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2. La razón por la que los genios no asisten a la escuela

La razón por la que los genios no asisten a la escuela (o la Teoría de los Genios Vagos)

―Entonces, para recapitular lo que tenemos ―comenzó Francis, caminando junto a Isaac y Doggy―. Esta mañana despertaste y una chica te ultrajó hasta que se cansó, para luego decirte que ella era Doggy... ―Hizo una mueca de incredulidad―. ¿Cómo es que sabe hablar si hasta hace poco era un perro?

―Mi hipótesis es que todos los animales domésticos saben hablar en base al contacto que mantienen con los seres humanos, pero dadas sus características fisiológicas son incapaces de hacerlo. ―Isaac bostezó―. De todas formas, Doggy no habla mucho.

Efectivamente, luego del festival de saliva que había sufrido Francis, la chica perro se había mantenido tranquila, sonriente y silenciosa. Siempre había sido una mascota serena, de modo que no se podía decir que su comportamiento hubiese cambiado mucho. Sólo se había mostrado emocionada al encontrar un puesto de venta de helados, de modo que Francis e Isaac le habían tenido que comprar uno para evitar incómodas situaciones inesperadas.

―Sobre el otro tema... ―susurró Francis.

―Doggy era macho y ahora no parece serlo, pero no puedo asegurar nada. Mi familia lo tomó increíblemente bien, y mi hermana la ayudó a bañarse. En realidad yo fui el último en enterarme de su transformación.

Francis miró de reojo a Doggy. Habían llegado frente al paso del tren, de modo que se vieron obligados a detenerse.

―¿Entonces no la has visto...? ―Francis carraspeó―. Habrá que intentarlo entonces.

―Adelante.

―Muy bien... ―Francis miró a la chica―. Dime, Doggy, ¿tendrías algún inconveniente en...? ¿Cómo decirlo? Déjame expresarlo de manera correcta...

Doggy se mantuvo silenciosa, mirándolo con curiosidad. Luego de unos minutos, Isaac suspiró y colocó una mano en el hombro de su amigo, mirándolo con fingida solemnidad.

―Frank, perderás el respeto del mundo entero si te atreves a pedirle a una chica que se desnude, incluso si esta antes era un perro.

―Me doy por enterado, aunque igualmente el mundo no me respeta ―Francis menó la cabeza―. ¿Qué vas a hacer con ella? Parece completamente humana salvo por sus uñas negras y su cabello naturalmente bicolor.

―Ah... sobre eso. Dado lo extraño de la situación, la llevaré a Maverick para que la investiguen.

―¿A Maverick?

―Mi padre trabaja en una de las centrales científicas personales del Gran Vidente. Mencionó algo sobre Chernabogs y demás conceptos raros, y me pidió que llevara a Doggy hasta allá.

―¡Eso no tiene sentido! Ni siquiera has acabado el instituto... ¿Y cuando contactaste a tu padre si tu perro se convirtió en chica recién esta mañana?

―Dejaré la escuela y ayudaré a mi padre para estudiar a Doggy... La organización académica de la sociedad actual no va de acuerdo a mi vocación científica.

―Esto es impresionante...

―Mi madre está de acuerdo, así que dentro de una semana estaré partiendo.

―¡Increíble! ¡Realmente increíble! ―Francis se acarició la barbilla―. Eh, déjame acompañarte.

―¿No estabas obsesionado con mantener la normalidad de tu vida?

El tren terminó de pasar y los tres pudieron retomar su caminata.

―Bueno, estar ante la prueba viviente de la metamorfosis de un perro en chica me obliga a replantearme las cosas.

―No tengo problema en que vengas conmigo, pero... ¿estás seguro?

―Tú sólo acepta antes de que empiece a dudar de mi propia cordura.

Isaac no pudo evitar soltar una carcajada.

―Realmente eres un buen amigo, Frank. Yo estaba aterrorizado por tener que viajar solo al extranjero.

―¡Sabes qué puedes confiar en mí! ―Francis estiró una mano con un pulgar levantado―. Somos compañeros y camaradas, ¿no?

Isaac iba a responder algo, pero en ese momento Doggy se detuvo y cayó de rodillas. Comenzó a respirar con dificultad, mientras los otros dos se acercaban a ella para saber qué le pasaba. La chica comenzó a contorsionarse hasta vomitar profusamente en el suelo.

―¿Qué...? ¿Qué le pasa? ―preguntó Isaac, luego de que Doggy vomitara por segunda vez.

―Esto es... ―Francis la miró atentamente hasta percatarse del cono de helado que ella aún tenía en una mano―. El helado... ¡Era de chocolate!

―Pero fisiológicamente ya no es un perro ―acotó Isaac―. ¿Cómo puede caerle mal el chocolate a un ser humano?

―Yo que sé, no soy científico. Puede ser una alergia o algo por el estilo. Hay que llevarla a tu casa para que se recupere.

Isaac asintió y entre los dos levantaron a Doggy, intentando no mancharse con los restos de vómito que le quedaban en el cuerpo. Mientras avanzaban con dificultad, Francis concluyó que realmente tendría que replantearse toda la concepción de vida que había mantenido hasta el momento.

―Por cierto, Frank ―dijo Isaac, jadeando por el esfuerzo de cargar a la chica que, aunque parecía delgada, era increíblemente pesada―. No volveré a ir al instituto mientras me preparo para el viaje. No te preocupes por mí, tú sigue asistiendo.

―Está bien. ―Frank sonrió―. Ahora entiendo que existen buenas razones por las que los genios no asisten a la escuela.

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