Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|13.08.2020|

La actuación llegó a su fin y todo el staff suspiró, aliviado. Detrás del escenario las cosas se veían de otra manera y me alegraba haber acompañado aquella noche a todo el equipo de la empresa y a los chicos.

Normalmente, me quedaba en mi piso y solo esperaba a que San volviera después de haber estado todo el día fuera. Me había acostumbrado a aquello, así que, cuando me propuso ir con él, la ilusión me desbordó por completo. Quería apoyarlo todo lo posible y tenía la grata sensación de que, estando allí, lograba insuflarle muchos más ánimos para su actuación.

No había dejado de mirarle ni un solo segundo y, con la última toma del cámara, aparté la mirada del monitor. No podía mostrarse así y esperar que yo lo admirarse como si nada. San era consciente de que yo lo observaba de cerca y, claramente, se había insinuado más que de costumbre bajo aquellos focos.

Lo último que logré ver fue la fuerza con la que se arrancó el auricular derecho y fijó su vista en la cámara que lo grababa, dando así por acabada la puesta en escena.

Algo colorada, intenté enfocarme en otra cosa. Tenía que olvidar rápidamente aquella peculiar forma que tenía de embaucarme sin siquiera estar conmigo.

Observé cómo las maquilladoras y los estilistas se felicitaban por el buen trabajo que habían hecho y decidí alejar la imagen de mi novio por un rato. Él tardaría unos minutos en regresar a los camerinos y no quería alterarme más de lo necesario, incluso si San era un verdadero experto en disparar mis hormonas.

Yo me alejé un poco del equipo y eché un vistazo a la hora que marcaba el reloj de para d la sala. Probablemente querrían ir a cenar fuera y no me dejarían decir que no.

Apenas cinco minutos después, las risas de los chicos alertaron mis sentidos y me erguí al instante. Ellos entraron con unas sonrisas inmensas y los ánimos por las nubes, a lo que sonreí. Me alegraba mucho que estuvieran satisfechos y contentos con la actuación. Desde mi punta de vista, había sido la mejor desde que iniciaron las promociones.

Seonghwa y Yunho tomaron las toallas que el staff les había preparado y las fueron repartiendo al resto.

Los demás fueron entrando al lugar, así que fui acercándome a la entrada par felicitarlos por el gran esfuerzo que habían puesto es noche en el escenario, pero solo hube dado dos simples pasos cuando San apareció en mi rango visual.

Aminoré mi caminar y me centré por completo en él. Parecía acelerado, como si todavía no hubiera recuperado el aliento. Su pecho subía y bajaba constantemente y al poco me percaté del sudor que cubría parte de su rostro, descendiendo por todo su cuello. La camisa de cuadros escoceses no ayuda en absoluto a esconder aquellos detalles.

No tenía ni la más remota idea de quién había tomado la decisión de que San llevar ese atuendo, pero estaba muy segura de que muchas fans, entre las que me incluía, querían dar las gracias a la mente pensante que había tenido esa magnífica idea. Nunca pensé que algo así podría quedarle tan bien. En realidad, a veces olvidaba que él sabía llevarlo todo y cualquier prenda le quedaría como un guante.

Sus ojos se encontraron con los míos y estos desprendieron un brillo que me hizo frenar de golpe. Oh, no. Sabía lo que esa mirada significaba.

San se alejó de Mingi y cambió su ruta al momento. Se acercó a mí con algo de prisa, deteniéndose a pocos centímetros y confirmando mis sospechas con una solo vistazo a su semblante.

Me tomó de la mano, respirando fuertemente.

—San —le nombré, intentando que entrara en razón.

Nadie allí, excepto los chicos, sabía que éramos pareja. Y debía seguir siendo de esa manera porque un peligro demasiado grande par su carrera. No podíamos hacer un anuncio público, ni mucho menos. Yo siempre estuve conforme con ello, aunque a San le preocupara mi situación continuamente.

Él exhaló, desesperado por acercarse a mí.

Se giró, mostrándome las perladas gotas de sudor que bañaban su pálida piel. Tras confirmar que el resto estaba ocupado, me sostuvo el brazo y tiró de mí hacia la misma puerta por la que había entrado diez segundos antes.

Conocía bien sus comportamiento y aquel que estaba demostrando era, sin lugar a dudas, el más peligroso de todos. Si alguien nos pillaba, ambos estaríamos en serios problemas.

Ni siquiera había avisado a Wooyoung de que nos ausentaríamos un rato y yo... Yo podría haberle detenido. San no haría una estupidez como esa si yo me negaba, pero no conseguía encontrar las palabras adecuadas y la necesidad con la que sujetaba mi antebrazo me nublaba demasiado. Las escenas que la cámara había captado durante la actuación continuaban repitiéndose en mi cabeza, retorciéndome el vientre e incitándome a ceder ante su locura.

Nos escabullirse por varios pasillos, huyendo de cualquier forma de vida con la que nos tropezásemos. Solo requirió de un minuto para encontrar un camerino vacío. Ese sitio bastaba y entramos con la esperanza de nadie nos hubiera visto.

Cerró la puerta sin hacer ruido y me miró con la lujuria desbordando de sus orbes.

Yo me apoyé en la pared, al lado de la puerta, y San simplemente respiró.

No era una novedad que aquello estuviera ocurriendo. En ocasiones, después de ejercitarse o de terminar las prácticas en la empresa, llegaba a casa con el único deseo de meterse en la cama y hacerme gemir toda la noche. Si algo le activaba ese apetito, era casi imposible que se calmara y yo estaba bien con ello. Supuse que acompañarle esa noche había contribuido a que sus ganas de estar a solas conmigo se multiplicaran.

Hacía ya casi una semana desde la última vez que pudimos permitirnos el lujo de estar a solas por más de una hora. Entendía que San quisiera tenerme un rato, por breve que este pudiera ser.

Se pegó a mí, apoyando su frente en la mía, y abrió la boca en busca de aire.

—Aquí hay pestillo. No entrarán —dijo, dejando su mano izquierda en la pared—. No lo haremos si no quieres, pero...

Callé sus palabras con un beso que le robó el poco oxígeno que todavía conservaba, generando una mayor ansiedad por tocarme.

Colocó ambas manos en mis mejillas, sosteniendo mi rostro para poder devorarme los labios con más intensidad. Y, mientras su boca y la mía daban rienda suelta a aquella lucha, tomé entre mis dedos su camisa, luchando por sacársela del cinturón que llevaba.

San decidió ayudarme con ese pequeño detalle al ver que estaba un poco perdida y que no daba con el cierre del accesorio. No me habría importado quitarle la ropa de no ser por la angustia que él mismo me había generado. Necesitaba tocarle y San nunca me lo negaba, así que se encargó de arrancarse el cinturón y dejarme vía libre para terminar de desabrochar su camisa.

—Todavía llevo el micro —murmuró, haciéndome sonreír.

¿De verdad no había podido esperar a que el staff le quitara aquello? Era tan impaciente que me provocaba cierta ternura, pero esa sensación se marchó cuando se quitó el aparato de la parte trasera de los pantalones y este acabó tirado en el frío suelo.

—Joder —farfullé.

Él me mostró una seductora sonrisa y se sacó el resto de los cables hasta quitarse por fin el micrófono.

—No podía esperar tanto, preciosa —se sinceró.

—Te creo —me burlé, aceptando de nuevo sus labios.

Retiré las mangas y quedó sin nada que le cubriera el pecho. Mis manos viajaron solas por sus pectorales, notando el sudor y el calor que emanaba todo su cuerpo.

San abrió el cierre de mis pantalones al mismo tiempo que yo quitaba el de los suyos. Sus jadeos me estaban matando. Además, la adrenalina que sentía al estar allí, arriesgándonos a que alguien nos descubriera, me impulsaba a clavar las uñas en sus costados.

Él disfrutaba viéndome tan desesperada. Cuando se trataba de sexo, los dos éramos muy pasionales. Normalmente San era más impulsivo, pero yo también me enfermaba si no podía sentirlo en todo su esplendor.

—No podía dejar de pensar en ti —dijo, deslizando la boca por mi cuello—. Sabiendo que estabas aquí ... Me estaba volviendo loco.

Justo entonces palpé el bulto bajo sus pantalones negros y tragué saliva.

—Espero que la cámara no enfocara donde no debía —solté, sacándole una carcajada.

El cuero del guante que tenía en su mano derecha me hizo temblar y él no notó, bajando más mi ropa interior. La prenda cayó a mis pies y separé las piernas para que pudiera cargarme fácilmente. Me alzó, ayudándose de la pared en la que descansaba mi espalda, y yo desnudé a su amiguito por completo.

Al rozar mi piel con la suya, una oleada de placer me obligó a suspirar y él se ocupó de prolongar aquellos momentos al acariciar mis mojados pliegues. Observando mi rostro, siguió tocándome. Se deleitaba viéndome tan desquiciada por su tacto. Ambos sabíamos cuánto nos gustaba exasperar al otro con ese tipo de travesuras.

Yo me agarré como mejor supe a sus hombros y afiancé aún más mis piernas alrededor de su fina cintura. San se entretuvo por unos segundos con mi clítoris, pero no quería esperar. Los preliminares solían ser increíbles porque él me conocía a la perfección, sin embargo, estaba alcanzando mi límite.

A duras penas, tomé en mi dedo corazón una de las cadenas que colgaban de su choker y tiré de ella para llamar su atención. Sus negras pupilas me enfrentaron y sus labios húmedos me robaron la poca cordura que había mantenido hasta entonces.

—Me gusta cómo te queda —dije en voz baja, enroscando el metal entre mis dedos.

San besó mis comisuras con suavidad y alineó su miembro en mi entrada. Al sentir aquel roce, sujeté con más necesidad la cadena, tirando de él hacia mí. Él correspondió a mi acto reflejo de la manera que esperaba, puesto que se adentró en mi interior. La amabilidad de sus besos no era compatible con la rudeza de su penetración y esa era de las mejores partes de nuestros encuentros.

Porque San podía ser una verdadera bestia en el sexo y tocarme con todo el amor del mundo.

Mi gemido encendió su mecha, declarando lo mucho que ansiaba sus embestidas. Él comenzó a moverse, sosteniendo en sus manos mis caderas.

Yo había estado tirando demasiado de su choker, pero me di cuenta de que aquello le gustaba y no dejé de hacerlo. Sus gruñidos eran gloria para mis oídos y, por un instante, imaginé lo que podía ocurrir si nos pillaban echando un polvo en uno de los camerinos de la mayor cadena televisiva del país. Una lástima que esa idea solo permaneciera en mi mente durante un mero segundo.

San se encargó de nublarme el sentido de la responsabilidad penetrándome más y más duro. Sentía mis paredes quemarse debido a la rapidez con la que me follaba y ese pequeño dolor disparaba mis sensores corporales.

Enterró su rostro bajo mi quijada, pegado a mi yugular y respirando con cierta dificultad.

—Siempre tan estrecha ... —gimió, clavándose en mí.

Mi vagina estaba aguantando aquel furioso vaivén porque se sentía demasiado bien. San conocía mis gustos y era consciente de que esa rabia que dejaba salir cuando teníamos relaciones actuaba como una bomba de relojería para mi pobre organismo.

Hundió sus dedos en mi costado y yo me agarré a su cuello. Mordí mi labio inferior, apoyando la cabeza en la pared.

No aguantaría mucho y cuando San encontró el punto indicado, también lo supo. Se ensartó en mí varias veces, apuntando justo donde mi matriz empezaba a resentirse, advirtiendo mi culminación inmediata.

Me sostuvo en el aire, buscando aquel orgasmo. Bastaron un par de segundos para que yo me viniera y mis piernas temblaran de puro placer. Gemí, sintiendo cómo me cerraba a su alrededor, y él se pegó a mí, corriéndose de una vez.

Ladeé la cabeza, buscando su mirada.

San acarició mi mejilla con sus dedos y presionó nuestras bocas en un liberador beso. Chocó con mi lengua, perdido en el goce que nos abrumaba.

Por otro lado, mis dedos, aún colgados de aquellas cadenas que caían por sus clavículas, abandonaron el lugar y cayeron por su abdomen, sintiendo el sudor resbalar por sus marcados abdominales.

El chasquido de nuestros labios me devolvió a la realidad de aquel cuarto. Entreabrí los ojos y él llevó su mano hasta mi oreja, colocando tras ella un mechón rebelde que debió haberse escapado de mi coleta. Cariñosamente, recorrió mi mandíbula con sus yemas y dejó un corto beso en mi barbilla.

—¿Tienes hambre?

Su pregunta me pilló tan desprevenida que no pude evitar reír. Una hermosa sonrisa brilló en sus labios mientras mis risas llenaban nuestro clandestino escondite.

Algo más calmada, acaricié sus hombros y lo miré. Estaba tan enamorada de él que, en momentos tan íntimos como ese, sentía el peso de aquellos sentimientos en mi corazón. Pero era una carga ligera y preciada que no quería perder nunca.

—Sí —asentí—, aunque tú estabas muy hambriento, Choi San.

—¿Y cómo no podría estarlo con semejante mujer a mi lado? —inquirió, juguetón.

Mi sonrojo hizo que sus hoyuelos aparecieran, iluminándolo todo de golpe.

—Tenemos que volver —le advertí, conociendo sus intenciones ocultas—. Nada de segunda ronda.

San me mostró un puchero, apenado, pero me ayudó a poner los pies en el suelo tras salir de mi interior.

Un par de mechones adornaban su frente, incapaces de sostenerse con la gomina que había llevado desde que lo prepararon para salir al escenario.

Se agachó, recogiendo así su camisa y los pantalones que yo misma había desabrochado. Empezó a vestirse otra vez y yo lo imité en silencio. Teníamos que regresar antes de que las alarmas saltaran y se preguntasen por nuestro paradero.

Arreglé mi camiseta y le ayudé a abrochar los botones de su prenda. San me lo agradeció con un dulce beso mientras procuraba cerrar correctamente su cinturón. No podían notar ningún desperfecto o se preguntarían la razón de que su ropa no estuviera tal y como debía.

Yo maldije nuevamente al estilista que escogió su conjunto para ese día. ¿Por qué elegían tan bien la ropa? Hasta el más mínimo detalle realzaba su figura y le hacía ver como un mismísimo dios.

Le acomodé el choker y él esperó a que acabara para hablar.

—¿Tanto te ha gustado?

Desvié los ojos de mi cometido y lo miré fijamente, alzando una ceja.

—Ya sé que adoras que suba ese ego tuyo, pero conoces perfectamente la respuesta —le comuniqué, conteniendo las ganas de sonreír.

Él me regaló media sonrisa, divirtiéndose como un niño.

—Hablaba de esto, cariño —aclaró, rozando el choker con sus falanges—. Creo que fue una buena elección llevarlo esta noche.

Me humedecí los belfos.

Sabía lo que buscaba diciendo aquello, así que simplemente me encogí de hombros para restarle algo de importancia.

—Puede.

Con una mueca de superioridad en las comisuras, tomó el micrófono junto a la petaca del suelo y se lo comenzó a poner.

La perversión que había inundado su mirada me habría estremecido de arriba a abajo si no le conociera como la palma de mi mano. Por suerte, ya estaba acostumbrada a lidiar con sus maquiavélicas ideas y las disfrutaba tanto o más que él.

Llevó el último cable por su cintura y, dando por finalizada la tarea, se aproximó a mí, atrapándome contra la pared en menos de un abrir y cerrar de ojos.

—La próxima vez lo probaremos en casa —sugirió, sonriendo más y más por todo lo que se le estaba pasando por la cabeza—. Y no seré yo quien lo lleve, preciosa.







🔗🔗🔗

Diosito, llévame pronto porque he pecado
👁👄👁

Jeje, no tengo mucho que añadir. Solo espero que hayáis disfrutado del "shot" y también de esa bendita actuación de Inception. Que asciendan a ese/esa estilista, por favor . _.

Buenas noches 🌚

Os quiere, GotMe 💜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro