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Ꜥꜥֶָ֢🏰ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo 19

— ¿Te encuentras bien?

JungKook levantó su mirada hacia la castaña mujer y ladeó su cabeza, no comprendiendo su sencilla pregunta.

— Lo estoy. ¿Por qué?

La señora Bae ocupó su asiento de siempre y apuntó a su rostro.

— Te ves pálido, ¿seguro que estás bien?

No tenía cómo comprobar las palabras de la mujer, porque él recordaba que, tan pronto se despertó y aseó su rostro en general, se veía bien. Igual que siempre de hecho.

— Todo bien — Repitió con su usual monotonía. Asintiendo para demostrar mayor convicción, aunque no fuera necesaria.

— De acuerdo — Musitó al coger su bolígrafo dándole una segunda mirada, mucho más prolongada que la anterior — Entonces empecemos con algo fácil, ¿has desayunado?

— Sí.

— Bien, eso es bueno. Ahora, ¿cómo te has estado alimentado estos días sin vernos?

— ¿Normal?

Su tono de voz sufrió de una inflexión leve pero notoria, al igual que sus palabras dudaron a la hora de deslizarse fuera de su boca. La mujer enarcó una ceja, notándolo.

— ¿A qué sentido de "normal" te refieres? — Inquirió al ladear su rostro — Al tuyo, el cual equivale a saltarte un par de comidas por trabajo. O al sentido razonable de la palabra.

— Creo que la expresión: "al sentido razonable", es discutible.

La profesional sonrió por un segundo, contenta con su comentario inteligente, quizá. Para luego observar su libreta y anotar algo en ella, volviendo a verle con una seriedad suave y amable poco después.

— ¿Eso es una evasiva?

JungKook rodó sus ojos.

— No, un simple comentario — Murmuró en un bufido — Ceno más a menudo, respondiendo a su pregunta. Y YoonGi insiste en traerme sándwiches de vez en cuando para que almuerce.

— Cuatro comidas al día — Murmuró al percatarse de ello, sonriendo con mayor color y amplitud — Excelente, esto es impresionante de hecho.

JungKook asintió y prefirió mantener para sí el hecho de que, algunos sándwiches que YoonGi le traía, no terminaban precisamente en su estómago sino en el refrigerador de su casa. Guardados en los confines diminutos y fríos de aquella rectangular maquina porque su apetito a veces no era el suficiente o necesario como para dar siquiera un mordisco.

Habían ocasiones en las que gozaba de cuatro comidas al día y otras en las que no. Tecnicismos.

— ¿Tu horario de sueño sigue siendo de seis horas?

Sorprendentemente, asintió.

Si bien su trabajo seguía siendo interminable y un apasionado por consumirlo. Su cuerpo y él mismo se habían adaptado a su nueva rutina de sueño, costó. Pero al final sucedió. Su reticencia se perdió e inconscientemente terminó yéndose a dormir a las doce en punto. Ni un minuto antes ni un minuto después. Morfeo no parecía descontento con ello y se cernía a su alrdedor sin dificultades. Brindándole sueños plácidos, a veces y cuando parecía estar de buen humor. Y cuando no, sus sueños eran malos y una pesadilla con todas las letras.

Pero no tenía muchas quejas al respecto, pocas siendo sincero.

Se iba a dormir a las doce y se levantaba a las seis. Una rutina a la que, y para su sorpresa, se había acostumbrado.

— En efecto, lo sigue siendo.

— ¿Cómo te está haciendo sentir?

— La fatiga sigue estando, no creo que desaparezca pronto. Suponiendo que lo hará — Fue el primer pensamiento que llegó a su mente. La mujer asintió y lo observó, expectante de que dijera más — Mis ojeras siguen estando, creo que son evidentes — Intentó ¿bromear?, no estaba seguro pero aún así obtuvo una sonrisa de su contraparte — Mi cuerpo se siente más ligero, pero no demasiado.

— ¿Lo calificarías como una mejora?

«¿Lo era?»

— No — Aunque tardó, su respuesta se pronunció con convicción — Un avance, tal vez. Pero no una mejora. No en su totalidad al menos.

— Eso no está mal — Señaló la contraria, de acuerdo con sus palabras — Dormir ayuda a tu cerebro, eso recuerdo haberlo mencionado. Pero con el tiempo ayudará a tu humor y a que te sientas revitalizado. Siempre y cuando no interrumpas tu nueva rutina de sueño, claro — Prosiguió con la serenidad que la caracterizaba — El alimento y el mantenerte ocupado, sin cruzar un limite y pasar a lo excesivo-obsesivo, ayudará también.

— ¿Todo tiene que ver con todo, eh?

La mujer sonrió.

— No siempre, pero hay ciertos elementos que se complementan entre sí y son favorecedores para nosotros.

JungKook no sabiendo qué decir, se limitó a asentir. El ser humano era sorprendente y complejo, eso ya lo sabía y no creía necesario el realizar un comentario al respecto.

— Bien, hablemos un poco de tus lazos familiares.

No había sido un pedido, por más que la mujer haya empleado un tono afable. JungKook no lo sintió como un pedido o una sugerencia amable.

— ¿Puedo negarme?

— No puedo obligarte a que me cuentas las cosas, esto no funciona así. Mucho menos insistiré demasiado — Respondió luego de haber suspirado — Tiene que venir de ti el querer contarme algo, por más mínimo que sea. Es lo único que importa — Aseguró con palabras firmes pero serenas. Viéndole directo a los ojos — Y no pretendo presionarte, pero tienes que considerar que, hay temas de los que debemos hablar. No puedo hacer mi trabajo si continuas colocando paredes. Además, llevamos dos meses evadiendo el tema. Hablar de ello será bueno, inténtalo.

Pensando de manera lógica, él sabía que tenía que comentar algo de su familia, o de una parte de ella. En algún momento debería hacerlo, no tenía sentido seguir aplazándolo. Pero a su misma vez, no sentía la confianza suficiente como para dar ese paso.

En su mente habían mil razones y más para no hacerlo. Y apestaba, porque una parte de él quería intentarlo y la otra le daba motivos válidos para no hacerlo. Algunas veces ni siquiera habían motivos, simplemente cobardía, actos reprimidos y su inconsciente siendo persuasivo de una forma que bien podía calificarse como grosera.

Aparte, hablar de su familia siempre terminaba encendiendo su interruptor de mal humor. No importa con quién fuera, un comentario desacertado lo encendería. Y estaba harto de reaccionar por pequeños detalles. Era frustrante y extenuante a un punto inhumano.

— No sé qué decir.

— A veces no es malo no saber qué decir — Aseguró con calma, acomodándose en su asiento — A todos nos pasa. Es normal.

— Como futuro rey, siempre debo saber qué decir.

— ¿Qué te hace creer eso?, hay ocasiones en las que las palabras pueden faltar o incluso fallar. Eres un futuro rey, estoy de acuerdo con eso. Más no eres una maquina.

— En nuestro cargo necesitamos ser perfectos. O aparentar serlo, al menos — Musitó con lo que esperaba, fuera indiferencia. Encogiéndose de hombros para enfatizar dicha imagen — Y cuando creces a base de enseñanzas tales, en tu cabeza no hay espacio para otros pensamientos. Aceptas lo aprendido sin quejas o replicas. No tienes derecho a ellas tampoco.

— ¿Es lo que tu madre te dijo?

«¿Su madre?», JungKook se preguntó con confusión. Tardándose en comprender porqué la mujer frente a él asumía que su madre le había instruido pensamientos similares. Como reina, se supone que esa era su obligación. Debía pasar sus conocimientos o una parte de ellos a su sucesor, guiarlo, participar en su enseñanza, en sus lecciones de etiqueta y actividades extra.

Y percatándose de la palabra clave allí, sus labios se curvaron hacia arriba casi sin gracia, mostrando una sonrisa vacía y vaga.

— Si bien mi madre expresó ideas parecidas en algún momento de mi crianza, no fueron demasiadas. Tuve tres institutrices, ellas se encargaron de que comprendiera cuáles eran mis obligaciones como príncipe heredero.

Si la mujer se sorprendió por sus palabras, no lo mostró. Al contrario, tranquilamente procedió a escribir en su libreta. Datos relevantes, seguramente.

— ¿Tu madre no intervino? — El azabache negó — ¿En ningún momento?

— Pecaré al formular una conclusión de algo de lo que no puedo tener la certeza absoluta, pero supongo que no lo creía necesario — Murmuró y sin ser consciente de ello, se encogió de hombros — Tenía asuntos más importantes de los que ocuparse.

— ¿Con qué edad comenzaron tus enseñanzas?

— Cinco.

Ojos grandes y labios ligeramente separados, sorpresa, incredulidad tal vez. JungKook observó a la mujer parpadear varias veces, asimilando su respuesta. Cuando se recompuso, no dudó en garabatear sobre su pequeño e inerte acompañante.

— Creí que la edad ideal era diez — Comentó con su voz teñida de incredulidad ligera.

— Depende de los reyes — Replicó con su vista volviendo a vagar por el alrededor conocido — Pero es verdad que algunos profesionales recomiendan que se instruya a los príncipes y princesas a una edad temprana, sin excederse claro. Son muchas cosas que asimilar y aprender, todas complejas — Agregó con su vista fija en un cuadro — Pero es cierto también, que se les aconseja a muchos de ellos comenzar luego de los ocho años. Los niños necesitan concluir una parte de su desarrollo, la más básica al menos antes de ser bombardeados con temas que apenas podrán comprender.

— Eras considerablemente joven, ¿no te fue complicado?

— ¿Complicado? — Repitió al regresar su vista a la castaña, saboreando la palabra y si ella se adecuaba a lo experimentado — No lo creo. Fue complejo, agotador y estresante. Una experiencia poco agradable debo reconocer.

— Con una rigurosidad como esa, no me sorprende tu dedicación por el trabajo.

— Agradezco el reconocimiento, pero siendo honesto, una dedicación tan insana como esa no se consigue por mero gusto.

— Si eres consciente de ello, ¿por qué no ser más flexible con tu horario?

— Las malas costumbres tardan en morir — Pronunció sin más — Además, actualmente tengo libertad absoluta con respecto a mi horario. Cuando comencé a trabajar a la par de mi madre mi edad no superaba los dieciocho, por lo que no me correspondía decir nada. Sólo acatar órdenes.

— ¿No lo habrás asumido por tu cuenta? — Inquirió al ladear su rostro — Teniendo en cuenta qué se te enseñó con respecto a las posiciones y a qué te correspondía como príncipe. Pudiste hacerte a la idea de manera inconsciente — Prosiguió con ligereza, pensando en sus siguientes con diligencia — ¿Por qué no expresar tus pensamientos?

JungKook entrecerró sus ojos, sintiendo su cabeza comenzar a palpitar.

— Mi madre no acepta segundas opiniones, no de mí al menos — Farfulló con seques.

— ¿Lo sientes de esa forma o tienes la certeza de que es así?

— «Un príncipe no se queja, simplemente asume lo que su superior demandó con educación», sus palabras cada vez que intenté expresar mi parecer — Murmuró luego de carraspear.

— ¿Y las acatabas sin más?

— Nunca tuve el coraje suficiente para hacerle frente, hoy en día sigue siendo igual. Pero supongo que en ese entonces prefería callar y complacer sus expectativas.

— ¿Por qué?

JungKook arrugó su ceño, ¿por qué razón un hijo querría llenar las expectativas de su madre o de sus padres en general?

— No lo sé.

— ¿No lo sabes?

La mujer no le creyó y no le interesó. El dolor en su cabeza se había agudizado y eso no estaba ocasionando más que irritación en él. Y sólo se estaba centrando en estos aspectos, porque si tenía en cuenta el pesar en sus entrañas, terminaría perdiendo la paciencia.

Que ya lo estaba, pero prefería ignorarlo también.

— No lo recuerdo.

— De acuerdo, entiendo — Concedió la contraria tras realizar un corto asentimiento — ¿Quieres dejarlo por aquí?

— Por favor.

— Bien, nos veremos en la siguiente semana.

Tras despedirse de manera escasa, se apresuró en levantarse del pequeño asiento que ocupaba y con tres zancadas, salió fuera de la habitación que, extrañamente hoy parecía más reducida que en anteriores veces.

Percepción que atribuyó a su desespero por irse.

La mujer le había dicho que hablar de ello sería bueno y si bien no hablaron de sus familiares de manera directa, apenas si mencionó a su madre, no se sentía bien. Al contrario. Se encontraba agitado y con un dolor de cabeza insoportable.

Necesitaba tomar. Teniendo en cuenta la cantidad de trabajo que tenía encima, realmente necesitaba una aspirina.

— ¿Seguro que lo único que tienes es dolor de cabeza?

Desganado, JungKook levantó su vista y la centró en su amigo recién llegado.

— Totalmente, ¿por qué?

— Luces cada vez más pálido — Respondió ocupando el asiento a su lado mientras estiraba su mano, teniéndole su ansiada aspirina.

— Me falta sol.

YoonGi arrugó su ceño, viendo al azabache digerir el fármaco sin siquiera beber agua. Lo vio torcer sus labios en una mueca, probablemente resintiendo su garganta por la acción innecesaria. Tenía una botella de agua a su lado.

Rodó sus ojos y decidió no comentar nada. Porque no sería un comentario sino un regaño y su amigo se veía fatal como para molestarlo con uno ahora. Además, estaban en horario de trabajo.

— No creo que sea falta de sol. Vives al aire libre.

— Falta de vitaminas, tal vez — Musitó con exasperación, colocándose el cinturón tan pronto Shin volvió — No soy médico YoonGi, estoy bien. En serio.

— ¿Tienes algún otro malestar?

— Fatiga, pero es usual por lo que no, no tengo ningún dolor aparte del existente en mi cabeza.

— ¿Seguro?

— Sí, no te preocupes.

Ninguno dijo más, ni ese momento ni con el transcurrir de horas. Dejando el tema zanjado.

JungKook le dijo a YoonGi que no se preocupara, pero cuando se encontraron volviendo a casa, quien comenzó a preocuparse fue él. En realidad se estaba exasperando, la aspirina no había hecho demasiado efecto y hacía casi nueve horas que la había tomado.

El dolor en su cabeza seguía estando y si antes era insoportable, estaba seguro que en cualquier momento se terminaría partiendo a causa del dolor. Masajeó sus sienes y se dedicó a mirar por la ventana, buscando distraerse con la vista. Aunque estaban a menos de una calle de llegar a su infernal destino.

— Creo que tienes visitas.

Con su semblante arrugado, volteó su rostro hacia su amigo. Éste escrutó su expresión antes de levantar una mano y señalar a través del oscuro cristal, sus ojos miraron más allá y se toparon con un vehículo que conocían bien. Por un momento se cuestionó si Mi-Sun había invitado a TaeHyung a pasar el rato, pero su mente no divagó demasiado al respecto, el pinchazo que sintió en ésta no se lo permitió.

— Necesitaré de otra aspirina — Informó al salir del auto.

— ¿No hizo efecto?

— Ninguno.

YoonGi asintió y se giró sobre sus talones. Optando por caminar hacia la farmacia más cercana, la cual quedaba realmente a media hora de la Casa Real pero no le suponía un problema. Le gustaba caminar.

No siempre pero sí la mayoría de veces.

JungKook cogió aire y se mentalizó para lo que fuera. Simplemente saludaría y seguiría su camino, tenía trabajo que hacer a pesar de sentirse fatal y con el cuerpo demasiado pesado para su gusto.

Luego de exhalar aire cinco veces, se encaminó hacia el interior de su casa. Odiaba tener que cruzar el pasillo de la sala para llegar a su estudio. No tenía cómo ir a éste de manera desapercibida.

Y tan pronto caminó por ese largo pasillo y se asomó por el umbral, notó de inmediato al más bajo. Quien parecía sorprenderlo de verlo allí, sus orbes se expandieron con sutileza mientras lo miraba. En otra circunstancia lo habría encontrado divertido, pero hoy su humor estaba apagado como para hacerlo.

Al notarse desatendida, Mi-Sun volteó. Fijando sus ojos en él, su ceño se frunció casi de inmediato. No esperaba verlo allí, en ella fue más notorio. Además, eran poco más de la cinco. Tenía que estar fuera todavía pero con lo excesivamente cansado que se sentía, prefería encerrarse en su estudio y hacer lo más irrelevante de su trabajo allí.

— Hola.

Al percatarse que ninguno diría nada, optó por ser el primero en romper el silencio que se había formado.

— ¿Te encuentras bien?

JungKook quería un espejo. No sabía qué tan mal tenía que verse para que absolutamente todos, hasta el momento claro, hayan hecho la misma pregunta. Sin siquiera saludarlo antes.

Seguro estaba de que muy bien no era.

— Sí, un tanto ocupado — Respondió al mostrar las carpetas que caraba. TaeHyung asintió — ¿Tú?

— Mejor de lo que tú te ves.

El mayor allí tenía la certeza de que, en un pasado habría resoplado e incluso soltado algún comentario agresivo por semejante contestación. Pero siendo honestos, era TaeHyung y no tenía las fuerzas suficientes como para mínimo, resoplar. Ni siquiera para encontrar elocuente sus palabras.

— Me alegra saberlo entonces — Sus palabras salieron bajas y con un flojo ademán de su cabeza, señaló hacia el camino que llevaba a su estudio — Tengo pendientes que atender.

— Te acompaño.

Ni siquiera llegó a girar sobre su eje cuando TaeHyung se levantó de su asiento, encaminándose hacia él con urgencia mal disimulada. Mi-Sun le dedicó una mala mirada, esperando que probablemente rechace a su prometido, pero no lo hizo.

Y tal vez debió hacerlo.

— Ha pasado un tiempo.

Fueron las primeras palabras del más bajo, lo observó de soslayo. Se veía nervioso caminando a su lado.

— No mucho.

La última vez que se vieron fue hace poco más de una semana, eso no era un tiempo que pudiera considerarse como largo ¿cierto?

— Perspectivas — Canturreó un príncipe demasiado feliz. JungKook enarcó una ceja pero no comentó nada, simplemente le abrió la puerta de su estudio, permitiéndole ingresar primero — ¿Qué tal has estado?, ¿te sucedió algo interesante en mi ausencia?

Su abuela lo estuvo "visitando" más, por no decir criticándolo en secreto por aplazar algunas actividades por hacerle tiempo al más bajo. Su madre estuvo haciendo lo de siempre, descontenta con su desempeño y su padre no cruzó muchas palabras con él.

«Interesante, sin dudas»

— Tengo más trabajo.

— Trabajas demasiado — Replicó el más bajo tan pronto ocupó su asiento. Viéndole con ojos acusadores.

Y si supiera que su madre le había cedido más responsabilidades, pensaría que estaba obsesionado con su trabajo. Cuando en verdad estaba presionado a cumplirlo.

— Lo sé. ¿Cuánto llevas aquí?

— Una hora. Mi-Sun quería pasar el rato.

— Si sigues viniendo a mí en su lugar, terminará enojándose contigo.

Sus palabras no habían sido pronunciadas con la intención de crear una disputa o de crispar al más bajo, al contrario. Últimamente es lo que más se encontraba esquivando: las disputas o el crispar a TaeHyung. Realmente le agradaba cuando sonreía.

Pero al parecer sus esfuerzos esta vez no fueron competentes. O quizás sus palabras fueron demasiado descuidas, lo que era probable. Porque al final, el hombre más joven frunció su ceño. Claramente descontento.

— En serio eres demasiado duro con Mi-Sun.

— ¿Tú crees? — La acidez en su tono no pudo ni quiso camuflarla — De todos modos, no estoy siendo duro con ella. Estoy expresando un hecho.

— No es una niña. ¿Qué opinión tienes formada de ella?

— Una que dista de la tuya, ¿no es obvio?

Si TaeHyung se molestó por su contestación, no lo mostró con evidencia. Simplemente profundizó el surco entre sus cejas.

— ¿Y en qué te basas?, siendo honesto e ignorando tu aversión infundada a su persona.

¿Aversión infundada?, su rostro se crispó y sus entrañas se revolvieron. Fundamentos le sobraban para pensar de su hermana como lo hacía. Admitía tenerle un poco de manía a la princesa, pero con los años y sus acciones, es lo que la chica había conseguido y sembrado en él. Si bien reconocía que no era un monstruo, estaba lejos de ser un ángel o el cordero desvalido que TaeHyung, ingenuamente veía.

— ¿Qué más da? — Masculló con más rudeza de la anticipada — Diga lo que diga es tu amiga. Tienes una imagen de ella bien construida. Ella es buena, en todos los sentidos de la palabra y yo soy el que está equivocado. Mantengámoslo de esta forma.

— ¿Por qué no simplemente me lo dices? — Cuestionó con lo que parecía exasperación — Exclamando palabras a medias no llegarás a ningún lado.

— ¿Y por qué tú no aceptas que hay personas que no quieren a sus familiares?

— Lo aceptaría con facilidad si tanto resentimiento no fuera evidente.

¿Resentimiento?, JungKook frunció sus cejas hasta que se fundieron en una sola. No estaba resentido con su hermana, no demasiado quería creer. Estaba decepcionado de ella y en gran parte, dolido.

Mi-Sun no era la niña por la que, ciegamente él había velado.

— Sigue pensado que no es más que resentimiento entonces.

TaeHyung resopló, más frustrado que exasperado. Sólo quería entender.

— No se siente correcto.

— Bienvenido al mundo real. Muchas cosas en la vida no se sienten correctas.

— Estás siendo un imbécil — Advirtió con su mirada entornada. Disgustado por sus palabras.

— ¿Por qué? — Vociferó con seques. Irritado por esa discusión no anticipada — ¿Por ser demasiado franco o descuidado?, lo siento entonces — TaeHyung cruzó sus brazos, no aceptando su áspera disculpa — Pero tú lo estás siendo también. No presionar, no presionarte, ¿recuerdas?

— No tengo idea de qué estás hablando.

— El día de tu cumpleaños, cuando estabas ocupado trastabillando con tus propios pies dijiste que no me presionarías. Y lo único que haces, es presionarme.

— Si dijeras algo, lo qué sea...

— Sólo lárgate.

TaeHyung apretó sus labios y no dudó un segundo en irse. A la mierda con el tipo, estaba harto.

JungKook despeinó su cabellera y restregó con sus manos su rostro. Sintiéndose casi tan frustrado como el recién marchado. Sus entrañas se revolvieron y el desasosiego lo abordó sin darle un momento para respirar. Alterando sus nervios un poco más, tornándolo ansioso sin un motivo razonable o viable. La inquietud lo acompañó, acentuando la incomodidad en su sistema.

Comprendía que TaeHyung quisiera entender el porqué de su desdén para con Mi-Sun, no era tonto ni ciego. Pero por más que quisiera hablar de ello, o de una parte al menos, no se sentía con la confianza para hacerlo. Apreciaba a su prometido, no mentía. Pero no confiaba en él lo suficiente. Ni siquiera confiaba en sí mismo.

Era un cobarde temeroso de todo, lo aceptaba también. Pero aunque le dijera al joven príncipe que su hermana era egoísta y narcisista, lo desacreditaría en segundos. Sin darle un minuto para explicarse o cantarle nada. Lógicamente estaba de su lado y cualquier cosa que pudiera pronunciar en "su contra" lo tomaría con pinzas.

Mi-Sun era de esos casos en los que necesitabas ver para creer. La chica movía las cartas a su favor, a veces sin quererlo y otras veces, queriéndolo.

Su inquietud aumentó y algo en su pecho quemó, aseverando su ansiedad repentina. Lo que sentirse presionado ocasionaba.

«De acuerdo, me excedí»

Decidido a disculparse, se levantó de su asiento. Siendo demasiado precipitado en ello y consiguiendo marearse en el proceso.

Resopló y se encaminó hacia la sala, TaeHyung debía estar allí con Mi-Sun. Quejándose de él con justa razón. Había sido un idiota, pero no le gustaba sentirse acorralado o presionado. Odiaba la sensación, en serio lo hacía.

— ¿Qué le hiciste a TaeHyung?

— No te interesa, ¿se fue?

La castaña entrecerró sus ojos, viéndolo con una emoción que no pudo descifrar y tampoco le interesó hacerlo. Parpadeó y la esfumó, su semblante brillando indiferente.

— Sí.

Su pecho ardió, no sabiendo a causa de qué, lo masajeó con su mano derecha por sobre la camiseta. Buscando aplacar el ardor y la agitación de su corazón.

— Eres un desastre, ¿sabías?

Mi-Sun observó a JungKook sostenerle la mirada por unos escasos segundos antes de volver por donde había venido. Cabizbajo y arrastrando sus pies, creyendo verlo tambalearse antes de desaparecer de su vista por completo.

Nunca antes había visto una expresión en el azabache como esa. Tan abatido y patético.

Frunció sus labios y se levantó del sofá, encaminándose hacia la entrada. Cogió aire con profundidad y abrió la puerta, saliendo fuera con tranquilidad.

— ¿Ya has tomado suficiente aire?

TaeHyung no levantó la cabeza, se mantuvo en silencio hasta que suspiró. Rendido, tal vez.

— No, necesito coger más aire y para al día siguiente estaré medianamente bien.

— No eres una planta, ¿sabes?

El príncipe se encogió de hombros.

— Me iría mejor como una — Admitió por lo bajo, arrugando sus labios antes de darle una corta mirada — Ni siquiera vino a disculparse.

Su tono crispado se oyó demasiado forzado, revelando así una pequeña y lastimera inflexión.

— Es JungKook, te dije que no te fiarás mucho de su buen animo. Nunca dura demasiado.

— ¿Qué debo hacer?

TaeHyung la miró, mostrándose casi tan abatido que JungKook, eso la asombró pero no tanto como para conmoverla. Su desesperación era de alguna forma linda.

— Puedes solicitar una audiencia con la reina, piensa en motivos válidos y pide la disolución de su compromiso. No tienes porqué seguir soportando al idiota de mi hermano.

Sus palabras fueron calmas, consiguiendo un punto de comprensión y suavidad cómodos. Justos.

— ¿Cómo?

— No estás obligado a casarte con él, puedes deshacerlo de querer. Sólo piénsalo — Musitó con el mismo sosiego, colocando una mano en su hombro — ¿Tu corazón no ha soportado suficiente?


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