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Ꜥꜥֶָ֢🏰ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo 3O

Desinteresado del escenario que la ventana de su auto le mostraba sin muchas alteraciones, sus dedos repiquetearon sobre su muslo derecho. Manteniendo un ritmo suave y, ciertamente vago.

Suspiró y evitando bostezar, viró su rostro hacia la izquierda. Enfocándose en su prometido quien, a pesar de conocer el paisaje tras del cristal, casi tan bien como él, lucía sinceramente emocionado. Y tal vez, eso tenía que ver con a quién visitarían.

Ladeando su rostro, lo observó mejor. Aunque no había mucho que poder mirar, apenas y una parte. El silencio era placentero y a pesar de eso, quería arruinarlo para platicar con el hombre más joven.

Le gustaba su voz, no tenía un porqué y tampoco era necesario uno.

— ¿Qué estás tomando?

TaeHyung se sobresaltó y rápidamente, volteó a verlo. Ojos abiertos en una exclamación silenciosa de sorpresa y sus labios cerrados entorno a la pajilla de acero de su desconocida bebida de tonalidad oscura. Inconscientemente y ante la imagen, sonrió. Muy suave y fugaz.

— Iced americano.

— ¿Qué es eso?

Negándose a esclarecer su duda, el príncipe le sonrió y de buena gana, le acercó su vaso. Esperando por que le diera una probada y por su propia cuenta, averiguara de qué iba. Y lo hizo. Únicamente cuando se percató de un par de miradas que deberían de estar fijas en otro lugar, es que sus ojos se movieron del rostro sonriente de su prometido y se enfocaron en el espejo retrovisor de su auto, dando con los ojos curiosos y significativos de su amigo y su conductor nipón. En respuesta a esto, enarcó una ceja. Inmediatamente,las miradas volvieron a estar en el frente y en donde debían: el camino.

Cuando sus ojos volvieron a enfocarse en la mirada cargada de expectación de su prometido, su ceño se distorsionó. Tragando el líquido extremadamente frío y oscuro, se apartó. Degustando a la fuerza, el sabor que había quedado en su paladar.

— No me gusta.

Riéndose de su expresión, TaeHyung se llevó la pajilla a sus labios y dio un sorbo antes de hablar.

— Puedo notarlo — Aseguró con un corto asentimiento — Es porque bebes mucho café, tu sentido del gusto está muerto.

— Simplemente no es de mi agrado — Replicó al voltear sus ojos ante el comentario bromista recibido — No sabe mal, pero es extraño.

— Deberías beberlo más seguido, puede terminar gustándote.

— Estoy bien con mi café, gracias.

La velocidad del vehículo se ralentizó y sintiéndose interesado por ver si habían llegado, giró su rostro. Percatándose del enorme edificio que se alzaba sobre ellos a unos pocos metros. Al fin, arribaron a Busan, y más específicamente, a la casa del rey DangMi.

Había sido complejo llegar, el tráfico era un desastre y los periodistas asediando los límites de su casa, hicieron de su salida un tanto problemática.

Y él comprendía, de alguna forma peculiar, que quisieran saber su opinión con respecto a la situación escandalosa de su hermana. Después de todo, eran personas públicas y ante semejante hecho, su palabra era gasolina para que los medios amarillistas tuvieran qué comentar en su transmisión.

Además, hasta el momento, era el único que había mantenido sus palabras para sí mismo. Limitándose a suspirar y pasar de todo tipo de periodistas e inquisiciones. La primera semana estuvo bien, no fue realmente complicado. Al inicio de la segunda, todo parecía comenzar a normalizarse de alguna manera espectacular. Pero cuando se cumplió un mes, hace poco más de tres días, y se dieron a conocer los juicios que Mi-Sun enfrentaría por posesión y consumo de sustancias ilegales, sumado a los cargos, de haber visitado burdeles y pagado por los servicios de estos. Todo volvió a explotar.

Todos tenían material nuevo que comentar, aunque muchos fueran repetitivos en sus discursos, daba igual. Los internautas tuvieron palabras que pronunciar también, algunos siendo más amables que otros. Sus padres, inevitablemente se exasperaron con todo y él, aunque se mantuvo al margen y ajeno, terminó con sus nervios hechos un desastre. El asedio era sofocante, tenía trabajo del cual ocuparse y por los bruscos acercamientos a su persona, apenas realizaba un tercio de éste. Y no fue hasta hoy, que pudieron volver a tener algún tipo de aproximación con TaeHyung. Después de un mes.

Lo que había jodido su humor, sin dudas lo había hecho. Y lo que más le frustraba, era el saber que su hermana mantenía una templanza que era incompatible con todo el alboroto que ella misma había ocasionado.

Y recordarlo provocaba que su sangre hirviera.

— ¿Por qué frunces el ceño? — TaeHyung se colocó a su lado y lo atrajo a la realidad sin brusquedades — JiMin creerá que no quieres estar aquí.

— Lo siento.

Dándole una mirada suave, el más bajo no dijo nada. Simplemente lo tomó del brazo y tiró de él. Guiándolo hacia la entrada con una apacibilidad que le gustó. Fueron recibidos por alguien del servicio, quien los acompañó hasta un pequeño salón de té.

TaeHyung vio su alrededor con atención, curioso de la decoración modesta y de los colores seleccionados para ella, mientras que él, se encargaba de absorber el entusiasmo contrario. Era de alguna forma refrescante y atrayente.

Y antes de que ejecutara un impulso repentino, las puertas del pequeño salón fueron abiertas y JiMin apareció. Pronunciando varias disculpas por su tardanza. Aunque no había sido mucha, él al menos lo consideró así. Su prometido también, quien no vaciló al momento de acercarse al adolescente para envolverlo en un abrazo amistoso.

— Ha pasado un tiempo — Murmuró el rubio una vez el contacto se perdió — Su alteza, es agradable que haya aceptado asistir.

— No me supuso un problema — Aseguró con calma, asintiendo cortamente — Gracias por la invitación.

— No fue nada.

TaeHyung bromeó sin malicia alguna, lo divertido y extraño que era ver a JiMin tratar a uno de ellos con excesivas formalidades y al otro, sin muchas de estas o pocas. Consiguiendo un sonrojo en el joven príncipe y una risa nerviosa de sus labios. Inadvertidamente, se tomó las libertades de aplastar sus mejillas, una sola vez, con suavidad y sus palmas hechas puños. Murmurando un lindo entre medio. Y aunque él no difería demasiado de su pensamiento, encontró más encantadora la expresión que acompañó a su corta exclamación.

Y si alguien más riguroso en cuanto a las formalidades se encontrara allí, como el padre del chico por ejemplo, no tardaría dos segundos en descalificar el comportamiento del más bajo. Porque todos sabían, que esos no eran los modales de unos príncipes bien instruidos.

Dándose cuenta de un aspecto "insignificante", la expresión de JiMin se iluminó.

— Tomen asiento, por favor — Pidió con suavidad, señalando hacia la mesa y las sillas en ellas — Pronto traerán el té.

Y sin más, todos acataron el pedido gentil del más joven. Éste también por supuesto. JungKook no participó de la charla inicial, incluso después de que el té se les fue servido. En su lugar, se dedicó a beberlo y prestar atención a los animados príncipes y a las palabras que intercambiaban con total gusto y facilidad.

Él no era una persona muy comunicativa, ni cuando debía de serlo. Lo reconocía. Pero su cualidad, según su propia y más crítica observación, era escuchar. Se le daba mejor.

Sin tener idea de cómo, su mente terminó vagando entre muchas ideas, hasta que su mirada se detuvo sobre la taza descansando en la mesa. Y sin mucha resistencia, pensó en cómo algunas costumbres terminaron enredándose con las propias.

Su mente tendía a hilar situaciones que podían no tener relación y sentido alguno entre sí. Por si no era evidente. Además, solía suceder cuando su nivel de concentración era bajo.

Y realmente no tuvo idea de cuánto tiempo se mantuvo en los rincones poco interesantes de su cabeza, la única certeza que poseía, es que en algún momento de su desconexión del mundo, YoonGi fue mencionado. Lo que causó una reacción inmediata en su persona.

— Hay té suficiente para más personas.

Desentendido, le dirigió una mirada a su prometido en la silla frente a él. Preguntándole con ella, a qué se refería el más joven. O el contexto general de su conversación.

— No creo que quiera asistir — Murmuró una vez le regresó la mirada — ¿Qué piensas tú, YoonGi aceptaría sumarse a tomar el té con nosotros?

Observando al príncipe de Busan por unos segundos, se percató de la expectación en su rostro a pesar de estar cabizbajo, evitando su mirada. Ante la certeza de una sospecha pasada, suspiró como asintió para sí.

— Podrían invitarlo, a pesar de estar cumpliendo con su horario laboral, puede considerarlo hasta el punto de aceptar.

En vez de ser totalmente honesto en su contestación, prefirió expresar una verdad a medias. YoonGi podría aceptar como no, era una posibilidad de cincuenta y cincuenta. Además, no recordaba algún momento en que su amigo hubiera bebido té. Ya sea como un acto de mera cordialidad o como un acto ejecutado por un gusto sincero.

— ¿Sería correcto?

La timidez del más joven, fue encantadora. Y por segunda vez, evitó ser franco.

— No veo por qué no lo sería. Es su casa después de todo.

Excusándose un segundo, JiMin se retiró del pequeño salón cuando se sintió lo suficientemente convencido o confiado de tomarse el atrevimiento de invitar a su amigo a beber té.

— Eso fue dulce de tu parte.

Sorprendiéndose por las palabras repentinas de su prometido, miró en su dirección. Inclinando su cabeza hacia la derecha, le preguntó sin mediar palabras, a qué se refería.

— El que lo animaras.

Sus labios se abrieron y en un suspiro bajo, dejaron escapar un débil «ah». Expresión de entendimiento causada por la comprensión absoluta de a qué, hacían alusión las palabras del hombre más joven con hebras rosas. Siendo honesto, él era el empleador de YoonGi y éste se encontraba en horario laboral, pudo brindarle esa respuesta al rubio. Pero no lo hizo.

«¿Eso podría considerarse como un gesto dulce?»

Inconscientemente y ante la incertidumbre, su rostro terminó inclinándose un poco más. Sumando a ello, arrugas confusas en su entrecejo. Que al parecer, le daban un aspecto divertido, porque no había otra manera de explicar la risa repentina de TaeHyung. Una pronunciada entre dientes y de tonalidad dulce.

— Lindo.

Su mente se detuvo y no consiguió reaccionar a tiempo. Para cuando notó que había sido llamado por "lindo", las puertas volvieron a ser abiertas. Capturando la atención de ambos al ver a un torpe JiMin de regreso y tras él, YoonGi.

Y desde que tomó asiento con ellos hasta poco más de una hora después, en ningún momento, JungKook dejó de mostrarse asombrado por su aparición. Volviendo a pecar de honestidad y aunque con anterioridad, hubiera expresado que las posibilidades de que aceptara o negara estaban divididas de una manera justa entre sí. Él anticipaba que se negaría.

La razón principal para ello, fue ver que no se le trajo una taza de té, sino que fue de café.

Pero ignorando este pequeño detalle, reconoció que la naturalidad carismática de YoonGi para adaptarse a diversas situaciones, tuvieran que ver con él o no, era envidiable. Y una gran cualidad, por supuesto.

La conversación no era difícil de seguir, mayormente constó de trivialidades y anécdotas pasadas interesantes de mencionar. Pero aún así, su comodidad ante la situación, rebosaba con notoriedad. Escaseando de falsedades.

El tipo perfectamente podría ser un camaleón en su siguiente vida. Pensó en algún momento con admiración. Viéndolo desenvolverse sin dudas o pena.

Su presencia aportó dinamismo al ambiente y a la conversación en sí. Porque a pesar de tener un trabajo que requería de extrema rigurosidad, el pelinegro no tenía mucha en su persona. A través de sus ojos, JungKook percibía a YoonGi como un hombre de alma joven y de pocas restricciones. No tenía dudas de que en verdad lo fuera.

Y extraña como inadvertidamente, sufrió de una epifanía. La cual tenía que ver con cuánto él apreciaba a su amigo.

Una epifanía que estaba seguro no haber tenido antes aunque supiera que ésta no era más que absoluta y cierta.

TaeHyung deambulaba silenciosamente por los pasillos de la Casa Real, eran poco más de las diez y todo el lugar estaba cargado de una tensión desagradable. La viuda del antiguo rey, estaba allí de visita y desde que llegó, no se había ido. Y esto había sido hace tres o cuatro horas, no recordaba con exactitud. Lo que sí recordaba a la perfección, es que desde que apareció, profirió todo tipo de quejumbrosas exclamaciones relacionadas a la renacida situación que involucraba a Mi-Sun.

Y lo poco que había alcanzado a escuchar, básicamente era más de lo mismo. Estaba indignada, porque una princesa no cometía semejantes actos. Estaba enfadada con su hija y el consorte de ésta, porque no habían contenido a los medios y el desastre en sí, que había alcanzado fronteras que no debió desde una primer instancia. Estaba colérica con los medios por decir incongruencias burdas, según ella. Se encontraba decepcionada de la cero intervención de JungKook en todos los sentidos posibles y en resumidas palabras, era un desastre más allí.

Después de todo, Mi-Sun estaba creando una mancha en la historia de la dinastía Jeon.

Una mancha que no se olvidaría fácil, eso todos lo sabían bien. No había forma de que resultara de otra manera.

Cuando su destino apareció ante sus ojos, aceleró el paso. Bo-Kyung, parecía tener más vitalidad de la que aparentaba y no se había movido de la sala en tiempo, obligando a su hija, la reina MinYoung, a permanecer con ella. TaeHyung no tenía ánimos de ser malentendido ni de escuchar una conversación que no le aludía directamente.

Por lo que, no tardó más en ingresar a la cocina. Tenía sed y JungKook estaba más entretenido realizando trabajo, cuando debía de cenar algo antes de tomar su medicación.

«Obseso idiota», pensó al rodar sus ojos. Deteniéndose a unos centímetros luego de haber cruzado el umbral. Su mirada encontrándose con la del señor Jeon HyunSoo.

Saliendo de su estupor momentáneo, efectuó una sutil reverencia en saludo y se encaminó hacia donde SukJun le dijo, se encontraría la cena del príncipe como suya también. Disponiendo de una bandeja, comenzó a organizar todo de manera dedicada y cuidada. Ignorando al hombre que se encontraba bebiendo un café, si su olfato no le fallaba, es lo que era.

— ¿Puedo preguntarle algo, príncipe?

La voz del hombre fue baja y su tono vaciló, como si no estuviera seguro de pronunciarse. Curioso por ese detalle, se detuvo y se enderezó para regresarle la mirada.

— Por supuesto.

Aclarándose la voz, el hombre habló: — Me he percatado de que JungKook ingiere algunas pastillas frecuentemente, pero no he visto que enfermara...

No continuó, la pregunta se hacía por sí sola sin necesitar de ser formulada por alguien.

Inconscientemente, su ceño se arrugó. Él había notado los ojos curiosos y ávidos del hombre en un pasado, y si una vez divisó a su hijo tomando su medicación en el desayuno. No le sorprendía el que lo hubiera visto en más ocasiones. Pero de todos modos, su ceño se contrajo por un motivo distinto a ese.

Había tenido pocas interacciones con el padre de JungKook, tanto en un pasado realmente lejano como en la actualidad más vivida. Y todas siempre giraron entorno a lo mismo: Mi-Sun. Nunca mostró especial interés por su primogénito pero tampoco se vio antipático ante su existencia. Lo que era confuso de alguna forma.

No sabía deducir si sus palabras provenían de la preocupación ligera que el hecho descubierto le podría estar ocasionando, o si simple y llanamente, no era más que intriga.

Inclinando su rostro, en lugar de brindar una respuesta. Le devolvió al hombre una pregunta, básica y escueta:

— ¿Por qué? — Claramente, el consorte de la reina no le comprendió. Sus ojos brillaron desconcertados y sus labios se torcieron en una mueca efímera — ¿Por qué le interesa saber?

Su madre le había explicado que, por más prometidos que él y JungKook estuvieran, algunos temas seguían siendo ajenos a su persona. Principalmente, aquellos que involucraran la "familia". Los aludía, pero su unión no estaba concretada por lo que, lo hacía de una forma indirecta y vaga.

Lo que él rechazaba.

No pretendía saltar al cuello del hombre, porque si bien y como le había confesado a JungKook, sus padres estaban comenzado a dejar de agradarles. Seguían siendo los reyes y el consorte de Seúl, no había tenido ninguna actitud contundente o arisca para con su prometido. Y después de todo, los padres estaban supuestos a equivocarse y rectificar.

Presumiendo, que esas fueran las intenciones del rey.

— No pretendo ser grosero, pero no estoy seguro de qué intenciones, lo mueven — Agregó en un suspiro cuando la mudez del mayor, se prolongó.

— ¿Es importante?

TaeHyung asintió, de manera corta pero concisa.

— Sin lugar a dudas. ¿Pregunta por la preocupación que el desconocimiento le causa o por nada más que una superficial curiosidad? — Musitó con su mirada fija en los confusos ojos del contrario — Tengo plena confianza en el hecho de que, habrá presenciado innumerables ocasiones en la que su hijo se desmoronó. Lo que me lleva a cuestionarme, ¿por qué interesarse por él ahora? ¿se debe a Mi-Sun?

— ¿Qué re...?

— No intento insinuar que actúa erróneamente — Se adelantó a mencionar, levantando una mano para pedir por su silencio — Pero considero que la honestidad del porqué quiere saber sobre su hijo, es importante. No quiero meter a JungKook en problemas — Confesó en una exhalación profunda, su mirada cayendo para continuar con su tarea pausada — Asimismo, no me corresponde a mí, decir qué o porqué está él tomando pastillas.

— Te lo pregunté amablemente.

— Y lo reconozco, su alteza — Aseguró con un asentimiento lento. Procediendo a guardar en la nevera lo que en un principio, había sacado de ella — Pero está preguntando a la persona equivocada.

— Él no me diría.

«¿Qué fue eso?», murmuró una voz en su cabeza ante el tono del hombre. «¿Pena, resentimiento o cansancio?», prosiguió con incertidumbre. Arrugando su entrecejo un momento ante el desconocimiento.

— ¿Puede culparlo? — Susurró sin una emoción en particular — Ni siquiera debería — Agregó al percatarse de su mirada evaluadora. La cual dejaba a la vista, un ápice de consideración por hacerlo — ¿Puedo retirarme?

— Por supuesto.

TaeHyung asintió y recogió la bandeja, asegurándose a ella con firmeza. Curvó sus labios hacia el hombre, en un intento por... ¿consolarlo?, no estaba muy seguro. Y tras realizar una reverencia, salió.

Ralentizando su paso tanto como pudiera, importándole poco si tardaba varios minutos. A pesar de que la bandeja era amplia y todo en ella se encontraba distribuido con minuciosidad, no quería provocar una catástrofe y romper algo. Además, la parte más difícil eran sin dudas, las escaleras.

Tomándose todo ese tramo, para felicitar a las personas que hacían lo que él, en un tiempo considerablemente rápido y con una agilidad que no parecía ordinaria. O fácil de emular.

Sus brazos se resintieron en algún punto, pero para su suerte, ya estaba dentro de la habitación de JungKook. Quien según recordaba, estaba en su escritorio. Pero viendo en esa dirección, ya no era así.

Se confundió por un momento, hasta que lo más evidente del lugar, captó su atención. Las puertas que daban al balcón se hallaban abiertas y JungKook fuera, sentado en el suelo mientras tenía la cabeza inclinada hacia arriba. Observando el cielo.

Se tomó unos segundos para absorber el escenario ante él.

— ¿Qué haces? — Preguntó cuando llegó a su lado, como si no fuera evidente o no tuviera idea.

— ¿No es obvio? — Replicó por lo bajo, sin despejar sus ojos del manto oscuro y lejano.

— Lo es — Reconoció en un asentimiento del cual sólo él fue testigo — No tenía conocimiento de que te gustara apreciar el cielo.

— Es un pasatiempo reciente.

— Dicen que ver la luna puede aliviar las cargas del corazón.

JungKook le miró, por su vista periférica pudo saberlo.

— ¿Quién dijo eso? — Sus palabras salieron en un murmullo bajo pero curioso e inevitablemente, TaeHyung sonrió.

—  Alguien que debió sentir su corazón ligero una vez miró a la luna.

Su respuesta no convenció al hombre y por cómo frunció su entrecejo, sospechó que tampoco le gustó. Lo que le divirtió y acentuó su anterior sonrisa.

Él no tenía idea de quién había pronunciado tales palabras, su padre en algún momento las citó. A raíz de que no pudo conciliar el sueño y terminó fuera, viendo el cielo intentando recrearlo. Lo que no salió bien pero en ese entonces, su gusto por pintar era inmenso. No importaba qué tan poco virtuoso fuera, era un pasatiempo del cual disfrutaba.

Su padre terminó junto a él, halagando su intento de cielo y diciendo las mismas palabras que él exclamó segundos atrás. Asegurándole que en algún sitio, las había leído. Básicamente, nadie sabía de dónde provenían.

— Te saldrán arrugas — Murmuró con su índice en el ceño impropio. Capturando su atención completamente — Es una frase bastante conocida.

— No la había escuchado nunca.

— Quizás no lo es tanto — Rectificó con suavidad, aún sonriendo — Ahora levántate, tenemos que cenar.

— ¿Fuiste por la cena? — Inquirió al obedecerle y dejarse tirar de su brazo.

— No parecía que fueras a traerla pronto.

— Lo siento.

TaeHyung soltó su mano y miró en su dirección.

— ¿Por qué te disculpas con tanta regularidad?

— No lo sé. Una manía pasajera, supongo.

Aunque no aceptó su respuesta con totalidad, tampoco dijo algo. Simplemente sacudió su cabeza y suspiró, tomando la bandeja para arrugar su ceño.

— Deberías tener una mesa, teniendo en cuenta que mayormente almuerzas o cenas aquí — Comentó al percatarse de la falta de una. Preguntándose internamente dónde colocaría la bandeja.

— No lo había considerado.

Riéndose cortamente, JungKook se apropió de la bandeja y la llevó hasta su escritorio. Estaba despejado, lo que no había notado antes. Y sin medir palabras, el hombre comenzó a colocar la cena de ambos sobre la amplia superficie. Al terminar, tomó asiento y miró en su dirección.

— ¿No vienes?

Saliendo de su ensoñación, se encaminó hacia él hasta tomar asiento en la silla que JungKook le consiguió. Pero claro y según éste, «No puedes seguir sentándote en mi cama y manteniendo esa postura, tu espalda se perjudicará con el tiempo». No había sido nada, adjuntó en algún momento en el que su sonrisa debió mostrarse con un descaro innegable.

La cena fue silenciosa, no habían palabras que cruzar ni hechos que comentar. Por lo que estuvo bien. Fue cómodo para ambos. Una vez finalizaron, JungKook llamó a alguien del servicio para que se llevara lo usado a pesar de las quejas que TaeHyung exclamó.

Al momento de dormir, ambos príncipes portaban sus prendas de dormir. Inevitablemente y teniendo en cuenta que, un par de cuantas semanas atrás, TaeHyung empezó a quedarse en la Casa Real con sorprendente frecuencia. Terminó llevando consigo ropa extra, la cual, osadamente permanecía en el armario de JungKook. Quien no mostró especial reticencia a la idea.

El más bajo ni siquiera recordaba si el hombre más alto se quejó de manera falsa o exhaló exageradamente. No había sido ni una ni otra, porque no había mostrado ninguna reacción. Externa principalmente. De manera interna, la realidad fue otra. Si el príncipe de hebras rosas tan sólo supiera los latidos que su corazón por alguna extraña razón se rehusó a realizar, se asombraría hasta el punto de perder el habla.

Yaciendo sobre la cama y bajo las sábanas, ninguno cerró sus ojos. Se mantenían despiertos y rodeados del silencio. Sus respiraciones sosegadas y sus ojos fijos en el techo, apreciando la iluminación tenue que una lámpara les brindaba.

Todo era sereno y quieto. Una ambientación libre de perturbaciones nocturnas.

La mente de uno manteniéndose vacía de ideas y ligera. Mientras que la del otro, llena de preguntas y dudas. Palabras reprimidas a pesar de todavía no ser pronunciadas.

Los minutos transcurrieron y de haber un reloj de pared, el movimiento quedo de sus agujas al pasar, habría hecho eco entre ellos.

En algún momento desconocido e indescifrable, TaeHyung sintió un suspiro ajeno a su persona y volteando su rostro, sus ojos chocaron con los de JungKook. Internamente se preguntó cuánto tiempo llevaba viéndole. Y por más curioso que se sintió, no habló. Prefirió observarlo también.

En algún extremo vagamente explorado, terminaron disolviendo los límites entre ellos. TaeHyung terminando con sus brazos enredados en la cintura impropia. No era un gesto asiduo entre ellos pero tampoco desconocido.

Los segundos anduvieron con mayor prisa, convirtiéndose en más minutos. Luego del correr de varios y del marchar de una hora, JungKook comenzó a jugar con su cabello. Manía que hasta el momento, había perdurado.

— ¿Quieres escuchar una historia?

Negándose a levantar su cabeza o abrir sus ojos, TaeHyung profirió una exclamación estrangulada, las caricias en su cabeza le provocaban somnolencia.

— ¿Para dormir? — Cuestionó cuando su voz se encontró y él tuvo las fuerzas necesarias de pronunciarla.

— En efecto.

— Me gustaría.

Aunque él ya estaba cerca de la inconsciencia, la idea le gustaba. Aunque tenía la sensación de que no sería una historia fantasiosa, el ánimo calmo de JungKook se lo advertía indirectamente.

— ¿Cuál te gustaría escuchar? — Preguntó en un tono suave — ¿Una historia triste o no tan triste?

— ¿Cuál quieres contar?

Su corazón retumbó preocupado dentro de su pecho y con los sentidos despiertos, alzó su cabeza. JungKook no le miraba.

— Una historia no tan triste — Respondió cuando su meditación al respecto, acabó — La historia es sobre un cachorro que creció sin comprender qué estaba mal con él — TaeHyung apenas pudo musitar un quedo «de acuerdo» al oírlo — Hace tiempo nació un cachorro, era el más enérgico de tres pero no el más grande. Era delgado y torpe. Sus hermanos no lo trataban mal pero gustaban de tomarlas contra él. Su infancia no fue mala y su cola nunca dejaba de sacudirse, incluso cuando terminó en una misma casa con sus hermanos — Recitó JungKook en un tono tranquilo, aún moviendo los dedos sobre su cabello — Seguía siendo delgado, cuando las muecas de disconformidad aparecieron en las personas a su cargo. El cachorro se esforzó en lucir más grade. Comió y comió, dejando de ser un desastre juguetón. Aunque su cola mantuvo el entusiasmo. Un entusiasmo que se fue apagando. Era grande y cumplía con las tareas que sus hermanos se negaban a realizar, pero ellos seguían teniendo palabras de aliento y recompensas. Su cola dejó de sacudirse un día, se volvió revoltoso y arisco con los otros dos perros. Los regaños llegaron y con el pasar de los años, el cachorro terminó apartado atado al tronco de un árbol. Incluso cuando su juventud se marchó, el antiguo cachorro no comprendió qué había hecho mal.

JungKook no continuó, la historia había culminado. Tragándose el nudo que la historia, supuesta a ser no tan triste había causado, TaeHyung se las arregló para preguntar:

— ¿Terminó?

— Oh cierto, fin — Farfulló el azabache cuando recordó el detalle que pasó por alto — ¿Qué tal?

— Esa no es mi concepción de algo no tan triste, ¿sabes?

Sonriéndole, el hombre asintió.

— Lo sé, pero lo fue. Lo prometo.

— No necesitas prometer nada. Ese no era el trato que un cachorro tan dedicado merecía.

— Algunos corren con mejor suerte que otros.

— ¿Cuándo escucharé el siguiente cuento?

JungKook tarareó por una respuesta, tomándose minutos para buscar una respuesta certera que brindar.

— No lo sé. No creo que sea pronto.

TaeHyung suspiró.

— Está bien, puedo esperar.

— Lo sé.

Si bien ese día el corazón de TaeHyung se retorció por la amargura que el "cuento" le ocasionó. Aún así ignoró la sensación punzante y valoró la sinceridad de JungKook.

En la oscuridad de la noche pueden suceder muchas cosas, algunas buenas y otras malas. Algunas pueden tener que ver entre sí y otras no. Como muchas de ellas pueden ser relevantes o insignificantes.

Particularmente en la que envolvió a JungKook y TaeHyung ese día agitado y de muchos estímulos, fue una mezcla difícil de seccionar y nombrar. Pero a grandes rasgos, un corazón se abrió valientemente y confesó entre códigos, un pesar que lo acompañaba hace tiempo.

Esa noche, TaeHyung realmente se abrazó al cuerpo de JungKook.


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