Capítulo seis
Para ese mismo día, Eugeo ya se encontraba bastante desconfiado de sí mismo. Ya habían pasado los meses y era su último día antes de partir a la capital, ergo, al frente de batalla. Le quedarían unas horas para irse del pueblo.
Llevaba ya puesto su uniforme, aunque no era necesario ya que aún no se iba con dirección al cuartel, donde sí ya tendría que tenerlo puesto.
Sudaba un poco a pesar del leve frío que hacía ese día. Tenía su pañuelo, con el cual se secaba la frente y el cuello. Suerte la suya que se había perfumado lo suficiente. Era el día en que pediría, de manera formal, la mano de Alice.
Para el momento en que el muchacho llegó, tocó la puerta de madera fina tragando saliva de forma pesada. Selka fue quien le abrió, abrillantándose sus ojos de forma inmediata.
-Hola, Selka. –El muchacho sonrió cortésmente, dándole un beso en la mano a la muchacha.
-Qu-que sorpresa verte en la casa. –Ella lo vio de arriba abajo. –No me digas que ya te vas...
-Lamento decir que sí...que ya me voy. Pero antes de eso tenía que decirle algo importante a tu padre, ¿estará en casa?
-Claro, está en casa. –Selka tomó del brazo a Eugeo, encaminando hasta el estudio de su padre.
La señora Schuberg bajaba por la escalera, llevándose una sorpresa amarga/dulce de ver al joven paseando del brazo de su hija menor. Sabía exactamente a qué venía, agradándole ya que podría ofrecer la mano de Selka una vez Alice lo rechazara.
El día anterior, Alice avisó que Eugeo iría a casa para pedir su mano, confesando que lo había estado viendo todos los días.
Claro que su madre se encolerizó de una manera que su rabieta la llevó a estar una parte de la tarde acostada al haberla fatigado.
-Ya te dije que es lo que opino de eso. –Farfulló ella, persiguiendo a su madre, la cual quería deslindarse escapando a su cuarto.
-¡Y yo ya te dije que él es al hombre que amo, y que no importa que hombre traigas a la casa, él es con el único con el que me planeo casar!
-Bien por ti, porque esa no es decisión tuya, Alice. ¡Es mía, ni siquiera tu padre se va a meter! ¡Y, sí es que tanto te molesta lo que yo pueda elegirte, tu padre y yo hicimos un acuerdo!
Justamente, el señor Schuberg salía de su estudio para contener la pelea. Alice lo miró con sorpresa y un poco de miedo. El señor Schuberg se sintió apenado, por lo que dio la espalda y regreso a su estudio hasta que:
-¡Dile a tu hija cual fue nuestro acuerdo!
-Perdóname, Alice...tu madre elegirá al marido de Selka y yo elegiré el tuyo... -Sin decir más, y aun avergonzado, sintiéndose como un traidor, el padre de Alice entró a su estudio, poniéndole seguro.
No podía ver a su hija a los ojos tras decirle que podía confiar en él para luego salir con eso.
Ahora la chica se volteó para su madre, viéndola de igual manera con ganas de llorar. Ella se alzó de hombros.
-Si a alguien le vas a reclamar, que sea a tu padre, ya que no elijo con quien te casas, si es que eso lo que te molesta.
-¡Esto no es justo!
-Claro que lo es. Tu padre obtiene lo que quiere: casarte con quien le parezca mejor, y yo hago que Selka se case con ese muchacho.
La madre de Alice se fue a su habitación. Ella, de forma inmediata, fue a golpear la puerta del estudio de su padre, exigiéndole a bruces que le abriera.
Claro que él no trabajaba, no podía hacerlo con la carga de conciencia que cargaba de arrebatarle la felicidad a su hija mayor. No obstante, más o menos tenía en cuenta que Selka no saldría afectada de esa decisión.
De cualquier modo, no se sentía mejor por no arruinar las cosas más de lo que ya estaban. Miraba a la ventana, eso sí, fumado un cigarrillo a la vez que trataba de hacer como que Alice no le pedía que abriera la puerta a la vez que la tocaba.
La pobre muchacha cayó sobre sus rodillas, llorando delante de la puerta de su padre. Eso alarmó más al señor Schuberg, haciéndolo enjugarse la boca y la frente en más de una ocasión.
Con Eugeo esperando en la sala, el señor Schuberg bajaba rápidamente de las escaleras. Selka y la señora Schuberg charlaban con él. Alice no estaba ahí presente, y era mejor que así lo fuera.
-Veo que el soldadito de plomo ya casi se va a la guerra. –Mencionó él, con una sonrisa a medias. –Te ves muy bien con ese uniforme puesto.
-Gracias, señor Schuberg. Me gustaría que nuestra conversación fuera en privado, a pesar de que me apena decirlo al estar en la casa de su señora y de su hija.
-No, Eugeo. Créeme que me interesa saber lo que tengas que platicar con mi marido. Quien sí se debería retirar es Selka.
-¿Yo? –La muchacha se sorprendió. Sus dos padres asentaron con la cabeza. –Hum, ni modo. Nos vemos cuando regreses de la guerra, Eugeo.
Ahí fue cuando pasó algo que a la señora Schuberg le agradó muchísimo. Al señor, no tanto. Y es que Selka abrazó a Eugeo, dándole un beso en la mejilla. Él regresó ambos gestos, aparte de despedirla con un beso en la mano y una reverencia.
"Son encantadores" pensó ella. El señor Schuberg simplemente se llevó la mano al tabique de la nariz.
Cuando Selka se terminó de retirar, Eugeo junto sus manos, secándose una última vez el sudor y tragado saliva pesadamente.
-¿Dónde se encuentra Alice? Ella es parte de éste asunto...me gustaría que ella estuviera presente.
-Por menores, tú di lo que tengas que decir. –Intentó sabotear la señora ante el temor de que Alice no dijera lo que tuviera que decir: el no.
-En verdad, me gustaría que ella estuviera aquí. Es una pregunta que ya le hecho antes, y me la ha respondido de afirmativamente. No obstante, es del padre de quien también deseo la respuesta, y es que, de hecho, es la más importante.
-Sigh...si tanto insistes.
El señor Schuberg se levantó de su lugar, caminando algunos pasos para dirigirse a las escaleras, subiéndolas y haciéndolas rechinar.
En la sala el ambiente se puso bastante tenso e incómodo, notándose el antagonismo que ambos personajes se tenían en ese preciso momento.
Al regresar el señor Schuberg, las cosas fueron un poco a mejor, calmándose aquellas aguas tan peligrosas. Esperarían unos segundos en espera de que Alice apareciera.
Ella estaba en su cuarto, dando vueltas y vueltas en la misma. No quería bajar ya que sería sinónimo de que rechazaría a Eugeo casi ordenado por su madre al dejarla contra la espada y la pared.
No quería hacerle eso a su razdavit', ya que se podría malinterpretar. Era el último día que se encontraría en el pueblo antes de que partiera a la guerra, de la cual no podría regresar si es que las cosas se ponían muy malas por allá.
Fuera como fuera, quería verlo una última vez antes de su partida, ya que la fotografía no dejaba ver el color de sus cabellos, de sus ojos, y quería verlo sonreír una última vez antes de que apagar esa alegría por completo.
Cuando se escucharon sus tacones bajar por la escalera, el nerviosismo de Eugeo se desbordó completamente, al igual que la alegría de la señora Schuberg, la cual apenas se podía contener. El señor prefería no decir nada.
Ella apareció en la sala, haciendo que el muchacho sonriera y sus ojos se iluminaran profundamente. Fue junto con Alice para darle un beso en la mano, aparte de sujetarla. La muchacha quería zafarse del agarre de aquella mano, aunque no es como que de verdad ella lo quisiera así.
-Señor Schuberg, quería pedir la mano de Alice. Ya que sí, es ella la mujer que quiero en mi vida hasta siempre, porque he estado enamorado de Alice desde que tengo memoria, y quisiera ser feliz a su lado.
-Eugeo... -A la muchacha se le cristalizaron los ojos, siendo aquello que durante mucho quiso escuchar y que ahora le resultaba completamente amargo ya que era obligada a decir lo contrario a su verdadera voluntad, a lo que en verdad sentía su corazón.
-No, Eugeo...no puedo darte la mano de Alice. –El señor Schuberg, en vez de verse molesto, indignado o incómodo, tenía el dorso de las manos cubriéndole la boca. Miraba al suelo ya que era incapaz de poder ver a los ojos de la pareja. –Perdón, pero no.
-¿Cómo? –Eugeo sonrió infelizmente, casi creyendo que le jugaban una broma pesada. Esperaba que Alice le picara las costillas o algo para hacerlo reír mientras decían "día de las bromas nupciales".
Mas ese momento no llegaba. El muchacho miró a Alice, notando que ella ya derramaba algunas lágrimas. Ahí se dio cuenta que la negatividad era enserio y no le jugaban ninguna broma.
La señora Schuberg se levantó de su asiento, separando la mano de Eugeo de la de Alice para ser ella quien lo tomara de ésta. Puso su otra mano en el hombro del muchacho.
-Yo también quería decirte algo, Eugeo. En vista de que Alice te rechazó, ¿Por qué no mejor tomas la mano de Selka? Ella es la mujer ideal para ti, y tú eres el hombre ideal para ella. Es más, ¿quieres que le hable para que se lo propongas?
-N-no...perdón por molestar. Nunca fue mi intensión. –Los ojos del muchacho obscurecieron, por lo que soltó la mano de la señora Schuberg, dándole la espalda. –Sé dónde queda la salida, no hace falta más.
Caminando de forma rápida, el muchacho recorrió el vestíbulo por unos segundos, abriendo la puerta de la casa por cuenta propia. La madre de Alice y Selka fue a seguirlo.
-¿Pe-pero qué dices respecto a la mano de Selka? –Le gritó con agitación de que no le respondiera y no por enojo.
-Lo pensaré. –Respondió él antes de cerrar la puerta de la casa con cuidado.
El muchacho caminaba de regreso a su casa mientras lloraba. Lo hacía a un volumen bastante audible, tanto así que algunas personas que iban en la calle contraria se le quedaban viendo, y los que se lo topaban se alejaban de él para dejarlo pasar.
Se trataba de secar las lágrimas pero no podía, no se secaban por toda la cantidad de lágrimas que bajaban de sus mejillas.
Al igual que Alice, se sentía traicionado por la palabra del señor Schuberg, pensando que podía confiar en él. No sabía que papel tenía Alice, pero verla llorar le parecía que algo no andaba bien, que la habían manipulado de alguna u otra forma.
Malamente para él, no sabía si es que ello era verdad o era algo fingido. Recordar los besos que se habían dado, el pensar que le dijo que le diría que sí cuando le propusiera matrimonio. Todo eso se iba por la borda.
Y, por otro lado, Alice subía corriendo a su habitación, también llorando de forma desconsolada por lo que recién había sucedido, escuchar que, en vez de negar la mano de Selka, se lo pensaría.
La volvían a traicionar, no teniendo ni la menor idea de cómo sentirse ante lo ocurrido. Tanto que le había sucedido en tan poco tiempo, era insoportable.
Ya no quedaba más en qué pensar, no había nada más que hacer, Eugeo marcharía a la guerra en cosa de horas, y cuando eso sucediera, quizá su regreso ya no sucedería.
Al encerrarse en su habitación, la muchacha tomó la fotografía de Eugeo para abrazarla, acostándose en su cama a la vez que lloraba con ese cuadro entre sus manos.
La señora Schuberg, que ya bastante daño había hecho, iría a rematar el corazón de su hija.
-No hagas tanto drama. Cuando te consigas otro pretendiente, te llamarás ridícula a ti misma por el drama que haces, te lo aseguro.
-¡Cállate! ¡Arruinaste mi vida, madre!
-Ahora estarás enojada, pero ya me lo agradecerás después. Si es que las cosas terminan mal con Selka y Eugeo, en verdad me darás las gracias a mí y a tu padre de que no terminaste así.
La realidad es que, por más buena que sea una voluntad, no siempre estará destinada a ganar.
Kazuto se encontraba en una casona de considerable tamaño. Ahí tenían todos los materiales bélicos a varios kilómetros del frente de batalla. Era una guerra de guerrillas la hecha por los anarquistas, la cual podía resultar muy corta o muy larga, dependiendo de cómo se fuera desarrollando la cosa.
En ese preciso momento leía una carta mandada por Asuna, en la cual le decía como es que la pequeña Yui se encontraba, aparte de que la casa se notaba ya tan vacía sin su presencia. Es incensario decir que maldecía a Gabriel por causar una guerrilla en medio de una paz que era muy seguro que no tardaría mucho en quebrantarse al haber tantos problemas con el exterior.
Su primera acción era ir con los magos para empezar a registrar algunas montañas cercanas a la capital, lo cual era una verdadera molestia para él.
Era su descanso, pero no tardaría mucho para que lo pusiera al frente de algunos soldados para guiar alguna excursión, teniendo que tener bien en cuenta los ataques sorpresas que, muy seguramente, tendría que pasar, siendo esa la parte que más miedo le daba de la guerrilla.
Algunos bombardeos con magia en toda la zona donde se sabía que podían esconderse los guerrilleros era efectuada en ese instante. De hecho, se podían escuchar los encantamientos y las explosiones en la lejanía.
En efecto, su descanso ya no duraría mucho más en cuanto la última explosión se escuchó en aquella recóndita parte de la taiga del imperio. Daba la impresión de que no quedaría alma alguna en aquel lugar.
-Oficial, es su turno. Debe realizar una expedición de reconocimiento, me debe traer a los heridos, si es que los hay, y hacer un conteo de muertos.
-Deme un segundo en lo que preparo mi equipo. Terminaré de leer la carta que me mando mi mujer en el camino hacia allá.
-Seguirá órdenes del teniente Bogdánov, irá en medio de la expedición contra los guerrilleros de Gabriel.
-Sigh, ojalá esta porquería se acabe pronto.
-Todos pedimos lo mismo.
La lucha era en la taiga, por lo que eso daba ventajas a los guerrilleros que al propio Ejército Imperial, lo que significaba más problemas para Kazuto.
Él ya partía en la parte de más atrás de su pequeño pelotón. Era un poco arriesgado ir en la parte de atrás en caso de ataques sorpresa, aparte de que los propios guerrilleros sabían que el último hombre era el de mayor rango.
De cualquier modo, ahí ya estaba Kazuto marchando por aquellas zonas de árboles caídos, arbustos quemados, y algunos cuerpos que quedaban tirados.
-Bueno, parece ser que el ataque de los magos ayudó bastante. –Kazuto enterró su espada en la espalda de uno de los cadáveres para cerciorarse que estuviera muerto. –Malditos anarquistas.
Caminando por las veredas, no había aparente señal de vida, o no todavía, ya que parecía ser que, de facto, la amenaza de aquella columna guerrillera se viera mermada en su casi totalidad.
Uno de los soldados al mando de Kazuto cayó en lo que parecía ser una trampa cubierta por varias hojas y tierra, el muchacho fue rápidamente a ayudarle.
-¡¿Estás bien?! ¡¿Qué es lo que ves?!
-¡En realidad no veo nada!
-¡¿Te heriste con algo?!
-¡No, señor!...pero encontré algo muy interesante. –El soldado había conjurado una pequeña llama mágica para iluminar, descubriendo una pequeña base subterránea.
Kazuto bajó por la misma, teniendo muchísimo cuidado. De hecho, iba caminando pecho tierra en caso de cualquier cosa, pronto sintió una especie de hilo contra su nariz, la cual activó un pequeño arcabuz de magia, lo que le sacó un buen susto.
-Claro que no iban a dejarnos tener estas cosas así como si nada.
El lugar era del tamaño de un cuarto pequeño, en realidad, con varias tablas de madera a modo de soporte para evitar que se colapsara la tierra sobre ellos.
Ahí se tenían varias armas, algunos alimentos y libros de hechicería.
-Sigh...me van a ascender por esto. –Pensó Kazuto, sonriendo para sí mismo. –Dile al Teniente que venga para ver esto...esos guerrilleros se organizaron desde hacía ya varios meses, hay que buscar todo tipo de lugares en la zona.
-Esto sería para una compañía...no creo que para más.
-Probablemente para una guerrilla y media (el término "guerrilla" sería para describir un grupo guerrillero de 26 unidades, ergo, guerrilla y media la formarían 42 personas).
Kazuto subió a la superficie para indicar lo que había encontrado, siéndole de mucho provecho ya que, a pesar de que no lo ascendieron, lo felicitaron bastante.
Eugeo iba en una carreta acompañado de varios soldados al frente. Agachaba la cabeza a la vez que juntaba ambas manos, tratando de ocultarse la vista con su gorro.
No le agradaba para nada la idea de quedarse ya en el pueblo, aunque tampoco la de ir a la guerra. Podrían haberlo rechazado, perdido a la mujer que más amó en su vida, pero no era pretexto para lanzarse en un ataque suicida en la guerra.
Tendría, todavía, uno o dos objetivos que cumplir antes de que eso sucedería, por lo que seguía con la frente lo más alto que podía...lo cual era tener la cabeza agachada.
-Tenía un amigo que era anarquista, quería hacer una revolución para abolir el Estado, a lo que yo dije "Dices que quieres una revolución. Vaya, tu sabes. Todos queremos cambiar el mundo." La verdad es que no me gustaba su manera de pensar, y ahora el maldito está en la guerrilla.
-Bueno, en eso tienes razón, todos queremos cambiar el mundo, pero una sola persona no puede lograr nada.
Entre las habladurías de los soldados no estaba la idea de que, mientras una sola persona grite, y grite de verdad, su voz será escuchada en los recovecos del mundo, logrando así cambiarlo todo.
Ahí se encontraba Eugeo pensando, "una sola persona no puede cambiar el mundo". Él no lo pensaba bajo un concepto de revolución armada, si no de su razdavit', si el pudiera cambiar el mundo, lo haría para poder estar junto con Alice, de quien, hasta ahora, se preguntó la verdadera razón del por qué lo había rechazado, poniéndose más triste todavía.
Quizá era por influencia de su familia, quizá era porque, al final, se había arrepentido de las palabras que ella le dijo en su momento, de la promesa nupcial que mencionó aquella vez, en ese pequeño paseo.
No se sentía amargado o molesto con ella, no tenía razón para "mejor la hubiera dejado morir ese día en el palacio". No, no llegaba a esos extremos. No obstante, si existía algo que lo molestaba, le incomodaba, mejor dicho.
Alice se encontraba en la casa de Asuna, cuidando de Yui mientras la señora Yuuki cuidaba de su hija, la cual tenía vómitos, mareos y un malestar general, aparte de cansancio.
Se sospechaba lo mejor de los síntomas, que era que ella estuviera encinta. Claro que la noticia agradaba a todos, Yui tendría un hermanito, y eso era lo que le comentaba Alice.
La muchacha apuntaba con su dedo a la cara de la niña, la cual agarraba su dedo con sus pequeñas manos de bebe, causándole mucha ternura a Alice.
-Tendrás un hermanito, Yui, ¿no te agrada la idea? A tu papi le gustará enterarse de eso. ¿No quieres conocer ya a tu hermanito?
La pequeña Yui hizo un sonido gracioso con su lengua, escupiendo un poco de saliva. Alice soltó una risa, yéndose a limpiar la mano para luego limpiarle la boca a Yui.
-Hum, que niña tan traviesa. –La muchacha hablaba como normalmente se le haría a un bebe: de manera un poco...tonta. La cargaba, levantándola un poco más arriba de la altura de su cabeza. –Ya pesas más, eso quiere decir que estás creciendo.
En el cuarto de Asuna, ella terminaba de vomitar una vez más en la bacinica que tenía debajo de su cama. Su madre la miraba con mucha preocupación.
-¿Qué va a pasar si Kazuto se muere en la guerra?
-Madre, debería de alegrarte el hecho de que esperas un segundo nieto, no que le va a pasar al idiota de mi marido (😂😂😂😂) si es que se muere allá en la guerra.
-Claro que me alegra que tengas un hijo, por eso mismo me preocupo que harás si algo le pasa a ese muchacho. Imagínate, él nunca podrá conocer a su padre, Yui no se acordará de...
-Ya, madre. Me siento mal para que me agobies con cosas así. Quiero ver a Yui...dile a Alice que la traiga, por favor.
-Es-está bien... -La señora Yuuki salió del cuarto, llamando a Alice para que ella entrara al cuarto junto con la niña.
Asuna cargó a la pequeña en sus brazos, meciéndola a la vez que ella se revolvía como cochino en el lodo, causándole un poco de molestia a Asuna. Alice la cargó, no era bueno que Asuna hiciera fuerzas en su abdomen y tampoco podía recargar a Yui ahí.
-Mi bebé tendrá un hermanito...vaya que será más pronto de lo que creí. –Sonrió Asuna, tomando una mejilla de la niña.
-Se llevarán unos pocos meses, ¿no pudiste esperar un poco más?
-Bueno, Kazuto se iba a la guerra para quizá no volver, quería despedirme de él.
Alice se soltó a reír, contagiando a Yui, la cual también rió graciosamente sin saber en realidad por qué.
-Le escribiré una carta para darle las buenas nuevas. Seguramente lo van a reconfortar si es que pasa por un mal momento.
-Yo lo hago. -Intervino Alice. –Que tu madre cuide de Yui mientras la redacto.
-Sigh, está bien...pero déjame firmarla yo, por favor.
Eugeo iba llegando al campo de batalla, tendría a su mando a una sección de cuarenta soldados. En realidad, y a pesar de que se le debía notar emoción por ser la primera vez que dirigía alguna unidad militar, se le notaba muy deprimido.
Es muy claro el porqué de su depresión, ya que la mujer que amaba, de alguna u otra forma, lo había rechazado, cosa que, claramente, no le agradaba mucho.
Los soldados claro que no sabían que lo rechazaron, de ahí que no entendieran el desánimo de su superior, casi confundiéndolo en que no tenía fe de ganar alguna pelea, cosa que causó que la moral de la sección cayera por los suelos.
Su segundo al mando estaba detrás de él, ayudándolo a quitarse el gorro y el abrigo para que se sentara en una silla con un mapa de la zona muy bien a detalle.
-El otro batallón ha tenido buenos éxitos, señor, por lo que debemos mostrar resultados también.
-Eso déjaselo al coronel, yo solo soy un senior al mando de ustedes, así que esperaremos órdenes. –Se notaba de mal humor.
-En-entiendo, ¿pero no debería pedirnos alguna cosa?
-Descanso...tomen un descanso, el viaje fue agotador.
Con lo demás, los soldados se retiraron de la pequeña "oficina" que se había montado Eugeo. Tenía varias cosas que ver, algunos papeles con las siguientes órdenes a ejecutar el día de mañana. Por ahora no había nada que hacer, por lo que eso hizo: nada.
Para la mañana siguiente, y viendo que los soldados ya se habían levantado, Eugeo llamó a su ayudante, el cual fue rápidamente para escuchar lo que tuviera que decirle.
-Las ordenes son dar un pequeño reconocimiento por la zona, no extendernos poco más de setecientas sazhen (Unidad de medida de la Rusia Imperial equivalente a 2.13 metros), en lo que son las "líneas enemigas" ya que la última vez que se les vio fue por ese punto, así que no sabemos en donde puedan estar.
-Entiendo, senior. Respecto a lo demás, ¿cómo vamos a ir?
-Somos cuarenta, por lo que quiero diez soldados en filas de tres y el sobrante en la parte de atrás, separados cada dos sazhen, así más o menos tendremos posibilidad de reducir los muertos en caso de alguna emboscada.
-Entiendo, senior.
-Por lo demás...¿pueden traerme un poco de café?
La misión de Eugeo era relativamente fácil, tanto así que ni siquiera pensaba que tendría problemas, por lo que apenas se preocupaba de lo demás era probable que los guerrilleros se hubieran ido hacía atrás ante el yugo del Ejército Imperial.
Era una división de cinco mil hombres para sofocar aquello que podría ser de no más de mil hombres, incluso unos mil doscientos ya exagerando mucho, así que no esperaban que la cosa durara mucho.
No obstante, ya llevaban casi dos meses combatiendo y no notaban diferencia en lo que era el campo de batalla, a pesar de que habían avanzado de forma considerable en las montañas nevadas, pero faltaban varios lugares que controlar.
El muchacho, instruido en la academia de oficiales, claramente ideaba un plan para poder controlar a los guerrilleros en caso de una emboscada. Sabía que tendrían caballos en algunos casos, por lo que, dar para atrás para era mala idea, así que la mejor opción era tratar de esconderse tras los árboles y las rocas, debido a que seguir avanzando sería una mala idea.
Leía una novela mientras bebía un poco de su café en espera de las siguientes instrucciones, ya que le esperaba una ardua batalla por delante, que era algo muy seguro.
Su siguiente misión era ir a dar un pequeño rodeo ante lo que era seguro un pequeño nido guerrillero que colocaría algunas trampas, así que era mejor ser rápido y eficaz para causar la mayor cantidad de bajas.
Eugeo tosía algunas veces, ya que se avecinaba el invierno, lo que iba a empeorar la guerrilla. Ambos bandos se las verían negras, eliminándose la ventaja de los cinco mil soldados imperiales.
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Yo: -se esconde en un bunker- no hay nadie!
Seguramente ShmilNash me va a querer matar por esto 😬 pero sip, quizá era evidente viniendo de mi...Pero igual xd
El capítulo me parece interesante ya que es el primer punto de inflexión en el aligeo, por suerte Asuna Está encinta :D lo que refuerza el kiriasu uwu
Ya se viene el tema de la guerrilla, que corto no será precisamente, ahí habrán partes MUY importantes para la trama, así que tendremos que ver la lucha de los anarquistas de Gabriel xd.
Nos vemos en una semana.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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