❈•≪26. Confesiones de medianoche y situaciones agridulces≫•❈
«Soy un desastre».
HongJoong resopló por quién sabe qué vez y sin importarle que JiHee estuviera a tres pasos de él, sacudiendo su fiel vara y pronunciando amenazas, seguramente vacías. Mandó su práctica al demonio.
Sus dedos estaban descoordinados, presionaban las teclas que querían y se enredaban en sí mismos. Y aunque sonara ilógico, no lo era. Asimismo, su mente estaba en blanco. Todas las notas que había aprendido y las escalas memorizadas se habían ido al infierno. Estaban tan ocultas en algún lado que, mientras más luchaba por encontrarlas, más lejos se iban.
Desordenando sus hebras con frustración, aporreó las teclas y segundos después, se desplomó sobre ellas. Cruzando sus brazos y ocultando su rostro entre ellos, importándole poco que la postura fuera incómoda como la mierda.
—¿Qué lo tiene tan distraído, príncipe?— cuestionó la mujer, su tono oyéndose exasperado—. Es la cuarta vez que se detiene en menos de una hora.
—Nada.
—No creo que sea nada como para tratar de esa forma su instrumento.
«Mi pobre piano», pensó en un lamento quedo. Abultando sus labios. «Todo es culpa de MinGi», fue el pensamiento que acompañó al anterior, su rostro calentándose y sus puños apretándose. Apenas habían pasado tres días y su mente seguía atascada en el mismo recuerdo.
Y no es que estuviera molesto, simplemente estaba harto.
Había sido besado, bien. Él podía con eso. Estaba encantado siendo sincero, es más de lo que había aspirado a conseguir. Pero que el bastardo osara en querer meterle la lengua, tan de repente... Maldición, su rostro ardió con sólo recordarlo. Había sido inesperado, todo el gesto en sí, pero su descarado atrevimiento lo había sido más.
Y aunque le gustó, él ni siquiera tenía idea de qué MinGi tuviera esa clase de sentimientos por él. Fueran los que fueran.
«¿Desde cuándo?», masculló para sí mismo. Pronunciando apenas un quejido.
—Príncipe, sus padres no me pagan para verlo lamentarse.
Enderezándose, el aludido miró hacia la mujer—. Puedes optar por no verme.
—El lenguaje.— musitó la pelinegra, dándole una mirada de advertencia que él ignoró—. Ahora, tome buena postura e iniciemos de cero. No necesitamos seguir perdiendo más tiempo.
Y HongJoong se encontraba dispuesto a obedecer, tampoco gustaba de poner de los nervios a la mujer. Al contrario. Además, quien terminaría saliendo mal parado sería él y alguna parte de su cuerpo.
Pero al parecer, el universo y el cosmos estaban de su parte, porque la puerta de su estudio fue tocada. Una señal de que por hoy, estaría bien no interpretar nada. Y que podía dejar descansar sus hebras, bastante había tironeado de ellas. Y pensando que sería su padre, pronunció un alegre «adelante».
—Siento la interrupción repentina.
—Su alteza.
JiHee casi se va de cabeza al realizar tan grande reverencia, en observación del joven príncipe claro. Quien siempre recibía tratos cuestionables de su parte, pero claro, para eso le pagaban sus padres.
Pero ignorando eso, HongJoong se concentró en la aparición poco anticipada de MinGi. Sus mejillas sonrojándose sin ninguna explicación.
—Nos encontrábamos en medio de una lección, su alteza.
—El consorte de la reina no mostró objeción cuando le comenté de mi interés por cambiar la agenda del príncipe por hoy.
Escuchando a la mujer suspirar, el príncipe de Incheon supo que la noticia no le había caído bien. Pero aún así la vio esbozar una sonrisa, en un intento de verse indiferente y cortés por el abrupto cambio de planes.
—¿No le importaría si lo corroboro por mi misma, cierto?
Sonriendo, MinGi negó—. En lo absoluto.
JiHee realizó otra reverencia y tras darle una corta mirada, se encaminó fuera. Llevándose consigo su leal vara.
—¿A qué debo el honor de su visita?
MinGi enarcó una ceja con levedad para terminar bufando.
—Creo que las formalidades excesivas no son necesarias entre nosotros.— reprimiendo una risa, HongJoong se hizo el tonto encogiéndose de hombros—. Y respondiendo a tu pregunta, como tu padre llamó pidiendo por mi presencia, creí que sería bueno traerte una sorpresa.
—¿Me trajiste un cachorro?
Y a pesar de que, claramente estuviera bromeando. MinGi le dedicó una mirada interrogante. Oh vamos, su tono había sonado exageradamente agudo por la sorpresa fingida.
—¿Quieres uno?
«Jesús», HongJoong cubrió su rostro con una mano y sacudió su cabeza un par de veces. Considerando que debía trabajar en la seriedad de MinGi y en su afán por tomar la mayoría de sus palabras de forma literal. El hombre en serio, a veces, no sabía distinguir entre palabras ligeras y bromistas, de aquellas que no lo eran.
—Estaba jugando.— pronunció luego de carraspear—. Entonces, ¿cuál es la sorpresa?
Asintiendo, el hombre se acercó a la puerta y tras abrirla, se hizo a un lado. El príncipe de Busan no tardó en aparecer, viendo en su dirección con una tímida sonrisa en los labios. Inmediatamente, HongJoong le correspondió con una más grande.
—Consideré que sería bueno sacar al príncipe de su casa y que conociera Incheon al menos una vez.
—¿Siendo altruista?
Ladeando una sonrisa, el más alto negó—. Simplemente pensé que sería agradable para ambos.
Sonriendo con mayor moderación y timidez, HongJoong pronunció un sonido gutural, satisfecho con la respuesta recibida. No encontrando palabras que pudiera expresar. Y excusándose, MinGi se retiró. Dejándolos solos.
—Bien, como dijo MinGi, ¿qué te parece de salir a dar una vuelta?— preguntó con su rostro inclinado y viendo hacia el adolescente de rubios cabellos.
—Me parece una muy buena idea.
Sonriéndole, HongJoong se levantó de su piano y animó al cohibido de JongHo a que lo siguiera. Y una vez salieron de su estudio y llegaron a la sala, se toparon con el hombre alto y con ojos de cachorro: YunHo. Quien realizó una corta reverencia apenas lo vio.
—De salir, los acompañaremos.
—¿Acompañaremos?
El de oscuras hebras asintió—. Por cuestiones de seguridad, el príncipe consideró que sería apropiado acompañarlos.
Comprendiendo, HongJoong murmuró un quedo «ah». Meneando su cabeza para sí, su prometido seguía recordando que no tenía equipo de seguridad. Pero en su defensa, el de su padre siempre estaba disponible cuando necesitaba salir y de todos modos, no salía demasiado. Por lo que, en su opinión, no necesitaba de un equipo que estuviera pegado a él constantemente.
—Seguro.
Como le enseñaría partes relevantes y los puntos centrales de Incheon, el más bajo aseguró que caminar, sería la forma más eficaz de hacerlo. Y aunque recibió un par de miradas reticentes por parte del equipo de MinGi, las ignoró. No sería la primera vez que caminaría por esas calles ni la última.
Y luego de escuchar las corteses opiniones de dos hombres, siguió adelante. No estarían mucho tiempo fuera y tampoco le enseñaría todo Incheon, por lo que, caminar seguía estando bien para él.
—¿Cómo has estado?
—En perfectas condiciones, ¿qué tal usted?
«Okay, las formalidades siguen», pensó con diversión. Doblando en una esquina y viendo a su alrededor.
—Lo mismo.— respondió cuando sus ojos divisaron aquello que buscaban—. Estabas aprendiendo sobre finanzas, ¿cierto?— el más joven asintió cuando su mirada se posó en él—. ¿Qué tal te está yendo?
—Tiene algunos temas interesantes, lo admito. Pero no demasiados, lo que hace que mi afán por aprender sea mínimo.
—¿Y cuáles son tus intereses verdaderos?
JongHo tarareó en busca de una respuesta—. Artes.— murmuró en un tono vacilante, ladeando su rostro en busca de algo más específico—. No tengo muchas tareas ajenas a las reales, pero la música me parece llamativa y dinámica, de seguro aprenderla con propiedad sea una experiencia gratificante.
—¿No le has comentado a tus padres al respecto?
El más joven, negó—. Mi padre considera que los encantos de un príncipe o de una princesa, deben ser intelectuales. Lo artístico, para él, es algo superficial y que no tiene mucha utilidad. Aparte de verlo como un adorno poco especial o particular.
«Curioso», pensó el más bajo. Y más aún cuando se tenía en cuenta que, el rey de Busan, era un hombre exageradamente superficial. Rodó sus ojos ante dicha ironía y sonrió hacia el príncipe a su lado.
—Creo que la reina es más generosa, ¿por qué no hablar con ella?
—Mi madre prefiere mantenerse al margen.— pronunció con ligereza, sacudiendo sus hombros—. Aunque a veces, gusta de compartir conmigo lo que le enseñaron sobre el canto.— agregó en un tono más cálido—. ¿Qué me dice de usted, príncipe?
—No hay mucho que comentar, creo que mi vena artística es bien conocida por muchos y estoy más interesado en que hablemos de ti.
Mostrando una sonrisa tímida, JongHo agradeció y expresó no tener problemas con ello. Aunque apenas llegaron a una conocida tienda de Incheon, el más joven no pronunció demasiadas palabras.
—Creo que debes probar de nuestros panes.— aseguró HongJoong una vez se acercaron al mostrador y la mujer detrás les dedicó una reverencia—. No pretendo insinuar que son los mejores, pero son buenos.
El príncipe proveniente de Busan soltó una pequeña y corta risa ahogada, y aceptó el pan que se le había tendido amablemente. Notando la textura suave y lo cálido que se sentía al tacto. Percibiendo así, que estaban recién horneados. Dio una mordida y se impresionó por lo esponjoso de la masa, estaba fresca y el azúcar era el ideal.
—¿A MinGi le gustan las cosas dulces?
YunHo miró en su dirección y HongJoong sintió sus mejillas calentarse. Aún así, no desvió su mirada y expectante, aguardó por una respuesta.
—No es fanático de ellas, temo mencionarle, príncipe.— contestó el de cabellos negros cuando encontró las palabras justas—. Pero agradecerá el gesto de usted tenerlo.
Sus palabras saliendo más suaves que las anteriores, claramente animándolo y tras agradecerle, compró un par de panes rellenos. Para el equipo del moreno no presente, para éste optó por uno menos dulzón y para sí mismo, uno que estuviera bañado con chocolate.
—¿Qué tal están?— preguntó hacia el silencioso rubio.
—Exquisitos.
HongJoong sonrió y tendió dos bolsas hacia el alto que ingresó al local con ellos. Quien, confusamente la aceptó.
—No estaremos mucho tiempo fuera pero tampoco diez minutos, es por si tienen hambre.— respondió a la incógnita no formulada en la expresión de YunHo, sonriéndole con sus labios suavemente apretados—. Es también un gesto de agradecimiento, aunque sé que hacen su trabajo.
—Muchas gracias, príncipe. Aunque no era necesario.
—Lo sé.
Diciéndole a JongHo que lo siguiera, salieron del pequeño local. Hablando un poco de su década bien establecida en el negocio y en esa calle.
Vieron más tiendas y locales, principalmente aquellos que llevaban más de veinte años funcionando. Y aunque, de muchos de ellos el más bajo apenas conocía su historia, no se contuvo al comunicarla. El joven príncipe de Busan lo escuchaba todo atentamente, lo que era estimulante.
—Así que, ¿el parque Songdo es una imitación de Central Park?
Riéndose, él negó. Su madre se habría sentido ofendida si alguien se expresaba del orgullo de su país de esa forma. Teniendo en cuenta los ingresos que generaba por la mera curiosidad de las personas al quererse sacar esa pequeña espina curiosa. Valga la redundancia.
—Está inspirado, muy vagamente en él y su estética.— pronunció con serenidad—. La diferencia obvia entre uno y otro, es que aquí hay más arte callejera. Las estructuras de los edificios es distinta y singular, asimismo están bien separados entre sí. Y los árboles están distribuidos, por lo que no se ven muchos.
Haciendo un ruido de comprensión, JongHo miró a su alrededor.
—Es refrescante.
—Te daré la razón.
Su caminata se prolongó casi sin que se dieran cuenta, pasando de recorrer los lugares más populares a todos aquellos que HongJoong recordara y entrañara seriamente. Deteniéndose de vez en cuando para platicar o simplemente descansar, el pequeño príncipe de Busan no estaba acostumbrado a caminatas tan extensas.
Ni siquiera estaba acostumbrado a las caminatas en sí.
Pero no se quejó y su entusiasmo por ver cuanto pudiera, era sincero aparte de notorio. Se expresó más comunicativo y confiado en sus actitudes como persona misma, lo que le alegró.
Pero no todo dura para siempre y el tiempo, en cuestiones humanas, no es eterno. Por lo que, cuando el ocaso comenzó a mostrarse y a expandirse por el vasto cielo de Incheon, la partida inminente de JongHo, llegó.
Para cuando volvieron a su casa, HongJoong se sorprendió de ver a MinGi fuera y observando el desplazar de colores en el cielo. Aunque en su opinión, esperaba por ellos.
—¿Te gustaría quedarte a cenar?
Apenado, el joven de cabellos claros negó—. A mi padre realmente no le gustan los imprevistos. Declinaré en esta ocasión.
—De acuerdo, lo dejaré pasar.— aseguró con comprensión, asintiendo en dirección del adolescente—. Pero la siguiente vez pediré al rey por permiso.
—Aguardaré porque suceda.— murmuró por lo bajo, desviando su mirada—. Gracias por el recorrido y el buen rato, me lo pasé bien.
—Me complace saberlo, ten un buen viaje de regreso.
JongHo mostró una sonrisa tímida y se acercó al auto del silencioso futuro monarca. Pero antes de ingresar, se dirigió al apacible prometido de éste:
—Nos vemos pronto, HongJoong.
El aludido expandió sus ojos, asombrado con la informalidad de repentina del más joven. Pero antes de que pudiera decir algo al respecto, JongHo había desaparecido de su vista e ingresado al auto. YunHo subiéndose segundos después, puesto a que sería el encargado de llevarlo de regreso a su preciado Busan.
—Consiguió llamarme por mi nombre, ¿no es lindo?
MinGi le miró y tras unos segundos en silencio, asintió—. Bastante.
—¿Te quedarás a cenar, cierto?
—Tu padre...
—Aceptará gustoso que el primogénito de los Song cene con nosotros por primera vez.— interrumpió con indiferencia neutra—. Entonces, ¿qué dices?
—Será todo un placer.
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La cena no había sido particularmente activa, como MinGi advirtió, su padre no disfrazó su descontenta expresión tan pronto se enteró que tendrían un invitado esa fresca noche de octubre.
Su madre se mostró sorprendida por lo inesperada que había sido la noticia, sí. Pero como siempre, fue cordial en todo momento. Después de todo, a ella no le caía mal el hombre. Aparte de encontrarlo competente y alguien con cualidades dignas de resaltar, le agradaba.
Y tan inopinada como la cena y el invitado lo habían sido, lo fue su estancia por esa noche en la casa. Porque la reina JiYeon destacaba por muchas cosas, buenas y malas, por supuesto. Pero su cálida hospitalidad es algo que constantemente era mencionado.
Cuando las doce se hicieron presente, HongJoong se encontró en la comodidad de su cama, acurrucado bajo sus sábanas y viendo directo a los luceros oscuros de MinGi. Quien se encontraba en el otro lado y a unos centímetros de él, viendo en su dirección pero no acurrucado en sí mismo.
Y lo destacable de la situación, es que al hombre se le había asignado una habitación de las tantas que habían en la casa para que pasara, cómodamente la noche allí. Pero su prometido ansiaba platicar un rato antes de que Morfeo los visitara, así que lo terminó invitando a su habitación con la promesa de no robarle demasiado de su preciado tiempo.
Tenía conocimiento de lo insana que era su rutina de sueño y del esfuerzo que estaba haciendo por mejorarla, por lo que, no quería ser un estorbo o una pierda en su largo camino.
—Pensé que hablaríamos.
—El silencio a veces también es agradable.— musitó el más bajo en respuesta, curvando sus labios en una sonrisa vaga.
—Tal vez— concedió en un tono evaluador y susurrante—. Pero esas no fueron las condiciones por las que acepté venir.
HongJoong resopló con molestia fingida y rodó sus ojos, acentuando la emoción falsa.
—No arruines el momento.
—¿Había uno?— farfulló con una ceja enarcada, consiguiendo una mala mirada de su contraparte—. Estaba bromeando, supongo.
—¿Supones?
—No tengo verdadera noción de qué implica hacer una broma así que, supongo que eso fue una.
—Podría enseñarte.
Lenidamente, MinGi sacudió su cabeza—. No es necesario, estoy bien así.
—Aburrido.— masculló en un intento perezoso de abucheo—. Por otro lado... agradezco que hayas venido, aunque fuera por un compromiso ajeno.
—¿Te pondrás sentimental, tan de repente?— inflando sus mejillas, HongJoong estiró su brazo y empujó el hombro de MinGi con ligereza. Escuchándolo proferir un quejido falso—. Está bien, permíteme corregir, por favor.— pidió en un susurro calmo—. No fue nada.
—Eso suena mejor.— expresó entre dientes, repentinamente cohibido.
El moreno asintió y el silencio los rodeó tan pronto las palabras dejaron de formularse. Sus miradas rehuyeron del contacto y se mantuvieron de esa forma por alrededor de un minuto, tal vez menos o tal vez más. Pero ninguno llevó la cuenta como para estar seguro.
MinGi exhaló con profundidad y se recostó sobre su espalda, fijando sus ojos en el lejano techo sobre ellos. Evitando así, con mayor eficacia el que sus miradas conectaran.
—No lo dije antes pero el rosa te queda bien.
Con el pasar de más segundos, MinGi encontró apropiado comentar un hecho que, según HongJoong, le había pasado inadvertido. Porque si bien ahora sabía que su prometido le prestaba atención, seguía desconociendo qué tanta.
—No tenía idea de que lo hubieras notado.— murmuró referente al retoque de color que había hecho en su gastada cabellera.
—Antes estaba pálido y amarillo, siendo honesto. Lógicamente notaría que recuperó su brillo y rosado color.
El príncipe dueño de aquella habitación, entrecerró sus ojos y frunció sus labios por una milésima de segundo.
—No sabes hacer cumplidos.— aseveró con descontento ligero—. Suponiendo que eso haya sido uno.
—Dalo por hecho que lo fue.
Rodó sus ojos, pero sus labios lo traicionaron y se curvaron en una sonrisa—. Lo agradezco.
MinGi viró su rostro en su dirección y apenas sus ojos se toparon, ladeó una sutil y efímera sonrisa de labios apretados.
—Me gusta cuando sonríes.
Sus palabras corrieron fuera de sus labios sin antes pedir por autorización y cuando tomó consciencia de qué dijo, sus manos se apresuraron a subir hasta su rostro para cubrir su boca. Sus mejillas calentándose en el medio.
Y aunque el hombre mayor elevó ambas cejas con lo que parecía ser sorpresa, de sus labios escapó una corta risa. Sus ojos entrecerrándose con fugacidad. La vergüenza se drenó de su cuerpo y el deslumbramiento que le causó el gesto ajeno, le robó la respiración por un momento.
—Tu sonrisa no está mal tampoco.
Parpadeando un par de veces, HongJoong se apartó de la ensoñación en la que ingresó, gracias al gesto contrario.
—Definitivamente no sabes cómo hacer cumplidos.
—Puede que sea cierto— concedió en un tono animado—, le comentaré de ello a la señora Seo.
—No tienes que hablarle de eso.— se apresuró en decir, abochornado. Observando la metafórica ventana que se le había abierto con recelo. «Sólo inténtalo»—. Y dime, umh..., ¿cómo es que te está yendo con ella?
—Es diligente en su trabajo.
Carraspeando, HongJoong sacudió su cabeza—. Ya me lo habías mencionado.
—Tengo la percepción de que me está yendo bien.— murmuró en un suspiro dubitativo—. No considero ser la persona correcta para decirlo porque, por obvias razones, mi juicio puede estar contaminado y no ser del todo objetivo o siquiera claro.— aclaró de inmediato y sin tener que hacerlo—. Pero es lo que siento.
—Tienes razón, pero nadie más que tú puede saber cómo te estás sintiendo al respecto.
—Pero la señora Seo puede saberlo.
Sonriendo cálidamente, HongJoong se tomó un momento antes de responder.
—Ella puede verte, escuchar con atención tus palabras y escrutarte hasta al cansancio para tener una idea mínima, de si estás mejorando o estancado en el mismo sitio, pero aún así, no podrá saber en qué punto estás a menos que tú se lo digas.— pronunció con sosiego y una expresión, distintivamente serena—. Nadie más que tú puede tener noción absoluta de ello.
Carraspeando, MinGi desvió su mirada—. Supongo que hice algunas mejoras.
Agradeciendo el gesto de confianza y la tímida sinceridad del contrario, HongJoong le mostró una sonrisa más amplia y honesta.
—En mi opinión, considero que hiciste varias.
—Gracias.
Fue un murmullo quedo pero sincero, uno que el hombre más joven apreció.
—Va siendo tiempo de dormir.— anunció al fijarse la hora en el reloj de su buró, el cual marcaba: doce y cuarenta y siente minutos.
MinGi coincidió e hizo a un lado las sábanas como salió de la cama. Sorprendiendo a HongJoong, quien no se molestó en disfrazar su expresión y en recompensa, recibió una sonrisa indulgente.
—Se me fue asignada una habitación, no es cortés abusar de la inconsciencia de los reyes y dormir donde su único hijo.
Comprendiendo, el de hebras, nuevamente rosas, rodó sus ojos. «No dormir juntos hasta después de concretar su compromiso», se recordó con fastidio. Las formalidades que les aludían, eran molestas. Un par de ellas, al menos.
Lo absurdo de la situación, o de la consideración del hombre mayor es que, a su padre no le agradaba pero aún así, éste mantenía las formalidades justas y buscaba no "faltar a su respeto".
«Increíble».
—Oh— expresó en un intento de indiferencia—, lo olvidé.
—Claro, buenas noches HongJoong.
—Buenas noches, MinGi.
Y el de baja estatura, se esperaba un beso en los labios para ser franco. Pero el contrario y más alto, simplemente le sonrió y depositó un beso fugaz en su sien derecha, fue un gesto dulce pero de alguna manera, se sentía como burla.
El hombre pronunció otra despedida y apagó sus luces como cerró su puerta, mientras que HongJoong simplemente se quedó viendo a la nada por varios y prolongados minutos. No sabiendo identificar cómo se sentía: ¿estafado o conmocionado?
Se lo cobraría en algún otro momento, aseguró entre sueños.
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El momento de cobrarle, nunca llegó.
El hombre mayor se encontró recibiendo cantidades de trabajo y él, arduas lecciones de piano por las que, tanto tiempo había ansiado. Lasa lecciones, claro. No la sobre-exigencia de su institutriz para que no fallara en las mismas piezas de siempre y tocara más acordes de los que, dicha pieza dictaba.
Al menos tenía el sentimiento de orgullo que creía en su pecho cuando algo le salía bien en un primer intento y JiHee lo felicitaba a medias en vez de regañarlo.
Para cuando HongJoong tuvo el tiempo de volver a la Casa Real, había transcurrido poco más de una semana. Y MinHee no dejó de repetírselo. Aún así, no se topó con MinGi. Al menos no en las primeras dos horas que estuvo perdiendo el tiempo con la rubia.
A quien notaba diferente. Naturalmente las personas tenían ojeras y algunas imperfecciones en su rostro por diversas razones, nadie podía evitarlas. Pero HongJoong siempre admiró lo bien presentada que MinHee siempre se mostraba. Cabello arreglado, ojeras cubiertas y una sonrisa deslumbrante en su rostro. Y a pesar que lo primero y lo segundo estaban, a duras penas lo segundo cabía mencionar. La princesa no se encontraba con su ánimo usual.
MinHee era alegre, activa y carismática. Y viéndola bien, HongJoong podría etiquetarla con muchas palabras, pero no había forma de que entre ellas, se encontraran las anteriormente mencionadas.
Sus expresiones eran vagas, sus sonrisas apenas se formaban y sus palabras se percibían desganadas. Indiferentes. Lo que él no comprendía.
Se convenció de que la princesa estaba recibiendo más enseñanzas de las que le correspondían, y su consciencia no se tranquilizó ni mucho menos picó el anzuelo, pero le sirvió para no pensar de más por varios minutos. Y teniendo en cuenta que los reyes se habían acercado a ellos en la sala, para pasar el tiempo y conversar porque, al parecer, no tenían mucho que hacer. Definitivamente su mente dejó de pensar en su amiga y se concentró en otros estímulos más llamativos pero menos reconfortantes o divertidos.
Con el pasar de los minutos, lentamente MinHee comenzó a ser más participativa. Sus palabras seguían siendo pronunciadas con pereza, pero su entusiasmo parecía estarse recuperando. Lo que le alegraba. Le gustaba la MinHee de siempre, era a la que estaba acostumbrado.
—He notado que ha estado más desocupado, príncipe.— murmuró la reina cuando el tema de conversación anterior, finalizó y no había más por dónde exprimirlo—. Recuerdo que su madre, en algún momento, me comentó de lo ocupado que solía estar.
Desconcertado por el comentario, HongJoong frunció su ceño por unos segundos.
—No comprendo a qué se refiere, para serle sincero.
La reina YangMi, sonrió con fugacidad. En un intento de verse amable o quizás cortés, no tenía idea.
—Simplemente noté que tú y mi hijo invierten mucho tiempo en el otro, y me preocupa que descuiden sus actividades.
Su tono fue calmo, como si fuera algo al pasar y nada más. El príncipe allí, no se lo creyó del todo.
Además, estaban comprometidos, ¿no era normal que pasaran tiempo juntos?, ignorando que antes no lo hacían y parecía ser correcto de esa forma.
—No tiene de qué preocuparse, su majestad.
HongJoong volteó su rostro a una rapidez preocupante cuando las palabras graves y serias de MinGi se escucharon por sobre las suyas no pronunciadas y a medio salir. Fugazmente, echó un vistazo en la expresión de la reina y se notaba desencajada por la intervención no anticipada de su primogénito.
—Oh, ¿ya estás aquí?
—Terminé antes de tiempo.
—¿Por qué?
MinGi parpadeó un par de vez, asimilando algo probablemente. HongJoong, discretamente miró a la hora en su reloj de muñeca, eran poco más de las seis. ¿Hasta qué hora esperaban que el hombre estuviera fuera?, si siempre se traía trabajo consigo.
—No había más qué hacer.
La mujer asintió, evaluadora—. ¿Qué tal te fue? ¿esta vez pudiste conseguir algo?
La expresión del moreno se crispó, fue un cambio ligero y casi imperceptible, pero no lo suficiente como para pasar inadvertido.
—Como dije su majestad, no había más que se pudiera hacer.— su tono quiso ser neutral, pero la irritación consiguió colarse y su intento terminó siendo infructuoso.
—Ya veo.— farfulló por lo bajo, descontenta—. Me enteré que el rey de Corea del Norte estuvo comunicándose contigo.
—Así es, de todos modos no llegamos a ningún lado.
SU madre asintió pero quien habló, fue el padre del alto—. ¿Sigues negado a aceptar sus acuerdos comerciales?
HongJoong podría haber tomado aquello como una simple pregunta, carente de emociones siendo honesto, pero una simple pregunta al final. Pero percatándose del desinterés brillando en los ojos del consorte de la reina, fue evidente que su inquisición tenía matices reprobatorios.
—Considero que está usando palabras desatinadas, rey.
—¿Caprichoso te gusta más?— replicó con una ceja en alto, serio al respecto de qué palabra podría, su hijo preferir más.
—MinGi está siendo obstinado, aún así, no hay porqué ser tan duros con él.— interrumpió la princesa que, hasta al momento, se había mantenido en silencio. Ahora, lucía más animada y sintiéndose extrañamente suspicaz por su cambio, enarcó una ceja en su dirección. Aunque fue ignorado—. Su trabajo no se percibe fácil y menos deber serlo cuando no se es lo suficientemente parcial al respecto.
MinGi tensó sus facciones, HongJoong no sabría decir si irritado o harto. Incluso su mirada se desvió, pareciendo desorientado.
—No se trata de imparcialidad, sino de que, nuestros intereses son diferentes.
Su voz no se oyó neutral, mucho menos firme. Fue un murmullo cargado de frustración y proferido entre dientes.
—Lo que no se define como actos parciales, para ser claros.— apoyó el consorte de la reina. Dando la razón a su hija.
—No considero que sea necesario repetirlo, pero tengo motivos justos de porqué no quiero unión alguna con el rey de Corea del Norte.
—Lo que no importa.— sentenció la reina, exasperada—. Tu deber es ver por el resto, no por ti mismo.
MinGi no recordaba un momento en el que hubiera visto por sí mismo en su vida. Y tomar consciencia de ello, lo hizo sentirse abrumado. Aplastado por su propia y sofocante realización.
HongJoong lo vio parpadear un par de veces, lejano de la realidad que lo rodeaba y sin entender porqué, sus entrañas se apretaron. Inquietas y preocupadas, su prometido no se veía bien o indiferente, como siempre tendía a mostrarse.
—Lo siento.— expresó en un tono quedo. Apenas audible—. Si me disculpan, me retiraré.
—¿Por qué siempre huyes?
Aunque MinGi no escuchó el mascullo, al parecer, indignado de MinHee. HongJoong sí lo hizo. Y crispado por él, le dirigió una mirada entrecerrada a la rubia, quien le sonrió como si no comprendiera el porqué de su mirada.
—¿No crees que te excediste?
—¿Con qué?— replicó al no comprender, hasta que lo hizo—. No dije nada malo o que él no hubiera escuchado ya, relájate. No tiene importancia.
Prácticamente atacaron al hombre por todos lados, ¿cómo podría no tener importancia?
Para él la tenía.
—¿Por qué tienes esa cara?
Ignorando su ofendida inquisición, se disculpó con los reyes y salió por el mismo caminó que su prometido tomó. No teniendo idea de dónde podría estar, pero su cerebro no tuvo que enloquecer en conjeturas. Apenas salió de la sala y caminó un par de pasos, lo vio recostado contra una pared, respiraba agitadamente y no parecía lúcido. Yoon estaba a su lado, palmeando su hombro con suavidad, reconfortándolo.
El castaña miró en su dirección al sentir sus ojos y movió sus labios con lentitud, marcando las palabras no formuladas para que las comprendiera: «Espere un momento, por favor».
El desosiego en su corazón se agrandó y se mantuvo en su sitio, no parecía que MinGi fuera a notar su presencia pronto.
Y para cuando lo hizo, habían pasado poco más de siete minutos en los que vio al hombre castaño susurrándole palabras a su prometido que no pudo comprender por la distancia entre ellos. Se sorprendió como se asustó, cuando MinGi vio en su dirección. Su expresión estaba caída y parecía aplastado.
—¿Una agradable bienvenida de mí parte, cierto?
HongJoong arrugó su ceño con preocupación ante el intento ahogado de broma del más alto. Sus palabras se enredaron en sí mismas y no supo qué responder, su mente no estaba concentrada en nada más que en el abatimiento reflejado en sus negros luceros.
—Yoon me hará té, ¿quieres ir a mi habitación?
—Seguro.
El té como ellos mismos, no tardaron en llegar al destino decidido. Sus palabras no nacieron y simplemente se mantuvieron sentados en la cama del moreno, ya que éste insistió en que estaría bien así y le sería más cómodo a su consorte.
—Deja de verme tanto, estoy bien.— farfulló el hombre mayor sin verle—. El trabajo me tiene agotado, nada por lo que preocuparse.
HongJoong lo observó y se decidió por no contradecirlo. Ambos sabían que estaba mintiendo, pero no tenían porqué hablar de ello ahora.
—De acuerdo.— aseguró en un murmullo sutil acompañado de un asentimiento tembloroso—. No hay porqué ir con tanta prisa.
MinGi miró en su dirección, separó sus labios queriendo agradecer pero sus palabras fallaron. La opresión en su pecho no había disminuido todavía y su ansias por expresarse con mayor claridad, debieron dejarse de lado. Aunque como siempre, fue exasperante.
Y HongJoong debió notarlo, porque no dudó en estirar su brazo y acariciar su espalda de arriba hacia abajo. Intentando consolarlo. En su mente agradeció el gesto, aunque una parte de ésta lo considerara un motivo de burla. Estaba pronto a cumplir veintisiete años y seguía siendo un desastre.
Tal vez la sensación de mejora no era más que eso: una sensación. Engañosa y creíble. Un placebo poco eterno. Y siendo justos, por más reales que las ilusiones se perciban, no significa nada. Porque una ilusión no deja de ser eso. Algo efímero que desaparecerá con el tiempo.
MinGi comenzaba a entenderlo.
Casi lo olvido, feliz día gente. No se desanimen y manden energía positiva a los chicos, si entienden porqué lo digo. No pierdan la cabeza y disfruten del contenido que nos darán uwu
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