Capítulo once
Durante el camino por el pueblo, se escuchaban las pisadas que los caballos daban por el suelo, haciéndolo sonar de esa forma tan característica.
Los dos estaban sentados viéndose fijamente a los ojos, querían verse así a estar juntos, pero no había mucho que contar por parte de Eugeo. Se sentía ligeramente cansado, sin muchas ganas de pasear, en realidad.
-¿Supiste que Asuna ya dio a luz a su segundo hijo?
-Sí, Kazuto me mandó una carta. Yo respondí con unas felicitaciones, quizá luego vaya a su casa a conocer al pequeño Lev. Aparte de que quiero visitar a mi hermana.
-¿Visitarla? ¿Se está quedando con Asuna? Bueno, es comprensible por necesitar ayuda al recién haber parido al bebé.
-No es por eso...creí que lo sabías, pero mi hermana se fue a vivir con ellos por una fuerte discusión que tuvo con mi madre. No me han querido decir el motivo. –La expresión de Selka cambió a una de tristeza, sintiéndose melancólica al recordar a Alice.
Eugeo tenía una leve idea de a qué se podía deber la riña entre Alice y su madre, aunque claro que no era buena idea decírsela a Selka al existir la probabilidad de equivocarse, y en caso contrario, no era bueno que ella supiera que todo se debía a la boda que tendría en un futuro quizá no muy lejano.
No hubo más que suspiros a mal, pero era mejor así, que nadie supiera nada o que se hicieran de la vista gorda con eso que sucedió.
-¿Qué te gustaría beber el día de hoy? –Preguntó él, desviando así el tema.
-Quizá un buen té, un té negro. ¿Qué se te antoja a ti, Eugeo?
-Café...me siento bastante cansado, no sé por qué.
-Podemos pedirle al yamshchik que frene para que puedas descansar un poco. –Selka dio dos palmadas al asiento que quedaba a su lado. –Siéntese aquí, por favor.
Él sonrió cansadamente, levantándose de su lugar para sentarse al lado de Selka. Ella lo tomó de la cabeza, la cual recostó en su hombro. Acariciaba la mejilla izquierda de Eugeo, envolviendo su brazo en su cuello.
-Descanse aquí...en mi hombro.
-Gracias, Selka. –Él se lo agradeció con un beso en la mejilla, regresando su cabeza al hombro de la muchacha.
Se sintieron bastante relajados, por lo que prefirieron no decir nada. Selka puso su mejilla sobre la cabeza de Eugeo, no sin antes darle un beso a los cabellos dorados del muchacho. Irían, seguramente, al ballet, ya que había en el pueblo un pequeño escenario de ballet para las chicas que quisieran ensayar y así escalar hasta llegar a Centoria o a Zakkaria.
Era un buen espectáculo, y le recordaba a Selka sus días como bailarina, ya que ella había sido por casi toda su adolescencia, hasta una caída que sufrió de las escaleras, que la sacó del juego.
Aparte de que era lindo escuchar a Tchaikovsky con los músicos locales.
Lo que transcurría en ese instante era que Eugeo se había quedado dormido en el hombro de Selka, y en efecto el yamshchik se había detenido para que el muchacho pudiera reposar por unos minutos.
La chica lo había tomado de la mano, suspirando de amor cada que lo veía dormir. Se imaginaba que, tarde que temprano, llegaría el amanecer donde vería ese mismo rostro dormido, pero con varias colchas y en una cama, naturalmente.
En el Imperio había dos tipos de matrimonios: los que duermen juntos, y los que duermen separados. Era seguro que ellos dos dormirían juntos a pesar de la realidad.
Sintiendo la calidez de la mano de Selka contra la suya, el muchacho despertó, quedando encandilado con el sol vespertino, así que no distinguía bien.
-Alice... -Balbuceó él. Cuando se aclaró su vista, se dio que no era ella, si no Selka.
-Vaya, sabía que me parecía a Alice, ¿pero en verdad me confundes con ella? –La voz de la muchacha se notaba decepcionada, como si no esperara ese mal resultado.
-¡Perdón! –Eugeo terminó de despertarse, exaltándose un momento al recordar en donde y en qué situación se encontraba. -¿Dónde estamos?
-Ya llegamos al edificio rosa, pero no te quería despertar por verte tan cansado.
-Gracias, Selka...no, de verdad, perdóname por confundirte con Alice, lo que pasa es que...
-No te excuses. No pasa nada, yo también te hubiera confundido con tu primo Yelisei. Ambos son bien parecidos, y yo mi hermana somos, eso, hermanas. Claro que nos vamos a parecer, así que no te preocupes...de verdad.
-Gracias, Selka...me alegra que seas tan comprensiva.
Ambos llegaron al ballet, apresurándose un poco porque la función empezaría en relativamente poco tiempo. Eugeo preguntó por los lugares que tomarían, Selka pidió que él los eligiera.
Eso molestó un poco al muchacho, ya que si él preguntaba, deseaba una respuesta. Respuesta que nunca llegaba, ya que incluso el muchacho preguntó dos veces. No teniendo más remedio, escogió los lugares no muy cerca de la tarima.
El lugar era pequeño, con algunas sillas de madera bien hechas y cómodas, las cuales se alzaban más alto que la propia tarima. No era un gran y lujoso lugar, pero se podían ver a las bailarinas de ballet practicar o ensayar, como era ese el caso. Tendrían dos ensayos generales, por lo que no sería raro ver algún error.
Pero esos detalles no importaban, ya que era de las cosas más entretenidas el poder ver a las chicas del ballet ensayar. Aparte de que Selka quería verlas con especial atención, recordando sus días de gloria.
Lo único malo era que, cuando trataba de bailar un poco, un dolor fuerte y punzante le nacía en la rodilla, deteniéndola de forma inmediata.
Recordar eso le causó un suspiro de tristeza, algo que fue notado por Eugeo casi al instante.
-¿Ocurre algo? –Preguntó él, un poco alarmado.
-No es nada. Simplemente tengo muchos recuerdos de este sitio.
-Sí me imagino. Alice me contó que eras una gran bailarina de ballet. Incluso me dijo que te tenía un poco de envidia.
-Pero ya ves lo que pasó. A veces me siento un poco triste ya que hubiera viajado por los tres imperios. Mi sueño era llegar a Centoria, y henos aquí. No he salido del pueblo.
-Si te hubieras ido, ¿Qué sería de nosotros dos?
-Cierto...eso me hace sentir un poco más tranquila. –Selka sonrió ampliamente, contagiando a Eugeo, quien le acarició la cabeza.
No faltaba mucho para que el ensayo sucediera, así que mientras charlaron de algunas cosas. Eugeo recordaba ver a Selka una vez vestida como bailarina de ballet.
Ese recuerdo era hermoso para ambos, y no lo negaban. Selka se sintió tan apenada que escapó de los ojos de Eugeo, quien incluso la buscó para verla un poco mejor.
Estaba enamorado de Alice, él tendría diecisiete, y Selka unos quince años, pero le daba mucha curiosidad verla así vestida, ya que reconocía que se veía muy hermosa. Quería halagarla, no había más misterio en ello. (No recuerdo la edad de Selka :'v)
-Un día deberías vestirte nuevamente como bailarina...seguramente te sigues viendo hermosa así.
-Me moriría de la pena así sólo tú me veas. Hace años que no uso las mallas y la falda, seguramente ya no me quedarán a pesar de que dejé el ballet hace no más de tres años.
-Una lástima que eso sucediera. Pero todo pasa por algo, así que no hay que sentirse arrepentido.
-Por cierto.
Asuna seguía en el hospital, pero cuidaba al pequeño Lev al sentirse un poco mejor del parto que pasó hacía ya varias horas, las cuales sumaban más de un día.
Kazuto se encontraba con los dos, sonriendo y tomando la cabeza de Lev. Sus ojos eran lo más hermoso del niño, quien estaba bien tranquilo, pero pataleaba de vez en cuando.
-Se parece a ti a pesar de ser hombre. –Mencionó Kazuto. –Hiciste un gran trabajo, es un niño hermoso.
-Lo di a luz...pero no lo hubiera concebido sin ti. Mira sus manitas. –Las líneas en las manos de Lev se parecían mucho a las de su padre, lo que lo hizo llorar de la felicidad.
Se sentían completamente dichosos de poder ser padres por segunda vez, no teniendo una mejor dicha que esa. No querían hacer comparativas, pero el niño incluso podía ser más hermoso que Yui al tener el cabello como su madre.
La belleza del niño era, pues, debido a que se asemejaba más a Asuna, que era más linda que Kazuto en todos los sentidos. Claro que eso era comprendido al ser de una aristocracia y Kazuto por ser un salvaje militar.
Llegaba ya la hora de despedirse para Kazuto al ser la hora de lactancia. Asuna se quitó la playera médica que llevaba, siendo asistida por dos enfermeras al todavía estar débil.
Que si de por si el bebé era tranquilo como un ratoncito, a la hora de la lactancia lo era mucho más, algo que incluso enternecía a las enfermeras, quienes no podían creer que el niño fuera tan lindo.
El joven paseaba por el hospital para ir a la salida. Ahí mismo dio unas vueltas, recordando sus días en el frente cuando debía ayudar a los heridos o enfermos. Le tembló la mano, la cual se llevó a la cabeza.
-Esos días ya pasaron, ya ganamos...¿pero por qué me afecta tanto? Salí vivo de ahí, aunque me duele la cadera cuando me la paso mucho tiempo caminando, no creí que esa caída tuviera secuelas tan horribles.
Kazuto ya se daba por condenado a la silla de ruedas cuando fuera más anciano. Le apenaba pensar que Lev y Yui lo tendrían que ir llevando de un lugar a otro. Lev era un recién nacido y ya lo imaginaba de unos veinte años de edad, o incluso más joven, de quince.
-Exageras, ¡no quedarás en silla de ruedas a tus cuarenta años! Relájate, que Asuna notará que estás turbado y no te dejará ver al niño por temor a que se le contagie mi estado de ánimo.
Para tranquilizarse, el muchacho fue a dar una vuelta a un parque cercano, pero sería algo breve, quizá no le tomaría más de diez minutos, que era un aproximado lo que duraba la lactancia de Lev.
Ahora pensaba respecto a su camarada y amigo: Eugeo. Tendría que charlar de nuevo con él para hacerlo ver que no sería feliz al lado de Selka y que a ella la condenaría a una vida de infelicidad e insatisfacción por no amarla como Dios manda en una unión nupcial.
Le preocupaba más Selka que cualquier otra cosa, siendo ella una mujer tan hermosa y que podría tener una vida amplia y alegre, el egoísmo de Eugeo y de su madre podrían hacerla pasar por muchísimos escándalos, lo que era lo de menos, pero lo que más contaría.
Ya se hacía idea de los rumores, lo que no era una locura como su idea de ser llevado por Lev en silla de ruedas. Escuchaba cosas como "su marido no la ama" "se casó por ella al parecerse a su hermana" "su marido le fue infiel ya que nunca la quiso".
Se sentía seguro que Eugeo sería capaz de injuriarla con la infidelidad, y no estaba seguro si podría serle infiel con Alice, porque ella igual podría acceder a esa vida de amantes.
La función de ballet acababa, era ya un poco de tarde, por lo que Eugeo y Selka iban bien abrigados por el frío que seguramente haría al llegar a la casa de la muchacha. Iban tomados del brazo, caminando relajadamente tras un buen espectáculo.
Selka se soltó a reír, causando una sonrisa en Eugeo al contagiarse de su alegría, pero no entendía bien que era lo que le daba tanta gracia a su contraria.
-Perdón. Sonará pedante de mi parte, pero yo era mucha mejor bailarina que esas niñas. Son muy novatas todavía, aunque es seguro que mejoren con el tiempo. Aun así, no lo hicieron nada mal.
-No pongo en duda que tú fueras mejor, Selka. Una chica ya con experiencia tiene derecho de decir eso.
-Sigo estando un poco triste por no ser bailarina. No sé qué hubiera deseado más, si a ti, o a mi pasión por bailar.
-Las pasiones son momentáneas, por eso se llaman así. Supongo entonces que bailar le causaba pasión en el instante que lo hacía, pero yo soy más que eso.
-Algo así. Siempre bailaba, por eso mismo me caí de las escaleras ese día...lo hacía en todos lugares: en mi cuarto, de camino a la cocina, en la sala, en la calle...que tiempos, se sienten tan lejanos a pesar de no serlo.
-¿Mi recuerdo te parece lejano?
-Siempre ha estado vivo, no hay más que pueda decirte.
Ambos se sonrieron, llegando con el yamshchik, subieron al carruaje, naturalmente. Charlaban del pasado no muy lejano, pero que les parecía tan extraño ya en ese momento.
La idea del ataque de los anarquistas al palacio municipal se sentía un evento que uno leería en un periódico amarillento y apestoso por los años, pero era una cosa de unos meses, y qué meses.
Todo se vio diferente desde el primer momento en que Eugeo partió, ni siquiera al regresar, que era el momento en que uno tenía que encontrar diferencias en su lugar de origen tras tanto de no estar ahí.
Se habían sentado uno al lado del otro, compartiendo el abrigo extendido de Eugeo, usándolo como pretexto.
Se tomaban de la mano, recargándose justo como cuando venían. No hallaban palabras para decirse, de modo que prefirieron no decir nada, daba la impresión de que eso les arruinaría todo el momento.
Pensaban muchas cosas relacionadas con ese preciso instante, con el paseo, con los demás paseos y con el futuro. Mañana no se verían, debido a que Selka tenía compromisos con su padre, quien igual quería hablar con Eugeo para garantizar la felicidad de su hija menor.
Tenía la leve corazonada de que algo no andaba bien con esos dos, y llegaría hasta las últimas consecuencias para saber qué era lo que verdaderamente ocurría.
Selka se había quedado dormida por un cansancio general y por la hora de la noche, aparte de estar tan relajada en el hombro de su contrario. Él la miró sin decir nada, prefería despertarla cuando fuera momento.
Pensaba mucho, y no eran cosas lindas a partir de que se dio cuenta que Selka se había dormido.
En cuanto el yamshchik se detuvo, Eugeo movió suavemente el hombro de su contraria, despertándola de su letargo.
-Eugeo... -Balbuceó ella, mirándolo con ojos de confusión.
-Llegamos a tu casa, Selka. Hora de despedirnos.
El muchacho, caballeroso como siempre, bajó primero para abrirle la puerta a Selka, ayudándola a bajar del carruaje, tomándola de la mano. Ambos caminaron a la casa, el muchacho la dejó en la puerta de la misma.
-Nos veremos después. –Se despidió él, besando la mano de Selka, quien tenía guantes que le llegaban hasta poco más abajo del codo.
-Ojala no se alargue más que para mañana. Nos vemos luego. –Así fue como Selka entró a su casa, saliendo del campo de visión de Eugeo.
El muchacho se quedó parado un segundo, llevándose las manos a los bolsillos a la vez que suspiraba pesadamente. Se fue caminando en dirección a su casa.
-¿Señor? –Preguntó el yamshchik.
-Iré caminando. Puedes irte ya. Gracias por todo, Ilich.
El yamshchik tiró de las riendas, haciendo avanzar a los caballos, los que se movieron de inmediato, sonando de nuevo ese sonido tan característico de ellos.
Eugeo entraba a su casa de forma decaída, llorando silenciosamente, teniendo sollozos que le movían todo el pecho. Estaba completamente deprimido y abatido.
Fue a su cuarto directamente a acostarse, sin quitarse la ropa más que el abrigo y la levita, pues no había mayor desgracia para él que la misma que le ocurría en ese momento.
Intentaba buscar similitudes, cualquier cosa que salvara el barco que estaba por hundirse, pero encontraba una enorme zanja que no permitía lograrlo. El mundo amoroso de Eugeo se desmoronaba a su alrededor.
¿Cómo decirle a Selka y a su madre que al final se arrepentía y que no habría boda? No había manera humana de que eso sucediera, y no le quedaba motivo alguno para seguir fingiendo, salvo el de no lastimar el corazón de Selka.
Su deshonestidad la lastimaba, y eso era algo que, si bien no era instantáneo, se notaría en su momento, cuando ya las cosas fueran más que obvias; cuando, llegada la foto de bodas, él no sonriera. Y si lo hacía, sería de forma tan falsa que hasta un ciego se daría cuenta que no era feliz.
Pues mejor resignarse a todo, a la infelicidad, pero él no pensaba en el daño que le haría a Selka si continuaba con la mentira. Seguía llorando, condenando a su suerte y a Dios mismo por lo que le destinó a vivir de forma tan injusta y miserable.
Kazuto estaba en uno de los tantos rincones del hospital en espera de que Asuna fuera dada de alta. Había pasado una semana para que eso sucediera. Yui esperaba en casa junto con Alice, y se le notaba en todo su rostro la emoción de ver de nuevo a su madre y a su hermano.
La niña ya podía caminar, pero le entorpecía todavía, así que casi siempre gateaba, ensuciándose sus rodillas cuando lo hacía en el jardín de la casa, lo que sacaba de quicio a Kazuto.
Pero el tema no es ese, Kazuto escribía una carta a sabiendas de que no vería en un tiempo a la persona que quería ver por tener que cuidar de Asuna, Lev, y Yui. Tampoco lo podía invitar ya que quizá no sería bien recibido.
La carta era para Eugeo, naturalmente, y redactada así:
Amigo mío, me he dado cuenta que, en realidad, no has hecho más que gastar mentiras y trastocar la felicidad de algunas personas que te aprecian tanto o incluso más que yo, por eso te pido que dejes el matrimonio con Selka en paz, no quiero que ella salga herida por tus estupideces. Me dijiste el día que nos reencontramos que era mejor casarte con Selka que no casarte, y no estoy de acuerdo. Recapacita, dile la verdad a ella y a la señora Schuberg para que la vida te sea feliz a ti y a ella, sobre todo a Selka, que es quien más saldrá afectada si tu juego continúa.
Kazuto Kirigaya.
Se había enojado incluso por escribir esas líneas, evidenciándose mientras resoplaba un poco. El muchacho entregó la carta a su yamshchik para que fuera de inmediato a dársela a su buen amigo.
-Y dile que te dé una contestación en el momento, es un asunto muy urgente. –Mencionó él, de forma calmada para no levantar sospechas de ninguna clase, aparte de que debía calmarse y no quería recibir con ese humor a Lev y a Asuna.
El yamshchik partió de inmediato, causando un suspiro enorme en Kazuto. Al menos ya tenía un asunto un poco más relajado. Tendría que esperar que la carta llegara cuando ya estuviera en casa.
Ya iban saliendo Asuna con Lev en sus brazos. Ella era llevada en silla de ruedas, por lo que el muchacho fue corriendo con ella, tomando a Lev en sus brazos mientras a ella la ayudaban a subir a un carruaje.
-La espera acabó... -Sonrió Kazuto, observando a Lev.
Cuando él subió al carruaje, le dio el niño a Asuna, quien casi no quería ni separarse de él por miedo a que le fuera a pasar algo. Era un recién nacido, claro que tendría todos los nervios del mundo en su corazón.
-Menos mal podré ir ya a casa...me estaba volviendo loca en ese hospital.
-Yui tiene muchas ansias de conocer a Lev, y también quería verte de nuevo. Alice cuida de ella, así que no te preocupes.
-Ya sabía que ella la cuidaba. –Asuna rió un poco. –Sé que eres distraído, pero no tanto para dejar a Yui sola en la casa sin que nadie la cuide.
-No. No soy tan mal padre.
Mientras esperaban, Yui y Alice jugaban a la cocina. La mujer servía el té tibio en pequeñas tazas, ideales para una niña como Yui. Se divertían bastante, siempre riendo en todo momento.
Cuando la "hora del té" acabó para ellas, Alice llevó a Yui a su cuarto, acostándola en la cama para jugar ahí, claro, con mucho cuidado para que la niña no se cayera. Le hacía pequeñas cosquillas a la pequeña Yui para divertirla, carcajeándola en todo segundo.
Tras las cosquillas, ambas fueron al patio a que les diera un poco de aire, y así jugar un poco más en el patio, por supuesto. No dejaban de jugar hasta que Yui se sintió tan fatigada que le dio por dormir.
Alice se acostó junto con Yui, y mientras ella dormía como una angelita, la muchacha aprovechaba para leer uno de los muchos libros que Asuna y su madre tenían en esa casa.
Lo que más le gustaba y la distraía era leer, justamente. El sueño se lo comenzó a pegar Yui, por lo que acarició su cabeza.
-Serás pequeña de tamaño, Yui, pero tu sueño es tan grande que se lo pegas a los adultos.
Alice dejó la novela a un lado, tomando a Yui para llevársela a la sala, en donde tenía planeado dormir junto con ella en uno de los sillones de la casa.
No obstante, su plan se vio frustrado al escuchar caballos fuera de la casa. La muchacha se sorprendió para bien, emocionándose de conocer al nuevo integrante de la familia.
-Yui, Yui, despierta. Tu mami ya llegó con tu hermanito. –Alice meció suavemente del estómago a la niña, la cual se despertó con bastante sueño, pero igual sintió emoción al saber que su nuevo hermano estaba en casa.
Las dos se pararon a unos metros de la puerta, esperando a los dos esposos y al niño. Cuando se abrió la puerta, se podía ver a Asuna cargar a Lev, Kazuto corrió hacía Yui para levantarla en brazos, doliéndose de la cintura casi al instante, por lo que la bajó de nuevo.
-¡Vaya que has crecido! ¡Ahora estás más pesada! –Exclamó. -¿Quieres ver a tu mamá?
-¡Sí! –Alice tuvo que cargar a Yui para que pudiera ver a Asuna. -¡Hola mami!
-Yui...te extrañé mucho. –Asuna llenó de besos a la niña, quien la abrazaba con bastante emoción. Sin embargo, ella se detuvo al ver a Lev.
-¿Ése es mi hermanito?
-Sí, Yui. Se llama Lev.
-Hum...
La niña curioso un poco con el bebé, quien se movía bruscamente. Era casi como cuando ella estaba en brazos de Asuna, pero lo veía desde su propio punto de vista.
Lev le llegaría a las piernas a Yui, así de pequeño era el nuevo niño. Algo que deseaba Asuna era sujetar a Lev en un brazo y a Yui en otro, por lo que se sentó en uno de los sillones, cumpliendo su fantasía.
Alice miraba al matrimonio y a los dos hijos en un mismo sillón. Sonreía por la ternura que le causaba, no pidiendo mucho, en realidad.
Pasadas dos horas, Yui era acostada por Alice, pero ahora sí para dormir. La niña estaba dormida, siendo arropada por su "tía". Asuna estaba en cama con Lev, dándole pecho para también dormirlo. Ya tenía su cuna preparada.
Cuando la muchacha salió del cuarto de Yui, fue directamente al patio. Kazuto trabajaba un poco, ya que le habían dado un descanso en el ejército, aunque igual tenía que hacer sus labores.
Volteando a todos los lados, Alice se sentó en una de las sillas del patio, rompiéndose a llorar inconsolablemente. Veía sus sueños hechos realidad ...por medio de terceros. Quería que fuera lo mismo pero con ella y Eugeo, teniendo dos niños, viviendo en una casa, ya fuera pequeña, pero completamente felices así como se veían Asuna y Kazuto.
Todos esos sueños arrebatados por su madre, y de forma inconsciente por Selka, a quien no quería odiar por no tener la culpa más que de amar al mismo hombre que ella, y tampoco es como para que la pudiera juzgar por ello.
Kazuto salía a fumar un cigarro al jardín, escuchando como Alice lloraba. Guardó su encendedor y el cigarro lo depositó en el bolsillo de su camisa. Fue a tomarla de uno de los hombros.
-¿Qué es lo que te ha afectado tanto hasta el punto de hacerte llorar la noche de hoy? –Le preguntó.
-Yo quería una vida como la tuya y la de Asuna: feliz, tranquila, con niños que les pudieran hacer unirse más en su amor...¿y qué tengo a cambio? Soledad e irreconocimiento del hombre al que amo. –Lloró Alice, llevándose las manos a los ojos.
-En eso Eugeo y tú se parecen mucho. Los dos envidian la vida de los demás, sin saber que pueden construir ustedes dos una mucho mejor de lo que cualquiera imagina.
-¿Cómo sería eso posible, Kazuto? ¡Él no me dijo palabra alguna cuando nos encontramos! Se va a casar con Selka, y eso es algo que no puedo evitar así lo deseo con todas mis fuerzas.
-En los detalles se encuentra el diablo. Ya rompiste con tu madre, ya no tienes que ver con ella, ergo, te puedes casar con quien se te pegue la gana...el problema es el idiota aquel. Le mandé una carta y me respondió con una hoja en blanco...descarado.
Eugeo seguía acostado en su cama, no había hecho absolutamente nada ese día, y no pensaba hacerlo. Se bañaría en un rato después, pero en ese instante no quería saber de nada.
Su hermana tocó la puerta, entregándole la carta y diciéndole que pedía contestación en ese instante. Sin tomarse la molestia de leer la carta, el muchacho la dejó en su mesa de noche, tomando una hoja la cual metió en el sobre sin importar lo grosero que eso pudiera ser.
Estaba consciente de que Kazuto era el remitente, importándole poco. Ya tendría tiempo para hablar con él en otro momento, pero no quería ser fastidiado en ese momento.
La carta fue mandada al yamshchik, dando la impresión de que la había contestado, pero no era una realidad certera.
Pasado un rato, y más por aburrimiento que por curiosidad o carga de conciencia, Eugeo abrió la carta de Kazuto, leyéndola sin mucho interés, en realidad.
-¿Cree que no soy consciente de que estoy haciendo sufrir a Selka?...Tch, para él decirlo es fácil al tener todo lo que tiene, una familia feliz, dos hijos, una esposa que lo ama...y que él ama.
Eugeo arrugó la carta, acostándose de nuevo para soltarse a llorar. Le dolía en su corazón pensar que no podía responder al amor que Selka le ofrecía, doliéndole verdaderamente ese hecho.
Le haría feliz el poder amar a Selka, pero sus esfuerzos eran en vano.
-Ya me enamoraré de ella en la cama...su alma, ¿eso qué? Como si los matrimonios de Centoria fueran todos felices. Así tiene que ser, fui destinado a eso y no hay nada que pueda hacer más que aceptar el plan de Dios o del destino, poco importa quién me lo haya mandado, lo que importa es que así son las cosas.
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Intenso....muy intenso D:
Ay pobre de Selka y de Alice, sobre todo de la pobre Selka, el yuyio no la quiere :'v. Se contrasta bien las dos subtramas, o eso quiero pensar xd y sigo sin tener nombre para el niño de Kirito y Asuna :c
ya estamos en las partes feas xdxdxd Muchas lágrimas.
Nos vemos en una semana.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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