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Clima gélido

—Kohaku... ¿Dónde está Suika?

Al escuchar esa pregunta, ella se congelo por completo y solo por la mirada en sus ojos Senku pudo darse cuenta de que algo pasó con Suika, probablemente lo mismo que pasó con Kinro.

—Ella... ¿Ella también fue petrificada de esa forma? —Miró a la estatua de Kinro, una estatua de color blanco grisáceo, visiblemente frágil, ya agrietada solo por caer encima del hombro de Ginro.

—Senku... —Kohaku cerró los ojos dolorosamente—. No es momento de hablar sobre esto. Tenemos que...

—¡¿A qué te refieres con que no es momento?! —No pudo evitar alzar la voz—. Kohaku, dime qué demonios le pasó a Suika.

Sabía que debía ser una mujer adulta ahora, pero en su mente Suika aún era una dulce niñita a la que le encantaba ser útil. ¡No podía estar sin saber qué sucedió con ella! ¡¿Por qué no podía decirle al menos esto, por solo esta vez?!

—Senku, entiende que no puedo explicarte las cosas ahora. —Ella también se vio exasperada—. Ya sabes que no podemos forzar tu memoria, y ahora no hay tiempo para...

—Estoy comenzando a hartarme de esto, Kohaku. Esto es importante, con un demonio. —Se acercó a ella con sus cejas casi juntas por la frustración—. ¿Qué demonios es esa petrificación? ¿Qué demonios es Reimi? ¡¿Por qué mierda quieren matar a todos los que me importan?! ¡¿Qué es lo quieren de mí?! ¡Respóndeme por una vez! —exigió, completamente harto de no saber nada.

—¡Entiende que NO PUEDO! —Caminó pasándolo de largo, dándole la espalda.

—Maldita sea, Kohaku... —La siguió y tomó su muñeca—. Dime al menos qué pasó con Suika. ¡¿Dónde está? ¿Está realmente...? —No pudo ni terminar de hablar, no podía ni decirlo, ni siquiera pensarlo.

¿Muerta?

No. No podía ser verdad. ¡Se negaba a que fuera verdad!

—Senku... —Ella volteó a verlo con los ojos llenos de lágrimas—. No quiero hablar de eso.

Él la miró horrorizado, temiendo que realmente ya nunca volvería a ver a Suika, y que muy posiblemente haya sido todo por su culpa...

Tenía que saberlo, debía confirmarlo, ¡tenían que decirle al menos eso!

Iba a seguir insistiendo, pero en ese momento Tsukasa se interpuso entre ellos, colocando las manos en sus hombros.

—Tenemos que irnos. Kinoeda nunca ataca una sola vez, no están a salvo aquí. Y debemos llevar la estatua de Kinro al laboratorio.

—Tienes razón, lo siento. —Kohaku frotó sus ojos y fue a buscar a Tsukiku, que estaba arrodillada junto a la estatua de Kinro, midiéndola con una especie de aparato extraño que Senku no reconoció—. Vamos, hija, este lugar no es seguro. Chrome se encargará de la estatua.

—Pero... —Tsukiku tenía los ojos muy abiertos y parecía temblar levemente, y Senku sintió el impulso de acercarse a ella, probablemente por esa mierda de la preocupación paternal—. S-solo estaba comprobando que es la misma variante que antes, y sí, no hay cambios, puedo ayudar a mi tío a...

—Tenemos que irnos, ahora. —Kohaku la cargó en brazos sin contemplaciones, arrancándole un pequeño chillido que sonó parecido al maullido de un gatito—. Deja que tu tío se encargue, debemos ponerte a salvo.

—Ya tengo las cosas bajo control, mandé a mis kuro-bots a rastrear la zona, parece que Kinoeda sí se retiró por ahora. —Chrome se acercó al lugar con dos robots voladores con formas humanoides, con sombreros de enfermeros—. Llevaré la estatua de Kinro a mi laboratorio antes de llevarlo al laboratorio principal mañana.

—Muy bien, Matsukaze y yo escoltaremos a los Ishigami hasta la mansión. —Tsukasa se metió a su auto, haciéndole una seña a Kohaku para que lo siguiera.

—Vamos, Senku. El auto de Tsukasa es más seguro. —Kohaku le pidió subirse al auto con rostro carente de emociones, pero aun abrazando a su hija protectoramente contra su pecho.

Se sentaron en la parte trasera del auto y Senku miró por la ventana a los robots de Chrome encapsular la estatua de Kinro en una especie de cabina de cristal, cargándola como si fuera una camilla.

Tsukasa los llevó de regreso a la mansión en un silencio sepulcral, y Senku solo se sintió más y más desesperado de no saber nada.

Kohaku parecía muy afligida, con una mano en el rostro y una mirada distante. Tsukiku estaba extrañamente afectada por la situación, abrazándose a sí misma mientras miraba por la ventana, con sus hombros todavía temblando. Reimi estaba en su regazo, de nuevo siendo un robot pequeño, redondo y adorable, con un gesto de "Q - Q" en su pantalla. A Senku le era muy extraño asociar esa pequeña maquina adorable con el robot asesino en el que se convirtió media hora atrás.

Apenas llegaron a la mansión, solo Kohaku se despidió de Tsukasa y Matsukaze y luego los tres entraron a la casa en silencio.

Senku estaba a punto de irse a su habitación a ahogarse en sus dudas y su frustración, pero entonces se dio cuenta de que no quería. No quería seguir así, ya no lo soportaba.

—Kohaku... —la llamó antes de que ella se marchara a otra parte de la casa—. Por favor... dime qué sucedió con Suika. Por favor. —La miró seriamente.

Ella volteó a verlo con el rostro lleno de tristeza.

—Es mejor que no lo sepas.

—Maldita sea, Kohaku. —Se llevó las manos a la cintura, comenzando a caminar de un lado a otro con el rostro retorcido por la impotencia—. Solo te estoy pidiendo una cosa. Entiendo que hay mucho que no puedes decirme, ¿pero ni siquiera esto? ¡Sabes que Suika es muy importante para mí! —La miró con desesperación, intentando hacerla entender que no podría dormir con esta duda en la mente.

—Senku, ya basta. —Sus ojos empezaron a aguarse—. ¿Por qué no entiendes que esto me duele? No es que no quiera decírtelo...

—¡¿Por qué tú no entiendes que me afecta también?! —Se le acercó con rabia—. ¡Maldita sea! ¡Sí está muerta solo dímelo! —Bajó la cabeza, odiándose por siquiera haber dicho eso.

—Mamá... —La voz de Tsukiku se hizo oír de forma extrañamente tímida. Ambos voltearon a verla con pánico, como si hubieran olvidado que estaba allí mientras discutían. Ella se estaba abrazando a sí misma, con los ojos llenos de angustia—. Creo que deberías decirle... Y-yo podría buscar una forma de decirle sin revelar demasiado de...

—No. —Kohaku la interrumpió con voz tajante—. De ninguna manera, no puede saber nada.

—Pero...

—¡He dicho que no! —exclamó con molestia, a lo que Tsukiku de inmediato bajó la cabeza, con su flequillo ocultando la mirada.

—Como quieras. Sigan peleándose entonces —dijo con voz ahogada, antes de caminar con rapidez hasta las escaleras, yendo hacia su habitación.

Senku hizo una mueca. Quizás no debería haberse puesto a discutir con Kohaku delante de su hija...

La culpa de ver a la mocosa tan afectada lo hizo dejar sus ansias de insistir en saber más y decidió irse a su habitación para tranquilizarse. Si seguían así acabarían a los gritos delante de la niña y les darían el premio a los peores padres del año.

Estando en su habitación, se dio cuenta de que efectivamente no podría estar tranquilo consigo mismo, y esta vez por dos razones: primero, por la desesperación de no saber cómo estaba Suika, y segundo, por haber hecho que los ojos de su hija se llenaran de tanta angustia.

Jamás la había visto tan afectada como hoy, excepto esa primera vez que se despertó del coma, cuando le dijo que no sabía quién era. Por primera vez, ella parecía una verdadera niña de su edad, afectada por las cosas que pasaban a su alrededor y superada por la situación. Y él sentía que debía hacer algo por ella.

Habían pasado semanas desde que despertó del coma y nunca había actuado como un verdadero padre para ella, aunque tuvo destellos de cuando era una bebé y una niñita, aún la desconocía, eran prácticamente extraños, y aun así... una parte de él siempre había tenido el impulso de cuidar de ella. Quizás debería empezar a hacer caso a ese impulso...

Entre tantos pensamientos deprimentes, decidió que debía ir a ver a la mocosa. Si no podía averiguar nada de Suika, al menos podría intentar comportarse como un padre para ella por una vez. Quizás eso le traería aunque sea una pizca de paz mental.

Al salir de su habitación, Senku se detuvo frente a la puerta de Tsukiku y se quedó parado allí un largo rato, dándose cuenta de que no tenía ni puta idea de cómo ser siquiera algo parecido a un padre.

¿Qué hacía Byakuya cuando lo veía afectado por algo?

Senku hizo una mueca al pensar que, de hecho, ninguno de los dos era de demostrar mucho sus sentimientos de aflicción. Byakuya siempre sonreía aunque estuviera triste, y Senku siempre ignoraba todo lo que le pareciera deprimente, porque no era eficiente de ninguna forma perder el tiempo pensando en ese tipo de cosas cuando tenía asuntos mucho más importantes que tratar, como estudiar su preciosa ciencia.

Pero en contadas ocasiones, las pocas veces que se sentía verdaderamente superado por sus frustraciones, Byakuya siempre se sentaba a su lado, ya sea frente a la televisión o en su puesto favorito de ramen, y lo inducía a hablar de sus problemas, siempre sin presionarlo, y lo aconsejaba lo mejor que podía dependiendo de la situación, hablándole de ello como si fuera el problema de alguien más o recordando problemas de su pasado. Aunque muchas veces arruinaba el momento con sus payasadas, siempre lograba hacer que Senku se sintiera mejor.

Al pensar en el gran padre que tuvo, se sintió peor por el pésimo padre de segunda que él parecía ser para la mocosa... eh, Tsukiku.

¿Qué se suponía que debía hacer con ella?

Tomó aire, dando media vuelta para regresar a su propia habitación, pero entonces la culpa lo invadió de nuevo y regresó sobre sus pasos, alzando su puño para tocar la puerta antes de arrepentirse a pesar de no tener idea de qué hacer, pero... de repente la puerta se abrió y él se quedó con la boca abierta al ver a Tsukiku con su abrigo colgado en un hombro y un bolso colgado al otro. Ella también lo miró sorprendida.

—¿Papá? —Pareció inmensamente asombrada—. ¿Qué haces aquí?

—Eh... —Pestañeó, aturdido, sacudiendo la cabeza—. ¿Tú que se supone que haces? Parece como si fueras a salir.

—Es que voy a salir —afirmó, ceñuda—. Estoy harta de que mamá me trate como a una bebé. Y voy a hacer algo por ti, así que no me delates. —Caminó pasándolo de largo.

Con una ceja en alto, Senku la siguió.

—¿Qué vas a hacer?

—Voy a irme lejos de ti, así él no puede usarme en tu contra. —Vio cómo su espalda se tensaba mientras apretaba los puños—. No es que te importe, ni que lo recuerdes... Como sea, volveré antes del anochecer, mamá está encerrada en su oficina hablando con mi tío Tsukasa.

Senku continuó siguiéndola, pensando en sus palabras.

—¿Imaginó que ya hackeaste a Reimo?

—Ja, por supuesto. —Volteó a verlo con una sonrisa—. Pero tengo solo tres minutos para salir de aquí. Además, si mamá me busca en las siguientes horas estoy frita. Me harías un favor si dices que estoy contigo si te pregunta.

—De ninguna manera. —Le frunció el ceño—. Iré contigo.

—No sé qué te hace pensar que te dejaré. —Le frunció el ceño.

—O voy contigo o te delató ahora mismo. —Sonrió con superioridad, haciéndola gruñir por lo bajo.

—Bien, maldito anciano... Vamos, tenemos que cruzar el muro antes de que Reimo se auto-reparé. —Tomó su muñeca y lo hizo caminar más rápido hasta una puerta trasera.

Por suerte Senku aún tenía su abrigo atado a la cintura, y ambos se abrigaron bien al salir afuera, ya que estaba comenzando a nevar. Corrieron a través de la nieve y los árboles del inmenso jardín, hasta llegar al muro, donde Tsukiku de nuevo le hizo otra demostración de tecnología invisible, quitando una compuerta de un teclado numérico donde introdujo una clave que provoco que el muro se abriera apenas un metro, pero lo suficiente para que una persona pudiera pasar.

—¿Una salida de emergencia? —dedujo al salir después de ella, que volvió a cerrar el muro rápidamente con otro teclado numérico escondido.

—Ajá, este lugar está lleno de este tipo de cosas, ni siquiera yo me las sé todas. —Tomó su muñeca otra vez y volvió a correr—. Solo tú y el que construyo esta casa saben todas.

—¿Quién construyó esta casa? —La miró curioso.

—Mi tío Jay... Bueno, seguramente lo conoces como Dr. Jason Ions.

—El Dr. Ions. —Abrió los ojos, sorprendido—. Un ingeniero muy famoso, lo conozco... Aunque claramente solo por revistas e internet.

—Ahora son buenos amigos, y yo lo veo como un tío, aunque es un poco pesado. —Sonrió con nostalgia mientras seguía arrastrándolo por la pradera congelada que rodeaba su casa.

—¿Alguna otro súper científico que sea mi amigo cercano? —Rio con sequedad.

—Varios, algunos ni siquiera los conoces. Diría que la Dra. Mironi y su esposo, el Dr. Ions, la Dra. Nani y el maldito Tek son los más importantes y más brillantes, junto contigo, tío Chrome y el Dr. Xeno.

—¿El maldito Tek? —Alzó una ceja, curioso—. Pareces hablar con respeto de los demás, ¿este es tan horrible?

—Es un niño genio, un superdotado. —Bufó—. Es solo un año mayor que yo, pero no nació en esta época. Lo despetrificaron hace tres años. No confió en él, es bastante impredecible y muy raro.

—¿Un niño superdotado pre-petrificación? Nunca escuché de él...

—Aparentemente era un as bajo la manga del gobierno estadounidense, lo tenían escondido desarrollando energía militar súper secreta o algo así... Aunque es japonés, pero parece que lo entregaron a Estados Unidos. Tú lo tienes protegido y le das mucha libertad, su presupuesto y todo. —Su gesto se arrugó y Senku sonrió divertido. Casi pareciera que ella estuviera celosa—. Él no me agrada, nadie sabe de lo que es capaz, tú tampoco le confiaste ningún secreto, aunque lo tratas como si fuera el hijo que nunca tuviste. —Su ceja tembló mientras inflaba una mejilla y Senku tuvo que aguantarse la risa.

Este niño superdotado, el tal Tek, le daba mucha curiosidad, pero decidió no hacer más preguntas, al menos no por el momento.

—¿Y la Dra. Nani? Tampoco la conozco.

—Ella... —Tsukiku hizo una mueca de incomodidad—. Es muy rara. Estuvo en prisión un tiempo por hacer experimentos con animales, mutó su propio ADN... Da miedo, honestamente. —Se estremeció.

—El Dr. Xeno... —Pensó en su maestro científico, el Dr. X que trabajaba en la NASA—. ¿Sabes si yo lo conocía antes de la petrificación? Porque hablaron de él como si lo conociera, y se me vino a la mente cierta persona...

—Bueno, sí estás pensando que es el que te enseñó a construir cohetes, tienes razón —confirmó sin dudar—. Su historia es mucho más complicada que eso, pero no voy a decírtelo.

Senku frunció el ceño, todavía siguiéndola, ahora ya estaban llegando a la ciudad, pero manteniéndose caminando medio escondidos en los árboles.

—Dijiste que harías algo por mí... ¿Qué se supone que es? ¿Piensas darme información finalmente?

—Más o menos. —Suspiró—. Voy a preparar algunas cosas para ti... pero no puedo darte la información aún.

—¿Por qué no? —Volvió a enfadarse al pensar en que de nuevo solo jugarían con sus ansias de saber.

—Estoy estudiando psiquiatría y psicología, sé los malos efectos que podría traerte. —Soltó su muñeca y cruzó los brazos, con una mueca pensativa—. Además, para serte sincera, tampoco me interesa que algo llegue a inducir el recuerdo equivocado, te vuelvas loco y saltes por una ventana.

—¿De qué demonios estás hablando? —Palideció.

—Bueno, si recuerdas algo malo que después se resolvió, pero no recuerdas la parte buena, tu mente podría colapsar, por ponerlo en términos sencillos. Sé que no sueles necesitar términos sencillos, pero también sé que a los dieciocho no estabas muy informado sobre psiquiatría y psicología.

—¿Acaso pasé por tantos traumas? —preguntó con sequedad, intentando disimular su nerviosismo.

—Ja... no tienes idea... —Cerró los ojos—. Como sea, ya que insististe en venir debo advertirte que...

—¡Tsukiku! —Reimi de repente salió volando del bolsillo de la mocosa—. ¡Detecto problemas!

—¿Qué sucede?

—Hay spy-dots en la zona, debes ocultarte.

—Maldición. —Tomó la muñeca de Senku otra vez y lo arrastró más profundo en el bosque.

—¿Qué son spy-dots?

—Son los robots de Kinoeda. Les digo spy-dots porque son como arañas, y son espías, y tienen puntos rojos en las caras... y son robots... Spider, spy, bots, dots. Es un juego de palabras estúpidos que solo funciona en inglés. —Rio nerviosamente mientras lo arrastraba.

Ella encontró el hueco de un árbol y rápidamente se metió allí, siendo lo suficientemente pequeña para caber abrazando sus rodillas contra su pecho.

—No creo caber ahí... —Senku la miró con varias gotitas en su frente.

—Tendrás que encontrar otro escondite. —Lo miró con pánico—. Rápido, si esas cosas nos encuentran esto se convertirá en una zona de guerra. Reimi, dale una de tus Minire. —Le pidió a su pequeño robot.

—Eh... ¡claro! —La compuerta inferior de Reimi se abrió y de allí salió una segunda Minire, idéntica a la que Senku tenía en el cajón de su habitación de soltero.

—Con esto podremos comunicarnos, y te protegerá si te metes en problemas, ¡ahora ve y no dejes que te encuentren! Deben estar cerca.

Senku no perdió el tiempo y se marchó en otra dirección mientras la nueva Minire lo seguía, buscando un escondite y también atento a que ningún "spy-dot" estuviera rondando por allí.

No le parecía muy eficiente esconderse en un arbusto, y no había un hueco de árbol lo suficientemente grande para que él pudiera entrar, así que siguió caminando hasta que encontró un contenedor de basura a varios metros, en la parte trasera de un edificio.

Bueno... peor era nada.

Decidió entrar, sorprendiéndose al ver que estaba bastante limpio, lleno de bolsas bien cerradas.

Hmm, la sociedad post-petrificación no estaba tan mal.

—No se preocupe, Senku-sama, los spy-dots no nos encontraran aquí. —La alegre voz aguda robótica de Minire lo hizo mirar al diminuto robot.

—Entonces... ¿tú también eres una maquina asesina?

—Bueno... sí —admitió, mostrando el gesto "Q - Q" en su pantallita—. Pero no soy tan eficiente como Reimi, soy una medida de emergencia, junto con la otra Minire que está en tu habitación.

—¿Son solo dos minires?

—¡Así es!

—¿Y Tsukiku sabe que tengo una?

—En realidad no, luego me disculpare con ella. —Rio despreocupadamente.

Senku hizo una mueca y abrió levemente la tapa del contenedor de basura, solo para estremecerse al ver volando a lo lejos uno de esos spy-dots que convirtieron a Kinro en piedra. De inmediato cerró la tapa.

—¿Cómo está mi hija? ¿Está a salvo?

—¡Así es, señor! Ni siquiera ha visto uno, pero sigue escondida. Tardaran varios minutos en irse.

Senku empezó a sudar frío, recordando como esas cosas lo ignoraron completamente cuando atacaron el auto, antes de convertir en piedra a Kinro. El objetivo de los robots de Kinoeda siempre fue Tsukiku y también Kohaku. Iba tras ellas, tras su familia. No quería dañarlo a él, sino a las personas que amaba.

Qué hijo de puta más retorcido.

Empezó a contar los segundos mientras pensaba, cosa que a veces hacía inconscientemente, por la costumbre de los tres mil setecientos años. Intentó unir puntos de cosas que había escuchado, intentó pensar en qué podría saber él que Kinoeda quería con tanta desesperación.

Antes de llegar a una conclusión sólida, Minire volvió a llamar su atención, diciéndole que Tsukiku quería hablar con él.

—Viejo, tenemos un problema —dijo a través del mini robot—. Mamá ya sabe que nos fuimos. Los spy-dots ya se fueron de mi zona, pero ahora los rei-bots se están acercando. No puedo ir por ti, tengo que irme antes de que me atrapen. Sé que va reforzar la seguridad luego de esto, no tendré otra oportunidad. Mantente oculto o si quieres busca un rei-bot para que te lleve a casa, tengo que seguir.

—¡¿Vas a abandonarme, mocosa?! —No pudo evitar ofenderse.

—Sí quieres iré por ti luego de acabar mis asuntos, aunque tardaré, pero ahora no puedo arriesgarme. Además, esto es para hacerte un favor. Si los spy-dots están cerca de ti Minire te protegerá, tú eliges qué quieres hacer.

—Lo que yo quiero es ir contigo a donde sea que tengas planeado ir, y no me parece bien que estés fuera sola tanto tiempo con este clima y con un loco queriendo matarte o lo que sea.

—Mmm... voy a colgar.

—¡Ishigami Tsukiku!

—¡Hablamos luego!

Senku gruñó por lo bajo. ¡¿Ser padre siempre era así de tedioso?! ¡Esa maldita mocosa iba a matarlo de preocupación!

Tenía que ir a buscarla, fuera riesgoso o no, debía asegurarse de que esa niña irritante estuviera a salvo.

Abrió la tapa del contenedor y salió, a lo que Minire se metió a uno de sus bolsillos.

Miró a su alrededor con cautela. Ahora estaba nevando más, pero no llegaba a ser una tormenta de nieve, aun así hacía mucho frío y había bastante viento.

Hizo una mueca.

¿Era extraño que aparte de estar preocupado por el psicópata asesino persiguiéndola además estuviera preocupado porque se resfriara?

Ugh, ser padre era realmente problemático.

Comenzó a caminar a través de callejones y calles donde no hubiera mucha gente, intentando buscar cualquier rastro de su mocosa. Vio algunos rei-bots merodeando por ahí, pero alcanzó a esconderse de ellos.

Sí Kohaku iba a encerrar a Tsukiku en la mansión después de esto, definitivamente también lo encerraría a él. Lo mejor era evitar que lo encontraran.

Aparte de rei-bots, pudo ver a Matsukaze y Kokuyo caminando por ahí. Seguramente todos sus amigos capaces de pelear se habían unido a la búsqueda, cosa que solo le complicaba más su situación.

Chasqueó la lengua, alejándose más y más del centro de la ciudad, preguntándose dónde diablos podría haber ido esa chiquilla irreverente, pero también aprovechando para mirar los edificios, las casas, los negocios, las calles y los vehículos. Como estaba nevando no habían muchos vehículos, pero si alcanzó a ver algunos autos voladores que lo dejaron con la boca abierta. Si no estuviera tan preocupado por su engendro probablemente habría estado dispuesto a hasta perseguir esas cosas para hacer muchas preguntas y quizás desmantelarlas, o con suerte conducir uno de esos.

Los edificios y casas estaban llenos de paneles solares, también las casas tenían pequeños molinos de viento, y no era raro ver robots a través de las ventanas, paseándose de aquí para allá. Muchos de esos robots eran rei-bots, probablemente productos de alguna compañía de Senku.

Tan distraído estaba mirando todo a su alrededor que sentir una mano en su hombro de repente lo hizo saltar en su sitio.

Volteó, creyendo que lo habían encontrado y estaba jodido, pero entonces se encontró con la sonrisa amable de Akabane-sensei, la maestra de idiomas de Tsukiku, que tenía a su gato en su transportadora.

Suspiró, aliviado. Era poco probable que Kohaku la haya enviado para encontrarlo.

—Senku, que sorpresa. —Se vio inmensamente sorprendida—. ¿Qué haces aquí? Nunca antes te vi por aquí, y mucho menos solo.

—Estoy... buscando a mi hija.

—Oh, vaya, ¿se volvió a escapar? Que mal. —Suspiró resignada—. Aunque bueno... si fue cerca de esta zona, creo que podría tener una idea de dónde está...

—¿Sabes dónde podría estar? —La miró con las cejas en alto.

—Bueno, no, no estoy segura, pero creo que debe estar en los alrededores del Centro Comercial Nanami, tengo entendido que esa es la única zona que conoce lo suficiente y donde podría tener algún interés, y ya la han encontrado cerca de ese lugar antes.

—¿Podrías llevarme ahí? ¡Necesito encontrarla!

—¿Qué no sabes dónde está? —Lo miró incrédula.

—Escucha... —Se frotó las sienes—. No tengo tiempo para esto, por favor solo... llévame allí.

—Bueno... está a unas cuantas calles, así que puedes decirme en el camino, si te sientes cómodo con eso, claro. —Le hizo una seña para que la siguiera y él lo hizo, pensativo.

Esta mujer claramente era cercana a la familia, quizás supiera algunas cosas... Y dudaba que sacarle información fuera demasiado complicado, solo necesitaba revelarle parte de la verdad.

Oh, Kohaku lo mataría por esto... pero tenía que hacerlo.

—Debo confesarte algo, Akabane-sensei... —comenzó a decir con cautela—. La verdad es que por mi accidente perdí... ciertas partes de mi memoria. —Ella lo miró con la boca abierta—. Tengo recuerdos borrosos... Hoy tuve ciertos... problemas, y me llegaron ciertos recuerdos —mintió—. La verdad es que recordé... —Tragó saliva. ¿Este sería el momento en el que confirmaría que perdieron a Suika? Era horrible, pero necesitaba saberlo—. Recordé que Suika fue petrificada por los spy-dots... ¿Es verdad, no?

Ella lo miró en silencio por un momento, con rostro increíblemente triste, antes de asentir.

—De verdad es algo horrible de recordar... quizás hubiera sido mejor que no lo recuerdes. —Cerró los ojos—. Ya son siete años desde que pasó...

Él sintió su pecho oprimirse, con su mente llenándose de imágenes de la pequeña niña sandía.

—Entonces... ella realmente... —Su voz tembló y bajó la cabeza— murió...

—No deberías pensar así. —Volvió a posar su mano en su hombro—. Yo sé que lograrás encontrar una fórmula de despetrificación para esta variante de la petrificación, tal como lo hiciste antes. —Senku alzó la mirada de golpe—. ¿Recuerdas eso? Todos pensaban que esa petrificación era la muerte segura, ¡pero lograste encontrar una solución! Aunque esta te esté tomando más tiempo, ¡sé que lo conseguirás!

¿De qué estaba hablando? ¿Logró encontrar una solución para una versión anterior de esa petrificación caliza? O sea que... ¿había posibilidades de salvar a las personas que sufrían de esa petrificación? ¿Había esperanzas para Suika y Kinro?

—Akabane-sensei... Necesito que me expliques qué es eso de la otra petrificación. ¿Cuántas formas de petrificación hay? ¿Cuáles son sus bases? ¿Cuál es la fórmula de petrificación para esa que dijiste que solucioné? ¿Cómo lo logré? ¿Cuánto tiempo tomó? ¿Cómo...? —Se calló al ver los ojos de la mujer comenzar a tornarse en espirales de confusión—. Eh... o al menos dime todo lo que sepas de eso.

—Wow... sí que has olvidado mucho. —Decidió sentarse en un banco bajo techo, sacando a su gato del transportador y colocándolo en su regazo—. Pues... sí has olvidado la variante anterior entonces creo que es hasta mejor. —Su gesto entristeció otra vez—. No quisiera decírtelo, es muy horrible.

—Por favor, no tú también. —Frotó sus sienes—. Por favor, dime todo lo que sepas. Tengo recuerdos borrosos y me causa mucho malestar. Necesito saber. —Se sentó a su lado.

—Bueno... —Acarició suavemente a su gato—. La verdad no sé mucho, fue hace siete años y yo estaba ocupada en mis estudios... Sé que la variante anterior fue la primera vez que vimos algo diferente a la petrificación que envolvió el mundo hace tres mil setecientos años. La llamaron petrificación caliza en ese entonces, y ahora se la conoce como AP1, la primera variante. Cuando encontraste la fórmula de despetrificación para esa variante, el Dr. Kinoeda la cambió y lanzó la variante actual, AP2, de la que aún no encuentran la cura. N-no quisiera decirte mucho más, la verdad... —Rio nerviosamente.

—Esa información es bastante buena, tienes diez billones de puntos. —Era más de lo que había conseguido hasta el momento. Además, esa información le había devuelto un poco de esperanza en que Suika no se hubiera ido para siempre. ¡Podría traerla de regreso! Tal vez—. Dime... ¿cuánto tiempo tarde en encontrar la cura para la variante anterior?

—Unos cuatro años, creo... —Hizo una mueca, pensativa—. Ahora ya te tardaste siete, pero yo aún tengo fe en que lo conseguirás. —Sonrió de forma radiante—. Siempre he tenido fe en ti, sabes... Tú me devolviste la esperanza, cuando desperté en este mundo petrificado, con tantas estatuas rotas... Con mi familia rota... —Abrazó a su gato contra su pecho—. Creí que nunca los recuperaría, pero tú lo prometiste. —Lo miró con ojos aguados—. Dijiste que traerías a los siete mil millones de personas... de una forma u otra, y creo en esa promesa, a pesar de que hayan pasado ya años... ¿Sabes por qué? Fue Kohaku... Cuando llegué a este país como una huérfana más, ella siempre iba al orfanato a estar con niños desolados como yo... —Rio suavemente—. Ella nos devolvió la esperanza, nos traspasó su fe en ti. Yo creo que podrás devolver a las siete mil millones de personas, devolvernos a nuestras familias... Y sé que también podrás con esta variante de la petrificación, y contra el Dr. Kinoeda. ¡Todos confiamos en ti!

Senku mantuvo la mirada al frente, sonriendo suavemente.

Le gustaría poder decirle la verdad, que no recordaba absolutamente nada útil para esta época, que actualmente era un inútil, que ni siquiera podía ser un buen padre para su hija, pero no quería tirar abajo su entusiasmo. Además... él también quería creer que era posible. Daría todo de sí por lograr que fuera posible en algún momento. Tal vez no pronto, pero daría su vida intentándolo.

La idea lo hizo sonreír y sentir su pecho más ligero.

—Gracias, Akabane-sensei. —Se puso en pie, más decidido que nunca a continuar—. Ahora, me gustaría que sigas guiándome.

—¡Por supuesto! —Ella también pareció más animada. Metió a su gato a la transportadora y volvieron a caminar—. Sabes, hablar del pasado me recordó a cómo encontré a Sebastián —le comentó mientras caminaban—. Fue gracias a ustedes que lo encontré. ¡Esa es otra razón por la que siempre tendrán mi apoyo!

—¿Oh? —Debía admitir que eso le dio curiosidad, no era muy aficionado a los gatos así que no sabía cómo eso pudo pasar.

—¿Tampoco recuerdas eso? Fue algo tan bonito... En parte también fue más gracias a Tsukiku-chan. —Rio alegremente—. Cuando era pequeñita ella te convenció para abrir un santuario para gatos y perros, más para gatos, ya la conoces. Yo ya había sido adoptada en ese momento, pero Kohaku aun así me invito a participar como voluntaria en darles comida y preparar todo para los animalitos. Y tú estabas desesperado de alejar a Sebastián de Tsukiku-chan cuando él le dio un mordisco por abrazarlo demasiado. —Se carcajeó—. Lo dejaste en mis brazos ¡y me enamoré al instante!

A Senku le llegó un recuerdo borroso de Tsukiku de cuatro años riendo a carcajadas mientras perseguía a un pequeño gatito igual al gato de Akabane-sensei, con sus coletitas rebotando mientras correteaba por todo el santuario animal. Recordaba que Kohaku estaba muy ocupada ayudando a una familia a adoptar a un perro, y él entró en pánico cuando el gato mordió a su hija. Recordó que le dio el gato a la primera persona que vio allí, una Akabane-sensei mucho más joven, y luego llevó a su hija a la enfermería, donde lo llamaron exagerado porque el gatito ni siquiera la había mordido con fuerza y Tsukiku le dijo cincuenta veces que estaba bien.

El recuerdo lo hizo reír y llenó su pecho de una sensación cálida hacia la mocosa. Era absurdo lo adorable que era de pequeña, aunque la verdad no dejó de ser adorable, solo era mucho más arrogante y malcriada. Como sea, aún quería protegerla, y la iba a proteger.

Llegaron al Centro Comercial Nanami y Akabane-sensei tuvo que despedirse de él.

—Debo llevar a Sebastián a casa, hace mucho frío y acaba de salir del veterinario, ya lo tuve mucho tiempo afuera. —Suspiró—. Mucha suerte encontrando a tu pequeña, ¡cualquier cosa puedes llamarme!

Senku asintió y se despidió, decidiendo no mencionar que no tenía su celular, solo uno viejo y poco funcional que Chrome le dio.

Apenas Akabane-sensei se fue, Minire salió de su bolsillo.

—Me gustaría darte la ubicación de Tsukiku, pero ella ya le ordenó a Reimi que me prohíba hacerlo, lo siento. —En su pantalla se vio un "T - T".

—Está bien, imaginó que está cerca de aquí. —Empezó a mirar a los alrededores.

—Creo que al menos puedo decirte que no está en el centro comercial... —Ante esas palabras, Senku maldijo a viva voz—. Al menos no está tan lejos de aquí, pero dudo que la encuentres.

—Maldita sea. Solo dime dónde está, te lo ordenó. ¿No soy tu creador? —Tomó al robotito en sus manos y comenzó a sacudirlo.

—¡Waaaa! ¡No haga eso por favor! —lloriqueó con un "Q - Q" en su pantalla.

—¡¿Tío Senku?! —Una voz familiar lo hizo congelarse en su sitio.

Volteó, encontrándose con Umi, la hija de Ukyo, seguida de Haishi, el hijo de Tsukasa y Minami. Ella tenía un abrigo color durazno parecido a una bata y él una larga gabardina color bordo. Ambos parecían aliviados de verlo.

—Bueno, al menos encontramos a uno. Ahora solo falta Tsukiku. —Haishi sacó su celular de inmediato—. Le avisaré a mi padre que...

—¡Espera! —Senku se acercó a él con los labios torcidos—. Espera, no puedes hacer eso. Me sacarán de la búsqueda, y estoy preocupado por esa mocosa. Parecía estar planeando algo peligroso...

Haishi y Umi intercambiaron una mirada.

—No puedes estar aquí, tío —insistió la adolescente de dieciséis años—. Es peligroso, los robots de Kinoeda siguen rondando la zona.

—Es más peligroso para Tsukiku. —Se llevó las manos a la cintura, estudiando los gestos de los adolescentes. Sí se parecían a sus padres, entonces deberían ser los más sensatos del grupo, y deberían al menos escucharlo—. Sé que ella está por aquí, ayúdenme a encontrarla y luego entréguenme a sus padres, a Kohaku o a quien sea, pero primero debemos ponerla a salvo a ella.

—Es difícil encontrar a Tsukiku cuando no quiere ser encontrada. —Haishi frotó su nuca con frustración, guardando su celular—. Puede que necesitemos toda la ayuda posible, incluso si está amnésico —le dijo a Umi, que siguió viéndose insegura.

—Por favor —Senku decidió insistir. Sí esta chica se parecía a Ukyo, su padre, entonces debía tener una fibra sensible que la hiciera dejar un poco de lado la sensatez de simplemente decirle la verdad a los adultos—. Estoy muy preocupado por mi hija, por favor.

Jugar con su fibra sensible funcionó, ella finalmente cedió.

—Bien... Supongo que podemos asegurarnos que ambos estén a salvo después de encontrarla. —Cedió muy a regañadientes.

—Sí sabemos que está por aquí, entonces todo lo que tienes que hacer es usar tu oído para encontrarla —dijo Haishi mientras caminaban fuera del centro comercial—. Así encontraste a tío Senku.

—¿Oh? ¿También tienes esa absurda audición increíblemente útil de tu padre? —Eso era bastante interesante.

—Bueno, sí. —Rio tímidamente—. Es un poco molesto a veces, pero es verdad que suele ser muy útil.

Senku caminó por detrás de los dos adolescentes, mirando en todas direcciones, queriendo encontrar a su mocosa y también queriendo evitar a los rei-bots y spy-dots.

Decidió contarles a los hijos de sus amigos que había robots de Kinoeda en la zona, sorprendiéndolos.

—Qué extraño... papá dijo que hubo avistamientos en la zona noreste, no creí que también estarían aquí —comentó Haishi—. Hmm, esta vez están cubriendo casi toda la ciudad, es extraño.

—Debe ser una movida grande, un gran plan —supuso Umi—. Él estuvo poco activo últimamente, puede que ahora quiera atacar con todo, y de ser así es primordial poner a salvo a Tsukiku, siempre va tras ella.

Los dos se veían sumamente preocupados por Tsukiku, seguramente crecieron juntos, y Senku se preguntó qué tan cercana era su mocosa con cada uno de los mocosos de sus amigos. Estos dos en particular parecían ser de los más cercanos a ella.

Cerca del Centro Comercial Nanami habían muchas atracciones o tiendas pertenecientes a Ryusui, incluyendo varios museos, pero cuando quiso entrar a un museo Haishi y Umi le prohibieron la entrada.

—No es buena idea que veas lo que hay ahí —dijo el chico idéntico a Tsukasa pero de cabello corto, guiándolo hacia otro museo—. Que te estemos ayudando ahora no quiere decir que estemos a favor de que te salgas de los protocolos médicos y te escapes de tía Kohaku. Solo te ayudó por Tsukiku.

—Sé que tu situación debe ser muy frustrante, pero nunca está de más tener un poco de paciencia —comentó Umi con una risa nerviosa—. Además... estas cosas lastiman a tu esposa.

Senku apartó la mirada y decidió no decir nada.

Maldita sea... justo cuando las cosas con Kohaku habían estado marchando bien pasó todo esto... ahora no sabía cómo reaccionaría al verlo otra vez. Estuvieron hablando sobre que debería mudarse definitivamente a la habitación matrimonial, pero con esto dudaba que ella quisiera siquiera ver su cara.

Esperaba que pudieran arreglar este problema. De verdad quería estar bien con ella...

—¡Oh! —Umi se detuvo de pronto—. Escuchó la voz de Kinji-nii-chan cerca.

—¿Kinji? ¿No estaba en su universidad? Por eso no lo llamaron a buscar también... O de nuevo él está apoyando a Tsukiku en sus locuras. —Se frotó las sienes.

—Sí se parece a Taiju, lo más probable es que sí. —Senku rio entre dientes al recordar todas las locuras a las que Taiju lo siguió cuando eran pequeños—. Deberíamos seguir su voz, entonces.

—Muy bien, lo escuchó por aquí, en el museo de la Nueva era espacial. Aunque... —Miró nerviosamente a Senku—. No creo que sea buena idea que tío Senku entré aquí.

—No pueden hacerme esto ahora, también quiero encontrar a Tsukiku. —Se llevó las manos a la cintura, ceñudo.

—Podríamos vendar tus ojos, sí insistes —murmuró Umi, aunque indecisa.

Senku ahogó un suspiro.

—Sí esa es la única forma entonces lo aceptó.

—Podemos usar el lazo de tu sombrero. —Haishi rápidamente tomó el sombrero de ala ancha de Umi.

—¡O-oye!

—Solo será un momento. —Quitó el lazo naranja del sombrero y volvió a ponerlo en la cabeza llena de rulos blanquecinos de Umi, acomodándolo para que estuviera como antes, antes de darle el lazo a Senku—. Ajústalo bien, notaremos si estás espiando.

—Sí, sí. —Se cubrió bien los ojos a regañadientes, queriendo encontrar a su mocosa de una vez y terminar con esto.

Tenía un mal presentimiento, aunque no fuera nada lógico, quería estar cerca de su hija.

Umi tomó su muñeca y comenzó a guiarlo a través del museo, diciendo que escuchaba cada vez más cerca la voz de Kinji.

De repente doblaron en un pasillo, abrieron una puerta y encontraron al ruidoso hijo larguirucho del ruidoso grandulón de Taiju.

—¡Haishi! ¡Umi! ¡Tío Senku! —gritó sorprendido.

—Oh, diablos... —Al escuchar otra voz masculina, Senku se quitó la venda, viendo con sorpresa que Ruchiru también estaba allí, junto a Tsukiku, que estaba sentada en el suelo con una computadora, tecleando furiosamente incluso mientras los observaba con incredulidad.

—¿Qué hacen ustedes aquí? ¿Y con mi viejo? —Su ceja empezó a temblar con molestia.

—Todos los están buscando, queríamos ayudar. —Umi tomó el lazo de la mano de Senku de inmediato y lo devolvió a su sombrero—. Y espero que tengas una buena razón para lo que estás haciendo, y para que no les avise a nuestros padres inmediatamente donde estás. ¡Los robots de Kinoeda están por toda la ciudad! ¡Esto es muy peligroso!

—¡¿Qué los robots de Kinoeda QUÉ?! —Kinji y Ruchiru se quedaron con la boca abierta.

—¡Tsukiku, no me dijiste eso! —Ruchiru miró mal a su prima.

—Claro que no te lo dije, o no habrías accedido a ayudarme. —Rio entre dientes, sin ningún tipo de vergüenza—. Pero por algo llamé también a Kinji-nii, es seguridad extra. No soy tan estúpida como para andar sin protección, también tengo a Reimi conmigo.

—Pudiste haberme llamado a mí también —murmuró Haishi por lo bajo—. Yo también puedo protegerte.

—Ja, no es que yo sea inofensiva. —Cerró su computadora de golpe y, para sorpresa de Senku, la doblo como si fuera papel y se la metió en el bolsillo—. Y no los llamé a ustedes dos porque sé que los meteré en problemas, no como a estos dos que ya son mayores de edad.

—A mí mis padres todavía me castigan. —Ruchiru hizo pucheros.

—Como sea, sé que no me delataran, no eres tan mala, Umi-nee. —La miró con una sonrisa encantadora y Umi se desinfló de inmediato, suspirando resignada.

—¿Al menos ya acabaste lo que tenías que hacer?

—Sí, solo necesitaba un poco de información ilustrativa y esas cosas. —Llevó su dedo meñique a rascar su oído—. Podemos irnos. Ustedes váyanse por otro camino y yo iré directo a entregarme, asumiré mi castigo por el resto de mi adolescencia.

—Yo me quedaré contigo hasta que estés con tu mamá, necesito asegurarme de que estás a salvo —insistió Kinji.

—A veces te tomas muy en serio el ser como un hermano para mí, grandulón. —Tsukiku lo miró fastidiada, pero no intentó negarle el seguirla.

—Yo también iré contigo, soy mejor peleando que Kinji —aseguró Haishi firmemente.

—También me quedaré cerca hasta que estés con tu mamá, mis oídos pueden ayudar. —Umi igual se sumó.

—Bueno, si todos van yo también. —Ruchiru encogió los hombros.

Senku, que se había mantenido en silencio, decidió acercarse en ese momento a Tsukiku, que lo miró con sorpresa.

—Debo admitir que pensé que te entregarías a un rei-bot, para ser tan brillante no fue tan inteligente insistir en venir, ni siquiera pienso decirte qué es lo que hacía. —Sonrió cruelmente.

—Eso ya no me importa. —Negó con la cabeza—. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. Vamos a casa ahora, mini-leona terca. —Sonrió divertido, posando una mano en su cabeza.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos, perdiendo su sonrisa arrogante, con su labio inferior temblando un poco. Permaneció así solo un par de segundos, antes de apartar su mano con suavidad por una vez.

—Ja, parece que un poco de tu lado sobreprotector ha regresado, esperó que tú no quieras castigarme también. —Rio por lo bajo—. Ya, vámonos de una vez, cada minuto fuera es un mes más de la condena que mamá me dará.

Salieron del museo, con Senku usando la banda de la frente de Ruchiru para cubrir sus ojos, y se dirigieron a buscar un lugar seguro para llamar a Kohaku y Tsukasa.

—¿Por qué es tan importante un lugar seguro? ¿No era más fácil llamar desde el museo? —preguntó Senku, curioso.

—No, sí llamaba desde el museo habrían sabido que estaba ahí y habrían adivinado lo que estuve haciendo. Además, quiero asegurarme de que no hayan spy-dots cerca —contestó Tsukiku.

—Puedo enviar a Minire a hacer un rastreo de la zona —dijo de repente Reimi, saliendo del bolsillo del abrigo de Tsukiku con su gesto de "n - n" en su pantalla.

—Eso sería bueno, deberías enviar a las dos.

—Eh... creo que con una bastara. —Tsukiku alzó una ceja, pero no dijo nada.

Minire abandonó el bolsillo de Senku y salió a sobrevolar la zona, mientras ellos se acercaban al Centro Comercial Nanami, ya que según Tsukiku sería menos sospechoso que la encontraran allí.

Justo al llegar cerca de las puertas del centro, la pantalla de Reimi de repente se puso roja, sus ojos se volvieron negros y el mini robot volvió a adoptar una forma similar a una peonza, sacando varios brazos metálicos y colocándose delante de Tsukiku.

—¡¿Qué sucede?! —preguntó Kinji con pánico.

—¡ALERTA! ¡Un grupo de spy-dots dañaron a Minire, y un grupo más grande se acerca a nuestra área!

—Mierda. —Haishi tomó el brazo de Senku y lo arrastró a ponerse detrás de Reimi también—. ¡Tenemos que llamar a nuestros padres ahora!

—Ya los he contactado —dijo Reimi, con su voz mucho menos adorable ahora, más gruesa y distorsionada—. Solo debo mantenerlos a todos con vida hasta que lleguen los refuerzos. Por favor todos colóquense detrás de mí.

—¡Yo también puedo pelear! —Haishi bajó la manga de su abrigo, revelando una muñequera que rápidamente arrancó de su brazo, convirtiéndola en una espada doble bastante grande y visiblemente letal.

—¡También pelearé! —Kinji sacó de sus bolsillos unas manoplas de hierro y las colocó en sus puños.

Senku se sorprendió.

—¿Eres un peleador? Y yo creyendo que eras como el grandulón...

—Bueno, la verdad es que nunca golpearía a una persona. —Sonrió avergonzado—. Pero estas cosas no son personas, y quieren lastimar a Tsuki-chan... No puedo perdonarlas. —Frunció el ceño.

Senku lo miró con comprensión. Definitivamente era igual a ese cabeza hueca que tenía por padre.

No pudo pensar mucho más en eso, porque esos horribles spy-dots volvieron a aparecer y comenzaron a disparar una lluvia de dardos sobre ellos, lluvia que Reimi repelió por completo. Haishi también se puso delante de Kinji para asegurarse de que los dardos no lo golpearan.

Senku, Ruchiru, Tsukiku y Umi permanecieron detrás de Reimi, que pronto comenzó a disparar balas y proyectiles a los robots enemigos, provocando varias explosiones que lanzaban fragmentos en dirección a ellos, pero los brazos metálicos también los protegían de eso. Aparte de ser diseñada como una maquina asesina, Reimi también era una maquina protectora y hacía muy bien su trabajo.

No obstante, pronto los robots enemigos adoptaron una nueva estrategia.

En vez de disparar dardos, empezaron a disparar proyectiles explosivos que explotaban al contacto de los brazos metálicos intentando desviarlos. Una explosión logró llegar a la punta del abrigo de Umi, haciéndolo estallar en llamas.

Umi rápidamente arrancó esa parte de su abrigo, con pánico, y Tsukiku le ordenó a Reimi tomar más distancia.

Haishi y Kinji lograron destruir unos cuantos robots, pero más y más no dejaban de llegar, y no podían golpear los explosivos así que solo les quedó esquivarlos mientras corrían a ponerse detrás de Reimi también.

—¡Esto es ridículo! ¡Son demasiados! —gritó Haishi con frustración—. ¡Necesitamos armas para vencer a estas cosas!

—Tengo una —admitió Ruchiru, sorprendiendo a todos—. Pero solo tiene unas pocas balas y es para emergencias, no nos serviría de mucho de cualquier manera.

—Tenemos que huir, no hay más opción. —Tsukiku estaba visiblemente sudando—. Sí las cosas se ponen más feas, Reimi está obligada a dejarlos morir a todos ustedes y enfocarse solo en mi protección. Dudo que pueda protegernos a todos hasta que mi madre y los demás lleguen, pero podría darnos tiempo suficiente para escapar mientras ella los controla. ¡Reimi, necesitaremos a la otra Minire!

—Lastimosamente, la otra Minire está en mi habitación —gruñó Senku, sorprendiendo enormemente a Tsukiku—. Seguramente ya la llamó, pero no creo que llegué a tiempo.

—Maldita sea... —Tsukiku frotó sus sienes con frustración.

—A-aún estoy fu-funcional... —Para sorpresa de todos, la Minire que había ido a patrullar se apareció en ese instante, con una gran grieta en su pantalla y una fea abolladura, pero aún funcional—. Los es-es-escoltaré por la r-ruta más segura de escape. Reimi no de-dejará que ningún spy-dot los siga.

—Eso tendrá que bastar... —Tsukiku miró con tristeza al diminuto robot—. Luego te repararé, lo prometo.

—Gracias, pe-pero hay que irnos a-ahora. —Minire voló rápidamente en dirección contraria a donde Reimi estaba controlando el ataque enemigo.

Todos fueron tras el mini robot de inmediato, excepto Umi que de inmediato colapsó en el suelo.

—¡Umi-nee! —Tsukiku de inmediato se arrodilló a su lado.

—L-lo siento muchísimo... —Ella hizo a un lado la tela desgarrada de su abrigo, dejándolos ver una fea quemadura en su pierna—. Esas explosiones son más peligrosas de lo que parecen...

—Yo la llevaré, tenemos que irnos ya. —Haishi de inmediato la cargó en brazos sin dificultad, volviendo a seguir a Minire.

—Bien, la curaremos luego.

Avanzaron por el bosque otra vez, queriendo salir al otro lado de la zona, pero entonces Minire se detuvo.

—Creo... que esto es una trampa.

—¡¿Qué?! —Justo mientras Tsukiku decía eso, de repente una enorme red llegó de la nada y la envolvió, arrancándole un grito de sorpresa.

Como Haishi estaba a su lado, cargando a Umi, los tres acabaron atrapados y de inmediato dos spy-dots tomaron la red y salieron volando lejos de allí, llevándosela.

—¡¿Pero qué mierd...?! —Antes de que pudiera siquiera terminar de hablar, una red también lo envolvió a él, y a Ruchiru que estaba a su lado.

—¡Oh, no! —Al ver que los spy-dots también se estaban llevando esa red, Kinji se abrazó a las piernas de ambos, yendo colgados mientras los robots volaban a toda velocidad llevándoselos.

La velocidad a la que volaban los robots era tanta que incluso dentro de la red Senku sentía los efectos de viajar tan rápido. ¡Maldita sea! ¡¿A dónde los llevaban?!

Mientras él pensaba con desesperación, pudo ver (gracias a que la red era transparente) que Tsukiku ya estaba cortando la red en la que ella estaba atrapada, solo un poco, lo suficiente para disparar una daga directamente a uno de los dos robots que sostenían la red en la que Senku estaba.

El disparo fue letal y el robot cayó, desestabilizando al otro, que perdió velocidad y empezó a descender por no poder aguantar el peso. Mientras eso pasaba, Tsukiku le disparo a uno de los robots que sostenían la red en la que ella estaba, logrando el mismo efecto.

Los robots que quedaron solo perdieron el balance y comenzaron a dar vueltas, bajando más cerca del nivel del suelo.

—¡Estén listos, porque voy a derribar estas cosas! —gritó Tsukiku, apuntando su muñequera lanza-dagas otra vez.

—¡Estás loca! ¡Aún estamos a decenas de metros del suelo! —le gritó Ruchiru, temeroso.

—¡Ya hice cálculos, estaremos bien! —aseguró decidida, antes de lanzar las últimas dos dagas que acabaron con los últimos dos spy-dots.

Apenas los destruyó, soltaron las redes y ellos cayeron como peso muerto hacia el bosque.

Senku se preguntó si acaso esa mocosa quería matarlos a todos, pero por supuesto que debió haber esperado que ella ya tuviera un plan. Esta era su hija.

Como Kinji no estaba aprisionado en las redes y como era absurdamente fuerte y resistente, él tomó ambas redes con sus manos y Tsukiku aprovecho para lanzar una cuerda de su muñequera, cuerda con un garfio en la punta. El garfio atravesó un árbol y se enganchó a este sacando unas garras, y Tsukiku rápidamente ató el extremo de la cuerda al brazo de Kinji, que, una vez estuvieron a pocos metros del suelo, tuvo que soportar el peso de las dos redes con cinco personas en ellas y además la presión de la cuerda estallándole el brazo.

Kinji gritó desde el fondo de su garganta por el dolor de soportar tanto peso y tanta presión, pero apenas detuvo la velocidad de la caída Tsukiku cortó la cuerda y todos cayeron al suelo, a una altura y una velocidad completamente seguras.

Tsukiku rápidamente cortó su red para sacar a Haishi y Umi, y luego fue corriendo a atender a Kinji, que tenía el brazo destrozado.

—Lo siento mucho... —Desató el trozo de cuerda con ojos llorosos, viendo la forma horrible en la que había quedado el brazo del mayor de ellos—. Lo siento muchísimo, Kinji-nii-chan. —Lo abrazó suavemente, escondiendo el rostro en su pecho.

Haishi sacó a Senku y Ruchiru de su red, a lo que este último también corrió a revisar el brazo de Kinji, viéndose muy afligido.

—Je, no se preocupen. —Kinji rio a pesar de que visiblemente estaba temblando por el dolor—. Es un pequeño precio por salvarlos a todos, y se podrá arreglar en un segundo con la petrificación. —Acarició el cabello de Tsukiku, que aún no lo soltaba.

—Ese es el problema... No podremos arreglarlo. —Ella se apartó de él frotando sus ojos con fuerza—. No podemos volver a casa, no aún.

—¿A qué te refieres? —Ruchiru la miró con pánico.

—Calcule la velocidad y dirección en la que esos spy-dots nos estaban llevando. Estamos al otro lado del país, donde ni siquiera han reconstruido la civilización aún. —Miró a todos con seriedad mortal—. Y nos están buscando. Debemos escapar ahora... y tampoco podemos llamar a nadie, rastrearían la señal y estaríamos fritos. Debemos volver a casa a pie, por decenas de kilómetros.

Todos se quedaron congelados en sus sitios y, por si fuera poco, en ese momento volvió a nevar, recordándoles con burla el clima gélido con el que se tendrían que enfrentar.

Estaban jodidos, diez billones por ciento seguro.

Continuará...

Holaaaa :D

Aquí tienen un nuevo cap de Re-Mind extra largo porque me emocioné escribiéndolo XD

Muchísimas gracias a Juliana Lopez por pedirlo como comisión! :'D Ojalá te haya gustado! :3

Ojalá a todos les haya gustado y aún se acuerden de este fic TwT

No olviden que se les ama!~

Me despido!

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

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