Andrea, ante tal acusación, no hizo más que retroceder y desaparecer al introducirse en la parte trasera de la iglesia, esa a la que todos lo niños tienen prohibido pasar, excepto Stan y Sarah, claro.
El señor Uris, al ver a su esposa marcharse tan afligida, dio fin a la reunión.

-Bueno, damos fin al encuentro de hoy, disculpen las molestias.

Y así corrió trás su esposa. La gente se marchó esparciendo rumores, como era normal en la sociedad de Derry. A medida pasaban miraban mal a Stan y a Sarah, como si hubieran nacido del pecado.
La rubia no sabía qué hacer, Stan los observaba con el ceño fruncido y totalmente asqueado «¿esas eran las amigas que mamá tanto apreciaba?»pensó.

-Ven, Stanny, vamos por un helado y luego a casa-espetó Sarah.

Stan asintió y se puso de pie al igual que ella. Mediante avanzaban se escuchaban los susurros de los judíos, maldiciendolos, acusandolos.
Aun que, una mirada se sintió más fuerte y penetrante que las demás para Sarah, ella levantó la mirada encontrandose a Honey Pie mirandola con sus ojos verdes azulados bañados en cinísmo y una enfermiza satisfacción que a Sarah le daba repugnancia.

-Stanny-ante el llamado él se volteó a mirarla-, necesito hablar con alguien, adelantate un poco.

Stan asintió y, no muy seguro, se adelantó. Pero, al pasar a un lado de un hombre alto y de mirada penetrante, sintió el famoso temor que Pennywise le hacía sentir y esta vez era temor por su hermana.
Este miedo se ausentó un poco al ver a Mike Hanlon a lo lejos con su bicicleta.
Corrió hacia el chico que estudiaba en casa para alertarlo de lo que sospechaba.

-¡Oye, Mike!-gritó tratando de evitar que se marchase y lo esperara.

Mike levantó la mirada y le sonrió, cuando Stan ya estaba cerca lo saludó por fin.

-Hola, Stan, ¿qué sucede? pareces alterado.

Stan respiró con algo de dificultad y contestó.

-Creo que Eso está afectando a Sarah también-dijo. Lo más espeluznante para Hanlon era que nunca había visto tanto miedo en la mirada de su amigo judío y eso que este siempre lo tenía. Pero esta vez era mucho peor porque incluía a su amada hermana.

-¿En serio?-habló incredulo, a lo que Uris asintió-hay que decirle a Billy, urgente-sentenció.

Al ver a Stan lo suficiente lejos para que no escuchara, se acercó a Pennywise bastante molesta.

-Tu fuiste el que hizo eso-lo acusó con mucha certeza.

El acusado se limitó a mirarla con inocencia fingida y guardar las manos en los bolsillos, luego habló.

-¿Yo? no sé de qué hablas, pastelito, ¡oh! que tonto, ya sé-sonrió-, hablas de lo de la estrella hecha cenizas, el confesionario en el suelo y la pared con pintura roja que dice...

Antes de poder citar la vulgar leyenda en la pared, Sarah lo interrumpió con indignación.

-¡No quiero que repitas lo que decía!

Las palabras salieron con fuerza, enojo, ira, impotencia y ardor. Como si fuesen veneno, no parecía ella la persona que lo dijo, o... al menos no el disfraz que mostraba. Y eso era lo que Pennywise buscaba, abrir la caja de sorpresas que Sarah era.
Honey Pie sonrió con amplitud y se acercó a ella con los ojos sumerjidos en lujuria e insanidad.

-Ay, muñeca, ¿acaso no lo entiendes? esto es por tí-quizo acariciar su mejilla, pero Sarah se apartó con el ceño fruncido, por lo tanto los ojos de Pennywise dieron un destello rojizo que al instante desapareció, pero estuvo el tiempo suficiente para que ella lo viera-. Si tu no te defiendes de la zorra de tu madre... yo sí, no voy a permitir que esa humana ingrata se sienta con poder para manejarte como si fueses un títere.

Sarah lo miró con desprecio y mucha molestia. Dio dos pasos atrás sin dejar de mirarlo a los ojos...

-Mi madre quiere lo mejor para mí, quiere darme las oportunidades que ella no tubo y, como toda buena chica, la voy a obedecer-dijo con firmeza.

Sin más, se dio la vuelta y se marchó, dejando a Pennywise sólo, mirándola partir con Stan.
Más atrás, desde la puerta del despacho de la iglesia, Andrea Uris había visto todo y, por más de no saber de qué habían hablado, se daba cuenta de que su hija y ese hombre no eran sólo conocidos.