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OVA 8: Es muy absurdo visitar a los enfermos

OVA 8: Es muy absurdo visitar a los enfermos (o la Razón por la que especialmente en estos tiempos no deben visitar a los enfermos; en serio, lo único que van a ganar es contagiarse y luego su familia va a estar sufriendo, así que no visiten a los enfermos hasta que apliquen una vacuna estable, pero incluso cuando la haya eviten visitar a los enfermos ya que igual corren peligro de contagio, al fin y al cabo, los enfermos no necesitan ser visitados, eso los fatiga y los aburre, sólo dejen a los enfermos descansar en paz o ustedes serán los siguientes enfermos en ser visitados)


Francis e Isaac caminaban por los pasillos de su escuela, iluminados por el enfermizo brillo naranja del atardecer. Las clases de aquel día habían sido especialmente abrumadoras, repletas de trabajos grupales y exposiciones que los habían dejado hechos trizas. A pesar de todo, sus obligaciones aún no habían concluido por completo.

―Madre mía... ―susurró Isaac luego de revisar su celular―. Mi abuelo volvió a liarla parda con sus inventos. Raquel está pidiendo auxilio.

―Ve, entonces. Seguro es una excusa que pones para encontrarte con Doggy.

―No, viejo, ¿cómo crees? No he vuelto a ver a Bara desde lo del Infernal...

Ambos sintieron que un escalofrío les recorría la espalda. La simple mención del ser maligno que los había acosado durante la celebración de Mortum todavía lograba perturbarlos. Temían que, al recordar aquellos sucesos, podrían llegar a atraer nuevamente algo igual de siniestro, por lo que hasta el momento habían preferido evitar a toda costa cualquier alusión al tema.

―Pero Sugrobina fue la más afectada, ¿no? ―continuó Isaac.

―Ya van tres días que está mal, pero no sé si sea por... esa experiencia traumática ―Francis suspiró―. Tal vez se trate una enfermedad propia de vampiros. Las veces que la llamé apenas podía hablar.

―Viejo, realmente me hubiera gustado poder ir a entrevistarla hoy. Ya llevo avanzado la mitad de mi libro y...

―Igualmente no te hubiera dejado molestarla, ¿desde cuándo eres tú el insensible y yo el considerado?

Ambos rieron y se separaron en un cruce de pasillos, ya que Isaac tenía que ir a recoger su bicicleta para partir directamente a su casa. Francis recorrió parsimoniosamente el tramo hasta la entrada principal de la escuela, intentando decidirse entre tomar un bus o caminar para llegar a la Ciudadela Sugrobina. Estaba muy cansado, pero ir a pie le daría tiempo para reflexionar en solitario. La experiencia sufrida con el Infernal le había dejado en claro lo débil y cobarde que era, y eso lo hacía dudar de su capacidad para cumplir la promesa que le había hecho a Dasha.

―¡Hola, Francis! ―saludó una voz femenina, despertándolo de sus cavilaciones.

Él se detuvo, sobresaltado, y descubrió frente suyo a una chica de cabello castaño amarrado en una coleta que le caía por delante de un hombro. Su rostro, si bien reflejaba simpatía y animosidad, mantenía una calidad estándar, sin ser agraciado ni feo. Su uniforme escolar, por su parte, acentuaba su físico de adolescente común, sin llegar a hacerla resaltar. En pocas palabras, era alguien fácilmente olvidable. O, pensó Francis, él estaba demasiado acostumbrado a la incomparable belleza vampírica de Dasha, a la maliciosa hermosura demoniaca de Doggy y a la inocente lindura mágica de Kiseki como para apreciar algún atributo de las humanas normales.

―Ah, hola...

El chico, asumiendo que había cumplido con responder el saludo, reanudó la marcha, rodeando a la supuesta desconocida.

―¡Espera! ―exclamó ella―. ¿Por qué actúas como si no nos conociéramos?

Francis enarcó una ceja, considerando que la respuesta era más que obvia. Pero, dada la actitud de su interlocutora, la realidad parecía ser distinta. La observó atentamente, mientras forzaba a su fatigado cerebro a recuperar alguna memoria relacionada al caso.

―Soy Maryia ―suspiró ella, al cabo de unos segundos de silencio―. Maryia Abazovic, estamos en la misma clase desde primer año... ―Enarcó una ceja al notar que el gesto de desconcierto de Francis no desaparecía―. Me siento delante de ti, ¿realmente no te has dado cuenta?

―Disculpa mi memoria de pez. Usualmente voy perdido en mis pensamientos...

―No te preocupes, sé que no destaco mucho.

Francis forzó una sonrisa, asumiendo que era su deber negarlo por cortesía. Pero la total falta de características únicas de la chica realmente la hacía alguien poco memorable. Posiblemente, concluyó él, una persona así hubiera sido su ideal cuando estaba obsesionado con la normalidad, aunque en aquella época tampoco se preocupaba mucho de las personas que lo rodeaban.

―Quería hablar contigo por lo de la investigación grupal ―continuó Maryia, con menor animosidad―. El profesor nos emparejó, pero cuando acabó la clase te fuiste muy rápido. ¡Suerte que te alcancé!

―Ah, sí, claro. Tenía prisa... y, sinceramente, la sigo teniendo.

―¡Oh, lo siento! ¿Qué te parece si intercambiamos números y coordinamos así?

Francis no contestó. Su lista de contactos, además de sus padres y su hermana, sólo incluía a Isaac, Dasha y Kiseki. No estaba seguro si era correcto añadir a la chica, especialmente sin contar con la aprobación de Dasha. Pero, recapacitó Francis al instante, en realidad no necesitaba que su vampírica novia tuviera control absoluto sobre sus acciones o decisiones. Como ya no era la sociópata obsesiva compulsiva del pasado ―o al menos, eso es lo que quería creer― no había ningún problema en agregar el número de Maryia, además de que todo era por un trabajo de clase.

―Claro. ―Francis sacó su celular, deshaciéndose de las últimas dudas que le quedaban―. Hagamos eso.

Al terminar, Maryia se despidió afablemente y Francis por fin pudo retomar su camino. Sin ganas de pensar mucho más, optó por tomar un bus y en poco tiempo ya estaba recorriendo la frontera de la imponente Ciudadela Sugrobina. La caminata se extendió un poco más hasta alcanzar la entrada secundaria que acostumbraba utilizar para visitar a Dasha.

―¿Qué hay, Dave? ―saludó Francis al guardia de la caseta de vigilancia.

―Joven Radwimp, un placer verlo por aquí. ―El hombre presionó un botón que abrió una puerta de madera negra cercana―. Pase, por favor.

―Aún recuerdo que la primera vez que vine aquí con Isaac intentaste botarnos a patadas.

―Por favor, joven Radwimp, debe comprender que mi trabajo es botar a patadas a cualquier desconocido.

Francis lanzó una carcajada, comentando que eso sonaba perturbadoramente divertido. Atravesó la puerta negra y se apresuró a recorrer los adornados caminos que se extendían abarcando cada centímetro de la Ciudadela. El tamaño del lugar era inmenso, por lo que resultaba increíblemente fácil perderse ante el menor descuido, aunque Francis había logrado memorizar el trayecto más rápido hasta la casita de Dasha, que alcanzó al cabo de varios minutos. Pero, antes de que pudiera detenerse frente a la puerta de la entrada principal, notó que esta se abría y una chica salía apresuradamente hasta casi darse de bruces con él.

―¡Dasha! ―exclamó Francis, sorprendido―. ¿Te sientes mejor?

Ella lo miró en silencio, con un peculiar gesto de creciente hostilidad en el rostro. Francis enarcó una ceja, preguntándose qué demonios sucedía, hasta que cayó en cuenta de algo obvio. A pesar de que su rostro era idéntico, ella no era Dasha. Y, si bien era sencillo concluir aquello debido al profundo tono escarlata brillante que remarcaba su largo cabello y el iris de sus ojos, fue otro pequeñísimo detalle el que lo convenció por completo.

―¡Así que tú eres Sasha! ―concluyó el chico, observándola con detenimiento.

―¿Qué diablos crees que estás mirando, repulsivo humano? ―espetó ella, furiosa, cubriéndose el pecho con las manos.

―Para tu información, no soy humano... Soy una colorida mescolanza absurda que no podría describir.

Sasha apretó la mandíbula, cada vez más exasperada. Pero, al instante, su rostro se suavizó para dar paso a una mueca burlona.

―Ya veo, eres el plebeyo idiota que Dasha cazó. ―Bajó la mirada y comenzó a mascullar para sí―. Sabía que mi hermana estaba haciendo estupideces últimamente, pero nunca creí que caería tan bajo.

―Insúltame cuanto quieras, rojiza y subdesarrollada vampiresa ―contestó Francis con los brazos cruzados―. Gracias a mis padres y a mi hermana soy inmune a las ofensas...

Sasha, con un rápido movimiento, tomó a Francis de la solapa de su camiseta y lo obligó a doblar las rodillas con una certera patada.

―¿Quieres morir dolorosamente, plebeyo?

―Soy inmune a las ofensas verbales, pero no al daño físico. ―El chico rio con nerviosismo al notar que la mirada asesina de la vampiresa no había menguado―. Por favor, no me mates. Por lo general soy serio y hablo poco, pero tú pareces el tipo de persona fácil de molestar... ―Carraspeó―. ¡Ah! Mi muerte no será del agrado de Dasha, así que...

La chica levantó su mano libre con sus dedos juntos, apuntando al cuello de un aterrado Francis. Él, que hasta el momento había creído que todo era una broma de mal gusto, empalideció al percatarse de que su vida realmente estaba en peligro.

―¡Sasha! ―exclamó Sya, que acababa de salir de la casita―. ¡Si no eres amable con los demás, el Papushko Klaus no te traerá regalos!

La vampiresa de cabello rojo se mantuvo estática por unos segundos, hasta que finalmente soltó a Francis con brusquedad. El chico se levantó, adolorido, luego de lanzar un prolongado suspiro de alivio.

―Disfruta el corto periodo de vida que te queda, plebeyo ―masculló Sasha, clavándole una mirada de profundo desprecio―. Si continúas revoloteando alrededor de mi familia terminarás muerto.

―Confío en mi fuerza y en mi suerte ―respondió Francis con inusitada seriedad―. Te prometo que salvaré a Dasha... y también te salvaré a ti.

El gesto de hosco de Sasha perdió fuerza, dando paso a una leve sorpresa.

―Y así ―continuó Francis, señalándola―, algún día te obligaré a que me digas "hermanito".

La chica contestó con un insulto en un idioma extraño y se alejó del lugar, muy enfurruñada.

―Muy mal, Frank, muy mal ―dictaminó Sya, meneando la cabeza―. Si te llevas mal con Sasha, intentará matarte cada vez te vea. Y si Vlad se entera, realmente serás asesinado.

―¿Acaso tú eres el único vampiro que no considera al homicidio como un acto cotidiano?

―Te lo conté antes, la facción de mi padre es muy pacifista. ―Sya hinchó el pecho con orgullo―. Nunca matamos a nadie, y cuando necesitamos que alguien muera hacemos que otras facciones se encarguen del trabajo sucio.

―Así que todos están locos, pero a niveles distintos.

La chica suspiró, agitando su cabello dorado con desaprobación.

―Mejor entra para que hables con Dasha, ha estado esperándote todo el día.

Francis asintió y se acercó a la puerta, pero se percató que Sya se estaba yendo. El chico dudó, ya que no había planeado quedarse a solas con Dasha. Se convenció a sí mismo de que no había problema alguno, ya que ella estaba enferma y él estaba cumpliendo su deber como novio de visitarla. Sin darle más vueltas al asunto, abrió la puerta e ingresó a la casa.

El recibidor, la sala y la cocina-comedor tenían las luces prendidas, a pesar de que no era demasiado tarde, por lo que la iluminación era uniforme. Francis se dirigió al pasillo del fondo hasta plantarse frente a la puerta que daba a la habitación de Dasha. Nunca antes había entrado, por lo que le resultó imposible no sentirse nervioso. Tomó una gran bocanada de aire y golpeó suavemente la madera tallada con los nudillos.

―Hola, Dasha, soy Francis. Vine para...

―¡Entra! ¡Entra! ―exclamó la voz de Dasha desde el otro lado.

Luego de tomar otra bocanada de aire, Francis giró el pomo y abrió la puerta con lentitud. La pieza estaba bien iluminada gracias a los focos del techo y a un amplio ventanal que daba paso a un balcón oculto por tersas cortinas traslúcidas, por lo que era fácil apreciar los detalles que la componían. La ancha cama de sábanas azuladas se encontraba pegada a la oscura pared del fondo, entre una elegante mesilla de noche y un gran closet que ocupaba toda una pared lateral. A cada lado de la puerta donde Francis estaba parado había un par de armarios blancos más pequeños, y un poco más lejos se encontraba un escritorio que aprovechaba la luz que se colaba por el ventanal.

―¡Por fin estás aquí, Francis! ―dijo la vampiresa, muy contenta, saludándolo desde la cama―. Estos días sin poder verte fueron una tortura.

La chica llevaba encima tan solo un grácil camisón de dormir púrpura, por lo que Francis se esforzó por no fijar demasiado su mirada en ella.

―Si fuera más sencillo obtener permiso para ingresar a la Ciudadela hubiese venido antes. ¿Te sientes mejor?

Dasha asintió y estiró ambos brazos hacia él, pidiéndole silenciosamente uno de los característicos abrazos con los que solían saludarse. Francis suspiró, preparándose mentalmente para el daño óseo que se avecinaba y se acerco a la cama, intentando no pisar las múltiples almohadas que estaban desparramadas sobre el suelo alfombrado. Sin embargo, antes de lograr envolver a la vampiresa entre sus brazos, ella lo tomó del cuello con una mano y le atenazó un hombro con la otra, forzándolo a agacharse hasta quedar frente a frente.

―¡Eh, Dasha! ¿Qué haces...?

―Hueles a mujer ―siseó ella, mirándolo fijamente a los ojos―. ¿Por qué?

Francis enarcó ambas cejas y quedó enmudecido por un instante.

―Me topé con Sya hace un rato... y con tu hermana. ―Sintió que el agarre de la chica se hacía más débil y logró zafarse―. Así que amenazar de muerte viene de familia.

―Sasha es un caso especial, ella es hostil con casi todo el mundo ―Dasha ladeó la cabeza, todavía seria―. Pero tu olor...

―Aunque ustedes sean gemelas, realmente son muy distintas ―afirmó Francis, dispuesto a reducir lo tenso de la situación―. Y no solo por su color de cabello y de ojos... Si tú eres una montaña, la pobre Sasha es un valle.

―Más te vale no haberle dicho algo así a ella, Francis. ―La vampiresa entrecerró los ojos, causando que el chico tragara saliva con nerviosismo―. Últimamente tu sentido del humor ha estado... extraño. Es decir, antes ni siquiera intentabas hacer bromas, pero ahora eres muy retorcido.

Francis forzó una sonrisa rígida, aseverando que no se había percatado del hecho. Lo cierto es que sabía perfectamente la razón detrás de eso. El Director Cromático le había advertido que su estrategia de devorar raíces ajenas de criaturas malignas traería consecuencias psicológicas imprevisibles en él. No estaba seguro si era tan grave como para llevarlo a la locura, pero, por el momento, consideraba que obtener un sentido del humor maquiavélico no se diferenciaba mucho de su insensibilidad natural.

―Bueno, Dasha, las chicas del salón te envían sus saludos ―indicó Francis, retomando el control de la situación―. Algunas querían venir a visitarte, pero la idea de acercarse a la Ciudadela les parece impensable.

―Diles que estoy bien, dentro de unos días podré volver a la escuela.

―¿En serio? ¿Realmente te sientes mejor?

Dasha asintió con energía.

―Esto me sucede casi todos los años, tal cual una alergia. Es porque el clima se pone cada vez más caluroso, como ya estamos en noviembre.

Francis decidió no preguntar si la termofobia de la chica se debía a una característica individual, a su herencia como Bruja del Caos, o a una debilidad propia de los vampiros demoniacos.

―Claro, ya falta como un mes para que sea verano ―Francis se frotó la barbilla―. Según lo que Isaac investigó, antes del Gran Cataclismo por estas fechas se acercaba el invierno aquí en el hemisferio norte...

La conversación tomó rumbos banales, con temas amenos que les sacaron sonrisas a ambos. No obstante, Francis notó que la chica estaba tensa y, de tanto en tanto, parecía olisquear el aire. Se preguntó si acaso estaba percibiendo el aroma impregnado en él, pero no consideraba lógico que la vampiresa se molestara por el encuentro que había tenido con Sasha y Sya. A menos que, pensó Francis con inquietud, lo que su novia estaba sintiendo era el olor de Maryia.

Luego de un tiempo considerable, que se pasó volando dado el ambiente agradable entre ellos, Dasha advirtió que el anochecer estaba cerca.

―Como Sya y Vlad no están para acompañarte hasta la salida, será mejor que te vayas ahora, Francis.

―¿Ya es tan tarde? Supongo que no queda de otra.

Se despidieron con un abrazo. Francis no pudo evitar sentir un escalofrío al advertir que Dasha volvía a molestarse por la fragancia que percibía. Para evitar que se impusiera nuevamente la tensión, el chico se apresuró a desprenderse de ella y, tras desearle buenas noches, salió de la habitación. Lanzó un suspiro de alivio y se dirigió a la puerta principal de la casa. Pero, antes de alcanzar su objetivo, descubrió que incontables ojos dorados de pupila afilada lo observaban a través de los ventanales que daban al exterior.

Resopló con estoicismo, aceptando que el día aún le tenía más sorpresas preparadas. Ya que no existía forma de escapar del ineludible encuentro, se apresuró a abrir la puerta para salir de la casa.

―¿Qué hay, Carthaphilum? ―saludó el chico, expresando una seguridad que estaba lejos de sentir―. No te veía desde que intentaste matarme en la Razón de los Colores.

El gigantesco demonio con apariencia de serpiente alada lo observó tendidamente. Con lentitud, apoyó sus múltiples brazos escamosos en el suelo alrededor de Francis, cortando toda vía de escape. Este se preguntó si acaso su saludo tan coloquial había sido un terrible error. Aquel demonio era un servidor de la Reina Verde y guardián del Clan Sugrobina, por lo que no creía que pudiese hacer buenas migas con él.

Bogatyr Francis, ruego que disculpe mi infame comportamiento del pasado ―respondió Carthaphilum luego de unos segundos de mutismo. Para hablar no utilizaba la colosal boca de su cabeza de serpiente, sino los innumerables orificios repletos de dientes que adornaban tétricamente la superficie membranosa de sus alas extendidas.―. En aquel entonces no tenía conocimiento de la importancia que usted representaba para la devitse Dasha.

―¿En serio? Pensé que me ibas a intentar asesinar nuevamente o a decir algo como "no eres digno".

El demonio dobló sus brazos para hacer descender su colosal cabeza ofídica hasta apoyarla en el suelo a la altura de Francis. El chico se maldijo a sí mismo con horror, creyendo que había ofendido al monstruo y, por lo tanto, sus temores se verían cumplidos.

―De ninguna manera podría tener la intención de amenazar su vida o cuestionar su dignidad, bogatyr Francis ―afirmó la serpiente demoniaca con su coro de voces silbantes―. Usted representa la nadezhda.

―¿Qué?

―Por motivos personales siento inmenso aprecio por la devitse Dasha y por la devitse Sasha. Soy consciente de su posición desfavorable dentro del Clan Sugrobina, pero dado mi rol no puedo hacer nada para ayudarlas... al menos, no directamente. ―La boca de la cabeza de serpiente se curvó en una macabra sonrisa―. Pero usted, bogatyr Francis, sí puede hacerlo y yo puedo apoyarlo desde las sombras.

―Creo que me estoy perdiendo, aunque... ―Francis carraspeó, inseguro de lo que iba a decir, mas concluyó que lo mejor era evitar dejar cabos sueltos―. Realmente quiero salvar a Dasha, pero para eso en algún momento tendré que confrontar a la Reina Verde. ¿Eso no me convierte en tu... enemigo?

Carthaphilum acercó su ciclópea boca al chico, el cual dio un respingo al notar que el demonio lo cubría con sus alas membranosas hasta sumirlo en la más profunda penumbra.

―Verá, bogatyr Francis, tiempos oscuros y extraños se acercan ―susurraron sus bocas―. El cambio es inminente y sólo sobrevivirán los que sepan adaptarse. Si usted llega a volverse poderoso, entonces es probable que mi lealtad abandone la senda verde para encontrar un rumbo más... absurdo y cromático. Y no dude que lo mismo pensarán otros incluso más poderosos e influyentes que yo.

El demonio se separó de Francis y, tras hacer una leve reverencia con sus múltiples brazos, se alejó reptando a toda prisa, hasta que su silueta se fundió con el horizonte nocturno. El chico logró recomponerse de la sorpresa luego de unos segundos y reflexionó sobre lo que la criatura le había dicho. Al parecer, contaba con un inesperado y formidable aliado.

Sonrió, asumiendo que su objetivo cada vez se hacía más verosímil.

...

Los días transcurrieron con relativa normalidad, mientras que Isaac continuaba preocupado por la total falta de noticias de Barahometh. Las ocasiones en las que ella lo había visitado en su casa le habían demostrado que, más que el demonio sádico y manipulador que había demostrado ser antes, realmente era una ingenua y curiosa chica. Isaac asumía que, tal vez, su desaparición se debía a que el encuentro con el Infernal la había asustado o, en el peor de los casos, su misión de espionaje había finalizado y ya no regresaría a verlo nunca más.

A pesar de la angustiosa curiosidad que le causaba no saber de Barahometh, aún era capaz de percatarse de las cosas que sucedían a su alrededor. Y no era nada complicado centrar su atención en la inesperada cercanía que había surgido entre Francis y Maryia Abazovic, una de sus compañeras de aula. No solamente a él le parecía extraño aquel hecho, sino que toda la clase se preguntaba cómo demonios Maryia se había atrevido a aproximarse a alguien que era propiedad de una Sugrobina.

Isaac sabía que todo se debía al trabajo grupal que les habían asignado para uno de sus cursos, pero igualmente la situación parecía ser delicada. Incluso si Dasha había abandonado su antigua hostilidad para asumir una personalidad más sosegada, era obvio que sus celos podrían llegar a ser cosa seria para los involucrados. Bien decía el dicho que todo perro, por más manso que sea, tiene colmillos preparados para morder. Y, en el caso de un vampiro, el refrán adquiría tintes fatales.

―Frank, ya sonó el timbre ―avisó Isaac, acercándose al pupitre de su amigo―. Hay que pasar por el centro, a ver si ya salió ese juego raro de monitas niponas que estabas esperando.

Francis lo observó, sorprendido. Había estado conversando animadamente con Maryia, sentada en el sitio de adelante, cosa que acostumbraban hacer desde hace algunos días.

―Hoy no puedo, viejo. Nos falta poco para terminar el trabajo.

―Nos quedaremos un rato más ―añadió Maryia con un suspiro―, para por fin ser libres.

Isaac se encogió de hombros ante la respuesta y, tras despedirse, se dirigió a la salida de la escuela. Temía por la seguridad de Francis, pero si realmente aquel iba a ser el último día que trabajaría junto a Maryia entonces no habría ningún problema. Para cuando Dasha regresara a la escuela, la normalidad habría sido retomada y, salvo algunos rumores fácilmente silenciables, no quedarían pruebas del "delito".

El chico asintió, convencido de que todo iba a salir bien y apresuró el paso. Pero, poco antes de arribar a su destino, quedó completamente pasmado. Dasha estaba allí, caminando en dirección contraria a todos los estudiantes que partían hacia sus casas.

―¡Hola, Isaac! ―saludó la vampiresa al notarlo―. ¿Hoy no estás con Francis?

―Su... ¡Sugrobina! ¿Ya estás... bien? ―balbució él con nerviosismo―. ¿Q-Qué haces aquí?

―Vine para darle una sorpresa a Francis ―contestó Dasha, guiñando un ojo―. ¿Sigue en el salón?

―Eh... Él está... ―Isaac carraspeó, consciente de que la situación era más que crítica―. ¿Qué te parece si mejor lo esperamos en su casa? ¡Así la sorpresa será épica!

―No, prefiero verlo lo antes posible.

La chica comenzó a caminar con dirección al pabellón principal de la escuela, mientras olisqueaba el aire. Isaac, consciente de que ella podía ubicar fácilmente a Francis de esa manera, decidió seguirla para intentar salvar a su amigo del funesto desenlace que parecía aguardarle.

―Espera, Sugrobina, ¿no tienes hambre? ―Isaac sacó su celular―. Mejor le envío un mensaje a Frank para que nos encuentre en la cafetería...

―No le avises, arruinarás la sorpresa.

―Pero... Sabes que a Frank no le gustan las sorpresas. ¡Él es como un gato o como un pez! Mejor lo llamo ahora o...

Dasha se detuvo y clavó sus ojos dorados en el rostro de Isaac. Este comprendió el silencioso mensaje al instante: lo estaba invitando, amable pero autoritariamente, a cerrar la boca. Se estaba quedando sin opciones viables.

―Ahora que lo pienso, tengo que regresar a mi casa ahora, Sugrobina. ¡Adiós!

Isaac dio media vuelta, con la intención de alejarse lo suficiente para poder llamar al celular de Francis a salvo. Le avisaría rápidamente de la repentina aparición de Dasha, y así podría prepararse. Era un plan perfecto, sin fisuras.

―No, ya que estás aquí me ayudarás a darle la sorpresa.

―Eh...

―No te esfuerces en cubrir a Francis ―dijo Dasha ásperamente―. Tengo una vaga idea de lo que sucede y quiero verlo por mí misma.

Isaac no respondió, con los ojos completamente abiertos. Se limitó a seguir a la chica mientras ella recorría los pasillos guiándose por el aroma que sentía en el aire. Isaac reflexionó sobre las posibles conclusiones que podría tener la situación. En el mejor de los casos, Dasha encontraría a Francis y Maryia terminando su trabajo en grupo y ellos le darían a conocer las implicancias del asunto, lo que dejaría a todos felices y contentos.

Realmente esa era la solución más lógica y previsible, lo que calmó un poco los nervios de Isaac. Observó de reojo a Dasha, cuyo gesto inexpresivo no permitía adivinar qué pensamientos recorrían su cabeza. El chico tragó saliva, consciente de que, en el peor de los casos, la antigua personalidad de la vampiresa saldría a flote, lo que acarrearía consecuencias negativas para todos, incluyéndolo a él por ser un cómplice involuntario.

―El salón no es por aquí ―señaló Isaac tímidamente, al percatarse que estaban tomando un camino distinto.

―Francis se está moviendo ―indicó Dasha―. Vamos.

Isaac enarcó una ceja, extrañado por aquel suceso. Tal vez, pensó, su amigo había sido advertido por el Director Cromático del peligro inminente, lo que le había permitido huir a tiempo. De todas formas, casi cualquier opción era favorable a esas alturas.

Continuaron avanzando por el pasillo del primer piso, hasta que repentinamente Dasha se detuvo antes de dar vuelta a una esquina. Isaac la imitó, confundido, pero mientras reunía valor para preguntarle qué sucedía, escuchó voces cercanas. Ambos se asomaron para revisar el pasillo transversal y vieron a Francis y Maryia parados frente a la sala de profesores.

―Por fin llegamos ―escucharon decir a Francis―. Creo que vamos a ser los primeros en entregar el trabajo.

Maryia asintió, sonriendo. En las manos llevaba un grueso fajo de hojas de papel.

―A pesar de que lo complicado que fue, me pareció muy divertido.

―Entonces, ¿lo entregas tú o lo hago yo?

―Antes de eso... Sé que es probable que no volvamos a hablar mucho luego, así que quiero aprovechar esta oportunidad para ―la chica bajó la mirada―, decirte algo.

Francis enarcó una ceja.

―Pero...

―Desde el primer año me has llamado la atención ―continuó Maryia sin perder tiempo―. Tienes un aura de seriedad y madurez a tu alrededor... no como los otros chicos que sólo piensas en tonterías. Tú eres distinto.

―Aunque...

―Además siempre eres muy honesto, incluso si los demás se molestan contigo. Te tomas las cosas muy en serio, y tienes mucha confianza en ti mismo... Eso es lo que siempre me ha gustado de ti.

―Ah... ―Francis carraspeó, incómodo―. Creo que...

―No es necesario que me respondas. ―Maryia levantó la mirada y sonrió con tristeza―. Sé que soy demasiado normal como para competir contra Sugrobina...

―No considero que ser normal sea algo malo ―contestó Francis, finalmente capaz de hablar―. Tampoco creo que se trate sobre si eres mejor o no que Dasha. Pero mi relación con ella... es algo que realmente aprecio mucho. Me ha permitido mejorar como persona, y me ha brindado una razón para luchar. Sin importar lo que suceda, no pienso abandonarla. Lo siento.

―No hay problema, estaba preparada para oír eso. ―La chica alzó las hojas de papel que sostenía, cubriéndose el rostro―. ¿Podrías entregar el trabajo? Yo... tengo que irme ahora.

Francis asintió y, tras recibir el fajo, ella dio media vuelta y se alejó con rapidez. El chico suspiró con cansancio y decidió ingresar a la sala de profesores para poder librarse de la responsabilidad cuanto antes. Pero, antes de poder dar un solo paso, un sonido a su espalda llamó su atención.

―Dasha...

―Hola, Francis.

Ambos quedaron en completo silencio. Isaac, desde su posición oculta tras la esquina, se preguntaba con nerviosismo qué iba a suceder. Todo daba a indicar que su amigo había hecho lo correcto, pero...

―¿V-Viste lo que pasó? Sobre eso... ―comenzó Francis, retrocediendo un par de pasos―. Lo que ocurrió fue que... Déjame ordenar mis ideas... La cosa es que...

Dasha suspiró.

―No tienes por qué estar tan asustado, no estoy enojada... Pero me parece extraño que hayas intentado ocultar lo que sucedía.

―¿Ocultarlo? Para nada, sino que...

―Querías terminar el trabajo en grupo lo antes posible para que cuando yo regresara a la escuela no notara nada raro ―adivinó la vampiresa―. Aunque seguramente alguna de las chicas me lo habría contado. ―Meneó la cabeza―. Francis, ¿aún me consideras un monstruo peligroso?

―No se trata de eso, sólo intentaba evitar malentendidos. La reacción que tuviste cuando fui a visitarte me hizo pensar que tal vez... las cosas podrían tornarse algo turbias.

―Es normal que me ponga en estado de alerta si noto un aroma femenino en ti, pero eso no significa que vaya a asesinar a alguien o algo por el estilo.

Francis intentó replicar algo, pero se percató que él había sido quien había cometido el error al no confiar en Dasha.

―Tienes razón, lo siento, debí contártelo todo para conversar seriamente. ―Señaló la puerta de la sala de profesores―. Tengo que entregar el trabajo y luego ir a recoger mis cosas. Si puedes esperarme, podría acompañarte a la Ciudadela.

―Claro. Estaré en la clase entonces.

Francis asintió e ingresó al salón. Dasha dio media vuelta e Isaac salió a su encuentro, aliviado de que nadie hubiese resultado herido.

―Menos mal que te lo tomaste a bien, Sugrobina.

―Así que tú también me consideras peligrosa ―respondió la chica, haciendo un puchero.

―No, no, para nada... al menos, ya no. ―Isaac rio con nerviosismo―. Mejor me voy ahora...

―Espera, quiero hablar contigo de algo importante.

―Entonces mejor esperemos a Francis...

―No, él no puede enterarse. ―Dasha se humedeció los labios y sonrió―. Quiero pedirte algo con lo que sólo tú puedes ayudarme, Isaac.

El chico tragó saliva con inquietud, preguntándose qué demonios podría querer pedirle la novia de su mejor amigo.

Curiosidades contagiosas que realmente te curan

- A pesar de que lanzar datos random no parezca la gran cosa, improvisar curiosidades en cada OVA resulta sumamente complejo.

- "Nadezhda" significa "esperanza" en ruso.

- "Bogatyr" es como se denominaba a los caballeros andantes de la Rusia feudal. Asimismo, también podía hacer referencia al concepto de heroísmo.

- El título va en serio, aléjense de los enfermos. Sigan el ejemplo de lo sucedido durante la peste negra: ¿alguien enfermo? bloquea todas las salidas de su casa y espera a que la naturaleza haga su trabajo... Mejor no seguir ese consejo, simplemente aléjense de cualquier foco infeccioso.

- Mejor haré estas curiosidades en base a las preguntas que coloquen los lectores en los comentarios.

_*Seguramente agregue más curiosidades si alguien llega a leer esto*_

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