la cocina — Por eso debo estudiar más horas.
Asintiendo con comprensión, se acercó y ocupó la silla vacía a su lado. Sabiendo lo ansiosos por conversar que se volvían los niños una vez obtenían respuestas y atención de alguien, consideró que era indicado.
— ¿Y qué suele hacer en sus lecciones?
Como anticipaba, la expresión del niño brilló. Entusiasmado por contarle de ello, tal vez.
— Me enseñan cómo sentarme y cómo hablar. Sobre personas alrededor del mundo y política — Respondió con sus pequeñas manos extendiéndose por sobre su cabeza, enfático en su exclamación — Historia es aburrida y japonés muy difícil — Agregó quejumbroso, volviendo a fruncir sus labios — Pero una de mis institutrices dijo que, si quiero hacer sentir orgullosos a mis padres, debo aprender todo eso.
— Debe ser muy difícil.
— Lo es — Reconoció con un asentimiento eufórico de su parte — Pero no puedo quejarme, mamá dijo que los príncipes no lo hacen.
Ese día, JungKook realmente habló sobre muchas cosas. Sobre qué había aprendido ese día y cuánto le gustaría jugar con Mi-Sun. Pero sus lecciones y la ausencia de la pequeña, imposibilitaban el cumplimiento de sus deseos.
SukJun no hizo más que escucharlo. Admirando su capacidad expresiva a tan corta edad.
— Me gustaría tener un perro.
JungKook se encontraba sentado a su lado, sus lecciones habían finalizado y después de quemarse los dedos por intentar tomar la bandeja con galletas, el niño no había huido como en situaciones anteriores y similares. Esta vez se quedó allí, recibiendo su "regaño" sin quejas o muecas.
— Debería de hablar de ello con sus padres, príncipe — Respondió cuando comprobó cuáles galletas se encontraban más frías — Ahora, le daré esto pero no le diga a su madre, ¿de acuerdo?
— ¿Se enojará?
— Lo dudo. De todos modos, mucha azúcar no es buena para los niños.
— ¿Por qué?
Sonriendo ante la encantadora confusión ajena, SukJun le alcanzó la pequeña fuente con galletas.
— Pueden salirte caries y quedarte sin dientes, ¿no quiere eso, cierto?
Cubriendo su boca con una mano, el infante larguirucho negó frenéticamente. Y a pesar de la mueca horrorizada en su rostro, se dispuso a elegir cuál de todas las pequeñas masas horneadas comería primero.
— ¿Saben bien?
— Mucho — Admitió en un tono alegre.
— De acuerdo, iré a llevar esto y regresaré. No intentes robarte nada más.
Y aunque se encontrara viéndolo de manera seria, JungKook dejó de masticar para apretar sus labios en una sonrisa, sus ojos arrugándose por el gesto. Sintiéndose atacado por el príncipe y su repentino comportamiento lindo, se apresuró en llevar las galletas a la reina. No podían observarlo intentando pellizcarle las mejillas al futuro rey de Seúl.
Meses después, JungKook continuó robando las galletas que estaban destinadas a ser para su madre. Pero como la primera vez, se prometieron al otro el mantener el secreto. SukJun tenía la certeza de que el siguiente sucesor de los Jeon, encontraba aquello divertido.
Pero como los niños se divertían con todo y luego con nada, no reparó en ello demasiado. Su segundo hijo era similar en ese aspecto.
Un año después, yacidos en otoño y luego de platicar con los reyes, consiguió un cachorro para el príncipe heredero. Según la reina, sería una buena manera de que aprenda lo que la responsabilidad por otros significaba. SukJun no pensó en eso, simplemente en lo feliz que se veía JungKook jugando con el cachorro en el jardín.
— ¿Le haz pensado un nombre?
— ¿Oveja? — Respondió dudoso, observando a la pequeña bola de pelos corriendo a su alrededor — ¿Pelusa?
Evitando reír, SukJun simuló considerar lo escuchado.
— ¿No piensa que son nombres muy evidentes?
— ¿Brownie? — Y sorpresivamente para ambos, el cachorro ladeó su cabeza. Riéndose encantado, JungKook abrió sus brazos, recibiendo al enérgico animal — Brownie será.
— Creo que le gusta.
Tiempo después descubrieron que el animal había reaccionado debido a la forma silbada en la que JungKook pronunció la palabra.
— Gracias — Fijando su atención en el azabache, el hombre arrugó su ceño con confusión — Por haber hablado con mis padres — Explicó con una sonrisa vaga — No era necesario pero lo aprecio. Realmente quería un perro.
Sacudiendo una mano, el hombre le restó importancia a su acción. No era gran cosa, para él claro.
— Estoy para servirle.
JungKook volvió a agradecerle, mostrándole una sonrisa más plena. SukJun le correspondió de manera más moderada. Sin saber que de ahora en más, pocas veces volvería a ver un gesto similar en el príncipe.
Era temprano por la mañana y un fresco día de invierno cuando SukJun se asombró al encontrarse con el crecido hijo mayor de los Jeon en el patio trasero de la Casa Real, sentado sobre el césped probablemente húmedo. Viendo los cadáveres inexistentes de unas flores.
Frunciendo su ceño se encaminó hacia él, eran apenas las seis. Vestía prendas ligeras y debería de estar durmiendo, no allí sentado.
— Debería estar durmiendo — Pronunció con ligereza cuando se encontró lo suficientemente cerca. El chico no lo miró y tampoco pareció escucharle — ¿Príncipe?
Después de unos silenciosos segundos, el aludido suspiró.
— ¿Puedo contarte un secreto?
Aquello había sido inesperado. El hombre profundizó la arrugas en su entrecejo, extrañado por la petición y lo baja que había salido su voz. Aclarando la propia, respondió:
— Por supuesto.
— Creo que siento envidia.
«¿Envidia?», el hombre entrado en sus treinta y siete años, ladeó su rostro y se mostró confundido más que sorprendido. «¿Cómo alguien como él podía sentir envidia?», pensó para sí. El chico apenas tenía trece años y era realmente encantador.
— ¿Puedo saber de quién?
JungKook asintió y acercó las piernas a su pecho, abrazándolas mientras apoyaba su mejilla izquierda sobre sus rodillas y veía en su dirección. Su entrecejo estaba arrugado como si llevara mucho tiempo pensando en algo.
— Mi-Sun.
El hombre no pudo evitarlo y esta vez, su rostro sí reflejó sorpresa. Su mente no había anticipado una respuesta como esa.
JungKook adoraba a su pequeña hermana menor, desde que supo que tendría una se convirtió en el ser más feliz que alguien hubiera visto en esa casa. En los primeros cuatro años de Mi-Sun, se la pasó pegada a ella, contándole de sus estudios y lecciones aunque la pequeña princesa no entendiera nada. Robando galletas para dárselas, cantándole por las noches para hacerla dormir e incluso levantándose temprano en la mañana para ser el primer en desearle un buen día. Aunque a veces fallara, él en serio lo intentaba.
Siempre se encargó de asegurarle que era su tesoro y su estrella más brillante sobre el firmamento. Aunque ninguno supiera qué era eso, él siempre se lo decía. Prometiéndole que la atesoraría tanto como la vida le permitiera y que la ayudaría en sus lecciones y deberes cuando se sintiera perdida. Sería su guía. Y muchos empleados fueron testigos de cuán sinceras eran sus palabras y de cuánto amaba a su pequeña hermana menor.
Es verdad también, que hacía tiempo el chico se había vuelto indiferente respecto a la niña. Hacía dos años para ser precisos. Ya no jugaba con ella o le aseguraba que le conseguiría una estrella cuando pudiera, simplemente la ignoraba. Y ya no la trataba como su tesoro más grande. Había puesto una distancia notoria entre ambos. Eso había sorprendido a muchos, ¿para qué mentir? Pero todos asumieron que se debió a las lecciones que día con día, comenzaban a ser más exigentes y estrictas para el joven príncipe.
Y sintiéndose repentinamente curioso por su secreto, SukJun quiso saber más.
— ¿Y por qué siente envidia de ella? — Cuestionó con verdadero interés. El chico suspiró y desvió la mirada.
— Mis padres parecen amarla — Respondió en un susurro bajo y casi lejano.
SukJun abrió grande sus ojos y se mantuvo en silencio. Intentando comprender sus palabras y cuál podría ser el significado verdadero para ellas. No consiguiéndolo.
— Por supuesto que lo hacen. Son sus padres.
JungKook asintió y volvió a mirarle.
— ¿También son los míos?
El hombre se sintió descolocado por la repentina pregunta.
— Claro que lo son — Afirmó con ímpetu apenas se recuperó.
— ¿Y por qué no me aman?
SukJun perdió el aliento y no supo qué responder. Creyendo al fin comprender.
Es verdad que los reyes se mostraron más eufóricos con el nacimiento de Mi-Sun, se comprometieron con su desarrollo más de lo que se comprometieron con el de JungKook. Eran más flexible con la chica como nunca lo fueron con su hijo. Incluso sus lecciones tenían un horario más "humano" y comenzaron a instruirla con ocho años. JungKook comenzó con cinco y pasaba diez horas estudiando todo lo que debiera, desde siempre. No era felicitado o reconocido por sus logros y sorprendente intelecto, sólo presionado y exigido. No habían dulces palabras de aliento, sólo órdenes y observaciones.
Los reyes adoraban a su pequeña hija, de eso no había duda. Para nadie. «¿Pero y JungKook?», se preguntó en los rincones de su mente con amargura.
— ¿Ellos me aman?
El hombre tuvo que girar el rostro y concentrar su mirada en cualquier otra cosa o terminaría llorando de manera patética. Tenía hijos y los amaba por igual aunque fueran diferentes entre sí. Si un día uno de ellos le hacía una pregunta similar o la misma, sentiría que había fallado como padre.
Y aunque ese pequeño príncipe no fuera su hijo, lo apreciaba sinceramente. Era un chico entrañable y sabía que confiaba en él, era con quien JungKook más interactuaba de todos los empleados allí. Era a quien más le daba charla y a quien siempre le preguntaba si podía ayudarlo en algo. Era amable, respetuoso y dulce. Y SukJun no sabe en qué momento perdió esa chispa en sus ojos.
— SukJun — Llamó JungKook con firmeza — ¿Ellos me aman?
Aquellos pequeños y oscuros luceros que veían a los suyos en busca de respuestas, le estrujaron el alma y causaron pesadez en su corazón. No se sentía con las fuerzas necesarias para mentirle, no podía hacerle eso. No a él. Decirle que lo amaban cuando no estaba seguro, sería como engañarlo y él no tenía coraje suficiente como para hacer algo semejante.
JungKook no se sentía amado por sus padres y él no podía hacer nada para remediarlo.
— Será mejor ir dentro, podrías enfermarte y está siendo hora de tu desayuno.
Esa fue la primera vez que vio cómo la mirada de JungKook se tornaba fría y casi vacía. Fue la primera vez que notó cómo se colocaba una máscara sin expresiones y cubría con ella cualquier rastro de inocencia tierna o viveza. Fue la primera vez que se percató de lo frágil y probablemente roto que estaba su pequeño corazón.
Irremediablemente se sintió culpable, quiso abrazarlo y decirle que aunque pareciera extraño, sus padres lo amaban con una peculiaridad severa. Pero de nuevo, no pudo hacerlo y en su lugar, sostuvo su mano, aunque no fuera necesario y lo guió hacia el interior.
Sabía que no entendería ni le creería.
— ¿Por qué tiene el ceño fruncido, príncipe?
El susodicho dejó de prestarle atención a su cachorro para mirar en su dirección.
— Estoy comprometido.
Elevando ambas cejas, SukJun lució asombrado por lo escuchado. JungKook apenas tenía veintidós años. Habían aristócratas con menor edad comprometidos, lo sabía bien, pero aún así estaba perplejo.
— ¿Quién es la afortunada?
— El príncipe de Incheon es el afortunado — Contestó irónicamente. Viendo como su cachorro se entretenía mordiendo uno de sus dedos.
— ¿Y ese es el problema?
Farfullando palabras para sí mismo, JungKook terminó negando.
— Da igual, siendo honesto. Es algo lindo también pero apenas tiene dieciséis años.
Comprendiendo el problema allí, dejó escapar una exclamación silenciosa. El príncipe en cuestión y no presente era menor de edad, en cambio JungKook ya era mayor de edad. No necesitaba suponer qué tan crueles serían con ambos, SukJun sabía lo verdaderamente severos que serían los internautas y la población en general cuando lo supieran.
— ¿Haz hablado con él? — Preguntó con suavidad. Si la conversación seguía entorno a los puntos negativos de la situación, no terminaría bien — ¿Qué tal es?
— Bastante educado — Reconoció en un tono plano — Fue algo verborrágico al expresarse pero creo que estaba nervioso. Fue repetitivo también, pero lo suficientemente ingenioso como para que no sea un aspecto notorio o siquiera molesto. Es más bajo que yo.
SukJun no estaba seguro, pero creyó verlo curvar sus labios en una sonrisa esporádica.
En un pasado considerablemente cercano, habría estado confiado de que así había sido pero con el pasar de los años lo vio colocarse un sin fin de máscaras, una encima de la otra. De manera consecutiva. Cubriendo con ellas su fragilidad y lo roto que comenzaba a estar. Vio cómo su corazón era salpicado por tintes tóxicos y cómo su mente se convertía en un torbellino de inseguridades y resentimientos reprimidos. Lo vio cerrarse y volverse arisco. Y para sólo tener veintidós años, nunca había visto a un joven tan ensombrecido por la amargura como él mostraba estarlo.
Mi-Sun lo atribuía a las presiones y a su compulsión por trabajar en exceso, lo que ambos sabían que no era del todo cierto. Los reyes no parecían notar que su hijo y futuro sucesor, era cada vez más inestable. Caía en picada y nadie hacía nada para detenerlo.
Estaba rompiéndose ante los ojos de todos y nadie parecía notarlo.
El rumbo de sus pensamientos se volvió cada vez más amargo, por lo que sacudió su cabeza. Queriéndose deshacer de esos pensamientos que, tristemente, eran hechos.
— ¿Puedo ser honesto? — Sin detenerse a pensarlo, el joven de tez bronceada asintió — Intenta conocerlo, si no congenian rompe el compromiso. No sigas con él para intentar complacer a tus padres, ¿de acuerdo?
JungKook frunció sus labios, los años pasarían y SukJun tenía la certeza de que seguiría esforzándose por intentar complacerlos. Lo que, siendo franco para sí mismo, era un desperdicio. Si en el pasado no lo apreciaron ni mucho menos lo reconocieron por sus esfuerzos, no lo harían ahora.
Aunque ese hombre joven seguía siendo su pequeño aferrado a anhelos que no tenían caso.
— De acuerdo — Aceptó en un resoplido de exasperación fingido — Porque es SukJun quien me lo pide, lo haré.
Sonriendo, el mencionado sacudió su cabeza.
— ¿Quieres unas galletas?
— Ya no soy un niño.
— Lo sé, pero sigo viéndote de esa forma.
Aunque JungKook siguió refutando sus percepciones, aceptó sus galletas. No habían dejado de ser sus favoritas con los años.
Y en cuanto a sus palabras de que lo intentaría, JungKook lo hizo. Mínimamente antes de que todo terminara por desmoronarse en distintas zonas. Los reyes se hicieron más severos y exigentes con él, cediendo muchas de sus obligaciones sin ser el tiempo para hacerlo. Mi-Sun se descarrió, bebía de manera compulsiva, visitaba lugares hasta horas irrazonables y mentía como si no hubiera mañana. Juntándose con personas de dudosa estima.
Básicamente, todo fue un desastre. Eran demasiadas presiones, tareas y estímulos consumiendo al hombre. Y poco antes de la cena acordada entre ambas familias, JungKook enfermó.
— Tu fiebre bajó lo suficiente, deberías beber esa sopa pronto.
— No tienes que preocuparte tanto, estaré bien — Se quejó con esfuerzo.
SukJun apretó sus labios, preguntándose por un breve momento si en realidad se había preocupado lo suficiente por JungKook.
El primer hijo de los Jeon no se sentía amado, claramente se criticaba demasiado, de manera frecuente se comparaba con Mi-Sun y no sabía cómo tratar con otros sin ser brusco o impersonal hasta la médula. Era un desastre en pocas palabras. De manera inconsciente prefería atacar y desquitarse con TaeHyung, quien no le había hecho nada. Más que tener un par de actitudes parecidas a su hermana.
Pero eso no era motivo suficiente ni válido, el azabache lo sabía aún así, prefería cualquier cosa a que lo siguieran lastimando de cualquier forma posible.
SukJun lo observaba y un extremo de su corazón dolía, no lo había criado de manera directa, siendo sincero pero sentía como si lo hubiera hecho. Había pasado junto a ese hombre gran parte de su vida, lo había visto crecer, lo había visto recurrir a él para darle dibujos que, supuestamente dibujó en consideración a que siempre lo veía solo y para que ya no se sintiera de tal forma. Había presenciado la mayoría de sus muecas más alegres, incluso aquellas que no lo fueron tanto. Estuvo junto a él cuando enfermó y cuando se halló nervioso por intentar llevarse bien con YoonGi.
Había estado con él en sus momentos más altos y en aquellos más bajos. Cuando sus nervios eran incontrolables y terminaba colapsado por la sumatoria de hechos. Cuando la frustración lo ahogó hasta las lágrimas. Había recorrido cada uno de esos tramos a su par, viendo por él asta el cansancio. Y a pesar de que su corazón lo sintiera como propio, la impotencia acompañada de la amargura más feroz, le hacían creer que sus actos fueron insuficientes.
Y SukJun no era un profesional de la salud mental ni mucho menos, pero aún así, los traumas emocionales de JungKook comenzaban a ser cada vez más evidentes para él. Y eso aparte de preocuparle, empezaba a asustarle.
Estaba viendo a uno de sus hijos ingresar a una oscuridad peligrosa.
Pero hacerle saber de esto, no resultaría bien. Instalaría más pesares en su corazón y es lo que menos quería. Por lo que sonrió, ameno. Tras darle una corta mirada, tomó la bandeja con la sopa entre sus manos.
— Un padre siempre se preocupará por sus hijos — Le murmuró con afabilidad.
— Sería correcto decir que, muchos de ellos lo harían más no todos.
— Tienes razón — Aceptó con un asentimiento fugaz y sereno. Acercándose a él para entregarle la bandeja — Pero considero que hice un buen trabajo contigo.
Mostrando su primer sonrisa auténtica en mucho tiempo, JungKook concordó.
— Hiciste un excelente trabajo cuidándome. No te preocupes.
— Espero hacer uno mejor.
JungKook negó.
— No es necesario. Siendo totalmente franco, ambos sabemos qué opinión tengo para con los reyes y evitando ser redundante con respecto a eso, considero y realmente siento que has sido un buen padre. No podría tener uno mejor — Aseveró con cariño evidente, centrando su atención en la sopa — No quisiera otro tampoco.
Aclarando su garganta, SukJun desvió su mirada. Repentinamente las emociones se habían arremolinado en sus ojos y tomado forma de lágrimas. Incluso un par de dichas emociones se atascaron en su garganta.
— Has sido un excelente hijo también, ahora toma tu sopa.
El hombre rió pero terminó obedeciendo. Ese día su ánimo relució positivamente a pesar de estar enfermo y él se alegró, guardando el recuerdo en su mente.
Como ya se dijo, SukJun había estado en cada paso que JungKook dio. Había velado por él de manera sincera, lo había reconfortado y animado aunque no fuera necesario. Pidió por más horas e incluso rechazó el ser jubilado, por ese chico.
Para los reyes de Seúl, JungKook no fue más que un heredero. Un ser al cual abarrotar de conocimiento y costumbres. Un ser al cual moldear sin ver más allá. En cambio SukJun no había visto más que un niño. Uno que pronto y sin percibirlo, pasó a ser su cuarto hijo.
Se mantuvo a su lado esperando que un atisbo de lo que recordaba apareciera. Y cuando lo hizo, siguió allí. Viéndolo evolucionar en una mejor versión de sí mismo. Lo observó redimirse y renacer. Presenció su coronación y su boda. Cada momento yacía alojado en su corazón y en su memoria, preservados más allá de lo conocido o establecido como lógico.
Tenía cuatro hijos y a todos ellos los amaba de la misma forma, pero es verdad que su corazón albergaba un lugar especial para JungKook. Porque si bien no había tomado las mejores decisiones y no había sido la mejor persona que pudo, nunca fue malo. Sólo estaba dañado y nadando entre las sombras, buscando su camino y a sí mismo.
Y la satisfacción como el orgullo que llenaron su pecho al ver como finalmente lo conseguía, fueron sensaciones indescriptibles. Siendo las mismas que experimentó cuando fue a la graduación de cada uno de sus hijos.
SukJun vio a JungKook ser plenamente feliz con TaeHyung y consigo mismo, lo que ayudó a que se sintiera completo. Y a pesar de que no pudo observar más, eso había bastado y lo siguiente a ello.
Su vida culminó con las mejores sensaciones posibles.
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