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OVA 7: Es muy absurdo que el Halloween sea arruinado por algo malvado y perverso

OVA 7: Es muy absurdo que el Halloween sea arruinado por algo malvado y perverso (o la Razón por la que cuando los malos se hacen personajes elegibles se vuelven increíblemente débiles, aunque también podría titularse como la Razón por la que la falta de creatividad me insta a crear títulos innecesariamente largos)


Francis iba caminando por la calles de la ciudad, con Tera sujeta a sus hombros y uno de los peces coloridos del Director Cromático flotando a su lado. Este último mantenía una áspera discusión con el chico, interrumpida cuando alguna persona pasaba demasiado cerca, ante lo que el pequeño animal se escondía entre las alas de la murciélaga.

―Te lo vuelvo a repetir por millonésima vez, insulso camarada ―masculló el pez, con su voz burbujeante teñida de un tono de exasperación―. La promesa que hiciste con tu fértil noviecita va más allá de nuestras posibilidades.

―Que trágico eres, ¿dónde está tu espíritu de pelea? ―rebatió Francis, con molestia―. Mi madre me dijo que con el tiempo podré ser capaz de usar poderes Nyark, y junto a tus absurdas habilidades seremos ridículamente fuertes.

―Puede que Acomarant-Nyark tenga razón, pero incluso así nos tomará años reunir poder suficiente para enfrentar al Lord Vampiro, y más aun para desafiar a la Reina Verde.

―Ten algo de optimismo, pescadete.

―¡Insensato! ―El pez hizo un sonido extraño, similar a un vibrante gruñido―. Me da igual lo que hagas, pero recuerda que nuestras existencias están sincronizadas, así que más te vale sobrevivir.

Francis chasqueó la lengua, sin querer admitir que el Director tenía algo de razón. Aunque confiara en sus crecientes poderes, aún no comprendía a cabalidad el funcionamiento del mundo sobrenatural que lo rodeaba. Su antigua obsesión con la normalidad le pasaba factura en esos casos, condenándolo a tener la continua desventaja de la ignorancia. Pero, incluso con todas las probabilidades en contra, estaba decidido a luchar al lado de Dasha hasta que pudieran cumplir sus objetivos.

―Detecto una presencia inmensamente maligna en los alrededores ―informó el Director, al cabo de unos minutos―. Pero no puedo distinguir su naturaleza.

―La casa de Isaac está a la vuelta de la esquina, ¿qué hacemos?

―Iré a investigar. ―El pez comenzó a nadar con dirección al cielo―. Mantente alerta, frívolo camarada.

―Sí, sí, ten una buena cacería, pescadín.

Francis suspiró y observó el suave movimiento del Director mientras desaparecía entre las nubes del firmamento. Hace un par de semanas, luego de hacer la promesa con Dasha, Francis había interrogado al ente cósmico sobre la mejor manera de hacerse más fuerte en poco tiempo. El Director conocía varios métodos distintos, cada uno más perverso que el anterior, pero al final se decantaron por el más sencillo: devorar raíces espirituales de otras entidades.

Si bien a Francis le parecía un acto algo villanesco que no iba de acuerdo a la visión heroica que tenía de sí mismo, su cromático compañero le había aclarado que se limitaría a dar caza a criaturas malignas. De todas formas, el Director no tenía la capacidad de devorar raíces espirituales completas, por lo que simplemente robaba parte del poder derivado del miedo de sus presas para luego dejarlas escapar con vida.

Tras continuar con su camino, Francis finalmente llegó a la casa de Isaac y tocó el timbre. Luego de unos segundos de espera, la puerta se abrió y fue recibido por Raquel, la hermana menor de su amigo.

―¡Oh, hola Frank! ―dijo ella, sonriendo―. ¡Pasa, pasa!

―¿Qué tal, Raquel? ―Francis ingresó a la casa―. ¿Dónde está Isaac?

―Mi hermano está en la sala con una chica.

―Ah, ya veo... Espera... ¿¡Una chica!?

Raquel asintió varias veces y luego bajó la voz, con actitud seria.

―Ha estado viniendo desde hace varios días a la casa, pero Isaac no me aclara si es su novia o algo así... ―Hizo un puchero―. Y tampoco me deja hablar con ella, ¿puedes creerlo?

Francis se mantuvo en silencio, completamente estupefacto. No podía imaginar quién podría ser la misteriosa desconocida que había logrado intimar con su misántropo amigo. Viendo que el chico se había perdido en sus reflexiones, Raquel se despidió y desapareció por unas escaleras que conducían al segundo piso. Francis, por su parte, decidido a descubrir la verdad tras el asunto, se dirigió con paso firme hasta la sala de la casa. Allí, tal como la hermana de Isaac había indicado, se encontraba una chica sentada plácidamente en uno de los sillones.

―Esas uñas negras, ese cabello bicolor, ese perverso pero inocente gesto de querer arruinar planes ajenos... ―Francis la señaló―. ¡Es Doggy! Y lleva el mismo vestido de siempre...

Barahometh suspiró pesadamente, observando al recién llegado con infinita molestia.

―Si me sigues llamando así, te arrancaré la lengua cuando te distraigas.

―Atrévete, chica perro demoniaca... ―espetó Francis, y luego se frotó la barbilla―. Supongo que tú eres a quien el Director detectó... De todas formas, ¿qué diablos haces aquí?

―Está de visita ―indicó Isaac, ingresando a la sala desde una entrada cercana. Dejó un plato repleto de galletas sobre la mesilla central y se sentó al lado de Doggy―. Bara ha estado viniendo diariamente desde hace una o dos semanas más o menos.

―¿Bara? ―Francis meneó la cabeza, incapaz de procesar la información―. ¿Me estás diciendo que te has estado encontrando a hurtadillas con la demonio que casi nos asesina y no me lo contaste, so traidor?

―¡Qué te lo voy a poder contar si ahora te la pasas todo el tiempo con Sugrobina! ¡Tú eres el único traidor aquí, capullo!

―Vaya amistad tan frágil es la que tienen ustedes ―comentó Barahometh, tomando una de las galletas para mordisquearla―. Aunque es divertido verlos discutir, sigan por favor.

―¿Y bien? ―Francis miró a Isaac con gravedad―. ¿Cuál es la razón por la que permites que un miembro de la especie más temida del planeta venga a visitarte?

―No veo el problema, Bara no se ha mostrado violenta y además nos ayudó la última vez contra los Justicieros Sociales. Como sea, le cae bien a Doggo.

Francis enarcó una ceja y se percató que el minúsculo perro de su amigo estaba acomodado a modo de gorro en la cabeza de Barahometh. El animal había hallado la manera de equilibrarse entre el cabello bicolor de la demoniaca chica, de modo que se encontraba profundamente dormido.

―¿Por qué tienes al enano ese ahí, Doggy?

―Qué se yo, creo que quiere que nos volvamos a fusionar para asumir el control de mi cuerpo ―dijo ella, chasqueando la lengua, y señaló a Francis―. Pero no es tan raro como llevar un murciélago gigante de mochila.

―¡Chica perro demoniaca! ―chilló Tera, muy ofendida.

―Creo que el nivel de absurdez ha sobrepasado los límites. ―Francis se frotó las sienes y suspiró. En eso, su celular sonó y él revisó la pantalla―. Dasha ya está en el lugar acordado. ―Miró a Isaac―. ¿Qué hacemos?

―Vamos yendo. Ven con nosotros, Bara.

La demonio ladeó la cabeza, dubitativa.

―No lo sé... Realmente estoy aquí como espía del Rey Negro, así que preferiría no llamar la atención en las calles.

―Mientras no te transformes en una cabra híper desarrollada no creo que haya mucho problema ―opinó Francis―. Mejor si vienes, así Isaac dejará de estar tan envidioso.

―¿Envidioso? ¿Yo? ―El aludido soltó una carcajada―. ¿Quién era el que decía que nunca caería ante los engaños de cierta vampiresa, y ahora anda de perrito faldero?

―¡Tú fuiste el maldito alcahuete que aportó a ese resultado! Y no voy de perro faldero, oye subnormal.

―Su discusión ya dejó de ser divertida ―masculló Doggy―. ¿Realmente son amigos?

―¡Por supuesto! ―afirmó Francis, levantando un pulgar―. Tener discusiones controversiales, ofensivas e ilógicas es parte vital de nuestra amistad.

―Así es, además nos sirve para recordar viejos tiempos ―añadió Isaac, asintiendo―. Cuando Frank y yo nos conocimos parecía que estábamos destinados a ser archienemigos.

Ambos rieron al recordar experiencias del pasado, a lo que Barahometh se limitó a murmurar que los seres humanos eran criaturas incomprensibles. A pesar de ello, la demonio aceptó acompañarlos y se pusieron en marcha.

―Algo no me cuadra ―dijo Doggy luego de unos minutos de caminata, cuando tuvieron que detenerse ante una calle plagada de tráfico―. Pensé que odiabas a la vampiresa, Radwimp. La última vez que los vi la acusabas de ser una pesada vampiresa farsante.

―Ah, sí, pero sucedieron algunas cosas... ―Francis se pasó una mano por el cabello―. Ahora tenemos una relación estable y nos hemos ido conociendo mejor, así que prefiero dejar el pasado en el pasado.

La demoniaca chica enarcó una ceja.

―A pesar de que, si mal no recuerdo, ella intentó mancillarte en la Razón de lo Absurdo de tu Director.

―¡El pasado en el pasado, maldición! Las cosas son distintas y hemos decidido tomarnos las cosas con calma, tanto así que lo máximo a lo que hemos llegado es a darnos abrazos.

―Detecto cierto grado de decepción en tu voz, Frank ―siseó Isaac con malicia―. ¿Por qué no le dices a Sugrobina que...?

―No, viejo, que si regresa a su versión anterior no podré vivir en paz.

―Igualmente no durarán mucho ―comentó Doggy―. Los Sugrobina son siervos de la Reina Verde. Tarde o temprano tendrás que dar un paso al costado para sobrevivir, Radwimp.

―Tengo confianza en mi poder ―aseguró Francis, inesperadamente serio―. Aunque no sepa cómo diablos funcionan las sociedades sobrenaturales, me aseguraré de obtener el mejor resultado posible. Ya sea por las buenas... o por las malas.

Barahomet soltó una burlona risilla pero no contestó. Finalmente el tráfico de la calle amenguó y pudieron continuar el recorrido. Al cabo de poco tiempo llegaron a su destino: una acogedora cafetería, donde Dasha los esperaba sentada ante una de las mesas del exterior. La vampiresa los saludó con la mano al notar que se acercaban, pero rápidamente se levantó de su silla con su rostro expresando una enorme sorpresa.

―Esas uñas negras, ese cabello bicolor, ese olor a perro hembra de granja... ―Señaló a Barahomet―. ¡Es la chica perro demoniaca! ¿Por qué estás vestida como las veces anteriores? ¿Acaso no tienes más ropa?

―Tengo la misma duda ―apoyó Francis con curiosidad.

La demoniaca chica chasqueó la lengua.

―Procesé la composición atómica de estas prendas, así puedo conservarlas si decido asumir mi forma real y luego retomar mi apariencia humana. ―Suspiró pesadamente―. Sería problemático tener que buscar nuevas vestiduras luego de cada transformación.

Francis se frotó el mentón, reflexivo.

―Pero ese vestido te lo dio la hermana de Isaac...

―La réplica de mi hermana de la Razón de los Colores ―acotó el chico―. Raquel realmente no conocía a Bara.

―Entonces... ―prosiguió Francis―. ¿Qué usabas antes de eso?

―No era capaz de asumir una forma humana. ―La demonio señaló al minúsculo Doggo que seguía durmiendo encima de su cabeza―. Es gracias a que me fusioné con él que obtuve esa habilidad.

―¿Y qué hay de eso? ―preguntó Dasha, señalando los pies de Doggy―. No usas zapatos.

Efectivamente, ella no poseía ningún tipo de calzado, dejando al descubierto sus níveos pies desnudos, cuyas uñas eran tan negras con las de sus manos.

―Prefiero mantener contacto directo con el suelo, así puedo analizar el espacio a mi alrededor en busca de posibles enemigos ―Ladeó la cabeza, ligeramente confundida―. Isaac me dijo que no había problema en estar así.

Francis miró a su amigo, con absoluto horror.

―¿Acaso tienes un fetiche de...?

―¡No, zascandil, no! Cómo únicamente la veo en mi casa supuse que podía estar descalza si quería.

―Pero así realmente llamarás la atención, Doggy ―consideró Francis.

―Ahora que lo pienso, si alguien de mi familia te descubre... ―murmuró Dasha, pensativa―. Entonces avisarán a Carth y no creo que te deje ir con vida nuevamente.

Francis e Isaac temblaron al recordar al gigantesco demonio con forma de serpiente alada que había derrotado a Doggy en el pasado. Ella, sin embargo, movió una mano con total desdén.

―Simplemente me atrapó desprevenida. La próxima vez que lo enfrente me aseguraré de dejar en claro mi superioridad.

Dasha frunció el ceño y afirmó que Carthaphilum era mucho más fuerte, cosa que hizo enfadar a Barahometh. Ambas comenzaron a discutir, mientras Francis e Isaac las escuchaban en silencio, preguntándose cuánto más iban a tardar.

―Nos podemos quedar aquí todo el día hablando sobre cabras y serpientes... ―dijo Francis, exasperado, luego de unos minutos―. O podemos comenzar con nuestra reunión oficialmente.

―Pero hasta ahora no sé por qué se han reunido ―indicó Doggy con curiosidad.

Dasha sonrió.

―¡Es por Mortum! ¡Vamos a celebrarlo juntos!

―¿Mortum? ―La demonio enarcó una ceja―. Ah, Halloween... ¿Quién fue el humano idiota que le cambió el nombre?

―Fue Alfred Mortum ―explicó Isaac con emoción―. Luego de que logró eliminar al Cónclave Masónico de...

―Camarada, no empieces tus clases de historia aquí ―siseó Francis―. No perdamos más el tiempo.

―Pero ahora tenemos un grave problema ―afirmó Dasha, preocupada.

Los demás la miraron, expectantes.

―Ya no podemos celebrarlo en mi casita de la Ciudadela Sugrobina ―continuó la vampiresa e hizo una seña con dirección a Doggy―. La descubrirán al instante y la despellejarán viva. Y a nosotros, por cómplices.

Todos se quedaron callados, conscientes de lo peligroso de la situación. Barahometh no parecía darle especial importancia al hecho de estar en territorio enemigo, pero tampoco estaba dispuesta a dejarse atrapar fácilmente metiéndose a la boca del lobo.

―Entonces... ―Francis se frotó el mentón―. Por el momento ponte zapatos, Doggy. Como es Mortum seguramente encontraremos algo interesante si vagamos por la ciudad.

La demonio asintió y, usando sus poderes, generó unas ligeras sandalias blancas que combinaban con su vestido. Se estaban preparando para irse de la cafetería, cuando Isaac se detuvo y llamó la atención de los demás.

―Esperen, ya que estamos juntos, ¿no sería correcto llamar a los otros miembros de nuestro grupo?

―Ah, el mago retrasado, el brujo idiota y Kiseki ―Francis se encogió de hombros y miró a Dasha―. ¿Qué opinas?

―Supongo que estaría bien, pero...

―Sería imposible convencer a los heraldos ―afirmó Doggy, observando sus recién adquiridas sandalias con molestia―. En teoría son mis enemigos, y probablemente se negarán a ingresar al territorio de la Reina Verde. Pero a la Seelenfresser supongo que sí podría contactarla.

La demonio explicó que realizaría un salto geográfico instantáneo a Nipón, siguiendo el rastro espiritual de Kiseki que había conservado de sus encuentros anteriores. Para ello buscaron algún lugar apartado donde no hubiera miradas indiscretas, y lo encontraron en la forma de un tranquilo parque embutido en medio de sendos edificios grises.

Al cabo de unos segundos, el proceso se completó satisfactoriamente y la chica mágica apareció junto a Doggy.

―¡Sugoi, sugoi! ―exclamó Kiseki al pisar tierra―. ¡Realmente fue un viaje rápido, Doggy-chan! ¡Ara! ¡Kon'nichiwa, Francis-kun, Isaac-san!

Ellos respondieron el saludo y la chica mágica miró a Dasha, ligeramente incómoda.

Kon... H-hola, Dasha-san.

―Hola, Kiseki, ha pasado un tiempo ―contestó la vampiresa con una sonrisa cordial.

Kiseki quedó impactada al escucharla pronunciar su nombre por primera vez desde que se conocían.

―¿Estás siendo amable conmigo, Dasha-san? Dōshite?

―Sucedieron varias cosas buenas y ahora mi personaje se ha renovado, o algo por el estilo.

La chica mágica, maravillada, se acercó a la vampiresa y la tomó de las manos.

―¿Puedo decirte onee-sama, Dasha-san? Onegai! Watashi wa itsumo ane ga hoshī to omotte imashita!

―¿Eh? No lo sé... Pero tampoco tengo problemas, aunque no he entendido nada... Si quieres...

Dōmo arigatō, onee-sama!

Kiseki soltó a Dasha y se aproximó a Barahometh.

―Entonces déjame llamarte onee-chan, Doggy-chan! Onegai shimasu!

­―¿Ah...? ¿A mí también? Bueno, al menos así dejarás de decirme Doggy...

Arigatō, onee-chan!

―¿Entonces? ―masculló Francis con exasperación―. ¿Vamos a buscar una forma de celebrar Mortum o prefieren seguir jugando a las hermanitas?

―Antes de eso mejor almorcemos algo ―propuso Isaac, recibiendo la aprobación de la chicas―. ¿Estás bien con eso, Kiseki? Considerando el cambio de horario...

―En Nipón es de noche ahora ―aclaró ella―. Y justo estaba pensando en cenar.

―¿Es de noche? ―Francis la observó de pies a cabeza―. ¿Y por qué llevas un uniforme escolar?

Ara! Soy una chica mágica, ¿has visto las series que nos toman como protagonistas? Watashi wa itsumo mesukōsei no kakkō o shite imasu!

Los demás la miraron sin comprender su explicación, e interrogaron silenciosamente a Francis, que parecía haber sido el único capaz de entenderla.

―Ha dicho que siempre lleva encima su uniforme de secundaria, o algo así ―El chico chasqueó la lengua―. En serio, larguémonos ahora o terminará Mortum sin que podamos celebrarlo.

Así lo hicieron y se dirigieron a la plaza de la ciudad, donde tuvieron algunas complicaciones para encontrar algún restaurante donde aceptaran la presencia de Doggo y Tera. Al finalmente hallar un local que admitiera animales, se toparon con un nuevo obstáculo: dado que ni Barahometh ni Kiseki tenían dinero, los otros tres estuvieron obligados a pagar por ellas. Al final su presupuesto se vio seriamente reducido, limitando considerablemente sus opciones de celebración.

―Y justo hoy Sasha se llevó mi tarjeta... ―murmuró Dasha, cuando salieron del restaurante.

Gomen'nasai! Watashi o yurushite, onee-sama! ―Kiseki bajó la mirada, avergonzada―. Es la primera vez que estoy en Auria y sólo tengo asias...

―No te preocupes, Kiseki, pediste sólo un plato ―dijo Francis y señaló a Barahometh―. ¡El problema es este maldito demonio caprino-perruno! ¡Comes como un cerdo, Doggy! ¿Acaso eres el demonio de la gula?

―Tranquilo, zascandil, baja el tono ―masculló Isaac―. Es cierto que Bara comió más que nosotros, pero no puedes insultar así a una chica.

Francis soltó una larga risotada, y Tera, colgada en su espalda, lo secundó con un silbido burlón.

―¿Chica? ¿Eso? Hasta Tera es más femenina.

―Me da igual lo que opines, Radwimp ―aseveró la demonio, impidiendo que Isaac continuara el hilo de la discusión―. Me invitaron, así que como mínimo deben alimentarme. A diferencia de ustedes, débiles criaturas, mi organismo exige una gran cantidad de nutrientes para subsistir.

―Vamos, tranquilicémonos todos, aún me queda algo de efectivo ―dijo Dasha para alivianar la tensión―. Demos un paseo para encontrar algo interesante, ¿sí?

Los demás aceptaron y se pusieron en marcha. Lamentablemente, la mayoría de locales que iban a realizar celebraciones exigían una cuota de entrada que el grupo no estaba en condiciones de pagar. La situación era tan crítica que se plantearon ir a festejar en la casa de Isaac o Francis, aunque este último alegó que no iba a permitir que un demonio como Doggy ingresara a su hogar bajo ninguna circunstancia.

Continuaron con su infructuosa búsqueda hasta que, por pura casualidad, encontraron un pequeño halo de esperanza. Se trataba de un servicio de turismo local que ofrecía un paseo guiado a un pueblo fantasma ubicado en las afueras la ciudad. El precio era considerablemente bajo, dado que la travesía tan solo duraba unas pocas horas y, además del transporte, no incluía servicio de alimentación.

Tras pagar sus respectivos pasajes y pugnar arduamente para que aceptaran a Doggo y a Tera, todos subieron a un autobús junto a una gran comitiva de personas. Luego de unos minutos de espera el viaje dio comienzo, animado por una mujer que iba explicando algunos detalles interesantes de la ciudad y sus alrededores, dando especial énfasis a los temas escabrosos y misteriosos.

―Como bien saben, Sugrobina fue fundada hace más de quinientos años por Arminius Sugrobina, antepasado del actual Lord Upyros X Sugrobina ―comenzó la guía―. Según se dice, los restos de Arminius se guardan como una reliquia en el edificio principal de la Ciudadela Sugrobina. Incluso se cuenta que se desarrolló un culto a su cadáver embalsamado en el año...

―Aunque realmente el abuelo Armin sigue vivo ―susurró Dasha a Francis, sentado a su lado, soltando una risilla―. A veces se le puede ver en la Ciudadela persiguiendo a las vampiresas jóvenes.

―Si observan por la ventana de la izquierda ―prosiguió la guía―, podrán ver las murallas negras de la Ciudadela Sugrobina en la lejanía. Toda esa zona está reservada únicamente a la familia del Lord y sus allegados de confianza. Se supone que, desde que la Ciudadela fue construida, ningún plebeyo ha sido capaz de ingresar o siquiera atisbar lo que hay en su interior...

Francis sonrió con suficiencia, consciente de que Isaac y él eran las únicas excepciones a esa regla. Miró por la ventana y se sorprendió al notar una peculiar neblina grisácea cubriendo la Ciudadela por encima de las murallas. Apenas se podían distinguir las siluetas de los edificios y las construcciones, aunque aquella bruma no parecía esparcirse a las casas exteriores que colindaban con los muros.

―¿Qué diablos es eso? Cuando fui con Isaac se veía claramente el cielo...

―Oh, es un método simple de protección ―explicó Dasha, adivinando a lo que se refería―. De lo contrario, cualquier persona podría ver a Carth mientras pasea.

―¿Ese demonio gigante se mueve libremente por la Ciudadela? Maldición, espero nunca encontrármelo.

―Pero Carth hace poco me dijo que quería hablar contigo ―dijo la vampiresa y rio a ver la expresión horrorizada del chico―. Tranquilo, esa vez intentó matarte como parte de su trabajo, pero realmente no es malvado.

―¿Acaso puede existir un monstruo que no sea malvado? ―masculló Francis.

Dasha sonrió con tristeza y se mantuvo silenciosa. Francis se maldijo a sí mismo por haber dejado escapar su característica falta de tacto, ya que el concepto de "monstruo" también incluía a los vampiros. Incluso, concluyó, él mismo podía ser considerado como algo monstruoso, dada su cósmica herencia materna.

―Como última curiosidad de la nobleza ―continuó la guía―, la leyenda más famosa de la ciudad recae en la supuesta naturaleza vampírica del Lord y su familia. De esa forma se busca explicar las enigmáticas muertes y desapariciones que se producen todos los años, además de que el halo de misterio que rodea a los herméticos Sugrobina los hace temibles y peligrosos. ­―Guiñó un ojo, disfrutando el efecto de angustia que había causado en el público―. Pero no deben preocuparse, mientras se mantengan alejados de la Ciudadela, es poco probable que se topen con un vampiro.

―Si supieran que tenemos a una preciosa vampiresa aquí ―susurró Francis, consiguiendo que Dasha emitiera una cantarina risa―. Ahora que lo pienso, los vampiros demoniacos no poseen colmillos porque no beben sangre... ―Miró atentamente la boca entreabierta de su novia―. ¡Pero tú sí tienes, Dasha!

―Es herencia de mi mamá ―explicó ella, jalando su mejilla derecha para que Francis viera perfectamente sus afilados pero estéticos caninos superiores―. Las Brujas del Caos tienen colmillos, aunque realmente no sirven para nada.

―Me sorprende que nadie en la escuela se haya dado cuenta.

―Algunas chicas me preguntaron sobre eso... Pero les dije que era una característica única de nacimiento.

El viaje transcurrió sin problemas mientras la guía continuaba narrando historias fantásticas de diversa índole. Si bien durante la primera media hora la gente del autobús le prestó especial atención, luego los ánimos fueron decayendo hasta que únicamente deseaban que el trayecto llegara a su fin. Cuando finalmente lo hizo, todos bajaron apresuradamente del vehículo encontrándose ante la entrada de un descuidado pueblo plagado de casuchas de madera.

Francis y Dasha buscaron entre la multitud a los demás y lograron dar con Isaac luego de unos segundos.

―¿Y las otras dos? ―preguntó Francis, llamando la atención de su amigo.

―Creo que viajaron juntas... ―Isaac observó a su alrededor―. Miren, allí están.

Se acercaron a ellas y las saludaron, pero parecían estar envueltas en una extraña discusión como para darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor.

―...Pero el heraldo me dijo eras una Seelenfresser ―argumentó la demonio―. ¿No utilizas a las Pesadillas para devorar las almas de los seres humanos?

Sore wa shinjitsude wa arimasen! Nosotras, las mahou shoujo impedimos que las Pesadillas corrompan la mente de las personas. Las souruītāzu son las Seelenfresser a las que te refieres, ellas sí devoran almas y son nuestras enemigas naturales. ―Kiseki quiso agregar algo más, pero se percató de la presencia de sus amigos―. Minasan wa mō koko ni imasu!

Ya reunidos se acercaron a la entrada del pueblo, donde la comitiva escuchaba con aburrimiento las interminables explicaciones de la guía. El grupo entero comenzó a pasear por el lugar, mientras la mujer continuaba hablando sobre los orígenes del caserío, así como las aterradoras historias que incluía. Luego de media hora de recorrido en la que lograron abarcar poco más de la mitad del poblado, la guía les dio la libertad de explorar la zona. Les aconsejó que no se alejaran demasiado de la entrada, porque dentro de otra media hora partirían, evento que sería anunciado con el claxon del autobús.

―Vaya estafa ―dijo Francis a sus amigos, mientras las otras personas se esparcían por entre las callejuelas terrosas―. Lo que nosotros hemos vivido hasta ahora da mucho más miedo que este lugar.

―No lo dudo, camarada. Por cierto... ―Isaac hizo un gesto disimulado con dirección a una de las casas de madera que los circundaban―. Allí hay alguien peculiar...

Todos dirigieron la vista al punto indicado, encontrándose con un hombre joven apoyado en la pared de la casucha. Estaba vestido con un largo abrigo profundamente negro que le llegaba hasta las rodillas, impropio dado el caluroso clima que se imponía incluso estando tan cercano el anochecer. El pantalón que sobresalía por debajo de los límites inferiores del abrigo también era negro, al igual que sus brillantes zapatos, pero lo que más llamaba la atención era el contraste que su oscura indumentaria tenía con el blanquísimo alzacuello que portaba.

―Es un sacerdote ―dijo Kiseki, confundida―. Pensé que en Auria era normal verlos porque el neocristianismo es la religión mayoritaria. ¿Por qué es extraño?

―Porque en Sugrobina no hay ni siquiera una iglesia ―explicó Francis, contrariado―. Espera, Doggy, tú eres un demonio. ¿No vas a tener problemas si te descubre?

―No es un caballero de alguna orden militar por lo que no podría enfrentarme, pero... ―La demonio frunció el entrecejo―. Si se ha atrevido a ingresar al territorio de la Reina Verde es que está aquí por algo en específico.

El sacerdote, como si supiera que estaba siendo observado, se alejó a toda prisa internándose en el laberinto de casas. Los chicos decidieron olvidarse del caso, ya que no les concernía, y eligieron una dirección al azar para explorar el pueblo. Mientras caminaban sacaron variados temas de conversación, ya que el lugar era mucho más aburrido de lo que esperaban.

―Entonces... ―Francis se frotó el mentón―. ¿Cómo es posible que no seas demonista, Doggy?

―¿Tendría sentido seguir una religión que adora a mi propia especie? ―Meneó la cabeza, causando que Doggo se aferrara con fuerza a su cabello bicolor para no salir despedido―. Prefiero no darle muchas vueltas al asunto, aunque tal vez pueda considerarme neocristiana.

Francis lanzó una carcajada, y Tera, colgada a su espalda, lo complementó con un chillido.

―Que cosa tan rara. Pero no tan complejo como el caso del bueno de Isaac.

Las chicas miraron al aludido con curiosidad. Este suspiró con cansancio, mientras pensaba en alguna explicación que no se alargara demasiado.

―Toda mi familia materna, incluida mi hermana menor, es sionista. A pesar de que vivo con ellos no me llaman mucho sus tradiciones. ―Se encogió de hombros―. Mi padre, en cambio, es neocristiano y forma parte del Círculo Científico de Maverick... Supongo que tengo más cosas en común con él.

Estaban por sacar un nuevo tema de conversación, cuando Barahometh se detuvo bruscamente y obligó a los demás a imitarla. Su rostro crispado contrastaba con los gestos confundidos de sus amigos, quienes no tenían ni idea de lo que sucedía. A los pocos segundos, Dasha y Kiseki también mostraron signos de temerosa preocupación, dejando aun más desconcertados a Isaac y Francis.

―¿Y bien? ―dijo este último―. ¿Alguien va a explicar qué diablos pasa?

―Cállate ―masculló Doggy, con la mirada ensombrecida―. Será mejor que nos alejemos de aquí.

Se encontraban en medio de un intrincado callejón que se dividía en varias vías por delante. Siguiendo la orden de la demonio, todos dieron media vuelta y retomaron sus pasos en silencio. Pero, al cabo de una corta caminata se vieron forzados a detenerse al ver que algo extraño y desagradable se interponía en su camino.

Se trataba de una corpulenta criatura de piel rosácea satinada de manchas grises, con la apariencia de un enorme cerdo bípedo en descomposición. Su cabeza deforme estaba repleta de pústulas verdosas que se extendían hasta la punta de su hocico repleto de baba. Las pequeñas manos de sus inusitadamente delgados y cortos brazos recorrían su rostro con vehemencia, reventando las pústulas en el acto, mientras que su amplia boca dejaba escapar continuos alaridos y gruñidos. Como estaba sentado en el suelo terroso, con su enorme espalda apoyada en una de las casas de madera, tenía el rango de visión mermado, de modo que no pudo percatarse de la presencia de los chicos.

―¿Pero qué diablos es esa maldita cosa? ―preguntó Francis sintiendo nauseas al percibir el olor nauseabundo que imperaba en la zona.

―Un Plaga... ―susurró Barahometh, inexpresiva―. Acostumbran abandonar sus imperios subterráneos durante estas fechas para recolectar alimento y para entretenerse... ―La demonio ladeó la cabeza―. Pero lo normal es que se introduzcan en los sueños de entidades inteligentes, no es común verlos al aire libre.

―¿Es peligroso, Bara? ―musitó Isaac.

―Los Plaga son fuertes, pero este... Este está aterrorizado... Y no soy yo el origen de su miedo...

En efecto, los alaridos que el cerdo deforme lanzaba eran tan agudos como un llanto. El dolor que expresaba era tal, que el miedo que había generado en los chicos comenzó a dar paso a la lástima.

Watashi wa sonoyōni ikitakunai... ―opinó Kiseki con timidez―. No creo que nos vaya a atacar mientras no nos acerquemos.

―Tomemos otro camino ―propuso Dasha, nerviosa―. Demos un rodeo y regresemos a la entrada del pueblo.

Los demás aceptaron la idea y dieron la espalda a la amorfa criatura para alejarse. Pero, en ese momento, el cerdo monstruoso logró verlos y se puso de pie, rugiendo con hostilidad. Ya que sus cortos brazos no le servían como armas, todo su poder de combate estaba concentrado en los enormes dientes que plagaban el interior de su hocico, que además exudaba una maloliente saliva verdosa, sin lugar a dudas venenosa.

El grupo retrocedió, amedrentado, pero Barahometh dio un paso al frente, confrontando los pequeños ojos amarillos de la bestia.

―No tienes tu suerte, Plaga ―dijo la chica, dispuesta a asumir su apariencia demoniaca si el monstruo se ponía violento―. Regresa a tu madriguera ahora si quieres vivir.

Como simple respuesta, el cerdo vomitó una ráfaga de líquido amarillo que cubrió a Doggy por completo. Sin esperar alguna reacción, el engendro procedió a mover frenéticamente sus delgados brazos para hacer un agujero en la tierra, por el que desapareció con increíble rapidez. El boquete causó el colapso de las casuchas de madera colindantes, que cayeron cerrando la vía por completo.

Viendo que el peligro había pasado, los chicos se acercaron a la demonio, temerosos de los efectos que el vómito había tenido sobre ella. Con una revisión rápida constataron que parecía estar en buen estado, salvo un pequeño detalle.

―¡Doggo no está! ―exclamó Isaac, observando la cabeza de la chica. Su rostro se contrajo en una mueca de angustia al asumir que su pequeño amigo canino había perecido debido al repulsivo ataque del cerdo―. Ni siquiera quedaron sus huesitos...

―Espera, algo no cuadra... ―dijo Francis, analizando atentamente el rostro manchado de la demonio.

El gesto de la chica, usualmente malicioso y burlón, había dado paso a una expresión que mezclaba curiosidad e inocencia con una buena dosis de estupidez.

―¿No era esa la cara que tenía cuando estaba fusionada con el perro? ―señaló Dasha.

―¡Es cierto! ―Francis asintió―. Esta es la antigua Doggy... que realmente era Doggo... ¡Doggo versión chica perro!

―Al menos eso significa que está vivo ―suspiró Isaac, aún preocupado―. ¿Y Bara?

Doggo levantó un dedo y entreabrió la boca, como si estuviera a punto de decir algo importante. Los demás lo observaron por unos instantes, hasta que soltó un femenino ladrido.

―Vamos Doggo, olvida tu estupidez natural de perro ―masculló Francis―. Dinos qué le pasó a Doggy.

―¡Conseguí obtener el control total! ―soltó Doggo, emocionado―. Ahora puedo... ―Se calló un segundo y frunció el ceño―. ¡Pero yo quiero usar este cuerpo un rato! ¿Ah? Pero... Bueno, está bien...

Una brillante luz lo cubrió por unos instantes, obligando a los demás a taparse los ojos. Cuando finalmente recobraron la visión descubrieron que el cuerpo humano de Barahometh había desaparecido y en su lugar se encontraba la minúscula figura perruna de Doggo.

―Despreciables Chernabogs artificiales ―masculló el perrito, con la voz de Doggy.

Francis se agachó a su lado y empujó al animal con un dedo.

―¿Y tú quién miércoles eres?

―Soy Barahometh, ¿acaso no te das cuenta?

―Ah, eres Doggy.

―¿Qué sucedió, Bara? ―preguntó Isaac, intentando aguantar la risa que le causaba ver hablar a su perro.

―Cuando el Plaga me atacó, tu Chernabog artificial aprovechó para forzar una fusión ―explicó la demonio, muy molesta―. Ahora estaremos así por al menos una hora. ―Chasqueó la lengua, lo que produjo un sonido similar a un gruñido―. Pero debemos salir de aquí cuanto antes. Muy pocas cosas pueden asustar a un Plaga, y no nos conviene toparnos con ninguna de ellas.

Se pusieron en marcha, intentando adivinar qué camino los conduciría a la entrada del pueblo. Ya que el pequeño cuerpo perruno de Doggy apenas podía seguir el ritmo de la marcha, Isaac se vio obligado a cargarla. Francis consideró que aquel hecho era perfecto para lanzar algún comentario ingenioso que ofendiese a la demonio, pero un sonido lejano lo interrumpió.

―Es el bus... ―musitó Dasha.

―¿Ya pasó media hora? ―Francis chasqueó la lengua―. Más les vale que no se atrevan a dejarnos aquí.

El ruido del claxon continuó haciendo eco por algunos minutos más, mientras los chicos se apresuraban en recorrer el intrincado laberinto de calles. Pero, cuando el silencio volvió a imponerse, tuvieron que aceptar que la comitiva ya se había marchado.

―Tal vez regresen con un nuevo grupo... ―opinó Isaac con nerviosismo.

Ya que nos les quedaba de otra, prefirieron aferrarse a aquel pensamiento. De todas formas, convinieron que lo mejor era salir del poblado y esperar al nuevo autobús cerca de la entrada. Para aquel punto, incluso Francis e Isaac podían presentir que algo no iba nada bien. Y sus sospechas se vieron confirmadas luego de recorrer unos pocos metros más y encontrarse con un objeto sumamente extraño.

Se trataba de un monumento de bronce de considerable tamaño, cuya base sobresalía de la tierra y se empotraba en la pared de una casa cercana. Su ennegrecida superficie estaba tan desgastada que apenas se podían distinguir sus detalles, pero a grandes rasgos parecía representar un cuerpo humanoide con cabeza de buey, con ambos brazos levantados. A la altura de su vientre se abría un profundo agujero, de cuyo interior parecía centellear algo similar a brasas ardientes de muy baja intensidad.

―Al menos no parece tan malo como el cerdo asquerosos de antes ―opinó Francis, sonriendo con nerviosismo.

Pero al ver la expresión de Doggy supo que no era así. Incluso con su cuerpo perruno, el miedo que brotaba de su gesto y el incontrolable temblor de su cuerpo anunciaban lo crítico de la situación. Dasha y Kiseki exteriorizaban un temor similar, pero su origen era más instintivo ya que no sabían exactamente lo que estaba sucediendo.

―Media vuelta... ―musitó Doggy―. Caminen despacio...

La obedecieron sin decir palabra. Francis, caminando con la mirada clavada en el piso, no pudo evitar pensar que el terror que denotaba la demonio era inaudito. Ella había sido capaz de enfrentar y derrotar a Dumblalf, Gandledore y al Director Cromático, además de incluso plantar cara a algo tan pavoroso como Carthaphilum. Por lógica, aquello que la estaba asustando tanto tenía que ser mucho peor que los anteriores.

Las reflexiones de Francis se vieron interrumpidas al notar que sus amigos se detenían bruscamente. Al levantar la vista se topó con que el mismo monumento de antes les estaba cortando el paso.

―¿Qué...? ¿Qué es eso, Bara? ―preguntó Isaac con un hilillo de voz.

―Retrocedan ―susurró Doggy, ignorando la pregunta―. Eviten hablar.

―Puedo llamar a mi padre para que envíe a Carth ―propuso Dasha, aterrada―. Contra él...

―Retrocedan ―repitió la demonio―. Ahora.

Retomaron sus pasos hasta llegar a una encrucijada de caminos. Siguieron por el que Doggy les indicó, pero al cabo de un rato su andar fue nuevamente interrumpido por el monumento. Al intentar regresar a la encrucijada descubrieron, horrorizados, que el camino de vuelta también había sido cerrado por la estatua metálica. Sin importar si avanzaban o retrocedían, el buey de bronce se erigía hostilmente en el centro de la callejuela, silencioso y cada vez más cercano.

Decidieron mantenerse quietos en el centro de la calle desde donde no podían ver el monumento. Pero un rítmico ruido metálico les anunciaba que, lenta e imparablemente, aquella cosa se acercaba a su posición.

―Tienes que explicarnos qué está sucediendo, Barahometh ―dijo Francis, mortalmente serio.

―Es un Infernal... ―musitó Doggy, con un tono apenas audible―. Un Infernal...

―Entonces, ¿también es un demonio? ―preguntó Isaac, consternado.

Barahometh meneó su pequeña cabeza.

―Antes del Gran Cataclismo el término estaba generalizado, pero... Los demonios somos criaturas vivientes con libre albedrío, tenemos cuerpos físicos propios y formamos parte del universo material... Los Infernales son... existencias enteramente corruptas, sin formas físicas ni mentes definidas. Ni siquiera son criaturas o entidades, simplemente son... extensiones del Concepto del Mal.

Un estruendo los hizo sobresaltar a todos. Sus aterradas miradas se dirigieron al origen del ruido y se encontraron a la estatua de buey a unos pocos metros de ellos. El fuego de su interior se había hecho más potente, emitiendo un brillo entre negruzco y rojizo que parecía esparcirse por las casas cercanas a modo de corrosión. Una corrosión que se iba acercando vorazmente mientras dejaba escapar un virulento olor a carbón y azufre.

Repentinamente, un individuo vestido de negro emergió de una de las casas circundantes y se interpuso entre el monumento y los chicos. Era el sacerdote que habían visto antes, el cual se persignó y miró fijamente al buey de bronce.

Regna terrae, cantate Deo ―pronunció con tono imperativo―, psallite Domino, Tribute virtutem Deo.

El fuego de la estatua volvió amilanar su potencia, pero comenzó a emitir un ruido grave, como el de lejanos tambores y débiles campanas.

―Váyanse ―dijo el sacerdote, volteando hacia los chicos―. ¡Ahora! ―Su atención regresó al buey―. Exorcizamus te omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis legio, omnis congregatio y secta diabólica.

Ellos se mantuvieron estáticos, incapaces de reaccionar. Doggy, consciente de que no podían malgastar esa oportunidad, les ladró para que se pusieran en marcha.

―¡Kiseki, usa tu arma para abrirnos un camino a través de las casas! ―ordenó.

H-hai!

La chica mágica adoptó su forma especial y, con el poder de su rifle, hizo explotar las casuchas de madera que tenían a lado. Doggy ordenó a todos que dejaran de perder tiempo y se internaran en las ruinas.

Ergo perditionis venenum propinare Vade, satana, inventor y magister omnis fallaciae, hostis humanae salutis.―pudieron escuchar mientras se alejaban.

Kiseki continuó disparando a las casas que obstruían su camino, hasta que finalmente pudieron alcanzar los límites del pueblo. Soltaron un suspiro de alivio al verse liberados del peligro, pero el miedo volvió a apoderarse de ellos al escuchar, acercándose a lo lejos, el rítmico sonido metálico del monumento maldito. Sin lugar a dudas, los esfuerzos del sacerdote habían sido superados por el ser maligno.

―¿Qué hacemos ahora, Bara? ―preguntó Isaac, pero ella no emitió ninguna respuesta.

―¡Dinos qué hacer, Barahometh! ―espetó Francis.

Nadie movió un músculo, mientras el ruido del buey de bronce se iba haciendo cada vez más fuerte. Entre los escombros de madera que habían dejado para salir del pueblo, fueron capaces de atisbar las potentes llamaradas que emergían del interior de la estatua. Y, a cada parpadeo, el atroz monumento se acercaba más y más, corrompiendo todo a su paso. Sin apuro. Sin detenerse. Sin piedad.

En eso, el grupo entero sintió que el suelo perdía consistencia bajo sus pies y terminaron hundiéndose. Ingresaron a un espacio completamente negro, donde no podían atisbar mayores detalles que ellos mismos. El inmenso horror que los había invadió al notar la inesperada situación amenguó cuando pudieron ver los peces del Director Cromático nadando alrededor suyo.

―Director... ―musitó Francis, sintiendo que nunca había estado tan feliz de ver a su absurdo compañero.

―Están a salvo ―afirmaron los peces, con sus burbujeantes voces―. Ya estamos lejos del pueblo, los soltaré ahora cerca de la ciudad.

Los chicos asintieron en silencio, todavía conmocionados por lo que acababan de atravesar. El Director los devolvió al mundo real, pero se detuvo cuando Francis le hizo una señal al quedarse solos.

―¿Fue esa cosa la entidad maligna que detectaste?

―Así es, aunque claramente no era una "entidad" como tal. ―Los peces se retorcieron―. Por fortuna era un Infernal en muy malas condiciones, de lo contrario no hubiera podido intervenir a tiempo.

―Realmente soy débil ―musitó Francis, con una sonrisa amarga―. Ni siquiera me propuse confrontarlo...

―No hubieras conseguido nada haciéndolo. Yo tampoco hubiera sido capaz de hacerle frente. Ni siquiera un Chernabog como Barahometh tenía oportunidad. ―El Director se calló―. Incluso los Reyes Demonio tienen problemas para combatir a los Infernales que infectan sus territorios. No te desanimes, prometedor camarada, ¿dónde está tu espíritu de lucha?

Francis suspiró y espantó a los peces que danzaban alrededor suyo.

―Está bien, recibir tu lástima es demasiado ridículo.

―Malagradecido camarada. Por el momento somos peces pequeños en un mar hostil, pero con tiempo y esfuerzo podremos llegar a devorarlos a todos.

―Eso suena demasiado villanesco. ―Francis volvió a suspirar―. Pero tienes razón, mantengamos el ritmo de caza.

El Director emitió un chirrido. Mientras Francis regresaba al mundo real, se preguntó qué clase de atrocidades incompresibles existían en el universo. Y que otras cosas, aun peores, pululaban fuera de este. Pero, su mayor duda era si, en algún momento, podría llegar a ser él mismo incluso más peligroso que todas ellas.

Infernales curiosidades que hacen temblar a los demonios

- El Infernal que apareció en esta OVA se llama Molochinxin.

- En la mayoría de los casos, los Infernales son asexuados y asexuales (pero pueden reproducirse). En cambio, los demonios tienes sexos definidos y lo único en lo que piensan es en preservar su especie.

- Cuando los Infernales marcan a sus víctimas, las persiguen hasta que uno de los dos es destruido (algo así como los T-Rex).

- Kiseki tiene 20 años, lo que la hace la mayor del grupo (sin contar a Barahometh, que debe tener un aproximado de 500 años). A pesar de eso, la chica mágica siempre lleva su uniforme escolar porque es una neet (una nini, ni estudia, ni trabaja). Sobrevive de las recompensas que obtiene por cazar Pesadillas.

_*Probablemente agregue más curiosidades sin ningún Infernal resulta ofendidx*_

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