OVA 6: Es muy absurdo celebrar un cumpleaños en un nido de vampiros
OVA 6: Es muy absurdo celebrar un cumpleaños en un nido de vampiros (o la Razón por la que se me acabaron las ideas para dar títulos a los capítulos)
Francis e Isaac caminaban lentamente por las calles de la ciudad al atardecer, charlando sobre cosas banales referidas a la escuela y a las series de animación nipona que acostumbraban ver. Los temas de conversación acabaron rápidamente al cabo de pocos minutos y su caminata continuó en silencio, hasta que notaron que las casas y edificios daban paso a lujosas mansiones y casonas de estilo gótico.
―Estamos entrando a territorio noble ―indicó Isaac, observando con curiosidad a su alrededor―. Me pregunto cuántas de estas personas estarán relacionadas a los Sugrobina.
―Malditos vampiros, infiltrándose en la sociedad ―masculló Francis, acomodando a Tera, quien se había vuelto un complemento usual que siempre llevaba alrededor de los hombros.
Por fortuna para ellos, la gente con la que se cruzaban no parecía tener ninguna característica monstruosa o una actitud hostil. A lo mucho les dirigían miradas curiosas, reacción normal de los nobles al toparse con plebeyos tan jóvenes en sus dominios. Si bien no existía alguna prohibición legal para el pópulo de ingresar a los distritos reservados para la nobleza, no era común que alguien tuviera tal osadía sin un motivo de suma importancia.
―¿Cómo vamos a hacer? ―preguntó Isaac luego de unos segundos―. ¿Nos plantamos en la puerta principal de la Ciudadela Sugrobina y exigimos que nos dejen entrar?
―Dasha me dijo que podemos usar una de las entradas secundarias. ―Francis sacó su celular y revisó un mapa―. Uno de sus familiares nos va a dar paso libre.
―Ya veo, aunque... ―Isaac carraspeó―. No tengo problemas con Sugrobina ahora que ha dejado de ser peligrosa, pero no me agrada mucho la idea de meternos en un nido de vampiros.
―No te preocupes, camarada. El Director Cromático nos mandará a la Razón de los Colores ante cualquier señal de peligro.
Isaac no pudo evitar soltar una carcajada al escuchar el nuevo apodo del Director y de la Razón. Francis le había contado la historia sobre sus padres y su anormal naturaleza hace unos días, y desde entonces no había podido evitar considerar todo aquello algo demasiado cómico.
―¿Qué le vas a regalar a Sugrobina? ―preguntó Isaac, considerando sensato cambiar de tema dado que a su amigo le molestaba que se burlaran de su situación―. Espero que no sea alguna chorrada.
Francis extrajo una pequeña cajita del bolsillo de su casaca y la sostuvo en la palma de su mano.
―Es un collar de pedrería dorada ―explicó―. Lo escogí porque a Dasha le van bien los accesorios que son del color de sus ojos.
―Eso es increíblemente serio y romántico de tu parte, colega ―consideró Isaac, enarcando una ceja―. Sugrobina va estar muy feliz.
―Ya te dije antes que decidí tomar en serio mi relación con ella.
Continuaron caminando, mientras observaban los exagerados detalles que adornaban las casas y edificios cercanos. Esto los llevó a iniciar una discusión sobre el efecto que el despilfarro económico de los nobles tenía sobre la sociedad krossiana, lo que terminó convirtiéndose en una tertulia sobre posibles sistemas sociopolíticos que podrían mejorar la calidad de vida en Krossia a nivel nacional.
Luego de unos minutos, su ilógica y revolucionaria conversación finalizó de improviso al encontrarse ante las murallas de la Ciudadela Sugrobina. Por cultura general sabían que Lord Upyros Sugrobina vivía en aquellas tierras privadas, junto a su inmensa familia y sus allegados más cercanos. Por lo general, resultaba imposible que simples plebeyos ingresaran al terreno bajo ninguna circunstancia, pero decidieron continuar su travesía con dirección a la entrada secundaria que Francis tenía marcada en el mapa de su celular.
―Me pregunto por qué estarán pintadas de negro ―comentó Isaac, observando las imponentes murallas―. Ni en la red ni en los libros de historia lo explican bien.
―No están pintadas, están hechas de Piedra de Rencor ―contestó Francis, lanzando un bostezo―. Dasha me dijo que ese material sirve para repeler criaturas cósmicas y poderes divinos, o algo así.
Tras caminar un poco más finalmente llegaron a la entrada que buscaban, la cual parecía estar reservada para vehículos. Además de unos grandes portones de reja también había una pequeña caseta de vigilancia cerca de una puerta de madera negra disimulada en la piedra de la muralla. Francis e Isaac dudaron un instante, tras lo que se aproximaron a la caseta en cuyo interior hallaron a un hombre uniformado de negro, sentado y leyendo una revista.
―Disculpe ―dijo Francis, intentando llamar la atención del guardia a través de la ventanilla.
―¿Quién demonios son ustedes? ―espetó el hombre, al percatarse de la presencia de los chicos.
―Soy Francis Radwimp, y él es Isaac Deguise. Estamos aquí porque...
―Al diablo con sus razones para estar aquí. ―El guardia se levantó, dejando ver que llevaba una pistola enfundada en su cinturón―. Lárguense ahora si no quieren tener problemas.
―Pero sólo hemos venido para...
El uniformado endureció su rostro y se preparó para lanzar más amenazas, pero fue interrumpido al abrirse la puerta de la muralla desde el interior. De allí emergió una joven muchacha de largo y lacio cabello rubio, vestida con una ligera blusa turquesa y unos ajustados pantalones vaqueros.
―Tranquilo, Dave, vienen por Dasha ―dijo la chica, parándose frente a la caseta. Tras ello dirigió sus ojos azules a Francis e Isaac y les sonrió―. Vamos.
Ambos, confundidos, la siguieron mansamente a través de la puerta negra y pudieron ingresar a la Ciudadela Sugrobina. El lugar era tal como lo describían los rumores: amplias aéreas verdes repletas de árboles y flores, recorridas por caminos asfaltados para vehículos y adornados pasos de adoquín para peatones, alrededor de elegantes residencias y caserones que se repartían de forma organizada en toda la zona.
―¡Oh, olvidé presentarme! ―dijo la joven, deteniéndose y girando para observar a los chicos―. Soy Anastasya Sugrobina, pero pueden decirme Sya. ―Ladeó la cabeza con curiosidad―. Ustedes son Francis e Isaac, ¿verdad?
―Así es... ―respondieron ellos al unísono.
―¡Realmente son interesantes! ―Señaló a Francis―. Tú hueles a algo muy extraño. ―Señaló a Isaac―. Tu aroma es el de un humano, pero pareces tener mucho contacto con un Chernabog. ―Observó a Tera―. ¡Y ella es la murciélaga gigante de la que tanto he escuchado! No es tan bonita como imaginaba...
―¡Vampiros zascandiles! ―chilló el animal.
Francis e Isaac se miraron mutuamente con una ceja enarcada. Si bien la chica no parecía ser peligrosa, su personalidad tan animada los había dejado sin saber cómo reaccionar. Tenían una imagen mental más sanguinaria y violenta de los vampiros, pero ambos prefirieron guardarse esos pensamientos de momento.
―Eres muy directa ―comentó Isaac, intentando sonar cordial.
―Me lo dicen mucho. ―Sya comenzó a contar con los dedos―. Que me falta tacto, que no se ser diplomática, que debo pensar antes de hablar... ¡Pero yo creo que la honestidad es lo más importante! ―añadió, hinchada de orgullo.
―Mientras no intentes devorar nuestra sangre con honestidad, no tendremos problemas ―espetó Francis en voz baja.
―¡Oh! Yo nunca haría eso ―respondió ella meneando la cabeza, lo que generó una multitud de destellos dorados―. Mi padre, Zavod Sugrobina, y todos los miembros de nuestra rama familiar somos anti-hemomancia. Creemos que los vampiros pueden convivir en la sociedad como humanos completamente corrientes... Aunque eso nos crea dificultades con las otras facciones...
―Así que eres una anormal... ―comenzó a decir Francis.
―Que hecho tan intrigante ―interrumpió Isaac, para evitar que su amigo soltara alguno de sus clásicos comentarios ofensivos―. Por cierto, ¿eres prima de Sugrobina?
―¿De Dasha? ―Sya lanzó una risilla―. Soy su sobrina.
―¿Sobrina? ―Francis la miró de pies a cabeza―. Pareces como de veinticinco años.
―¡Adivinaste mi edad a la primera! ―La vampiresa dio unas palmaditas―. Lo que pasa es que mi abuelo, Lord Upyros Sugrobina, tiene un harén inmenso que le permite tener descendencia continua; al fin y al cabo, es prácticamente inmortal. Dasha es una de las hijas más jóvenes del Lord, pero como es la hermana menor de mi padre, resulta ser mi tía incluso si yo soy mayor.
―Malditos vampiros con su maldita y compleja sociedad ―masculló Francis, tras lo que suspiró con cansancio―. ¿Vamos a quedarnos a hablar aquí hasta que anochezca?
―¡Oh, lo siento! ―Sya se puso en marcha e hizo una seña a los chicos para que la siguieran―. Tenemos que reunirnos con Dasha.
Caminaron a través de las majestuosas edificaciones siguiendo la guía de la vampiresa, quien comenzó a hablar sin parar de diversos temas sin conexión alguna entre sí. Cada tanto se cruzaban con otras personas, pero estas parecían evitar pasar demasiado cerca del grupo, e incluso unos pocos llegaban a huir aterrorizados.
―¿Me parece o estos vampiros tienen más miedo de nosotros que lo que nosotros deberíamos tenerles a ellos? ―comentó Isaac.
―Es natural, los vampiros menores son especialmente cobardes ―explicó Sya, como si resultara obvio―. Más aun cuando se topan con criaturas cuya raíz espiritual es inidentificable.
Francis chasqueó la lengua.
―Entonces me temen a mí, no sé si eso es bueno o malo... Espera, ¿vampiros menores?
―Son aquellos que ya no poseen pureza de sangre, pero como en teoría siguen siendo de la familia se les permite vivir en la Ciudadela Sugrobina como parte de la servidumbre ―Sya sonrió―. Al fin y al cabo, un vampiro demoniaco que no pertenece a un Clan Vampiro no dura mucho tiempo en el mundo exterior.
Continuaron la travesía hasta toparse con una edificación gigantesca, de por lo menos una docena de pisos, que se extendía hasta perderse en el horizonte. Su puntiagudo estilo gótico y sus tonos entre negros y rojizos le brindaban un aspecto intimidante, que sin lugar a dudas exudaba peligro por todos sus lados. Aquel era el legendario edificio principal, donde habitaba el Lord, sus decenas de hijos y sus centenares de nietos.
―¿Vamos a celebrar el cumpleaños de Sugrobina en el edificio principal? ―preguntó Isaac con un hilillo de voz.
―Imposible ―aseveró Sya, inusitadamente seria, mientras se desviaba por un camino que rodeaba la edificación―. Eso sería un suicidio, incluso para mí. Ni siquiera a mi padre le gusta acercarse mucho a ese lugar.
―Que suicidio ni que ocho cuartos ―espetó Francis―. Gracias al Director Cromático yo puedo hacer lo que me da la gana sin temer ningún castigo.
Para demostrarlo llamó a su absurdo compañero, esperando que los peces de colores apoyaran sus palabras, pero nada sucedió. Confundido, Francis volvió a intentar invocar al Director un par de veces más, sin ningún tipo de éxito.
―No creo que puedas utilizar tus poderes aquí ―consideró la vampiresa―. Toda la Ciudadela está construida con Piedra de Rencor, así que nada cósmico puede actuar en la zona. ―Ladeó la cabeza―. Tal vez si se desactivara el sistema de defensa podrías...
―Espera, espera, espera ―musitó Francis, aterrado―. ¿Me estás diciendo que Isaac y yo nos acabamos de meter a un nido de vampiros sin que mi plan de huida tenga validez? ―Frunció el ceño―. Dasha no me advirtió directamente sobre eso... Eso me pasa por confiar en ella...
―Vamos, no creo que sea tan problemático ―aseveró Isaac, aunque el gesto de temor en su rostro parecía expresar lo contrario―. Es decir, si hasta ahora seguimos vivos es porque los Sugrobina malvados pretenden dejarnos en paz, ¿no?
Ambos chicos clavaron sus miradas en Sya, esperando una respuesta clara.
―Sí, supongo... ―Forzó una sonrisa al ver el gesto desesperanzado de los otros dos―. ¡Ustedes cuentan con la protección del Director Absurdo...! Pero será mejor que no tropiecen con el Lord ni con sus hijos. Así que no se preocupen y... ¡Miren! Ya hemos llegado.
Se encontraban ante una pequeña casita de madera oscura que apenas podía escapar de la sombra que proyectaba el edificio principal. Estaba rodeada de flores y, a cada lado de la puerta de ingreso, tenía amplios ventanales ahumados que no permitían vislumbrar el interior. Parecía contar con sólo un piso, pero su techo alto le daba una apariencia peculiar y entrañable, como una acogedora casa de fantasía.
―Esto desentona con el lugar entero ―observó Francis.
―Es el hogar de Dasha ―indicó Sya, acercándose a la puerta.
―¿Sugrobina no vive en el edificio principal? ―preguntó Isaac, sorprendido.
―¿No lo sabían? Ella es... ―La vampiresa calló al notar la confusión en el rostro de los chicos―. Vamos, entremos.
Sya abrió la puerta, revelando el interior de la casa. El recibidor se ensanchaba en una estancia gigantesca delimitada en dos zonas determinadas, teniendo al fondo un pasillo que contactaba con las habitaciones. A un lado se ubicaba una amplia sala, con mullidos sillones negruzcos dispuestos alrededor de una mesilla baja, junto a un gran televisor de pantalla plana empotrado a la pared. Al otro lado se encontraba una moderna cocina bien equipada, que compartía espacio con una larga mesa de comedor cubierta por un mantel rojizo. Dasha estaba allí, arreglando algunos cubiertos dispuestos en la superficie de la mesa.
―¡Francis! ―exclamó ella, acercándose a él para darle un potente abrazo.
―Tus abrazos me quitan años de vida, Dasha ―musitó él, escuchando el tronar de sus huesos―. Pero no puedo negar que la sensación vale la pena...
Tera, asustada, se separó de los hombros de su dueño e intentó volar al techo, pero Dasha logró atraparla antes de concretar su huida.
―Hola, Isaac ―dijo la chica, inmovilizando a la murciélaga que no dejaba de lanzar chillidos―. Gracias por guiarlos, Sya. Me aterraba la idea de que se encontraran con obstáculos en el camino...
―Justamente sobre eso ―dijo Francis, frotándose la adolorida espalda―. No me dijiste que era imposible invocar al Director Cromático dentro de la Ciudadela.
―Pero te advertí que la Piedra de Rencor impide el uso de poderes cósmicos. ―Dasha soltó a Tera, quien voló hasta refugiarse con Isaac, y se colocó una mano en la mejilla―. Supuse que lo habías tomado en cuenta.
―No supongas que yo supondré cosas que van más allá de mi comprensión, por favor.
―Si tan sólo prestaras más atención a lo que te digo...
―¡Debemos darte tus regalos, Sugrobina! ―exclamó Isaac, sintiendo la tensión―. Venga, Frank, tú primero.
Francis suspiró y le entregó la pequeña cajita a su novia. La vampiresa la abrió, emocionada, y sus ojos brillaron al descubrir el collar de pedrería dorada en su interior. Francis le ayudó a colocárselo alrededor del cuello, y ella le agradeció profusamente haberle dado un regalo tan bonito.
Al momento de llegar el turno de Isaac, este sacó lo que parecía ser un libro envuelto en papel de regalo rojo y se lo alcanzó a Dasha. Ella lo recibió, curiosa, y rasgó la envoltura para extraer el tomo.
―Viejo, ¿y yo soy el ofensivo? ―dijo Francis, observando la portada del libro con una ceja enarcada.
―¿Qué hay de malo? ¡Es perfecto! ―prorrumpió Isaac―. Escrito por el infame doctor VanBlutung, es el increíblemente difícil de conseguir "Cómo enfrentar cazadores de vampiros y sobrevivir en el intento". Aunque no lo crean, es un libro serio que recoge diversas leyendas y folclore para llegar a conclusiones de carácter sociocientífico ―añadió, al notar la mirada incrédula de Francis y Dasha.
―¡Oh! ¡Parece tremendamente útil! ―indicó Sya, sonriendo con inocencia―. Aunque nunca en mi vida he conocido a un cazador de vampiros... ¿Realmente existen?
―Si ustedes son reales... ―consideró Francis.
―Bueno, como sea, gracias Isaac. Es un regalo... interesante ―dijo Dasha, dejando el libro sobre una repisa cercana―. Ahora siéntense ―señaló la mesa del comedor―, la cena ya está lista.
―Te ayudaré a servirla ―ofreció Francis―. Sólo espero que el sabor a metal no sea tan fuerte.
―No te preocupes, Sya me ayudó a prepararla.
La aludida asintió con vehemencia, lo que significó nada para Francis, ya que no le parecía que la participación de otra vampiresa pudiera hacer distinto el resultado. Pero, para evitar problemas, se guardó sus comentarios y acompañó a Dasha a la cocina.
La velada transcurrió apaciblemente, con conversaciones triviales pero gratificantes durante la cena que, increíblemente, mantuvo un sabor agradable para el paladar humano. Poco después de concluir la comida, notando que el anochecer ya había llegado, Francis e Isaac asumieron que lo mejor sería despedirse para poder irse. No obstante, sus planes se vieron interrumpidos por el inesperado sonido de un timbre.
Dasha se apresuró a entreabrir la puerta de la casa y empezó a conversar animadamente con la persona que había llegado. Isaac y Sya, por su parte, se dedicaron a alzar los platos y cubiertos de la mesa para llevarlos al lavavajillas. Francis, en cambio, se levantó de la silla en la que había estado sentado para acercarse a la entrada principal, curioso de saber con quién estaba charlando Dasha.
En eso, la vampiresa abrió más la puerta y permitió ingresar al visitante. Se trataba de un alto hombre joven, de largo cabello negro y piel pálida. Llevaba encima un atuendo de cuero y tela tan oscuro con su cabello, complementado por una capa carmesí a la espalda, y una cimitarra envainada a la altura de la cintura. Sus ojos, de brillantes iris rojizos, reflejaban seguridad y orgullo lo que, junto a su porte altiva, le brindaba un aura intimidante. El extraño, apenas puso pie en el interior de la casa, descubrió la presencia de Francis y se acercó a él dando grandes zancadas.
―¿Eres tú quien cree ser el pretendiente de Dasha? ―preguntó con voz gruesa, irguiéndose a tan solo unos centímetros del confundido chico para remarcar la docena de centímetros que diferenciaban sus alturas.
―¿Pretendiente? ―Francis tragó saliva, incapaz de sostener la mirada fiera de su interlocutor―. No sé cómo explicarlo bien...
―Él es mi hermano, Vlad ―dijo Dasha, y luego tomó a Francis de un brazo―. Vlad, él es mi novio, Francis.
―¡Por todos los cielos! ―exclamó Isaac, acercándose a ellos―. ¡Es el Prints Vládimir Sugrobina! ¡El Primer Heredero de Lord Sugrobina!
En ese momento el timbre volvió a sonar, por lo que Dasha fue a atender nuevamente. Vlad mantuvo su intimidante mirada sobre Francis, por lo que el desdichado muchacho intentó pedir ayuda a Isaac mediante señas desesperadas. Este se encogió de hombros, incapaz de pensar en algo, y transmitió el silencioso mensaje a Sya, que se encontraba cerca.
―¡Vlad, llegaste tarde para la cena! ―dijo ella, señalándolo―. Aunque como sólo preparamos cuatro porciones fue algo conveniente...
―¿Dónde está Sasha? ―preguntó el vampiro, sin abandonar su porte arrogante.
―Estuvo por aquí en la mañana, pero tras el almuerzo se fue sin decir nada. ―Sya se giró para mirar a Francis e Isaac―. Por cierto, Sasha es la hermana gemela de Dasha.
―¿¡Qué diablos!? ―exclamaron ambos ante la inesperada revelación.
―Y Vlad en realidad es su medio hermano ―añadió la rubia vampiresa.
―Sueltas demasiada información a gentuza ajena a la familia ―masculló el aludido, molesto.
Francis, armado de valor, iba a responder algo, pero se percató que Dasha le hacía una seña con una mano desde la entrada de la casa. Considerando que era una oportunidad perfecta para escapar del aura intimidante de su vampírico cuñado, se apresuró a acercarse a la chica.
―Francis, mi mamá quiere hablar contigo.
―¿¡Tu mamá!? ―Empalideció―. Espera, no estoy emocionalmente preparado...
―No te preocupes, es muy amable. Te está esperando afuera.
―¿No vas a estar tú? La idea de hablar a solas con una vampiresa adulta no es de mi agrado.
―Mi mamá no es una vampiresa ―aseguró Dasha, ladeando la cabeza―. ¿No te lo dije? Bueno, no importa, ve tranquilo.
La chica abrió la puerta por completo y se hizo a un lado, pero Francis se mantuvo dubitativo. Conocer a Sya y a Vlad, con sus personalidades tan disparejas, le generaba una profunda confusión con respecto a la postura que debía mantener ante los Sugrobina. Pero, tras unos segundos de duda, se convenció a sí mismo que, luego de interactuar con demonios y entidades cósmicas, realmente presentarse ante la madre de su novia tampoco era algo tan complicado.
Finalmente, tras tomar una gran bocanada de aire, Francis salió de la casa. Se sobresaltó al escuchar que la puerta se cerraba tras de sí, y su temor aumentó al notar la reducida iluminación del exterior que provenía básicamente de los farolillos que bordeaban un camino cercano, y las luces que emergían del interior de la vivienda. A pesar de ello, no le resultó difícil distinguir a la que, supuso, era la madre de Dasha, esperándolo a un lado de la entrada.
Era una mujer relativamente joven, un poco más alta que Dasha pero sin llegar a alcanzar la altura de Francis. Su cabello, ondulado y profundamente escarlata, destacaba por sobre la semioscuridad reinante, al punto que parecía emitir una tenue iluminación propia.
Francis tragó saliva y decidió acercarse a ella, repasando mentalmente la mejor y más cordial forma de presentarse. Al acortar la distancia notó que los ojos de la mujer eran de un color dorado tan intenso que era imposible sostenerle la mirada sin quedar encandilado, además de que contrastaban con las sombras azabache que los delineaban que, más que maquillaje, parecían ser manchas naturales de su pálida piel.
Al notar a Francis aproximándose, la mujer sonrió cálidamente y levantó una mano con sus dedos índice y medio apuntando hacia el piso, a modo de un símbolo de paz invertido. Al hacerlo, una extraña pulsera plateada que ella portaba en la muñeca, con apariencia de grillete metálico, hizo tintinear los eslabones de cadena que llevaba sujetos. Ya que estaba vestida con una especie de saya color vino de estilo antiguo que dejaba descubiertos sus brazos y la mitad inferior de sus piernas, Francis pudo notar que en su otra muñeca y en sus tobillos llevaba el mismo tipo de pulseras. Además, la nívea piel de sus extremidades estaba plagada de lo que a simple vista parecían ser tatuajes rojizos de letras y símbolos, pero al verlos mejor llegaban a adquirir el aspecto de cicatrices delgadas pero profundas.
―Buenas noches, mi nombre es Zarak Karamov ―se presentó ella, mientras que Francis continuaba analizándola con una mezcla de curiosidad y fascinación―. Dasha me ha hablado mucho de ti, Francis Radwimp.
El chico dio un respingo al escucharla y apartó la mirada, asumiendo que había sido descortés observarla con demasiado detenimiento.
―Eh... bueno... Yo soy Francis... Pero ya sabe quien soy... ―Carraspeó, cohibido―. No esperaba conocerla hoy, lo siento.
―No te preocupes, es mi culpa por haber venido sin avisar. ―Zarak ladeó la cabeza, observando a Francis a los ojos, y sonrió―. Pero realmente deseaba conocer al posible salvador de Dasha.
―¿Salvador?
―Mis hijas y yo tenemos una posición algo complicada dentro de la familia Sugrobina. Dasha siempre ha deseado alejarse de la influencia del Clan, por eso decidió estudiar en una escuela común en lugar de continuar en un centro exclusivo para nobles. ―La mujer se detuvo por unos segundos, y dirigió su mirada al sombrío edificio principal, que se erigía amenazadoramente detrás de la casa de madera―. Así pudo conocerte. Me alegra que le hayas dado la oportunidad de amar y ser amada... Espero que en algún momento Sasha, su hermana, también pueda disfrutar algo similar... ―Su mirada dorada regresó a Francis, que se mantenía escuchándola, anonadado―. Lo siento, he comenzado a divagar. Creo que tienes algunas preguntas que hacerme, ¿verdad?
―Ah... sí, creo... ―El chico se frotó la barbilla―. Dasha dijo que usted no es una vampiresa...
―Así es, no lo soy. ―Zarak levantó uno de sus brazos e hizo tintinear la cadena que colgaba de su pulsera metálica―. Soy una Bruja del Caos, última sobreviviente de la extinta Secta Karamov.
Francis enarcó una ceja, repasando sus conocimientos generales a toda prisa. Sabía que las Sectas del Caos actuaban principalmente en los territorios del Gran Imperio y Gran Zarato Rojo, pero, además de lo inmensamente peligrosas que eran, no tenía mayor información sobre el tema.
―Y sobre... Bueno, usted se presentó como Karamov... ―El chico se pasó una mano por el cabello, sin saber exactamente cómo formular su interrogante―. Pero como Dasha es hija de Lord Upyros Sugrobina, entonces usted... digo, su apellido...
La mirada de Zarak se ensombreció ligeramente, y Francis se maldijo a sí mismo, temiendo haber tocado un tema demasiado sensible. Para su fortuna, tras un instante la mujer volvió a esbozar su amable sonrisa luego de suspirar con pesadez.
―Es tal como parece, no soy una de las esposas de Lord Sugrobina. Al menos me permitió conservar ese atisbo de libertad.
―Entiendo...
El viento comenzó a soplar con un poco más de intensidad, causando que el cabello color sangre de Zarak se meciera con suavidad.
―Parece que es hora de retirarme ―dijo ella―. Fue un gusto conocerte, Francis, espero que tengamos la oportunidad de volver a conversar en alguna otra ocasión.
Francis asintió en silencio, y Zarak volvió a formar el símbolo de paz invertido con una mano. Tras eso, ella comenzó a alejarse caminando con parsimonia hasta quedar iluminada por los farolillos del camino. Allí, dio media vuelta y volvió a mirar al chico.
―Aunque puede que seas su salvador, recuerda que no tienes la obligación de ser el héroe que Dasha necesita ―musitó, aunque él fue capaz de oírla a la perfección―. Al final, no todas las personas tienen a la felicidad como parte de sus destinos.
Sin más, la mujer hizo una leve reverencia y comenzó a recorrer el camino, hasta perderse tras una esquina del edificio principal. Francis, por su parte, había quedado ligeramente conmocionado sin una razón específica, por lo que se mantuvo reflexionando en silencio sobre las enigmáticas cosas que la mujer le había dicho.
―Francis, ¿mi mamá ya se fue? ―dijo Dasha, causando que el chico diera un sobresalto―. ¿Qué te pareció? ¿Verdad que es muy amable?
―Ah, sí, bueno... Al menos no me amenazó de muerte, que era el peor caso que me había planteado.
―¡Ella nunca haría algo así! ―exclamó la vampiresa, haciendo un puchero―. El que sí lo va hacer en algún momento es mi padre.
―Eso no me anima, preciosa ―suspiró Francis―. Tu madre realmente tiene un aire noble a pesar de no ser krossiana... Aunque sus pulseras son adornos algo extraños porque parecen...
―Grilletes, eso es lo que son ―afirmó Dasha, inexpresiva―. Simbolizan su condición en la familia y sellan casi todas sus habilidades. Ella es una prisionera que Lord Sugrobina tomó con la intención de mejorar su estirpe añadiéndole sangre del caos.
Francis quedó perplejo.
―Espera... ¿Me estás diciendo que el Lord... forzó a tu madre?
―No fue precisamente así, se puede resumir más como un pacto de beneficio mutuo ―indicó la chica, con la mirada ensombrecida―. Según lo que me contaron, las huestes de la Reina Verde del Gran Zarato Rojo destruyeron casi por completo a toda la Secta Karamov. Mi mamá, como única sobreviviente, iba a correr el mismo destino, pero Lord Sugrobina la puso bajo su protección. De alguna forma, él salvó su vida a cambio de su libertad.
―Creo que ese no es el concepto correcto que se tiene de "salvar".
―Lo sé, por eso me desagrada llevar el apellido Sugrobina. No soy más que un producto que mi padre, el Lord, utilizará en algún momento para beneficiar al Clan... ―Dasha esbozó una triste sonrisa―. Pero eso no importa ahora. Aprendí a ser realista y abandoné el sueño de mi infancia que... ―Se calló―. Volvamos adentro. Isaac comenzó a entrevistar a Sya y Vlad para escribir su propio libro sobre vampiros, es divertido darle información contradictoria...
Ella dio media vuelta para regresar a la casa, pero Francis la tomó de un brazo con suavidad.
―¿Cuál era tu sueño de infancia, Dasha?
―No importa, es sólo una tontería...
―Quiero escucharlo.
Dasha bajó la mirada, dubitativa.
―Yo... Yo creía que en algún momento podría revivir a la Secta Karamov. De esa manera lograría confrontar a mi padre para que liberara a mi mamá y a mi hermana... ―Chasqueó la lengua―. Pero ya sé que es imposible, por eso...
―Te ayudaré, entonces.
―¿Qué?
―Te ayudaré, Dasha. ―Francis sonrió con suficiencia―. Soy un descendiente de esos malditos monstruos cósmicos llamados Nyark, y tengo al débil pero útil Director Cromático como camarada. ―Tomó a Dasha de los hombros―. Puedo ayudarte a cumplir tu sueño.
Ella lo observó directamente a los ojos.
―No... No es tan sencillo como parece.
―Ha de ser realmente complicado, eso lo tengo claro. Aunque no es imposible.
―Pero...
―Ser realista no te quita el derecho a soñar. ―Le colocó una mano en la mejilla―. Dasha, te prometo que haré todo lo posible para que seas feliz... Incluso si para eso tengo que quebrarle los huesos a un maldito Lord Vampiro o partirle el alma a un condenado Rey Demonio.
Dasha intentó decir algo, pero se limitó a menear la cabeza mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. Acercó su rostro al pecho de Francis y lo abrazó con fuerza.
―Francis... Yo... siempre quise escuchar algo como eso, pero... Mi sueño es difícil de cumplir, seguramente tendremos que pasar por muchas cosas atroces y habrá momentos en los que perderemos todas las esperanzas... A pesar de que este es sólo mi problema... ¿Tú...?
―Estoy dispuesto a seguir contigo hasta el final, Dasha.
―¡Francis! ¡Te amo! ¡Realmente te amo!
El chico sonrió y le acarició la cabeza.
―Yo también te...
En ese momento, la puerta de la casa se abrió con violencia para dar paso a un eufórico Isaac, quien sostenía un cuaderno de apuntes en una mano. Tera, que estaba acomodada alrededor de sus hombros, al ver la cercanía entre Francis y Dasha, lanzó un chillido de celos y se apresuró a volar para separar a su amo de su vampírica rival.
―¡Mira esto, camarada y compañero! ―exclamó Isaac, moviendo el cuaderno mientras se acercaba a Francis―. ¡Con esto podré escribir un libro aun mejor que el del doctor VanBlutung!
―Viejo, arruinaste el ambiente ―masculló Francis, luchando con Tera, y suspiró―. Dasha...
―Bueno, creo que es mejor que se pongan en marcha ―indicó la chica, limpiándose las lágrimas con rapidez―. Al anochecer es cuando los Sugrobina más peligrosos salen a merodear por la Ciudadela.
―¿¡En serio!? ―preguntaron Isaac y Francis al unísono, acompañados de un "Vampiros Zascandiles" por parte de Tera.
―¡Pero no tienen por qué preocuparse! ―afirmó Dasha―. Vlad los acompañará a la salida y con él absolutamente nadie se mete.
―¿Por qué čorty tengo que escoltar a este par de prosaicos plebeyos? ―espetó Vlad, que había salido de la casa junto a Sya.
Dasha hizo un puchero.
―Por favor, hermanito.
Vlad desvió la mirada.
―No es mi problema...
―¡Si no eres amable con los demás se te caerán los colmillos, Vlad! ―exclamó Sya, señalándolo.
―Los vampiros demoniacos no tenemos colmillos... ―masculló el hombre, pero al final levantó ambas manos con resignación―. Está bien, los acompañaré, pero no me hago responsable si son asesinados por casualidad en el camino...
Dasha y Sya continuaron discutiendo con él, instándolo a ser cordial con otras personas. Por su lado, Francis e Isaac se mantuvieron apartados, esperando que la confusa contienda verbal llegara a su fin para poder retirarse cuando antes.
―Los vampiros sí que son raros, ¿no? ―dijo Isaac, y su gesto reflejó sorpresa tras ver a su amigo―. ¡Madre mía, Frank! Nunca antes te había visto sonreír así, ¿qué diablos pasó?
―Nada, nada... ―Francis observó la palma de una de sus manos y cerró el puño con fuerza―. Pero creo que por primera vez me he propuesto un objetivo de vida. Y pienso cumplirlo.
Perturbadoras curiosidades que perturbaron a la perturbación
- Dasha cumple 18 años.
- Lord Upyros Sugrobina tiene varios hermanos que también viven en la Ciudadela junto a sus familias, pero son mucho más débiles que él.
- Zarak Karamov cayó prisionera a los 14 años, y a los 15 tuvo a Dasha y Sasha. Durante el transcurso de esta OVA tiene aproximadamente 33 años.
- Los vampiros demoniacos no beben sangre.
- El hecho que se el mayor título nobiliario de Krossia sea el de "Lord" en lugar de "Boyardo" (título usado en el Gran Imperio y Gran Zarato Rojo), implica la intervención de la República Imperial de Londres en algún momento de la historia.
- El punto anterior me lo acabo de sacar de la manga, la verdad simplemente quería usar la palabra "Lord".
_*Tal vez agregue más curiosidades si no recibo nuevos ataques de vampiros*_
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