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11. La razón por la que el que mucho piensa poco razona

La razón por la que el que mucho piensa poco razona (o la Teoría del Narrar y no Mostrar)


Francis, Isaac, Dasha y Kiseki estaban sentados alrededor de una mesa en una cafetería desolada sin más clientes a su alrededor. La situación era tan tensa que cualquier insensato que se hubiera acercado a ellos hubiera preferido suicidarse de un tiro a tener que soportar la presión. Dasha, a diferencia de lo que Francis había temido en un inicio, no había atacado salvajemente a Kiseki cuando los vio juntos. Sin embargo, la sanguinaria mirada de la vampiresa indicaba que en cualquier momento sus instintos saldrían a flote.

―¡Vaya! Bueno, eh... ―Francis carraspeó, buscando con la vista cualquier cosa que pudiera servir de distracción―. Isaac, ¿qué diablos tienes en la pierna?

El aludido suspiró con molestia.

―Es el monstruo retrasado de Sugrobina ―explicó, observando a la repulsiva criatura con forma de babosa que estaba enrollada en su pierna―. Nos ayudó antes, y ahora no me lo puedo sacar de encima.

Para demostrarlo intentó tomarlo con ambas manos, pero el gusano emitió un grito lastimero acompañado de un chorro de lágrimas provenientes de sus múltiples ojos. Volvió a repetir el proceso algunas veces más, pero la consistencia viscosa del cuerpo del ser y su continuo llanto lo hacía inmanejable.

―Más le vale dejarme en paz ―aseveró Isaac y luego su atención se centró en Kiseki―. Cambiando de tema, me sorprende mucho encontrar a otra persona real en la Razón de lo Absurdo.

―Tarde o temprano tenía que pasar ―opinó Francis―. Dumblalf nos dijo que no éramos los únicos.

Isaac asintió con seriedad. Francis reconoció aquel brillo que empezaba a aparecer en los ojos de su amigo. Era la señal inequívoca de la aparición del Isaac-que-se-lo-toma-en-serio-y-lanza-teorías-muy-locas.

―Me lo he estado preguntando desde el comienzo pero, ¿por qué Dumblalf decidió contactar con nosotros? ¿Qué nos hace especiales?

Francis se acarició la barbilla, considerando que hasta el momento no había tomado en cuenta aquella cuestión. El encuentro con el mago parecía haberse dado totalmente por azar, pero analizando a fondo la situación quedaban algunos cabos sueltos. Sin lugar a dudas, Dumblalf poseía más información de la que había compartido, y en base a eso había escogido asociarse con un grupo compuesto por un genio, una vampiresa, una chica perro y un tipo común y corriente.

―¿Has notado algo raro en este mundo, Kiseki? ―preguntó Isaac repentinamente.

―Sólo lo que ya les he comentado. Perdí contacto con las otras Chicas Mágicas y comencé a enfrentarme a Pesadillas inesperadamente poderosas.

―¿Desde hace cuanto aproximadamente?

Wakaranai... ―Kiseki apartó un mechón castaño que cubría su rostro―. Tal vez una semana, días más, días menos.

―Una semana ―pronunció Isaac, con aun más seriedad―. Hace una semana...

―¡Doggy se convirtió en una chica! ―completó Francis.

Isaac asintió.

―No creo que la misteriosa transformación de Doggy y la repentina aparición de la Razón de lo Absurdo sean simples coincidencias.

―¿Entonces tu perro es el causante? ―masculló Dasha quien a pesar de su silencio se había mantenido atenta a la conversación.

―Eso no es factible ―Isaac observó las silenciosas y oscuras calles que se encontraban alrededor de la cafetería―. Kiseki, además de lo que ya dijiste, ¿no sucedió nada extremadamente extraño en esta ciudad?

La Chica Mágica negó con vehemencia.

―Por eso es que sólo tenía la sensación de estar en otro mundo. Si no me hubieran contado lo que saben posiblemente nunca hubiera descubierto la verdad por mí misma.

―Entiendo ―Isaac se levantó del asiento y plantó ambas manos sobre la mesa―. Tengo dos posibles teorías por las que esta réplica del Shogunato no fue directamente afectada por la Razón de lo Absurdo. O no representa un sitio de interés para el Director Absurdo, o...

―¿O qué? ―preguntó Francis, con la curiosidad carcomiéndole el alma.

―O no le interesa a Dumblalf.

Un repentino silencio se impuso repentinamente. Aquella conclusión fue rápidamente comprendida por los presentes, excepto por Kiseki que no conocía al mago en persona.

―Maldito mago ―rezongó Francis, pero se tranquilizó rápidamente―. Aunque nos ha estado ayudando varias veces desde que nos lo encontramos.

―¿Nos ha estado ayudando? ―preguntó Isaac con cierta ironía en la voz―. ¿En serio? Si acaso fue por su causa que nuestra ciudad fue atacada y fuimos separados en diferentes mundos, entonces nos ha estado salvando de sus propias acciones.

―¿Por qué haría eso? ―inquirió Dasha, más animada.

―Para desviarnos ―sugirió Francis al instante―. Isaac, inicialmente íbamos a viajar a la República Teocrática de Maverick, ¿verdad?

El chico asintió.

―Mi padre me dijo que quería investigar a Doggy porque posiblemente había un Chernabog involucrado.

―Pero podemos suponer que tu "padre" no era más que una réplica, es decir, un producto imaginario de la Razón de lo Absurdo ―teorizó Francis, imbuido del espíritu analista de su amigo―. Creo que la transformación de Doggy fue realizada por el Director Absurdo para hacernos ir a Maverick.

―El Director Absurdo quería encontrarse con nosotros, pero Dumblalf se ha esforzado en impedirlo hasta el momento ―concluyó Isaac.

―Se han armado una bonita teoría, pero no tiene finalidad alguna ―opinó Dasha con una sonrisa burlona―. El Director Absurdo quiere eliminar a todos los seres vivos del planeta, es nuestro enemigo.

―Esa es la versión que soltó el maldito mago ―espetó Francis―. Lo único que sabemos es lo que él nos ha dicho, y sin lugar a dudas no lo ha explicado todo.

―Bien, lo entiendo, Dumblalf no es confiable ―aceptó la vampiresa―. Entonces, ¿qué hacemos?

―Lo primero es fingir que no sabemos nada para poder reunirnos con Doggy ―indicó Isaac―. Debemos mantener a Dumblalf de nuestro lado, ya que es probable que acabe con nosotros si descubre que lo vemos como un enemigo. ―Suspiró pesadamente―. Luego tendremos que hallar la manera de engañarlo para ir a la réplica de Maverick.

―¿Por qué? ―Dasha hizo un gesto de hastío―. Concuerdo en que el mago no es precisamente un aliado, pero no creo que algo que se llame "Director Absurdo" vaya a recibirnos con los brazos abiertos.

―No nos queda de otra ―opinó Francis―. Si Dumblalf no va a contarnos todo lo que sabe, entonces debemos recurrir al Director.

―Así es ―finalizó Isaac―. Una cosa más, sobre Doggy...

―¿Me escucháis, chavales? ―interrumpió la voz incorpórea de Dumblalf, causando que todos se sobresaltaran―. Me ha costado mogollón encontraros en ese mundo.

Francis e Isaac se miraron con preocupación. Se habían metido tanto en sus teorías conspiranoicas en contra del hechicero que les resultaba complicado tratarlo de forma normal.

―Sácanos de aquí, Dumblalf ―pidió Dasha de manera inexpresiva―. Este es un lugar muy aburrido.

―Estoy intentándolo, pero... ―La voz del anciano se cortó durante un segundo―. ¿Hay alguien más con vosotros?

―Soy Kiseki Jigoku ―se presentó la Chica Mágica, quien también podía oír la voz del mago―. Francis-kun y los demás me explicaron la situación.

Un extraño chirrido similar a un grito de sufrimiento puso los nervios de punta a los presentes. El aire a su alrededor se hizo ligeramente más gélido y pesado, causándoles una gran confusión. El escenario mantuvo esa naturaleza hostil y viciada durante unos pocos segundos, tras lo que regresó a la normalidad.

―Bien, me alegro que hayan podido encontrar a otra persona del mundo real ―afirmó Dumblalf―. Ahora los enviaré con Doggy. Prepárense.

La voz del mago se cortó, dejando a los chicos muy preocupados.

―¿Creen que lo sepa? ―preguntó Francis, intentando controlar el temblor de sus piernas.

―No me parece... ―opinó Dasha, relamiéndose.

Watashi wa totemo kowakatta ―murmuró Kiseki, encogida en sí misma.

―Sea lo que sea... ―Isaac tragó saliva con dificultad―. Al final no habló como neohispano.

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