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OVA 5: Es muy absurdo que un padre le cuente a su hijo cómo conoció a su madre

OVA 5: Es muy absurdo que un padre le cuente a su hijo cómo conoció a su madre (o la Razón por la que tus padres siempre serán más raros que tú y viceversa)


Francis abrió los ojos, somnoliento, y lanzó un largo bostezo. Había tenido un extraño sueño sobre explosiones de colores que lo había dejado atontado, por lo que se demoró unos segundos en despertar por completo. Cuando por fin lo consiguió, se sentó en su cama parsimoniosamente y volvió a bostezar, observando a su alrededor con pereza.

―Buenos días, Maldita Murciélaga... ―Carraspeó―. Quiero decir, Tera ―dijo, mirando a su exótica mascota.

La murciélaga tenía un espacio improvisado en una esquina de la habitación, con una barra metálica que le servía para sostenerse boca abajo y una superficie terrosa en un recipiente cóncavo donde guardaba sus frutas. Al recibir el saludo de Francis, Tera se despegó de la barra y voló para envolverse en los brazos del chico, emitiendo gorjeos.

―¿Cómo diablos haces para despertar por las mañanas si los murciélagos son nocturnos? ―dijo él, intentando despegarse del cariñoso animal―. Aunque con todo lo que he vivido, ya ni me sorprende.

Luchando para mantener a Tera quieta, Francis consiguió ponerse ropa casual y salió de su habitación con la murciélaga sujeta a sus hombros. Mientras bajaba las escaleras para llegar al primer piso, observó de reojo un peculiar cuadro colgado en la pared que había llamado su atención desde que tenía memoria. Representaba a una joven muchacha vestida con un holgado polo blanco que le cubría el torso y las piernas hasta poco antes de las rodillas, sentada en el alfeizar de una amplia ventana, observando al exterior.

Según su padre, él y la madre de Francis, quien además era la modelo retratada, habían realizado la pintura cuando se conocieron. Aquello resultaba difícil de creer, ya que la obra tenía más la apariencia de una fotografía coloreada digitalmente, que la de un trabajo hecho a mano. Por eso, el chico siempre había sospechado que aquella supuesta pintura escondía algún misterio que, de cualquier forma, no le interesaba resolver.

Tras llegar al primer piso, Francis se dirigió a la cocina donde encontró a su madre, Chroma Radwimp, preparando la mesa para el desayuno.

―¡Buenos días, Frankie! ¡Buenos días, Tera! ―exclamó ella al verlo, con la alegría que la caracterizaba―. Es increíble que te despiertes temprano un día feriado. ¿Acaso hoy sucederá una desgracia?

―Sí, sí, lo que digas, mamá. Buenos días.

Francis suspiró y se sentó en su lugar acostumbrado de la mesa. Para matar el tiempo se dedicó a observar a su madre mientras hacía los quehaceres. Siempre le había parecido una persona muy peculiar, no sólo porque tenía la apariencia de una pequeña y delgada chica subdesarrollada de quince años, sino porque su cabello variaba naturalmente entre una tonalidad castaña y una rosácea, además de que en contadas ocasiones su nívea piel parecía emitir leves brillos multicolores como reflejo de sus emociones. Como acostumbraba usar infantiles vestidos de una sola pieza que dejaban al descubierto sus brazos y hombros, era común que la gente a su alrededor terminara enceguecida por aquellos extraños resplandores cromáticos.

Si bien Chroma era una mujer inteligente y responsable que sabía cómo tomar las riendas de la familia cuando se lo proponía, Francis a veces la sentía más como otra hermana menor que como una madre. Por ello, tanto él como Milaya se habían visto obligados a valerse por sí mismos, debido principalmente a que sus padres, ambos artistas, acostumbraban salir a exposiciones y exhibiciones que se celebraban a lo largo del país recurrentemente. Pero, más allá de todo eso, a Francis siempre le había resultado curioso, e incluso increíble, que una mujer de apariencia tan pueril y frágil como su madre hubiese sido capaz de tener dos hijos.

―Mamá ―dijo Francis, al cabo de unos minutos de intensa reflexión―. ¿Cuántos años se supone que tienes?

―Oficialmente tengo treinta y cuatro años ―contestó ella, dándose la vuelta para hacer el símbolo de la paz con ambas manos.

―Si yo tengo diecisiete, entonces... ―Francis se frotó la barbilla―. ¿No quiere decir eso que papá hizo algo ilegal?

―¿Qué quién hizo algo ilegal? ―dijo el padre de Francis, ingresando estrepitosamente a la cocina desde el pasillo.

―¡Frankie te está acusando, Fernand! ―clamó Chroma, con fingida indignación, agitando su cabello rosáceo―. No puedo creer que me haya casado con un criminal...

―Me declaro inocente de casi todos los cargos, su señoría ―manifestó Fernand, levantando un brazo porque el otro lo tenía ocupado sosteniendo un lienzo―. Por cierto, terminé mi nueva obra.

―¡A ver! ―exclamó Chroma con emoción.

―Por favor, que no sea tan perturbadora como siempre... ―añadió Francis meneando la cabeza.

El hombre alzó el cuadro, muy orgulloso. La pintura lo retrataba a él mismo sentado en un trono plateado con una copa de oro en una mano, vestido con una túnica blanca que dejaba al descubierto su musculoso pecho. A su alrededor estaban pintadas diversas versiones de Chroma en distintas poses, observando con éxtasis al protagonista central.

―Lo titulo... "La razón por la que todo hombre merece casarse con al menos una menor de edad sin ir a la cárcel" ―concluyó, con una enorme sonrisa.

―Muy bien, llamaré a la policía ―indicó Francis, sacando su celular.

―Vamos, vamos, tómalo con calma, Frankie ―dijo Chroma, observando la pintura con curiosidad―. En términos mentales, soy millones de años mayor a tu padre.

―Yo creo que ambos son igual de retrasados ―espetó el chico, a lo que Tera emitió un silbido burlón―. Ya ven, hasta el animal está de acuerdo.

―Mal, realmente mal, hijo mío ―dictaminó Fernand y dejó el lienzo a un lado―. Si continuas con esa actitud tu novia te terminará dejando. ―Colocó un brazo alrededor de los hombros de Chroma―. Y entonces te quedarás solo de por vida, incapaz de formar una familia maravillosa tal como yo lo he hecho. ¿A que soy genial?

―Oh, Fernand, me vas a hacer sonrojar ―gorjeó Chroma, emitiendo brillos por todos lados―. O explotar, lo que sería malo para todos.

Francis chasqueó la lengua, maldiciendo a Milaya quien, durante una cena hace ya varias semanas, les había contado a sus padres sobre la existencia de Dasha. Al chico no le hubiera importando que ellos se enteraran si tan solo fueran personas normales, pero con lo raros e infantiles que eran, resultaba increíblemente molesto soportar sus comentarios burlones prácticamente a diario.

Francis consideró seriamente la opción de regresar a su cuarto y encerrarse hasta la hora del almuerzo, ya que sus padres habían comenzado a coquetear frente a él. Afortunadamente, el timbre de la casa sonó en ese preciso instante, lo que le dio una excusa para huir de la cocina hasta llegar a la entrada principal.

―¡Dasha! ―exclamó Francis con absoluta sorpresa, tras abrir la puerta―. ¿Qué haces aquí?

―¡Rival Dasha! ¡Rival Dasha! ―chilló Tera, haciendo un cómico puchero con su hocico de zorro.

―Quería verte y supuse que estarías en tu casa ―explicó la vampiresa con un gesto de preocupación―. Lo siento, debí haberte avisado antes.

―No... No importa. ―Francis carraspeó―. Decidí tomar esto en serio, así que creo que recibir una visita sorpresa de mi novia es algo bueno.

Ambos bajaron la mirada, ruborizados. Francis no pudo evitar esbozar una sonrisa al considerar que la nueva personalidad Dasha le resultaba muy agradable. A diferencia de la vampiresa obsesiva y sociópata que había conocido en el pasado, desde su primera cita oficial la chica había adquirido una actitud mucho más dulce, sosegada y femenina. Si bien en ciertas ocasiones tenía estallidos que la devolvían a su salvajismo original, estos resultaban ser eventos entretenidos más que problemáticos.

―¡Ah! También vine para otra cosa ―dijo Dasha, para romper el silencio―. Como hoy es feriado pensé que me podría presentar oficialmente ante tus padres.

El gesto de Francis se endureció.

―No tengo problema en que tú los conozcas a ellos... Pero no creo que sea buena idea que ellos te conozcan a ti. ―Meneó la cabeza, ante la confusa mirada de la chica―. Son raros, muy raros. Creo que mi antigua obsesión con la normalidad se debía a su atroz rareza. Y lo peor de todo es que son un equipo perfecto al momento de burlarse de los demás... Como Milaya, pero en versión profesional.

―Saber eso sólo me causa mucha curiosidad ―contestó Dasha, riendo.

―Muy bien, intenta no hablar mucho ni mirarlos a los ojos, huelen el miedo. ―Francis se hizo a un lado para permitirle ingresar―. Mientras antes terminemos, mejor.

La vampiresa asintió luego de lanzar otra risa cantarina, y ambos se dirigieron a la sala. Francis supuso que resultaría más conveniente llamar a sus padres uno por uno para enfrentarlos con facilidad, pero al voltear notó que la puerta que daba a la cocina se estaba abriendo.

―Hijo mío, ¿cómo te atreves a huir cobardemente? ―Fernand abrió mucho los ojos al percatarse de la presencia de Dasha―. ¿¡Pero que ven mis oídos!?

―¿Qué pasó? ¿Quién se murió esta vez? ―preguntó Chroma, asomándose desde detrás del hombre―. Que sepan que no esconderé el cadáver nuevamente.

―Muy... ¡Muy buenos días! ―exclamó Dasha, haciendo una graciosa reverencia―. Mi nombre es Dasha Sugrobina y soy... soy...

―Es mi novia ―complementó Francis, analizando el lenguaje corporal de sus padres para adelantarse a cualquier tipo de reacción desagradable.

―¡Por todo lo que es bueno y sagrado en este mundo! ―soltó Fernand, con fingida solemnidad―. Una de las hijas del perverso Lord Upyros X Sugrobina en mi casa... Y con mi desdichado hijo, que no heredó ninguna de mis maravillosas dotes artísticas...

―Ya sabías que Dasha es una Sugrobina ―señaló Francis, inexpresivo―. ¿De qué te sorprendes?

―No arruines el ambiente, pequeño aguafiestas. Yo sólo sigo el guión.

―Que interesante ―dijo Chroma, observando a Dasha de pies a cabeza―. Así que los Sugrobina realmente son un Clan Vampiro.

Francis y Dasha se sobresaltaron, completamente sorprendidos.

―Espera... ―El chico meneó la cabeza―. Yo nunca mencioné nada de eso.

―Lo sé por su raíz espiritual ―explicó su madre, con un tono que implicaba obviedad―. Aunque es algo peculiar para ser una vampiresa...

―¿Su qué...?

―No es humana... ―murmuró Dasha, mirando a su suegra con confusión.

Se impuso un incómodo silencio que se prolongó durante varios segundos, interrumpido ocasionalmente por los silbidos de aburrimiento que Tera lanzaba. Finalmente, Fernand carraspeó para atraer la atención de todos los presentes.

―Parece que ha llegado la temida hora de la verdad. ―Miró a su hijo con seriedad―. Es momento de que te cuente cómo conocí a tu madre.

―Por favor, que no sea alguno de tus delirios de pseudo-artista megalómano ―espetó Francis―. No tengo idea de que está sucediendo y exijo una explicación racional.

Su padre asintió, con el gesto de seriedad aún en su rostro.

―Sentémonos.

Así lo hicieron, ubicándose Dasha y Francis en un sillón frente a Chroma y Fernand, sentados en otro.

―¿Cómo hacemos? ―preguntó el hombre, mirando a su esposa.

―Creo que narrarlo desde mi perspectiva sería muy, pero muy extraño ―opinó ella, haciendo ondear su cabello rosáceo―. Cuéntalo todo tú, cariño.

―Muy bien... ―Fernand carraspeó―. Todo esto sucedió cuando yo era joven y hermoso... Es decir, más joven y hermoso de lo que soy actualmente...

―Vamos, anciano, no tenemos todo el día ―mascullo Francis, zarandeando a Tera para que lo apoyara con sus chillidos.

―Calla, pequeña sabandija ―repuso su padre y carraspeó nuevamente―. Como venía diciendo, cuando yo era joven...

* * * * * * *

* * * * *

* * *

*

Cubrir el lienzo con variados y vivos colores era lo único que me hacía sentir vivo en aquel entonces. Podía pasar horas seguidas expresando mis más profundos pensamientos y sentimientos a través de la pintura. Supongo que el constante apoyo de mis padres y amigos me inspiró a convertir aquello que empezó como una simple actividad de tiempo libre en mi camino profesional, lo cual agradezco infinitamente. Sin lugar a dudas, desde el comienzo mi destino estaba consignado a ser completamente cromático.

Ser un artista en el competitivo mundo de la pintura aquí en Krossia no es una tarea sencilla. Por lo general, los torneos pictóricos importantes y las galerías famosas prefieran contar entre sus filas con reconocidos nobles, pero a pesar de todo pude labrarme cierto renombre. De esa forma, al cumplir veinticinco años, finalmente podía decir con orgullo que verdaderamente era un pintor profesional.

Entonces, tan solo un año después de aquel logro, la inspiración me abandonó por completo sin razón aparente. Todos los coloridos pensamientos que invadían mi mente a cada segundo se esfumaron, dejándome vacío y desesperado. Ni siquiera las sinceras palabras de aliento de mis amigos más cercanos conseguían quitarme la sensación de impotencia que me embargaba. Ver el lienzo completamente en blanco frente a mí resultaba una tortura que se alargaba sin atisbo de final, hasta que me rendía miserablemente, prometiendo que al día siguiente todo volvería a la normalidad.

Era consciente de que, tarde o temprano, aquello me llevaría directamente a la más profunda locura. Por ello, con tal de oponerme al cruel destino que parecía aguardarme, me marché de mi ciudad natal con la esperanza de hallar la inspiración que había perdido en algún otro lugar. Luego de un año de mucho buscar, confundido y sin más fondos, terminé en un pequeño pueblucho incrustado entre las montañas, cercano a un bosque y un cristalino lago.

Pero, a pesar de la magnificencia del lugar, que sin dudas habría despertado la creatividad del más hosco de los hombres, el efecto que tuvo en mí fue prácticamente nulo. Me encerraba por días enteros en el pequeño apartamento que había alquilado, saliendo apenas para hacerme de suministros, pero el arte se negaba rotundamente a volver a mí. Cada segundo que pasaba sin poder plasmar algo en el lienzo carcomía parte de mi alma. Sin detenerse. Sin piedad alguna.

Llegué a pensar que mi situación no tenía remedio. Pero la simple idea de estar condenado a vivir una existencia gris sin poder volver a pintar me sumergía en la más profunda melancolía y me llenaba de enfurecida desesperación. Comencé entonces a buscar alguna forma de solucionar mi desgracia, paseando continuamente alrededor del pueblo en busca de algo, cualquier cosa, que llamara mi atención.

Fue durante uno de esos interminables y solitarios paseos nocturnos que la conocí. Recuerdo que la luna llena se erigía con absoluto esplendor en el oscuro cielo, sin ninguna nube que se interpusiera en su camino. No era una noche fría, pero tampoco era cálida, logrando así un equilibrio de temperatura maravilloso. Pero ni siquiera todos aquellos agradables detalles eran suficientes para despertar mi fenecida creatividad.

No estoy seguro de la razón que me impulsó a observar el cielo, pero en algún momento mi mirada perdida captó un peculiar brillo en el despejado firmamento. Pensé que se trataba de una estrella fugaz, un evento realmente común en aquel paraje de fantasía, pero una parte dentro de mí intentaba creer que era algo más. Un pequeño fuego de esperanza logró mermar momentáneamente mi desaliento y me instó a perseguir aquella inusitada luz tan llamativa. Era mi última oportunidad antes de perder la cordura por completo. Era mi apuesta final. Un todo o nada.

Corrí fuera del pueblo a toda prisa, y atravesé el bosque cercano hasta llegar a una amplia pradera. Entonces me detuve a recuperar el aliento y noté que el brillo del cielo se hacía cada vez más potente y detallado. Pude advertir que estaba compuesto de variados colores, algunos conocidos y otros indescriptibles que nunca antes había visto ni imaginado. Por alguna razón aquello me hizo sonreír y, dentro de mí, pedí fervientemente que me mostrara algún camino para recobrar la inspiración.

La luminosidad multicolor pareció destellar como respuesta a mi deseo y su tamaño aumento aun más. Fue entonces que me percaté que estaba cerca de caer a tierra, pero tuve la fortuna de hacerme a un lado para esquivar el impacto y la posterior onda de choque. Como resultado, buena parte de la pradera fue reducida a cenizas, alrededor de un pequeño cráter que había dejado la colisión del brillo venido del cielo. De puro milagro resulté ileso. Sí, realmente todo fue un verdadero milagro.

Con desconfianza, empecé a caminar sobre el terreno incinerado hasta llegar a los límites del boquete. Esperaba encontrar alguna especie de meteorito en forma de roca o incluso un satélite artificial de alguna potencia mundial, pero lo que realmente se hallaba en el centro del agujero iba más allá de mis expectativas.

Se trataba de una joven muchacha durmiente.

Calculé que debía rondar los quince años más o menos. Su cabello era largo y lacio, de un suave color castaño cobrizo, tan claro y brillante que parecía adquirir ciertas tonalidades rosáceas. Le caía grácilmente cubriendo su desnudo cuerpo de piel pálida, el cual desprendía delgados y coloridos filamentos de luz que se deshacían a su alrededor. Me mantuve expectante, observándola con absorta curiosidad, hasta que despertó y se estiró perezosamente.

―¡Oh! Un humano... ―dijo, al percatarse de mi presencia.

Desvíe la mirada al notar que se levantaba para acercarse al borde del cráter. Lo escaló con facilidad y se plantó frente a mí, sin mostrar vergüenza alguna por su desnudez.

―Espera... ­―dije, quitándome rápidamente mi abrigo para entregárselo―. Ponte esto, al menos.

Ella, sonriendo ampliamente, obedeció y se cubrió con la prenda.

―Me sorprende que no estés asustado. Creía que los humanos eran cobardes por naturaleza.

―Estoy tan impresionado que no sé cómo reaccionar ―respondí, considerando que tal vez estaba sufriendo una alucinación producto de la locura―. Por cierto, ¿quién eres?

―Es una pregunta difícil... Darte mi denominación existencial no tendría sentido alguno. ―La chica hizo ondear su cabello rosáceo―. Dame un nombre.

―¿Yo?

Ella asintió con una sonrisa luminosa en el rostro. Dudé, al todavía estar inseguro de la veracidad de la experiencia que estaba viviendo. De cualquier forma, pensé, incluso si se trataba de un inminente síntoma de demencia, resulta mucho mejor que pudrirme en medio de la soledad y la desesperación. No tenía nada que perder siguiéndole el juego.

―Entonces... ―La observé atentamente, fijándome en los continuos haces multicolor que se escapaban de entre los pliegues del abrigo que cubría su blanca piel―. Te puedes llamar... Chroma.

―¡Me gusta! Es mucho más simple que mi denominación real... ―Se puso un dedo a la altura de los labios―. ¿Cómo debo llamarte a ti?

―Mi nombres es Fernand. Fernand Radwimp.

―Muy bien, Fernand, agradezco que me hayas recibido en este planeta ―contestó Chroma, y colocó sus manos a la altura de su vientre―. ¡Vaya! Parece que mi cuerpo necesita ser alimentado... Supongo que tú podrás ayudarme a saciar mi hambre.

―¿Qué comes? ―pregunté, pero me di cuenta de lo ridículo que sonaba.

―Necesito consumir la esencia... ―Dudó unos segundos―. He replicado las características humanas para asumir esta apariencia, así que mi dieta es similar a la tuya.

―En ese caso... ―Miré la luna por un instante―. Aún no es tan tarde, tal vez encontremos algún local de comida en el pueblo.

Comenzamos a caminar de vuelta a la civilización. En el camino le pedí que me brindara una explicación de su situación, como de dónde había venido y qué es lo que buscaba. Si bien ella no puso reparos en contarme todo lo que sabía, lo hizo de una manera tan compleja y enrevesada que terminé quedando con incluso más dudas que antes. Según lo poco que pude comprender, Chroma decía ser una entidad cósmica asociada al Orden Absoluto que, por azares del destino, había sido derrotada por otra criatura afín al Caos Profundo. Para salvaguardar su existencia, había ocultado su esencia espiritual tomando una forma humana y había aterrizado en el planeta con la esperanza de pasar desapercibida hasta recuperar fuerzas suficientes para la revancha.

―Aunque es posible que mi enemigo me encuentre antes ―concluyó, al llegar a los límites del poblado―. Pero no puedo hacer nada para remediarlo, por lo que me centraré en sobrevivir hasta que lleguen los problemas.

―Un momento ―dije, deteniéndola. Su explicación me había hecho perderme en mis ensoñaciones, pero me di cuenta de algo importante―. ¿Podrías deshacerte de esos brillos de colores que salen de tu piel? Creo que las personas podrían asustarse un poco al verlos... si acaso eres real ―añadí, con un susurro inaudible.

―Oh, claro, no hay problema.

Al comenzar a caminar a través de las callejuelas del pueblo, pude constatar que Chroma no era un simple producto de mi imaginación. Las pocas personas con las que nos cruzábamos le dirigían miradas curiosas, lo cual era normal principalmente debido a su improvisada indumentaria y sus pies descalzos. Por fortuna, el abrigo que le había prestado era suficientemente largo para cubrirla hasta las rodillas, de modo que no había muchos problemas por ese lado.

No tuvimos inconvenientes en encontrar un negocio de comida local, y nos sentamos en una de las mesas. Chroma parecía sumamente interesada en todos los platillos que ofrecían, desde los más sencillos hasta los más exóticos. La invité a pedir lo que quisiera y, al terminar, salimos del lugar.

Me percaté entonces que había surgido un incómodo problema: cómo iba a hacer Chroma para pasar la noche. Incluso siendo ella una criatura cósmica incomprensible, me sabía mal dejarla a su suerte, pero no encontraba la manera de ofrecerle quedarse en mi hospedaje sin que sonara impropio. Aquella complicación se resolvió por sí misma cuando, en medio de mis reflexiones, descubrí que ya estábamos en el interior de mi apartamento.

Para evitar generar una situación embarazosa, decidí dormir en mi minúsculo estudio, dejándole a ella la cama de mi habitación. De esa forma, aún sorprendido por todo lo que había sucedido, me acosté en un viejo sillón y comencé a ser invadido por el sueño, mientras mi mente divagaba con el olor de la pintura y la madera.

Desperté adolorido y, por un instante, me pregunté dónde demonios estaba. Me tomó poco tiempo rememorar lo vivido la noche anterior, y me pregunté si acaso Chroma aún seguía dormida. Mi duda se resolvió al instante, al verla sentada en el marco de la ventana del estudio, observando animadamente el exterior. Estaba vestida con un holgado polo blanco que le cubría hasta la mitad de los muslos, ropa que le había prestado para hacer de sencillo pijama. Aquella imagen, aparentemente banal, avivó en mí una sensación familiar: las inmensas ganas de retratarla.

En completo silencio para no alertarla, me acerqué al lienzo que, al igual que todos los días, esperaba pacientemente el regreso de mi inspiración, y tomé algunos pinceles cercanos. Chroma se mantuvo en su afán de observar el pueblo a través de la ventana, mientras que yo utilizaba mi recién recuperada técnica para plasmarla en la tela.

Cuando ella se percató de que la estaba usando de modelo, unos minutos después, había logrado esbozar un boceto simple en el lienzo. A pesar de lo escueto del dibujo, su simple existencia simbolizaba el logro de mi objetivo: la creatividad daba señales de desear volver a mi ser.

―Intrigante, así que esto es arte ―comentó ella, al ver mi obra―. ¿Puedo colorearlo?

Acepté, curioso de qué resultado podría tener. Chroma utilizó los brillos multicolores que su cuerpo producía para llenar el lienzo de diversas tonalidades, muchas de las cuales eran simplemente indescriptibles. Al final, el cuadro adquirió tal detalle que parecía representar la realidad aun mejor que una fotografía de máxima calidad. Concluí entonces, que el sólo poder haber visto aquella pintura daba sentido a toda mi existencia.

―Chroma... ―murmuré, sin poder despegar mi mirada del cuadro―. Esto es...

―Tal vez resulte demasiado para la capacidad de procesamiento del cerebro humano ―comentó, restándole importancia―. Creo que lo mejor será destruirlo.

―¿Cómo podría destruir algo tan hermoso? ―respondí, apenas pudiendo contener mis lágrimas de felicidad―. Eres maravillosa, Chroma.

A partir de ese día comencé a vivir junto a ella. Gracias al regreso de mi inspiración pude producir variados cuadros, muchos con ayuda de mi cósmica compañera, de modo que mi situación económica mejoró considerablemente. Pude alquilar una amplia casa en el mismo pueblo para que ambos pudiéramos tener comodidad, y destiné toda mi atención en permitir que Chroma se sintiera a gusto. A ella parecía agradarle la ropa colorida y repleta de detalles, lo que acentuaba su femenina apariencia infantil. Era igual de detallista con la comida, preocupándose siempre en conseguir la mayor cantidad de tonalidades cromáticas.

En un punto dado me percaté que habíamos desarrollado una peculiar rutina. Yo acostumbraba viajar a una ciudad cercana para participar en variadas exposiciones de arte donde exponían mis obras. A pesar de que en un inicio consideré justo compartir la autoría de los cuadros con Chroma, ella se negó rotundamente a llamar la atención, y recalcó que su única función era dar detalles finales a los trabajos que yo hacía. Afirmó que prefería quedarse en casa, dedicándose a las tareas del hogar, o a pasear libremente por los alrededores del pueblo.

Fue entonces, tras poco más de un año, que reflexioné seriamente en nuestra situación. Esto me llevó a una conclusión simple, y a la vez compleja: me había enamorado completamente de ella, de su sobrenatural talento artístico, de su afable personalidad infantil, de todo su ser. Pero aún recordaba la explicación que Chroma me había dado sobre su origen y la existencia de su caótico enemigo, lo cual me llenaba de dudas. De esa manera, con cada día que pasaba muchas interrogantes se desarrollaban en mi mente: ¿sentía ella lo mismo por mí y aceptaría casarse conmigo? ¿Acaso las criaturas cósmicas incomprensibles sabían lo que era el matrimonio? ¿Pensaba regresar algún día al espacio exterior?

Decidido a encontrar las respuestas, comencé a preparar el terreno para mi inminente proposición. Dejé de asistir a las exposiciones de arte, en parte porque mis obras me habían brindado tantas ganancias que ya no sabía qué hacer con el dinero. Pero, la principal razón fue para poder pasar todo el tiempo posible junto a Chroma.

Los meses fueron transcurriendo con su inexorable curso y yo sentía que mi relación con ella era cada vez más estrecha. Había momentos en los que olvidaba que era una entidad cósmica, y cada vez sentía más cerca el momento idóneo para proponerle matrimonio. Sin embargo, en algún momento me percaté que su actitud se había hecho más apagada. La energía y alegría que la caracterizaban parecían abandonarla lentamente, e incluso se redujo el suave brillo de su cabello rosáceo.

Temí que se tratara de algún tipo de enfermedad cósmica, o tal vez depresión por estar confinada al planeta Tierra en contra de su voluntad. Ella intentaba fingir que no le sucedía nada y continuamente evadía mis preguntas cuando sacaba el tema a flote, lo cual no hacía sino aumentar mi preocupación.

―Me gustaría quedarme aquí para siempre contigo... ―comentó una noche, luego de la cena.

Aquello, que en cualquier otro caso me hubiera llenado de dicha y lo hubiera tomado como la señal perfecta para mi proposición, me produjo honda angustia. Sentí aquella frase más como una triste despedida que como una expresión sentimental. Tal era mi inquietud que decidí no pegar un ojo esa noche, con tal de desechar todos mis desasosiegos.

Mi vigilia tuvo éxito cuando, al llegar la medianoche, escuché que la puerta principal de la casa se abría y cerraba con suavidad. Yo ya estaba completamente vestido, preparado para algo así, de modo que me apresuré a salir de la vivienda. No me costó mucho encontrar a Chroma, caminando lentamente a través de las oscuras calles, por lo que me dispuse a seguirla a una distancia prudente.

Salió del pueblo y se internó en el bosque, dificultando mi misión de rastreo, a pesar de la luz lunar que se filtraba entre el follaje. Afortunadamente pude mantenerme al acecho hasta que salió de la arboleda y llegó hasta la pradera. De manera específica, estábamos en el preciso lugar donde ella había llegado al planeta: el cráter rodeado de hierba quemada. Chroma se detuvo cerca del borde del agujero y dio media vuelta para encararme. Para aquel punto, yo había dejado de lado el sigilo, y me planté frente a ella, dispuesto a pedir explicaciones.

―Vuelve al pueblo, Fernand ―dijo, de forma inexpresiva―. Esto no te concierne.

―Dime que está sucediendo.

―Lo mencioné cuando nos conocimos. Aquello que me derrotó ha logrado encontrarme. ―Suspiró―. Lo enfrentaré directamente en este lugar para evitar daños colaterales.

―Entonces, supongo que no debo preocuparme ―dije, sintiendo todo lo contrario―. Hace buen tiempo que vives aquí, ya debes haber recuperado tus poderes.

Chroma meneó la cabeza con infinita tristeza.

―Nunca lo intenté... Deseaba hacerlo, pero abandoné la idea al conocerte.

―¿A qué te refieres?

―Para recuperar mis poderes... tenía que consumir la esencia vital de los seres vivos. ―Chroma observó la luna―. Estos dos años fueron maravillosos, realmente maravillosos. He vagado por tanto tiempo allá afuera, he visto tantas cosas horrorosas y asombrosas, he conocido a tantas entidades benignas y malignas... pero sólo aquí pude sentir que finalmente había encontrado un hogar a tu lado. ¿Cómo podría siquiera pensar en destruir algo tan hermoso? ―Me miró y sonrió―. Las cosas buenas no duran mucho, ¿verdad?

Me acerqué a ella, viéndola con seriedad.

―Chroma, cásate conmigo.

―¿Qué...? ―enmudeció, sorprendida. Sus ojos se humedecieron―. Hoy voy a desaparecer, Fernand.

―Entonces déjame morir a tu lado.

―No puedes desperdiciar tu existencia así...

Suspiré y sonreí.

―Justamente vine a este pueblo buscando el sentido de mi existencia. Creí que la creatividad era lo único que demarcaba mi objetivo de vida, pero... Ahora creo que vine aquí para conocerte. No soy supersticioso, pero ―la miré a los ojos―, si el destino existe, entonces estoy seguro que tú siempre fuiste parte de él.

―Fernand, ni siquiera soy humana...

―Y yo sólo soy un ser humano, no tengo poderes especiales ni más talentos que la pintura... ―La tomé de las manos―. Pero te prometo que juntos hallaremos la felicidad. Te amo, Chroma.

Chroma estalló en llanto y me abrazó. Yo tampoco pude contener las lágrimas y la contuve entre mis brazos. Había pasado tanto tiempo sintiéndome solo y desgraciado antes de conocerla, que saber que mi amor había sido correspondido me llenaba de absoluta dicha. Ni toda la inspiración del mundo, o la mayor creatividad artística podían compararse a eso. Finalmente me sentía completo.

Repentinamente, un extraño sonido, parecido a un chirrido metálico y al de la madera rompiéndose, hizo eco en el cielo. El insoportable ruido fue acompañado de un penetrante olor ácido y salado, como el de un mar repleto de basura, pero también ligeramente agridulce como el de la putrefacción de la carne. Aquellas señales fueron la antesala de la aparición de un fenómeno indescriptible en el firmamento. Parecía ser un conjunto de peces descompuestos cuyas tonalidades variaban entre los más profundos negros, pasando por algunos pálidos grises hasta llegar a repelentes marrones. Los animes nadaban girando alrededor de una criatura flotante color carne cuya morfología variaba a cada segundo.

―¿Qué diablos son esas cosas? ―pregunté ensimismado, pensando cómo se vería plasmado en un cuadro.

―El primer fragmento del Director Absurdo ―murmuró Chroma―. Es el más débil de los tres que lo componen, pero no creo tener muchas oportunidades contra algo así. ―Me miró―. Fernand, creo que realmente deberías irte...

―Tú tranquila, lo tengo controlado. Yo lo distraeré y tú lo acabarás.

―Pero...

―¿Qué poder tiene?

―Puede crear un espacio metafísico llamado la Razón de lo Absurdo. Tiene la capacidad de manipular la imaginación y el miedo de sus víctimas...

En eso la criatura amorfa dejó escapar un chillido y descendió hasta quedar levitando sobre la tierra, seguido de sus incontables peces putrefactos. Si bien yo estaba aterrorizado, empujé a Chroma detrás de mí y avancé unos pasos. Me detuve a unos pocos metros del monstruo y forcé una sonrisa, evitando respirar el hedor séptico que se esparcía a todos lados.

―¿Qué te trae a mi planeta, extraño y oloroso amigo?

Los peces detuvieron su nado y clavaron sus pequeños ojos muertos en mí.

―¿Acaso no me temes, Hijo de Adán? ―preguntaron al unísono con unas voces burbujeantes, a lo que yo me forcé a negar con la cabeza. La criatura amorfa formó de su masa un brazo carnoso y señaló a Chroma―. He venido a eliminar a esa Hija de Arkoroth.

―¿Por qué?

―¿Por qué, qué?

―¿Por qué quieres eliminar a Chroma?

Los peces se mantuvieron silenciosos durante unos segundos, sin dejar de mirarme. Yo giré sutilmente, notando que Chroma ya no estaba detrás de mí.

―Es el ciclo natural de la existencia. El Caos y el Orden están obligados a destruirse mutuamente para mantener satisfecho al Equilibrio. ¡Desquiciado aquel que se atreve a oponerse al proceso!

―Pero Chroma ha vivido estos dos últimos años como una humana normal. Ha perdido casi todos sus poderes o algo así, ¿es posible seguir considerándola un objetivo?

La repulsiva criatura se acercó velozmente a mí, causándome un sobresalto.

―Insensato, ¿qué puede saber un Hijo de Adán como tú? Ingenuos seres humanos, incapaces de comprender los horrores que guarda el universo en su vacío infinito...

―Tienes razón, lo acepto ―dije, retrocediendo unos pasos―. La verdad es que no tengo ni idea de las cosas que suceden fuera de mi planeta, pero... ―Sonreí―. ¿Acaso sabes tú algo sobre la humanidad?

―Los he investigado lo suficiente. Por miles de años los he observado, por cientos de años los he envidiado.

―No creo que tu investigación te haya preparado para encontrar alguien como yo. Es decir, no te temo.

―El contacto que has mantenido con la Hija de Arkoroth te ha brindado resistencia psicoemocional ―gruñeron los peces, acercándose cada vez más a mí.

―Puede que sea cierto, aunque tampoco sentí miedo al conocerla. ―Me callé un segundo, intentando pensar en algún tema que alargara la absurda conversación―. ¡Ya sé! ¿Qué te parece llegar a un acuerdo? Tú dejas en paz a Chroma y a cambio te regalo un retrato tuyo.

―¿Retrato?

―O sea, voy a intentar plasmar tu... "apariencia" por medio de la pintura en un lienzo para crear una obra artística. Sería complicado explicarte qué es el arte, pero...

La criatura emitió un murmullo vibrante y los peces abrieron la boca para decir algo, pero en ese momento una explosión multicolor cercana los distrajo. El estallido fue seguido por una reacción en cadena, y varios de los peces terminaron manchados de diversas tonalidades. Los animales afectados comenzaron a moverse alocadamente, rompiendo la formación del cardumen, y expandiendo el rango de las explosiones que continuaban sin descanso.

En eso, sentí que algo me atenazaba un brazo. Era la criatura amorfa, que había creado un apéndice carnoso con el que me había atrapado. Intenté soltarme golpeando la repulsiva extremidad, pero fui incapaz de hacerle daño. La criatura volvió a emitir un susurro palpitante para reunir a los peces sanos alrededor suyo a modo de caparazón. Entonces las explosiones coloreadas se detuvieron y Chroma emergió de ellas, mirándome con desesperación.

―Director Absurdo, acepto mi derrota ―dijo ella, al borde de las lágrimas―. Por favor, deja ir a Fernand, él no tiene nada que ver con esto. Por favor...

―¡Maldición, Chroma! ¡No dejes de luchar! ―exclamé, golpeando nuevamente el apéndice que me apresaba―. ¡Pelea!

La criatura amorfa no respondió ni se movió. Los peces que habían quedado pintados por las explosiones se sacudieron para librarse de los colores que los envolvían y se reunieron nuevamente con el cardumen.

―Intrigante, realmente intrigante ―dijeron, con sus voces burbujeantes―. Es lo más absurdo que he presenciado a lo largo de mi triste existencia.

El apéndice que me mantenía prisionero me soltó, por lo que aproveché para acercarme a Chroma con rapidez. La abracé y miré al Director Absurdo, cuyos peces habían retomado el movimiento alrededor de la criatura amorfa.

―Aceptaré tu acuerdo, Hijo de Adán ―dijeron los peces.

Quedé enmudecido por el inesperado giro de los acontecimientos. No tenía ni idea de lo que debía responder, si acaso el extraño ser estaba hablando en serio.

―¿Vas a retirarte pacíficamente, Director Absurdo? ―preguntó Chroma, dando un paso al frente.

―Imposible, mis otros fragmentos me eliminarían al instante por traición ―respondió la propia criatura amorfa con una voz múltiple, similar a un coro de hombres y mujeres de diversas edades―. Por eso te pediré que uses mi existencia como fuente de energía espiritual, Hija de Arkoroth.

―¿Qué?

―Si devoras mi raíz espiritual, entonces no desapareceré. Es parte del ciclo natural, el Caos y el Orden están obligados a consumir al otro para asegurar la entropía del Equilibrio.

­―Pero, ¿por qué? ―Chroma meneó la cabeza―. Yo no puedo derrotarte...

―Lo debes saber bien, Hija de Arkoroth. Todas las entidades de este universo podrido, ya sean del caos o del orden, vamos a la deriva buscando algún significado que sustente nuestros despreciables actos. ―Los peces cambiaron el ritmo de su nado, haciéndolo más frenético, y la criatura deforme comenzó a latir―. Encontrar un espécimen que realmente "vive" en lugar de simplemente "existir" es un hecho insólito. Mi deber, como seguidor del Caos Profundo, es reconocer dicho suceso como superior a mis fuerzas. Ahora, consúmeme.

Chroma dudó, incapaz de comprender a cabalidad lo que el caótico ente le decía. Yo estaba aun más perdido, por lo que avancé un par de pasos e intenté llamar la atención de la criatura.

―Si aceptas el acuerdo, ¿entonces de verdad quieres que te haga un retrato? ―Me froté la barbilla, imaginando fútilmente su imagen múltiple en el lienzo―. Creo que es prácticamente imposible pintarte... ni siquiera puedo determinar qué color o forma exacta posees.

―Cualquier cosa que produzcas será apta, Hijo de Adán. Mientras sea algo que haga memoria a mi melancólica existencia... ―Los peces miraron a Chroma―. Debes devorarme, Hija de Arkoroth. De lo contrario mis otros fragmentos conseguirán la información que poseo y barrerán este planeta hasta eliminarte.

Aquellas palabras terminaron por convencer a Chroma, quien levantó una mano y concentró la energía multicolor que su cuerpo producía. Tras unos instantes de carga, expulsó un discordante orbe que envolvió todos los cuerpos del Director Absurdo. La esfera de variados colores comenzó a atraer a los peces y a la criatura deforme hacia su centro, consumiéndolos en el proceso.

―He aquí mi fatal destino, Itrox "B". ―creí escuchar como un susurro proveniente de la criatura―. Me hubiera gustado vivir como un ser humano completamente normal...

Un segundo después se produjo una implosión que dejó escapar una onda de choque, seguida de un silencio total. El repentino regreso de la tranquilidad me dejó confundido, preguntándome si acaso lo que acababa de vivir había sido real o un simple delirio. Me cercioré de cuan real había sido al ver a Chroma arrodillada en la hierba quemada, respirando con dificultad.

―¡Chroma! ―me acuclillé a su lado y le froté la espalda―. ¿Qué sucede? ¿Estás bien?

―Tuve que usar el poco poder que me quedaba para terminarlo ―murmuró.

―Entonces...

Me miró y sonrió.

―Ahora prácticamente soy una humana común y corriente.

Le devolví la sonrisa y la abracé, prometiendo que jamás la soltaría.

*

* * *

* * * * *

* * * * * * *

―Y así fue como conocí a tu madre ―concluyó Fernand, mirando a Francis con orgullo―. Un año después nos casamos y luego de unos meses naciste tú, querido hijo.

―Recordar todo eso me ha emocionado ―comentó Chroma, con los ojos húmedos.

―¡Fue muy romántico! ―exclamó Dasha, entusiasmada―. ¡Es maravilloso! ¡Realmente maravilloso!

―Sí, bueno, muy bonito todo, pero tengo dos grandes interrogantes. ―Francis tomó una gran bocanada de aire y miró a su madre―. ¿Qué diablos eres, mamá?

―¡Una bella ama de casa y una talentosa artista eternamente joven! ―clamó ella, pero rio al ver que su hijo se preparaba para espetar algo―. Déjame pensar en una forma de resumirlo... Forzando una traducción simple, creo que mi verdadero nombre sería algo como Acomarant-Nyark. Soy, o bueno, era parte de la facción del Orden Absoluto fundada y liderada por el Gran Arkoroth... Podría seguir lanzando datos al azar, pero no creo que alguien más que yo pueda comprenderlos....

―Muy bien, ciertamente no entiendo nada. ―Francis asintió varias veces y luego se señaló a sí mismo―. ¿Y qué demonios soy yo?

―Un humano común y corriente, según tengo entendido ―respondió Fernand―. Naciste de la manifestación corporal humana de tu madre, por lo que a nivel físico y mental no eres nada del otro mundo.

―Pero tu raíz espiritual es tema aparte ―señaló Chroma, sonriendo―. Es probable que hayas heredado algunas de mis características existenciales, pero eso deberás descubrirlo tú mismo.

―Oh, así que eso es lo que sentía en Francis ―consideró Dasha, asintiendo.

―¡Zascandil Frank! ¡Zascandil Frank! ―chilló Tera, abrazando a su dueño con fuerza.

El chico obligó a su murciélaga a mantenerse quieta y suspiró con pesadez.

―Ahora, sobre el Director Absurdo... ―Él y Dasha se miraron mutuamente con preocupación―. ¿Cómo decirlo? Creo que... ―Se frotó la barbilla y movió una mano―. No tengo idea de cómo explicarlo. A ver sal, Director Artificial.

Varios peces de diversos colores aparecieron alrededor del chico y comenzaron a nadar plácidamente en el aire. Fernand y Chroma los observaron con desconcierto, hasta que el hombre se levantó del sillón dando un brinco.

―¡Esperen ahí!

Sin más, Fernand salió de la sala a toda prisa. Los demás escucharon el sonido de varias cosas cayendo, hasta que finalmente regresó a la estancia, con un enorme lienzo empolvado en las manos. Lo apoyó en un mueble, revelando que se trataba del retrato del fragmento del Director Absurdo que él y Chroma habían enfrentado.

―¡Guardé esta horrorosa obra de arte por diecisiete años! ¡Diecisiete años! ―dijo el hombre, y señaló a los peces que se habían acercado a observarla―. Pero... ¿¡por qué diablos cambiaste de color!? ―Puso un dedo en los peces dibujados, los cuales eran negros, marrones y grises―. ¡La decepción, la traición, colorido hermano!

―¿Qué esperabas, Hijo de Adán? ­―contestaron los peces con sus burbujeantes voces―. Pasaron varias cosas que recién ahora he podido recordar... ―Los ojos de los animales comenzaron a expulsar agua, como si lloraran profusamente―. ¡Pero me alegra saber que cumpliste tu promesa! ¡Y me alegra aun más saber que no soy una simple réplica!

―¿Alguien se va a dignar a explicarnos qué sucede? ―preguntó Francis, hastiado.

―Voy a lanzar una pequeña teoría ―dijo Chroma, atrayendo la atención de los demás―. Devoré la raíz espiritual del fragmento del Director Absurdo, pero como su naturaleza caótica y mi esencia conectada al orden se rechazaban por completo, mi cuerpo concentró el fragmento en Frankie cuando lo concebí. ―La mujer se frotó la sienes―. Pero Frankie también heredó mi orden esencial, por lo que en teoría también debería rechazar al Director... ―Observó a los peces de colores―. Creo que ha sucedido algo completamente inesperado y el fragmento del Director Absurdo cambió de naturaleza al volver a nacer.

―¿Y eso qué miércoles quiere decir? ―espetó Francis.

―Significa que soy una expresión metafísica de nuestra raíz espiritual, mientras que tú eres la expresión física. Somos uno y a la vez dos. Somos orden y a la vez caos. ―opinaron los peces―. Increíble, nunca había sido testigo de un hecho de tal magnitud. Es probable que ni el Gran Arkoroth ni el Itrox "B" sean conscientes de esa posibilidad.

Fernand chasqueó los dedos.

―Ya veo, esto quiere decir que... ―Señaló a su hijo, con una enorme sonrisa burlona en su rostro―. ¡Hijo mío, tú eres el más anormal de toda la familia! ¿Dónde quedó tu obsesión por la normalidad? ¿Dónde quedó?

―Te voy a destripar, anciano ―masculló el chico y se levantó del sillón, furioso.

―Alto ahí, híbrido quimérico ―sentenció Fernand y se dirigió a la puerta de la sala―. Bueno, voy a comenzar a trabajar en mi nueva obra. Se llamará "La razón por la que los hijos siempre son más raros que sus padres".

El hombre desapareció tras la puerta, lanzando carcajadas. Francis, por su parte, seguía colérico, tanto por el impactante descubrimiento de su absurda naturaleza, así como por el hecho de que su padre continuaría burlándose de él de por vida.

―Tranquilo, Frankie, siéntate ―dijo Chroma, haciéndole señales con las manos para apaciguarlo―. Fernand debe estar aterrorizado por ser el único humano común y corriente en esta casa. Luego lo convenceré amorosamente de que no te moleste mucho.

El chico suspiró con resignación y volvió a sentarse. Dasha le jaló una manga y se acercó a él para decirle algo al oído.

―¿Cómo le contamos lo del otro Director Absurdo?

Francis se frotó el mentón, consciente de lo delicado de la situación. Si la historia que su padre había contado era de fiar, entonces el fragmento del Director que tenía forma de niña era mucho más peligroso que la versión de los peces coloridos. Si bien Chroma había afirmado ya no pertenecer a la facción del Orden Absoluto, cabía la posibilidad de que el Director Absurdo se viera en la obligación de hacer algo por su afiliación al Caos Profundo.

―Mamá... ―comenzó Francis, dubitativo―. Hace poco conocí a...

―¿¡Pero qué fiesta se han armado sin avisarme!? ―exclamó Milaya, en pijamas, observándolos a todos desde las escaleras que conectaban al segundo piso.

―Mila, buenos días ―saludó Chroma, agitando una mano.

―Buenos días, mamá ―La chica terminó de bajar las escaleras y se acercó al grupo―. ¡Buenos días, Dasha! ¡Buenos días, Frankie! ¡Buenos días, Tera! ¡Buenos días, extraños peces de colores que no deberían existir!

―Pienso, luego existo ―aseguró el Director, reflejando sabiduría en sus inexpresivos ojos llorosos.

―¿Y bien? ¿Qué se supone que está pasando? ―preguntó Milaya, mirando a su madre y a su hermano con un gesto de curiosidad más que de confusión.

―Supongo que es mi turno de dar explicaciones ―indicó Chroma, con un suspiro de resignación―. Vamos, Mila, todavía me falta terminar de preparar el desayuno.

Madre e hija se despidieron de los presentes y desaparecieron tras la puerta de la cocina. Francis y Dasha se miraron mutuamente, mientras procesaban toda la información que habían recibido de golpe.

―Está claro lo que debe suceder ahora ―dictaminaron los peces de colores―. Ya no puedo ser llamado "Director Artificial" porque soy cien por ciento real, pero mi fragmento femenino ya se apropió del apodo "Director Absurdo" y me aniquilará si vuelvo a robárselo... ―Miró a los chicos―. Ustedes, denme un nombre nuevo.

―¿No recuerdas tu denominación existencial verdadera? ―preguntó Dasha.

―La recuerdo, termina en "Zothoth" o una expresión de similar pronunciación. ―Los peces temblaron―. Pero si la digo en voz alta posiblemente atraeré a mi tercer fragmento, y a ese nadie lo quiere tener cerca.

―No tengo ganas de pensar, pero seguro no te vas a callar si no te sigo el juego ―masculló Francis―. Mira, tú antes eras una cosa deforme de colores apagados, pero luego cambiaste de naturaleza gracias a mi madre, o algo así. Por lo tanto eres el Director Cromático...

―¡Cromático! ―chilló Tera, dando su aprobación―. ¡Zascandil Cromático!

―Simple, pero efectivo ―concluyeron los peces, asintiendo son satisfacción.

Tras ello, el recién bautizado Director Cromático desapareció en medio de pequeñas explosiones de colores.

―¿Quieres ir al algún lado, Dasha? ―preguntó Francis, apartando con una mano las nubes multicolores que había dejado el Director―. Tal vez podamos desayunar algo en la plaza.

―¿No vamos a quedarnos a comer con tu familia?

Francis chasqueó la lengua y se acomodó a Tera alrededor de los hombros.

―Lo último que quiero es sentirme aun más anormal con todos ellos cerca.

Dasha intentó decir algo, pero lo consideró mejor y se limitó a asentir en silencio. Ambos se levantaron y se dirigieron a la puerta principal de la casa, con diversos pensamientos rondándoles en la cabeza.



Curiosas Curiosidades que a nadie le importa

- La inspiración para escribir la historia de Fernand y Chroma vino de la imagen y título del vídeo que corona este apartado. Hace poco, mientras editaba el relato, encontré la versión del vídeo en sub español y me parece que incluso la letra también concuerda con la temática abordada.

- En un inicio, la historia de Fernand y Chroma fue pensada para ser un relato corto destinado a mi futura antología "Amores Enfermizos que inducen al vómito". Al momento de pensar en un antagonista, me percaté que el Director Absurdo podría servir, lo que le permitió ser parte de "Razones de lo Absurdo" además de que mantiene cierta coherencia y desentraña algunos misterios.

- Originalmente, Chroma iba a llamarse Prizma. Me decidí luego de investigar a fondo sobre el significado de ambos términos.

- Gran parte del dinero que Fernand ganó con sus primeras obras lo gastó para "comprar" una identidad falsa a Chroma, y así poder casarse legalmente.

- El apellido de soltera de Chroma es Nyark.

- La Iglesia Neocristiana prestó ayuda a Fernand y Chroma, debido a algunos sucesos que tal vez narre en el futuro.

- Chroma tiene una estatura de 1.45 metros, pesa aproximadamente 40 kilos y sus medidas son 75-52-75

- Chroma y Milaya son físicamente muy similares, pero la hija es un poco más alta y desarrollada, además de que su cabello es castaño. Fernand y Francis también comparten similitud entre ellos, pero es probable que nunca se les describa directamente.

- Chroma fácilmente podría asumir una manifestación corporal más madura, pero mantiene su apariencia infantil a pedido de Fernand.

- La gran mayoría de las obras que Fernand produce están referidas a su esposa, a él mismo y a sus hijos.

- En teoría, el Director Cromático es hijo espiritual de Fernand y Chroma.

- La verdadera forma de Chroma es la de un gigantesco árbol de roble (pudiendo variar de tamaño entre el de un árbol normal y una estrella roja) con el tronco rosado, las hojas blancas y las ramas repletas de frutos multicolores.

- Mira esa imagen 4k Full HD del final.


_*Tal vez agregue más curiosidades en un futuro cercano (o lejano)*_

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