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❈•≪25. Expectación culminada≫•❈

MinGi iba a matarlo. Fue el primer pensamiento que había azotado la mente de HongJoong tan pronto se colocó sus escasas y ciertamente, osadas prendas. Las cuales habían sido, previamente seleccionadas y consistían de una camisa negra y sencilla . Unos tejanos tejanos gris oscuro, justos y con una rotura considerable en la zona de su rodilla y poco más arriba de la misma. Zapatillas blancas y una chaqueta azul de jean.

El hombre podía ser lo más cercano a cordial ahora, pero seguía teniendo unos cuantos peros que expresar.

Pero saltando en la defensa apresurada de su propio cuello, él le preguntó a su madre cómo deberían vestir, y tras reflexionar un minuto aproximado, informal fue su respuesta. Y teniendo en cuenta su definición personal de informal, las prendas que portaba se ajustaban a ella.

De todos modos, tendrían una pequeña cena "familiar", según lo dicho por su padre. Por lo que, él consideraba, no debía preocuparse demasiado.

Al final, cuando estuvo frente a su prometido, su preocupación fue en aumento hasta hacer de su corazón un tenso nudo. Y no porque éste le hubiera dicho algo, no lo hizo. Tampoco le dio una mirada reprobatoria, en lo absoluto. Sólo le dio una mirada que no expresaba mucho, nada siendo sincero. Pero al contrario de frustrarse, su rostro terminó calentándose. Su ceja enarcada fue lo suficientemente sugerente.

Además, desentonaba demasiado del resto.

Los reyes vestían prendas similares. Ambas reinas lucían vestuarios confeccionados de dos piezas: un saco y una falda rectangular hasta por debajo de sus rodillas. El conjunto de la reina YangMi era de color crema, sus hilos era finos y brillantes. Y él fácilmente le creería a la mujer si le decía que estaban hechos de oro. Los botones que mantenían el saco cerrado, eran pequeños y de terciopelo. El conjunto de su madre era blanco, los botones de su saco medianos y de un claro rosa. Sus mangas tenían delicados bordados de flores. Y como esperaba, ambas tenían el cabello prolijamente recogido en un firme rodete.

Los hombres y consortes de la reinas, vestían trajes que estaban supuestos a ser informales. Simplemente porque ninguno traía corbata. El traje del consorte Song era de un oscuro gris mientras que el de su padre negro.

Agradecía que MinHee portara un vestido similar al que lució en su cumpleaños, porque aparte de ser reconfortante, se sentía acompañado en su comprensión personal de informal. Además, se veía bien. El color lavanda le sentaba y para su asombro, el largo de la falda apenas llegaba a sus rodillas. Viendo bien, estaba un centímetro o quizás dos por encima.

Eso estaba tan fuera del código de vestimenta que como ya dijo, le reconfortaba.

—Creí que sería una cena familiar.

HongJoong aprovechó que los reyes estaban ocupados halagando el mandarín de MinHee, para colocarse a la par de un silencioso y aparentemente, sereno MinGi.

Quien miró en su dirección apenas pronunció sus inestables palabras.

—¿No tienes idea de adónde vamos, cierto?

Ignorando la burla del hombre, negó.

Tal vez su padre le había comentado algo. Tal vez no. Honestamente no recordaba mucho de su conversación, en ese momento su cerebro se encontraba abarrotado de notas musicales que JiHee le hizo memorizar de una forma, particularmente estimulante. Lo que se traducía a: miradas severas y la vara que siempre portaba y pocas veces usaba, agitándose de vez en cuando en el aire. Como si estuviera apartando una mosca invisible que sólo ella veía.

Incluso ahora y luego de que hubieran pasado alrededor de diez horas, su cerebro seguía recordando una secuencia musical en específico que le había costado infiernos aprender.

—Iremos al teatro.

—¿Teatro?— repitió sin creérselo. Su prometido asintió cortamente en respuesta—. ¿Tienes conocimiento de qué veremos?

—El cascanueces.— disfrutando de su desencajada expresión, HongJoong observó a MinGi tirar de las comisuras de sus labios hacia arriba. Mostrándole abiertamente, una socarrona sonrisa—. El rey disfruta demasiado de esa obra en particular.

Frunciendo sus labios en un gesto lastimero, HongJoong volvió su vista hacia el quinteto que estaba a cuatro pasos por delante de ellos.

No era una apasionado de las obras ni de los musicales, no los odiaba tampoco pero era un hecho infranqueable que no le gustaban y poco los disfrutaba. Visualmente eran espectaculares, las puestas en escena y la música casi siempre sublime, eran sensacionales la mayoría de veces. Aún así, su interés seguía siendo escaso por no decir inexistente. Él gustaba de placeres más banales y mundanos, como su padre les llamaba. Películas, libros, música y comedias. No necesitaba de más. Para él era entretención asegurada.

—¿Qué me dices de ti?

Mostrándole una sonrisa más amable, le respondió:

—Los libros y las flores me bastan.

—¿Un hombre sencillo?

—No realmente. Carezco de intereses.

—¿Crees que nuestra simpleza en gustos nos lleve a un espiral interminable de aburrimiento?

—¿Por qué tan fatalista?— cuestionó el mayor entre risas bajas—. El cascanueces siempre es elogiado por su dinamismo y buenas interpretaciones, de seguro no la pasas mal.

—Aún así esperaba una cena, informal y privada. No una salida al teatro.

—Me percaté de ello.

Rodando sus ojos, ignoró la burla recibida. De no encontrarse en la calle y rodeado de un montón de guardaespaldas, le hubiera pateado el trasero. No realmente, pero sí lo hubiera llamado idiota y quizás, de encontrarse con el valor suficiente, habría atestado un golpe en su brazo.

Pero en su opinión, no tenían la confianza suficiente como para tomarse tales atrevimientos.

No todavía quería creer.

Y a pesar del ánimo recibido y de las buenas críticas que la obra pudiera tener, HongJoong no conectó con ella. Se esmeró por prestar atención y observar el esfuerzo de cada interprete sobre el escenario y bajo éste, pero inconscientemente fue predispuesto a aburrirse. Lo que terminó sucediendo.

El hastío hacía pesar sus párpados y a duras penas su cerebro registraba lo que ante sus ojos estaba realizándose. Sus labios fruncidos con descontento y sus dedos repiqueteando sobre la madera de su reposabrazos, ansiosos por salir de allí.

Iba a ser una noche larga.

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Había sido una noche larga, pensó HongJoong una vez la obra finalizó y se encontró en la comodidad de la Casa Real. Aguardando por la servida del postre.

Después de pasar cuarenta minutos sentado y viendo hacia el gran escenario con absoluto desinterés, se había puesto a contar cuántos intentos de bostezo había tenido y cuántos, sí se habían manifestado con bochornosa claridad. Para cuando llegó a quince, dejó de contar. Aunque notó, para él, el curioso dato de que muchos de ellos aparecieron en intervalos de treinta a cuarenta segundos.

Algo de lo que no se habría percatado de estar en otra situación menos desalentadora, prefería nombrar.

Por las pocas veces que se inclinó hacia adelante para ver la situación de su amiga, ella sin dudas se veía menos interesada que los adultos allí, pero más atenta que él. Lo que le hizo abultar los labios, no creyendo el hecho de que, probablemente era el único aburriéndose. Incluso viendo a su alrededor, todos se veían concentrados y despiertos, a pesar de lo tranquilas que eran sus expresiones.

Cuando pasaron diez minutos más y la obra tenía cincuenta de haber empezado, su cabeza ya no podía sostenerse por sí misma. Por lo que, usar el hombro de MinGi como soporte no le pareció mala idea. Y no lo fue. El hombre resopló como si se estuviera quejando por el gesto, pero no hizo nada para apartarlo.

Lo dejó ser, por un momento al menos. Porque cuando sus ojos se mantuvieron más cerrados que abiertos, no dudó un segundo en sacárselo de encima con sacudidas suaves pero poco agradables. La comodidad de la posición le fue desfavorecedora y arrebatada.

Incluso su segundo intento por regresar al hombro del hombre se le fue negado con una farfullada y rotunda negativa. Lo que no le dejó más opción que luchar contra el inoportuno de Morfeo y sus tentaciones, por alrededor de treinta minutos más cabe señalar. Porque nadie le advirtió cuán larga era esa reconocida y siempre bien elogiada obra.

Noventa minutos que se sintieron toda un eternidad. Una que no querría volver a experimentar en la vida. Aunque la experiencia le ayudó a tener una inesperada epifanía: algunas costumbres sociales no le gustaban.

Para cuando la obra finalizó y se comentó que la cena sería en la Casa Real, se alegró momentáneamente. El viaje de regreso y pocos minutos después de iniciada la cena, la conversación giró entorno a lo visto. Y vamos, se lo esperaba pero tenía la ilusión de que un tema más interesante surgiera luego de unos minutos.

Lo que no pasó.

Y aunque MinHee intentó de incluirlo, no dio resultados. Para todos había sido obvio que se aburrió y no disfrutó de la obra, sus bostezos se habían escuchado por todos los santos. El consorte de la reina YangMi hizo un par de comentarios al respecto, pero prefirió no reparar en ellos. Además, había estado casi tres horas practicando piano con anterioridad, su cerebro estaba exhausto y él apenas tenía la energía suficiente como para trasladarse de un sitio a otro con eficacia destacable.

No esperaba ser así de grosero, menos cuando los reyes de Seúl habían mostrado tal amabilidad al invitarlos, pero esos no eran sus gustos y cuánto menos obvio quería hacer algo, más notorio se volvía.

Optando por disculparse, elogiar el esfuerzo de los interpretes y comer en silencio. La conversación que se desarrollaba no era de su interés y aunque quisiera aportar algo a ella, no tenía nada. Por lo que consideró su opción como acertada.

Y veinte minutos después, lo seguía pensando.

Como pensó también en hace cuánto tiempo no disfrutaba de un helado. Y sin más, su mente comenzó a divagar por tan insignificante hecho. Su divague no duró demasiado, poco más de dos minutos tal vez. Pronto se vio interrumpido por la distraída mano que había caído sobre su rodilla y comenzado a jugar con los hilos sueltos que, originalmente venían en la prenda. A modo decorativo.

Sorprendido y confuso, salió de los desordenados rincones de su mente y miró a su derecha. En dirección de MinGi. Quien no le estaba mirando, al contrario, parecía enfocado en lo qué sea que estuviera diciendo su padre.

HongJoong quiso volver a su helado y concentrarse en acabarlo, pero su atención se había trasladado a los largos dedos de MinGi tirando de los hilos sueltos en la rotura de su tejano. Su pie se movió inquietamente antes, de que el índice contrario rozara su piel expuesta.

Lo habría catalogada como un accidente, si no hubiera existido un segundo roce.

—Aburrimiento.— murmuró el mayor por lo bajo tan pronto sus ojos volvieron a estar sobre él.

¿Y qué tenía de interesante tocar su piel?, quiso preguntar. Pero terminó mordiéndose la lengua para no hacerlo. La respuesta contraria como su pregunta eran raras por sí solas.

—Creí que estabas interesado en lo que decía mi padre.— susurró con su vista volviendo a estar sobre su propio postre. Tomando un poco con la pequeña cuchara.

—No lo estoy siendo sincero.— respondió luego de un ligero y casi imperceptible encoger de hombros—. Pero no le digas, ¿de acuerdo?

Sonriendo tontamente, se llevó un poco de helado a la boca. Evitando mirar en dirección del más alto, podía sentir sus ojos sobre su rostro.

—De acuerdo.— pronunció cuando la emoción bobalicona disminuyó.

MinGi pareció satisfecho con su contestación y su interés, aparentemente volvió a estar sobre los reyes que, activamente seguían conversando sobre El cascanueces.

HongJoong deseó poseer la capacidad del moreno en cuanto a fingir que estaba sinceramente enfocado en algo, aunque no fuera así. Le vendría bien en situaciones como esta, donde los dedos de MinGi estaban demasiado inquietos sobre su piel descubierta. Y aunque no estuvieran haciendo nada más que trazando figuras irregulares, no importaba. Esa era distracción suficiente como para revolver su helado y no comerlo.

Porque.... ¡¿qué rayos?!

Brincando en su sitio y jadeando quedamente, el joven príncipe de Incheon viró su rostro hacia el futuro monarca de Seúl. Quien tenía una expresión de asombro falsa y le veía de regreso. Como si no hubiera sido él quien le pellizcó. No le había dolido, eso sí. Simplemente le sorprendió.

—¿Aburrido?— murmuró con una ceja en alto. Reprobatorio.

—No realmente.

«¿Qué se supone qué significa?», masculló para sus adentros. MinGi sonrió y alejó su mano, llevándola sobre la mesa. Rodando sus ojos, decidió no darle importancia. Su helado totalmente desecho era más relevante ahora. No era muy fanático de éste cuando se convertía en batido.

Sintiendo una mano, suavemente apoyada en su nuca, su mirada fue a parar en el hombre a su derecha.

—¿Quieres pedir otra copa?

Con sus mejillas calentándose, negó. Pedir otra copa sin acabar la que tenía sería vergonzoso, y más cuando era el único que no había terminado aún. Sintiendo una ligera caricia y viendo al mayor asentir, la mano se apartó y esta vez, sí se dedicó a prestar atención a la conversación de la que él no tenía idea.

Sus mejillas ardieron segundos después y probablemente tomaron color. Eso había sido inesperado y de alguna forma, conmovedor.

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Aprovechando que la cena había acabado y los reyes se dedicaron a conversar sobre la situación de Busan, por no decir que, se tomaron el atrevimiento de criticar algunas decisiones que el rey DangMi estaba tomando. MinHee lo secuestró.

Y él lo agradeció.

—Se ven cercanos.

Fueron las primeras palabras que la rubia decidió, sería bueno expresar. Y captándolas con rapidez, él se encogió de hombros. Restándole importancia.

Se llevaban mejor con MinGi, era obvio. Pero su corazón ya estaba malditamente emocionado al respecto como para que él lo estuviera también.

—Oh vamos, si estuvieron en su propio mundo.— acusó con una sonrisa.

—Ni siquiera hablamos de algo.

Y era cierto, no cruzaron muchas palabras. Sería descortés tener una conversación privada en medio de una cena con reyes presentes, de haber más personas, bueno. Sería más fácil pasar desapercibidos.

—Pero las miradas no les faltaron, ¿cierto?

Sonrojándose, HongJoong se apartó de su amiga y se apoyó contra la encimera. Intentando de buscar distancia y dónde ocultarse de la mirada peculiar que estaba recibiendo y no sabía calificar.

—¿También estabas aburrida como para prestarnos tanta atención?

Su pregunta no fue ruda, mucho menos grosera. Salió en un hilo cargado de nerviosismo y curiosidad. Recibiendo una risa antes de una contestación verbal.

—Sólo me llamaron la atención un par de veces, nada serio.— pronunció con tranquilidad, realizando un ademán vago. Ayudando a enfatizar su indiferencia.

—Seguro.

Rodando los ojos, la rubia decidió ignorar su replica evidentemente sarcástica.

—Sólo es... extraño.

—¿Extraño?— quiso saber HongJoong. Ladeando su rostro con curiosidad.

MinHee asintió—. Estaba acostumbrada a que se llevaran mal, ya sabes. Que discutieran, fuéramos por helado o simplemente viéramos una mala comedia para observar sus puntos débiles y comentarlos.

—¿Estás diciendo que echas de menos verme abatido y frustrado?— inquirió con duda sincera. Su ceño arrugándose con incomprensión.

—No, no, no.— se apresuró en decir la rubia. Moviendo sus manos con aparente nerviosismo—. Echo de menos nuestro tiempo de calidad juntos.

—¿No hubiera sido más sencillo decirlo?

Sonriendo, su amiga negó—. Así es más divertido.

HongJoong bufó, falsamente molesto y cruzó sus brazos—. Entonces si me permites interpretar tus palabras, ¿estás celosa?

—No, simplemente extraño que pasemos el rato.

—No tienes porqué estar celosa, MinHee.— murmuró con ligereza, sonriéndole e ignorando sus palabras pronunciadas—. Si quiero tener un lazo estable con MinGi, necesito pasar tiempo con él. Además, no puedo conocerlo a base de saludos ¿cierto?

—Me hablas como si fuera un bebé.— acusó con su ceño fruncido.

—¿Lo hice?— replicó con sorpresa fingida, agrandando sus ojos cómicamente. Consiguiendo una sonrisa.

—Sólo di que quieras pasar tiempo con él.

—En parte— concedió con un corto asentimiento—, pero lo anterior no era mentira. Ahora tengo que distribuir mi tiempo en tres personas.

—¿Tres?— musitó la mayor confundida.

—Tú, MinGi y JongHo, ¿no era obvio?

—Oh, había olvidado al pequeño príncipe. ¿Lo has visto últimamente?

—Un par de veces.— aseguró con suavidad, sonriendo ante el recuerdo—. Deberías ir también, es realmente agradable y la pasarás bien.— agregó con entusiasmo ligero—. Le gustará tener más amigos.

—¿Tú crees?

—Estoy seguro.

Evaluando su proposición, la princesa inclinó su rostro. Pensativa—. Lo consideraré.— terminó diciendo. Suave y sin mucha emoción.

—Estoy pensando en ir la siguiente semana— comentó con simpleza—, su padre no es tan accesible ¿sabes?

—El rey de Busan no es conocido por su desbordante amabilidad, así que sé a qué te refieres.

—Deberías venir entonces, de seguro el rey queda encantado contigo.

Mostrándole una sonrisa arrogante, la chica se enderezó su postura—. No hay persona que no quede encantada conmigo.

Riéndose, el bajo concordó—. Tienes lo tuyo, lo sabes.

Su conversación continuó entorno a MinHee, ¿cómo?, simplemente pasó. La chica sabía cómo voltear las cosas en su favor, principalmente, cómo hacer que las conversaciones, de alguna forma, tuvieran que ver con ella. No era una experta, simplemente hábil.

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Eran cerca de las ocho cuando MinHee lo liberó, había recibido una llamada a su móvil y disparando, salió fuera de la cocina. Apenas llegando a pronunciar unas palabras de despedida.

HongJoong se quedó un minuto allí, haciendo nada en particular. Hasta que se aburrió y salió de la pequeña ensoñación en la que ingresó y no fue consciente. Parpadeó un par de veces y saludando al servicio, salió fuera. Preguntándose si MinGi aún estaría en la mesa con los reyes.

Y para responder a su incógnita, apareció Yoon. Quien, como siempre, se mostró contento de verlo. Yoon era el hombre más entrañable que había conocido hasta el momento, con una simple sonrisa, amabilidad y miradas suaves conseguía agradar casi de inmediato.

Aunque originalmente iría donde MinGi, se entretuvo conversando con el adulto por varios minutos. Nunca decía demasiado, pero tampoco se sentía como si las palabras faltaran. Expresaba lo justo y necesario, lo que extrañamente era agradable.

Trasmitía una comodidad que pocos podían conseguir en un sólo intento.

Y cuando su conversación se vio interrumpida por las labores pendientes del hombre, HongJoong se encaminó escaleras arriba.

—Yoon me dijo que estabas aquí.

Murmuró cuando el moreno le dio el permiso de ingresar, asomando sutilmente su cabeza por la puerta entreabierta. MinGi estaba en su escritorio, viendo en su dirección con lo que parecía, era sorpresa.

—Creí que te habías ido.

Cerrando la puerta, sacudió su cabeza en negativa. Observando su alrededor aunque ya lo conociera lo suficiente.

—Estaba con MinHee.— comprendiendo, el hombre asintió—. ¿Trabajando?

—En efecto.

No sabiendo qué decir, HongJoong simplemente se tomó la libertad de caminar hasta la cama impropia y ocuparla. Bajo la atenta mirada de a quien pertenecía. Sonrió como si no hubiera hecho nada malo y se hizo hacia atrás, enfocándose en el lejano techo sobre su cabeza.

—¿Aburrido?— preguntó MinGi.

—Puedes ignorarme, sólo estoy aquí para hacerte compañía.— respondió con ligereza, forzando la indiferencia en su voz—. Hasta que mis padres consideren que es tiempo de irnos, claro.

—Ya veo, ¿realmente esperas que ignore tu presencia?

Reprimiendo una sonrisa, HongJoong se apoyó sobre sus codos, enderezándose lo suficiente como para que sus ojos y los contrarios se encuentran sin mucho esfuerzo.

—¿Muy complejo?— preguntó con su rostro inclinado hacia la izquierda.

—No eres precisamente irrelevante, ¿sabes?

Riéndose, HongJoong pensó que sería apropiado enderezarse por completo. Por lo que se hizo hacia adelante, sentándose cómo le enseñaron que debía de hacerlo. Aunque lo desprolijo en su postura seguía estando.

—¿No lo soy?— inquirió con un tono suave, falsamente incrédulo—. Creí que tu trabajo era más importante.— agregó cuando cruzó su pierna derecha por sobre la izquierda.

—Puede esperar.

HongJoong sonrió y apoyó su codo derecho sobre su rodilla. En su palma abierta, descansó su mentón. Viendo hacia MinGi de manera directa y con su cabeza, ligeramente ladeada.

—¿Piensas quedarte viéndome?— musitó cuando los segundos corrieron entre ellos.

El mayor enarcó una ceja y cruzó sus brazos—. ¿No debería de hacerte la misma pregunta?

—¿Deberías?

La diversión misteriosa del más bajo fue evidentemente confusa para el más alto. No comprendiendo qué era esa actitud suya tan de repente. Como si estuviera jugando con él a sus espaldas.

Inesperadamente, MinGi se sintió frustrado. Resopló y se fijó más detenidamente en el contrario, la diversión prácticamente encendía toda su expresión. Su mente quedó en blanco y las palabras le fallaron. Desaparecieron. Como si no poseyera un vocabulario amplio del cual sacar ventaja.

En cambio HongJoong, prestó atención al ambiente que los rodeaba y que, sorpresivamente, era pesado. Pero no era una pesadez negativa, al contrario. El ambiente se había llenado de expectación por que algo sucediera. ¿Qué?, no estaba muy seguro. Pero de alguna forma, resultaba estimulante y emocionante a partes iguales.

—¿Estás coqueteándome?

Ignorando la comprensión repentina del mayor, el hombre más joven tarareó en busca de una respuesta.

—Estaba pensando que deberías de visitarme más seguido, ¿sabes?

—¿Visitarte?

Sereno, asintió—. Sí, sé que conoces bastante bien Incheon pero sería agradable recibir una visita de tu parte. Podría incluso cenar con nosotros un día.

Por un momento, MinGi se sintió desconcertado. Vanidoso o no, se consideraba bueno leyendo las intenciones de las personas. Tenía la experiencia y los aciertos. Y podía haber malinterpretado la actitud juguetona de su prometido, pero estaba un ochenta por ciento seguro de que le había coqueteado. O tenido una actitud coqueta. Y ahora, de la nada se hacía el tonto, comportándose de una manera linda y cándida.

«Alucinante», resopló el pensamiento para sí. Incrédulo y ligeramente divertido.

—No creo que sea bien recibido por tu padre.

—¿Y qué?— pronunció al encogerse de hombros—. Serías mi invitado, no de él.

—Lo tendré presente.

Descontento, el hombre más joven frunció sus labios—. Suena a que no irás nunca.

—Nunca no existe, tranquilo.

Rodando sus ojos, HongJoong volvió a hacerse hacia atrás en la suave superficie. Teniendo la sensación de que no era necesario decir más. Por lo que, acurrucándose en sí mismo, observó a MinGi suspirar y girarse de regreso a su trabajo.

El tiempo les pasó inadvertido y la comodidad a su alrededor fue la justa, por la que se amoldaron a ella y no hicieron intento alguno en romperla. Simplemente la disfrutaron. Sus miradas, de vez en cuando se buscaron. Pero no hicieron más.

Casi media hora después, Yoon apareció avisándoles que los reyes de Incheon estaban esperando por su hijo para partir de regreso a su hogar. Y compartiendo miradas, asombrosamente ambos supieron que, a pesar de no estar haciendo nada, no querían perder de vista la presencia ajena.

Evitando abultar los labios por la inevitable despedida, HongJoong se levantó de la cama que no le pertenecía y desordenando su cabellera, se encaminó hacia MinGi. El ambiente volviendo a ser pesado.

—Gracias por dejarme molestarte un rato.

Rodando sus ojos, el moreno se levantó de su asiento, intimidando al más bajo sin pretenderlo. Estaban más cerca de lo esperado.

—Yo, bueno... ¿nos vemos?

Relamiendo sus labios, HongJoong se encontró dispuesto a despedirse como usualmente, se despedían con MinGi: besando sus mejillas. Pero al parecer, su prometido tenía planeada una despedida diferente. Una que él no habría anticipado de ninguna forma.

Estirando su mano, MinGi tomó a HongJoong por su nuca y ejerciendo la fuerza suficiente, hizo que sus rostros se acercaran. Tras una fracción de segundo y una mirada compartida, sus labios terminaron tocándose. No siendo más que un roce sutil y casi efímero. Tan ligero como una pluma podría serlo.

Hasta que ya no lo fue.

Sus bocas se separaron tímidamente, siendo un gesto tentativo cargado de indecisión. Y se acoplaron entre sí con vacilante lentitud, la misma que emplearon al momento de comenzar a moverlas. Ninguno teniendo mucha idea de qué estaban haciendo.

Menos dudosos y con una choque de valentía salido de quién sabe dónde, sus labios comenzaron a moverse con determinación absoluta. Como si fueran expertos besando y no estuvieran dejándose guiar por el instinto.

Apoyando sus manos en el pecho cubierto del más alto, HongJoong, inconscientemente se acercó en busca de más contacto. Notando como la mano en su nuca hacía lo mismo, tirando de él más cerca.

Pero tan pronto MinGi se encontró siendo más codicioso y a punto de meter su lengua en su boca, HongJoong fue aplastado por la realización de qué estaban haciendo. Abochornado se apartó y sin detenerse a darle una mirada a su prometido, farfulló torpemente un ahogado «buenas noches» y se apresuró en salir de la habitación de éste.

MinGi simplemente meneó su cabeza y lo vio marchar. No entendiendo de a dónde había salido esa osadía repentina.

En cambio sus corazones, eran un desastre de latidos desbocados y entusiasmo desmedido.






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