Capítulo doce.
Se preparaban las cosas para la boda, ya no faltaría mucho para su realización, que era algo completamente de facto.
Durante todos esos meses, la depresión de Eugeo no mejoró, al igual que la de Alice, quien pasaba la situación un poco mejor que su contrario.
Era invierno de nuevo, había pasado un año desde la guerra de guerrillas contra Aleksán, y la verdad las cosas iban para mejor con el matrimonio y sus dos hijos.
Yui ya caminaba sin problemas, aparte de poder hablar con una fluidez mayor a cuando recién había nacido Lev.
Hablando del pequeño, su cabello era un poco largo, pero se veía tan lindo con él. Era del mismo color y tipo que el de Asuna, lo que era bastante lindo.
Ya hablaba y caminaba también, y siempre jugaba con Yui y Alice. Ella seguía viviendo en casa de Kazuto y Asuna, cuidando de los niños o sacándolos a dar una vuelta por el barrio. Asuna de vez en cuando también los acompañaba, pero las cosas del hogar era a lo que se dedicaba la mayor parte del tiempo.
La chica nunca se había quejado de cuidar a los niños, con que siempre fuera recibida con gusto en esa puerta, le bastaba, incluso le sobraba la gratitud con sus dos amigos.
Selka se probaba el vestido de novia, siendo ayudada por su madre, quien no había hablado con Alice desde que ésta partió de casa. Selka seguía un poco afectada por ello, pero a veces iba con su hermana a hablar de algunas cosas.
No sabía por qué, pero tenía una leve intuición, Alice siempre evadía y desviaba el tema de la boda. No se podía terminar de creer que la discusión de su madre con ella fuera por su matrimonio con Eugeo.
Eso la hacía sentir mal, aunque no quería cancelar la boda en una fase ya tan avanzada. Quería evitar la cólera de su madre.
Y es que el muchacho no era el único desencantado con el asunto de la boda. Selka, orgullosa como toda mujer, sentía en su corazón que Eugeo no la amaba como era debido. Le tenía depositadas, al principio y antes de iniciar su relación, muchísimas esperanzas, y de ahí que su desencanto fuera mayor incluso que el sufrió su contrario.
Ambos estaban muy conscientes de que no eran el uno para el otro, sabían que pasados los años, incluso llegarían a odiarse tras fingir que se amaban cuando no era así.
La idea de que su vida se viera arruinada y frustrada por un matrimonio con Eugeo aterraba a Selka. Era increíble que en un año ella pensara eso, cuando antes era completamente imposible hacerse una idea que se le acercara a esa afirmación.
Cuando la otra parte no da amor, no hay nada que pueda hacerse. Es una relación destinada al más absoluto fracaso que se pueda imaginar, así se tuvieran unas expectativas enormes.
Cómo podrían platicar de ese tema aquellos dos. Era complicado, y si no se apresuraban, llegarían al altar completamente desenamorados, sabiendo que no podían amarse ni aunque les amenazaran, ¿y por qué no cancelaban su boda?
Selka: por temor a su madre. Eugeo: por no querer decepcionar a Selka. Aun quería ver si el amor de la cintura para abajo le podría ser útil para salvar la relación, al menos de su parte.
Ahí había otro enorme problema. Así como para amar ambas personas tienen que poner de su parte, lo mismo sucede al hacer el amor. Y Selka, sintiendo odioso el entregarse a un hombre que no amaba, no lograría que Eugeo tampoco se enamorara de su cuerpo.
Su relación estaba destinada al más rotundo de los fracasos, se pusiera en la mesa cualquier opción o alternativa.
Ya se tenía el vestido adecuado, Selka se puso el velo sobre la cara, observándose al espejo de manera completamente estoica. No sentía nada.
Era como para que sonriera, se emocionara al saber cómo es que luciría el día de su boda, pero nada. Forzó una sonrisa para que su madre no le hiciera preguntas, aunque esa sería la mejor idea.
Eugeo tomaba un baño en su casa, sintiendo el agua caliente en todo su cuerpo. Ya había acabado prácticamente, por lo que se levantó de la tina, yendo por su toalla de baño.
Sus brazos y piernas eran musculosos, forjadas así por el ejercicio del ejército. Su abdomen igual estaba marcado, pero tenía varias cicatrices en varias partes de.
Había una en especial, la cual le abarcaba desde la mitad de su abdomen hasta un poco más debajo de su costado derecho, y esa era la que más se marcaba, entre algunas otras en sus bíceps y su espalda.
Cuando se terminó de secar el cabello, viendo algunos dejados en su toalla, se dispuso a secarse el resto del cuerpo, pasando su mano por aquella cicatriz que le traía muy malos recuerdos de esa noche.
Tragó saliva pesadamente, y es que en el momento cuando Eugeo se percató que no amaba a Selka, se le empezó a caer el cabello. No se le notaba, pero sí era una realidad. Todo se debía a una cosa: preocupación.
Tantas cosas le agobiaban y no existía manera alguna de desahogarse. Medio pensaba en el suicidio de veces, pero eso sería darle una victoria a fuerzas más allá de lo conocido, hacerse ver como un cobarde que no podría afrontar las consecuencias de sus malas decisiones y jugadas.
Al pasar la toalla por su pierna, sintió su cicatriz dejada por el disparo recibido esa vez que escapó de los guerrilleros. También se la pasó por el pecho, sintiendo su otra cicatriz, de cuando salvo a Alice, Selka y su madre.
-La hubiera dejado morir...así hubiera sido mejor. –Pensó Eugeo, refiriéndose a la señora Schuberg.
Repasando esa idea en su cabeza, no la encontró muy decorosa. El señor Schuberg, a sabiendas de que Eugeo había dejado morir a su esposa, seguramente no permitiría que se casara con Alice, así no hubiera obstáculo alguno.
Siempre pasaría lo mismo: no casarse con ella.
Tanto pensamiento negativo lo dejó agotado, por lo que el muchacho se acostó en su cama, sin intensión de hacer más que eso. Llevaba igual desde aquella vez que regresó del ballet con Selka.
Si es que había un momento feliz, Eugeo quería tenerlo ya, le hacía mucha falta en demasía.
Era uno de esos paseos entre los dos novios. Caminaban por la plaza del centro del pueblo, observando el palacio municipal. Ella tenía que ir a ver a su padre, quien seguía con sospechas de que algo no andaba bien con ellos dos. Eugeo se ofreció a llevarla.
El yamshchik llevaba los caballos a paso lento, para que ambos novios tuvieran más tiempo para platicar. Tan irónico que ellos no se decían palabra alguna.
Selka miraba por la ventana, notando que había más gente de la normal. Eugeo tenía en su saco una pistola por si las dudas, y casi siempre la llevaba con él por ser militar, aunque ya prácticamente inactivo.
Algunas pancartas y banderas de color rojo decoraban toda la plaza, incluso causando que el yamshchik tuviera que ir por la parte de atrás para evitar lo que parecía ser una manifestación campesina en el lugar.
Tanto Eugeo como Selka miraban la manifestación. En los letreros se leía "Más pan y carbón" "Más horas de trabajo, más paga".
Llegado un momento, y escuchándose ya un poco lejos, se escuchaban los cantos de los campesinos y de algunos hombres vestidos de negro con una banda roja en su brazo.
-¡Arriba parias de la Tierra! ¡En pie famélica legión! Atruena la razón en marcha: ¡es el fin de la opresión!
Ambos novios suspiraron, bajando del carruaje para caminar hasta la entrada trasera del palacio. Muchos de los que se encontraban dentro miraban por las ventanas a los campesinos, bastante incrédulos de lo que ahí acontecía.
En Centoria habían algunas manifestaciones similares, así que era un poco para empezar a preocuparse de que sucedía en realidad y si eran más o menos de la misma calaña.
Cuando el señor Schuberg vio entrar a los dos jóvenes, se llevó las manos al pecho, caminando para besarle las mejillas a Selka y estrechar la mano de Eugeo.
-¿Qué está sucediendo allá abajo?
-¿Recuerdas a los anarquistas?
-Por supuesto que sí, peleé contra ellos.
-Quizá no pasará mucho tiempo para que también dispares contra esos desgraciados. La nueva amenaza ya llega: la amenaza del comunismo.
Ya en el estudio del señor Schuberg, Eugeo se quedó afuera, caminando entre los pasillos de un lado a otro, distrayéndose de la espera que seguramente que pasar. Las cosas iban para largo, o así daba la impresión.
Selka se había sentado en una de las sillas del escritorio mientras su padre organizaba algunas cosas. Se podía ver los candelabros de focos con forma de llama. El palacio era de los pocos lugares en el pueblo que tenía luz.
Cuando el señor Schuberg terminó, se talló los ojos y suspiró pesadamente.
-Éstas son las cuentas de lo que más o menos se gastará en la boda. Son un total de casi diez mil korunas, pero no te preocupes por eso, el dinero de verdad casi no es problema.
-¿Y qué querías decirme, padre?
-Hum...en realidad era algo sin mucha importancia, y espero que no te moleste. Es una simple pregunta.
-Adelante. Responderé a lo que preguntes.
-¿Quieres que se haga la boda? Aun podemos cancelarla.
Lo único que Selka no entendía era ¿por qué su padre dijo que era algo sin mucha importancia cuando la boda era casi el evento del año?
En un primer momento supuso que se lo decía para no preocuparla, y tampoco alterarla demasiado al ser una pregunta de un calibre a considerar.
-¿Sí quieres que se haga la boda? Aunque claro, si deseas cancelarla y posponerla para unos meses todavía, no tengo problema. Ya le dije a tu madre que...
-No.
El señor Schuberg miró a Selka, notándola bastante molesta. Suspiró un poco, a sabiendas de que habría algo de por medio que la evitaba posponer la boda.
Veía en los ojos de su hija que le mentía, que ella se sentía tan desesperada por no poder hacer apenas nada en ese instante, lo que era completamente normal de no ser por tratar de un tema sumamente delicado: un asunto de toda la vida.
-Tu madre no se molestará si se aplaza un poco la boda.
-No es por mi madre que no deseo aplazarla. Y, si es posible, quisiera adelantarla.
-¿Por qué?
-Mis razones tendré, padre. Quiero adelantar la boda si es posible.
-Bien...espero no decirte nada en un futuro si no es "felicidades". Por lo demás...creo que ya te puedes retirar, si no quieres decirme nada más.
-La realidad es que no.
-Suerte entonces...será un lio salir si aún siguen esos revoltosos parados aquí en frente.
Resulta bien extraño pensar la razón de Selka para adelantar la boda. La verdad era que sí se podía, y sí se hizo.
Pensaba que, mientras menos lenta y tortuosa fuera la espera, podría al fin descansar. Ya daba por condenada su vida, sería infeliz, viviría al lado de un hombre que no amaba, que odiaría pasados los años.
Todo eso para satisfacer a una madre que la verdad casi prostituía a su hija, y que no logró prostituir a la otra casándola con un hombre a conveniencia.
Y es que así es la sociedad de las mujeres: la felicidad y vida a cambio de la complacencia de la familia y de un dinero del cual nunca se gozará más que en lo superfluo. Tanto por tan poco.
Eugeo había ido al sastre para tener su traje de bodas listo. Kirito lo acompañaba un poco a la fuerza, aunque no quedaba de otra. Él quería acompañarlo para charlar con él.
-¿Y qué opina Selka de la boda?
-La adelantó, y la verdad no me pareció mal. Es mejor para todos.
-¿Para todos?...¿qué opinas tú de la boda?
-Ha de hacerse. Ciertamente pedí la mano de Selka ese día, ¿por qué no podría hacerme feliz una boda que yo mismo pedí, prácticamente?
-No lo sé...quizá es porque no luces feliz.
-Lucir feliz no importa, lo importante es sentirse feliz.
-Siendo así...¿te sientes feliz, Eugeo?
Amarrar el moño del traje era complicado, ya que el muchacho tenía sollozos que le sacudían todo el cuerpo y le temblaban las manos.
Se miraba al espejo, notando algo que quería salir desde que empezó a ponerse el traje una vez fue hecho.
-¿Eres feliz, Eugeo?
-Claro que soy feliz...¿no ves que soy tan feliz que estoy sonriendo? –Eugeo se dio la vuelta mirar a su amigo, llevándose los dedos a las mejillas para forzarse una sonrisa mientras lloraba a borbotones. -¿No me ves sonreír, Kazuto? ¡¿No me ves sonreír?!
-No...no has sonreído desde ese día.
-¿De qué día me hablas? –Eugeo volvió a darse la vuelta al espejo, centrándose en ese moño.
-Cuando Alice te negó su mano. Hablé con ella...su madre la obligó a rechazar tu mano. Alice está muy triste...todas las noches, sin falta alguna, se sale a llorar al jardín para que los niños y Asuna no la vean.
-Ah, ¿ella está triste? Si siempre fuimos amigos, ¿por qué no se alegra de la boda de su mejor amigo? Aparte, Selka es su hermana, debería estar doblemente alegre.
-No deberías estar enojada con ella. No fue su culpa.
-Me molesta que esté triste en días tan alegres, no es por otra cosa. Me molesta que esté triste el día de mi maldita boda, ese día cuando todos estaremos felices...
-Por eso no quería venir. –Pensó Kazuto, suspirando. Se levantó de su asiento, caminando hasta Eugeo para mirarlo con su traje de bodas. Lo tomó del hombro, dándole dos palmadas. –Te ves muy guapo, hasta me haces sentir envidia.
Ambos salieron de la tienda del sastre con el traje en sus manos. Kazuto se fue en su carruaje, que no tenía techo en esa ocasión. Era de su familia, pero era necesario llevar un sombrero para soportar el sol. Hacía frío, pero el sol siempre será molesto.
Y eso hizo, Kazuto se puso un sombrero y tomó el periódico de esa misma mañana para ponerse a leer de camino a su casa, encendiendo un cigarro para distraerse. Se preocupaba por Eugeo, y no había forma de hacerlo entrar en razón.
En tanto Eugeo, él más bien se alquiló un carruaje y a un yamshchik para que lo llevaran a su casa. No tenía muchas ganas de caminar, ni siquiera de hacer nada. (Aquí Eugeo renta un taxi, pero la palabra no cuadra con la época).
Él no leía el periódico, miraba por la ventana. Pasó por el palacio municipal, observando como Alice subía a un carruaje acompañada de Lev y de Yui, quienes jugueteaban en ese instante con ella.
-Seguro visitó a su padre. –Se dijo para sí mismo.
Pasando de ese mal sabor de boca, Eugeo llegó a su casa, tumbándose en su cama como era costumbre, pero sí que dejó bien acomodado el traje, colgado y con el guardapolvo puesto.
El muchacho repasaba lo que le había dicho Kazuto. Claro que no era feliz, había momentos en los que nada más quería morirse.
Alice ya tenía conocimiento de la charla que Kazuto tuvo con Eugeo. No había casi nada que hacer por él al ser tan necio en los aspectos que uno pudiera imaginar.
Asuna tenía en brazos a un dormido Lev, escuchando atenta para tratar de apoyar de algún u otro modo a su buena amiga. Quería apoyarla, por supuesto.
La chica se puso bastante triste al saber que su enamorado se casaría sin sentir amor. Se sentía bastante peor que si Eugeo en verdad amara a Selka, puesto que la condenaba a una vida de infelicidad y sufrimiento.
-Me pregunto si ella será capaz de amar a los hijos que tenga con él. –Dijo ella.
-Supongo que sí. –Respondió Asuna. –A la pareja se le dejará de querer, incluso dejar atrás. Pero a un hijo, nunca.
-Si es que ella puede ser feliz con un niño...le diré que a los días empiecen por procrearlo ya que estoy ansiosa de ser tía.
-Pero si ya lo eres, Alice. –Intervino Kirito. Asuna le enchinó los ojos. –Ah, ya entendí por qué lo dices. Al menos ya tienes experiencia.
-Y no me pesa cuidar de Yui y del pequeño Lev...es sólo que...no es lo que deseaba.
-Entendemos que te sientas así...y si podemos hacer algo, pídelo.
-Asuna...¿qué tal si tú hablas con Eugeo para hacerlo entrar en razón? Digo, si no entiende a un hombre, deberá entender a una mujer.
-Con gusto lo haré. –Asuna se levantó dándole el pequeño Lev a Alice. –Escribiré una carta y le diré al yamshchik que vaya a su casa de inmediato.
-Cobra dos korunas por cada verstá.
-Y la pediré con contestación.
-Esas son cinco korunas, mujer. –Kazuto abrió los ojos, levantándose de su asiento para mejor él llevar la carta en ese momento. Alice rió un poco, despertando a Lev.
-¿Dormiste bien, Leva? (Diminutivo de Lev).
-Sí, tía Alice.
Con la carta lista, Kazuto emprendió viaje a la casa de Eugeo, manejando él mismo el carruaje. Eran finales de mes y había cosas que pagar, de ahí la tacañería del muchacho.
-Leva, ve a jugar con Yui, tu tía y yo tenemos cosas importantes que hablar, y son privadas.
-Está bien, mami. –Lev se acercó a Asuna para besarle la mano, yéndose corriendo al cuarto de Yui, quien leía un cuento infantil.
La madre de ambos fue y cerró la puerta, encaminando a Alice al jardín, que podría ser un lugar más discreto para que los niños no escucharan cosas que no tenían necesidad de escuchar.
Al estar ya las dos solas, Asuna tomó la mano de su contraria, aparte de uno de sus hombros.
-¿Qué quieres que le diga a Eugeo de tu parte?
-Quiero preguntarle si olvido los años de promesa, los besos que me dio...la razón por la que quería casarse conmigo. Y de no ser así...¿por qué no renuncia a una vida que sabe infeliz? ¡Asuna, por favor pregúntale por qué quiere hacer infeliz a Selka si ella no tiene la culpa de nada!
-Ay, pobre Selka. Tan linda boda que se monta y no servirá para absolutamente nada.
-Claro que sirve para algo, Asuna. Sirve para alimentar los deseos egoístas de mi madre, causar la ruptura entre mí y Selka y la infelicidad de nosotras dos y Eugeo. Mi padre fue un cobarde al no querer hacerla entrar en razón ¡si mi jodido padre hubiera tenido el valor de encararla!
-No hables así, los niños te escucharan. Pero sí...que cobarde fue tu padre y que oportunista tu madre. No te preocupes por lo demás...todo saldrá bien.
-Eso espero...ojala puedas ayudarlo, ya que él no ha hablado conmigo desde... -Alice se soltó a llorar, recargándose en el hombro de Asuna.
-Ya...tranquila. Lo haré entrar en razón.
Kazuto iba caminando por las calles lo más aprisa que podía. Tardaría cosa de unos diez minutos, más o menos, aunque igual quería apresurarse para que la contestación no tardara tanto.
Lo único que el muchacho sabía es que si Eugeo aceptaba, él iría a la casa a las cinco de la tarde. Claro que Alice, él y los dos niños no estarían en la casa. Seguramente se darían una vuelta por el centro de la ciudad.
Pensaba si habría rumores de que él y Alice eran amantes. No le importó ya que nadie con medio cerebro pasearía con sus hijos y su amante por el pueblo. Además, él iría a otro lugar y Alice se encargaría de los niños en ausencia de Asuna.
Llegando a la casa de su buen amigo, él tocó la puerta de manera fogosa, pero sin desesperación. La madre de Eugeo lo recibió, invitándolo a pasar.
-Quería entregarle esta carta. Es de mi mujer, y le pide una contestación.
-¿No quieres beber un té en lo que la escribe?
-Preferiría que fuera discreta. Dígale que la manda un cartero, no yo.
-Si tú lo pides...aunque es extraño, Eugeo ya casi no sale de su habitación, Kazuto. Me preocupa un poco ya que no parece preocuparse mucho por su boda.
-Créame cuando le digo que su hijo está muy preocupado por eso. –Kazuto rió curiosamente.
No decía mentiras. Esa boda claro que lo tendría preocupado por ser su casi sentencia de muerte.
La madre del éste le llevó la carta. Él dormía con un poco de dificultad, ya que no dejaba de moverse. Ni siquiera dormido se dejaba de atormentar con eso. Que llamaran a su puerta lo despertó, pero a medias, tenía medio cerebro dormido.
-Eugeo, tienes carta de Asuna.
-Y-ya voy... -El muchacho se levantó de su cama, secándose un poco el sudor. Hacía frío en su cuarto, pero sudaba bastante.
Al recibir la carta, la abrió de inmediato, pareciéndole curioso que Asuna le escribiera. Era la primera vez que ocurría algo así en mucho tiempo. Eran amigos por Kazuto y Alice, más que nada, pero su relación era casi mero formalismo. De cualquier modo, le tenía apreció, además de que fue su primer amor de niño. Recordar ese detalle lo hizo sonreír graciosamente.
-La primera chica que me gustó se terminó casando con mi mejor amigo...que cosas. (Referencia al Asugeo uwu).
Leyendo la carta, la misma tenía un contenido parecido a un prefacio, en donde habían muchas partes de saludos formales, pequeñas explicaciones del por qué si antes no le había escrito ese día.
Quiero hablarte sobre una sola cosa: tu felicidad. He estado al tanto de que has hecho cosas que no creo que te hagan muy feliz. Te doy dos opciones: puedes venir a beber el té hoy a las cinco o puedes romper la carta y decirle a mi yamshchik que "no, gracias". Cualquiera de tus dos respuestas, la recibiré con gusto.
Asuna Yuuki de Kirigaya.
El muchacho sonrió para sí mismo, decidiéndose prontamente. No quería hacer esperar a Asuna. Eran las tres, y faltaba todavía, pero quería que la mesa estuviera bien puesta.
Sabía que le iría a decir, pero no quería decirle que no tras esa invitación tan bien hecha. El muchacho tomó una carta escribiendo un simple "iré a las cinco", doblándola y sin siquiera meterla en un sobre.
Fue a llevársela al yamshchik, pero su madre lo detuvo, no queriendo que se supiera que Kazuto era el que había hecho de yamshchik. Ella misma se preguntó, ¿por qué no la llevó alguien más?
Como fuera, el muchacho ya tenía contestación e iba de camino a su casa. La abrió leyendo la respuesta afirmativa, apresurándose para llegar a casa. Si Eugeo hubiera rechazado la oferta, se hubiera tardado un rato más.
No obstante, no era el caso, así que iba apresurado, viéndose muy emocionado al pasar por la puerta de la casa. Asuna lo miró expectativa, él le entregó la carta. Alice miraba, esperanzada.
Cuando Asuna leyó la contestación, sonrió para sí misma, cerrando los ojos y preparando todo mentalmente para saber qué le diría exactamente al muchacho cuando lo tuviera en frente suyo.
-Tengo mucho que platicar con ese perverso. –Dijo Asuna.
-Eres la única esperanza, Asuna...por favor, convéncelo de que anule su boda con Selka. Si él no lo hace, ella tampoco.
-Haré lo que pueda...aunque no prometo lograr nada.
Eran ya las cinco, Eugeo llegaba a la casa con dos obsequios. Para Yui y Lev, naturalmente. Era una muñequita de trapo para la niña y un carruaje de madera para lev. Todo eso le saldría en unas buenas dos korunas, nada caro.
Asuna abría la puerta con sorpresa, no esperándose los regalos.
-Oh, Eugeo, bienvenido, ¿qué hay con esos regalos?
-Son para los niños...¿y dónde están ellos?
-Salieron con Kazuto a dar una vuelta. Con eso que son demasiado juguetones. Pero pasa, como leíste en la carta, tengo cosas importantes que hablar contigo, y son muy importantes.
-Sé que es sobre la vida, ¿es necesario?
Asuna dejaba los juguetes de los niños en sus respectivos cuartos, dejando a Eugeo en la sala. Daba la impresión de que ella no tenía intensión de escucharlo, sino la de darse a escuchar, y escuchar muy bien.
El muchacho vio su reloj de bolsillo. Pasaba un minuto de las cinco, y casi que ya se quería ir al darse una idea de por donde su contraría iría.
Antes de nada, y atravesando la sala otra vez, Asuna fue a la cocina a tomar la jarra llena de té caliente. Las tazas ya estaban puestas en la mesa. El muchacho quiso decir algo, pero ella lo ignoró, haciendo que se molestara un poco.
Casi fue que se puso a escucharlo cuando se sentó a servir el té. Las palabras no la afectaron, como si no hubieran sido dichas.
-¿Quieres azúcar?
-En realidad no, Asuna. Lo que quería decirte es...
-Quien va a hablar soy yo. –Interrumpió. –Si aceptaste venir fue para escuchar lo que tengo que decirte, no yo a ti. Y si no te parece, Eugeo, la puerta está abierta, puedes retirarte si quieres.
Él se hundió en su asiento, tomando la taza para ponerle una cucharada de azúcar. Eso hizo a Asuna sonreír, preparándose para lo que tenía que decir.
-Kazuto me ha dicho que no amas a Selka, que no amas a Alice, y que no tienes ni idea del por qué te casarás con una mujer que no amas y harás infeliz. Eso no es justo, Eugeo. Tú podrás ser infeliz por una y mil razones, ¿pero por qué te sientes con el derecho de hacer infeliz a otra persona? Dímelo, que yo no lo entiendo.
-¿Amo a Selka?...no, en realidad no. La estimo, pero no más. ¿Por qué quiero casarme con ella? Me da miedo quedarme solo al ya haber sido rechazado por la única mujer a la que en verdad quería.
-Falta algo más.
-¿Dejé de amar a Alice? Pues no. No he dejado de amarla a pesar de todo lo que ha sucedido hasta ahora. Me sumí demasiado en mi dolor, en mi sufrimiento que olvidé que la amaba, pero jamás dejé de hacerlo.
El muchacho se quedó pensativo, viendo directamente a su taza de té mientras le temblaba la boca. Quería llorar, pero no podía hacerlo en frente de una mujer. Su orgullo de hombre le impedía llorar frente a una mujer.
-Si algo he hecho mal no es casarme con Selka a pesar de que la haré infeliz. Mi verdadero error fue querer olvidarla a ella, pensando que podría vivir felizmente con un reflejo suyo.
-De todos modos fuiste tan egoísta que arrastraste a Selka sin que ella se lo mereciera.
-Ella ya no me ama. Lo sé, estoy seguro de ello, ¡convencido de que no me ama! Ya no me ha besado, ni siquiera me toma la mano, no sonríe cuando está junto a mí, no como los primeros días donde su sonrisa me hacía regresarle ese gesto. Si me siguiera amando, su sonrisa me seguiría contagiando su alegría a pesar de que no he dejado de estar triste desde que Alice me negó su mano.
Eugeo bebió un poco de té, fingiendo que se había quemado la lengua para poder soltar unas lágrimas que ya no podía ocultar. Asuna se dio cuenta de eso, haciéndosele un poco tierno de su parte.
-Tú llora sin pena en mi presencia. Lev a veces llora como una niña, ¿y por eso lo crítico? En lo absoluto. El único que lo riñe por llorar es el animal de Kazuto, le niega el poder expresarse con gesto tan natural como es el llanto. Le dice "Llorar es de maricones" y eso lo afecta mucho.
-Es que es de maricones. Yo no lloro por un asunto tan tonto como esto. Los hombres no pueden llorar, y menos si son soldados. (La opinión de Eugeo pertenece a él y solamente a él).
-¿Y qué piensas hacer?
-Nada...la boda es en dos semanas, ya no me puedo echar para atrás. Tengo mis planes para ser feliz.
-¿Y te irá tan bien como cuando pensaste que casándote con Selka serías feliz? Algo me dice que esos planes harán sufrir a la pobre Selka.
-Quizá...pero ella tendrá todo el derecho de hacer y deshacer lo que quiera. El matrimonio no dura para siempre en algunos casos...si su madre...
-Harás esperar mucho a Alice. Ella me dijo que te preguntara si olvidaste los años de promesa, los besos que le diste...la razón por la que querías casarte con ella.
-No puedo olvidarlos.
-¿Y por qué no renuncias a una vida que sabes infeliz?
-No tengo idea...
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-Inserte a Martin-
Ayyyy no, cuanto dolor, cuanto sufrimiento, ¿Eugeo y Alice podrán encontrar el amor? Eso me fascina
Ese Lev es un pequeño Asuno :v que lindo que es, con sus ojitos negros y cabello castaño creo que le dejaré ese nombre, Lev es León en Ucraniano, y he leído fics donde Asuna tiene el cabello como una Leona, así ¡se queda! :v
Chaleeeeeee Muchas lágrimas, ya el próximo capítulo es la boda de Eugeo y Selka D: saquen conclusiones uwu
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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