15. La razón por la que los Diabolus Ex-Machina son la hostia
La razón por la que los Diabolus Ex-Machina son la hostia (o la Teoría de los Antagonistas Infinitos)
Isaac miró a su alrededor, absolutamente confundido. Hace tan sólo un segundo había estado en el jardín del castillo, junto a Dumblalf, Kiseki y Dasha, pero repentinamente fue trasladado a un espacio completamente oscuro y silencioso. Si ya estaba aterrado por la simple idea de toparse con el Director Absurdo, tener que hacerlo solo lo sumía en el más profundo pavor.
Sin poder pensar con claridad, dio un temeroso paso al frente. Ese movimiento causó un efecto extraño que hizo estremecer la oscuridad que le rodeaba, mostrando momentáneamente el jardín donde había estado antes. Probó nuevamente y sucedió algo similar, como si se encontrara en un videojuego y cada movimiento generara un error que lo hacía regresar al mapa anterior. Con una leve esperanza continuó caminando en medio del vacío, haciendo que el efecto se hiciera cada vez más fuerte hasta, finalmente, logró salir de la oscuridad, cayendo de bruces al pasto del jardín.
―¡Isaac, me alegra que hayas salido! ―exclamó Dumblalf, ayudándolo a levantarse―. Dasha y la chica mágica todavía están en problemas.
Isaac, muy mareado, se percató que a su lado estaban sus compañeras, completamente estáticas con la mirada perdida. El mago colocó una mano en la espalda del chico, lo que lo hizo sentirse mucho mejor hasta poder recuperar el control de su cuerpo.
―¿Qué sucedió?
Dumblalf miró al cielo.
―El Director...
El mago no pudo terminar la frase debido a una andanada de ardillas, pájaros, conejos y peces que se abalanzaron sobre él. Si bien pudo reaccionar a tiempo para apartar a Isaac y a las chicas, una segunda oleada de animales lo empujó contra la muralla del jardín, estrellándose violentamente.
Isaac, sobresaltado, recordó lo que Dumblalf había dicho antes y pensó en una forma precisa para el Director Absurdo. Sin tenerlo demasiado en claro pero consciente de que no podía perder tiempo, tomó a Dasha y Kiseki de los brazos y las guió a un pequeño cobertizo de piedra pegado a la muralla. Tras ello, sabiendo que no podía contar con su ayuda porque seguían perdidas en sus propias mentes, salió de la estancia y miró al cielo.
En un principio no pudo distinguir nada, no porque el firmamento estuviera tranquilo, sino porque literalmente no había nada visible. Por sobre su cabeza se abría un enorme espacio vacío que se perdía en la inmensidad de una profunda negrura. Isaac parpadeó varias veces y recién al décimo intento, el cielo regresó a la normalidad, con el detalle de que estaba cubierto de pequeños y coloridos peces voladores.
―¡Isaac! ―llamó una voz familiar cercana.
El chico volteó lentamente hacia su origen.
―Francis... ―Retrocedió un par de pasos―. No eres real.
Su amigo, a quien supuestamente iban a rescatar, estaba allí frente a él, pero Isaac sabía que no era sensato confiarse. Francis ya no llevaba encima el uniforme escolar con el que lo había visto la última vez, sino que estaba vestido con un largo abrigo negro sobre una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros holgados.
―Escucha, sé que puede ser difícil de aceptar, pero las cosas no son como creíamos ―dijo el supuesto Francis―. El Director Absurdo no es el villano de esta historia.
―¿En serio? No suena convincente.
―Ya habíamos discutido esto entre todos. El Director podría haber acabado con nosotros fácilmente si hubiera querido. Entonces, ¿por qué seguirnos vivos?
―Da igual. ―Isaac chasqueó la lengua―. ¿Realmente crees que algo con el nombre de "Director Absurdo" puede ser de los buenos?
―Esta no es una novela o una película, los arquetipos no pueden aplicarse. ―Francis suspiró―. Es cierto que la misión del Director es eliminar todo rastro de vida del planeta... pero ―el chico levanto una mano al ver que Isaac iba a discutir―, su verdadero objetivo es lo contrario a eso.
Isaac retrocedió un paso, muy tenso. Supuso que su única opción era ganar tiempo hasta que Dumblalf se recuperara, si es que acaso seguía con vida.
―Explícate.
―El Director no es el villano, pero realmente es cruel y perverso. Se regodea con el sufrimiento, el miedo y la desesperación, porque las emociones negativas de los seres vivos son su alimento principal. ―Francis carraspeó―. Por eso no le resulta conveniente acabar con todos nosotros. Su plan es refugiar dentro de la Razón de lo Absurdo a toda la población terrestre, ya sean humanos, animales, plantas o criaturas sobrenaturales, y llevarnos a algún planeta lejano en secreto.
Isaac no pudo evitar soltar una carcajada.
―¡Que plan tan complicado y estúpido! Si no quiere destruirnos, simplemente hubiera podido quedarse allá donde estaba antes de venir a la Tierra.
―No es una opción ―indicó Francis meneando la cabeza―. Existe una entidad superior a él que es increíblemente poderosa. El Director puede engañarla trasladando a los seres de la Tierra a otro lugar, pero para que no queden cabos sueltos tiene que dejar el planeta inhabitable.
―Muy bien, todo lo que me has dicho... parece que tiene sentido dentro de lo ilógico que suena ―opinó Isaac, levemente convencido―. Pero, ¿por qué el Director no pone en marcha su plan? No me digas que sólo la presencia de Dumblalf es un obstáculo.
―El mago es un problema, pero no es la principal fuerza opositora. ―Francis miró a su alrededor, como si buscara a alguien―. El verdadero impedimento es...
Repentinamente, la montaña de animales que se había amontonado cerca de la muralla reventó con violencia, y Dumblalf emergió rodeado de rayos amarillentos mientras flotaba en el aire. El mago vio a Isaac y Francis y se dirigió a toda velocidad hacia ellos, pero un enorme cardumen de peces multicolor lo detuvo a medio camino. Dumblalf pudo defenderse del ataque, destruyendo a varios de los peces, y adoptó una posición de defensa, aumentando la intensidad de sus rayos.
―¡Director Absurdo! ¡Muéstrate!
El cardumen que pululaba en el cielo comenzó a organizarse en una forma que se hizo cada vez más definida. Finalmente, una descomunal figura antropomórfica cubrió buena parte del firmamento, dirigiendo sus cuencas vacías al mago. Tenía un aspecto vibrante debido al interminable movimiento de los peces que componían su imagen, lo que le brindaba una esencia etérea sumamente confusa.
―Heme aquí, Heraldo de Folkmord ―pronunció el Director usando las bocas de todos los peces que lo formaban, lo que dio el efecto de burbujas reventando para producir palabras.
―Has fracasado, Director ―afirmó Dumblalf, sin mostrar el más mínimo signo de temor―. Ríndete y tendré misericordia.
―Insensata entidad inferior. ¿Crees que puedes oponerte a mi voluntad? ―Los peces aumentaron la velocidad de sus movimientos―. Tú, traidor a la naturaleza, te has atrevido a aliarte con algo innombrable para conseguir tus perversos fines.
―No comprendo tus delirios y no me interesa nada de lo que tengas que decir.
El Director rugió y se hizo más grande. Francis e Isaac se mantuvieron apartados de la discusión, temiendo que el verdadero enfrentamiento comenzara en cualquier momento.
―Hagas lo que hagas el resultado será el mismo, incluso si cuentas con la Razón de lo Absurdo a tu favor. ―Dumblalf aumentó la cantidad de rayos que lo rodeaban―. No asesinarás a los seres vivos de este planeta. ¡Yo los protegeré!
Los peces, que hasta el momento habían estado pululando a una velocidad increíble, se detuvieron repentinamente y sus saltones ojos se clavaron en el mago.
―¿A qué te refieres? Eres un Heraldo de Folkmord...
―Proteger la vida es necesario para salvar el planeta. Por eso te derrotaré, no sólo por la población de este mundo ―señaló a Francis e Isaac― sino también por el bien de ellos.
―¿Hablas en serio? ―preguntó Francis y miró al Director―. Esto no es lo que dijiste.
―Si realmente quieres salvarlos ―pronunciaron los peces con sus voces burbujeantes―, ¿por qué te aliaste con el repulsivo demonio?
―¿Demonio? ―Dumblalf frunció el entrecejo―. ¿Qué demonio?
En eso, el castillo entero comenzó a temblar hasta resquebrajarse por completo. Pedazo a pedazo fue cayendo al piso con violencia, hasta que no quedaron más que polvorientas ruinas de la otrora majestuosa fortaleza futurista. Luego de unos segundos, de entre los restos emergió un orbe negruzco que se elevó al cielo con rapidez. Al alcanzar una altura considerable, la esfera se deshizo mostrando a Doggy quien lanzó con fuerza algo que sostenía en sus manos.
Dumblalf, temiendo que se tratara de algún tipo de ataque, decidió contener aquello que la chica había lanzado. Lo atrapó en el aire con sus rayos, pero se percató que no era un proyectil ni una concentración de energía, por lo que lo dejó en el piso cerca a Francis e Isaac.
―¡Santo cielo! ―exclamó este último al ver de qué se trataba―. ¡Es el verdadero Doggy!
Efectivamente, el pequeño perro de Isaac quedó tirado en el suelo, temblando descontroladamente hasta que logró divisar a su dueño. El aterrado animal corrió hacia él y se lanzó a sus brazos, por lo que Isaac lo abrazó mientras le susurraba que todo estaba bien.
―Si Doggy ha regresado a la normalidad... ―dijo Francis, tragando saliva―. Entonces...
Él, Isaac, Dumblalf e incluso el Director Absurdo dirigieron su atención hacia la chica que hasta hace unos momentos había sido Doggy. Ella se mantenía flotando en el cielo, pero su forma había comenzado a cambiar, haciéndose mucho más grande, musculosa y peluda.
―¡Pero qué diablos! ―exclamó Dasha, quien acababa de despertar para encontrarse con sus compañeros en tal extraña situación―. ¿Cómo es que sigues vivo, Francis?
―¿Qué ha sucedido? ―preguntó Kiseki, quien también había despertado.
―Creo que Doggy, o la cosa que se hacía pasar por Doggy ha decidido mostrar su verdadera cara ―respondió Isaac, acariciando a su aún muy asustado perro mientras miraba al cielo.
La antigua Doggy había pasado de ser una preciosa chica a terminar convertida en una repulsiva criatura antropomórfica cubierta de una profusa mata de pelo negro que dejaba al descubierto una cadavérica cabeza de cabra, coronada por tres grandes cuernos cuervos.
―Me esperaba... algo peor ―opinó Francis, frotándose la barbilla.
―¿No te parece lo suficientemente horrible? ―rezongó Isaac, sin poder contener la consternación que le causaba el pensar que había estado cerca de un ser de tal índole.
Francis meneó la cabeza.
―El Director afirmó que se trataba de un peligroso y aterrador demonio del tipo Chernabog... pero lo que yo veo es algo tan poco original que incluso podría demandarla por derechos de autor.
Los peces que se habían mantenido pululando en el cielo, sin esperar más, se lanzaron contra la demoniaca Doggy, cubriéndola con rapidez. En menos de un segundo, formaron una viscosa masa plateada que comenzó a ser aplastada por gigantescas manos que surgieron de fisuras en el cielo. Sin embargo, Doggy se liberó fácilmente del agarre expulsando un miasma negruzco que destruyó la masa y quemó las manos.
Los peces sobrevivientes se transformaron en largas lampreas que dirigieron sus bocas contra Doggy y vomitaron un líquido amarillento. La demonio se cubrió con un par de alas de murciélago que le surgieron de la espalda, y con un rápido movimiento devolvió el ataque, erradicando a los animales. Luego, mientras el Director Absurdo volvía a preparar un nuevo ataque, Doggy alzó una de sus peludas manos y disparó un orbe de vibrante de color púrpura. La esfera reventó en el cielo y eliminó a la multitud de criaturas que formaban el cuerpo del Director, causando que espesas nubes negras cubrieran el vacío firmamento.
Sin más, la demonio saltó en el aire y cayó cerca de Francis, Isaac, Dasha y Kiseki, que se limitaron a verla con el horror plasmado en sus rostros.
―Así que tú eras quien estaba detrás de todo ―espetó Dumblalf, interponiéndose con una descarga eléctrica―. Protervo sirviente del Gran Adversario. ¿Cuál es tu propósito?
―¿Mi propósito? ―dijo la demonio con exactamente la misma voz que había poseído cuando era una chica―. Sencillamente me divierte arruinar planes ajenos. Pero te equivocas en algo, no soy precisamente quien está detrás de todo esto...
―Guárdate tus delirios ―cortó el mago, pisando el suelo con fuerza para cubrir un amplia área con sus rayos―. No pasarás de hoy, lo juro en nombre del Corruptor de Almas.
Doggy iba a responder, pero un insólito y rojizo filamento de aspecto orgánico la obligó a apartarse.
―Has hecho tu parte, Hija del Caído, mantente al margen a partir de ahora ―sentenció una silueta que había emergido de entre los escombros del castillo.
―Ya me preguntaba cuando ibas a aparecer, heraldo ―respondió ella, y de un salto se alejó a una distancia prudente.
El recién llegado tenía una silueta antropomórfica, pero no parecía poseer un cuerpo sólido, sino que fluctuaba entre una consistencia líquida y gaseosa. Exudaba una viscosidad rojiza por varias partes de su etéreo cuerpo, que caía al piso para formar un charco por el cual avanzaba lentamente.
―No puede ser... ―musitó Dumblalf, mientras los rayos que producía se hacían más débiles―. Gandledore... ¿qué haces aquí?
―El Corruptor de Almas me envió para utilizar como sacrificio al Director Absurdo y a cualquier otra criatura apta para nuestros fines ―aseveró la silueta rojiza―. Has fallado, Dumblalf, eres una vergüenza para los Heraldos de Folkmord.
El mago retrocedió amedrentado, pero luego se plantó en el piso mientras su rostro se deformaba en un profundo gesto de ira.
―¿He fallado? ¿Yo? Como te atreves a afirmarlo, tú, que has pactado con un demonio...
―El tiempo te ha vuelto alguien débil ―siseó la criatura roja―. Interactuar amistosamente con los humanos de Neo-Hispania te ha hecho olvidar tu directiva. El Corruptor de Almas te envió aquí para que yo pueda erradicarte sin temer alguna interrupción de tus aliados. Hoy morirás, Dumblalf.
―Te maldigo, Gandledore ―decretó el mago y los rayos volvieron a cubrirlo con una intensidad sorprendente―. Será tu cabeza la que rodará ahora.
Ambos Heraldos de Folkmord se rodearon de intensas energías, eléctricas y sanguinolentas respectivamente, preparándose para el feroz combate. Por su parte, Francis había quedado enmudecido por el giro de los acontecimientos y por la sencilla derrota que había sufrido el supuestamente omnipotente Director Absurdo. Kiseki parecía aterrada y se cubría la cabeza con las manos, murmurando a toda prisa diversas frases en su idioma nipón, mientras que Dasha observaba a los heraldos con curiosidad, mientras su retorcida mente planeaba algo.
Isaac, con una mezcla de desconcierto y temor, se atrevió a dar un paso al frente, mientras sostenía con cuidado a su pequeño perro. Aspiró una gran bocanada de aire y exclamó.
―¿¡Pero quién diablos es el antagonista de esta historia!?
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