Ꜥꜥֶָ֢🏰ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo 28
— Te ves emocionado.
Girándose a ver al pequeño príncipe de Busan, TaeHyung le mostró una gran sonrisa. Confirmándole de esa forma, qué tan entusiasmado en realidad estaba.
— Es un día importante.
Y en efecto lo era. Los días habían transcurrido sin demasiados alborotos, con un ritmo controlado y mayormente quieto, dejando así, a octubre en un tierno y levemente fresco pasado. Noviembre ocupó su puesto, haciendo del clima más frío y establecido. Pero trayendo con él, el cumpleaños de su prometido.
Al tercero que asistiría sin sentirse obligado o como un compromiso con el cual cumplir por el bien de su imagen pública.
— Puedo percatarme de ello.
Absorbiendo su aura enérgica, JiMin le mostró una sonrisa en respuesta. Más reservada que la suya, pero una sonrisa al final.
— Agradezco que me haya considero en primer lugar para acompañarlo.
— No tienes nada que agradecer, fuiste el primero en venir a mi mente.
— De todos modos, gracias.
TaeHyung insistió en que no había nada por lo que sentir gratitud. Tenía un regalo que comprar para JungKook y no queriendo incursionarse en dicha aventura solo, se le ocurrió que JiMin sería un compañero indicado de elegir. Y así fue.
Si la situación entre él y Mi-Sun fuera otra, tal vez y sólo tal vez, ella estaría allí con ellos. Pero inadvertidamente, su relación con la chica se fisuró con notoriedad. Cuando iba de visita a la Casa Real, ésta pasaba de él o le otorgaba malas miradas si compartía, según ella, demasiado tiempo junto a su hermano mayor. Y cuando al fin le dedicaba tiempo a la castaña, ésta se encontraba catatónica, con un ánimo a veces bajo.
Predecible o no, los roces entre ellos empezaron. Los reclamos de Mi-Sun no tenían sentido para él, eran incongruentes y la mayoría de veces, estaban acompañados con ataques implícitos para el azabache. Quien nunca estaba entre ellos.
Él se irritó al punto de exasperarse, lo que desembocó, en una castaña terriblemente enojada también. Y por el momento, su relación parecía estar estancada y pausada.
— ¿Tiene algún regalo en mente?
Suspirando, TaeHyung negó.
— Tengo opciones a considerar.
Asintiendo, JiMin se mostró curioso.
— ¿Puedo saber de ellos?
— Por supuesto — Aseguró de inmediato, dándole una pequeña sonrisa — No sé si lo hayas notado, pero no es un hombre de accesorios. Apenas y tiene un reloj de muñeca — Pensando en ello, el más joven asintió. Reconociendo el hecho — Tampoco usa anillos o collares.
— ¿No es más práctico de esa forma? — Inquirió con duda sincera — Tiene menos de donde elegir.
— Debería de serlo, pero no lo es. Quiero darle un regalo que le guste.
— Si viene de tu parte lo hará, ¿cierto?
Aunque eso pudiera ser cierto, el príncipe de Incheon no quería comprar un regalo para su prometido y quedarse con el sentimiento de que, al menos le había conseguido algo y al final del día, la intención es lo que importaba. Él no funcionaba de tal forma.
Él quería conseguirle algo que realmente fuera de su agrado y le gustara. Después de todo, JungKook había acertado en sus regalos hace casi tres meses en el día de su cumpleaños. Y él los había adorado. Quería retribuir el gesto.
— Seguramente — Murmuró indeciso — Aún así, quiero que sean significativos.
— ¿Y cuáles son sus opciones entonces?
— En primer lugar: flores — Ladeando su rostro, JiMin se sorprendió por la respuesta — A él realmente le gustan — Aclaró sin profundizar innecesariamente — Pero no puedo darle eso y ya. Necesito un detalle extra.
— ¿Y qué tienes en mente?
— Mayormente, sus vestuarios se conforman de trajes. Pero estoy seguro de que un sastre de su familia los confecciona para él, así que, pensando en ello, descartaré la idea de comprarle uno.
— Deberías de saber sus medidas — Señaló meditabundo.
— Cierto — Farfulló el de rosas cabellos por lo bajo — Había olvidado ese pequeño detalle — Agregó con una sonrisa apenada en sus labios.
— Me doy cuenta — Aseguró el rubio con buen ánimo — ¿Tienes otras alternativas?
— Consideré corbatas, pero sería un gesto soso de mi parte.
— Realmente no hay mucho de dónde elegir — Informó al darse cuenta de ello. El príncipe de Incheon, aparte de ser dedicado en la elección de un buen regalo, era también alguien exigente.
— Lo sé — Admitió en un lamento exagerado — Pero algo llamará mi atención, sólo necesito recorrer el lugar.
— De seguro es interesante. Nunca había estado tanto tiempo en un mismo lugar.
— ¿No?
JiMin negó.
— En Busan no hay mucho que ver, siendo sincero. Y lo poco que contemplé, no incita a ser visto más veces.
TaeHyung asintió, comprensivo.
— Sus paisajes son bonitos.
— Sin lugar a dudas, pero no hay más que pueda calificarse como bonito.
Sus pláticas continuaron entorno a temas banales y mayormente, triviales. Descansaron para beber y comer algo cuando sus piernas comenzaron a resentirse de la tendida caminata. Hubieron silencios cómodos y algunos más desapercibidos.
Para las seis, su caminata fue retomada. Y para las siete, TaeHyung encontró lo que sería un buen presente para JungKook. Aunque habían muchas y desbordantes posibilidades de que no lo usara nunca. Tenía la endeble esperanza de que fuera lo contrario a lo que anticipaba, pero no estaba convencido.
Esas casi cuatro horas yendo de tienda en tienda, no fueron un desperdicio. Él y JiMin realmente la pasaron bien. Lo que sin dudas, sería un buen recuerdo.
«¿Le gustaron?»
Nerviosamente, TaeHyung mordió su labio inferior. Viendo con absoluta atención, a JungKook escrutar sus obsequios yacidos en la mesa que había sido diseñada, específicamente para eso: colocar regalos. No llevaban más de unos veinte o quizás veinticinco segundos allí parados, y aún así, él sentía que se estaba deshaciendo a causa de la intriga y los nervios ya mencionados.
«¿No le gustaron?», meditó con sus dientes, ahora estropeando la cara interna de su mejilla derecha.
Sus ojos se deslizaron fuera del filoso y taciturno rostro de su prometido, y pasaron a estar sobre las flores que consiguió para él. Era un arreglo de tamaño mediano compuesto por peonías de un pálido rosa y gladiolos blancos y violetas.
Fue a un par de reconocidas tiendas en Incheon en busca de estas flores en particular y sólo dos, las poseían. Y su respiración casi se corta cuando la joven mujer le comunicó, que no estaba segura de tener de las primeras. Pero para su suerte, le quedaban un escaso par. Y su arreglo pudo ser armado.
Y él necesitaba de estas flores porque, luego de una ardua investigación y de recordar qué significaba la dalia que se le había sido obsequiada, su elección no pudo ser más acertada. Las peonías significaban compasión y cálida timidez. No importaba demasiado el color que se prefiriera, dicha concepción no cambiaría. Y los gladiolos simbolizaban la fuerza de un carácter guerrero y la fidelidad más sincera a pesar de los obstáculos. En conjunto, según la mujer le comentó, representaban la prosperidad de dos almas afines a pesar de las tragedias que las rodean.
Y TaeHyung las eligió porque se adaptaba a ellos, exceptuando las tragedias.
— ¿Dirás algo?
Parpadeando varias veces, JungKook miró en su dirección.
— ¿Sabes qué significan?
— Por supuesto.
— No soy de collares — Murmuró con sus fijos en el pequeño collar que sus manos sostenían. Observando a detalle, el dije en él: un lirio bañado en oro — Recordaste mi flor favorita.
— Te presto atención — Respondió en un intento por sonar confiado al citar sus palabras, pero su voz tembló y como su más pesimista lado anticipó, falló — Apreciaría que dijeras algo, ¿sabes?
Depositando el collar en la pequeña caja de la cual había sido sacado, JungKook se giró hacia él y agachándose lo suficiente, besó con tierna fugacidad, su mejilla izquierda.
— Gracias — Expresó cuando se alejó y enderezó su postura — Aprecio ambos obsequios.
— ¿En serio? — Su voz se pronunció en un hilo quedo. JungKook sonrió por ello.
— Son los mejores regalos que he recibido en tiempo.
Su tono fue bajo y suave, pero bañado en gratitud. Incluso sus luceros lo expresaban abiertamente también. Sonrojándose, TaeHyung colocó una mano en el hombro de JungKook y lo obligó a encogerse, devolviéndole el beso.
— Feliz cumpleaños.
— Muchas gracias.
Sus ojos conectaron por unos miserables segundos cuando, bruscamente, tres hombres bien trajeados se acercaron a ellos. Interesados en saludar al festejado. O quizás interesados en conversar con éste, el príncipe de Incheon no tenía mucha idea.
Simplemente se hizo a un lado y dejó al hombre atender a sus invitados, después de todo, es lo que haría por un tiempo largo. Y sintiéndose curioso por ver la decoración elegida para el azabache, caminó por el lugar.
No habían arreglos excesivos, no habían tiras de papeles ni nada que fuera llamativo. Algunas flores por aquí y por allá, las mesas estaban bien organizadas. Luciendo telas suaves y extremadamente blancas, vajilla ostentosa y bien distribuida. Y ya. No había nada más que pudiera destacarse, bastante insípido en su opinión. Pero de alguna forma esperado.
Los minutos pasaron y varias personas se acercaron a él, simplemente por cortesía. Saludándolo y generando, efímeras conversaciones sobre temas genéricos. No la pasó mal pero tampoco bien. Bastante irrelevante a su consideración personal.
Y sus emociones, hasta el momento lineales, se vieron sacudidas a la hora de la cena. TaeHyung no tenía idea de si, inconscientemente esperaba lo que sucedió o no, pero que se pasmó. Lo hizo. Y enervado, se cuestionó si no había un momento en el que JungKook tuviera un respiro de su familia.
«¿Ni siquiera el día de su cumpleaños?», pensó con disgusto mientras escuchaba a la abuela de su prometido comentar lo disconforme que se sentía por no tener tratado de ningún tipo con Corea del Norte. Ya que en las noticia se informó, lo buenas que estaban siendo sus ganancias con respecto a un nuevo aparato tecnológico en el que, al parecer, China tiene interés por adquirir.
«¿No podían superarlo?». Rodando sus ojos, rebanó su filete con más ahínco del necesario.
— ¿Qué piensa usted, príncipe?
Sobresaltándose, TaeHyung miró hacia la madre del hombre a su derecha. En confusión, parpadeó varias veces.
— ¿Disculpe?
— Su madre expresó que, no sería del todo desagradable negociar con China — Comentó con una mirada apacible, clavada en su rostro — Estoy interesada por saber su opinión. ¿Concuerda o difiere? — Preguntó amena.
— Difiero, por supuesto — Aseguró al bajar su tenedor, viendo su carne con lamento — China tiene unas políticas con las que no concuerdo. ¿Negociar con ellos, de alguna forma indirecta no sería avalarlas?
— Pero nuestro mundo se basa en crecer, crear relaciones y asociaciones. ¿No debería eso sobresalir? — Inquirió el consorte de la reina MinYoung, interesado en su respuesta.
— No lo pienso así. A veces, las cuestiones humanas deben estar en un escalón por encima a todo lo demás.
— ¿Incluso por sobre un bien mayor?
— No hay bien mayor más importante que preservar los principios y derechos humanos.
Asintiendo, el hombre pareció conforme con su sincero expresar. Agradeciendo el tiempo muerto, se llevó su abandonado filete a los labios. Pero a penas terminó de tragar, Mi-Sun levantó su copa. Dispuesta a tomar la palabra.
— Considero ideal realizar un brindis en nombre de nuestro futuro monarca — Murmuró afable — Y en nombre de sus logros hasta ahora conseguidos — Agregó con una sonrisa cauta.
Y si la intención albergada en su petición no era más que inocente y un acto de buena fe, su familia la interpretó de otra forma. Torciéndola a su beneficio y usándola como carta blanca para desestimar a quien iba dirigido el supuesto brindis no concretado.
— No ha conseguido demasiados — Espetó Bo-Kyung, abuela de JungKook. Dejando sus cubiertos a un lado y sosteniendo su copa de agua con impecable arrogancia.
— En las noticias es bien halagado — Murmuró su padre, ligeramente sorprendido por el comentario de la viuda del antiguo rey.
— He visto al futuro rey de Rusia conseguir más méritos.
— Cierto, pero ha tenido más pasos en falso que su nieto.
— Sería absurdo que con pocos logros, tropezara.
Y las palabras cruzadas continuaron, entre su padre, extrañamente refutando a la mujer mayor como rebatiendo a la reina MinYoung. El consorte de mencionada reina, se mantuvo al margen, comiendo plácidamente de su filete. Mi-Sun de vez en cuando intentó aportar algún pensamiento al cruce de los reyes, pero parecía no haber lugar para ella. Su madre no hizo más que escuchar y JungKook parecía ajeno a ellos. Desinteresado, de hecho. Mientras que él, apuñalaba lo poco que había en su plato y tenía plena consciencia de lo desfigurado que estaba su rostro por el desagrado.
— ¿Le sucede algo, príncipe?
Y todos los pares de ojos en esa mesa, terminaron sobre él. Quien sin poder evitarlo, resopló.
— En lo absoluto — Farfulló con una forzada sonrisa de labios apretados.
La reina no le creyó.
— Parece ansioso por expresar su opinión — Señaló con indiferencia. Leyendo su irritabilidad con atino justo.
— Tengo algo que comentar, si se me permite hacerlo — Enarcando una ceja, la pelinegra asintió. TaeHyung viró su rostro hacia JungKook y tirando de la manga de su traje, llamó a su atención — ¿Puedo...?
No pretendía quebrantar la privacidad del azabache ni decir más de lo necesario, pero aún así, sentía que pedir por su permiso, era lo correcto. Después de todo, lo aludía.
— Seguro.
— ¿Puedo osar de franqueza, su majestad? — La susodicha entrecerró sus ojos con suspicacia, pero accedió. Asintiendo cortamente — Considero que los méritos conseguidos por JungKook, son extraordinarios. Teniendo en cuenta que aún es príncipe y muchos de ellos, ni siquiera tienen que ver con su función como canciller — Recordó sin un tono en particular, evitando la mirada de la mujer por unos segundos — Es digno de honrar en mi opinión.
— Tu opinión puede estar intoxicada por su relación.
Sintiendo el asomo de un deja vu, TaeHyung negó.
— En lo absoluto. Me baso en los hechos — Aseguró con falsa tranquilidad — Tengo conocimiento de que la economía de nuestra preciada Corea es algo que nuestros antepasados se esmeraron por construir, pero las asociaciones calculadas de JungKook, la establecieron. Consiguió que muchos de nuestros productos se comercialicen en el exterior y por supuesto, consiguió un acuerdo digno con el rey Eiji.
— Muchos lo consideran insignificante.
— Esas personas deberían de tener en cuenta que no se podía conseguir más puesto a que, el pasado que envuelve a nuestros países es uno de abusos y colonizaciones forzadas — Pronunció con más vehemencia de la esperada — El resentimiento entre nosotros y los nipones, está aún arraigado en nuestra consciencia. Aunque ellos hayan agravado nuestra gente en el pasado — Musitó con seques ante la mención del hecho histórico — Y a pesar de ello, JungKook se esforzó por obtener un acuerdo con la esperanza de limar ese tóxico rencor que nos une. Afrontando críticas y desestimaciones del porqué verdadero de su accionar.
— Pero....
— Y osando del descaro de interrumpirla, su majestad — Masculló de inmediato al notar sus intenciones por desmerecer sus palabras. Sus padres le dieron una mirada de advertencia pero él las ignoró — Quiero recordarle, JungKook aún no es coronado. A pesar de no ser rey todavía, cumplió con las funciones de uno con absoluta dedicación y desmedida entrega.
— Sus exclamaciones suenan más pasionales de lo que esperaba, príncipe — Observó con un tono, secamente decepcionado.
— No era mi intención.
— ¿No? — La reina inclinó su rostro, recelosa — Se escucha tan enojado.
— Y lo estoy — Aseguró en un intento por pronunciarse neutral — Como usted, muy seguramente lo está por mi franqueza...
— TaeHyung — Advirtió su madre. Pero él no la miró, mantuvo sus ojos en la reina de Seúl.
— No pretendo faltarle el respeto ni ofender su nombre — Aclaró en un tono más moderado y honesto — Pero siendo claro, no tengo intenciones de escuchar cómo menosprecian la labor de mi prometido y en su lugar, sobrevaloran otras cuestiones.
La mujer no dijo más y si tuvo algo qué agregar, optó por guardárselo. Lo que él agradeció. Pero no sirvió de mucho, de ahí en adelante, el ambiente que los rodeó fue tenso y considerablemente incómodo. Como era de esperarse siendo honestos. Volvió a sentir ligera gratitud, cuando Mi-Sun comenzó a parlotear sobre trivialidades que, aunque poco interesantes, ayudaron a relajar el entorno.
— Tu madre no está contenta.
TaeHyung volteó su rostro, fijándose vagamente en su padre. Quien no tenía ninguna expresión particular en su rostro, aparte de su serenidad característica y sutilmente ilegible.
— La reina pidió por mi opinión y yo se la di.
— No realmente.
TaeHyung sacudió su mano, restándole importancia.
— Tecnicismos.
— No sabía que estuvieras tan al pendiente de su carrera y logros.
— Es mi prometido — Excusó sin mucho esfuerzo — De todos modos, lo estuve ayudando este último tiempo. Creo que es normal, que tenga noción de qué está haciendo.
Su padre ladeó una sonrisa y vio en la misma dirección que sus ojos. Los invitados, lentamente comenzaban a macharse. Por lo que, el gran salón estaba cada vez más desierto. Las personas del servicio yendo y viniendo, retirando la vajilla usada y las telas que cubrían las mesas. La vista estaba lo suficientemente despejada como para que sus ojos pudieran nutrirse cuánto quisieran de la lejana silueta de JungKook, quien llevaba varios minutos en su mesa de presentes.
— No parece animado.
— Nunca lo está demasiado — Replicó como un señalamiento de lo obvio. Suspirando por lo bajo.
Lo único positivo que podía señalar de la situación anteriormente experimentada, es que para su sorpresa, JungKook no pareció verdaderamente afectado por la conversación que su familia, consideró, era buena idea tener en la celebración de su cumpleaños número veintisiete.
Se comunicó lo justo y participó de las pláticas que, según su criterio, debieron de parecerle más relevantes e interesantes de discutir. Y en los momentos que optó por mantener el silencio, no se mostró consternado o abatido. Tampoco sosegado.
Pero por más al pendiente que hubiera estado del hombre y sus reacciones, no tenía forma de saber lo qué exactamente estaba pasando en su cabeza.
— Deberías ir con él — Sugirió su padre sin ninguna emoción en particular, manteniendo su mirada fija en el alto a la distancia.
— ¿En serio?
Su sorpresa era evidente. A su padre no le agradaba JungKook, hasta hace un par de semanas al menos, era así. Por lo que, naturalmente sus palabras le asombraban.
— Sólo recuerda que nos iremos pronto.
Asintiendo y ocultando su emoción, sin entender por qué. Se encaminó hacia su prometido, la distancia entre ellos no era mucho y aún así, no apresuró su andar. Esquivó a las personas del servicio y silenciosamente se colocó a su lado.
— Hey.
Dándole una mirada de soslayo, JungKook asintió en su dirección.
— Hola.
El silencio se tendió sobre ellos. TaeHyung no lo encontró especialmente molesto y se dedicó a observar al hombre evaluar sus regalos para luego colocarlos, cuidadosamente, dentro de una caja.
— Son bastantes regalos — El contrario volvió a asentir y en respuesta, pronunció un bajo «lo son» — ¿Algunos que te hayan gustado?
Dejando de mover sus manos, JungKook inclinó su rostro y se tomó el tiempo para pensar en una respuesta que fuera adecuada.
— Un par — Musitó luego de un rato — YoonGi me regaló unas semillas que le había comentado, eran de mi interés. SukJun me regaló unos libros que solía leer y se arruinaron con el tiempo. Entre prendas que no son de mi talla, hay un par que sí y no lucen mal. Un reloj similar al que uso y por supuesto, tus regalos.
— Parece que hubieron aciertos.
— En efecto.
El silencio volvió a recaer sobre ellos y a pesar de que se sintiera apropiado de mantener, un sentimiento de incompatibilidad, hizo dudar al más bajo. Nada parecía fuera de lugar en el temple del más alto y en éste mismo, pero aún así, el sólo hecho de contemplar esto como posible. No se sentía verosímil.
Algo en su quietud no se sentía auténtico.
Y de camino a la habitación del azabache, reflexionó sobre ello. Incluso cuando lo vio colocar sus flores en un vacío jarrón sobre su escritorio. Algo en su expresión no parecía concordar con esa máscara de serenidad que se esforzaba por portar.
Y luego de un minucioso escrutinio, lo comprendió.
JungKook se veía cansado. Sus párpados estaban caídos y las arrugas entorno a sus ojos, pronunciadas. Incluso su atractivo rostro se encontraba ensombrecido por una negatividad comprensible. Un extremo de su corazón dolió ante el reconocimiento.
Tener que fingir, inclusive el día de su cumpleaños, que los discursos despectivos de su familia le eran insignificantes, debía ser agotador hasta el punto de lo inimaginable.
— ¿Qué sucede?
TaeHyung parpadeó un par de veces y miró a JungKook. Quien se hallaba sentado en su cama, sus hebras estaban revueltas y su saco, descansaba a un lado. Sus ojos lo examinaban intensamente ante su falta de respuesta.
Aún preso de sus propios pensamientos, se cuestionó si los reyes no eran conscientes de lo consumido que estaba su hijo. «¿Podrían no saberlo?»
Jadeando por la sorpresa, el joven príncipe fue traído a la realidad de forma brusca. Sus pies se vieron obligados a moverse y torpemente, consiguió aterrizar sobre sus rodillas sin ocasionarse un daño mayor más que el resentimiento generado por el impacto. Tardíamente, fue consciente del calor envolviendo su muñeca y de la mano que aún la sostenía. Un tanto desconcertado alzó su mirada, encontrándose con los oscuros ojos del príncipe heredero.
Y su expresión se distorsionó mucho más, cuando el hombre levantó su mano derecha y con su índice, tocó su entrecejo.
— Deja de pensar en eso — Susurró en un petición apagada. Frotando su entrecejo con la esperanza de desaparecer sus arrugas, las cuales eran producto de su evidente aflicción — No tiene importancia.
¿Cómo podía decir eso cuando se veía de esa forma?
— Agradezco todo lo que dijiste, pero con ellos no tiene sentido. Olvídalo.
Su ceño terminó con arrugas más pronunciadas que las anteriores, y percatándose que el entrecejo contrario estaba ligeramente fruncido en consecuencia. TaeHyung se obligó a suavizar su expresión. Parpadeó varias veces como estiró sus cejas de igual forma. Se detuvo, únicamente cuando la tensión en su rostro se perdió.
— ¿Puedo decir algo? — Y en respuesta, no recibió más que un corto asentimiento — Creo que tus padres ya no me agradan.
Para su sorpresa, JungKook rió. Siendo una acción pronunciada entre dientes y poco duradera, aún así, no era fingida. Su comentario honesto, le había divertido. Contemplando la curvatura sutil de sus labios como prueba de su anterior gesto, TaeHyung apoyó, despreocupadamente, su cabeza sobre el muslo ajeno. Viéndolo desde allí, con absoluta libertad.
— ¿Debería decir que es una lástima?
— No lo es, realmente.
La mueca amistosa en los labios del aún festejado, se acentuó. Y a diferencia de los anteriores silencios que se habían cernido sobre ellos, este se percibía cómodo. Agradable y no como si estuviera llenando el vacío que sus faltas de palabras ocasionaban. Cerrando sus ojos, el hombre más joven suspiró complacido cuando los dedos contrarios se entrometieron entre sus hebras y le proporcionaron suaves caricias.
El silencio se extendió sobre ellos con una calidez bien recibida y los segundos corrieron sin mucha prisa. Únicamente cuando TaeHyung se sintió curioso por saber algo, es que interrumpió esa quietud entre ellos.
Convenciéndose de que no había momento más oportuno que ese para traerlo a colación. Además, ¿qué sentido tenía seguir evitando o estirando ese hecho, en su opinión evidente?
— ¿Cuándo te diste cuenta que te gustaba?
Los dedos que acariciaban su cabeza, se detuvieron por un lapso considerable. Y por más que se sintió intrigado por ver qué clase de reacción habían conseguido sus inadvertidas palabras en JungKook, TaeHyung no se molestó en abrir sus ojos. Estaba cómodo de esa forma.
El hombre carraspeó, buscando su voz mientras que sus dedos retomaron su acción pausada.
— El día que te regalé la dalia, sólo tenía la certeza que me gustabas — Murmuró, cuando pareció encontrar qué responder — Pero siendo sincero, no tengo recuerdo exacto de cuándo, verdaderamente comenzaste a gustarme.
— ¿Por qué no decirlo?
— No soy la clase de hombre que expresa absolutamente todo lo que piensa o siente, por si no lo habías notado — Dijo en un tono, falsamente crispado — Además, era más divertido verte fruncir el ceño por la incomprensión.
TaeHyung no necesitó verlo, para saber que JungKook estaba sonriendo. El timbre animado en su voz, se le informó.
— Es una forma innecesaria de complicarte la vida.
— Soy alguien de malos hábitos — Justificó indiferente. Encogiéndose de hombros.
El más bajo rodó sus ojos.
— En un futuro, sólo dilo.
El hombre asintió en aceptación y barrió los cabellos que yacían sobre su frente. Prefiriendo no decir más.
Ignorando la mano que parecía, sinceramente entretenida con sus cabellos. TaeHyung se enderezó sobre sus rodillas. Sorprendiendo, mínimamente a JungKook. Quien enarcó una ceja, no sabía él decir si con expectación o curiosidad por su accionar. O por el hecho de que estuviera más metido entre sus gruesas piernas.
¿Cómo saberlo?
Y dejando eso a un lado, la puerta de la habitación ni siquiera estaba cerrada. De alguien aparecer, malentendería la situación y lo comprometida que su posición lucía. Pero se suponía que, incluso con la puerta abierta, todos tenían que llamar antes de poder ingresar.
— ¿Qué haces? — Preguntó el hombre con su rostro inclinado. Trazando círculos en su cuello con su zurda que allí descansaba.
— ¿No es obvio?
Sonriendo, sacudió su cabeza.
— No realmente.
El más joven rodó sus ojos, fingiendo desinterés ante las palabras implícitamente sugerentes del contrario.
— Quiero besarte — Aclaró en un tono, sorprendentemente casual.
Pensó que le preguntaría el por qué de su querer, pero no lo hizo. Y lo agradeció, porque no sabría qué decir. De todos modos, ¿debía siquiera existir un por qué?, besar era un acto natural de ejecutar cuando la química se sentía predispuesta a ello y las emociones, cualquiera fueran, estaban también.
JungKook tiró de su nuca hacia arriba e inclinándose lo suficiente, consiguió que sus labios se juntaran en un simple toque. Durando lo suficiente como para ser considerado un beso casto, pero no mucho más. Apoyando sus manos en los muslos impropios, TaeHyung consiguió estabilidad. Y atreviéndose a ser más codicioso de lo que pocas veces era, separó sus labios en una invitación silenciosa.
Sus labios se superpusieron tímidamente y por varios segundos, se movieron de la misma forma. Lo que era incompatible con el hecho, de que ya se habían besado en anteriores ocasiones.
Y cuando sus inhibiciones pasaron, sus labios se movieron más activamente. Experimentando sin reservas o prisas. Sus bocas se amoldaron entre sí a la perfección y después de un tiempo, TaeHyung abrió la suya un poco más. JungKook suspiró con satisfacción tan pronto sus lenguas entraron en contacto. Ninguno tuvo mucha idea de qué hacer a partir de ahí, simplemente se enfocaron en lo agradable de la calidez ajena e instintivamente, se probaron.
En algún punto desconocido, tuvieron la confianza suficiente como para atreverse a succionar, mutuamente sus labios. Habían ajustado el ángulo de sus cabezas para mayor comodidad y en algún punto lejano del anterior mencionado, TaeHyung terminó aún más metido entre los brazos y piernas de JungKook.
Y tan metidos estaban en lo suyo, que cuando escucharon el suave golpetear de unos nudillos sobre la superficie de la puerta, ambos se sobresaltaron. Rompiendo el prolongado contacto de sus bocas.
Y el príncipe de Incheon consideró, que su prometido no pensó sus palabras antes de pronunciarlas o quizás, cabía la posibilidad de estuviera desorientado. Quién sabe. Cualquiera fuera la opción, daba igual. El hombre ya le había concedido permiso a SukJun de ingresar.
Y éste así lo hizo. Sintiendo su rostro arder, TaeHyung no se perdió la forma en la que, los ojos del castaño se habían abierto. Asombrados con la escena frente a su persona. Pero pronto, su expresión se volvió como siempre lo era: apaciblemente imperturbable.
— Siento la irrupción. Sus padres están esperando por usted, príncipe. Es tiempo de ir a casa.
El aludido quiso pronunciar palabras, pero no encontraba su voz para ello y sus palabras estaban ahogadas en ellas mismas. Por lo que, terminó cubriendo su rostro con una mano y asintiendo frenéticamente.
Estaba tan abochornado que se sentía a punto de explotar. Y en la posición que se hallaba, fácilmente podía creerse que no estaba más que abrazando al azabache. A punto de hacerlo. Pero no había manera ni persona en el mundo, que se creyera aquello y no los malinterpretara. Se encontraba de rodillas entre sus piernas, la situación hablaba por sí sola.
SukJun se volvió a disculpar y en consideración, cerró la puerta al abandonar la habitación.
— Eres un idiota — Murmuró por lo bajo, su voz escuchándose estrangulada.
JungKook enarcó una ceja, no comprendiendo.
— ¿Por qué? — Inquirió con su rostro inclinado y viendo hacia abajo — Oh.
Su expresión se puso en blanco por un segundo y tras varios parpadeos, sus mejillas adquirieron un tenue color rosa. Percatándose, al fin, de cómo se encontraban.
TaeHyung resopló y se enderezó, acomodando sus prendas miró en dirección del avergonzado hombre. Encontrando encantador el sonrojo en sus mejillas.
— Me iré ahora, procura no dormir demasiado tarde ¿de acuerdo? — Pronunció con un tono más establecido. No esperando una respuesta, se inclinó hasta plantar un fugaz beso en los belfos ajenos — Buenas noches.
Y con pasos apresurados, abandonó la habitación. Sintiendo su corazón latir desenfrenado. Para evitar accidentes, procuró ralentizar su andar y bajó las escaleras con moderación. Varios minutos después, llegó a la entrada de la casa. Donde sus padres estaban hablando con el consorte de la reina MinYoung.
Aprovechando del momento y de su presencia, se dirigió a él.
— ¿Puedo decirle algo, su alteza?
— Por supuesto — Aceptó de buena gana pero con sus ojos entrecerrados. Viéndole con suspicacia.
— No piense que pretendo ofender su nombre, simplemente considero que es bueno recordarle algo — El hombre asintió y aunque seguía dudoso de sus intenciones, pacientemente esperó a que prosiguiera — Sé que tienen muchas expectativas para cada acción que JungKook tomé, pero él hará su voluntad basado en sus propios principios y en lo que consideré, correcto.
— Eso lo tengo bien sabido.
— Como dije, pensé que sería bueno recordárselo — Murmuró con suavidad — Después de todo, más allá de ser un príncipe heredero y futuro rey, JungKook es su hijo.
Si el hombre estaba dispuesto a decir algo, prefirió callar sus palabras y verle intensamente. No parecía enojado por sus palabras, mucho menos ofendido. Pero su madre estimó que ya habló suficiente y tras unas amables palabras para el rey de Seúl, lo arrastró fuera de la Casa Real.
En el viaje de regreso a casa, a TaeHyung se le explicó porqué, no podía cometer actos de suma franqueza en el futuro y de porqué, por más que se tratase de su prometido, no podía dirigirse a la reina de Seúl de esa forma tan descarada. Después de todo, ella pertenecía a una primera familia. Debía recordarlo y cuidar sus actitudes.
Su padre no opinó demasiado y él se dedicó a pensar que, su comportamiento había estado más que perfecto. Quizás no tanto como creía, pero no se arrepentía. Alguien tenía que recordarle a los Jeon, que su hijo, por más títulos que tuviese, seguía siendo un ser humano.
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