Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

EPÍLOGO - Reunión Universal

15 años-Tierra en el pasado


El Gran Vidente Maverick abrió los ojos, pero la difusa oscuridad que lo rodeaba le permitió entender que estaba en medio de un sueño. No era la primera vez que sucedía algo así, de modo que concentró toda su atención en mantenerse consciente. Al fin y al cabo, ese tipo de sueños siempre le brindaba información valiosa que podía llegar a beneficiarlo a él y a la nación que estaba bajo su tutela.

La oscuridad comenzó a esfumarse con lentitud, mientras el Gran Vidente intentaba adivinar qué cosas vería en aquella ocasión. Tal vez, pensó, podría adelantarse a algún atentado de los Heraldos de Folkmord o a un ataque de los Caballeros de los Cinco Ojos. O, mejor aún, podría enterarse de los nefastos planes bélicos del Gran Imperio y del Gran Zarato Rojo. Aunque, sin lugar a dudas, lo más valioso sería llegar a descubrir algún secreto oscuro que hiciera tambalear el poder espiritual de los Estados Papales.

Pero, cuando la penumbra se disipó por completo, el Gran Vidente se percató que todas sus conjeturas estaban equivocadas. Se encontraba en una amplia sala oval de techo alto, completamente teñida de un brillante tono entre azulado y púrpura. La estancia tenía una pared al fondo, y estaba rodeada de gigantescos ventanales que permitían observar una profunda negrura adornaba con pequeños brillos dispuestos de manera caótica. Asimismo, en el exterior también era posible apreciar un peculiar objeto cercano, de forma esférica y de un radiante color verdoso, que se asemejaba a un planeta.

Tal como sucedía en la mayoría de sus sueños, el Gran Vidente sabía cosas que no debería saber. Eso le permitió reconocer que estaba en una de las bases satelitales del Comité Galáctico de Control Absoluto, en la órbita de un cuerpo celeste denominado Vorador. También sabía que, en esos momentos, iba a dar inicio una muy importante reunión entre entidades cósmicas que decidirían el destino de la humanidad.

El Gran Vidente, que en sus sueños no poseía un cuerpo material lo que le brindaba un amplio rango de acción, observó que en el centro de la sala se levantaba una mesa metálica de bordes irregulares. Alrededor de esta estaban dispuestas tres extrañas criaturas, en completo silencio.

El Vidente acercó su visión a las entidades y pudo reconocerlas. Una de ellas era el Profeta. Su forma era similar a la humana, pero medía por lo menos seis metros de altura, lo que le daba un aspecto imponente. Estaba cubierto por una túnica que variaba entre el gris y el marrón, dejando al descubierto sus varios pares de arrugadas manos de veinte dedos cada una. Por sobre sus hombros emergía su cabeza rapada, igual de arrugada que sus manos, con los ojos ocultos por una venda del mismo color que su túnica.

A un lado del Profeta, encima de una cómoda litera rojiza estaba acostada plácidamente la Dama de Guerra. Sus ojos amarillentos sin iris ni pupila veían con aburrimiento a su alrededor, mientras que sus manos jugueteaban con un extraño cetro azabache coronado por cuatro puntas afiladas. Tenía la apariencia y el tamaño de una mujer humana, pero poseía una piel color nieve surcada de líneas rojizas que formaban racimos y otro tipo de símbolos cambiantes. Estaba prácticamente desnuda, pero su largo y sedoso cabello rosado le caía a lo largo del cuerpo como si se tratara de un ligero vestido.

Frente a ella, al otro extremo de la mesa, estaba sentada una pequeña niña de doce o trece años vestida con un elegante atuendo blanco y rosa de estilo antiguo, repleto de listones, cintas y blondas. Su largo y ondulado cabello multicolor cambiaba continuamente de colores y tonalidades, al igual que sus arreglas uñas, lo que brindaba un efecto hipnótico a su apariencia. Encima de su lado de la mesa había una taza de té y varios dulces que la niña comía continuamente, emitiendo sonidos de satisfacción cada vez que los probaba. Ella era el Director Absurdo.

En eso, la pared del fondo de la sala se abrió de par en par, permitiendo el ingreso de un cuarto personaje. Llevaba encima una insólita armadura de estilo medieval completamente negra, la cual emitía sombras y destellos oscuros a su paso. En el casco tenía un par de aberturas que dejaban al descubierto sus ojos, que no eran más que un par de brillantes puntos rojizos que destellaban al igual que su cuerpo. Llevaba en las manos dos espadas con filos a cada lado del mango, las cuales clavó con fuerza en el suelo cerca de la mesa para apoyarse en ellas.

―Eres el último en aparecer, repulsiva entidad inferior ―dijo la Dama de Guerra con una suave y susurrante voz burlona―. Inferior.

―Profeta ―dijo el recién llegado, ignorando a la fémina―. Te envíe un informe y un plan de contingencia.

―Lo revisé, Regente ―contestó el gigante sin siquiera mover sus arrugados labios―. Por eso planteé esta reunión. Debemos ponernos de acuerdo.

―No hay necesidad de discutir ―afirmó el Regente con su voz metálica y monótona―. Iré personalmente al planeta objetivo y eliminaré a la especie origen del problema.

―¿Crees que es sencillo? ―susurró la Dama―. Eres muy insensato. Insensato.

―Guárdate tus opiniones, Hija de Arkoroth.

―Tientas tu suerte, entidad inferior. ―La Dama se sentó en su litera, sonriendo―. ¿Acaso no temes ser eliminado? Eliminado.

―La Dama de Guerra tiene razón ―opinó el Director Absurdo, sorbiendo ruidosamente su té―. Ir al planeta Tierra y aniquilar a la humanidad no es tan simple como parece.

―Confío en la información que poseo ―afirmó el Regente―. Es una civilización subdesarrollada y sus capacidades bélicas son prácticamente inexistentes.

―Puede que sea cierto ―indicó el Profeta, encorvándose―. Pero no están solos.

El gigante alargó una de sus manos para tocar la mesa. De esta surgió una proyección holográfica que representaba un rostro femenino de ojos cerrados, compuesto de incontables cuerpos antropomórficos azulados.

―La Hipermente ha declarado abiertamente que considerará cualquier ataque contra la humanidad como una declaración de guerra a nivel personal.

―Entonces su traición es clara ―El Regente pisó fuertemente con un pie―. La eliminaré sin complicaciones.

―Ya sabes cómo funciona ―dijo el Director, comiendo una galleta―. Si la Hipermente está rondando la Tierra, entonces el Cerebro del Enjambre también estará cerca.

La imagen de la mesa dio paso a un contingente de seres con apariencia de moscas, hormigas aladas y abejas sobrevolando un ojo gigante.

―Erradicaré a cualquier entidad, fuerza o criatura que se oponga a mis... a nuestros designios. ―El Regente emitió un sonido similar a un gruñido y a un chirrido―. Estoy al tanto de todos los posibles obstáculos, incluso los que podría traer la Directriz. No me subestimen.

―Eres fácilmente subestimable ―afirmó La Dama, haciendo ondear su cabello rosado―. Subestimable.

El Regente tomó el mango de una de sus espadas, pero el Profeta levantó una mano para ordenarle detenerse.

―En el caso hipotético de que aceptáramos tu plan, todavía queda el problema que podrían representar los Reyes Demonio y el Itrox "B".

―Mi padre, el Gran Arkoroth, ha dejado muy en claro que no desea iniciar una guerra a escala masiva ―añadió la Dama―. Aquel que cause la ira del Itrox "B" no recibirá ninguna ayuda de mi parte ni de mis hermanos. Hermanos.

El Regente resopló, causando que un vapor grisáceo escapara de su casco.

―Mi estrategia se concentra en la ofensiva bacteriológica, de modo que sólo los seres humanos y sus potenciales aliados se verán afectados. Otras especies saldrán ilesas y el cuerpo celeste quedará intacto.

―Te tengo considerable estima, Regente, porque reconozco tus incontables logros ―indicó el Profeta―. Pero tu soberbia podría jugarte en contra. ―Levantó una mano para que su interlocutor no discutiera―. Los fracasos cometidos por el Rey Tuerto y el Pájaro que Debe ser Escuchado demuestran que no podemos tomarnos esto a la ligera.

―Lo tengo en cuenta, pero confío en mis experiencias previas. He exterminado suficientes especies y civilizaciones para saber que...

―Ustedes, las entidades inferiores, son muy arrogantes a pesar de sus insignificantes capacidades ―masculló la Dama de Guerra, haciendo una seña al Profeta―. No comprendes que el verdadero problema escapa de nuestro control. Control

―Como sabrás, Regente, mantengo ocasional contacto con el Teócrata ―explicó el gigante, juntando sus manos de una forma que asemejaba una extraña y arrugada flor―. Su voluntad es clara: no desea que ninguna civilización subdesarrollada sufra ataques por parte de entidades, criaturas u otras civilizaciones más poderosas. ―Separó las manos y las escondió en su túnica―. Oponerse a Él es equivalente a congraciarse con el Gran Adversario.

El Regente se mantuvo silencioso, expulsando vapor de su casco durante varios segundos, hasta que dio media vuelta y tomó los mangos de sus espadas.

―Consideraré sus opiniones. ―Arrancó las espadas del suelo, sin dejar de dar la espalda a sus colegas―. Pero no me retractaré. Iré al planeta y eliminaré a la especie problemática. ―Volteó la cabeza para mirar a los demás―. Si ustedes planean lavarse las manos, que así sea. Asumiré la responsabilidad y acabaré con cualquiera que decida enfrentarme.

Sin más que añadir, el Regente se alejó de la mesa a paso firme, y desapareció tras la puerta-pared por la que había ingresado.

―Fracasará miserablemente ―dijo al Dama, sonriendo―. Me encargaré del resto.

Una grieta rojiza se abrió tras la mujer y la absorbió lentamente, hasta que desapareció por completo.

―¿Cuál es tu conclusión, Profeta? ―preguntó el Director.

―Ambos serán derrotados ―afirmó el gigante―. Todo dependerá de ti. Espero que decidas tomarte esto en serio. ―Se encorvó y abrió la boca, dejando entrever un ojo en su interior―. De lo contrario tendré que encargarme personalmente.

―Tengo un divertido plan en mente. ―Los ojos de la niña se clavaron en la manifestación metafísica del Gran Vidente, que hasta el momento se había mantenido concentrado en las conversaciones―. He comenzado de antemano.

El Vidente se estremeció, sintiendo que ella sabía de su existencia. Comenzó a perder la consciencia, regresando a la difusa oscuridad que anunciaba el fin del sueño. Luchó por mantenerse alerta, considerando que era de vital importancia recabar más información. Pero sus esfuerzos fueron en vano y terminó por despertar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro