Capítulo nueve.
Alice paseaba de forma tranquila y serena por las calles del pueblo en compañía de Selka. Ambas hermanas comprarían un regalo para Asuna, ya que no faltarían más de tres meses para que su segundo hijo naciera.
Ya llevaban seis meses de guerra en las montañas. Asuna tenía el consuelo de que Kazuto le mandaba cartas diciéndole como se encontraba. Ella se alarmó bastante cuando leyó la carta en donde su esposo le confesaba que se había caído del caballo en plena batalla y que quedó muy lastimado.
La buena fortuna los acompañaba, claro, porque el asunto no pasó a más que reposar unos días en cama en lo que sus dolores sanaban, regresando al combate al poco tiempo del incidente.
-Oye, hermana, ¿no has recibido noticias de Eugeo? He ido a su casa y no me han podido dar una respuesta certeza.
-No, Selka. Perdóname, pero tampoco sé nada de él.
Ambas mujeres temían que su amado hubiera muerto en la guerra. En casa del muchacho, que más o menos ya sabían que se iba a casar con Selka, puesto que el señor Schuberg habló con ellos, prefirieron no decirle que el perfil oficial de Eugeo era el de "Perdido en combate".
Ellos tampoco estaban en condiciones de pensar lo peor, ya que era uno de los hijos, si bien no más querido, seguía siendo parte de la familia.
Como siempre, en las familias se quiere más al mayor, por cualquier razón. Era tan curioso, pues el caso de Alice y Eugeo era completamente diferente.
El regalo que escogerían sería algo para el futuro niño, siendo algo simple y que serviría para ambos sexos. Era un chupete y una manta pequeña de color amarillo, un color al que se le puede decir "unisex".
Nunca dejaron de preguntarse cómo es que estaría el muchacho, si estaría bien, si pasaría hambre o frío. Fuera como fuera, la verdad es que daba la impresión de que no estaría en las mejores condiciones por arreciar el invierno.
Alice cuidaba de Yui, quien ya podía medio caminar. Tenía diez meses, y era probable que Kazuto no la reconociera en cuanto la viera, ya que era mucho más grande de como él la recordaba.
Asuna comía un poco más de lo normal por esos antojos de embarazada que tenía, dándole un poco de frustración. Aunque era una frustración que gozaba, ya que no se quejaba en el momento de los pasteles que comía, o el borsch (Sopa de remolacha ucraniana, consumida en toda Europa del Este, especialmente en Rusia y Polonia y la propia ucrania), de las tardes, que era de sus comidas favoritas.
Lo que le causaba una sonora risa a Yui era ver a su madre con los labios pintados de un color carmesí intenso que le quedaba tras comer la sopa.
La pequeña ya podía hablar, aunque sabía muy pocas palabra. Sería mentira decir que Asuna no disfrutaba escuchar cada que la pequeña Yui le decía "mamá". Eso la mataba de ternura, al igual que a Alice.
Su nombre no lo decía completo, pero ya no faltaría mucho. Eso sí, también podía decir "abuela" "Tía" y, aunque el mencionado no estuviera presente "papá".
-Ese detalle le encantará a Kazuto cuando regrese. Algo me dice que se soltará a llorar. –Rió Alice, contagiando a Asuna.
-Definitivamente. La última carta que me mandó es que han tenido que mandar soldados extras ya que la guerrilla va mal. Piensan bombardear con magia toda la zona de las montañas de ser necesario para acabar con Gabriel.
-Los periódicos dicen que en cuestión de semanas la guerrilla acabará y nuestros soldados regresaran a casa.
-Con tan mala suerte que entre esos cinco mil tenían que estar nuestros dos tarados. ¿Y qué pasará con Eugeo?
-No lo sé, Asuna. –Suspiró Alice, infinitamente cansada. –Lo espero, porque aún le amo y quiero volver a verlo. Lo que me lástima es que... -La muchacha comenzó a sollozar. Asuna fue y le dio un abrazo a su amiga. Yui se puso un poco triste a pesar de no saber que pasaba.
-Tranquila, Alice...ya podrás encontrar a alguien más, aunque sé que te duele no poder casarte con él ya que ambos lo querían.
-De verdad...odio a mi madre por hacerme esto. A ella se le hace muy fácil decir que me enamoraré de la persona con quien me case cuando pasen unos años.
-Hasta eso que tuve suerte y no me pasó algo parecido. Mi madre nunca estuvo de acuerdo con Kazuto, aunque papá tomó la decisión.
-Te envidio bastante, Asuna. –Sonrió Alice entre tanto dolor y tristeza de su parte. –Selka podrá casarse con él si Eugeo regresa.
Eugeo despertaba en una cama, confundido, sin saber qué era lo que en realidad ocurría. No tenía ni la más remota idea de donde se encontraba, pero el vivo temor de que los rebeldes lo hubieran capturado y llevado al campamento latió pronto en su corazón.
-Imposible. De lo contrario, ya estaría muerto. –Pensó él, tratando de levantarse de la cama, no lográndolo.
Sorpresivamente para él, estaba amarrado con varias mantas a la cama, siéndole imposible poder zafarse del agarre.
Gritó un par de veces para llamar la atención de quien lo tuviera prisionero, moviéndose en la cama para tratar de liberarse. Al mover la pierna, ésta le dolió de forma aguda, soltando un grito ahora de dolor.
Varios soldados entraron rápidamente a la habitación, seguidos de algunas enfermeras. Entre todos tranquilizaron a Eugeo.-
-¿Dónde estoy?
-En el campamento del ejército imperial, ¿tú quién eres?
-Eugeo, Maatsura, senior de la segunda compañía del quinto regimiento. Mi número de servicio es S-117042.
-¿Y qué haces vistiendo ese uniforme? La segunda compañía fue muerte en su totalidad.
-Tomaron prisioneros, pero logré escapar.
-Eso le sonará interesante al coronel...
Soltando a Eugeo, le dieron unas muletas para que pudiera caminar. Tenía vendada y curada la pierna herida, por lo que lo llevaron al comedor.
Llevaba casi un día desmayado, aparte de que comer le vendría bien por la sangre que perdió. Necesitaba comida, y eso era algo que no podía aplazar.
El muchacho comía con algo de desesperación, lo que era completamente entendible tras tanto de no comer, o comer bastante mal. Kirito caminaba por el campamento, llevándose una gran sorpresa al ver a Eugeo ahí, comiendo.
-¡Eugeo! –Gritó él, sobresaltando a su buen amigo, quien, al verlo, le sonrió de inmediato.
-¡Kazuto! –El muchacho se levantó de su asiento, rebelando su pierna herida. Ambos se abrazaron con bastante afecto, dándose palmadas un par de veces en la espalda.
-¿Ustedes se conocen? –Preguntó uno de los soldados que vigilaban a Eugeo.
-¡Sí, somos amigos! ¡Venimos de mismo pueblo, pero fuimos destinados a diferentes regimientos!
-Al menos ahora sabemos que no es un infiltrado del ejército anarquista.
-Me gustaría saber que pasó...
-Sí...es una historia difícil de contar, tiene muchos reveces.
La versión que Eugeo dio al coronel fue que, tras estar faltos de suministros, habían caído ante el ejército rebelde por lo poco preparados que se encontraban. Oficialmente, esa parte de la historia era verdad. Así que, una vez derrotados, tomaron prisioneros a los sobrevivientes, obligándolos a hacer trabajos forzados más que atacar, y esos trabajos forzados eran los de armar campamentos, acomodar provisiones y ayudar en el trazo de rutas comunes usadas por el ejército imperial.
Claro que aún quedaba esa duda de ¿y cómo es que Eugeo había escapado? Inventó que el plan de escape en su guardia había funcionado y que no fue fracaso como en verdad ocurrió.
Kazuto no se encontraba presente, aunque sí que deseaba saber si esa persona que se encontró era la misma con la que combatió en esa emboscada.
Suerte la suya que le creyeron al verlo con las marcas de los golpes en su cuerpo, ya que, de haber colaborado con buenas intenciones con los anarquistas, no le habrían golpeado. Se había salvado de la horca, aunque eso sí, no saldría tan bien librado.
Al estar la ley de "mejor morir por Administrator que traicionarla" lo mandarían de su casa, destituyéndolo del grado de senior, lo cual lo dejó con un pésimo sabor de boca.
Había pasado todo lo contrario a lo que esperaba en la guerra contra los anarquistas: no subió de rango. Lo bajaron.
Todo lo sucedido en anteriores días, mezclado al hecho de su fallida boda con Alice, lo dejaron muy deprimido, tanto así que no quería hacer nada.
Estaba acostado en su cama, pensando en la nada. Kazuto entró, sentándose a su lado. Trataría de consolarlo, sabiendo que no lo lograría, pero no iba a desistir de su intento.
-Ya supe lo que pasó...lo siento.
-Me fallé a mí mismo.
-No es verdad. Estás aquí, vivo. Por cierto, allá pasó algo extraño.
-Sí era yo...
-¿Por qué lo hiciste? Me sorprende que... -Eugeo se levantó de la cama, mirando fijamente a Kazuto. –Traicionaste a Quinella.
-¡¿Y?! ¡Lo hice por amor, por regresar con Alice! ¡Sí, traicione a Administrator por Alice, ¿y qué es lo que tendré a cambio?! ¡Nada, Kazuto, nada!
-Entonces es peor todavía...claro que entiendo tus razones, y es que yo habría hecho lo mismo. Asuna está embarazada, por lo que no puedo dejarla sola a ella con una familia, también hubiera traicionado a Quinella.
-¡Tú tendrías algo a cambio! ¡Regresarías con tu esposa, tus hijas! ¿y yo? Yo no obtuve nada a cambio.
-Te casarás con Selka.
-Sigh...incluso hasta se me había olvidado. Bueno, traicioné a Quinella por casi nada. Aunque no me hace del todo feliz, si te soy sincero. Mi consuelo radica en que cuando la conozca bien, podré enamorarme de ella y entonces sentir felicidad.
Kazuto puso sus manos en los hombros de su amigo, sonriéndole con un poco de tristeza. Entendía lo que le pasaba, era como esperar algo y que te den otra cosa. Si bien estás satisfecho por obtener algo, no es la misma sensación al no ser lo que en verdad deseabas.
Si bien cosas así le sucedían con cosas de muchísima menor importancia que el amor de una mujer, el ejemplo podía ser el mismo. Eugeo deseaba el amor de Alice, pero le dieron el de Selka. Se sentía traicionado, pero tenía sus planes para poder ser feliz, lo que le tranquilizaba un poco, así fuera un poco.
La guerrilla no se extendería por más de una semana al tener completamente rodeados a los anarquistas, los cuales habían sido traicionados por unos campesinos que querían evitar las represalias del ejército imperial, además de que no les habían pagado el silencio por usar sus graneros como refugio, de ahí que eso acelerara el final.
Era cuestión de matar a Gabriel para acabar con todo, lo que ya no tardaría mucho en suceder. Era cuestión de cerrar el cerco que tenían en contra de los anarquistas, matándolos a todos o, por el contrario, haciendo que se rindieran.
Kazuto era parte de la vanguardia, dirigiendo a una parte de los soldados. Las enfermedades del invierno había afectado a ambos bandos, aunque sin medicinas, los rebeldes tenías las de perder completamente.
Su recorrido era más que nada de reconocimiento, así que iban ligeros y no eran muchos. Había otras patrullas recorriendo todas las cercanías, de ahí que se sintieran tan seguros.
Buscarían el campamento o un camino hecho por los rebeldes para intentar escapar a la parte oriental de las montañas, lo que se convertiría en un dolor de cabeza para los generales.
Se escucharon varios gritos y choques de acero que alarmaron a los soldados, pensando que había una emboscada cerca. No era en su posición, sino en un lugar bastante lejano.
-Es por el sur...
-¿Habrán cerrado por completo el cerco?
-Atentos... -Los gritos dejaron de sonar, quedando un completo silencio. Tras unos segundos más, se escucharon unos gritos pero ahora celebración. –Parece ser que ya todo terminó.
Un soldado entraba de manera apresurada en el cuartel. Eugeo comía, preparándose para ser reintegrado a la batalla. No sería necesario. El soldado se subió a una de las mesas, quitándose el gorro.
-¡Señores, compañeros! ¡Al suroeste encontraron el último foco de resistencia, Gabriel murió en la refriega y lo segundos al mando se rindieron! La guerrilla ha acabado...
Varios se miraron entre sí, en silencio, para luego romper en gritos de alegría y de victoria. Todo era un jaleo, aunque ya la guerra se había acabado. Muchos celebraban abrazándose o bebiendo. Eugeo, muy aparte, sonreía para sí mismo mientras terminaba de comer.
Ya podría regresar a casa.
El pueblo estaba más alegre, ya los hombres regresaban a sus casas. Kazuto no podía ser más feliz, se reencontraba con su esposa, su hija, a la cual apenas podía reconocer, y con su futuro niño, al que no le faltaría mucho por nacer, quizá un mes o menos.
Cargaba a la pequeña Yui como nunca lo hizo, dándole muchos besos. Ella le decía "papá" lo cual lo emocionó hasta las lágrimas. Ya podía escuchar la voz de su hija, y de qué manera. La vida le venía bien en ese momento, y no podía decir lo contrario.
Para Eugeo, bueno, en casa lo recibieron con tranquilidad, aunque igual con pena. Sabían de su unión a los rebeldes para sobrevivir, el hecho de que le habían quitado el grado de senior, aparte de que lo veían muy cansado. Y sí, esa era la verdad. Eugeo estaba muy cansado de todo.
Ya podría descansar un buen rato, y no deseaba más que hacerlo así. Iría a casa de los Schuberg para ir a pedir la mano de Selka, lo que le alegraba muy a medias, casi como si fuera algo que tenía que hacer de forma forzosa y le consolara el hecho de que era mejor que nada.
Pensaba en Selka, recordando su parecido con Alice hasta un poco en la voz. El tono de cabello de Selka era diferente, aunque siempre existen por menores, así que eso le preocupó muy poco. Prefería encontrar igualdades que diferencias, puesto que así era mejor.
Descansaba en su cama, con deseos de dormir a pesar de ser de tarde. Recordaba esas veces en las que iba a pasear con Alice, y ahora lo haría con Selka, esperando al día siguiente para ello, justamente.
Ya para la mañana, Eugeo se prepara con su mejor ropa, tomando unos hellers de su bolsillo para salir de su casa, despidiéndose de su familia.
La casa de los Schuberg no quedaría muy lejos, así que tendría que desviarse para poder obtener lo que necesitaba. Iría, y a pesar de ser aun invierno, por un ramo de flores, que seguramente tendría que haber, así fueran más caras de lo normal, pero las tendría que haber. Todo su dinero juntaba dos korunas con cuarenta hellers, lo alcanzaría bien, y quizá le sobraría.
Las flores que compró fueron por una koruna, lo que era carísimo. Estaban lindas, eso sí, muy frescas y era lo ideal para la situación. Iba con una sonrisa de oreja a oreja a la casa de su futura prometida. Al llegar, tocó la puerta, poniendo las flores en su espalda.
Cuando ésta fue abierta, el muchacho se quedó blanco del disgusto que se llevó. Alice era quien había abierto, mirándolo con una cara de incredulidad. Ella se llevó las manos a la boca, tratando de abrazar a Eugeo, quien lo impidió.
-¿Está el señor? –Preguntó fríamente. Alice sintió una horrible punzada al ser evadida de esa manera.
Siete meses en la guerra, esperando a reencontrarse para que fuera de esa manera. Ni un abrazo, ni un "te extrañé", nada. Eran, de facto, como dos desconocidos que se había visto causalmente en esa casa.
-S-sí...sí está.
-¿Podría usted llamarlo, por favor?
Eso fue todo para ella. Le habló de "usted" y no de "tú". Al final era comprensible, Alice había rechazado la petición de Eugeo, pero era mucho peor la relación post rechazo de lo que ella podía esperar.
Lo sintió resentido, enojado. No obstante, nunca ignoró que sus ojos irradiaban un poco todavía. Eugeo aun amaba a Alice, pero amar a Selka sería casi lo mismo, casi.
Sin saber realmente que hacer, la muchacha subió a su cuarto, encerrándose en él, llorando en su cama, ahogando sus lágrimas contra la almohada. Eugeo esperaba abajo.
De pura casualidad, el señor Schuberg pasaba caminando por la puerta, notándola abierta, y, naturalmente, viendo quien estaba parado detrás de ella.
-¡Eugeo! ¡Qué sorpresa verte de nuevo! –El señor Schuberg fue a darle la mano, aparte de darle unas palmaditas en la espalda. -¿Qué hay con esas flores?
-Vengo a ver a Selka...quiero pedir su mano. –Eugeo sonrió ampliamente, causando un gesto de leve desagrado en el padre de la muchacha, el cual tuvo que ocultarlo con una sonrisa forzada. Ahí era cuando supo que toda oportunidad de Alice para ser feliz se había ido abajo.
-Pasa, será mejor que eso lo hables con mi mujer, ella sabrá si te acepta o no. Yo te aceptaría...pero no para con Selka, si no con...
-Tiempos pasados. Ya no me he sentido afligido por ello. –Mintió, recordando la falsa esperanza que el señor Schuberg le dio antes de marchar a la guerra. –Ahora quisiera ver a Selka.
Los dos sonrieron para entrar a la sala de la casa, ahí mismo donde Alice le rechazó su mano, en donde su vida dio un giro a males. Ya nada podía ponerse peor. Era cuestión de esforzarse, ¿qué tal si la madre de Alice tenía razón? Al final de todo, pasados los años, él podía enamorarse de verdad de Selka. Prefería que fuera lo antes posible.
Cuando Selka y su madre llegaron, ambas se sorprendieron ya que no tenían una idea concreta de quién las estaba buscando. El muchacho se acercó a Selka dándole un beso en la frente y abrazándola, aparte de darles las flores.
-Te extrañé en la guerra, Selka. –Sonrió el muchacho. Su contraria lo abrazó de nuevo, pero ahora llorando de alegría de ver a su amado una vez más.
La señora Schuberg veía de forma conmovedora como los dos jóvenes se reunían una vez más. Claro que ella esperaba que Eugeo dijera que venía por la mano de Selka.
-Bueno, ¿y qué decides respecto a lo que te dije ese día?
-Mamá. –Dijo él, como refiriendo que ahora serían familia. –Venía a pedirte la mano de Selka, ya que quiero casarme con ella.
La muchacha estaba sorprendida, alegrada sin palabras. Sabía que le habían ofrecido su mano a Eugeo, aunque sus esperanzas de que se viera realizado le parecían tan bajas al estar completamente segura que él estaba enamorado de Alice. Nunca supo en verdad que ocurrió aquella tarde, así que no conocía los verdaderos sentimientos de su contrario.
-Yo estoy completamente de acuerdo. –Dijo Selka, emocionada. -¿Qué dices, madre?
-Claro que acepto...Eugeo, tienes permiso de casarte con Selka. Ambos sonrieron ampliamente, mirándose a los ojos. La chica lo tomó de la mano, y él le dio un beso en los labios, sorprendiéndola mucho.
Fue un beso rápido, corto. Tras eso, Eugeo tomó de la cintura a Selka para cargarla, levantándola un poco del suelo. Ella se sorprendió, sujetándose del pecho de su contrario. Al bajarla, juntaron sus frentes, pareciendo verdaderamente felices.
Así deseaba Eugeo que fuera ese día que pidió la mano de Alice. Su primera ilusión se había cumplido, pero faltaba lo demás. Ahora tendrían un pequeño paseo por el barrio para charlar y conocerse mejor. Se conocían, por supuesto, aunque no de una manera profunda como si lo hicieron él y su hermana.
La madre de Alice fue hasta su cuarto, queriéndole comunicar la noticia. Ya habían pasado ocho meses desde que le negaron darle su mano a Eugeo, así que la señora Schuberg ya casi creía que había superado esa decepción amorosa.
Creía que era hora de que su hija afrontara la realidad de que no podía casarse con Eugeo y lo mejor era no encapricharse por un hombre.
Al tocar la puerta, no recibió respuesta alguna. Pegando un poco la oreja a la misma, escuchó los llantos ahogados de Alice. Eso causó que negara con la cabeza, pareciéndole algo muy tonto y ridículo.
-Alice, sal, por favor. Tenemos que hablar de algo serio.
-¿Qué más piensas arrebatarme ahora, madre? –Fue la respuesta más acertada que ella podría decir alguna vez en su vida.
-Ya no tienes nada que ver con Eugeo desde hace ocho meses...aparte de que vino a pedir la mano de Selka. Ya no tiene caso que te "tortures". Será mejor que le pidas a tu padre que te empiece a buscar otro pretendiente.
Se escucharon los tacones de Alice sobre el piso, al haber ido a abrir la puerta. Se podía ver destrozada, llorando, y extremadamente furiosa por aquella noticia que le dieron como si no fuera un asunto sin apenas importancia.
-¡Ya lo sé, madre! ¡Pero fue por tu culpa, por tu influencia, dudo mucho que haya sido por su propia voluntad! ¡En verdad me arruinaste la vida, crees e insistes que velas por mis intereses, pero es por los tuyos únicamente, quieres que la hija mayor del alcalde se case con un hombre de poder, de dinero, no con alguien como un oficial desgraciado como Eugeo! Si él no ama a Selka como tú quieres, podrás tener por seguro que ambas te vamos a odiar.
La puerta fue cerrada de un azotón. La señora Schuberg se quedó pensativa, pero sonrió altaneramente.
-Eres una celosa. Eugeo ama a Selka, pero te frustra que no sea a ti. Y claro que velo por intereses, lo que dices es bien cierto, pero no me importa que digan de mi o tu padre, ¡me importas tú, Alice! Lo verás después, ¡te darás cuenta que estás en un error! ¡¿Me escuchaste?!
Eso fue la gota que derramó el vaso. Ya estaba decidido, Alice se marcharía de su casa al no soportar la mano manipuladora de su madre.
No tenía ni la más remota idea de si funcionaría su plan, pero era mejor que seguir soportando a su madre, la cual no veía la claridad de lo diáfano: que no pensaba en la felicidad de sus hijas, si no en su estatus como madre de esas dos mujeres.
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Esa es la portada del siguiente fic de Fate (que ahora sí será de mi autoria :v)...contemplen, ¿Qué les parece? ¿Es buena portada? ¿Es mala portada? He hecho un experimento que tiene peligro de ser un fracaso absoluto, por eso les pido su opinión de la portada.
Para mi la portada está poca madre, me gusta mucho y es bastante original (en cuanto a portadas de Fate se refiere, claro), es sencilla, estética y queda bien acorde al tema a tratar. Aunque claro, esa es mi opinión subjetiva, qué tal la de ustedes.
Ok, ahora además de la mamá de Alice seguro también quieren matar a Eugeo...Y probablemente a mi también, changos.
Quizá les deja insatisfechos que no se haya visto la muerte de Gabriel al ser un personaje que casi todos odiamos, pero sepan que al que lo mató lo hicieron Héroe del Imperio :v ahí va una basura menos xd
Ahora regresamos con el arco de Selka, adelanto que habrá mucho sufrimiento y lágrimas jajjsjajs aunque eso no es raro viniendo de mi parte :v
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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