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«¿Debería de interrumpirlos o no?»
TaeHyung mordisqueó su labio inferior con nerviosismo y a pesar de estar, supuestamente conversando con su padre y el antiguo rey de Seúl, su mente se encontraba dispersa. Tanto como él mismo lo estaba, siendo franco.
Cuando sintió los incisivos que estaban siendo sus dientes al maltratar su labio, se dijo que era buen momento para detenerse y soltarlo. Enfocando toda esa inquietud ansiosa, en examinar a su esposo a la distancia.
JungKook se veía mejor, las ojeras en su rostro día con día parecían disminuir. Su sueño seguía siendo irregular y un desastre, pero estaba mejorando. Por compasión del universo, su rutina alimenticia no llegó a arruinarse. No por mucho tiempo al menos, debido a que, el peso que había perdido de manera considerable y notoria, regresó.
Su corazón se arrugó ante el recuerdo. La vida parecía complacida en no darle un descanso.
— Si quieres hablar con él, ve.
Parpadeando repetidamente, TaeHyung miró en dirección de su madre y por un fugaz momento, se cuestionó cuándo se unió a ellos.
— Estaba pensando — Excusó sin mucho esfuerzo.
— La preocupación en tu rostro dice lo contrario.
Ladeando una sonrisa, se encogió de hombros.
— ¿Cuándo mi expresión ha sido otra?
— En diferentes ocasiones — Replicó su madre con suavidad — Pero últimamente no ha cambiado mucho.
— La edad me ha hecho menos expresivo.
— Ambos sabemos que no es eso.
Ignorando a su padre, exhaló profundamente. Viendo a JungKook sonreír sutilmente a quien le acompañaba. Por la forma ligera en la que sus labios estaban curvados, TaeHyung podía apostar que era una sonrisa de felicitación. Una que reconocía el mérito contrario. Inconscientemente, sus labios se elevaron también.
— Deberías ir.
Dirigiéndole una corta mirada al padre de su esposo, sopesó el si hacerlo o no. Llevaban tres horas practicando, no quería interrumpir como algunas veces hacía. Pero siendo honesto, los había visto más tiempo sentados en el césped haciendo nada.
— De acuerdo — Musitó con resolución, levantándose del pequeño asiento — De todos modos, tenemos cosas que hacer.
Viendo a su madre asentir y proceder a sacar su móvil para hacer, lo que usualmente hacía, le hizo rodar los ojos. Tenía que dejar de tomar tantas fotos, a JungKook no le molestaba pero tampoco le agradaba demasiado. Su madre llegaba a ser persistente al querer retratar al pequeño Dak-Ho. Estando solo o acompañado de ellos, no la culpaba tampoco.
— ¿No crees que es momento de darle un descanso?
Tanto JungKook como el pequeño Dak-Ho de siete años, alzaron sus rostros y vieron en su dirección. El corazón de TaeHyung se saltó varios latidos.
— Le estoy enseñando cómo debe sentarse.
Enarcando una ceja, el consorte del rey miró a su animado hijo. Estaba con su espalda encorvada de manera evidente y sus piernas esparcidas en toda su corta extensión.
— ¿Qué tal va eso?
— Papá dice que lo hago bien.
TaeHyung se rió.
— Por supuesto que lo haces — Aseguró hacia el sonriente infante de castaños cabellos — YoonGi vendrá con JiMin en unos minutos. ¿No debería tomar un baño?
JungKook expandió sus ojos, señal de que había olvidado ese pequeño detalle y se levantó. Ayudando a su hijo en el proceso.
— Lo olvidé — Murmuró el hombre por lo bajo — Lo siento.
TaeHyung negó y palmeó su pecho a modo de consuelo. JungKook se había vuelto distraído.
— No te preocupes — Murmuró con suavidad, sonriéndole — Como buen rey, los recibiré. Haz que tome un baño.
— De acuerdo. ¿Papá es el mejor, no es así Dak-Ho?
— ¡Lo es!
Mirándolo, el más alto sonrió.
— Trabajaremos en tu forma de hablar luego.
Tan pronto como el par se fue, los invitados de ese día aparecieron.
Internamente, TaeHyung se asombraba de que los sentimientos de JiMin se hubieran conservado de esa forma tan increíble. A pesar de los consejos de JungKook para con YoonGi, éste nunca hizo nada. Aparte de mantener su buena y amistosa relación con el príncipe de Busan.
Una que floreció y se mantuvo inquebrantable a pesar de los sentimientos compartidos pero ignorados. Tuvieron sus momentos bajos como amargos, por supuesto. No podían negarse o evitarse. Pero aún así, su conexión nunca se disolvió por completo y ahí estaban, siete años después, intentando algo a pesar de las dudas y los muchos contras.
Estaba feliz por ellos.
— ¿Dónde están JungKook y Dak-Ho? — Preguntó el príncipe de veintiocho años, viendo a su alrededor.
— Dentro, se olvidó de que vendrían. Dak-Ho está tomando un baño.
JiMin asintió con entendimiento y YoonGi acompañó su gesto. Se detuvieron para saludar a los adultos que conversaban y una vez en el gran salón, el mayor entre ellos, habló.
— ¿Cómo se encuentra?
Fracasando en su intento por sonreír, suspiró. Una acción prolongada.
— Se está esforzando por superarlo. Su sueño mejoró.
Sus invitados asintieron, compartiendo miradas compasivas.
Si JungKook en algún momento expresó tener su corazón dañado, tan pronto como SukJun murió, su corazón terminó por hacerse añicos. Y aunque hubieran pasado seis años de esto, la pérdida del hombre seguía siendo una herida abierta en su esposo.
Podrían incluso pasar seis años más y él estaba seguro de que seguiría siéndole difícil.
SukJun se encontraba en la plenitud de sus cincuenta y cinco años cuando sus complicaciones físicas comenzaron, no siendo nada grave al principio. Tos frecuente, agitaciones y fatiga pasajera. Nada que un médico no pudiera tratar, asegurando que las irregularidades del clima, eran los culpables.
Pero los síntomas del hombre se agravaron y siete meses después, otro doctor intervino como consideró que sería adecuado internarlo para mejores cuidados y estudios. SukJun comentó la situación con ellos, eran los nuevos reyes después de todo. La decisión a tomar era clara para ambos, su salud prevalecía por sobre cualquier otra cuestión.
SukJun pasó dos días en una cama de hospital a la espera de pruebas que pudieran explicar qué estaba sucediendo con su cuerpo cuando su corazón se detuvo. Dejando de bombear sangre y de producir el oxigeno que necesitaba.
Un hombre que podía decirse con total confianza, se encontraba en un buen punto de su vida, sufrió de un infarto. ¿Cómo podía ser eso posible?
JungKook no lo entendió. Y cuando fue consciente de que el hombre no volvería y que definitivamente eso no era una pesadilla, se hundió en la amargura más profunda y oscura que pudo haber experimentado jamás. Y como mecanismo de defensa, se obligó a trabajar hasta el cansancio. Su mente necesitaba distracción, es lo que siempre decía. «Los pensamientos son molestos», solía agregar. Y sus ataques nerviosos que siempre solían iniciar pero nunca culminar, comenzaron a devorarlo. Sus visitas al psicólogos que solían ser de seguimiento, volvieron a ser sesiones para tratarlo y ayudarlo. Con ellas, regresaron los medicamentos.
Los primeros dos años luego de que SukJun falleció, fueron sin dudas los más dolorosos para JungKook. Su comunicación se vio limitada a respuestas cortas y silencios prolongados. No era un secreto para nadie lo cercanos que eran y cuánto él amaba a ese hombre. Lo había cuidado y acompañado toda su vida. Había sido su modelo a seguir y como pocas veces expresó: un padre.
Los reyes lo sabían a la perfección y desde entonces, los reclamos, las críticas y cualquier discurso innecesario que pudieran pronunciar, desapareció. Respetando por primera vez, el dolor de su hijo.
Porque los ojos de JungKook no habían reflejado nada más que dolor. Uno profundo y pesado.
Las noches que se desvelaron conversando sobre trivialidades y memorias preciadas que el azabache atesoraba de SukJun, podía notarse ese dolor. Su voz siempre era queda e hilos endebles que nunca se rompían. Lo conservaba todo para sí. Incluso las lágrimas que solían aglomerarse en sus ojos. Nunca las derramaba.
Terminando TaeHyung por llorar en su lugar.
La vida no hacía más que darle la espalda y golpearlo. Sacándolo de un pozo para meterlo en otro más profundo. Y aunque supiera lo imprevisible que la vida misma podía llegar a ser, eso no calmó su odio ilógico por ésta.
Había visto a JungKook esforzarse por superar sus penas pasadas, por intentar perdonar y perdonarse. Y cuando pareció conseguirlo, la vida no hizo más que ensombrecer sus esfuerzos egoístamente. TaeHyung en serio que la odió, aunque no tuviera sentido y no fuera un ente corpóreo. Lo hizo.
Pero a finales de ese año, el nuevo rey de Seúl halló su rumbo. Un tanto inseguro de querer seguirlo pero como siempre, lo intentó. Porque JungKook siempre se había caracterizado por intentar, sin importar los resultados.
Sus palabras ingeniosas tardaron en aparecer, sus sonrisas eran muecas vagas y pocas llegaban a culminar en gestos alegres o estables. Y a pesar del desconsuelo en sus luceros, cada vez que sus miradas conectaban, la profundidad de sus sentimientos destellaba.
Y a mediados del siguiente año, su olvidada charla resurgió. Después de un trabajo arduo realizado por muchas personas, el adoptar era posible para todo tipo de parejas. Sin discriminar a ninguna.
¿Por qué no hacerlo?, se cuestionaron sinceramente. Era un anhelo que compartían y después de unas prolongadas como interminables charlas al respecto, más el pasar de dos extensos meses. Terminaron visitando un centro de adopción, lo que rápidamente se hizo noticia.
Vamos que era de esperarse. Desde que fueron coronados sin antes estar casados, los medios estuvieron atentos a ellos. Pero decidieron ignorarlos.
Y entre tropezones y balbuceos, Dak-Ho ingresó a su vida. Vieron a más niños pero ese pequeño de casi cuatro años capturó la atención de ambos de inmediato y luego de un par de regulares visitas, comenzaron los trámites. Lo que sorprendió a las personas del lugar, al parecer, las parejas solían preferir a niños más pequeños de edad. «Los sienten más propios de esa forma», fue lo que una mujer les dijo.
Pero ellos siguieron adelante y tres años después, no se arrepintieron como algunas personas barajaron. Dak-Ho había sido un soplo de aire fresco para ellos, era entrañable y risueño. Tenía más energía de la que previeron pero aún así, no perdía su encanto. JungKook era un tanto torpe al tratar con él, pero no se le daba mal. TaeHyung no era excepcional tampoco, pero tenía más experiencia. Sólo un poco.
Sacudiendo su cabeza, salió de su pequeña burbuja de recuerdos y mostró una sonrisa más auténtica.
— JungKook es fuerte, estará bien — Pronunció con certeza absoluta, asintiendo ante sus propias palabras — Pero hablar de las personas sin estar ellas presentes es grosero, así que díganme, ¿Busan los trata mejor?
JiMin rió, deteniéndose para agradecer a la mujer que le había traído una taza de café.
— No tengo muchas quejas al respecto.
YoonGi dejó su vaso de agua a un lado y bufó.
— Busan no es el problema. Sino su vigente rey, incluso su reina discrepa de sus expresares. Los cuales no han sido agradables de escuchar.
— ¿Y haz optado por ignorar la situación?
Resoplando una risa, el hombre de treinta y seis años miró a su recién llegado amigo con falso enojo.
— ¿Debo hacerle saber de mi descontento?
— Por supuesto — Aseguró JungKook una vez tomó asiento a un lado de TaeHyung — Es un hombre necio, sin ofender — Murmuró al darle una rápida mirada a JiMin, quien sacudió su mano en un ademán desinteresado — Si lo enfrentas y eres totalmente directo, desistirá con el tiempo.
— ¿Cómo estás tan seguro?
— ¿Por qué crees que desistió de sus afanes por dejar a su población mayor en la miseria?
— ¿Sentido común?
— No recuerdo haber cambiado mi nombre.
Aunque YoonGi rodó sus ojos, un extremo de su boca se elevó en una sonrisa apacible. Le gustaba el buen humor en su amigo.
— Deberías pensar en hacerlo.
— Seguro — Musitó por lo bajo, dándole poca importancia a su burla — ¿Sigue rehusándose a coronarte?
— No es que me importe — Respondió el más joven luego de sopesar una respuesta — Naturalmente ocuparé su lugar.
— Pero tampoco puedes ocuparlo al cumplir los cuarenta.
Si bien cada rey o reina decidía en qué momento sería apropiado ascender a su heredero legítimo al trono, éstos tampoco podían extender lo inminente demasiado tiempo. La idea de coronar a un nuevo rey o reina es, básicamente asegurar el mandato por largos años.
Coronar a un nuevo monarca cuando éste se halla en sus mejores años, es casi el momento idílico para hacerlo. La persona no sólo gozaría de juventud, sino que también de sus capacidades estando en su mejor punto. No tendría sentido coronar a un descendiente yacido en sus cuarenta y tantos años. O incluso más.
Era ridículo siendo claros.
— Apenas tengo veintiocho años, su alteza. No pequemos de extremistas, por favor.
Tanto YoonGi como TaeHyung rieron. Si bien JiMin tenía una extraña confianza a medias cuando se trataba de tutear a JungKook, la relación entre ambos era muy buena. Con el pasar de los años y el crecer de sus interacciones, se hicieron lo suficientemente cercanos.
— Simplemente expresó una realidad.
— No seré yo quien sienta arrepentimiento por una mala decisión tomada.
— Como dijiste, es un puesto que naturalmente te pertenece.
JiMin se encogió de hombros, manía que con el tiempo, no había podido pulir hasta hacerla desaparecer. Pero siendo honesto, nunca lo intentó demasiado.
— Y el cual puedo declinar en cualquier momento — Agregó a las palabras contrarias.
— No serías el primero — Concedió el azabache, suavemente — Pero siendo franco, todo se reduce a qué quieras o decidas hacer.
— Esta conversación se está tornando demasiado seria, vinimos a pasar el rato y ver a Dak-Ho, ¿dónde está?
— Fuera con los padres de TaeHyung.
— ¿Por qué? — Preguntó cuando sus labios se fruncieron, descontentos con la respuesta.
— En conversaciones de adultos, los niños no deben de estar presentes — Respondió el segundo rey de Seúl por su esposo. Burlando de manera inocente, lo que éste siempre solía decir.
— Interesante, teniendo en cuenta que fue donde más adultos.
JungKook resopló, rodando sus ojos.
— Sus padres no harán más que jugar con él o llevarlo a dar una vuelta.
— Como si tu padre fuera mejor — Farfulló TaeHyung en dirección del más alto — Le da demasiados dulces.
Y él esperaba que su esposo le dijera algo o hiciera alguna mueca, pero contrario a eso, el hombre lo miró por varios segundos antes de curvar sus labios en una sonrisa que no expresaba más que ternura por su persona.
— Hablaré con él — Consoló luego de acariciar su cabellos.
En respuesta, le sonrió. JiMin sonrió viéndolos y YoonGi carraspeó llamando la atención de ambos. Desde que había dejado de trabajar para JungKook, se comportaba como un amigo a tiempo completo.
— Antes que se encierren en su burbuja, quería preguntar si la ha visto.
— No ha vuelto aquí en años. Y siendo franco, no tengo interés alguno en que lo haga — Pronunció por lo bajo y con un tono plano. Viendo en dirección del pelinegro — Dak-Ho está bien sin conocerla.
Y aunque TaeHyung no emitió opinión, concordaba. La antigua reina de Seúl siempre se mostró desdeñosa para con JungKook, ya sea por su existencia o por sus acciones. Nunca se disculpó por sus actuares ni se retractó de sus dichos hacia éste. La única vez que actuó de manera humana y considerada, fue cuando SukJun murió. Respetando su duelo. Aunque él había observado su comportamiento y sabía que la mujer, muy en el fondo no lo comprendía. Cuatro años después, se mudó junto con su esposo a una propiedad en las afuera de Seúl.
Desde entonces, no la habían vuelto a ver. Sólo a su consorte. Porque si bien JungKook no consideraba que el hombre se hubiera redimido de todos sus actos y decires por completo, se había disculpado como aceptado sus errores y fallos. Y desde entonces, se esforzaba de manera sincera por ser una mejor persona. Más no un mejor padre.
JungKook tenía treinta y cinco años actualmente, no odiaba a su padre pero no sentía un aprecio profundo por éste tampoco. Estaba trabajando por disculparlo de manera completa, sí. Pero eso era todo. Pensamiento que había compartido con él en diferentes ocasiones, y TaeHyung lo comprendió a la perfección. Para JungKook, en su concepción personal y especialmente en su corazón, sólo había existido un hombre al que consideró su padre a pesar de no serlo según lo convencionalmente aceptado. Y ese había sido SukJun.
Nadie más.
— ¿Y si se interesa por conocerlo? — Insistió YoonGi con lo que podía considerarse, curiosidad.
— Como ya dije, no tengo interés en que lo haga.
— ¿Y qué me dices de Mi-Sun?
Bufando, JungKook se hundió unos insignificantes centímetros en su asiento.
— Estás demasiado curioso el día de hoy.
En respuesta, el contrario se encogió de hombros.
— Aprovecho el momento.
— Por si lo olvidaste — Pronunció en un resoplido de molestia fingida — Hasta hace dos años estuvo viviendo aquí.
— Oh, cierto. ¿Cómo fue eso?
— ¿Qué le dan de comer en tu casa? — Masculló hacia el príncipe más joven. Quien no hizo más que reírse. YoonGi era un tanto despistado, nada grave — Como siempre lo ha ido — Dijo en contestación a lo preguntado por el más alto — Irrelevante y sin muchas complicaciones, gracias a quién sea.
Mi-Sun había mandado un par de cartas para JungKook estando en prisión, pero éste nunca las abrió. Tampoco las tiró, simplemente las guardó.
Para cuando cumplió su condena, apareció a las afuera de la Casa Real. Tenía tanto derecho como ellos de vivir allí, sus años encarcelada no obnubilaban la realidad de que seguía siendo una princesa perteneciente a una primer familia. Aún así, no se mostró prepotente y preguntó si podía ingresar. Lo que ninguno le negó, como ya se dijo, era su casa también.
Fue incómodo al principio y tiempo después, pero pronto se acostumbraron a verse el rostro. JungKook no reparó en su presencia demasiado, nada siendo honestos. No le dirigió palabra alguna, ni siquiera las estrictamente necesarias. Mi-Sun no dijo nada al respecto y de querer hacerlo, lo reprimió. Un movimiento inteligente. Y TaeHyung se mantuvo al margen, no era su asunto de todos modos y hacía tiempo su amistad desapareció.
Aunque es verdad que, tan pronto apareció Dak-Ho, la princesa se mostró intrigada por el infante. Más nunca intentó acercarse a él o hablarle. Posiblemente las miradas que JungKook le otorgó en diferentes ocasiones, tuvieron que ver en ello.
Pero la última vez que la vieron fue hace dos años y lo más reciente que supieron de ella, fue por las noticias. Al parecer, estaba en una relación con un recién nombrado lord.
TaeHyung sólo esperaba, muy sinceramente, que se enderezara y no tuviera mayores complicaciones. Ya había experimentado de primera mano qué se sentía ser asediada por la prensa y criticada hasta por sus atuendos, estaba seguro de que no quería más de eso.
Esperaba que no quisiera más de eso.
— Así que, ¿nunca se interesó por él?
JungKook se encogió de hombros con levedad.
— No soy ella como para brindarte una respuesta.
YoonGi asintió pero quien habló fue JiMin, buscando cambiar el tema a uno menos sensible.
— ¿Dak-Ho está siendo instruido?
— Comenzó con sus lesiones hace poco menos de un mes — Respondió el más bajo con entusiasmo — Si lo vieras es demasiado... lindo y muy listo — Agregó en reconocimiento, asintiendo enfáticamente.
— Puedo hacerme una idea — Replicó el todavía príncipe de Busan con suavidad — Queriendo saciar una duda, ¿está siendo instruido para príncipe o rey?
— Previendo hechos futuros, como príncipe heredero — Respondió el rey.
A pesar de que Dak-Ho no fuera su hijo de la manera tradicional, para la ley y ellos, sí lo era. Por lo que naturalmente, obtenía el título de príncipe. Aunque según muchas personas, eso no significaba nada. No había sangre real en él, lo que se traducía a: no era un aristócrata ni digno de ser considerado uno.
De la misma forma, muchas personas se negaban a aceptar, que Dak-Ho los liderara en un futuro, de querer hacerlo claro. Preferían que, si Mi-Sun tenía un descendiente, éste ocupara el puesto. Era "lo correcto", según todos ellos.
Tampoco les importaba el hecho de que, quien podría ocupar el trono fuera el hijo primogénito de los actuales reyes. Si en su sangre no había ápice de nobleza alguno, para ellos todo lo anterior mencionado no tenía validez. Aunque de momento, parecían ignorar el hecho de que ellos como población y en ese aspecto, no tenían poder alguno.
— No le será fácil.
— Cierto, pero de todos modos no es una obligación con la que deba cumplir — Murmuró JungKook luego de tararear por una respuesta — Si quiere hacerlo, puede. Los conocimientos y la preparación la tendrá. De no querer, estará bien también.
— De seguro lo haría bien.
— No tenemos cómo saberlo.
La conversación continuó entorno a otros temas más ligeros, en algún momento los minutos se hicieron horas y llegó el momento de que ambos invitados partieran. Aunque YoonGi luego tuviera que regresar a Seúl, de lo cual JungKook se burló. No vivía en dicho país, simplemente se aparecía por él cuando visitaba a JiMin o se quedaba unos días en su casa.
Pero según ellos, la distancia hacía su relación más entretenida.
En algún momento de entrada la noche, alguien llamó a su puerta. Tanto JungKook como TaeHyung compartieron miradas, no esperaban a nadie y eran más de las diez, pero las respuestas a su silenciosa incógnita no tardaron de llegar.
El corazón del rey de Seúl casi se cae por el asombro.
— Reyes, siento la interrupción — Pronunció el invitado que se encontraba en la sala con ellos, viéndolos con tranquilidad — Vi sus flores hoy — Murmuró hacia un perplejo JungKook — Gracias por llevarle sus favoritas.
— N-No... no hay de qué.
Sonriéndole, el hombre se acercó y le tendió una pequeña caja. La cual aceptó de manera tardía.
— La encontré hace poco — Murmuró por lo bajo, cohibido tal vez — Hablamos con mis hermanos y consideramos que merece tenerla, es lo apropiado siéndole sincero. Es el único que adquirió su gusto por las flores.
— ¿Estará bien? — Preguntó con su mente aún nublada, viendo hacia la caja entre sus manos.
— Por supuesto, le hubiera gustado — Afirmó tras asentir cortamente. Aunque dudoso, aclaró su garganta — Él siempre dijo que repartiéramos sus objetos personales entre todos sus hijos y de preferencia, no tiráramos nada.
Curvando sus labios en una sonrisa nostálgica y amarga, JungKook concordó.
— Tenía una manía por guardarlo todo.
— En eso tiene razón. Si hay algo más que quiera conservar, puede ir a su casa — Observando las intenciones de JungKook por negar, el hombre se apresuró en interrumpir — Como dije, él esperaba que repartiéramos sus objetos entre todos sus hijos de manera equitativa. Y usted es uno.
— Yo... lo pensaré — Farfulló en un hilo, parpadeando varias veces.
— No lo haga demasiado. Si me disculpan, me retiraré ahora. Tengan buenas noches.
TaeHyung apenas pudo despedir al hombre, su desconcierto era grande. Aunque no tuviera verdadera certeza de quién era, se hacía una idea. Dak-Ho que estaba en su regazo, se movió más cerca del aún perdido JungKook.
— Papá — Pronunció llamando su atención — ¿Por qué lloras?
— ¿Eh? — Confusamente el aludido parpadeó, saliendo de su ensoñación — Recordé algo triste, está bien — Musitó con un intento de sonrisa, limpiando sus mejillas — Nada por lo que preocuparse, ¿ves?
El niño arrugó su entrecejo y sacudió su cabeza.
— Tus ojos están tristes.
— Es normal, pronto pasará ¿de acuerdo?
Seguía sin creerle pero de todas maneras, asintió. TaeHyung en su lugar, estiró un brazo lo suficiente como para alcanzar la espalda de JungKook y frotarla, buscando consolarlo. El hombre le sonrió en agradecimiento.
— ¿Quieres ver qué hay dentro? — Emocionado, Dak-Ho asintió — Bien, veamos.
Tanto el pequeño como el consorte del rey, se arrimaron en el momento que el más alto abrió la caja. Topándose de inmediato con lo que parecía ser un cuadro, pero al sacar el primero, dos más se mostraron. Siendo los tres, pinturas de flores. Habían un par de libros, algunas guías sobre cultivos y en el fondo, una bolsa con papeles dentro.
— ¿Qué es eso?
Sonriendo por un momento, JungKook los extrajo de su envoltorio.
— ¿Era todo un artista de pequeño, qué piensas?
Abriendo sus pequeños ojos con sorpresa, el niño tomó las garabateadas hojas que se le estaban siendo entregadas.
— ¿Tú lo dibujaste? — El azabache se limitó a asentir cuando fue observado por su hijo — Es un dibujo muy lindo, ¿era tu perro?
— Se llamaba Brownie.
El infante rió con gozo sincero, encantado por el nombre.
— ¿Puedo tener uno?
— Luego hablaremos de eso con tu otro papá.
Y si bien Dak-Ho no se mostró demasiado entusiasmado por la respuesta, continuó viendo los dibujos y su pequeña mueca desapareció. El encanto de la inocencia desinteresada, pensaron ambos padres al verlo.
El viaje entre recuerdos continuó, hasta que se hicieron más de las once y el niño comenzó a bostezar y dar respuestas ahogadas. Lo que les informó, que era momento de ir a dormir. Y después de algunas historias revueltas entre ellos, consiguieron que su hijo aterrizara cómodamente en los brazos de Morfeo. Quien prosiguió arrullando a Dak-Ho sin mucho esfuerzo.
— ¿De SukJun nació tu interés por las flores y plantas?
Tanto TaeHyung como JungKook se encontraban en la comodidad de su cama, las luces apagadas y el silencio haciéndoles compañía de manera desapercibida. Era un ambiente calmo.
— Podría decirse — Respondió cuando varios segundos corrieron entre ellos — Sabía bastante en mi parecer y de vez en cuando, me obsequiaba libros o revistas que tuvieran que ver con ello.
— Hombre listo — Murmuró en reconocimiento. Deslizándose más cerca de su marido, se abrazó a la cintura de éste — ¿Ese era su hijo?
— El mayor de ellos. KyeongHyeon — Respondió con su mano jugueteando con las hebras contrarias — Solía verlo con regularidad en mi adolescencia. Buen chico.
— ¿Piensas aceptar su oferta?
Realizando un sonido evaluativo, JungKook negó.
— ¿No sería muy descarado?
— No lo creo — Aseveró con ahínco controlado — Ambos sabemos que a SukJun le hubiera gustado.
El hombre no pronunció palabras, por largos minutos se mantuvo callado. Pensado, quizás. El más joven no tenía idea, aún así lo imitó. Esperando por una respuesta pacientemente. Aunque al final no llegara una, simplemente aguardó.
— ¿TaeHyung?
— ¿Sí?
— Te amo — Expresó luego de aclarado garganta. Su voz siendo baja y cariñosa, a pesar del matiz tímido.
Sonriendo, TaeHyung se aferró a JungKook.
— También te amo.
Seguían sin ser lo que la gente calificaría como románticos o extremadamente cariñosos, pero a su manera, lo eran. Y para ellos estaba bien, funcionaba. Sabían qué sentimientos tenían entre sí y aunque a veces era mejor expresarlo, ellos preferían demostrarlo.
Y esa noche como en otras, lo hicieron.
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