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Preguntas

Ignoró las palabras de la mocosa arrogante.

Senku miró con intriga a todo a su alrededor, ajustando el abrigo contra su pecho al sentir la fría nieve calándole hasta los huesos.

Para empezar, el patio que rodeaba la casa era gigantesco, con una larga reja rodeando el terreno que parecía no tener fin mirara por donde mirara, aunque eso era ridículo e ilógico, obviamente solo una ilusión por lo limitado de su visión y las características del relieve, por supuesto.

La casa-mansión-palacio era ridículamente gigantesca. Al frente estaba lo que parecía una casa normal con grandes ventanales, columnas blancas y techo con tejas francesas y todo, pero atrás había una casa con el doble de ancho y el triple de largo, mientras que atrás de eso había otro apartado al menos cinco veces más alto y cuyo primer piso se extendía por los costados en una construcción típica de un palacio chino, siguiendo por varios metros y alzándose en otra construcción antes de seguir extendiéndose en una edificación de un solo piso tanto por la derecha como por la izquierda hasta donde su vista tampoco alcanzaba a ver. También había varios paneles solares aquí y allá y mini molinos de viento.

—¿Por qué demonios alguien necesitaría tanto espacio...? —murmuró incrédulo—. ¿Acaso salvar el mundo me volvió un ricachón engreído o algo así?

Nunca fue de los que le importaran los lujos, siempre estuvo muy cómodo en espacios pequeños mientras cupiera todo lo que necesitaba. Incluso en la era moderna, estaba más que satisfecho con el pequeño departamento de Byakuya incluso aunque él podía permitirse una casa más grande. Entonces definitivamente no estaba esperando esto.

—Quita esa cara de asco, anciano. —La chiquilla lo miró con burla—. El setenta por ciento de todo eso es tu laboratorio —señaló con sequedad, haciendo que su mandíbula cayera casi hasta el suelo.

¿Más de la mitad de esa mierda gigantesca era solo su laboratorio? Eso era... emocionante y perturbador, de cierta forma.

Otra cosa más a la lista de no saber cómo sentirse.

—Será mejor que entren ahora. —Kohaku los miró con preocupación—. Se resfriarán si siguen mucho tiempo afuera con esta nieve.

—Muy bien, muy bien. —Metiendo las manos en los bolsillos de su gabardina, la chiquilla se adelantó para entrar a la casa, mientras que Senku la siguió con lentitud, todavía mirando todo a su alrededor, sorprendiéndose más al notar un avión volando en la lejanía.

Un avión cruzando los cielos... era algo tan normal de ver en gran parte del mundo durante la época moderna, y sin embargo la vista le quitó el aliento. ¿Cuánto hacia... que no veía algo así? Y creyó que tomaría mucho más tiempo verlo... aunque en realidad no estaba seguro de cuánto tiempo tomó, no lo recordaba, y eso cada segundo le parecía más y más frustrante.

Hizo una mueca y sacudió la cabeza, apresurando su paso para entrar a la casa. Acababa de salir del hospital, no quería enfermarse y tener que volver a uno, ni que lo creyeran todavía más incapaz de cuidarse a sí mismo.

Al entrar a la casa después de la chiquilla y seguido de Kohaku, no perdió detalle en examinar cada rincón que estuviera al alcance de la vista.

Y wow, definitivamente era una casa de ricos. Escaleras dobles con pasamanos exageradamente detallados, aunque... oigan, ¿de qué demonios estaban sujetas esas mierdas? El pasamanos estaba sujeto a las escaleras y las escaleras parecían flotar desde el primer escalón veinte centímetros por encima del suelo hasta el último escalón varios centímetros distanciado del segundo piso.

¿Pero qué...? ¿Era una ilusión óptica? ¿Un truco barato para impresionar? ¿O de verdad... en serio estaban... flotando en el aire...?

Sin pensarlo dos veces, se quitó el abrigo al sentir el cambio brusco de temperatura a una más agradable al entrar a la casa y lo arrojó a uno de los dos sofás que se encontró en su camino a las escaleras, sin molestarse en mirar nada más, con sus ojos fijos en este enigma tan interesante.

Al estar cerca de las escaleras se arrodilló al lado de estas y paso sus manos por entre los escalones, comprobando que no había nada, tampoco había nada por debajo ni a los costados, de verdad estaban suspendidos en el aire... pero...

—¿Cómo diablos funciona esto? —preguntó en voz alta, mientras presionaba hacia abajo el primer escalón, sorprendiéndose cuando no pudo moverlo ni la décima parte de un milímetro hacia abajo ni hacia arriba, y sin embargo se movió con bastante facilidad hacia un costado, lo mismo con el segundo y tercer escalón.

Entonces escuchó unas ruidosas carcajadas y volteó ceñudo para observar a la mocosa riéndose como si no hubiera un mañana, sujetándose el estómago. Kohaku, por otro lado, lo observaba con una mezcla extraña de emociones que lo hizo sentir incómodo, apartando la mirada rápidamente.

—Oh, cielos, mírate. Pareces un niño de cinco años con algo tan básico y simple. —Negó con la cabeza—. Obviamente es fuerza de repulsión en ambos sentidos, controlando las medidas a tu antojo cualquier idiota puede...

—Hija. —Kohaku interrumpió a la chiquilla, lanzándole una mirada severa—. También evitaremos cualquier conocimiento que no se tenga hasta su época ¿entendido?

—¿Qué? Oh, vamos mamá, esto lo enseñan hasta en la primaria, ¿cómo podría...?

—Tsukiku. —Sus ojos se volvieron todavía más serios—. No quiero que sepa nada que pueda llevarlo a hacer más preguntas ¿queda claro?

Se llevó las manos a la cadera, a lo que la mocosa de inmediato resopló y Senku maldijo.

¿Controlar las fuerzas de repulsión en ambos sentidos? ¿Pero dónde quedaba la fuerza de atracción? Mierda, tenía muchísimas preguntas y esto le estaba resultando todavía más insoportable ahora que sabía que tampoco lo dejarían saber qué tanto había avanzado la ciencia en más de treinta años con la nueva y renacida civilización.

Bufó al ver que madre e hija se apartaban para conversar a susurros y se dedicó a mirar el resto del recibidor, buscando más cosas interesantes que puedan darles más pistas de qué tanto se avanzó.

No le costó mucho encontrar la siguiente cosa increíblemente interesante que capturara su atención.

El techo era de madera, pero habían tiras de metal recorriéndolo de forma vertical, tiras que contenían cientos de pequeños circuitos que quién sabe para qué servían. También estaban en las paredes, aunque en menor cantidad. La luz artificial del recibidor era proporcionada por un candelabro con pequeños focos que simulaban ser velas y también por pequeños paneles triangulares que estaban colgados en las paredes a altura accesible para cualquier adulto, así que probablemente podrían manipularse manualmente.

Por lo demás no halló nada sorprendente. Las columnas tenían un diseño exageradamente exquisito y le gustaba el toque de las paredes mayormente de madera excepto por las dos hileras de azulejos con patrones simples y elegantes, y los paneles luminosos justo en el borde de la madera y los azulejos. Aun así, lo consideraba un poco exagerado. ¿Él había tenido algo que ver con el diseño de esta casa? Por alguna razón lo dudaba.

Mirando a más detalles en la casa, le llamó la atención ver algunos estantes vacíos aquí y allá. Se encaminó al más cercano y alzó una ceja con curiosidad al ver unos rastros de polvo con formas muy curiosas que le indicaban que allí hubo recientemente algunos cuadros. Ah... eso pudo ser lo que Kohaku hizo cuando los dejó esperando en el auto, retirar los cuadros de la familia. Aunque no estaba seguro de por qué. ¿Temía que eso le diera un ataque incluso aunque ya sabía que eran un matrimonio con una hija? Un poco exagerado.

¿O acaso había algo más que no quería que él viera?

—Senku. —Se estremeció cuando de repente Kohaku le habló. Ella había estado muy callada y la verdad la prefería así. Suspiró y volteó a verla apenas de reojo, notándola tan incómoda como él se sentía—. Te llevaré a tu habitación.

Le sonrió tensamente y él asintió. Notó con curiosidad que la chiquilla ya no estaba, aunque había dejado su gabardina en el sofá junto a su chaqueta.

Decidió no preguntar y simplemente siguió a Kohaku cuando subió las escaleras. Dudó un poco, antes de colocar su pie en el primer escalón, notándolo muy firme. Con más confianza, caminó como si nada siguiendo a la mujer, sin querer perder el tiempo en preocupaciones sin sentido por más que le resultara impresionante caminar sobre escalones suspendidos en el aire por alguna especie de truco magnético súper avanzado que no imaginaba cómo funcionaba.

Notando los hombros tensos de Kohaku, hizo una mueca. No le gustaba nada este ambiente entre ellos, incomodándose el uno al otro como los adolescentes que claramente no eran a pesar de que él se sentía así por su amnesia. Sería mejor enfrentar esto ahora.

—Así que... ¿eres mi esposa, eh? —dijo y ella brincó en su lugar al escucharlo, deteniéndose en el último escalón tensa como una regla.

Rápidamente se aclaró la garganta y volteó a verlo mientras la alcanzaba y comenzaban a avanzar lado a lado a través de los pasillos del segundo piso, pasando puerta tras puerta.

—Sí... Ja, imaginó que eso debe ser una sorpresa para ti, ya que solo tienes recuerdos hasta los dieciocho años —carraspeó—. Lamentó no poder contarte más al respecto, pero, ya sabes... son órdenes médicas. —Se abrazó a sí misma.

—Hmm... —Alzó una ceja—. En realidad, no estoy tan sorprendido. Honestamente, ya sabía que te gustaba en esa época. —Eso la hizo mirarlo con curiosidad, pero no pareció sorprendida. Era interesante, tal vez en algún momento durante esos treinta años transcurridos ya le había dicho eso—. Y... ¿exactamente cuántos años de matrimonio llevamos? —preguntó, le daba curiosidad saber en qué momento de su vida accedió a atarse voluntariamente a esta cárcel... eh, convivencia legal con ella por el resto de su vida.

—Umm... catorce años. —Él alzó una ceja al descubrir que se casó a los treinta y un años.

Eh, ¿así que había durado más de diez años más libre antes de sucumbir también? Sin contar los años en los que aparentemente estuvieron petrificados, claro.

—¿Cuántos años tiene la... eh, Tsukiku? —Hizo una mueca ante el nombre. ¿Quién la había nombrado así? Suponía que él no.

—Cumplirá catorce años en abril.

Oh, así que tenía trece ahora.

—¿Y qué fecha es hoy? Nadie me lo dijo —musitó, medio quejándose.

Diría que fines de enero o principios de febrero, a juzgar por el clima tan brutalmente frío.

—Es veintinueve de enero. Pasaste tu cumpleaños en coma. Ja, casi lo olvido, ya no tienes 45, sino 46. —Sonrió con tristeza.

Oh, 46... Mierda, de repente se sintió todavía más viejo.

—Ya veo. —Miró con curiosidad el amplio pasillo que atravesaban, notando más de las tiras metálicas llenas de circuitos en el techo y los paneles luminosos en las paredes, también atravesaron unos cuantos ventanales.

Hizo una mueca, preguntándose si su siguiente pregunta sería muy obvia o muy atrevida, pero honestamente no podía saber la respuesta y la curiosidad ya lo estaba matando. E imaginaba que esta pregunta si podría respondérsela.

— ¿Y... se supone que duermo contigo o qué?

Ella ahogó un jadeo, mirándolo con los ojos muy abiertos y un leve sonrojo en el rostro. Ups, parece que la pregunta sí había sido atrevida después de todo, pero ya qué.

—T-tú... —Pareció indignada por un momento, antes de suspirar y negar con la cabeza—. Dormimos en habitaciones diferentes, Senku. Ya está todo listo para que te quedes en una habitación de invitados. Creo que ni tú ni yo nos sentiríamos cómodos actuando como un matrimonio normal teniendo en cuenta nuestra situación. —Se cruzó de brazos, mirándolo con tanta seriedad que hasta lo dejó un poco sorprendido—. No esperó nada de ti, sí es lo que estás pensando. No me debes nada. Estoy a cargo de que te recompongas ahora, procuraré tu salud antes que nada y tú solo concéntrate o bien en recuperar tu memoria o en adaptarte a esta nueva vida, eso lo veremos a medida que progreses y según lo que diga Maiko-sensei. ¿Queda claro?

Siguieron caminando un poco más hasta que llegaron al final del pasillo donde había unas puertas dobles. Ella le señaló la habitación a la izquierda de esas puertas dobles.

—Ahí duermes —aclaró, aunque todavía mirándolo con demasiada seriedad.

Él alzó una ceja.

—Me queda claro que haces todo por mi bien y que soy tu responsabilidad ahora, aunque la idea no me guste, pero siento que todavía quieres decirme algo más ¿no es cierto? —preguntó.

Lo sabía, eso le decía su mirada feroz. A pesar de que clamaba que no le debía nada, claramente quería algo de él que probablemente no iba a gustarle.

Kohaku apartó la mirada por un momento, antes de tomar una profunda respiración y volver a fijar sus ojos en él.

—Sí, de hecho. Se trata de nuestra hija —admitió.

—Ah, eso.

Sip, definitivamente no iba a gustarle lo que le pediría.

—Te guste o no la idea, Senku, tienes una hija, tenemos una hija. —Se cruzó de brazos, mirándolo con más dureza que nunca—. Y puede parecer una chica fuerte y madura, y lo es, pero también es una niña de trece años que acaba de perder a su padre.

—¿Perder a su padre? No exageres, tengo amnesia, no estoy muerto.

—No, tú no lo entiendes. —Negó con la cabeza—. Yo sé que eres tú, te conocí en la época en la que te quedaste y sé tratar contigo, pero para ella... su padre se ha ido completamente. —Cerró los ojos dolorosamente—. Eres un extraño para ella, un extraño en el cuerpo de su padre. Y así como esto es un shock para ti también lo es para ella, esta situación la lastima.

—Se veía perfectamente bien para mí. —Hizo una mueca, entendiendo su punto pero creyendo que estaba exagerando un poco demasiado. La chiquilla parecía más divertida que dolida por esta situación.

—Tú no la conoces —declaró Kohaku con una ferocidad que lo hizo tensarse un poco en su lugar. Sus ojos se volvieron tan fieramente protectores que por un momento temió que lo golpearía—. Solo te pediré una cosa, Senku. NO la lastimes. No te atrevas a lastimar a mi bebé, a nuestra bebé, o vas a arrepentirte y yo no tendré nada que ver con eso. —Acercó mucho su rostro al suyo, haciéndolo notar las casi invisibles arrugas alrededor de sus ojos—. Eso es todo... —Se apartó de él con un suspiro—. Date un baño y duerme un poco ¿quieres? Te llamaré para cenar más tarde.

Y entonces, sin más que decir dio media vuelta y se alejó de él, dejándolo ahí parado.

Wow, eso había sido... aterradoramente interesante.

Kohaku parecía ser muy protectora con su mocosa, aunque eso no era sorprendente, ella era fiel a su apodo de leona. La idea lo hizo reír por lo bajo, aunque estaba sudando frío por su experiencia tan cercana a la muerte.

A pesar de todo, todavía creía que exageraba. La niña parecía perfectamente bien con esta situación. Obviamente debió ser un shock al inicio, pero una vez acostumbrada a la idea hasta parecía divertirle. Aun así tendría en mente sus palabras, no quería meterse en problemas con ella siendo que era su tutora legal por el momento debido a que por un tonto error lo consideraban incapaz de cuidarse a sí mismo, o al menos de manejar la información que le permitiría cuidarse a sí mismo.

Bufó y entró a su habitación. La verdad es que sí se sentía bastante cansado, ahora que lo pensaba. Una ducha y una buena siesta le sonaba encantador.

Con solo dar un paso dentro de la habitación, se quedó con la boca abierta. ¡Era más grande que su laboratorio en la edad de piedra! Y había hecho su laboratorio incluso más grande que la choza de Chrome.

No debería sorprenderle que las habitaciones de este gigantesco palacio fueran tan grandes, pero dudaba poder acostumbrarse a tanto espacio. Era un cambio muy brusco, pasar de lo primitivo y estrictamente esencial a tanto lujo y espacio y comodidad...

También había tiras de metal con circuitos en el techo aquí, pero las paredes estaban libres, por desgracia, ya que le sería mucho más fácil echarle un vistazo y determinar su naturaleza si estuvieran a una altura accesible.

Había una ventana que daba a un pequeño lago y su ridículamente extenso patio trasero, con una porción considerable de bosque que contrastaba mucho con el estacionamiento con decenas de autos que veía a lo lejos, más cerca del otro lado de la casa.

Una tentadora cama doble bien tendida con sabanas de seda lo seducía para irse a dormir inmediatamente, pero necesitaba darse un baño primero así que siguió mirando, notando la mesilla de noche al lado, la lámpara sobre esta y un perchero al lado. Había tres puertas también, una probablemente el baño y las otras dos no tenía idea... aunque por la falta de un armario suponía que tenía toda una habitación con su ropa, accesorios y zapatos, y eso lo comprobó rápidamente al abrir la puerta a la derecha de la cama. La puerta a la izquierda era el baño. Y la puerta más alejada de la cama estaba extrañamente cerrada. ¿Esto era apropósito o qué? ¿También había algo allí que podría causarle un shock de ver?

Decidió no pensar más en eso, el sueño lo estaba matando y pensar tanto por una vez hacía que le doliera la cabeza.

En el baño ya había una toalla y todo lo que necesitaba, así que como acababa de ponerse esa ropa solo se pondría la misma y al diablo, no tenía ganas de buscar algún pijama, por más que probablemente tendría uno en esa habitación tan grande llena de tantas ropas diferentes.

Luego de cerrar la puerta del baño, se quitó la camisa y lo primero en lo que sus ojos fueron a parar fue en su reflejo en el espejo sobre el lavabo y es que... Oh, mierda...

Arrugas, arrugas alrededor de los ojos y casi invisibles alrededor de la boca, pero presentes. Una barba leve que era más canas que barba y más arrugas también prácticamente invisibles en su frente, pero... ¡arrugas!

—¡SOY UN ANCIANO!

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