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Ꜥꜥֶָ֢🏰ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo O6

TaeHyung capturó la punta de su pulgar entre sus dientes, mordiéndose nerviosamente. Resopló y tras despeinar sus finas hebras, se dejó caer en la silla de su escritorio. Frunciendo su ceño de manera notoria y profunda.

«Esto es ridículo y malditamente molesto».

Cruzó sus brazos con firmeza sobre su pecho y su fruncido ceño parecía no tener fin. Las arrugas en éste eran pequeños y profundos relieves que se negaban a partir, representando así su contrariedad poco definida.

Sus inquietos dedos comenzaron a repiquetear sobre su delgado brazo derecho mientras sus ojos se mantenían fijos en aquellas flores que, esta vez decidió no lanzar a la basura tan pronto se las entregaron y él se encontró en la privacidad de su habitación. Su mente se sentía revuelta y algo más que confundida. Sus pensamientos se encontraban desordenados por lo que definirlos con exactitud, le era imposible en ese momento.

Bufó y sus ojos se movieron hacia el sobre que yacía a un costado del arreglo. Su nombre había sido bellamente escrito en la parte delantera, tenía que reconocerlo, y bien alineado con respecto al centro. En el borde inferior derecho se encontraba el nombre del remitente. Diminuto y pulcramente escrito. Esta vez como en las anteriores veces, no lo leyó. Sabía de quién procedía todo aquello.

Descruzó sus brazos y se acercó a su escritorio, cogiendo el ramo con vacilo. Lo analizó y sólo unos segundos después, sus labios se apretaron entre sí, formando una línea recta. Las flores le gustaban, para que mentir, lo hacían. Y ese simple hecho le exasperaba. Nada que viniera de JungKook debería gustarle.

Miró aquellas blancas gerberas puestas entre aquellas amarillas camelias con indecisión. La combinación era hermosa y ciertamente elegante, pero el porqué habían sido acopladas entre sí, le causaba un conflicto interno que, tal vez era innecesario.

TaeHyung no sabía mucho sobre flores, conocía muy poco de éstas y de su extensa e incontable variedad. Menos noción tenía él de sus significados. Porque todos sabían que las flores tenían su propio idioma. Y esa razón lo llevó a buscar respuestas en la red, terminando con una, sí. Pero con muchas otras dudas también.

Las camelias se relacionaban con el amor. Con aquel puro y ridículamente inocente, hasta con aquel más caliente y pasional. Asimismo, eran sinónimos del renacer de algo o de un comienzo más recto y certero. Aludían también a la seducción, y a los deseos intensos y más profundos del corazón. Pero él había recibido camelias amarillas. Y éstas se relacionaban con la vitalidad y el reconocimiento de aquellos esfuerzos bien realizados, aunque también podían relacionarse con el egoísmo.

«Demasiado confuso», se dijo en su mente.

En cuanto a las gerberas, éstas se relacionaban con todo lo positivo, a grandes rasgos claro. Se vinculaban al primer y más sincero amor, a la alegría como a las primeras amistades. El blanco que bañaba sus pétalos, se enlazaba con la ingenuidad y la paz. Como también lo hacían con el arrepentimiento y el perdón.

Toda esa información que recolectó luego de veinte minutos, no le sirvió para nada más que fundir sus neuronas. Su prometido se estaba disculpando por su arrebato del lunes, eso lo tenía claro. Pero tenía otras dudas que aclarar; ¿JungKook realmente sabía el significado de esas flores? ¿las mandó con la intención de disculparse?, ¿él las eligió? ¿significaban "lo siento" y nada más?

TaeHyung suspiró y tras sacudir su cabeza con ligereza, colocó el ramo otra vez sobre su escritorio. Probablemente si leía alguno de esos cuatro y blancos sobres, obtendría respuestas. Pero no lo haría. Allí no encontraría nada más que alguna mierda diplomáticamente escrita, una que carecería de sinceridad o sentimientos. Además, se dijo que no le interesaba.

— Al menos no las tiró esta vez.

TaeHyung brincó en su asiento y con brusquedad volteó su rostro. Observando el pacífico ingresar de JiHee, seria y con sus brazos cruzados tras su espalda.

— Estaba a punto de hacerlo — Mintió tras encogerse de hombros.

— Es un arreglo muy bonito, sería un desperdicio — Musitó con seques, una vez se encontró a un metro del joven príncipe.

— No lo quiero.

— Es un símbolo de disculpa, y una disculpa merece ser oída — TaeHyung apretó sus labios, sus entrañas habían pesado repentinamente. Él no quería oír nada que viniera de los labios del futuro monarca — O podría responder alguna de esas cartas.

— No me interesa hacerlo — Farfulló una vez tomó la nueva carta y la tiró al interior de un cajón donde las otras estaban.

JiHee resopló y su seriedad se tornó severa.

— Evadir e ignorar las disputas, no las solucionará.

El joven príncipe cruzó sus brazos y se hundió en su asiento, importándole poco que su postura hasta ahora correcta, se descompusiera de manera desagradable. No quería hablar con JungKook, a menos que fuera de carácter urgente y necesario. Aún estaba indignado por cómo fue tratado y aunque le jodiera admitirlo, seguía abatido. Y eso era una mierda.

— Estamos perdiendo tiempo de mis lecciones en algo que no tiene relevancia — Expresó el de hebras rubias una vez se enderezó.

— Cierto — Concedió la mujer tras asentir cortamente — Practiquemos su caligrafía.

TaeHyung mostró una expresión más entusiasta. No le fascinaba estar una hora transcribiendo poemas o fragmentos extensos de algunos libros. Lo que le fascinaba o gustaba, era mejorar el estilo de su escritura.

En un pasado lo encontró innecesario y ciertamente tedioso, su escritura era torcida y desproporcionada, ¿por qué debía cambiar ese aspecto de él?. Suficiente había tenido con su forma de hablar, de reír o incluso de andar. Pero con el pasar de los años, comenzó a encontrarle el gusto. Su escritura era más proporcionada y prolija, el tamaño de las letras justo y el espacio entre cada palabra, ideal y nada muy exagerado.

Parecía una tontería, pero no lo era del todo.

— Y esta vez usted escribirá algo, príncipe — El aludido se mostró aún más entusiasmado. La idea le gustaba — Una respuesta sincera y justa hacia su prometido por las flores — Su emoción desapareció y sus gestos se torcieron, disgustado — Es lo que un príncipe hace — Le recordó de manera plana.

TaeHyung soltó el bolígrafo que había cogido y sus brazos volvieron a cruzarse, reticentes ante la idea falsamente sugerida.

En el protocolo real y en la sección de conducta, estaba aquello. Aunque existieran los móviles y algunas secciones del protocolo se hubieran modificado, esa no. Para no perder algunas buenas costumbres y agradables tradiciones, supuestamente. Además, el protocolo real podía modificarse cuando todos los reyes estaban de acuerdo o la mayoría de estos, lo que era ciertamente imposible.

Yendo al punto, si se recibía un obsequio, el agradecimiento debía ser plasmado en papel. Si se realizaba un evento, las invitaciones debían mandarse en cartas. Un reclamo o una petición por cualquier asunto de carácter urgente, debía hacerse a través de una carta también. La misma no podía ser ni muy extensa ni muy corta, aparte de que en su contenido debería hallarse lo esencial. Y como dijo su institutriz, es lo que cualquier persona perteneciente a la realeza debía hacer.

De cierta manera lo entendía, pero si alguien le preguntaba, él diría que lo encontraba impráctico. Un mensaje, aunque más informal, era más rápido y eficiente. Las llamadas también. Actualmente la mayoría tenían móviles, podrían sólo usarlos y dejar de ser tan cautos al respecto. Aunque reiteraba, eso lo entendía también.

— No me apetece — Masculló ante aquella insistente mirada.

— No se la mandaremos — Aseguró la mujer tras resoplar — Príncipe...

— Bien.

TaeHyung volvió a coger el bolígrafo y se giró hacia su escritorio, tomando un cuaderno de hojas sin renglones. Llevaba tal vez, dos semanas usándolo y aunque su escritura era diferente ahora. Le costaba un mundo hacer que su letra no se torciera o fuera cayendo con cada trazo que realizaba sobre la impoluta superficie.

Le frustraba pero allí estaba, usándolo porque debía aprender a dominarlo.

Tan pronto destapó el bolígrafo y colocó el mismo sobre la hoja, dispuesto a escribir, su ceño se arrugó tanto como pudo. Debía agradecerle a JungKook el gesto, pero a su mente no llegaban palabras de agradecimiento y mucho menos sinceras. Sólo insultos y calificativos despectivos. No podía escribir aquello.

Sus labios se fruncieron y su mano derecha se apretó en torno al bolígrafo. En ese momento y a pesar de que ya habían pasado cuatro días, no había nada más sincero y crudo que su enojo y abatimiento. Su pecho se oprimió amargamente, y exasperado se hizo hacia atrás en su asiento, soltando el bolígrafo.

— Tae...

— No entenderías — Cortó entre dientes, sacudiendo su mano con indiferencia.

— Príncipe, siento interrumpir pero tiene una llamada.

Tanto TaeHyung como la adulta allí se voltearon hacia la puerta recién abierta, viendo a la joven empleada con un teléfono en la mano. Receloso, el de hebras plateadas se levantó de su asiento y tomó el aparato.

— ¿Hola?

— ¡TaeHyung!

El nombrado sonrió.

— ¡Mi-Sun! — Exclamó con efusión repentina — Pensé que habías muerto. Hace casi una semana que no sé de ti.

La chica al otro lado de la línea, rió.

— Recibí una sanción, ¿olvidaste lo del domingo?

TaeHyung realmente quería olvidarlo y deseaba no haber asistido también, pero nada de eso sucedería y arrepentirse no tenía sentido.

— ¿Qué clase de sanción? — Inquirió tras arrugar su ceño — El bastardo de tu hermano te mandó a un calabozo o algo así, ¿lo hizo cierto?

Mi-Sun rió por segunda vez y meneó su cabeza.

— No, actualmente es ilegal — Respondió tras suspirar — Y JungKook no es ningún sádico desgraciado, TaeHyung.

«Eso crees tú», resopló el susodicho para sí y en la seguridad de su mente.

— ¿Entonces?

— Sólo estuve haciendo servicio comunitario en la tarde y en la noche. En las mañanas estaban mis lecciones reales. Ya sabes.

— ¿Y dices que no es ningún bastardo? — Masculló con acidez, crispado por lo escuchado.

— Nuestra madre habría sido más severa — Objetó con suavidad — Además, a las diez estaba volviendo a casa. Fue bastante flexible.

TaeHyung resopló.

— Servicio comunitario, por las tardes y por las noches Mi-Sun, junto a tus lecciones en la mañana, eso es demasiado.

— No le dijo a nuestra madre — Reiteró tras exhalar con profundidad — Aún no es gobernante, su obligación era informarle a nuestra madre, la actual reina, lo que tú y yo habíamos hecho. Ella debió sancionarnos, no él. Y ella debió encargarse de la prensa, no JungKook — Exclamó con rigor en su voz.

— Pero...

— Abusó de su poder y nos salvó el trasero. Lo detestes o no, fue lo que hizo.

El más joven de ambos apretó sus labios y detuvo aquellas rudas contestaciones que deseaba escupir. Le gustara o no, Mi-Sun tenía razón.

— Como sea, ¿llamabas para algo?

— Para saber cómo lo estabas llevando tú.

— ¿Con respecto a qué?

La chica arrugó su ceño aunque no fuera vista.

— A tu sanción.

— No recibí una.

Respondió casi de inmediato, no deteniéndose a pensar cómo podría su amiga interpretar sus palabras.

— ¿Cómo? — Decir que Mi-Sun estaba sorprendida, sería decir una obviedad. Pero lo estaba.

— No me sancionó — Reiteró con mayor claridad — Sólo me regañó y me hizo sentir como un niño. Y algo peor que eso.

— ¿No te sancionó?

— ¿Estás sorda? — Masculló con sus labios fruncidos — Me citó en su estudio, me hizo sentir pésimo y como siempre, señaló todo lo mal que hice — Agregó con atropello, amargado ante el recuerdo — Entiendo que fuimos imprudentes y debimos ser más cautos. No soy un niño ni tonto, si lo hubiera dicho sin su comportamiento de siempre lo hubiera entendido — Reiteró al hundirse en su asiento, olvidándose de las dos presencias que le acompañaban — Pero fue un idiota y se piensa que regalándome...

Antes de que JiHee carraspeara en advertencia, TaeHyung se detuvo a sí mismo. No podía decirle aquello a Mi-Sun.

— ¿Regalándote qué? — Inquirió su amiga al otro lado, curiosa y confundida — ¿JungKook te hizo un regalo?

Él adoraba a su amiga, que no quedara dudas de eso. Pero si le confesaba que su único hermano le había mandado flores por cuatro días consecutivos, se volvería loca y lo malentendería todo. Felicitando al tipo y su gesto. Además de que eso le serviría como excusa para seguir alegando que no es una mala persona o tan idiota como él siempre dice.

De ninguna manera se lo diría.

— ¿TaeHyung?

El aludido parpadeó y enfocó su mirada en las flores que descansaban sobre su escritorio.

— Me regaló malos ratos — Respondió sin más. Mintiendo de manera parcial.

— Eso...

— Es la verdad — Interrumpió con rapidez, resoplando y re-acomodando su postura — Ya te lo dije, si lo vas a defender tan ciegamente, no digas nada.

La chica suspiró y pareció rendida.

— Bien, lo siento. Supongo que es la costumbre, ya sabes. Es mi hermano — Murmuró al encogerse de hombros, gesto que sólo ella apreció.

— Te tomas tantas molestias por él y ni siquiera te devuelve el gesto — Farfulló para sí, incredulidad y disgusto entremezclados en su voz.

— No lo ha tenido fácil — Justificó con suavidad, volviendo a suspirar — Pero no te interesa saber.

— No, tengo cosas que hacer. Nos veremos en algún momento, supongo.

— Terco — Farfulló con afectividad evidente — Nos veremos.

Y con un par de palabras más, TaeHyung colgó y le devolvió el teléfono a la sirvienta tras agradecerle por esperar.

— Continúe con su tarea, príncipe.

El aludido apretó sus labios y evitó resoplarle a JiHee, la mujer no era tan paciente como algunas veces mostraba ser.

Y aunque se dijo que en su interior no había nada más sincero que su enojo crudo y aún palpable, tras pasar tendidos minutos observando la blanca superficie de la hoja, una respuesta realmente honesta vino a él. Y patética también, lo admitía.

Él se sintió avergonzado y su orgullo herido. Aún así tomó el bolígrafo e ignorando la presencia de su institutriz, plasmó dicha respuesta sobre la hoja.

«Agradezco las flores, ha sido lo más considerado que hizo nunca. Agradecería también que la siguiente vez fuera menos rudo. Las flores no lo disculparán siempre».

Y aunque se sintió avergonzado de que JiHee leyera aquello, el anhelo sincero en su pecho porque eso sucediera, fue más grande y desplazó a la vergüenza en segundos. Y por esto, terminó sintiéndose aún más deplorable que antes.


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