1. La razón por la que los perros tienen forma de chica
La razón por la que los perros tienen forma de chica (o la Teoría de las Chicas Perro)
Francis Radwimp siempre se había vanagloriado de poseer una vida absolutamente normal, con una rutina monótona pero tranquila, y un total desinterés por el futuro. No era especialmente bueno en los estudios y tampoco era demasiado sociable, lo que le permitía pasar desapercibido sin llegar a ser visto como un bicho raro. Tampoco era que se aislara de la sociedad de forma compulsiva, sino que prefería mantener su día a día sin contratiempos inesperados y con planes preestablecidos que resultarían difíciles de cumplir si se integraba a algún tipo de grupo.
Sin embargo, su obsesión por tener control total sobre su propia vida no era tan extrema como para condenarlo a ser un lobo solitario. Tenía un mejor amigo, llamado Isaac Deguise, con quien compartía ciertos gustos e intereses. Isaac, a sus casi diecisiete años, era considerado un genio a nivel local, por lo que pasar tiempo con él siempre traía implicancias interesantes. Además, su perspectiva híper-racional y su postura analítica frente a la vida coincidían de alguna manera al deseo de normalidad absoluta que regía el día a día de Francis.
...
Una tranquila tarde, luego de acabar las clases de la escuela, Francis estaba recorriendo las calles de la ciudad para cumplir con su costumbre de pasear durante al menos cuarenta y cinco minutos al día. Estaba medio perdido en sus pensamientos cuando, a lo lejos, le pareció distinguir la inconfundible silueta de Isaac, con sus descuidadas ropas holgadas y su cabellera negra y despeinada. Francis siempre saludaba amistosamente a su amigo cuando lo hallaba casualmente por la calle, pero en esa ocasión algo inaudito lo detuvo: Isaac estaba acompañado de una joven chica ataviada con un sencillo vestido blanco que le llegaba hasta las rodillas.
―¿Qué podría llevar a este a relacionarse con una mujer? ―se preguntó Francis en voz alta, recibiendo miradas incómodas de la gente a su alrededor―. ¡Si fue él mismo quien me dijo que interactuar con el sexo opuesto trae los más imprevisibles resultados para el hombre racional!
Obviamente, eso no era lo que pensaba. Se sentía increíblemente impresionado de que su camarada y compañero, a quien creía conocer luego de años de amistad, hubiera conseguido acercarse a una chica antes que él. Sin lugar a dudas, era envidia lo que carcomía su ser, exacerbada por el hecho que, desde la perspectiva de Francis, Isaac no tenía tan buena pinta como él.
Dispuesto a no seguir dándole vueltas al asunto, se acercó a paso raudo a la pareja. Mientras lo hacía iba reflexionando internamente las palabras adecuadas para pedirle una explicación a su amigo sin llegar a sonar demasiado hostil.
―¡La decepción, la traición, hermano! ―exclamó parándose frente a Isaac―. ¿Dónde está tu honor, basura?
Isaac se sobresaltó ligeramente al recibir tales palabras tan crueles. Francis aprovechó el incómodo silencio que se apoderó de la situación para analizar a la presa de su amigo. La chica era increíblemente blanca y su cabello tenía un patrón de color extraño, con algunas partes rubias y otras tirando al castaño, pero no parecía ser producto de un tinte artificial. Su mirada vivaz de grandes ojos color miel, junto a sus labios sonrosados y su pequeña nariz respingada le daba un aspecto inocentemente bellísimo.
―Ya te he dicho que no comprendo las referencias que usas, Frank ―respondió Isaac luego de unos segundos, tras lanzar un suspiro―. Vamos a otro lado y te lo explicaré todo, la gente nos está viendo mal.
―¿Piensas huir? ¡Acepta tu destino como un hombre o muere como un perro!
―Sí, sí, lo que digas. Por aquí hay un parque, vamos allá.
Prosiguieron en silencio, mientras Francis se carcomía internamente intentando adivinar qué explicación coherente podría darle su traicionero amigo. La chica no había abierto la boca en ningún momento, y se mantenía observando a Francis con inocente curiosidad. Él, incómodo, intentaba no establecer contacto visual, pero la expresión que ella le dirigía le resultaba vagamente familiar.
Finalmente, luego de una corta caminata, llegaron al parque donde se sentaron en el borde de la pileta que adornaba la zona central. Por lo general, el lugar era muy visitado durante las mañanas y las noches, siendo ignorado por las tardes, de modo que en ese momento eran los únicos allí presentes.
―Habla ahora ―espetó Francis, mirando a su amigo con frialdad― ¿Cómo la conociste? ¿Es tu amiga de la infancia, hermanastra o algo por el estilo?
―Eso sólo pasa en las animaciones del Shogunato... ―murmuró Isaac―. Aunque mi caso es aún más extraño.
―¿Entonces?
―Espera, estoy intentando ordenar mis ideas. Ni siquiera sé cómo empezar...
―¡Comienza por el principio!
La chica parecía divertirse mucho por la incómoda conversación que los otros dos mantenían. Una gran sonrisa se dibujaba en su rostro, mientras que su respiración se hacía cada vez más pesada hasta llegar al jadeo.
―¡Maldición, Isaac! ―exclamó Francis, al alcanzar el límite de su paciencia luego de unos minutos de tensa espera―. No puedes aparecer de repente con una belleza así y hacerte el misterioso.
―¡Está bien! Se llama Doggy.
―¿Doggy? ¿Qué clase de nombre es ese?
Casi al instante, Francis recordó que había escuchado ese nombre antes. Sin lugar a dudas, con esa denominación poco imaginativa habían bautizado al perro de la familia de Isaac. Pero aquello no tenía ningún sentido. Francis no veía lógica alguna en relacionar un pequeño perro hiperactivo con una preciosa y pálida humana.
―¡Ya no aguanto más! ―exclamó ella y se lanzó contra Francis, tirándolo al suelo para comenzar a lamerle profusamente toda la cara.
―¡Auxilio, me está violando! ―profirió el desdichado, intentado quitársela de encima sin éxito―. ¡Ya no podré casarme!
―Me hizo lo mismo esta mañana. Se cansa luego de unos minutos. ―Isaac suspiró―. Por este fenómeno no fui a la escuela hoy.
―¿Me estás diciendo que...? ―Francias cogió a Doggy del rostro con ambas manos y la apartó con todas sus fuerzas, pero ella continuó luchando para poder lamerlo―. ¿Tu maldito perro enano se convirtió en una chica?
―Por el momento es lo único que sé. ―Isaac suspiró con aún más fuerza―. Pero ese no es el principal problema.
―¿Cómo no va a ser un problema? ¡Es imposible, ilógico, irracional, inaceptable, increíble!
―El problema, querido compañero y camarada, es que Doggy era un perro macho.
Francis levantó las cejas, completamente impresionado, confirmando ese hecho con un breve repaso de sus recuerdos. Doggy aprovechó la distracción para sobrepasar las defensas de chico e inmovilizarlo con todo su cuerpo. Luego comenzó a lamerle el rostro con mucha más vehemencia que antes.
―¡Me viola de verdad! ¡Ayúdame, Isaac, desgraciado! ¡Controla a tu animal!
―Ya sabes que era igual cuando aún era un perro. Soporta hasta que se aburra.
―¡No, maldición! ―Francis intentó liberarse del agarre, pero sólo consiguió que Doggy lo apresara con aún más fuerza―. ¡Esto es imposible! ¡Imposible! ¡No hay razón alguna para que los perros tengan forma de chica!
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