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La niña muerta

—Mira…

Mientras caminaba por los pasillos de su escuela, Tsukiku sintió como varios dedos comenzaron a señalarla.

—Es la niña muerta…

Sus pasos se detuvieron, sus puños comenzaron a temblar y de inmediato volteó con furia hacia el niño que había dicho eso, mismo que se estremeció y salió corriendo, con miedo, pero no de su ira, más bien de ella, porque creía que ella era un fenómeno.

Tsukiku siguió caminando, y los susurros no se detuvieron.

—Es como un zombie…

—Seguro que bebe sangre humana como un vampiro…

—Tiene un año menos, hizo magia negra…

—Dicen que se escapó de su tumba…

—Dicen que su padre pegó los trozos de su cuerpo como Frankenstein…

—Dicen que hicieron un pacto con el diablo…

—Dicen que intercambiaron su cerebro por el de una rat…

Finalmente, el temperamento de Tsukiku estalló, y ella volteó a encajarle un rodillazo en el estómago al último niño que abrió la boca, haciendo que todos gritaran horrorizados y una maestra llegara a reprenderla.

Por supuesto, la enviaron a la oficina del director y llamaron a su madre, y extrañamente su padre vino también.

—Se-señores Ishigami, y-yo entiendo que son personas ocupadas, la-la-lamento mucho hacerlos venir. —El hombre tragó saliva, mirando a Senku y Kohaku como si fueran alguna clase de dioses—. N-no les quitaré mucho tiempo, pero su hija golpeó a otro alumno y d-deberían, si quieren, intentar corregir ese comportamiento… s-si quieren.

—Nada de si quieren. —La vice directora los miró con disgusto—. Deben corregir ese comportamiento rebelde.

—¿Por qué hiciste eso, mini-leona? —Senku la cargó para sentarla en su regazo.

—¡Todos estaban diciendo cosas horribles! —Se cruzó de brazos, torciendo los labios—. ¡Me decían zombie y cerebro de rata y…! —Su labio empezó a temblar—. M-me decían niña muerta…

La mirada de Senku se endureció, mientras que Kohaku se levantó para estrellar sus manos ferozmente en el escritorio.

—¡Ustedes son los que deberían corregir el comportamiento de sus alumnos! ¡Apenas es su segundo día en esta escuela y ayer tuve que venir a buscarla porque en el receso todos la miraron boquiabiertos cercándola como lobos a su presa! ¡Dijeron que no dejarían que se repitiera!

—Nada se repitió, señora, solo el mal comportamiento de su hija —graznó la vice directora.

Cuando Senku la miró con disgusto, el director se paró para cubrir la boca de la mujer.

—¡M-mis más sinceras disculpas! ¡Prometemos que estaremos más atentos a los niños! ¡No dejaremos que algo así se repita, de ninguna forma!

—De todos modos —La vice apartó la mano de su superior—, ese comportamiento violento tampoco es aceptable.

—En tanto sus errores no se repitan, el error de mi hija tampoco. —Senku miró de forma tan gélida a la vice directora que esta al fin se intimidó y retrocedió un paso—. La llevaremos a casa ahora, y esperamos que mañana no tengamos que volver, o directamente cambiaremos de escuela.

—¡N-nadie molestara a su hija, Sr. Y Sra. Ishigami, lo prometo! —aseguró el director, muy nervioso.

Kohaku tomó a Tsukiku del regazo de Senku y la cargó, llevándosela fuera mientras él las seguía.

Tsukiku apoyó la barbilla en el hombro de su madre, desanimada.

No era esto lo que había esperado cuando finalmente la dejaron volver a la escuela luego de casi un año encerrada en casa después de esos quince meses petrificada…

No entendía por qué todos la miraban como si fuera un fantasma, tratándola como tal, como un espectro que debía volver a su tumba y quedarse encerrada allí para siempre.

Ese día sus padres la mimaron mucho, pero Tsukiku se daba cuenta de que ellos se veían muy tristes por lo que pasó, así que, cuando al día siguiente volvió a la escuela y los niños siguieron susurrando (aunque esta vez más bajo) decidió ignorarlos y hacer como si nada.

Encontró un árbol muy alto con muchas ramas y muchas hojas y los siguientes días almorzó allí, escondida de todos los demás para poder estar un momento sin que murmuraran a sus espaldas.

Al menos no estaba sola, porque tenía a Reimi.

—¡No estés triste, seguro que pronto harás amigos! —aseguró su pequeño robot, con su gesto lindo de "n - n" en su pantallita—. Y por mientras, ¡me tienes a mí! ¡Soy tu mejor amiga!

—Gracias, Reimi. —Tsukiku la abrazó contra su mejilla, sintiéndose muy feliz de por lo menos tener a Reimi a su lado, por lo menos tenía una amiga allí.

Antes de que terminara su primera semana en esa escuela, justo mientras almorzaba en ese mismo árbol, Aspen atacó.

Tsukiku sintió tanto miedo al verlo que se desmayó y cayó del árbol.

Reimi la salvó, claro, y se encargó de protegerla, devastando las fuerzas del Dr. Aspen con tanta facilidad que no pudo ni acercarse a ella, aunque de eso Tsukiku no se dio cuenta hasta mucho después.

Como la escuela sufrió destrozos ante el fuego cruzado, aunque Reimi se aseguró que no hubiera heridos, Senku y Kohaku tuvieron que cambiarla de escuela.

—Ahora irás a la escuela a la que van Haishi y Umi —informó su madre con una sonrisa—. Aunque sean mayores, podrás estar en el receso con ellos. ¡Eso es genial! ¡¿No crees?!

—Sí… —Suspiró.

—¿Qué pasa? —Su madre la miró preocupada.

—N-nada, quiero estar con Haishi-nii y Umi-nee, son geniales. —Asintió con la cabeza, sonriendo forzadamente.

Estaba hablando en serio, así que su madre le creyó y la abrazó felizmente. Sin embargo, eso fue solo una verdad a medias, porque estar en los recesos solo con Haishi y Umi significaría que no estaría con nadie más, que no haría nuevos amigos nunca…

Y tuvo razón.

En la nueva escuela, tenía que soportar lo mismo, todos llamándola "la niña muerta", y además agregando que "por su culpa destruyeron su antigua escuela".

Incluso agregaron la mentira de que sus padres mandaron a matar a todos los niños que la molestaban, que ella era una maldición, una peste, que los que estaban con ella morirían.

—¡Silencio! ¡Nada de lo que dicen es cierto! —Umi, siempre tan dulce y educada, constantemente le gritaba a los que hablaban mal de Tsukiku, sin soportar las cosas horribles que decían.

—¡Vuelve a decirle niña muerta y te romperé la cara! —Haishi incluso derribó de un golpe a un niño de sexto grado que se burló de ella abiertamente.

Ellos la hacían sentir mucho mejor, menos sola. Las burlas bajaron un poco debido a la popularidad de Umi y las constantes amenazas de Haishi (que incluso en cuarto grado era el niño más fuerte de la escuela), pero todavía todos la rechazaban y susurraban a sus espaldas cuando estaba sola.

Sin embargo, cuando pasó a tercer grado, hubo una niña de su clase que se acercó a ella, se sentó a su lado y le ofreció ser su amiga.

Los ojos de Tsukiku se iluminaron.

Pasaron los días y todo fue maravilloso, ¡a la niña no le importaba que los demás niños la rechazaran también por ser su amiga! Aunque eso hacía que Tsukiku se sintiera mal, pero estaba tan feliz de tener una amiga que prefería no decir nada.

Su amiga no hablaba mucho, y parecía aburrirse cuando le hablaba de ciencia, pero al menos seguía a su lado.

En jardín de niños y en primero de primaria (antes de que la petrificaran) nunca pudo hacer amigos porque le gustaba demasiado hablar de ciencia y los otros niños no la entendían y se aburrían, todos se iban, pero esta niña se quedó.

Cuando le pidió ir a su casa, claro que la invitó, así que la niña llevó a sus padres a una cena entre las dos familias.

Senku y Kohaku estaban muy felices de verla contenta con su amiga, y trataron de maravilla a sus padres, que eran muy agradables, aunque también muy temerosos de ellos, como el director de su antigua escuela.

Cuando la cena terminó y ellos salieron de la casa, Tsukiku se dio cuenta de que su amiga olvidó su brazalete, por lo que corrió a llevárselo mientras sus padres la seguían.

En cuanto abrió la puerta…

—¡Ya no quiero ser amiga de esa niña! —Oyó gritar a su compañera—. Solo habla cosas raras y todos la odian, ¡yo también la odio! ¡Si todos supieran eso, seguro ya no me odiarían como me odian por su culpa!

—¡Tienes que ser su amiga! —gritaban sus padres, molestos—. ¡Esa petrificación nos quitó todo! ¡Tenemos que recuperar nuestra vida, nuestro dinero! ¡Esta es la forma más rápida, así que haz lo que te pedimos o seguiremos viviendo como pobres!

En cuanto las lágrimas comenzaron a asomar por los ojos de Tsukiku, su madre de inmediato la tomó en brazos y la alejó de la puerta.

—Senku, tú encárgate —le dijo con los dientes apretados— porque si voy yo dejaré huérfana a esa niña.

—Oh, pero yo haré algo peor que eso… —murmuró Senku oscuramente, saliendo con un portazo.

Tsukiku nunca supo qué fue lo que hizo, pero jamás volvió a saber nada de esa familia, solo que la niña que fingió ser su amiga se fue de la escuela y probablemente también de la ciudad.

Pasó el resto del tercer grado solo con Umi, Haishi y Reimi, y en clase ignoraba a todo el mundo, hasta a sus maestros, se concentró al diez billones por ciento en leer, estudiar, volverse una mejor científica.

Su padre le enseñaba de ciencia, siempre le estaba trayendo nuevos libros para que leyera en clase, y nuevos ejercicios y problemas para resolver en clase también.

Mientras sus compañeros aprendían a dividir por dos cifras, ella ya estaba aprendiendo física de nivel universitario.

Aunque ciencia no era lo único que hacía, su madre también la entrenaba.

Como pasaba tanto tiempo con Haishi y Umi, muchas veces acababa entrenando con el niño, que claro que siempre le ganaba y se portaba super creído por ser mejor que ella.

—¡Algún día te venceré, gigantón!

—Tal vez cuando seas más alta que yo —se burló arrogantemente.

—No la molestes o ella de verdad hará que te tragues tus palabras. —Umi le clavó un codazo en el brazo.

—Eso nunca pasara.

—¡Ja, espera y verás!

Eso la motivó a entrenar más, pero su mayor pasión seguía siendo la ciencia.

Se hizo un poquito más fuerte y en uno de tantos entrenamientos casi derriba a Haishi, lo que también lo motivó a entrenar más.

Cuando pasó a cuarto a grado, Umi pasó a primero de secundaria, por lo que solo le quedó Haishi, cosa que hizo que se llevaran un poco mejor, pero los dos eran muy competitivos, así que Haishi empezó a pasar más de sus recesos en su club de artes marciales masculinas y ella en el femenino, aunque nadie le hablaba allí ni tampoco querían hacer equipo con ella, así que igual se sentía sola.

Un día, Haishi faltó a clases por una competencia del Dojo de su padre, Tsukiku no pudo ir porque tenía un bobo examen que terminó en cuarenta segundos (los contó), pero que debía hacer obligatoriamente, por lo que se sintió especialmente sola y malhumorada, y mientras los demás iban terminando escuchó algo que hizo hervir su sangre.

—Mírala, se cree mejor que todos solo porque es más lista.

—Solo es así por su padre.

—Dicen que ni siquiera es de verdad, saben —susurró otra niña de la nada—. Dicen que su papá se construyó una nueva hija y la verdadera está muerta. Ni siquiera debería existir.

Eso la hizo estallar, se levantó de su asiento, corrió hasta la tonta que dijo eso y pateó su maldita cara, otra niña le dio una cachetada por eso y Tsukiku también la pateó, y así acabó pelándose como con otros tres niños antes de que la maestra los detuviera.

Y claro, acabó en la oficina de la directora, con sus padres allí.

—Sr. Y Sra. Ishigami, ninguno de los padres de los niños implicados desea tener problemas con ustedes, pero no podemos dejar que este comportamiento violento continue. Comprendo que la primera afectada la insultó, pero su niña no debió golpearla.

—¿Pero qué fue lo que te dijo? —preguntó Kohaku, preocupada.

Tsukiku se negó a decir nada. No le había dicho a nadie y la otra niña no lo admitió, ni sus amigos, así que prefería que se quedara así.

—Me insultó —solo dijo.

Sus padres no le creyeron, pero no insistieron.

—Se peleó con varios compañeros de clase, y temo que esta situación se repita —comentó la maestra.

—Bien, pues… —Senku suspiró— la cambiaremos de escuela…

—¡No quiero! ¡Aquí está Haishi! —protestó.

—Seguro que si hablamos con Tsukasa y Minami lo cambiaran también, si…

—Pero él si tiene amigos aquí. —Hizo una mueca.

—Bueno… Eh…

—Hay otra opción —propuso la directora—, podemos cambiarla de aula. En vez de Cuarto A irá a Cuarto D.

Senku y Kohaku dijeron que lo pensarían y se llevaron a Tsukiku a casa por el momento.

Al salir de la escuela, alguien los atacó… No Kinoeda (al que ya todos acostumbraban a llamarlo así), sino Chamaleon con sus robots invisibles.

Tsukiku no estaba tan asustada, porque sabía que sus padres la protegerían, pero… la que la protegió fue Reimi.

Fue la primera vez que vio su naturaleza protectora… fue allí que comprendió que no la construyeron para ser su amiga, sino para ser su guardaespaldas.

Al llegar a casa, se encerró en su cuarto y no dejó a Reimi entrar, ni a sus padres.

—¡Me mintieron! ¡Dijeron que era mi amiga!

—¡Pero lo soy! —Reimi se oía triste, pero Tsukiku estaba demasiado enfadada.

—¡Cállate, eres solo chatarra, no tienes sentimientos!

—Tsukiku, Reimi fue creada especialmente para…

—¡Para que siga estando encerrada sin estarlo, para que siempre me vigiles, papá!

—No es lo que quiero…

Eventualmente, los dejó entrar, los dejó explicarle lo preocupados que estaban y recordarles que muchas personas querían dañarlos, y tuvo que aceptar a Reimi, pero ahora ya no la trataba igual.

—De verdad soy tu amiga, Tsukiku —afirmó con tristeza Reimi mientras estaban solas, con un gesto de Q - Q en su pantalla—. Te protejo porque te quiero, eres todo para mí.

—Eso es porque te programaron. —Bufó—. Yo soy la tonta por querer a un robot sin sentimientos… Eres solo un arma que mi papá usa para controlarme…

—Tus papás te aman, y tu padre me creo para quererte, no solo para protegerte. O no sería tan adorable, ¿no crees? —Puso una cara de gatito en su pantalla que inevitablemente la hizo sonreír.

—Bueno, lo voy a pensar… pero no le dices todo lo que hago a mi padre, ¿no?

—Nop, respeto tu privacidad, ¡lo prometo!

Tsukiku quería demasiado a su pequeño robot, así que cedió.

Después de un par de días, volvió a la escuela, cambiándose de aula, a Cuarto D.

—Muy bien, niños, tenemos otra alumna nueva que viene de otra aula. —La maestra la hizo presentarse, cosa ridícula porque estaba segura que ya todos debían conocerla por ser hija de los héroes del mundo.

—Soy Ishigami Tsukiku —dijo con desgano, ya sabiendo que todos la detestarían.

Pero daba igual, en esta aula, en otra, o en otra escuela, todos siempre iban a odiarla.

—Ah. —Un niño sentado al frente sonrió con burla—. Eres la niña muerta.

Muchos se rieron, ya que a este punto más que verla como un monstruo la veían como una burla.

Tsukiku estaba a punto de rodar los ojos, cuando de repente la niña pelirroja sentada detrás de aquel niño pateó su silla.

—¿Cómo que niña muerta, bobo? ¿Qué no pudiste pensar en algo mejor? A ti deberíamos llamarte cerebro muerto.

Varios se rieron involuntariamente, aunque suprimieron las risas rápido, pero bastó para que el primer niño se enfadara.

—¡Tú cállate, brazos cortados!

—¿O qué? ¿Usaras otro insulto gastado? —Le sacó la lengua.

El niño no supo qué decir y finalmente la maestra intervino y dijo que guardaran silencio o castigaría al siguiente que hablara.

Envió a Tsukiku a sentarse y ella caminó dudosa al asiento vacío junto a la niña pelirroja, que le sonrió, animándola a sentarse.

—Gracias… —le susurró.

—De nada. Soy Misaki, por cierto, Shirosawa Misaki —también susurró, sin dejar de sonreírle.

En el primer receso, como sabía que Haishi estaría en el club, Tsukiku se fue al patio trasero con Misaki.

—Te había visto antes —dijo ella—. Muchos hablan de ti en los recesos, aunque nunca entendí por qué.

Tsukiku ladeó la cabeza.

—Tú… ¿No sabes quién soy?

—Eh… ¿Ishigami Tsukiku? —Rascó su cabeza con confusión.

—Me refiero, ¿no sabes quiénes son mis papás?

—No. ¿Por qué? ¿Eres hija del salvador del mundo o algo así? —Rio divertida.

—Eh… De hecho, sí.

Misaki se fue de espaldas.

—¡¿En serio?! ¡Pensé que el apellido solo era coincidencia!

—Ah, entonces si conoces a mis papás…

—Bueno, sí, todos hablan de ellos. ¡Es genial! —Sonrió—. Aunque no sé mucho, me despetrificaron hace poco. ¿El Dr. Stone ese y la astronauta mujer se casaron, no? ¿Ellos son tus papás?

—Sí, se llaman Senku mi papá y Kohaku mi mamá. ¿Y hace cuánto te despetrificaron?

—Tres semanas, más o menos. —Ladeó la cabeza—. Oye, pero… ¿tú no eres despetrificada? ¿Naciste en esta época? —preguntó curiosa.

—Sí, mi mamá es aldeana… Eh… Luego te cuento qué es eso —dijo al ver la mirada confundida de Misaki—. ¿Pero por qué lo preguntas?

—Oh, es por los guantes. —Señaló sus guantes que le llegaban casi hasta el codo y luego señaló a sus propios guantes, que directamente le cubrían los brazos enteros hasta el hombro—. Pensé que los usabas por las mismas razones que yo. —Aunque avergonzada, bajó sus guantes.

Le mostró sus brazos, que estaba repleto de marcas de petrificación similar a todo el sistema de venas que corría por los brazos, con zonas más gruesas y más delgadas, casi similares a vasos sanguíneos, luego rápidamente los cubrió.

—Por eso me decían brazos cortados —dijo con tristeza—. Desde que llegue todos se burlan de mis cicatrices… Creo que es porque ya casi no hay niños de primaria despetrificados por aquí, la mayoría nacieron en esta época, o eso dice mi primo. Mis tíos tardaron en despetrificarme porque no podían mantenerme… o eso dice mi tía…

—Oh… —Tsukiku bajó la mirada—. Es verdad, supongo, hubo un gran programa de despetrificación de niños antes de que yo naciera, por lo que leí. Despetrificaron a prácticamente toda la población de Tokio, y claro que los padres querían recuperar a sus hijos, por lo que se tomaron muchas medidas como la construcción de escuelas, parques y todo eso.

—¡Wow! ¡Qué genial que lo sepas! —Le sonrió—. Realmente nadie se había molestado en explicarme.

Tsukiku le sonrió, antes de suspirar y mirar a sus manos enguantadas.

—Sabes, de hecho… yo también tengo marcas de petrificación… —Bajó sus guantes, enseñándole los espirales que rodeaban sus muñecas.

Misaki la miró boquiabierta.

—¡Lo sabía! Pero espera, ¿cómo las tienes? Me dijeron que yo tengo las mías porque al estar tanto petrificada la estatua se rompió o algo así, pero ¿tú no naciste por estos años?

—Sí, pero… Es complicado… —Hizo una mueca—. Si te cuento… probablemente creerás que soy un monstruo que no debería existir…

—¡¿Quién pensaría algo tan feo?! —La miró boquiabierta—. Nunca creería eso, eres una niña como yo. —Le sonrió con confusión.

Tsukiku la miró boquiabierta, pero en ese momento sonó la campana.

—Yo… te contaré luego.

—Oh, bien, no hay que llegar tarde. —Tomó su mano y ambas corrieron al aula.

En el almuerzo, llevó a Misaki a conocer a Haishi y almorzaron los tres juntos.

—¿Nueva amiga? —Haishi la miró desconfiado.

—Eh…

—Sip, somos amigas —declaró Misaki sin dudar—. Te puedo llamar por tu nombre y tú por el mío.

—Ah, b-bueno. —De todos modos la hubiera llamado por su nombre, Tsukiku había crecido en un ambiente donde a nadie le importaba los apellidos, en especial a sus padres, pero era bueno saber cómo era un procedimiento normal de hacer amigos con gente externa al círculo de amigos de sus padres.

Tsukiku y Misaki se la pasaron hablando, haciendo sentir a Haishi algo excluido, por lo que dijo que iba a entrenar en el siguiente receso, por lo que Tsukiku aprovechó eso para contarle a Misaki la verdad a medias de sus cicatrices.

—Entonces ¿existe otro tipo de petrificación diferente? —La miró con miedo—. Suena aterrador…

—Sí… y así se siente… —Abrazó sus rodillas—. La verdad no me gusta hablar de eso.

—¿Y de qué te gusta hablar? —Le sonrió amistosamente.

—Emm… gatitos… deportes y… ciencia —admitió con algo de duda.

—Me gustan los gatitos… no tanto los deportes… Eh, sí me gusta la ciencia, pero soy muy mala en la materia. —Hizo pucheros.

—Bueno, la ciencia es más que una materia. —Sus ojos se iluminaron de inmediato—. ¡Yo la amó mucho! ¡Cuando crezca voy a ser la mejor científica de todos los tiempos!

—¡Oh! —Misaki saltó a tomar sus manos con emoción—. ¡Eres como yo! ¡Yo quiero ser la mejor artista musical de todos los tiempos también! ¡Mi tía dice que son tonterías, pero mi tío dice que las mejores personas son las soñadoras! ¡Nosotras somos soñadoras! —declaró, llena de entusiasmo.

Tsukiku apretó más sus manos, sonriendo con total emoción.

—¡Ja, es cierto, lo somos!

A la salida, seguía hablando emocionada con Misaki cuando su madre llegó a buscarla.

Ella pareció muy sorprendida de verla hablando con otra niña.

—Oh, hola. —Les sonrió—. ¿Quién es tu amiga?

—¡Wow, tu mamá es más bonita en persona! —Misaki sonrió emocionada—. ¡Hola, soy Shirosawa Misaki!

—Bueno, gracias, Misaki, es un placer. —Sonrió mientras tomaba la mano de Tsukiku—. Espero verte otra vez.

—¡Claro! ¡Hasta mañana, Tsukiku!

—¡Hasta mañana!

De camino a su casa, su madre no dejó de preguntarle por Misaki, y al llegar a casa de inmediato corrió a contarle emocionada a Senku que tenía una amiga.

Tsukiku no lo supo, pero Senku quedó preocupado, así que al día siguiente fue a buscarla a la escuela, donde analizó cuidadosamente la forma en la que hablaba con Misaki, sintiéndose aliviado al notar que la niña pelirroja parecía genuinamente interesada y feliz de pasar tiempo con Tsukiku.

Sin embargo, esperó a que un adulto llegara a recoger a Misaki para acercarse a las niñas.

Fue allí que se topó con la tía de Misaki, que tenía cara de haberse tragado un kilo de limones, hasta que lo vio.

—Parece que nuestras niñas son amigas. Soy Ishigami Senku, un placer o lo que sea. —Rascó su oído con desinterés con la mano con la que no sujetaba la manito de su hija.

—I-Ishigami… Quiero decir… Eh… Sí, un placer. —Carraspeó—. Eh, Misaki no es mi hija, es hija de mi hermana muerta, yo solo la cuido.

Senku alzó una ceja y no dijo nada.

—Quizás podríamos… ir a cenar a su casa, ya que tu hija y mi sobrina son amigas —propuso rápidamente, con una obvia cara de interesada.

Senku notó como ni siquiera había tomado la mano de Misaki, que había perdido la sonrisa tan pronto como vio a su tía.

—Claro. Dame tu número.

Por supuesto, Senku quería conocer más de cerca a estas personas.

Fue así como el fin de semana cenaron con los Kishagiya, o sea, los tíos y el primo de Misaki, que tenía un apellido distinto al del resto de su familia viva.

Senku y Kohaku estaban preocupados del tipo de persona que serían, incluso Tsukiku, aunque confiaba en que Misaki no era como la otra niña que la engañó antes.

Fue tan solo en los primeros minutos de la cena que Senku y Kohaku se dieron cuenta que la única persona cuestionable en esa familia era la tía de Misaki, mientras que su tío, el señor Kishagiya, era un hombre muy afable y sabio, mucho mayor que su esposa, de hecho, y constantemente la regañaba por sus indiscreciones y su forma de tratar despectivamente a Misaki. Incluso el primo de Misaki era súper agradable y trataba con cariño a la pequeña pelirroja, cosa que no le gustaba a su madre.

Excepto por la tía tan amargada incomodando a todos en muchos momentos, la cena fue agradable, Senku y el señor Kishagiya se llevaron bien, estrecharon manos al despedirse.

—Disculpe a mi esposa, por favor —dijo el hombre mayor—. Ella siempre ha sido así, pero no lastima a nadie, solo no sabe controlar su lengua. Espero no lo haya ofendido.

—Créame, es difícil ofenderme. —Rio entre dientes.

—Me alegra que nuestras niñas sean amigas, se nota que se llevan de maravilla. —Asintió y se volteó hacia Misaki, tomando su mano—. Vamos, linda, ya es tarde, ya luego verás a tu amiga.

—Está bien, tío. ¡Nos vemos en la escuela, Tsukiku!

—¡Nos vemos! —Ambas niñas se sonrieron felizmente.

Senku y Kohaku intercambiaron sonrisas, aliviados.

Así Tsukiku pasó a quinto año, con Misaki como su mejor amiga en todo el mundo, lo que compensaba que Haishi hubiera pasado a secundaria ese año también.

Había tenido un par de atentados, pero pequeños y bien controlados por Reimi, que empezó a ser reconocida como la máquina de guerra más letal del mundo, por lo que por meses no tuvo ningún problema y sus padres le dieron un poco más de libertad para salir, al menos con sus amigos.

Un día, saliendo con Kinji, Ruchiru, Umi, Haishi y Misaki, Tsukiku vio un gatito lindo en el parque y de inmediato comenzó a perseguirlo.

—Ay, aquí vamos de nuevo… —murmuró Umi resignada.

—No sé por qué persigue a cada gato que ve si sus padres no la dejan tener mascotas —masculló Ruchiru, bufando.

—¡Yo te ayudo! —Misaki corrió tras ella.

—Solo ganaran que el gato les saque un ojo. —Haishi rodó los ojos.

—¡Oh, no! ¡Sácame los ojos a mí, gatito! —Kinji de inmediato intentó correr para cuidar a las niñas.

—¡No lo decía de forma literal, idiota! —Ruchiru empezó a perseguirlo.

Haishi y Umi intercambiaron miradas resignadas, antes de sonreír y perseguir a los demás también.

El gato se metió en una hilera de arbustos y Tsukiku ni dudo en ir tras él, hasta que de repente oyó un sonoro ¡CRAG!

—¿Eh? —Bajó la mirada y, gracias a su excelente visión, notó una estatua entre las hojas, una a la que había pisado justo en el rostro—. ¡Oh, estatua!

—¡¿Una estatua?! —Umi la miró sorprendida.

—Imposible, ya no debe haber ninguna en esta zona. —Haishi la miró confundido.

—¡Pues aquí hay una! ¡Desentiérrala, Kinji-nii!

—¡A la orden! —Felizmente, Kinji se lanzó a los arbustos a ciegas hasta que Tsukiku le jaló la oreja y lo llevó al lugar correcto.

Así desenterró la estatua con mucha facilidad ya que, de hecho, era bastante pequeña, era la estatua de un niño incluso más bajo que Tsukiku y Misaki, aunque por muy poco.

El niño estaba en una pose de la cabeza gacha y los brazos flexionados con las manos en alto, mirándolas.

—Ya que es un niño pequeño, deberíamos llevarlo al Centro de rescate de estatuas para que busquen a sus padres —murmuró Ruchiru, aburrido.

—No es pequeño, parece de mi edad —observó Tsukiku.

—Por eso, pequeño —se burló Ruchiru, ganándose un pisotón de su prima.

—¡Ja, no soy pequeña, casi tengo once!

—¡Respeta a tus mayores, gorila enana! —Eso solo le valió otro pisotón—. ¡AUCH!

—Pobre, tardaron mucho en encontrarlo. —Kinji se quitó su chaqueta y la envolvió alrededor del niño.

—Sí lo llevamos al Centro de estatuas, seguro tardaran en despetrificarlo hasta que encuentren a sus padres —murmuró Umi con tristeza—. Si es que los encuentran… algunas estatuas llevan ahí en el C.R.E décadas.

—A mí me hubiera gustado que me revivieran antes… —susurró Misaki, seguramente pensando en cómo su tía retrasó lo más posible revivirla.

Al escuchar eso, Tsukiku sacó a Reimi de su mochila sin pensarlo, más bien por un impulso.

—Reimi, despetrifícalo —ordenó sin titubear.

—¡¿QUÉ?! —A pesar de la sorpresa de los demás, Reimi acató la orden de inmediato.

Aplicó la dosis de líquido despetrificador al instante.

—Oye, las normas están por una razón —Haishi la miró mal—. ¿Qué tal si aún no despetrifican a sus padres? Se quedaría huérfano.

—Pues quizás él sepa dónde están. —Rascó su oído con desinterés—. De todos modos deberían haber encontrado su estatua hace años, antes de que existiera este parque, alguien hizo mal su trabajo.

La estatua comenzó a romperse en fragmentos y pronto el niño cayó de rodillas en el piso, alzando la mirada con brusquedad, mirando a todos lados con sorprendidos ojos color verde lima.

Tenía una marca de petrificación de tres largos arañazos atravesando su boca hasta su barbilla y… el puntito del tacón de Tsukiku en la esquina inferior del último arañazo.

Al ver la pequeña marca de su pisotón en su cara, Tsukiku no pudo contenerse y soltó una gran carcajada, confundiendo muchísimo al niño, que pronto comprendió que se estaba riendo de él y la miró mal.

Misaki le dio un codazo de inmediato.

—Ja, lo siento. —Se cubrió la boca y luego intentó tomar el brazo del niño para ayudarlo a levantarse, pero él se apartó, levantándose solo y ajustando el abrigo de Kinji sobre él.

—No me toques —dijo con voz bastante grave para un chico de su edad.

—O-oye, lamentamos haberte sorprendido, debes estar confundido. —Umi se le acercó con una mirada más amable—. Soy Saionji Umi y… Umm, si quieres podemos conseguirte ropa más cómoda y luego te contamos todo.

El niño miró a todas partes, aferrándose con fuerza al abrigo de Kinji.

—Yo… ¿Esto… es Tokio? Recuerdo… una luz… Mis dedos… se volvieron como… de piedra…

—Sí, sí, fuiste una estatua tres mil setecientos años, este es el año 5773. El 28 de octubre de 5773, para ser más precisos —dijo Tsukiku, rascando su oído con desinterés.

—¿Dijiste veintiocho de…? —Se interrumpió, shockeado.

—De haber sabido que era tan molesto revivir estatuas, no lo habría hecho. —Bufó, volviendo a guardar a Reimi en su mochila.

—¿Y cómo te llamas, chiquitín? —preguntó Kinji alegremente, inclinándose hacia el niño, que retrocedió varios pasos, desconfiado.

—Mijow Yok… Llámenme Mijow.

—Es un placer. —Umi le sonrió con dulzura—. ¿Y cuántos años tienes?

—Pues si hoy en serio es veintiocho de octubre… pues supongo que ya tengo once años…

—¿Eh? —Misaki lo miró boquiabierta—. ¿Acaso hoy es… tu cumpleaños?

—Eso creo…

—¡WOOO! ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —Kinji lo abrazó como si lo conociera de toda la vida, incomodándolo a niveles altísimos.

—¡AGH! ¡No me toques! —Se zafó y corrió lejos—. ¡Todos están locos!

—¡Ja, yo no haría eso! —Tsukiku corrió tras él de inmediato, sorprendiéndose al ver que el niño era bastante rápido, por lo que tuvo que usar toda su velocidad para ponérsele enfrente e impedirle avanzar—. ¡Acabas de despertar y por aquí hay mucho bosque! Te perderás al diez billones por ciento corriendo a ciegas como tonto, no seas ilógico.

—¡Tiene razón! —Kinji y Haishi llegaron después.

—¡Sí, no hagas tonterías! —Ruchiru llegó con Umi y Misaki detrás.

—Sé que debes estar asustado, pero déjanos ayudarte —pidió Umi con toda la amabilidad del mundo.

—Yo… Yo también la vi… —habló Misaki de pronto—. La luz… Hace tres mil años… Yo también fui una estatua. —Yok la miró sorprendido—. Le pasó a toda la humanidad, y poco a poco todos están volviendo. Sabemos cómo ayudarte, confía en nosotros.

Yok bajó la mirada un momento, antes de volver a mirar a su alrededor.

—Y… ¿saben por qué?

—¿Eh?

—¿Qué cosa?...

—¿Por qué pasó? —preguntó, mirando de nuevo sus manos—. ¿Qué era esa luz? ¿Por qué llegó? ¿Cómo? ¿Hay alguna razón científica detrás?

En cuanto hizo esas preguntas, los ojos de Tsukiku se iluminaron con interés.

—No creo en la magia —continuó hablando Yok—. Seguro que hay una explicación. ¿La descubrieron? Si me dicen que es alguna tontería mística, tendrán que darme pruebas.

—¡Ja, veo que sí eres una persona razonable, después de todo! —Tsukiku se acercó hasta él tanto que lo hizo retroceder—. Excelentes preguntas, tienes diez billones de puntos. Puedo contarte todo mientras vamos a conseguirte ropa decente, está empezando el frío.

—Bien, pero no te me acerques, y no me toques —ordenó con una mirada llena de frialdad.

—Ja, qué mandón, pero como sea. Síguenos.

Lo llevaron a una tienda mientras Tsukiku le hacía un resumen de lo que había pasado, incluyendo ciertas partes científicas que marearon a todos menos Ruchiru.

—Ah, pues… alienígenas suena mejor que magia, honestamente —murmuró Yok mientras tomaba unos pantalones, camisa y abrigo de su talla de una tienda, además de una bufanda—. Aunque no entiendo del todo por qué les dicen parásitos mecánicos, ni mucho menos eso del campo cuántico de no sé quién. Disculpe, ¿tienen desinfectante? —preguntó de pronto a la encargada de la tienda, que le señaló un frasco—. Gracias. —Se llevó el frasco entero y se metió en un probador.

—Yo pagó —murmuró Ruchiru resignado ante la cara sorprendida de la encargada.

Una vez salió, Tsukiku quiso seguir explicándole de los Whymans y la petrificación, pero él la interrumpió.

—Ya me vi en el espejo. ¿Por qué nadie me dijo que tengo esta cosa horrible? Apuesto que de eso te reías. —Señaló su cicatriz, antes de envolver la bufanda alrededor de toda la mitad de su cara—. Quiero un cubrebocas de verdad… Si pasaron miles de años, seguro las bacterias evolucionaron. —Se estremeció con disgusto.

—Buena observación, pero no muy preocupante, si hubiera algo peligroso ya estaríamos todos muertos —aclaró Tsukiku.

—Prefiero no arriesgarme.

—Hablando de no correr riesgos, deberíamos llevarte al orfanato —murmuró Umi—. Ahí buscaran a tus padres por ti.

—No creo que los encuentren…

—¿Por qué no? ¿Sabes dónde están? ¿Acaso viajaron? —preguntó Haishi, curioso.

—No tengo idea de dónde están, realmente…

—¿Y entonces?...

—Yo… Eh, bien, soy huérfano —admitió, sorprendiéndolos—. No tengo familia… solo a mi hermana menor.

—¿Ella estaba cerca de ti cuando te petrificaste? —preguntó Ruchiru.

—No, ella debía estar en la escuela, yo me escapé a la hora del receso para ir a repartir folletos.

—¿Por qué harías algo así con diez años?... —indagó Ruchiru otra vez.

—Necesitaba dinero porque… Ah, si han pasado miles de años, supongo que todo mi dinero se fue al diablo. —De repente pareció deprimido.

—Ahora ya no tenemos yenes, sino dragos —le explicó Misaki con una sonrisa nerviosa—, aun así, ¿no se conseguían trabajos sino hasta los dieciséis años?

—Solo trabajos legales… —murmuró por lo bajo Yok, haciendo estremecerse a más de uno.

—Eh… Mejor vamos al orfanato —dijo Umi con una risita nerviosa—. Quizás ahí puedas encontrar a tu hermanita.

—Bien, quiero eso, soy todo lo que tiene. Llévenme de inmediato —exigió.

—Qué mandón eres. —Tsukiku rascó su oído con desinterés—. Aunque bueno, en el camino te terminaré de contar todo lo que falta.

Al llegar, todos ya estaban hartos del tema, menos Tsukiku y Ruchiru, que habían cambiado de tema a pelearse por las posibles paradojas del viaje en el tiempo.

Yok ahora estaba hablando con Misaki, que le estaba aclarando varias cosas que Tsukiku no se molestó en explicar.

—¿Entonces ella es la hija de los astronautas que salvaron al mundo?

—Sip, genial, ¿no?

—Entonces es una niña mimada…

—Te oí. —Tsukiku volteó a sacarle la lengua un instante, antes de seguir discutiendo con su primo.

—No es mimada… —defendió Misaki.

—¡Sí lo es! —aseguró Ruchiru, para luego recibir un pisotón de su prima.

—Niños ricos, suele ser difícil tratar con ellos. —Bufó Yok.

—Todos ellos son ricos… —señaló Misaki con varias gotitas corriendo por su frente.

—¡¿Todos?! ¿Y tú?

—Nop, mi tío tiene una pequeña empresa, pero nada muy importante.

—¿Tu tío? ¿Y tus padres?

—Murieron… —informó con tristeza.

—Oh… lo siento.

—Está bien. —Le sonrió.

Entraron al edificio y Tsukiku que llamaría a su madre.

—A ella le encanta trabajar en el orfanato, seguro que hace que encuentren a tu hermana más rápido, Yok —le explicó mientras tecleaba en su celular.

—No me llames por mi nombre, no somos amigos. —La miró mal—. Y no necesito trato especial, puedo esperar un poco.

—Ja, claro que lo necesitas, es tu cumpleaños. —Le sonrió divertida—. ¿Siempre eres tan gruñón?

—Solo con personas molestas…

Yok prefirió quedarse pegado a Misaki hasta que Kohaku llegó.

—¿Este es el niño? —Se le acercó y se inclinó hacia él, sonriendo con ternura—. Hola, feliz cumpleaños —felicitó alegremente, revolviendo su alborotado cabello castaño grisáceo.

—A él no le gusta que lo toquen, mamá —dijo Tsukiku, aunque al ver la cara enrojecida de Yok y como empezó a ponerse muy nervioso y avergonzado tuvo que contener la risa y ya no dijo nada.

—Buscaremos a tu hermana por ti. ¿Qué edad tenía? —Kohaku ya estaba reunida con varios empleados del orfanato para facilitar la búsqueda.

—Ella tenía siete, su nombre es Mijow Shiky. Estaba en la escuela primaria cerca de la estación de tren del noreste.

—Pero… —Uno de los trabajadores lo miró sorprendido—. Esa fue la primera escuela cuyos estudiantes fueron revividos por completo.

—¿Qué? —Yok palideció—. ¿Entonces mi hermana ya está viva y además está sola?

—Acabó de encontrar un pedido de estatua al C.R.E —dijo una trabajadora, revisando una computadora—. Mijow Shiky busca a su hermano Mijow Yok… desde hace quince años…

Yok se quedó en completo shock, y no salió de él incluso cuando su hermana llegó, la hermanita que vio por última vez con siete años ahora siendo una adulta hecha y derecha, muy alta, rubia y con los mismos ojos color verde lima, y una niñita de tres años tomada de su mano, también con ojos color verde lima.

—Onii-chan… —Shiky se arrodilló frente a él y lo envolvió en un abrazo que él no correspondió—. No puedo creer que al fin te encontraron. ¡Creí que este día nunca llegaría! —Estaba llorando de alegría—. Ha pasado mucho tiempo… He… crecido bastante… Pe-pero me reconoces, ¿v-verdad? —Él no decía nada y ella tragó saliva—. Yo, eh… Tengo veintitrés años ahora y… tú tienes una sobrina… —Le presentó a la niñita de cabello color caoba que venía con ella—. Su nombre es Mijow Kimi.

—¿Sobrina?... —Él parecía muy sorprendido, pero tragó saliva y asintió lentamente—. Entiendo.

—Sé que cuando era pequeña siempre cuidabas de mí, que trabajabas tanto por mí —Colocó una mano en su mejilla—, pero ahora puedo devolverte el favor, puedo cuidar de ti. ¿Vamos a casa? Por fin tendremos una de verdad, como me habías prometido.

—Pero yo debía conseguirla… —Él apartó su mano y le dio la espalda, cruzándose de brazos—. Esto no debería haber pasado…

—Onii-chan, sé que debe ser confuso, pero…

—Olvídalo, me quedaré aquí —habló de pronto, con dureza.

—¿Qué?

—Tienes una hija… Cuídala a ella. Yo me cuidaré solo. Quiero quedarme en el orfanato, puedo hacerlo, ¿verdad? —Miró a Kohaku, que estaba muy sorprendida al igual que los demás, pero asintió.

—Las puertas están abiertas para cualquier niño que lo necesite…

—Pero yo puedo cuidarte, tengo empleo, puedo…

—No quiero ir contigo. —Evitó mirarla y se marchó de allí pisoteando.

Misaki lo siguió y Tsukiku también fue tras ellos.

—¿Por qué la rechazas? ¿No quieres a tu hermana? —preguntó Misaki, boquiabierta.

—Sí, pero… Es… Es como si no fuera ella… Yo… Creo que necesito acostumbrarme a la idea… —Escondió la cara dentro de la bufanda—. Esta petrificación da asco… Ojalá nunca hubiera pasado.

—Sí… —murmuró Tsukiku—. No debió existir…

—¿Por qué estás de acuerdo? —Él la miró con ojos amplios—. Dijiste que tu madre es de una aldea que existe solo por la petrificación. Si no hubiera pasado…

—Si no existes, nada puede afectarte, ni dolerte. —Sonrió suavemente—. A nadie le importa. Es simple lógica.

Yok la miró fijamente, analizando sus ojos azules cuidadosamente con sus ojos verdes.

—Lo dices como si no quisieras existir…

—Ja, me gusta estar viva, muchas gracias, aunque para muchos no lo esté.

Fue tiempo después que Yok entendió de qué estaba hablando, al ir a la misma escuela y aula que ella, y al toparse con su apodo más popular, "la niña muerta".

Se volvió el mejor amigo chico de Misaki, que le contó todo lo que sabía al respecto, pero Yok nunca tocó el tema, más bien solo hablaba con Tsukiku para pedirle que le enseñara a reparar celulares, computadoras y esas cosas, entre otro tipo de información que quería aprender, aunque nunca pedía las cosas gratis porque "no eran amigos", así que la sobornaba ofreciéndose a ser su esclavo en todo a cambio de las clases de electrónica, programación y reparación.

Tsukiku pasó a sexto grado y se obsesionó con la idea de vencer a Haishi en una competencia de artes marciales, eligiendo el kendo como su mejor posibilidad para este objetivo.

Como Yok era esclavo personal en ese momento y además era mejor entrenar con alguien de su estatura, Tsukiku constantemente lo llevaba a su casa para ayudarla a practicar, y por fortuna el kendo le gustaba y era muy bueno, así que le servía de mucho que su madre los hiciera entrenar a ambos.

Fue así como su padre conoció a Yok, justo cuando Tsukiku lo desarmó y envió su espada de madera a volar justo por al lado de la cabeza de Senku, que acababa de entrar al dojo que tenían en la casa.

—Lo siento, señor —masculló Yok con completo desinterés mientras iba a recoger su espada.

—¿Y este mocoso? —Senku alzó una ceja.

—Es de quién te hable, Mijow Yok —dijo Kohaku.

—Su real alteza el mandón —acotó Tsukiku con un bufido.

—No me llames así, Ishigami.

—¿El que insiste en trabajar aunque no tiene la edad adecuada? —Rio entre dientes.

—Espero no quiera delatarme, señor. —El pequeño escuincle le envió una mirada casi de amenaza.

—¿Y tú qué eres? ¿Un pequeño mafioso o qué? —Rio mientras rascaba su oído—. Solo no metas a mi hija en problemas y no interferiré con tus actividades ilegales, me da igual.

—Créame, ella se meterá en problemas sola, siempre lo hace. —Yok ya conocía demasiado bien a Tsukiku.

—¡Ja, ese es un buen punto! —Kohaku rio alegremente.

—La leona orgullosa de las matanzas de su mini-leona, no debería sorprenderme.

—¡Que no somos leonas, bastardo!

Cuando llegó el torneo mixto de kendo organizado por el dojo Shishio, Tsukiku se enfrentó a Haishi en la semi final. Sabía que con pura fuerza no iba a ganarle, así que ideo decenas de decenas de diferentes estrategias, confiando también en sus habilidades y en su entrenamiento y en cómo Haishi se fiaba demasiado de su propia fuerza, por esto, contra todo pronóstico, aunque Haishi fuera mucho más alto, fuerte y mayor, Tsukiku logró vencerlo usando su ingenio y habilidades.

Lo distrajo y lo confundió con su velocidad, haciéndolo creer que su objetivo era asestar un golpe o quitarle la espada, cuando en realidad su objetivo era hacerlo pisar fuera de la línea, y así ganó la primera ronda, luego perdió una, y luego venció definitivamente cuando demostró que intencionalmente había fingido ser más débil de lo que de verdad era, por lo que Haishi se contuvo y se relajó más de la cuenta y en un sorpresivo movimiento ella le quitó la espada de las manos.

Haishi acabó boquiabierto, siendo esa la primera vez que lo derrotaban.

Sin embargo, esa experiencia le sirvió para ver sus errores, ver su propia arrogancia, y que debía pelear combinando cuerpo y mente, no solo fuerza bruta, algo que Tsukasa llevaba mucho tiempo intentando enseñarle.

Después de eso, Tsukiku y Haishi se volvieron más cercanos, al punto que ella lo consideraba su mejor amigo chico, aunque pasaba más tiempo con Misaki y… siempre supo que Haishi pasaba mucho más tiempo con Umi.

Una vez conseguido su objetivo en las artes marciales, Tsukiku volvió a enfocarse en la ciencia, constantemente buscando a su padre para que le enseñara, pero…

Pronto se dio cuenta de que su padre cada vez pasaba menos y menos tiempo en casa.

Tenía menos y menos tiempo para ella… o para su madre…

Fue a los once años… que Tsukiku se dio cuenta de que algo no andaba bien con sus padres.

Y desearía haberse dado cuenta antes…

Desearía haber hecho algo para evitar que…

.

—¡Tsukiku! —Una mano sacudiendo su hombro despertó a Tsukiku abruptamente de su largo sueño.

—¿Eh? —Volteó, encontrándose a Misaki sonriéndole algo preocupada—. ¿Qué haces aquí? ¿No te habías ido a tu casa luego de la fiesta?

—Regresé, ya son las diez y por todo lo que pasó me dejaron faltar a clases. —Se sentó a su lado en el sofá donde se había quedado dormida—. ¿Cómo estás?

—Impaciente. —Se sentó y frotó su rostro con fuerza—. Reimi, ¿mi viejo sigue encerrado con Reima?

—Temo que sí —informó Reimi desde su bolsillo ahora que estaba cambiada a su vestido blanco y amarillo que usaba normalmente.

—Lleva ahí muchísimas horas. —Bufó—. Finalmente nos dará los planos, pero… me preocupa que otra cosa pueda decirle Reima…

—¿Qué podría decirle? —preguntó Misaki, confundida y preocupada.

Tsukiku la miró en silencio un momento, antes de negar con la cabeza.

—Si le dijo algo grave, supongo que lo sabremos en cuanto salga… Por cierto, ¿su majestad si te escribió como le dije que hiciera?

—Sí, pero ¿por qué quieres que me mande mensaje cada media hora y al dormir y despertar? Ni siquiera nos has dicho la razón.

—Por ahora es mejor que no la sepan. Y sé atenta, es importante.

—Ok…

Se quedaron en silencio un momento mientras Tsukiku pedía algo para desayunar a Frei mediante su celular, hasta que Misaki volvió a hablar.

—Por cierto… ¿No crees que te pasaste al rechazar a Haishi? Es tu mejor amigo…

—Ja, él ya sabía lo que pasaría. —Cruzó los brazos y apartó la mirada—. No tengo tiempo para esas tonterías.

—Tsukiku, ni tú eres tan cruel, ¿por qué lo hiciste? —La miró con ojos entrecerrados—. ¿De verdad fue por Umi-nee?

—No fue por nadie, solo dije la verdad.

—No, rompiste tu amistad por completo, y tú no eres así. —La miró mal—. ¿A qué le temes? ¿Acaso si te gusta?

Tsukiku guardó silencio un momento.

—La verdad es que…

—Tsukiku —Reimi la interrumpió—, tu padre salió del laboratorio.

Tsukiku de inmediato corrió a la puerta, seguida de Misaki.

Todos los demás ya estaban allí, sentados en sillas plegables y bebiendo café, mirando sorprendidos a Senku salir con un gran puñado de hojas en sus manos.

—Tengo los planos —dijo con voz cansada él.

Tenía ojeras y sus ojos eran diferentes ahora, como si hubiera aprendido demasiado en muy poco tiempo.

Gen salió detrás de él y, por la mirada medio perturbada que ni él podía esconder, Tsukiku supo que definitivamente vieron algo grave.

Dejó de examinar a su tío cuando sintió la mirada de su padre en ella, y al voltear a verlo casi se queda sin aliento al ver esa forma tan familiar de mirarla, con afecto, con preocupación, como si… como si él hubiera regresado a ser su papá de verdad.

De repente, su padre le dio los planos al Dr. Xeno como si fueran servilletas y se acercó a ella lentamente, extendiendo una mano para posarla en su cabeza.

—¿V-viejo? —Lo miró nerviosamente.

¿Qué le había dicho Reima?

De pronto, él la jaló contra su pecho, envolviendo sus brazos a su alrededor e inclinándose un poco para apoyar su mejilla contra un costado de su cabeza.

—¿Papá?...

—Lo siento… —susurró él, con voz apenas audible—. De verdad lo siento.

Tsukiku, aunque sin entender, correspondió a su abrazo.

—Yo… —Su voz se quebró un poco—. Yo también lo siento… —le susurró también con voz muy baja, mucho más baja, tanto que él no la escuchó.

Pero era mejor así, no debía escucharla.

No debía saber que ella era la única en esa casa que tenía que pedir perdón.

Continuará...

Holaaaaaaaaaaa! :D

Aquí un nuevo cap de comisión para mi querida Gaby!

Y finalmente deje de lado el POV Senku owo Habrán nuevos POV's de ahora en adelante!

Espero les guste TTwTT

Conocimos más del pasado de Tsukiku, aunque muy resumido porq no me quise extender tanto xP

Qué tal les pareció? OwO?

Bueno, muchísimas gracias por su apoyo y yo aquí me despido!

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

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