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14. La razón por la que los finales abruptos son los mejores

La razón por la que los finales abruptos son los mejores (o la Teoría de la Última Inspiración)


Dasha lanzó un profundo bostezo y se relamió los colmillos, preguntándose cuándo había sido la última vez que había consumido su alimento principal. Los vampiros, a diferencia de lo que el populo creía, no necesitaban sangre para sobrevivir, sino que la utilizaban como fuente de energía para fortalecer la mayoría de sus poderes y capacidades. Considerando que tarde o temprano se vería obligada a combatir a alguna criatura poderosa, resultaba vital alimentarse cuanto antes. Pero, para su mala suerte, aquel enorme castillo en el que ella y sus compañeros se refugiaban no poseía ni la más mínima señal de réplicas a las cuales consumir.

Dada la situación sólo le quedaban tres posibles presas: Isaac, el mago y la chica mágica. Los dos últimos podían llegar a ser problemáticos de confrontar, aunque sus naturalezas sobrenaturales le brindarían una muy eficaz mejora de sus poderes. Por el contrario, devorar al chico podía ser una tarea sumamente sencilla, pero no le daría más de un par de minutos de habilidades potenciadas. En cuanto a Doggy, no consideraba sensato consumir algo cuya naturaleza estaba en duda.

La vampiresa suspiró, recostándose en una extraña silla-hamaca que había hallado en el amplio jardín interior de la fortaleza. Todo el lugar estaba amurallado y no parecía poseer una puerta principal que contactara con el "exterior", si es que acaso existía algo así en aquel mundo falso, por lo que ese jardín era el único lugar donde se podía tomar aire fresco. Dasha no era muy aficionada a estar bajo los rayos del sol, pero le sentaba mejor que mantenerse encerrada en el tétrico interior del castillo.

Giró la cabeza a un lado para observar a Isaac y Dumblalf, que se encontraban a varios metros de distancia, bajo un frondoso árbol de hojas celestes. El mago le estaba enseñando algunas tácticas ofensivas y defensivas al chico, quien sostenía una peculiar espada de dos manos con el mango más largo que el filo. Al parecer, Isaac era consciente de su propia inutilidad en el combate, por lo que había rogado a Dumblalf que le ayudara a ser de ayuda en el rescate de Francis. El hechicero había accedido, pero Dasha sospechaba que lo había hecho más por lástima que por considerar que Isaac tenía algún tipo de aptitud de batalla.

La vampiresa se entretuvo viendo los fútiles esfuerzos del muchacho por manejar su extraña espada. Intentaba realizar cortes en un mismo punto de la corteza del árbol, pero su escasa habilidad lo hacía fracasar miserablemente. Ella estuvo disfrutando el ridículo espectáculo durante varios minutos, hasta que Dumblalf la miró e hizo el ademán de acercarse. La chica se levantó rápidamente de su silla y se alejó del lugar, ya que no tenía interés alguno en ayudar con aquel inútil entrenamiento.

Se internó en el castillo y recorrió sus pasadizos sin prestar atención a los impresionantes adornos que la rodeaban. Habían estado en aquel lugar durante poco más de tres días y, si bien al comienzo la infraestructura y ornamentos de la fortaleza resultaban dignos de admirar, luego se convertían en cosas monótonas y aburridas. La vampiresa consideraba que la estancia en el castillo se hacía cada vez más insoportable. Según el mago se mantendrían ocultos allí hasta que los preparativos necesarios para rescatar a Francis estuvieran listos, pero no parecía haber ningún avance.

De cualquier forma, Dasha había encontrado una oportunidad de entretenerse durante la primera noche que pasaron en aquel lugar. En esos momentos paseaba por los bien iluminados corredores de la fortaleza, con la esperanza de hallarla nuevamente. Sabía que no era tarea fácil, ya que la peculiar estructura y disposición de pasillos y salas le daba un aspecto cambiante a toda la edificación. Más de una vez, ella y sus compañeros habían quedado completamente extraviados buscando el comedor central o la habitación comunal, terminando en salones de lo más extraños y variopintos.

Mientras caminaba por los pasadizos se asomaba a algunas de las estancias que encontraba a su paso, pero la mayoría eran simples salas de estar, pequeños comedores, salas de té e incluso otro tipo de lugares con muebles indescriptibles empotrados en las paredes y el techo. Todas aquellas piezas, a diferencia de los pasillos, parecían invadidas por una penumbra que surgía de sus esquinas como un oscuro miasma.

Su paseo se vio repentinamente interrumpido al escuchar apresurados pasos que se acercaban a su dirección, desde un corredor perpendicular al que se encontraba. Se detuvo tras la esquina que unía ambos pasillos y casi terminó siendo atropellada por Kiseki, quien tenía un gesto de horror plasmado en el rostro.

―¿Qué sucede, nipona? ­―espetó Dasha agriamente.

Kiseki, enmudecida por la sorpresa, retrocedió unos pasos mientras recobraba el aliento.

Nanimonai... ―contestó, luego de unos segundos―. Es que... ¿Dónde están los demás?

―No tengo idea de dónde se ha metido el perro ―aseveró Dasha, mirándola inquisitivamente―. Hace un rato el humano y el mago estaban entrenando en el jardín.

Ante esa información Kiseki ladeó la cabeza, muy confundida. Colocó una mano delante de su boca y pareció perderse en sus reflexiones. Dasha, molesta por su incomprensible actitud, se preparó para recriminarle, pero la chica mágica hizo una leve venia y se alejó a toda prisa.

La vampiresa lanzó un suspiro y continuó su caminata. Le hastiaba haber tenido que dirigirle la palabra a la nipona, pero según lo que había podido entender, pronto encontraría algo muy entretenido. No le tomó mucho tiempo ver cumplidas sus expectativas, al distinguir una difusa silueta entre la penumbra de una de las habitaciones a las que se asomó.

―Me alegra mucho encontrarte, Dasha ―dijo la silueta con la voz de Dumblalf―. Necesito hablar contigo.

La chica sonrió abiertamente, dejando al descubierto sus colmillos.

―Yo soy la que se alegra de por fin hallarte. ―Miró al fondo del pasillo por el que había estado caminando―. La nipona tenía una actitud de lo más extraña...

―Justamente de eso es de lo que quería hablarte ―indicó el mago―. Como sabrás, las chicas mágicas poseen una fuerte naturaleza demoniaca. Temo que esa tal Kiseki está intentando manipular a Isaac para ponerlo en nuestra contra. Sé que a ti también te desagrada, así que debes ayudarme a eliminarla.

Dasha asintió varias veces.

―Ya veo... así que las cosas están de ese modo.

―Posiblemente la chica mágica está coludida con el Director Absurdo... no podemos perder más tiempo porque...

―Dumblalf tiene un olor muy particular ―cortó Dasha repentinamente―. Huele a antiguo y a algo increíblemente oscuro... como si no proviniera del planeta. ―Miró con curiosidad a la silueta que se fundía en las sombras―. ¿No puedes replicar su esencia? De esa forma tu fraude sería mucho más convincente.

La silueta pareció apoyarse en la pared de la oscura habitación.

―Es probable que Kiseki haya utilizado algún tipo de magia para...

―¿No te rindes? Que aburrido ―espetó Dasha, jugando con su cabello―. Incluso sin olerte sabría que tramas algo. ―Señaló su pierna―. ¿No te diste cuenta de que Yoghoth estuvo parasitando a Isaac cuando hablaste con él durante la primera noche?

La entidad que se hacía pasar por Dumblalf se mantuvo estática, emitiendo un peculiar sonido similar a un leve gruñido. Dasha sonrió y supuso que, al verse acorralada, aquella cosa intentaría atacarla, por lo que tensó los músculos preparándose para el inminente combate. No obstante, la situación fue interrumpida por un potente temblor que estremeció todo el lugar.

―Ya ha llegado ―pronunció el impostor, mientras desaparecía lentamente a través la pared.

―¡Espera! ¡Enfréntame! ―exclamó Dasha, pero del ente no quedaba más que una mancha rojiza que emitía un fuerte aroma metálico―. ¡Maldición!

Un nuevo estremecimiento la hizo tambalear, por lo que volvió a maldecir y salió de la oscura habitación. Las sacudidas continuaron mientras la chica avanzaba por el pasillo con increíble rapidez hasta conseguir regresar al jardín. Allí encontró a Isaac, Kiseki y al verdadero Dumblalf, los cuales no se percataron de su llegada ya que toda su atención estaba concentrada en el cielo.

Dasha se unió al grupo y dirigió su mirada al firmamento. Entre las nubes se abría una extraña fisura que mezclaba el color azulino del cielo con otro inidentificable que oscilaba entre el más oscuro azabache y un muy enfermizo púrpura. Al mismo tiempo, un peculiar sonido similar al coro de varias personas y animales comenzó a escucharse proveniente de todos lados.

―El Director está haciendo su entrada... se nos ha adelantado demasiado ―anunció Dumblalf con seriedad, para luego mirar a sus compañeros―. Desde ahora deben darle una imagen mental individual si no quieren que sus cerebros revienten al verlo.

―¿Qué de qué? ―musitó Isaac, sin poder despegar sus ojos de la fisura.

―¿Ya no hablas como neohispano, mago? ―preguntó Dasha, sin darle mucha importancia a la trabajada presentación de su enemigo.

―Imaginen al Director Absurdo como algo que hayan visto o pensado antes ―explicó Dumblalf, ignorando a Dasha―. También deben darle una voz y un olor específico... Su poder le permitirá leer sus más profundos temores y los usará en su contra. ―Miró fijamente a Isaac―. Tu entrenamiento no está completo, mantente al margen. Yo y ellas ―señaló a la vampiresa y a la chica mágica― lo confrontaremos.

Repentinamente, el sonido de varias trompetas resonó en el cielo y todos supieron que el Director Absurdo finalmente había llegado.

FIN





























































...del capítulo 14.

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