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17. La razón por la que un Deus Ex-Machina inesperado es una muy mala buena idea

La razón por la que un Deus Ex-Machina inesperado es una muy mala buena idea (o la Teoría de la Historia Ex-Machina)


La balanza no se inclinaba claramente a favor de ningún combatiente. Gandledore continuaba aprovechando su ventaja numérica gracias a su capacidad para multiplicar su cuerpo, pero Dumblalf había ideado la manera de utilizar sus rayos junto a su composición gaseosa para infligir daño en área. Por otro lado, Kiseki parecía no tener problemas en hacer que sus rosadas ranas ciegas mantuvieran a raya a la demoniaca Doggy, aunque esta no recibía daño significativo ni mostraba signos de fatiga.

―Es una guerra de desgaste ―opinó Isaac, frotándose la barbilla―. Alguno de ellos se cansará y cometerá un error que finalizará su enfrentamiento.

―Entonces no hay de qué preocuparnos ―aseguró Francis, lanzando un suspiro―. En cualquier momento el Director regresará y dará el golpe final a nuestro beneficio.

Dasha soltó una risilla burlona.

―Es normal que los humanos siempre sean ridículamente optimistas. ―La chica agitó su cabello negro―. La nipona, el mago y el otro heraldo tienen como enemiga a una demonio. No importa lo que hagan, sin lugar a dudas perderán, incluso contando con la ayuda del Director Absurdo.

―Vamos, no atraigas la mala suerte ―espetó Francis―. Yo creo que...

En eso, un lastimero grito proveniente de Kiseki los hizo sobresaltar. Ella había sido alcanzada por Doggy, quien había utilizado uno de sus brazos para atravesar el vientre de la chica mágica. Las ranas rosadas intentaron apartar a la demonio empujándola, mordiéndole el cuerpo y escupiéndole ácido, pero ella continuó retorciendo su brazo, destrozando los órganos de Kiseki hasta hacerla desfallecer.

Rápidamente, Doggy tomó el cuerpo inconsciente de Kiseki y lo lanzó a un lado, para arremeter contra Dumblalf y Gandledore. Ambos heraldos se encontraban tan concentrados en su propia lucha, que no pudieron reaccionar al primer ataque de la demonio, recibiendo una considerable cantidad de daño. No obstante, consiguieron reponerse al instante y se enfocaron en enfrentar al mal mayor.

Dumblalf concentró sus rayos en una amorfa bola de energía amarillenta que se elevó sobre su cuerpo gaseoso, mientras que Gandledore hizo lo propio con su viscosidad rojiza. Doggy se preparó para recibir ambos ataques, pero los heraldos inesperadamente se lanzaron contra ella, aprisionándola en una nubosidad que cambiaba entre tonalidades grises y rojizas. No le dieron tiempo a reaccionar y ambas orbes de energía que habían preparado con antelación reventaron en millones de partículas energéticas que se mantuvieron suspendidas en la nada, mientras giraban buscando un objetivo. Tras un par de milésimas de segundo, las partículas eléctricas y orgánicas se fijaron en Doggy y se dirigieron a su posición.

Dumblalf y Gandledore dejaron de rodear a la demonio y se apartaron, mientras giraban sobre ella, formando un efecto similar al de una serpiente gris y roja persiguiendo su propia cola. Las partículas amarillas y rojizas impactaron a Doggy apenas los heraldos se retiraron, lo que la inmovilizó y la hizo exudar un repulsivo líquido negruzco de los agujeros del cráneo de cabra que tenía por cabeza. La demonio no había terminado de vomitar, cuando Dumblalf y Gandledore agitaron sus amorfos cuerpos para producir una violento impacto que produjo un sonido similar al del vidrio rompiéndose, lo que golpeó a Doggy y produjo una gigantesca explosión de brillo multicolor.

―¡Increíble! ―exclamó Isaac, cubriéndose los ojos con un brazo―. Dumblalf y la cosa roja luchan mejor como aliados que como enemigos...

Francis asintió.

―Pueden ganar...

―¿Tengo que repetirlo? ―cortó Dasha con un tono ácido―. No tienen esperanzas.

Francis intentó discutir, pero un estruendo lo obligó a callarse y dirigir su mirada al enfrentamiento. Doggy se había recubierto con una enorme mata de pelo negro, lo que le había permitido salir ilesa del devastador ataque recibido. Dumblalf y Gandledore no había calculado un resultado tan aciago, lo que los obligó a improvisar alguna manera de continuar su sincronizada danza de guerra. La demonio, sin embargo, se había cansado de jugar con ellos, por lo que emergió del cúmulo de pelo y abrió su cráneo en cuatro partes para lanzar un delgado rayo azabache de su interior.

Los heraldos emitieron chillidos burbujeantes y entrecortados, pero no llegaron a ser erradicados por completo, ya que Doggy fue interrumpida por una andanada de tiburones que la obligaron a apartarse. Una parte del mundo se recompuso rápidamente, y produjo la aparición de una mezcolanza de incontables animales, plantas y cosas con características indescriptibles. El Director Absurdo, furioso, organizó los cuerpos que lo componían para formar un agujero que espetó todas las palabras conocidas por el hombre en todos los idiomas posibles, junto a palabras desconocidas pronunciadas en idiomas imposibles.

Aprovechando el barullo, el Director movió su ciclópea masa corporal y depositó el cuerpo debilitado de Kiseki en el fragmento de mundo en el que Francis y los demás se encontraban. Tras ello, utilizó todos los elementos que lo componían para lanzarse a la batalla contra la demoniaca Doggy, quien no parecía amedrentada ni preocupada por el inminente enfrentamiento.

Francis se acercó a Kiseki y la examinó rápidamente.

―Respira, pero parece muy débil. ―Observó con preocupación la herida que la chica mágica tenía en el vientre―. No está sangrando. El Director Absurdo la mantuvo con vida.

―Ahora que el Director se ha recuperado todo acabará, ¿verdad? ―dijo Isaac y abrazó a su perro―. Doggy ya debe estar muy cansada.

―Es un demonio, no puede cansarse ―aseguró Dasha, lanzando un suspiro de aburrimiento―. Menos aun dentro de este mundo. Lo devorará lentamente para hacerse cada vez más fuerte.

―Cállate, Dasha, no estás ayudando ―siseó Francis.

―¿Te haces el héroe ahora? ―masculló la vampiresa con una risilla burlona―. Desde el inicio todo estaba predefinido. Los demonios casi nunca pierden.

―¿Casi nunca? ―preguntó Isaac, confundido.

Dasha se limitó sonreír. Francis apretó la mandíbula y observó a su alrededor. Le tomó sólo un par de segundos darse cuenta de la situación. Podía resumirla con muy pocas palabras: un titán cósmico pavoroso, junto a dos heraldos monstruosos, tenían como enemiga a una invencible demonio. Posiblemente aquello no daba ningún tipo de pista explícita, pero Francis había visto suficientes películas y había leído bastantes libros para ver la realidad.

―No hay héroes en esta historia... ―murmuró―. Falta el arquetipo de personaje que permita cumplir el paradigma de "los buenos siempre ganan".

―Dijiste que los arquetipos no pueden aplicarse aquí ―indicó Isaac, interesado por lo que su amigo estaba pensando.

―Los arquetipos no aplican para el Director ni para la Razón de lo Absurdo. ―Francis se pasó una mano por el cabello―. Pero Doggy es un demonio... Los demonios siempre son los malos... Los malos no pueden ser derrotados por otros malos.

―Bien, mereces un premio por saber pensar ―dijo Dasha, aplaudiendo con sorna―. Pero da igual, yo soy una vampiresa, tu amigo es un genio inútil y tú eres un humano común y corriente...

―Soy un humano ―aceptó Francis, y sonrió―. Pero no uno común y corriente.

En eso el mundo entero se estremeció y la negrura absoluta que lo componía comenzó a resquebrajarse. Doggy había comenzado a diezmar las incontables formas que componían al Director, el cual se limitaba a defenderse sin poder responder a los ataques. La demonio intercalaba sus ofensivas, lanzando orbes púrpura de sus manos y emitiendo rayos negruzcos por su cráneo de cabra.

Francis comprendió que, de seguir así, el Director terminaría cayendo, junto a toda la Razón de lo Absurdo. No tenía ni idea de lo que le sucedería a sus compañeros y a él mismo si eso llegaba a suceder, pero era seguro que no iba a ser un final feliz. No obstante, aun con todo en contra, guardaba un último recurso que se decidió a aprovechar.

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