Capítulo ocho
Para suerte de Eugeo, lo tenían amarrado a una silla, ya que podía haberle ido peor. Tenía el rostro un poco ensangrentado, siendo resultado de la anterior golpiza que le propinaron tras atraparlo intentando escapar.
Tenía frente de sí a dos mapas y a Gabriel.
-Dime, ¿qué es lo que tienes que decirle, niño?
-Están débiles en mi anterior campamento. Si lo atacan ahora, seguramente triunfarán. No tienen comida, sabrá Solus cuanto carbón les quede, están mal organizados ya que yo era su líder y mi suplente era un idiota.
-Bien...se guardó la información para lo mejor. Hoy es viernes, así que mañana por la tarde deberán estar llegando algunas provisiones. Tengo una idea magnifica, y tú serás parte de ella, Eugeo.
-Gracias, Gabriel.
-Aunque eso sí...la ley de los anarquistas es que, quien traiciona a la causa, no sale bien librado.
-¡Todavía tengo más información, y si me matan no podrán tenerla!
-Eso lo sé. Pero nadie es indispensable en esta vida, lo que quiere decir que no te necesito. No obstante, tú me necesitas a mí. No lo golpeen muy fuerte, y que no sea en la cara.
Gabriel se fue de la habitación, uno de los guerrilleros sonrió mientras tomaba un remo, dándole un golpe en la espalda a Eugeo con él. Otro le dio un golpe en el estómago, dejándolo sofocado.
Le dieron de golpes por diez minutos, dejándolo muy lastimado, aunque lo suficiente para que se pudiera levantar y caminar con normalidad. Lo que eran los brazos y el torso, los tenía destrozados por las torturas que le causaron.
Nunca antes en su vida Eugeo se había sentido tan humillado, tan golpeado en su espíritu, no sólo en su cuerpo, por lo que eso fue suficiente para deprimirlo el resto de la noche.
Al amanecer, los guerrilleros atacaron el antiguo campamento donde Eugeo se encontraba, acabando con el mermado ejército que, ante la pérdida del senior, la pasaban igual de mal que ellos.
El plan de Gabriel era sencillo, aunque no por ello menos planificado. Con los soldados imperiales derrotados, los rebeldes se pondría sus uniformes, haciéndose pasar por leales a Quinella. Con Eugeo de regreso, lo usarían como cebo para que las provisiones y posibles prisioneros se pasaran para el bando anarquista.
Y eso era justamente lo que se esperaba. Serían no más de diez soldados imperiales contra los casi veinte guerrilleros que los esperaban. Claro que, una parte de ellos ocultos entre la nieve, y el resto haciendo su papel de soldados.
Serían las once de la mañana cuando llegó el camión, por lo que Eugeo, que hasta ese entonces se encontraba sentado, tuvo que ser ayudado para que se levantara de la silla por la paliza que le dieron unas horas antes de eso.
Incluso estirar su brazo para estrechar la mano de su contrario le resultaría difícil.
Cuando salió a recibir al sargento encargado de las provisiones, lo recibieron con gusto.
-Senior Eugeo Maatsura. -Dijo él. -¿Qué es lo que traen?
-Pensé que su segundo al mando lo notificaría, ya que me dijeron que usted no se encontraba en el campamento para inspeccionar la carga.
-Seguramente lo olvidó.
-Pues bien, es un poco más de lo acostumbrado, así que esté tranquilo. De alguna manera, los guerrilleros ya no han dado tantos problemas, ¿se habrán retirado?
-Lo dudo mucho, honestamente.
-¿Por qué lo dice?
Tras eso, los guerrilleros abrieron fuego mágico contra los soldados imperiales. Los que se suponían eran sus compañeros, los llevaron a "refugiarlos" adentro para así capturar a la mitad de los que llevaban la carga.
Eugeo tenía la cara salpicada de sangre, asustándose muchísimo al limpiársela de la cara y verla en sus guantes. Era del soldado con el que hablaba, por lo que vio su cadáver acribillado, dándole unas intensas ganas de vomitar.
-Aseguren la carga y a los prisioneros, es hora de regresar al cuartel.
Mientras sus ex compañeros eran llevados amarrados por los rebeldes, casi todos se le quedaron viendo horrible a Eugeo.
-Traidor. -Uno de ellos le dijo, causando que el muchacho cayera más profundo en la depresión que tenía.
En una de las batallas que se tenía por delante, Eugeo era el encargado de dirigir las tropas en aquella incursión. No era tan bueno en la guerra de guerrillas, pero tenía instrucciones que le indicaban como no arruinar los planes que tenía para la operación.
Veía al grupo de soldados al que iban a emboscar, siendo bastantes más de los que se esperaban. No sabía si atacar o contenerse de cualquier movimiento, ya que podría resultar contraproducente en su poco conocimiento de las guerrillas. Sabía cómo combatirlas, aunque no dirigirlas.
Tenía a su superior al lado, quien pensaba en un plan al notar a Eugeo muy confuso. Atacarían para mermar a la tropa, no para acribillarla a toda, puesto que era imposible.
El ataque tendría que ser fantasma, así que se prepararon lo más que pudieron.
Cuando los guerrilleros salieron a la carga, sorprendieron bastante a sus enemigos, los cuales algunos poco pudieron hacer al ni siquiera poder desenvainar.
Eugeo se despachó a uno de los soldados imperiales, chocando el acero con la persona que tenía al lado. Había golpeado, pues, la espada de Kazuto.
Ambos se vieron por unos segundos, congelándose en el momento de verse las caras. Kazuto, por una parte, se sentía impresionado de ver a su mejor amigo vivo. Lo que amargaba esa impresión era verlo luchando en el ejército enemigo.
Sin esperar un segundo más, Eugeo hizo a un lado la espada de Kazuto, dándole un golpe en el estómago para dejarlo reducido. Se fue corriendo lo más rápido que pudo.
-¡Eugeo! ¡Espera, Eugeo! -Kazuto se intentó parar, pero los soldados lo tomaron de los hombros para echarlo para atrás, batiéndose en retirada ante la inminente derrota contra la emboscada anarquista.
Claro que no podía creer que su amigo se hubiera aliado con el enemigo ante una desilusión amorosa, eso le resultaba imposible y tonto, algo que no podía ocurrir por más que uno quisiera imaginárselo.
Sin embargo, las pruebas estaban frente a él, literalmente. Sería difícil pensar que era una persona bien parecida a Eugeo, puesto que, a su vez, sería como aceptar la muerte de éste.
Tenía que llegar al fondo del asunto, aunque su prioridad ahora era escapar de los disparos de sus enemigos, quienes no dejaban de asediarlos a él y a su tropa del escape que tenían.
En el campamento, Kazuto fue de inmediato con el superior, haciéndole el saludo militar.
-¡Señor, tengo una petición que hacerle! -Exclamó él, nerviosamente.
-¿Qué sucede, Kazuto? Te veo apurado. ¡¿Le pasó algo a tu esposa?!
-No a mi esposa, pero sí a mi mejor amigo. Eugeo Maatsura, senior de la segunda compañía del quinto regimiento.
-Maatsura...probablemente esté muerto, la segunda compañía del quinto murió a manos de los anarquistas. No tenemos idea de que pasó, pero tomaron a varios prisioneros ya que faltaban soldados, robaron runas, provisiones, algunos mapas y ordenes que la segunda tomaría en conjunto con la cuarta.
-¿Qué les pasa a los prisioneros los unen a la guerrilla?
-Los obligan a pelear en su bando, aunque el juramento de lealtad a Quinella les obliga a preferir la muerte que a luchar en su contra. Si regresa, es probable que lo ejecuten.
-Entiendo...gracias, señor.
-No hay de que, Kazuto.
Con aquellas palabras, Kazuto se veía obligado a aceptar que la muerte se había cernido sobre Eugeo. Si es que ése que vio no era él, pues es que ya estaba muerto con el resto de su compañía. En caso de que su buen amigo se hubiera pasado al bando contrario, lo colgarían apenas pusiera un pie en el pueblo.
Pensaba en decirle a Alice la verdad antes de que le llegara la noticia de que Eugeo se encontraba perdido en combate y tuviera falsas esperanzas.
Sería horrible decírselo por una carta, no teniendo ni él mismo el corazón de escribir algo así. Lo más que pudo hacer fue soltarse a llorar sentado en la nieve, alejado un poco del campamento.
Aquel chico con tan grandes sueños y esperanzas se veía corrompido, ya fuera por voluntad propia o por ser converso a la fuerza. Ya tenía una sentencia de muerte a pesar de lo que había hecho anteriormente.
Así acabaría la historia con él y Eugeo.
Lo que fue Eugeo, corrió lo más lejos que pudo, tratando de huir del campo de batalla aprovechando la situación en la que se encontraba de la confusión del combate y de que él no era el centro de atención.
Sus extremidades le lastimaban al no haber sanado completamente de las torturas a las que fue sometido aquella noche, aunque no importaba, prefería sentir un dolor pasajero, puesto que eso presentaba el mayor de sus alegrías: la libertad.
Uno de los rebeldes vio como Eugeo trataba de escapar, por lo que le disparó magia en la pierna, causando que cayera arrodillado sobre ésta. Tras unos dos segundos, el muchacho recuperó el aliento y volvió a correr, aunque cojeando.
Bienaventurado que fue al su enemigo quedarse sin mana, aparte de que el frente de batalla no daba tregua a pesar de la retirada de sus enemigos.
Eugeo fue listo, ya que siguió el rumbo que ellos tenían, dando marcha hacía donde los soldados imperiales se retiraban. Iba muy lento, pero tenía una leve ventaja.
Ponía casi todo el peso de su cuerpo en su pierna sana, corriendo desesperadamente entre quejidos y una mala respiración, que pronto lo hizo casi sofocarse.
En cuanto a lo demás, veía algunas veces hacía atrás para asegurarse de que no lo siguieran o no le apuntaran. Era una mejor idea la de ocultarse, encontrando una madriguera de martas, las cuales no estaban en ese momento, para su suerte. Entre sus manos tomó toda la nieve que pudo para cubrir la madriguera, ocultándose así de los anarquistas, que seguramente lo buscarían para matarlo.
Escuchaba los gritos de los rebeldes y algunas de sus pisadas. No tenía arma alguna, lo cual lo hacía temer un poco. Sentía como la sangre salía de su pierna, doliendo bastante. Se aguantaba el dolor o eso le causaría una muerte segura.
Pasarían unos veinte minutos hasta que dejaron de buscarlo. Eugeo esperó otros diez, aprovechando ese tiempo para cortar tela de su abrigo y usarla como torniquete en su pierna y así no morirse de desangramiento.
Saliendo de la madriguera, caminó lo más rápido que pudo, ya que las energías no le daban para correr otra vez. No tenía idea de a cuantos kilómetros se encontraría el campamento imperial, aunque sí sabía para dónde ir.
Y es que, cuando caminó la distancia suficiente para verlo, se sintió
bastante tranquilo, sintiéndose salvado a pesar de que no podría ser del todo cierto.
Su consuelo radicaba en, especialmente, que podría regresar a casa y tomar la mano de Selka. No obstante, esa felicidad le parecía un sentimiento vacío al no dejar de amar a Alice. Podía enamorarse de Selka, y eso no lo dudaba.
Cuando estuvo por ser divisado, el muchacho alzó las manos en señal de rendición, sabiéndose que no lo recibirían con los brazos abiertos al tener el uniforme de los rebeldes.
-¡Oigan! -Gritó a todo pulmón, llamando la atención de varios soldados que de inmediato apuntaron contra él.
Eugeo caminó unos pasos más, sonriendo abiertamente. Se le veía pálido, casi muerto, cayendo a la nieve de forma seca. Varios soldados corrieron a verlo y notaron que sangraba de la pierna, tiñendo así la nieve de rosa.
Entre los ahí presentes se miraron sin saber exactamente qué hacer. Fue ahí que decidieron llevarlo al campamento.
A saber si estaba muerto.
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Sí, algo me dice que están decepcionados de un yuyio tan cobarde, tan poco fuerte, y cosas así, pero les recuerdo que este fic es más enfocado a bodas, relaciones toxicas, y mi odio hacía el anarquismo :v aparte, si Eugeo fuera tan poderoso en el fic, la neta toda la trama de la guerrilla me dura dos paginas, y pues tampoco, de por si el fic es algo corto, y ahora acortarlo más, creo que a nadie le gustaría...
En fin, ojalá les haya gustado el capítulo, creo que ya para el siguiente la trama de la guerrilla ya se acaba y pasará algo que causará que casi todos me quieran matar...que de por sí ya a muchos ganas no les faltan :'c (me la gané JAJAJAJA).
Vuelvo y repito antes de irme ASÍ es como se hace un villano, no las perras mamadas que inventa Reki, esas van allá abajo, de plano al creador de SAO le fallan muchas cosas, y los villanos son parte de ellas.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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