OVA 10: Es muy absurdo que se pueda elegir dos sabores de helado al mismo tiempo
OVA 10: Es muy absurdo que se pueda elegir dos sabores de helado al mismo tiempo (o la Razón por la que el negro y el rojo siempre van bien juntos)
Francis, nervioso, llegó a la plazuela adornada con frondosos árboles frutales y refinadas bancas pintadas de blanco donde había tenido su primera cita con Dasha hace ya unos meses. La chica, tal como aquella primera vez, se encontraba esperándolo allí, sentada en una de las bancas con su vestido blanco mecido por el viento. Resignado a lo que se venía, Francis tragó saliva, suspiró pesadamente y se apresuró a acercarse forzando una sonrisa.
―Hola, Dasha...
―Francis, estoy muy enojada ―dijo ella secamente, mirándolo de soslayo―. ¿Tienes idea del porqué?
―Eh... Sé que ayer en mi cumpleaños no tuve una actitud madura, pero... ―Se encogió de hombros―. Mejor olvidémonos de eso y...
―¡No! ―exclamó la vampiresa levantándose impetuosamente de la banca, lo que atrajo miradas curiosas de la gente alrededor―. ¡Incluso cuando logré convencer a Sasha de que fuera a saludarte! ¿Tan molesto te resultó vernos?
―Claro que no, pero...
―¡Al menos hubieras podido celebrarlo sólo conmigo! ¡Me demoré una semana escogiendo tu regalo y...!
―Ya, lo entiendo, en serio. ―Francis chasqueó la lengua, exasperado―. Pero no te pedí que hicieras nada de eso.
Dasha quedó anonadada y volvió a sentarse, con la mirada perdida. Francis, consciente de que había cometido una cruel estupidez al minimizar los esfuerzos de su novia, se mantuvo estático, pensando rápidamente en alguna manera de arreglar la situación mientras se sentaba a su lado. Se maldijo a sí mismo, lamentando que, tal como sucedía recurrentemente, su insensibilidad natural le había jugado una mala pasada.
―Escucha, Dasha...
―Yo sólo quería que lo celebráramos juntos... ―comenzó a musitar ella, sollozando y atrayendo aun más la atención de las personas cercanas―. En mi cumpleaños tú estuviste conmigo, y las palabras que me dijiste me causaron una felicidad que nunca antes había sentido. Yo deseaba corresponderte de una manera similar, pero... ―Su llanto aumentó de potencia―. No pude hacer nada...
―Dasha...
―Hasta ahora eres tú quien me ayudado a mejorar como persona, pero yo no te he podido dar nada a cambio. ¿Realmente nuestra relación siempre será tan unilateral? Sólo quiero demostrarte que soy una buena novia...
―Yo creo que...
Antes de que él pudiera continuar, Dasha lo miró a los ojos.
―Francis, respóndeme con seriedad, ¿quieres que sigamos juntos?
―Por supuesto que sí, Dasha. Te prometí que estaría a tu lado hasta el final.
―Entonces volveremos a pasar por situaciones como esta todos los años ―La chica meneó la cabeza―. Quiero ayudarte a superarlo, pero debes decirme qué es lo que odias tanto de tu propio cumpleaños.
Francis se pasó una mano por el cabello, incómodo. Nunca le había gustado hablar de sí mismo ni de los problemas que lo aquejaban. Mostrar una faceta de debilidad frente a los demás le parecía algo contraproducente a largo plazo, pero asumió que debía hacer una excepción con Dasha. Al fin y al cabo, una relación seria tenía que sostenerse en base a la confianza y al apoyo mutuo.
―No es nada interesante. Simplemente mis padres me usaron como saco de boxeo psicológico desde que tengo memoria, y luego Mila se unió a ellos apenas pudo... Es un trauma muy ridículo, la verdad.
―¿Sólo es eso, Francis?
―Así es, no hay mayor misterio.
Dasha mantuvo sus húmedos ojos dorados en él durante varios segundos, como instándolo a soltar más información del caso.
―Realmente sólo es eso ―reafirmó el chico―. Nada más...
―He ahí que te equivocas, ingenuo camarada ―masculló el Director Cromático, haciendo aparecer un pez multicolor entre ambos―. La verdadera razón se remonta a mi origen como entidad cósmica tripartita. Es una historia trágica y no apta para menores... ―Dirigió sus ojos inexpresivos a Dasha―. ¿Realmente quieres saberlo, futura progenitora de mi descendencia espiritual?
―¡Por supuesto que sí! ―exclamó ella, emocionada.
―No le digas así a mi novia ―espetó Francis, atrapando al pez con una mano―. Pero también tengo curiosidad. Habla.
―Imposible ―profirió el Director con desdén―. Aún no es momento de que tú poseas esa información, inexperto camarada. Esto sólo se lo contaré a Dasha, la futura madre de mi cuantiosa prole.
Francis chasqueó la lengua y apretó al animal hasta hacerlo reventar en coloridos polvos. Al instante, un nuevo pez emergió de entre la polvareda y se apresuró a refugiarse con Dasha, quien lo presionó contra su pecho para evitar que el chico volviera a capturarlo.
―Quiero escuchar al Director, Francis ―declaró ella, muy seria―. ¿Qué te parece si das una vuelta y regresas cuando acabe?
―Es algo que me afecta, así que también quiero saberlo ―rebatió el chico, molesto― Maldito Director, no te hagas el interesante o...
―Calla, insensato camarada. Más te vale irte por las buenas, o revelaré lo que hiciste el día anterior a tu cumpleaños.
Francis, que ya se estaba preparando para lanzar un nuevo argumento, empalideció y cerró la boca. A regañadientes aceptó dar un paseo por la plaza mientras durara la explicación que su absurdo compañero pensaba dar a su novia.
―Te enviaré un mensaje telepático cuando concluya ―finalizó el Director antes de que se marchara―. Ahora vete y déjame a solas con esta fértil vampiresa.
El chico comenzó a alejarse de ellos, enfurruñado por haber sido dejado de lado, mientras se preguntaba cómo mataría el tiempo que le quedaba. No sabía exactamente cuánto iba a tardar el Director en soltar toda la información que poseía, por lo que asumió que no podía ir hasta su casa. Visitar a Isaac tampoco era una opción, ya que vivía un poco lejos de la plaza, y tampoco podía llamarlo porque sabía que estaba ocupado ayudando a su abuelo.
Sus reflexiones se vieron interrumpidas al casi darse de bruces con una persona que parecía igual de perdida que él. Consideró sensato disculparse para alejarse de allí cuanto antes, pero quedó pasmado al reconocerla.
―Sasha...
―Que lamentable coincidencia ―espetó la vampiresa pelirroja, con su usual tono hostil―. Tu sola presencia arruina todo mi día.
―¿Qué haces aquí?
La chica dio un respingo.
―No... No tengo por qué darte explicaciones.
―No me digas que estás espiando a Dasha.
Francis esperó que Sasha lo negara rotundamente y lanzara algunos de sus clásicos insultos, pero en lugar de eso se mantuvo estática y silenciosa, con la mirada pegada al suelo.
―¿En serio...?
―¡Sé que tú también lo has hecho! ―exclamó ella, avergonzada―. Por eso anteayer estabas en el emporio comercial...
―Ya, bueno, pero... ―Francis carraspeó―. ¿Qué sentido tiene espiar a tu propia hermana? Simplemente puedes hablar con ella cuando regrese a la Ciudadela.
Sasha meneó la cabeza con angustia.
―Dasha y yo no somos tan cercanas como cuando éramos niñas... ―Se calló y miró a Francis con una mueca de desprecio―. ¿Por qué debería contártelo a ti, plebeyo? Me voy.
Sin más, la vampiresa dio media vuelta y comenzó a caminar dando grandes zancadas. Francis, curioso de lo que sucedía entre las hermanas Sugrobina, procedió a seguirla descaradamente. No demoró en alcanzarla, por lo que la chica se detuvo y lo encaró, muy enojada.
―No me sigas, me da náuseas tenerte cerca.
―No tengo nada mejor que hacer. Incluso podría ayudarte si me cuentas qué problema tienes con Dasha.
Sasha chasqueó la lengua y retomó la marcha, por lo que Francis continuó caminando a su lado. La vampiresa, exasperada por la indeseada compañía, decidió que lo ignoraría por completo hasta que la dejara sola. Para acelerar el proceso ingresó a una colorida tienda especialista en accesorios femeninos, convencida de que ningún hombre cuerdo se atrevería a entrar a un lugar así.
―Increíble, ¿te gustan estas cosas? ―preguntó Francis, extrañado, sin despegarse de ella―. Con tu personalidad pensé que eras de un estilo más rudo.
―Cállate y vete.
Sasha comenzó a recorrer el local, observando con desgano los productos que allí se ofrecían. Luego de unos minutos, se percató de que Francis no estaba cerca y, al no lograr ubicarlo con la vista, asumió que finalmente había conseguido librarse de él. Suspiró y se apresuró a salir de la tienda, pero su gesto se endureció al notar que el chico la estaba esperando fuera.
―Si continúas pululando cerca, te degollaré ―espetó, mirándolo con odio―. ¡Deja de acosarme!
―No seas violenta, tampoco pareces estar haciendo algo importante ―respondió él, levantando los brazos―. Llevemos la fiesta en paz...
―¿Has comprado algo de esa tienda? ―preguntó Sasha con repentina curiosidad, al notar que el chico sostenía una pequeña bolsita en una mano.
Francis asintió y extrajo un diminuto y elegante listón para cabello de un profundo color rojo cereza. La vampiresa lo observó durante unos segundos y ladeó la cabeza.
―¿Se lo vas a regalar a Dasha?
―Claro que no, a ella le quedan bien las cosas doradas porque combinan con sus ojos. ―Carraspeó y estiró la mano―. Esto es rojo porque es para ti.
Sasha enarcó una ceja, mientras que una profunda mueca de desprecio se dibujaba en su rostro.
―¿Pretendes agradarme con algo así, plebeyo idiota?
―Lo que pasa es que cuando fui a la Ciudadela a celebrar el cumpleaños de Dasha no sabía de tu existencia ―explicó él, sin dejar de ofrecerle el accesorio ―. Son gemelas, así que considera esto como un regalo de cumpleaños atrasado.
―No necesito recibir nada de alguien como tú.
―Vamos, acéptalo. Ya lo compré y obviamente no lo voy a usar yo.
Sasha apretó la mandíbula, con su paciencia al límite. Le arrebató el listón con violencia y se preparó para lanzarlo al suelo, con la intención de dejar clara su negativa. Pero se detuvo con el brazo en alto, dudando por unos segundos.
―Lo aceptaré, pero sólo porque mi mamá me enseñó a ser agradecida incluso con plebeyos estúpidos ―aseveró, y procedió a colocarse el adorno en el cabello―. ¿Y bien?
―Dado el color, apenas se nota. Eres demasiado roja... ―Francis forzó una sonrisa al ver el gesto hosco de la chica―. Te queda bien, muy bien de hecho. Tu belleza está al nivel de la de Dasha, así que no hay forma de que algo vaya mal contigo.
La vampiresa se mantuvo silenciosa por unos instantes, observando a Francis con inusitada seriedad. Finalmente, dio media vuelta y comenzó a alejarse a paso lento. El chico dudó sobre cuán sensato resultaba continuar siguiéndola, ya que sabía lo verdaderamente peligrosa que era. Sin embargo, su curiosidad pudo más y la alcanzó rápidamente.
Caminaron en silencio hasta salir de la plazuela, por lo que Francis supuso que la chica pensaba dirigirse a la Ciudadela. Consideró que lo mejor sería rendirse y regresar por donde había venido, ya que prefería estar cerca para cuando el Director terminara. Sin embargo, Sasha tomó un desvió e ingresó a un pequeño parque oculto entre un par de edificios de aspecto antiguo.
―Sasha... ―dijo Francis con nerviosismo, al notar lo inhóspito del lugar y la total falta de personas en la cercanías―. ¿No pensarás matarme en este lugar sin testigos, verdad?
Ella no respondió y se sentó en la única banca que se mantenía en pie.
―Siéntate aquí ―ordenó la vampiresa, señalando a su lado―. Para que me dejes de molestar, te contaré lo que sucede. Aunque la verdad no espero nada de ti.
Francis, desconfiado, se acercó dócilmente y se acomodó junto a ella. Su intención original de distraerse molestando a su rojiza cuñada parecía haber tomado un rumbo más profundo, lo cual no le daba buena espina. En cualquier caso, concluyó, le resultaba conveniente ganarse la confianza de la chica para así evitar conflictos violentos con ella en el futuro.
―A veces vengo aquí para pensar en paz porque siempre está vacío ―murmuró Sasha―. Ni siquiera Dasha lo sabe.
―Ya veo...
―En nuestra infancia éramos verdaderamente unidas, hacíamos todo juntas. Era normal, casi todos los Sugrobina nos repudian tanto como a mamá. ―Chasqueó la lengua―. Al menos tenemos de nuestro lado a Carth y a la facción anti-hemomancia... ―Suspiró―. Me estoy yendo del tema...
―Poco a poco he ido comprendiendo cómo funciona su familia, pero igualmente me resulta complejo.
―Los vampiros demoniacos son complejos por naturaleza. Son inmensamente cobardes, pero les gusta aparentar fortaleza ante otras especies. ―Sasha meneó la cabeza―. Dasha y yo siempre supimos que éramos distintas, algo inevitable dado que nos lo recalcaban continuamente. Pero éramos felices porque estábamos juntas. Incluso si nuestra familia nos despreciaba, sabíamos que podíamos confiar en la otra... o, al menos, eso es lo que yo creía.
―¿Qué sucedió?
La vampiresa frunció el ceño.
―Ella lo arruinó todo. No sé cómo lo hizo, pero consiguió ser transferida a una escuela común. No me dijo nada, ni siquiera me propuso que fuéramos juntas. Y lo peor...
Sasha se detuvo, con la mirada ensombrecida. Francis esperó que continuara, pero la chica parecía haberse quedado perdida en sus pensamientos.
―¿Entonces...?
―Ella... ―Sasha meneó la cabeza y miró a Francis directamente a los ojos―. A pesar de lo mal que me caes, creo que debo agradecerte por haber salvado a Dasha.
―¿A qué vienes eso de repente? ―respondió él, confundido― Además, aún no la he salvado. Cuando me haga más fuerte...
―La has salvado ―aseguró Sasha, sonriendo sin alegría―. Te voy a decir algo, pero debes prometerme que no se lo contarás a ella, ni a absolutamente nadie.
Francis asintió con vehemencia.
―Como ya dije, ella y yo siempre estábamos siempre juntas, pero a pesar de eso... ―La chica dudó unos instantes―. Dasha... posiblemente pensaba suicidarse.
―¿Qué...?
―Poco después de transferirse a la escuela común, parecía terriblemente deprimida. Posiblemente creyó que las cosas cambiarían al alejarse del mundo nobiliario, pero la realidad la decepcionó. Los humanos temen instintivamente a las criaturas sobrenaturales, así que es normal que no pudiese relacionarse con ellos. Odiada por los vampiros, temida por los humanos, condenada a la soledad... Eso debió haberla quebrado.
A Francis no le resultó complicado confirmar aquello tras repasar rápidamente su memoria. Si bien él era el tipo de persona que no se percataba de lo que sucedía a su alrededor, recordaba vagamente que durante su primer año de escuela, cuando tenían quince años, Dasha había sido tristemente conocida por ser solitaria y hostil con todos a su alrededor.
―Como somos gemelas estamos conectadas espiritualmente ―continuó Sasha―. Por eso yo sospechaba lo que ella pensaba hacer... y aun así no encontraba manera de ayudarla. Entonces... ―Suspiró con pesadumbre―. Repentinamente sus ánimos cambiaron y la depresión la abandonó por completo.
―¿En serio...? ¿Por qué?
―Ya no hablábamos mucho en ese tiempo, pero igual me atreví a preguntárselo. ―Miró a Francis―. Fue por ti.
―¿Yo? No recuerdo haber hecho nada...
―Ella me dijo que había encontrado a alguien que no le temía. Alguien que la había ayudado sin buscar algo a cambio. Te encontró a ti.
Francis alzó ambas cejas, azorado. Recordó que Dasha le había narrado vagamente que se había interesado en él porque había sido amable durante un examen, pero nunca se preguntó cuál había sido el contexto general. Sin lugar a dudas, todo era mucho más complejo de lo que habría podido suponer. Tal vez, de haber conocido bien todo el trasfondo, hubiera correspondido el afecto de Dasha desde el comienzo.
―Posiblemente su intención original era usarte como un capricho temporal para oponerse a los Sugrobina ―prosiguió Sasha―. Pero ahora creo que verdaderamente te ama. ―Entrelazó sus manos sobre su pecho―. Yo no pude siquiera idear alguna manera de apoyarla, y repentinamente viene un desconocido que la hace feliz... Te envidio, pero te agradezco que...
―Todavía no merezco tu agradecimiento. ―El chico se levantó de la banca―. Aún soy débil y cobarde. ―Se giró para observar a Sasha―. Pero te prometo que en algún momento seré capaz de liberarlas a ambas, a ti y a Dasha. No importa si tengo que enfrentar un ejército de vampiros pretenciosos, o una horda de demonios verdosos... Yo las salvaré. Lo haré. A cualquier costo.
Sasha se mantuvo muda e inexpresiva por algunos segundos, tras lo que estalló en sonoras carcajadas. Francis, avergonzado, reconoció que lanzar discursos idealistas no era su fuerte. Le caía mejor un tranquilo papel secundario en lugar de un absurdo protagonismo, pero incluso así estaba decidido a asumir la responsabilidad de su incipiente poder.
―Creo que ya entiendo qué es lo que Dasha ve en ti ―dijo la vampiresa, sin dejar de reír cantarinamente―. Muchas gracias, Francis, nunca me había divertido tanto antes.
―Muy bien, ahora que ya me contaste todo eso a mí, te toca decírselo a Dasha.
―¿Qué? No voy a hacer eso...
―Ella debe saber cómo te sientes. ―Francis meneó la cabeza―. Tú quieres recuperar la cercanía que tenían antes, ¿verdad?
―Dasha ya no me necesita...
―No digas idioteces, rojiza vampiresa subdesarrollada. Yo nunca podré darle el cariño que únicamente tú, como su hermana gemela, tienes para ella.
Sasha frunció el ceño con enfado e intentó decir algo, pero se limitó a bajar la mirada.
―Tal vez lo haga... Si tengo la oportunidad... Algún día...
Francis suspiró, exasperado de la resistencia que la chica estaba poniendo. Él consideraba que la unión entre los hermanos era esencial para poder llevar una vida plena. En su caso, no podía imaginar cómo sería estar peleado seriamente con Milaya ya que, aunque ella lo trataba más como un objeto de burla que como un hermano mayor, su relación fraternal era irremplazable.
―Insensato camarada ―dijo repentinamente la voz burbujeante del Director Cromático dentro de la cabeza de Francis―. Ya terminé de narrar mi triste historia. Ven a consolar a Dasha, está llorando por lo trágico de mis ancestrales vivencias.
―Voy para allá ―susurró el chico, y miró a Sasha, que continuaba abatida― Bien, ya es hora. Vamos.
―¿Eh? ¿A dónde?
―A ver a Dasha para que puedan hablar seriamente.
―No... No estoy preparada... ―La chica meneó la cabeza, cubriéndose el rostro con su cabello escarlata―. No tengo idea de cómo decirle...
―Tú sólo ve e improvisa. Son hermanas, algo se te ocurrirá.
Sasha se mantuvo paralizada con un gesto de aflicción en el semblante. Francis, cansado de aquella actitud, la tomó de una mano y la obligó a ponerse de pie. Luego comenzó a caminar sin soltarla, tomando el recorrido que los llevaría de vuelta a la plaza. El chico la miró de reojo, temiendo que aquel acto hubiese podido hacerla enfurecer, pero se llevó una enorme sorpresa.
Sasha, muy ruborizada, estaba sonriendo.
Curiosidades fieles que nunca elegirían más de un sabor
- Originalmente este capítulo iba a titularse "Es muy absurdo que este capítulo sólo contenga diálogos y nada deacción (o la Razón por la que la técnica del narrar y no mostrar tiene un nivelde más de 9000)", pero luego me percaté que ya ha habido otras secciones con más diálogos que acción así que perdió toda la gracia.
- Entonces pensé en titularla "Es muy absurdo que un alguien se enamore de otro alguien tras conocer adicho alguien por tan sólo dos semanas más o menos (o la Razón por la que elromance juvenil tiene menos sentido que el presente título)", pero alto spoiler no voy a meter.
- Todos los hombres de la familia Radwimp tienen una extraña fijación por las mujeres de cuerpos subdesarrollados. Sasha es plana. Fin.
- Cuando Sasha menciona que "Dasha pensaba suicidarse" no se refiere a que su hermana pretendía atentar contra su propia vida. Básicamente, lo que Dasha pensaba hacer era irse de la ciudad a vivir por su cuenta. Como ya se indicó en capítulos anteriores, los vampiros demoniacos no sobreviven mucho tiempo si no forman parte de un Clan, así que en teoría abandonar a los Sugrobina sería un suicidio.
_*Tal vez agregue más curiosidades si no aparece un tercer sabor de helado*_
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