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Capítulo siete

Ya se paseaba a caballo por la zona, Eugeo se veía bastante imponente en la parte trasera de su pequeña fila, siguiendo a los nueve soldados que tendría frente de sí. Era una formación de "cazo" por lo que, en caso de divisar guerrilleros, los flanquearían casi de inmediato.

Los cuatro caballos servirían para perseguir, Eugeo sujetaba en su mano el pomo de su espada de la rosa azul, la cual era una cosa que le maravillaba por lo impresionantemente hermosa que era.

Se veían algunos animales como ratas de campo o conejos, malo sería encontrarse una manada de lobos o un maldito oso. Eran suficientes para enfrentarlos, sí, aunque no era nada bueno encontrarse algo similar por esos rumbos, definitivamente.

Subían por una parte un poco empinada, los dos soldados que iban más al frente avanzaban cuarenta sazhen y se tumbaban al suelo para analizar cualquier cosa, vigilando que no hubiera presencia de trampas, de soldados en los árboles, en fin, dificultaban que hubiera guerrilleros.

-Ya nos faltan unas setenta sazhen para terminar lo que nos pidieron allá en el cuartel. –Dijo el ayudante.

-Sí...y las cosas van muy tranquilas, por lo que no me siento muy confiado de que acabemos sin...

Un soldado corría directamente hacía el caballo de Eugeo, haciendo varias señas y mascullando su nombre.

-¡Encontramos a cinco guerrilleros recolectando comida!

-Eso nos viene perfectamente... -Eugeo avanzó su caballo hasta quedar bien en frente, haciendo notar a los demás soldados que iban a caballo que era hora del enfrentamiento. Uno de los pelotones corrió alentándose varias sazhen, alertando a los guerrilleros.

Con algunos ataques de magia trataron de atacarlos, pero éstos se defendieron e hicieron lo mismo. Los caballos aparecieron al poco tiempo, persiguiendo a los guerrilleros que trataron de correr.

El muchacho usó su espada para darle un tajo a uno de sus enemigos, derribándolo al suelo, alcanzando a otro para bloquearle el paso con el caballo. Otro soldado lo alcanzó por detrás.

Acabando con los guerrilleros, uno de los pelotones atrapó al prisionero, al cual ataron de forma rápida. Eugeo bajó de su caballo únicamente para que lo subieran a él. Los cuatro caballos se fueron lo más rápido posible, al igual que los guerrilleros.

Se habían escuchado las detonaciones de magia, por lo que, obviamente, irían a buscarlos, de ahí que tuvieran prisa para evitar una refriega mayor cuando no era en lo absoluto necesaria.

-Nada mal, senior. Atrapó a un prisionero y acabó con un pequeño grupo, seguro que las cosas irán bien.

-Bastante. Ya con lo que diga el prisionero podremos controlar la zona, por lo que no debemos preocuparnos. Je, quizá la guerra sea más corta de lo que parecía en un primer momento.

En el pueblo, las cosas eran tranquilas y pacíficas. Alice había ido a casa de Asuna, la cual ya tenía el estómago hinchado, obviando el hecho de su segundo embarazo.

-Malamente no puede venir, sigue allá en los frentes. Ahora me da más miedo que se muera, no solo va a dejar sin padre a Yui...sino también a este pequeñín que viene en camino.

-¿Cómo le podrás si es hombre? –Preguntó Alice, quien cargaba a la pequeña Yui en brazos.

-Me gustaría que eso lo decida Kazuto, ya que yo nombré a Yui. Pero, si es niña, me gustaría ponerle Yuuki.

-Es duro pensar que ya no está con nosotros...

-Lo sé. Pero no le viene bien al bebé que me ponga triste, así que no hablemos de esos temas. –Asuna tomó ahora en Yui en brazos, quien movía sus bracitos de manera brusca, casi deseando volver a los de Alice.

-Es tan linda...seguro que cuando tenga nuestra edad le pasará lo mismo que a nosotras.

-Si es que Kazuto llega a ser general como quiere, quizá no tanto. –Las dos rieron.

-Pero sí él es tan dulce como la miel misma, cualquier muchacho lo va a querer como suegro...si es que no se amarga con la edad.

-Si se amarga me arrastrará a mí también, así que no desees que eso suceda.

-Por supuesto que no, así que despreocúpate.

Asuna mecía a Yui en sus brazos, sentándose en una de las sillas de la cocina para ponerse a arrullarla al mover suavemente su pierna de arriba abajo, haciendo que la bebé riera graciosamente.

Eso causó una sonrisa de ternura en ambas mujeres. Alice se arrodillo para tocarle los cabellos a Yui, aparte de moverle un poco la nariz con su dedo, causando más risas en la pequeña.

-Es muy risueña, seguramente eso se le quedará toda la vida. –Comentó Alice, encantada.

-Quizá su carácter sea más el de una chica de la capital que de una pueblerina.

-Fíjate tú por donde, quizá y con esas se casa hasta con un chico de Centoria.

-Apenas tiene cuatro meses, ¿y la quieres casar ya? Falta mucho para ello. –Se burló Asuna. –Espero no le den celos con su nuevo hermanito.

-Me parece más que probable.

Con las batallas en marcha, la realidad era que la lucha se encrudecía con cada que se acercaba el invierno, ya que los guerrilleros tenían algunos infiltrados en el cuartel montado por las fuerzas imperiales, así que los suministros eran destruidos antes de su llegada, las expediciones masacradas, e incluso se atacaba en la noche o antes del amanecer.

En una de esas, y con tan mala suerte, Kazuto se encontraba dormido, escuchando una fuerte explosión a unos metros de donde él dormía, que prácticamente lo hizo caerse de la cama.

No se lo pensó mucho más tiempo y se ocultó debajo de ésta, esperando a que las explosiones y los ataques de magia dejaran de escucharse.

-¡Levántense todos, maldita sea!

Kazuto, apenas tomando sus botas y su abrigo, ya que sería una locura salir sin él en el frío de la nieve, fue corriendo junto con su espada para ir a su caballo.

En cuanto estuvo armado y montado, de inmediato fue a combatir a los guerrilleros, los cuales tomaban varias posiciones ofensivas para desgastar lo más que pudieran a las tropas imperiales.

Mientras perseguía a un guerrillero, el caballo de Kazuto cayó en una trampa puesta para situaciones de ese tipo. El muchacho cayó de su caballo, llevándose un buen golpe en la espalda. Lanzó un largo, doloroso y sonoro grito mientras sus compañeros avanzaban para tratar de frenar a los guerrilleros, haciéndolos retroceder.

El muchacho se había llevado una mano a la espalda baja, que era lo que más se había lastimado en la caída de su caballo. Varios soldados, al ver que era de grado de oficial, lo rescataron del fuego cruzado y del peligro que representaba que cayera prisionero, ya que tenía a su mando una pequeña unidad, la cual tenía una misión que no podía cambiar para el día de mañana.

Con eso en mente, todos lo ayudaron a reponerse, acostándolo en una de las camillas para heridos a pesar de que lo suyo podía ser un hueso roto o algo similar.

-Mierda, y pensar que no faltaba mucho para que llegara nuestro relevo de la capital... Mierda, ¡de verdad, mierda!

Ahora se acordaba de la situación en la que Eugeo se encontró cuando fue herido en aquella ocasión. No sabía qué podría ser peor, si cuando él estuvo en cama, o la situación que él enfrentaba en aquel momento.

Fuera como fuera, no le agradaba nada tener que estar lastimado de sabrá Dios que forma, ya que podría ser que la cadera se le hubiera roto, o algo que no iba más allá de estar lastimado de los músculos de la espalda.

Para la situación que en el frente de Eugeo, él había sido mandado a la capital para cerciorarse de traer provisiones para el invierno, ya fueran mantas, comida, carbón, lo necesario para subsistir en la guerrilla.

Su grupo de soldados fumaba mientras charlaban. Él bebía un poco de café en una taza caliente en espera de que los suministros fueran cargados en las carretas que, eventualmente, debía supervisar que todas fueran en la misma dirección.

De un momento a otro, una explosión sacudió la tierra, arrojando varios vidrios, de los cuales uno cortó un poco la mejilla de Eugeo al ir como una bala.

-¡Anarquistas!

El muchacho fue corriendo con sus unidades a defender la carga, la cual se trataba de destruir por parte de los rebeldes. Ahí se tenía al muchacho chocando el acero con sus rivales, los cuales serían unos diez.

Otro sello explosivo explotó cerca de Eugeo, dejándolo aturdido y en el suelo. Mientras se recuperaba, veía a los rebeldes ser atrapados o muertos por sus hombres. Uno de ellos fue ayudarlo a levantarse.

-¿Senior? ¿Se encuentra bien, senior?

-S-sí...no me han herido, o eso creo. –El muchacho, a pesar del frío, se quitó el abrigo para registrarse de que no tuviera alguna herida causada por la explosión.

Los rebeldes que sobrevivieron fueron puestos contra la pared, siendo nada más dos de ellos.

Uno, y aprovechando que le dejaron las manos libres, se metió varias pastillas a la boca, las cuales inmediatamente trataron de hacérselas escupir, ya que, muy seguramente, éstas serían cianuro o algún veneno.

Ya con Eugeo completamente despejado, vio que se trataba de apagar la carga de las carretas las cuales se incendiaban, creando un humo negro que lo dejó un poco atemorizado.

-Perdimos dos cargas, quizá podamos salvar media, así que no es vamos tan mal.

-Claro que vamos mal. –Refutó Eugeo. –Eran cuatro carretas, ¡y nada más una y media saldrán a la montaña! ¡¿Te das cuenta de lo malo que es eso?!

-Lo siento, senior.

-¡Traten de apagar ese maldito fuego como sea! –Poniendo el ejemplo, Eugeo fue a acarrear agua aprovechando que se había quitado el abrigo, ayudando a salvar lo que quedara de la tercera carreta.

Sin duda, se la vería un poco mal por cosa de una semana en la guerrilla.

Y como malamente se había pronosticado, los soldados imperiales la pasaban mal al momento de tener que racionar la comida. Faltarían unos dos días más para que las nuevas provisiones llegaran, siendo un problema ya que, seguramente, solo se podría desayunar para el siguiente día.

-Esto va mal. –Dijo uno de los soldados.

Eugeo, quien hasta ese entonces había permanecido en calma, golpeó la mesa con la palma de su mano, bastante enojado. Tomaba un poco de vodka para poder controlar el frío, acercándose un poco a la chimenea.

-Traigan más carbón. No le quedará más de una hora de vida a este fuego.

-Ya no hay carbón...

-Maldita sea...vayan a pedirle a los demás regimientos.

-La orden tiene que ser por escrito.

-¡La puta madre que los parió! ¡Entonces iré yo mismo, maldita sea!

Poniéndose su abrigo, ya que su cuerpo lo tenía cubierto por varias mantas, el muchacho seleccionó a dos de sus soldados para que lo acompañaran a cargar carbón con algunos caballos y así poder asegurarse la vida el día siguiente.

De no tener carbón para esa noche, morirían de frío de forma asegurada, así que mejor prevenir de una vez.

Los tres hombres salieron, nevaba un poco, lo cual causaba dificultad, pero no importaba mucho ya que era preferible pasar un poco de frío a morir por él.

Tendrían un recorrido de unos veinte minutos para llegar al siguiente campamento, uno que estaba más internado en las líneas enemigas, aunque no había mucho peligro, puesto que se hicieron algunas marcas y señales para evitar perderse.

Una de las señales era un poste clavado, la cual guiaba en línea recta al campamento aliado. Eugeo sonrió al verla, empezando a acelerar el paso de su caballo.

Lo que ninguno de los tres sabía es que aquello era una trampa ideada por los anarquistas. Era la misma rama, sí, aunque movida de lugar para guiar a otro lugar que no fuera el campamento.

En pocas palabras, irían directamente a una emboscada cualquier convoy que fuera por ese camino. Aunque claro, con tan mala suerte que tres pobres diablos eran los que caían en ella y no un número de unos treinta o cincuenta soldados, incluso más.

Como no era raro, los soldados comenzaron a desesperarse de no llegar, incluso el propio Eugeo se extrañaba de no encontrar nada.

-Señor, ¿no deberíamos haber llegado ya? Habrán pasado quince minutos de camino y no se ve rastro de nada.

-Sí...en realidad tienes razón, quizá las coordenadas fueron mal anotadas, pero tenemos que llegar si vamos en línea recta. –Tranquilizó Eugeo.

Varios guerrilleros esperaban ocultos en la nieve y tras los árboles. Ya los habían divisado minutos antes, no atacándolos al esperar algo más grande. Cuando vieron que solo eran tres soldados, aunque uno de ellos con el grado senior, fue que decidieron atacar.

Hubo un ataque de magia que redujo a uno de los soldados, tirándolo de su caballo. Tanto Eugeo como su otro ayudante se alarmaron, tratando de escapar a toda prisa.

El objetivo, en realidad, era el caballo de Eugeo, al cual atacaron con magia hasta hacerlo caer. El muchacho se fue de bruces contra el suelo, con una línea de sangre que bajaba por su cabeza.

-Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? –Dijo uno de los guerrilleros, que ponía su pie sobre el pecho de Eugeo, evitando que se levantara.

-Quítate, maldito. –Eugeo tosió por tener oprimido el pecho, luchando por levantarse aunque no lo lograba por lo lastimado que lo había dejado la caída sufrida de su caballo.

-Un Senior...a Gabriel le gustará escuchar que capturamos a un oficial.

-Exactamente.

Tras ponerle una venda en los ojos y amordazar a Eugeo, quien luchaba por liberarse de las cuerdas que lo ataban, fue subido a un caballo para ser llevado a unos cuarenta minutos del lugar, lo cual le fue una tortura entera.

De un momento a otro, Eugeo se encontraba sentado, con lo que parecían ser las manos libres, aunque estaba atado a una silla. Se movió un poco, percatándose que la silla no estaba amarrada y que no podía liberarse. Escuchaba a varias personas hablar, poniéndose un poco nervioso al no poder decir nada.

Jadeaba y se movía de un lado a otro, ya que seguía amordazado.

-Quítenle la venda de los ojos. –Pidió una voz autoritaria.

En cuanto le fue retirada, Eugeo vio frente a sí a lo que parecía ser claramente Gabriel, cuya fotografía fue impresa por todo el imperio para que se supiera quien era el líder de la guerrilla anarquista.

-¿Qué me cuentas, amigo? Imagino que ya sabes quién soy, ¿no es así? –Gabriel se movió detrás de Eugeo para quitarle la mordaza que tenía en la boca.

Él no decía nada, miraba a Gabriel con los ojos bien abiertos, incluso sintiéndose un poco amenazado.

-¿Cómo es que se llama usted?

-Eugeo...Eugeo Matsuura.

-Bien. Veo que eres un Senior, grado importante para tu edad. Seguramente tienes a tu mando algún puñado de hombres...yo que sé, la verdad es que eso no es muy importante. –Mientras hablaba, Gabriel caminaba de un lado a otro. –Imagino que tienes ordenes, eso es clarísimo, ¿Cuáles eran?

-Ja. ¿Qué te hace pensar que hablaré que pueda afectar a Quinella o a mi unidad?

-Muy simple. Mi cuchillo, por favor. –Gabriel puso la mano, en la cual recibió un cuchillo para despellejar osos, lo cual causó un gran susto en Eugeo. Su contrario lo puso en el cuello del muchacho.

-Si tuviera a tu lado a Quinella, y a ambos les cortara la garganta, ¿qué crees que pasaría?

El tono de voz de Gabriel era tranquilo, no amenazador. Lo que ponía nervioso a Eugeo es que sentía el filo del cuchillo en su garganta, dándole miedo hasta tragar saliva por poder cortarse.

–Ambos sangraría, ¿verdad? Y la sangre que tú derramarías sería igual a la de Administrator, ¿entiendes lo que estoy diciendo?

-Ligeramente...

-Cualquier persona a la que yo le corte la garganta, tendría la misma sangre que Quinella. Mismo color, misma viscosidad, textura, lo que te imagines. No obstante, ¿cómo por qué su sangre es "divina" y la tuya y la mía es "plebeya", si, de facto, es la misma sangre?

-Porque a ella la eligió la diosa Stacia para que pudiera gobernar.

-Ahí es donde estás mal, amigo mío. Tal Diosa no existe, y han usado una falsa ideología para cimentar un poder falso a costo de la pobreza y la opresión de todos los humanos, por eso el poder debe ser destruido.

-¿Y quién va a tener el poder? ¿Tú, Gabriel?

-No te pongas insolente, porque tienes todas las de perder. Y respondiendo a tu pregunta: no. Cuando destruya el poder, entonces los hombres serán libres, ya que, al no haber Estado, no hay opresión de ningún tipo, ergo, la vida humaba por fin se desarrollara en armonía y paz.

-¿Y qué quieres que yo haga?

-Muy simple. O me dices cuales eran los planes de grupo, cuándo es buen momento para atacar, el cambio de guardias, te dejaré vivir. De lo contrario, te haré atestiguar como se ve la sangre salir de tu cuello.

En ese preciso momento, Eugeo pensó en Alice. Pensaba en que, a pesar de no obtener su amor, quería verla de nuevo. Aunque un sentimiento sobrevino en Eugeo cuando dejó de pensar en Alice.

Selka llegó a sus recuerdos, y comparó a ambas hermanas. La realidad era que se parecían mucho, por supuesto.

El muchacho llegó a una conclusión que, a pesar de que no le terminaba de gustar, lo satisfacía, y es que qué mejor que sacar un clavo con otro claro. Sería lo mismo, ya que ambas hermanas eran bien parecidas. Si Alice lo despreció, ¿Qué le quitaba el derecho de ser feliz con otra mujer, así fuera su hermana? Y una hermana bien parecida.

-Entonces si te digo, ¿me dejarás vivir?

-Por supuesto. Aprendes rápido, y eso me gusta. –Gabriel quitó el cuchillo del cuello de Eugeo. –Pero no te salvarás tan fácilmente, tendrás que pelear para la guerrilla, y jurar destruir al imperio cueste lo que cueste.

-Sigh...prometido.

La realidad era que Eugeo no creía en los ideales, deseaba regresar al campamento, por lo que daría información mitad falsa y mitad verdadera para no afectar no afectar a sus colegas.

En cuanto pudiera, y ya con la vida perdonada, escaparía en cuanto le fuera posible, ya que él no tenía intención alguna de pelear con los anarquistas.

Lo único que le lastimaba el corazón de verdad era pensar en que, para curar una herida de su corazón, tendría que recurrir a un espejismo de su amada: la hermana de ésta.

Kirito tenía noticias de que Eugeo había caído prisionero por parte de los rebeldes, lo cual lo tenía con mucho pendiente ya que pensaba que lo matarían en caso de no querer dar información.

Él lo conocía, sabía que no diría nada que pudiera afectar a sus compañeros, equivocándose de forma absoluta al no tomar en cuenta los planes del muchacho para salir vivo de esa.

No sabía qué hacer, si decirle a Alice, si callarse esa parte, no podía dejarla sin que ella supiera nada de su razdavit', a pesar de que no se fueran a casar.

Tenía que hacer algo, sin duda alguna, cayendo en el detalle de ¿y qué hacer? Naturalmente, no se encontraba en posición de decir "oye, que Eugeo ha desaparecido y puede ser fusilado, aunque no te preocupes, yo creo que estará bien".

Claro que sería la peor de las ideas decirle algo así a su amiga, pero también era inmoral dejarla sin información que ella merecía saber.

Si es que Eugeo no respondía las cartas (ya que sí, de vez en cuando le mandaba cartas), ella comenzaría a pensar en lo peor, cuando podría ser que así fuera.

¿Qué le garantizaba a Kirito de que su amigo estuviera vivo y que no fue ejecutado por los rebeldes en cuanto fue hecho prisionero?

Otra cosa que lo tenía con preocupación era pensar, ¿y qué será de él si lo dejaban en el frío del invierno? Era cosa segura de que no lograría pasar la noche vivo.

Cual fuera el caso, Kirito tenía que buscar a Eugeo a cualquier precio para cerciorarse de que estuviera vivo y de regresarlo a casa.

En lo que era Eugeo, para mostrar su "fidelidad" a la causa, lo tendrían comandando un ataque dirigido a las tropas imperiales. Entendía ahora las tácticas de la guerrilla, sabiendo por qué era tan difícil acabar con los rebeldes a pesar de que eran muchos más que ellos.

La verdad era que el ejército anarquista no superaría más de setecientos soldados contra los cinco mil del ejército imperial, lo cual era una enorme desventaja para los rebeldes.

Todo estaba en la táctica, por supuesto, de ahí que los rebeldes resistieran tanto recaía en la forma de ataque, la emboscada, el sabotaje. Desgastar al enemigo en su propio terreno era lo que se tenía que hacer para que la guerrilla triunfara.

Iba caminando un pelotón de reconocimiento, Eugeo reconocía a uno de los que iban ahí, ya que ambos eran del mismo campamento, aunque no compañeros de armas, se conocían de vista nada más.

Ahí fue que Eugeo, con su espada de la rosa azul en manos, hizo un gesto con la cabeza para señalar que ya era hora de atacar.

Con algunos hechizos de humo, todo el campo de batalla se nubló, causando confusión en los soldados imperiales, los cuales no tenían ni la menor idea de que hacer.

Algunos no se lo pensaron mucho y corrieron marcha atrás. Los que se quedaron fueron atacados por los guerrilleros. Eugeo había enterrado su espada en un cuerpo, no sabiendo de quien. Al disiparse el humo, vio que era el soldado que conocía de vista.

Cuando él lo vio, puso un gesto de desagrado aparte de abrir los ojos como platos de la mala sorpresa de enterarse de la traición del senior.

-Maldito traidor... -Le susurró, lo cual afectó profundamente a Eugeo.

Era verdad, había traicionado a Quinella y al imperio por amor. No sabía si podía caer en algo más bajo que hacer algo parecido.

Uno de los soldados lo tomó del hombro, dándole unas palmaditas a modo de felicitación.

-Empuñaste tu espada mucho tiempo para el bando equivocado. La guerrilla triunfará en esta zona, y de ahí podremos movernos al occidente de las montañas, acercándonos a las ciudades.

Teniendo aquello en la conciencia, Eugeo pensó en escapar más pronto de lo que se planteó en un momento. Al menos había dicho lo "único que sabía" ya que así, en caso de ser atrapado de nuevo, podría salvarse de ser ejecutado.

Su misión era en realidad una cosa "simple". Ese día le tocaba hacer guardia, por lo que podría escaparse aprovechando que nadie lo veía. Su columna era una de las más importantes, por lo que, si escapaba, tendría la localización de un objetivo de vital importancia para los imperiales.

Una vez llegó la noche, el muchacho se encontraba haciendo guardia, con un catalejo para lograr identificar alguna luz o un movimiento extraño en las cercanías. Claro que, cuando todos se durmieran, él se iba a ir.

Gabriel se encontraba a su lado, por lo que le dio dos palmadas.

-Bien, entonces ya sabes que hacer. Tienes que tocar esta campana lo más fuerte que puedas si localizas a alguien, así nos despertarás a todos. –En efecto, el anterior mencionado le dio una campana un poco grande a Eugeo.

-Por supuesto.

-Buenas noches. Te deseo suerte para hoy, no te vayas a quedar dormido o harás cuatro horas de guardia toda la semana.

Las guardias se dividían en cuatro turnos, que eran de dos horas cada una. En ese momento, Eugeo era el encargado de hacer la guardia que iba desde la una hasta las tres de la mañana, por lo que su impaciencia por escapar era muchísima.

Para no hacer ruido antes, dejó la campana a su lado, causando que Gabriel lo viera un poco. Se alzó de brazos, al fin y al cabo la campana era muy grande para dejarla tanto tiempo en el abrigo. Después de un rato, resultaría incomodo tenerla ahí.

Cuando la última luz de todo el campamento se apagó, Eugeo volteó hacía adelante, teniendo que esperar a el momento idóneo. Su guardia comenzaba en ese instante, por lo que sería ideal esperar unos cuarenta minutos para irse.

Tenía un mapa robado en sus manos, así que más o menos sabía para dónde ir. Veía a Polaris, así que ese era su punto de referencia.

Él tendría que ir en la dirección opuesta de Polaris para encontrar el que era el campamento del ejército imperial, así que ahí estaba su prioridad.

En cuanto pensó que era suficiente tiempo, incluso dándole cuarenta y cinco minutos, por si las dudas, Eugeo se apresuró para levantarse del lugar donde se encontraba sentado, corriendo apresuradamente para escapar.

Miró atrás algunas veces para cerciorarse de que no lo siguieran, pasando por una arboleda que era necesaria para conseguir escapar.

Desgraciadamente, dos guerrilleros lo esperaban ahí, tumbándolo para darle de golpes en el cuerpo y en la cara hasta que lo redujeron.

-Vaya que Gabriel es inteligente, sabía que este desgraciado trataría de escapar.

-Por eso dije que mejor había que fusilarlo tras sacarle la información, pero Gabriel es necio.

Los dos soldados llevaron arrastrando a Eugeo, quien tenía la vista dándole vueltas por lo aturdido que lo dejaron los golpes que le dieron.

Uno de los ojos se le comenzaba a inflamar un poco, lo cual le impedía ver con ese. Le era imposible tratar de escapar, ya que ese mareo constante no se lo permitía.

Pensaba en su mala suerte, en el destino que seguramente le esperaba: la muerte. Era más que seguro que Gabriel lo mandara a ejecutar en cuanto lo pusieran frente a él.

No habría más Selka, más Alice. No habría nada.

Los dos guerrilleros tocaron la puerta donde dormía Gabriel, el cual se levantó pasados unos segundos.

-¿Qué sucedió? –Preguntó él. Los soldados apuntaron a Eugeo, quien ya no se encontraba tan mareado, por lo que pudo ver la mirada de Gabriel viéndolo con desdén. –Bueno, sospechaba que algo así pasaría, pero no creí que fuera el primer día después de combatir.

-¿Qué le hacemos?

-¿Tengo que decirlo? Mátenlo, por traidor a la causa.

-¡Espera! –Gritó Eugeo, desesperado. –¡No te dije todo lo que sé, así que no me mates si quieres saberlo! ¡Es información valiosa!

-Si es que este chico es igual de inteligente que yo. Tráiganlo, y límpienle las heridas.

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Ese SÍ es un villano de verdad, no la pendejada esa del anime llamada Gabriel.
No sé si piensen lo mismo, pero Gabriel es un pésimo villano, de verdad sólo es relevante ya que está roto 😂😂 Reki es poco original con los villanos, todos están putos locos y tienen una motivación pendeja :v (menos Death Gun, él es el más "pasable" ya que se quiere chingar a Sinon :v).

Y Con el yuyio, recordemos que en el fic es ciertamente no es espadachín mamalón ya que nunca fue a la capital xd pero bueh, también por eso creo que es más "humano común" que caballero xd
Sin más, nos vemos ^^

Siempre tuyo: Arturo Reyes.

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