El peor
Senku rompió le entrada de la cueva de nieve para poder salir, jalando con suavidad a Tsukiku para sacarla (con bastante dificultad) cargándola en sus brazos.
Haishi y Umi ya estaban despiertos, frotando sus brazos por el frío.
Claro, recién amanecía. Eran las horas más frías del día.
La ropa de esta época post-petrificación era, de hecho, muy abrigada, pero aun así Senku sentía la cara helada y ni siquiera tenía guantes, por lo que sus dedos empezaron a entumecerse al salir fuera de la cueva de nieve, el cambio de temperatura dentro y fuera era considerable.
Abrazó a Tsukiku más contra él, esperando compartirle más de su calor corporal.
Haishi y Umi parecieron sorprendidos de verlos.
—¿Pasa algo con Tsukiku? —preguntó Umi, preocupada.
—Déjeme adivinar, se enfermó. —Haishi comenzó a frotar sus sienes. Senku asintió con pesar—. Claro, ella siempre se enferma cuando se expone demasiado al frío.
—Esto es terrible. Tenemos que abrigarla más antes de que empeoré. ¿A cuánto está la ciudad más cercana? —preguntó Umi a Haishi.
—Seguramente tardaríamos al menos dos días en llegar, no hay tiempo. —Haishi negó con la cabeza—. Esto es ridículo, voy a cazar algo para hacerle al menos una manta. —Tomó una piedra de los intentos fallidos de hacer una pala—. Tío Senku, enséñame a hacer una lanza, por favor.
—Muy bien, es nuestra mejor opción. —Estuvo de acuerdo con el adolescente—. Es posible que haya osos por aquí, iré contigo para identificar sus zonas de hibernación. Serán presa fácil. —No era algo que lo enorgulleciera, pero era la opción más factible para no poner en riesgo la vida de su hija.
—Supongo que también sería una buena fuente de alimento... —Umi tampoco se veía contenta, pero no protesto.
—Mientras, es mejor que Tsukiku permanezca en una cueva, supongo. La mía tiene goteras, ¿la suya?
—La nuestra está bien —aseguró Umi—. Me quedaré con ella hasta que vuelvan.
—¿A dónde van? —Justo en ese momento, Ruchiru y Kinji salieron de su cueva, mirándolos con curiosidad.
—Tsukiku está enferma —informó Haishi—. Tío Senku y yo vamos a cazar algo para hacerle mantas y conseguir comida.
—Agh, mierda, es cierto que siempre se enferma con este clima. —Ruchiru, a pesar de que solía ser muy áspero y peleonero con Tsukiku, también se preocupó—. Mi tía va a matarnos si algo le pasa.
Aunque ese también era un muy buen motivo para preocuparse.
—Qué terrible, le daré mi abrigo mientras tanto. —Kinji ni se lo pensó dos veces en quitarse su abrigo en pleno clima invernal a diez grados bajo cero.
—¡¿Estás loco?! —Le chilló Ruchiru—. ¡Ella ya tiene un abrigo, tú te vas a congelar!
—¡Puedo hacer ejercicio mientras, estaré bien! —Sonrió enormemente como el idiota que era, igualito al padre.
—No te lo recomiendo, menos con un brazo roto. —Senku decidió ponerle un alto—. Se quedará en una cueva de nieve con Umi mientras, estará bien. Tú ven con nosotros a cazar, seguro que tu absurda resistencia nos sirve de algo.
—Ow, de acuerdo. —Volvió a colocarse el abrigo—. Umi, ¿cómo sigue tu pierna?
—Ya puedo caminar, estoy bien —aseguró la joven.
—No le creo para nada. —Haishi hizo una mueca—. Le costó levantarse. Aunque ya puede pararse, sí, pero creo que lo mejor es que no caminé.
—Estoy bien —insistió ella.
—Discutiremos eso luego, por favor, esta niña pesa. —Senku ya sentía sus brazos temblar.
—Permíteme. —Kinji se la quitó de los brazos, a pesar de seguir con un brazo roto, pudiendo cargarla muy bien con solo uno—. ¿La devuelvo a su refugio?
—No, tiene algunas goteras, se quedará en el de Umi.
—La abrazaré mucho para estar calentitas. —La joven albina sonrió dulcemente.
—Je, ya te habría gustado hacer eso anoche si tío Senku te hubiera dejado, eh, Haishi. —Ruchiru codeó al más joven con una mirada maliciosa.
—¿Quieres que te mate? —Haishi sonrió con los dientes apretados y una vena hinchada en su sien—. ¿Y luego te jactas de ser el mayor? Madura.
—Tranquilo, tranquilo, bromeaba. —Se apartó, riendo nerviosamente.
Senku hizo una mueca de descontento.
No había querido verlo antes, pero...
¿Acaso al mocoso de Tsukasa le gustaba su mocosa?
Luego de que Kinji metiera a Tsukiku al refugio, Umi se metió también y los cuatro se pusieron a crear algunas lanzas, antes de irse de cacería a ver si con suerte se encontraban con un oso hibernando.
—Por suerte es poco probable que los spy-dots sigan cerca, debieron haberse alejado mucho anoche —dijo Haishi—. O eso espero, porque si siguen cerca estamos perdidos sin Umi y Tsukiku para detectarlos.
—Es cierto, somos un poco inútiles sin ellas —admitió Ruchiru a regañadientes—. Desearía al menos haber podido traer a Minire, pero sé que no se alejaría de Tsukiku. Así que estamos sin robot detector, sin súper oído y sin súper visión.
—Esperemos que sí se hayan alejado. —Kinji tragó saliva pesadamente.
—¿No tienen ninguna otra forma de detectar esas cosas? —preguntó Senku.
—El programa de detección es algo que se creó recientemente —le dijo Ruchiru, muy serio—. Además, Kinoeda sabe cómo burlarlo. De no ser por la capacidad de adaptación que tiene Reimi y por lo tanto Minire, sería inútil. Literalmente es una máquina creada para proteger a Tsukiku de Kinoeda, tiene una gran capacidad de procesamiento, una fuente de poder increíble que... No debería hablarte de eso. —Carraspeó—. En fin, hay otras formas de detectarlos, pero ninguna es tan confiable como Reimi.
—Ya veo. —Sonrió, con una ceja arqueada.
Había estado tan concentrado en la situación que no había pensado que quizás podría hacer hablar a este boca-floja clon de Chrome. Sí era tan parlanchín como el padre sin duda podría hacerlo soltar algo que... ¡No, Senku malo, malo! Debía dejar su curiosidad en segundo plano, ya había decidido que se concentraría en cuidar de su hija y eso haría. Prioridades, prioridades.
—Solo para confirmar, ¿la ciudad más cercana está a dos días de viaje? —preguntó a Ruchiru.
—Definitivamente, toda esta zona sigue bastante deshabitada. —Él asintió—. Recuerdo muy bien el mapa de la civilización reconstruida, estamos muy lejos de las ciudades más cercanas.
—Se están concentrando demasiado en reconstruir las cercanías de Tokio y otras zonas muy útiles para ganar recursos científicos —secundó Haishi, que parecía bastante informado sobre el tema—. Lo mejor es seguir el plan, ir a Tokio o a Niigata. Cuando encontremos la primera ciudad nos abasteceremos.
—Ahora que Tsukiku está enferma no podrá seguir retrasándonos, yo tomaré el liderazgo. —Ruchiru infló el pecho—. Iremos a Niigata, el científico Tek nos ayudara.
—Podrías intentar fingir que no te alegra que tu primita esté enferma. —Haishi lo miró mal.
—Ajá, así como intento fingir que no es obvio que te gusta mi primita. —Le devolvió la mala mirada.
Senku volteó a ver a Haishi de inmediato.
—¡No es cierto! —él lo negó de inmediato—. Solo somos amigos, mejores amigos y todo. Nada más.
—Por favor, Haishi, es obvio. —Ruchiru se rio despreocupadamente, llevando los brazos detrás de la nuca. Aparentemente no era tan despistado como Chrome, después de todo.
—No es cierto —susurró el joven Shishio, apartando la mirada, aunque su voz no tenía casi nada de convicción.
Senku bufó.
Desde que despertó se sintió como si hubiera sido empujado a la vida adulta de golpe, como si acabaran de encajarle una hija de la nada. Y ahora hasta tenía que lidiar con pretendientes de su hija. Genial, simplemente fantástico. ¿Su suerte nunca se cansaría de joderlo?
El mocoso de Tsukasa era idéntico a él en todo, pero claro, lo único que tuvo que heredar de su madre Minami era el mal carácter y lo enamoradizo. Maravilloso.
Decidió no decir nada, pero no quito su cara de que había mordido un limón sino hasta que vio una cueva pequeña a la distancia, semi oculta por la nieve.
—Revisemos allá.
Efectivamente, encontraron un oso allí. Era viejo, pero serviría.
—Ow, yo no quiero ver. —Kinji se cubrió los ojos con su brazo ileso.
—¿Alguna vez mataste un animal? —preguntó Senku a Haishi.
—Mi padre me llevó de caza un par de veces, pero solo cace ciervos.
—La piel de un oso es muy gruesa, lo mejor es que des un golpe certero. Atraviesa su ojo, en diagonal hacia arriba. Su cerebro es bastante grande, es poco probable que no lo mates.
—Creo que voy a vomitar. —Kinji y Ruchiru hicieron muecas de disgusto.
—Entiendo, tío, yo me encargó. —Preparó su lanza, comenzando a adentrarse sigilosamente en la cueva.
Haishi trabajó rápida y silenciosamente, trayendo el cadáver con él a los pocos minutos.
Lo ataron con la cuerda fuerte de Tsukiku y lo arrastraron hacia los refugios.
Ruchiru empezó a cocinar con la carne mientras Senku y Haishi se encargaban del proceso de hacer una manta cálida con la piel y pelaje del desafortunado animal.
Umi salió poco tiempo después, con rostro soñoliento.
—Me alegra que hayan vuelto a salvo —dijo, parándose con dificultad—. Volví a dormirme, me despertó Tsukiku. Está despierta, pero no está nada bien. Tiene mucha fiebre. Aunque me dijo que los spy-dots están a kilómetros de distancia y podíamos seguir avanzando.
—Es importante avanzar, ya tenemos una buena fuente de comida —dijo Ruchiru, mirando lo que estaba cocinando—. También podemos hacer una sábana para cubrir a Tsukiku y que no empeoré más.
—Puedo confeccionarlo para que sea un saco de dormir para ella por la noche —dijo Kinji—. ¡Puedo cocer incluso con una mano! —aseguró, apretando el puño con entusiasmo—. Y haré guantes para tío Senku, también.
—Qué considerado. —Rio por lo bajo.
Haishi ayudó a Tsukiku a salir de la cueva y como desayuno comieron brochetas de carne, sentados junto a una fogata.
—Detesto el invierno —murmuró Tsukiku miserablemente, acurrucada contra Kinji—. ¡ACHU!
—El frío te trata peor que a mí —masculló Senku, midiendo su temperatura con el dorso de su mano. Era difícil sin un termómetro, pero estaba bastante seguro de que debía tener más de 38 grados.
Luego del extraño desayuno, se pusieron en marcha para seguir con su camino. Al principio Tsukiku insistió en caminar sola, pero era tan lenta que acabó aceptando que Kinji la llevara acuestas en su espalda, cubierta con la manta de piel de oso. A pesar de su brazo roto, el joven Oki no tenía problemas.
Haishi se dedicó a llevar a Umi y también las palas, lanzas y la carne. Ruchiru llevaba el bolso de Tsukiku y algunas otras cosas. Senku solo caminaba intentando resistir el clima gélido y el cansancio de su cuerpo cuarentón desacostumbrado a las largas caminatas.
En el camino recogieron algunos materiales útiles, y al mediodía finalmente pudieron descansar para comer un rápido almuerzo ligero.
Siguieron caminando el resto de la tarde, haciendo pocas pausas, siguiendo el GPS incorporado en Minire.
Senku acabó tan cansado que, cuando empezó a atardecer, se sentó junto a Tsukiku y Umi mientras los demás trabajaban en hacer unas cuevas de nieve, esta vez lo suficientemente grandes para que entraran tres personas en cada una.
Era un poco insultante que él fuera menos útil que alguien con un brazo roto, pero no podía negar que las actividades físicas no eran lo suyo.
—¿Cómo está tu pierna, Umi-nee? —preguntó Tsukiku, con la cabeza descansando en el regazo de la chica mayor. Su respiración era muy desigual y se oía con la voz muy ronca.
—Mejorando, no te preocupes por mí. —Le acarició el cabello con dulzura—. Sabes que no soy imprudente, me cuidó muy bien.
—Ja, capté la indirecta. —Sonrió débilmente.
Terminaron los refugios a tiempo para la llegada de la noche, y esta vez se dividieron en grupos de tres y tres. Tsukiku no quería separarse de Kinji, así que Senku acabó con ellos dos. Mientras que Ruchiru, Haishi y Umi fueron el otro grupo.
Tuvieron una cena igual de ligera que el almuerzo y finalmente se fueron a dormir.
Senku se durmió bastante rápido, aunque se despertó por el sonido de una conversación, pero no abrió los ojos, sintiéndose a un pelo de volver a dormirse, de no ser porque lo que escucho llamó su atención.
—Sabes que te apoyo —escuchó decir a Kinji—, pero me preocupas. Lo que quieres hacer... aunque prometí no decir nada, nunca estuve de acuerdo. Lo siento...
—Está bien si no estás de acuerdo... —susurró Tsukiku—. Sé que nunca me delatas, gracias por eso. —Rio débilmente, escuchándose demasiado sin fuerzas para su gusto—. Ya lo pensé, Kinji-nii. Es lo correcto.
—No creo que lo sea, de verdad que no. —Se oía muy triste—. Tus padres te aman, Tsukiku, les dolería demasiado...
—No tengo otra opción. Además... —Su voz ya seca por lo mal que tenía su garganta, se volvió especialmente amargada e indiferente—. Sé que al menos el viejo me lo agradecerá algún día. Míralo, desde que despertó sin recuerdos me detesta... ¿Eso no confirma lo que siempre he creído? Yo no debería haber nacido. —Senku abrió los ojos de golpe.
Volteó, incapaz de contenerse, solo para encontrarse con la espalda de Kinji cubriendo totalmente a Tsukiku de su vista.
—Eso no es cierto —afirmó Kinji, pero sin perder la tristeza en su voz—. Incluso sin recuerdos, él todavía es tu padre, todavía te quiere.
—Ja... eres realmente ingenuo, Kinji-nii... —Rio sin ganas—. Cuando no lo ciega el amor de padre, él ve la persona que realmente soy. Él ve todos los problemas que yo ocasiono... Él ve que soy un error. Seguro que más de una vez ha pensado que soy de lo peor, que no debió tenerme, que solo lo arruino todo. Mi plan le hará un favor. Y mamá... bueno, algún día lo superara.
—Estoy seguro de que te darás cuenta de que las cosas no son así —susurró Kinji, con la voz llena de profunda angustia—. Solo espero que no sea tarde.
Después de eso, no volvieron a decir nada más.
Senku se quedó con los ojos muy abiertos, totalmente horrorizado por lo que acababa de escuchar.
¿De qué estaba hablando? ¿Qué plan era ese? ¿Estaba loca o qué demonios? ¿Cómo podía decir esas cosas? ¡Él era su padre, él jamás pensaría que ella era un error, él...!
Él... de hecho había pensado cosas bastante similares a eso, todas esas semanas.
Sí... definitivamente se merecía el premio al peor padre del mundo. Y no era ninguna broma, porque el nudo en su garganta no lo dejó dormir por el resto de la noche.
Se mantuvo despierto intentando tragarse su odio a sí mismo y dándole vueltas a lo que escuchó.
¿Qué plan era ese que mencionó? ¿Tenía algo que ver con el laboratorio subterráneo? ¿Con los planos, con el accidente? ¿Qué quería decir con que le haría un favor?
Apenas pudo dormir una hora antes del amanecer, cuando Kinji lo despertó sacudiendo mucho su hombro.
—¡Tío Senku, tío Senku! —Lo despertó rápidamente con sus brutas sacudidas a su hombro—. ¡Algo pasa con Tsukiku, está muy mal! ¡Creo que tiene mucha fiebre, tío!
Él se despertó rápidamente y Kinji se hizo a un lado para que pudiera revisar a su hija.
Ella respiraba con mucha dificultad, su pecho subía y bajaba a un ritmo anormal, su rostro estaba pálido y rojo a la vez, sudaba mucho y efectivamente estaba ardiendo en fiebre. ¿Quizás cuarenta grados? ¡Mierda que le encantaría tener un puto termómetro!
¿Podría usar nieve para aliviar la fiebre? No, ella no toleraba el frío, quizás solo un poco, pero definitivamente no ayudaría mucho.
Ella necesitaba descansar adecuadamente, estar en un ambiente cálido, comer sano y sobre todo malditos medicamentos.
—Tenemos que apresurarnos a llegar a una ciudad, dejemos de perder el tiempo y salgamos de aquí ahora. —La cubrió bien con la manta, la abrazó contra su pecho y salió, seguido muy de cerca por Kinji—. ¿Cómo está tu brazo? ¿Podrás seguir cargándola sin problema?
—¡Sí, ya me siento mejor de todos modos!
Por supuesto, Senku sabía que esa herida tardaría muchísimo en sanar, pero prefirió creerle que se encontraba en buena forma.
—Voy a hacer una especie de portabebés gigantes para ti con su saco de dormir, es mejor que se mantenga bien pegada a tu espalda, le transmitirás calor, y será cómodo para ella.
—Nos matará si se entera...
—No tiene por qué enterarse. —Rio entre dientes, aunque sin dejar de sudar frío.
Su conversación despertó a Umi, que de inmediato despertó a Haishi y Ruchiru para que lo ayudaran a acomodar a Tsukiku con Kinji.
—Si apresuramos el paso y seguimos caminando en esta dirección, es posible que lleguemos a una ciudad al anochecer —dijo Ruchiru una vez estuvieron listos y en marcha.
Tsukiku estaba despierta, pero tenía los ojos vidriosos y parecía no poder hablar bien. Solo hizo intento de hablar una vez antes de dejar de intentar y acurrucarse contra Kinji, con expresión adolorida en su rostro.
—Intenta dormir —le dijo Senku con suavidad a su hija. Ella solo lo miró un segundo antes de cerrar los ojos con fuerza, visiblemente no dormida, pero al menos intentándolo.
Caminaron por horas y horas, solo haciendo una pausa para un almuerzo rápido, antes de seguir por otro par de horas, cansados, pero lo suficientemente asustados por la salud de Tsukiku como para seguir caminando. Ella afortunadamente logró dormir, pero no parecía tranquila ni parecía mejorar.
Quizás habrían seguido así de no ser porque de repente Senku vislumbro un árbol medio muerto de los tantos en la zona, pero este era un árbol especial, y un árbol que conservaba unas pocas hojas secas. Un árbol de eucalipto.
Detuvo su andar y los adolescentes lo imitaron.
—Eso podría sernos útil —murmuró, dirigiéndose al árbol y arrancando las hojas de inmediato—. El eucalipto tiene propiedades beneficiosas para la salud, aunque el árbol esté medio muerto, estas hojas deberían bastar para un té.
—¿Un té podrá ayudar a Tsukiku? —Haishi se veía escéptico.
—Sin duda, sobre todo porque lo usaremos como una especie de nebulizador improvisado. —Rio encantado—. No es un árbol nativo de Japón, no recuerdo haber visto uno cuando estaba recién despetrificado, pero recuerdo que había grandes empresas papeleras interesadas en la producción de celulosa de este árbol antes de la petrificación y crearon grandes plantaciones en Japón. Sobrevivieron y seguro se adaptaron para sobrevivir más al frío, por lo que estoy muy agradecido. Cambio de planes, descansaremos ahora y llegaremos a la ciudad mañana. Por ahora, ¿alguno de ustedes ha hecho vasijas o tazas?
Solo Ruchiru alzó la mano.
—En esto no tienes que enseñarme, tío. Hago esas cosas todo el tiempo con mis padres, de hecho, Tsukiku también sabe hacerlas, mi tía y ella siempre hacían eso con nosotros, más con mi madre. De todos modos, yo puedo encargarme. —Le enseñó el pulgar con una sonrisa orgullosa.
—Diez billones de puntos para ti, ¡entonces empecemos a trabajar!
Encontraron muy fácilmente arcilla cavando un poco de nieve y tierra, la moldearon sin que les importara mucho que quedara perfecta y aplicaron una cantidad absurda de calor con ayuda de Haishi para que secara y endureciera más rápido, formando una taza sin manija fea y una tetera que más bien era una mini vasija aún más fea, poco después de que anocheciera.
Haishi y Ruchiru empezaron a cavar las cuevas de nieve mientras Senku preparaba el té para su hija, que estaba despierta, respirando con dificultad y viéndose muy adolorida y miserable, acurrucada entre Kinji y Umi, todavía con fiebre alta.
Después de una cena ligera, Senku se metió en el refugio de nieve con Tsukiku y Umi (para tener más espacio), y la cubrió con la manta de piel de oso mientras le daba su té caliente.
—Lo más importante es el vapor —le dijo con voz suave, ayudándola a mantenerse sentada y sosteniendo la taza con sus dos manos bajo su barbilla—. También intenta beber un poco, aunque sé que odias el té y más cuando no tiene ni una gota de azúcar.
Ella, que seguía sin poder hablar bien, le sonrió de forma un poco extraña, antes de asentir.
Senku cuido de ella toda la noche, temeroso de dormirse y que empeorara de golpe, controlando que la fiebre no empeorara y que no pasara demasiado frío. Apenas llegaron las cinco de la mañana salió para prepararle más té y luego la despertó para que pudiera tratarse con su vapor, antes de que el sol saliera, tomaran un breve desayuno y finalmente siguieran su camino.
Esa mañana Tsukiku estaba un poco mejor. La fiebre no parecía tan mala y al menos podía hablar un poco.
—Puedo ver... —Su voz era rasposa y susurrante, casi pareciera que le dolía hablar— la ciudad.
Eso los llenó de entusiasmo y de inmediato caminaron más rápido hasta que todos pudieron verla.
—Es fantástico y todo —murmuró Haishi—, pero no podemos ir así como así. Debemos disfrazarnos o llamaremos la atención. Todos nos conocen, en especial a tío Senku y a Tsukiku.
—Puedo cortar un poco de la manta de Tsukiku para hacernos capuchas y cubre-bocas —propuso Kinji, sonriente.
A Senku no le gustó del todo eso, pero apenas estuvieran en la ciudad podrían conseguir cosas decentes, así que no se opuso.
Su abrigo tenía capucha, así que solo se aseguró de esconder bien su cabello y colocarse la mascarilla, luego le trenzó el cabello a Tsukiku para que fuera más fácil esconderlo y también le colocó su mascarilla.
Ella rio un poco mientras se acomodaba el cubre-bocas.
—Me recuerda a... su majestad —habló con dificultad, pero con buen humor.
—¿Quién? —Senku no la entendió.
—Es su amigo de la escuela, Mijow Yok —le explicó Umi, escondiendo su sombrero en su ropa y colocándose la capucha y mascarilla.
—Ah, el mocoso mafioso. —Frunció el ceño.
Una vez todos disfrazados, Umi le pidió a Haishi caminar sola.
—Ya puedo caminar —le aseguró—. Es mejor que tú lleves a Tsukiku a cuestas, Kinji-nii necesita disimular que tiene un brazo roto o llamará la atención, le será difícil cargando a alguien.
—Eso tiene sentido, pero no te sobre esfuerces —le pidió, antes de tomar a Tsukiku en brazos estilo novia.
Umi solo le sonrió con dulzura, diciéndole que no se preocupe.
Empezaron a caminar a la ciudad, haciendo todo lo posible por no llamar la atención.
—¿Tienen dinero, verdad? —preguntó Senku, esperando no tener que robar, porque estaba muy dispuesto si era por la salud de su hija, pero sería complicado.
—Tengo mis tarjetas de crédito, pero probablemente las rastrearían en un instante apenas las use —dijo Ruchiru—. En efectivo solo tengo unos pocos miles de dragos.
—Yo no tengo mucho... —murmuró Kinji.
—Podemos vender un anillo de diamante que me regalo tío Ryusui —murmuró Umi, sacándose su guante y enseñándoles el anillo.
—Lamentablemente no tenemos más opción —dijo Ruchiru, rascando su nuca con pesar.
Llegando a la ciudad se encontraron con personas bastante mayores, mayormente, y nadie pareció prestarles mucha atención. O casi nadie.
—Pero que bonita pareja —exclamó una mujer mayor, mirando a Haishi cargando a Tsukiku.
Haishi se sonrojó hasta las orejas. Tsukiku ya estaba sonrojada, por su enfermedad, aunque la anciana solo lo tomó como una confirmación de sus sospechas.
Senku se contuvo de gritar que su niña no tenía ni tendría novio ahora ni en diez billones de años. ¡Y menos con ese mocoso!
—Por allí hay una casa de empeño —Umi señaló a un establecimiento de pronto, con voz completamente desanimada y gesto absolutamente deprimido. Parecía que vender el anillo le dolía más de lo que quería admitir.
En la casa de empeño preguntaron por una farmacia y apenas les dijo la dirección Senku los apresuró a todos a salir a comprar medicamentos.
Compró antialérgicos, antipiréticos, antisépticos y hasta vitamina C. Luego compraron una botella de agua y se metieron a una cafetería con calefacción para que pudieran descansar un poco del frío.
Después de que Tsukiku tomara el antipirético y la vitamina C y se acurrucara con Umi, todos empezaron a discutir qué harían ahora, sin dejar sus disfraces y sin bajar la guardia.
—Spy-dots... cerca —advirtió Tsukiku—. Están en la... ciudad...
—Por supuesto, es la ciudad más cercana al punto en el que caímos, no me sorprende. —Haishi tensó la mandíbula—. Debemos ser muy cuidadosos e irnos rápidamente.
—Al menos pasaremos la noche aquí, Tsukiku tiene que recuperarse. —Umi acarició su espalda amorosamente—. Pero no sé cómo podremos conseguir una habitación de hotel, aunque sea. Seguro nos pedirán identificación.
—No si es un motel barato para parejas hormonales —murmuró Haishi y todos lo miraron fijamente—. ¿Qué?
—¿Tú cómo sabes eso? —Ruchiru no parecía seguro de querer saber la respuesta.
—Programas de chismes que veo con mi... Eh, el noticiero. —Carraspeó.
—Parece que es nuestra única opción. —Senku rascó su oído con irritación.
Encontraron el motel más de mala muerte que pudieron encontrar y lograron entrar sin que les pidieran identificación, aunque el dependiente parecía un poco perturbado porque querían dos habitaciones, cada una para tres personas, y más al ver lo pequeña que era Tsukiku, pero al final solo dijo:
—Yo no juzgo. —Y les dio las llaves.
Senku quería electrocutarlo, pero no dijo nada y fueron a las habitaciones. Y claro que cada una solo tenía una cama tamaño matrimonial. Al menos las sábanas estaban limpias.
—Yo dormiré en el suelo, ya que Kinji está herido y los tres no entramos ahí —dijo Haishi luego de que decidieran que Senku iría con Tsukiku y Umi.
Comieron ramen instantáneo que compraron de una máquina expendedora en una habitación antes de separarse y disponerse a dormir entre cuatro paredes para variar, no sin que antes Senku se asegurara de que Tsukiku tomara el resto de sus medicamentos, claro, controlando muy bien la hora para cuando tuviera que tomarlos otra vez.
A la mañana siguiente, Tsukiku amaneció mucho mejor, pero todavía débil y adolorida, pero no dejó que la llevaran a cuestas, eso sí.
Después de desayunar, discutieron su plan.
—No podemos pagar un auto, ni siquiera para rentar uno —masculló Ruchiru, malhumorado.
—Podemos robar uno —dijo Tsukiku.
—Suena a algo que diría Mijow —señaló Haishi, con tono amargo.
—Ja, es cierto. —Rio—. Veo que ya lo conoces más.
—Estoy de acuerdo en robar un auto —dijo Senku—. Esta es una situación desesperada, nuestra seguridad vale más que violar unas cuantas leyes.
—Pero ¿cómo hacerlo sin que nos descubran? Los sistemas de seguridad son muy avanzados hoy en día, tío —advirtió Ruchiru—. Podría hackear uno si tuviera una súper computadora, pero no la tengo.
—Yo tengo mi computadora, pero ya la conocen, no puedo usarla —dijo Tsukiku.
—No fuerces la voz, sigues delicada —le pidió Umi, preocupada.
—Yo p-podría a-a-a-ayudar... —Minire salió del bolsillo de Tsukiku—. Si uso la mitad de mi energía actual, podré apoderarme del sistema operativo de cualquier vehículo y tendrán absoluto control.
—Pero eres muy valiosa... —señaló Haishi—. Si algo sale mal, eres lo único que podría salvar a... salvarnos.
—Un auto es mucho más seguro —afirmó Senku—. Si nos persiguen, tendríamos una chance de escapar. Tendríamos un lugar donde dormir, y viajaríamos muchísimo más rápido. Los beneficios superan los riesgos.
—Pero el riesgo sigue siendo muy grande —murmuró Umi.
—Yo voto porque lo tomemos —dijo Tsukiku.
—Cre-creo que yo también —dijo Ruchiru.
—Bueno... confió en Tsukiku y en tío Senku, así que los apoyó. —Kinji se unió a los tres que eran familia de sangre (o política, en el caso de Senku y Ruchiru).
Haishi y Umi intercambiaron una mirada preocupada, antes de suspirar y ceder.
Ruchiru y Senku salieron a planear una estrategia para robar un auto, sin querer entrar en líos innecesarios con las autoridades.
Los objetivos más seguros eran los autos estacionados, y dieron varias vueltas hasta que encontraron a un dueño estacionando su auto a varios metros de un restaurante, fuera de su vigilancia. El auto hasta tenía las ventanas polarizadas.
De inmediato llamaron a los demás.
Minire solo tuvo que acercarse al auto para hackearlo, y las puertas se abrieron solas para ellos. Entraron rápidamente, con Ruchiru al volante ya que era el único que sabía conducir aparte de Senku, que quería estar al lado de su hija.
Rápidamente salieron de la ciudad, usando el GPS del auto para tener un mapa mucho mejor.
—¡Siguiente parada, Niigata! —exclamó Ruchiru, emocionado.
—¿Cómo que Niigata? —Tsukiku hasta empezó a toser por la indignación—. ¡Deberíamos ir directo a Tokio! Más ahora que tenemos un auto, tú...
—No fuerces tu voz. —Senku y Umi la regañaron al mismo tiempo.
—De hecho estoy de acuerdo con tu primo —dijo Senku—. Está más cerca, en auto tardaremos solo unas horas, llegaremos en la noche y podrás dormir en una cama o al menos en un futon, supongo.
—Pero papá...
—Dije que iremos y punto.
Ruchiru sonrió triunfante y Tsukiku no quitó su cara de molestia por un largo rato hasta que el sueño la venció y se durmió. Senku la despertó a las pocas horas para darle sus medicamentos y luego cenaron más ramen instantáneo antes de llegar a Niigata.
—Creo que la casa-laboratorio del Dr. Tek estaba por aquí... —masculló Ruchiru, girando a la izquierda un par de veces hasta alejarse cada vez más y más de las casas de esa ciudad—. ¡Oh, aquí está!
Era de noche, pero Senku aun así logró vislumbrar el enorme almacén de metal al fondo de la calle poco iluminada, aunque todavía se quedaba en vergüenza ante la mansión Ishigami, pero era fácilmente casi del tamaño del barco Perseo.
Bajaron del auto mirando con sospecha a todo a su alrededor. Parecían estar cerca de librarse de todos sus problemas, así que ahora estaban un poco desconfiados de que en cualquier momento saldría Kinoeda a arruinar todo.
Ruchiru golpeo a la puerta del almacén gigante y esta se abrió de abajo hacia arriba, dejando escapar un poco de aire caliente que los hizo sentir a todos ansiosos por entrar.
Unos pesados pasos se hicieron oír y Senku miró con atención a la puerta. ¿Acaso el Dr. Tek era de pasos tan fuertes, incluso aunque Tsukiku dijo que era solo un año mayor que ella?
Cuando finalmente pudo verlo, abrió mucho los ojos al ver que se veía como una chica de la edad de Tsukiku, muy delgada y muy pálida y de cabello extrañamente turquesa corto hasta los hombros. Tenía una bandana floreada en la frente y estaba vestida de pies a cabeza de blanco, con un lazo verde en la cintura y una apertura en la pierna derecha, dejando ver que llevaba medias negras debajo. Lo más raro de ella eran sus ojos, de un gris tan claro que parecía blanco. Eso sumado a su mirada absolutamente seria y malhumorada le transmitía cierta intriga.
—¿Es el Dr. Tek? —preguntó, extrañado.
—Negativo, Dr. Ishigami —dijo la chica, con voz tan dura y seria como su mirada—. Soy un androide, completamente un robot creado por el Dr. Tek. Bienvenidos sean a su laboratorio, por favor pasen.
Senku se quedó con la mandíbula por el piso. ¡¿Era un robot?! ¡Parecía más humana que él, maldición!
Todos lo miraron con sonrisas nerviosas mientras pasaban dentro.
Senku no perdió tiempo en entrar también, sin quitarle la vista de encima al androide.
—Ah, eres siempre tan formal, Katana-chan~. —Una voz juvenil, como de un niño empezando a agravar la voz, vino desde la izquierda y Senku volteó.
Finalmente vio a un chico como de la edad de Tsukiku, con una bata de laboratorio que parecía más bata de chef, con botones negros a un costado llegando solo a la mitad del torso, ajustado y de manga largas. Tenía los ojos de un gris muy oscuro que parecía ser negro, y el cabello todavía más negro, totalmente revoltoso y disparado en varias direcciones, con una bandana blanca mal puesta a mitad de su cabello desastroso. Su expresión era alegre y despreocupada, todo lo contrario a su androide.
—¿Se llama Katana? —se preguntó, incrédulo—. ¿Katana como la espada?
—¡Sip, Katana es su hermoso nombre! —El Dr. Tek se acercó a ellos prácticamente dando brinquitos—. ¡Veo que si estás amnésico, después de todo, Senku-san! Entonces déjame presentarme otra vez. Soy Tek, Shibata Tek. —Asintió con la cabeza, sin perder su gran sonrisa—. Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos, aunque no me recuerdes.
—No pareces sorprendido de vernos aquí —señaló Haishi, con ojos entrecerrados.
—Vi su auto acercarse e hice mucho zoom a sus caras, ¡es fácil reconocerlos! —Alzó un dedo alegremente—. ¡Igual, me alegra mucho que todos estén bien! ¡Kohaku-san ya no estará triste!
—¿Mi mamá? —Tsukiku se despegó de Kinji para mirar con ansias a Tek—. ¿Has hablado con ella?
—No directamente, pero por lo que me cuenta Chrome-san ella está muy mal. —Sacó una barra de chocolate de su bolsillo y la mordió—. Aunque todos sospechábamos que se escaparon de Kinoeda porque... el mundo no se ha acabado y eso —habló con la boca llena, riendo un poco—. Por cierto, se ven muy, muy mal. ¿Necesitan una dosis de petrificación?
—¡Si, por favor! —exclamaron todos desesperadamente, todos menos Tsukiku y Senku.
Tek sacó una especie de celular táctil, tecleó algunas cosas y de inmediato rayos verdes llovieron sobre Kinji, Ruchiru, Haishi y Umi.
—También dale uno a mi viejo —pidió Tsukiku, señalando a Senku.
—¿Qué...? —Antes de que pudiera terminar de quejarse, un rayo verde también le cayó y acabó convertido en estatua.
Cuando lo despetrificaron, se sentía mucho mejor, todo el dolor en su cuerpo se desvaneció, hasta se sentía más joven... o al menos eso quería creer.
Todos los demás ya estaban despetrificados y se veían mucho mejor. Umi estaba saltando felizmente, con su pierna totalmente sana. Kinji estaba cargando a Ruchiru con sus dos brazos, ignorando sus gritos de que lo soltara.
Senku de inmediato volteó a ver a Tsukiku, que se veía igual de enferma, miserable y adolorida que antes.
—¿Y tú por qué no te petrificas? —preguntó.
—No quiero... No me gusta. —Apartó la mirada—. Prefiero las medicinas. En fin, Tek llamará a mamá mañana, porque ya es muy tarde y sabe que ella querrá venir de inmediato.
—Katana-chan los llevará a sus habitaciones —dijo Tek, señalando a su androide—. Si necesitan algo, solo díganlo por el intercomunicador. —Hizo una seña de paz con dos dedos—. Si me disculpan, seguiré jugando videojuegos de chicas gato con mini-falda. —Empezó a irse, pero entonces se paró delante de Tsukiku—. ¡Una se parece mucho a ti, Tsukiku-chan! Es mi favorita personal~. Aunque tiene los pechos mucho más gra... ¡AUCH! —Tsukiku estuvo a punto de pegarle, pero Katana se le adelantó, metiéndole un buen puñetazo en el estómago a su creador—. ¡Katana-chan!... —La miró con ojos aguados.
—No moleste a las jovencitas humanas, mejor vaya a molestar personajes de videojuegos, amo. —Lo tomó de la oreja y lo sacó de la sala, para luego voltearse hacia ellos—. Por favor síganme, los llevaré a sus habitaciones —murmuró con su seriedad de siempre.
Senku no dejó de observar cada movimiento del androide, maravillado por lo idéntica que era a un ser humano. ¿Seguros que no le estaban gastando una broma? ¡Lo único que la delataba eran sus pasos pesados!
Finalmente, cada uno fue enviado a una habitación diferente y pudieron pasar la noche en cálidas habitaciones y cómodas camas.
A la mañana siguiente, Tsukiku amaneció mejor y todos bajaron a desayunar por llamado de Katana, compartiendo un tranquilo desayuno hasta que el Dr. Tek se apareció con una sonrisa más nerviosa que alegre.
—Emm... tengo una buena y una mala noticia —les dijo, rascando su nuca.
—¿Y ahora qué hiciste? —Tsukiku entrecerró los ojos.
—Llamé a Kohaku-san para avisarle que están aquí, pero... —Empezó a sudar frío—. Detecté algo raro y mi computadora confirmó mi sospecha. —Rio de forma aguda y nerviosa—. Creí que le dije a Kohaku-san de su ubicación, pero en realidad se la dije al Dr. Kinoeda y... bueno, ya debe estar en camino para matarnos a todos. —Volvió a reír, mientras todos lo miraban con horror—. ¡UPSI!
—Te dije que era mala idea. —Tsukiku miró mal a Ruchiru.
—Por una vez te doy la razón...
Una vez más tendrían que enfrentarse a ese lunático y sus robots asesinos.
Y dudaba mucho que pudieran escapar fácilmente.
Continuará...
Holaaaa :D
Muchisimas gracias a Juliana por patrocinar este capitulo! :'D
Espero te haya gustado!
Y muchas, muchas gracias a todos los q apoyan este fic! Los amo con todo el kokoro!
Ojala q este cap les haya gustado!
Me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro