
Mitos
Valencia, Venezuela, noviembre de 1996.
Marcos Julio estuvo muy ocupado los primeros días después de su mudanza; no era solo desenvolver paquetes y cajas, clasificar y ubicar. Era acostumbrarse a una nueva rutina, a una ciudad que no conocía, lugares inéditos, hábitos, el sistema de transporte público, etc. El trabajo era lo único familiar en todo aquello y, sin embargo, también allí había elementos extraños: los compañeros, el nuevo jefe, los pasillos, la oficina misma, hasta el dispensador de agua era una cosa anómala. Valencia, resultó ser una ciudad algo desordenada para sus gustos, si necesitaba ir a la Universidad, estaba ubicada al extremo norte de la ciudad, la Alcaldía al Suroeste, el Teatro Municipal en el centro, las instituciones de arte un poco más al norte, el Hospital Central al extremo este. Todo estaba situado lejos de todo y tomaba cierto tiempo ir de un lugar a otro. El tráfico era semejante al de Caracas, magnificado por el caos de las obras inacabadas del Metro local. Si al menos contara con esa línea de tren subterráneo activa, las cosas se simplificarían mucho. En Caracas, el Metro te llevaba a todos lados en cuestión de minutos, comprabas un ticket y voila. Llegabas a tu destino con seguridad y buen tiempo. En Valencia no. Tomaba entre 30 minutos y una hora ir de un sitio a otro dentro de la misma ciudad. Eso sin contar que el clima es distinto, más caluroso, aún y cuando ya discurría noviembre, hacía mucho calor; lo cual terminaba por hacer todo más incómodo y engorroso de lo que ya era. Su residencia se encontraba cerca de la sede del periódico al cual estaba trabajando. En la Avenida Soublette, a escasos 300 metros del recinto. Una ventaja enorme, dada, gracias a los encomiables esfuerzos de su antiguo jefe, quien le ayudó a conseguir el referido alojamiento, no podría agradecerle por ello ni en tres vidas. En las mañanas caminaba tres cuadras abajo y en las tardes tres cuadras hacia arriba. Era este el periódico más grande de la región, que como institución periodística había crecido mucho, tanto así que ya estaba construyéndose la nueva sede al norte de la ciudad, en una localidad llamada Naguanagua. Una vasta estructura que llevaría el nombre de su fundador, con centros comerciales, áreas verdes, museo, sala para conciertos y conferencias, entre muchos otros atractivos. Sin duda apostaban en grande. Así que, en mejor institución, no podría estar. En una visita programada pudo ver parte de las obras, vaya que era enorme, un edificio que empequeñecería al noble inmueble que albergaba la sede actual.
Lo dicho, estuvo tan ocupado en diversos quehaceres que el asunto del "Diario" quedó relegado a un segundo plano. Y quizás hubiera seguido así, de no haber recibido por correo, un paquete desde Caracas. Un diccionario húngaro-español, español-húngaro. Lo había pedido como favor personal a la asociación húngara-venezolana. No era un texto que hubiera podido conseguir en alguna librería local, así que la ayuda era tan necesaria como agradecida. Al verlo recordó la tarea pendiente y puso manos a la obra.
La primera página era como una especie de prólogo. Ya había leído parte de ella, sin entender algunas frases por completo. Por lo que al principio pensó que lo extraño de su contenido se debía a una mala traducción de su parte. Una cosa es hablar el idioma, otro es leerlo y qué no decir de escribirlo. Sin embargo, no era así. El diccionario confirmaba la primera lectura.
"Querido nieto, sé qué hace mucho tiempo que no nos comunicamos. Circunstancias de la vida, errores propios y ajenos, la providencia y la fatalidad alejaron nuestros caminos. He sabido que estudias periodismo y que eres una persona inteligente, curiosa y ecuánime. Hubiera querido dejar esta información a tu padre, a mi hijo, pero él nunca me prestó atención. Para él, eran locuras de la vejez, algún síndrome postraumático, producto de la guerra. Y de tanto insistir en el asunto terminé por aburrirlo, espantarlo, alejarlo de mi lado y a ti, con él; mi propia sangre. Y es que, aún hoy, no estoy senil, tengo dominio de mis cincos sentidos, se de lo que hablo, de lo que escribo. Tengo la certeza más allá de la duda, pues he vivido experiencias que pocos podrían contar y los que podrían: ya están muertos. A estas alturas me siento como el último de los mohicanos y no puedo morir y llevarme estos secretos a la tumba. Siento que mi fin se acerca, ya mi tiempo en la tierra acabó y la verdad es que yo también deseo descansar, estoy cansado, muy cansado. Debo traspasar mi legado, si es que lo puedo llamar mío; en todo caso es una información que poseo y deseo comunicártela. Confío en que le darás el mejor uso, ya sea para callarla o para divulgarla, eso quedará a tu criterio. Y ya no le doy más cuerda al tema, necesario es que sea conciso y créeme, digo la verdad, una verdad tan grande como que Alá está vivo: Los Vampiros existen"
Y allí estaba, no cabía duda. El diccionario bien lo expresaba la palabra húngara para vampiro: vámpír. Aunque pareciera evidente con la lectura superficial, era ahora una confirmación segura. Hubiera querido otro significado para esa frase: "los Vampiros existen". Sí, en las películas, en la literatura de terror, en las revistas, en caricaturas. Allí es donde existían y adonde debían pertenecer. Quizás el abuelo estaba loco de atar. Era lo que siempre le dijo su padre, el abuelo estaba chiflado y no era una locura normal, él la consideraba peligrosa. A parte de alguna que otra comunicación cada dos o tres años su padre cortó todo vínculo con el abuelo. Puso una barrera de cuatro países de por medio. Entendía, en parte, ahora ese constante huir hacia el sur, aunque todavía le parecía exagerado. Quizá se pudiera haber resuelto o mitigado al menos, con tratamiento psiquiátrico o alguna otra solución. Sentía que había un secreto, algo que nunca le contaron, algo íntimamente relacionado con él y que llevó a sus padres a esa drástica decisión de, no solo abandonar el país, sino también realizar esa constante mudanza. No había ciudad, pueblo, lago, fortaleza o montaña, que fuese segura de forma suficiente; era como si Herodes les persiguiera y ni en Alejandría se sintieran protegidos.
Marcos Julio, resignado y ya picada su curiosidad decidió continuar con la lectura. Pasó a las siguientes páginas:
"Debo comenzar comentando un hecho: la notoriedad de estos personajes en la cultura popular actual es su mejor baza. Qué mejor forma de esconderse sino bajo sus propias narices. Al extenderse el mito, todos saben que es un vampiro, pero nadie en sus cabales admite que existan. En el pasado, en el Medioevo, que fue una época para ellos de auge en muchos sentidos, llegaron a concentrar verdadero poder, el necesario para su propia seguridad, no demasiado para llamar la atención. Eso condujo a una vida de excesos y acciones que han sido calificadas de crueles e inhumanas, sin embargo, no llevó a la gente a creer que esos personajes fuesen vampiros. Ahora, en plena época de las luces, las personas se vieron atraídas por el gusto hacia lo gótico, hacia lo sobrenatural. El mito se hizo atractivo y comercial. Drácula enamoró a una generación tras otra y desde la invención del cine el asunto tomó otro carisma. "Nosferatu, una sinfonía de horror" en 1922 significó el inicio de esa fascinación filmográfica por el ser vampírico y Bela Lugosi terminó de darle modernidad al vampiro; la imagen del ser seductor, todo poderoso, inmortal, sin escrúpulos ni remordimientos. El No-muerto que se alimenta de la sangre humana. Pero resulta ser que detrás del mito, las leyendas, las luces y las cámaras, se esconden los verdaderos vampiros."
"He aquí una pequeña lista de los mitos que se han extendido, a través de los años, ya sea por culpa de las películas o historietas, novelas, relatos, etc."
"Los vampiros no soportan la luz del sol."
"El mito nos dice que: como criaturas nocturnas y demoniacas, la luz solar los destruye. Sin embargo, un vampiro no arde como un madero seco, impregnado de combustible, al ser expuesto a la luz del sol. Lo cierto es: que, si bien su tolerancia a la luz solar es baja, pueden actuar de forma limitada durante el día. Gracias a los bloqueadores solares, que se consiguen en la actualidad en cualquier farmacia o establecimiento comercial, esa actividad ahora es, en la práctica, ilimitada. Son fotosensibles y en casos de exposición extrema pueden recibir mucho daño, pero es muy difícil que mueran de insolación. Las consecuencias van desde el simple enrojecimiento de la piel a quemaduras focalizadas; según sea la cantidad de exposición a la luz. Sufrirán todos los síntomas propios de una insolación severa. Esto se debe a una deficiencia congénita en la producción de melanina en la piel, la cual no se produce con un ritmo normal. Los rayos ultravioletas también pueden causarles algún daño y dolor, pero en definitiva no es una debilidad mortal."
"Los vampiros no se reflejan en espejos."
"Esta aseveración es bastante tonta y arcaica. Se basa en la supuesta falta de alma en los No-muertos. Muchos de los mitos sobre ellos tienen origen en las creencias judeo-cristianas sobre un tema u otro, por lo cual ellos son culpables indirectos de mucho de lo expuesto. Según ello el vampiro es un ser que ha renegado de Dios y dado que está muerto ha perdido su alma y su capacidad de reflejo. Es falso: se reflejan en un espejo como cualquier persona u objeto."
"Los vampiros no soportan el ajo."
"Son hipersensibles al Ajo en su mayoría, pero es poco probable que ese elemento pueda provocarle la muerte, lo normal es que presenten síntomas similares a los de una intoxicación o reacción a una alergia. Erupciones, afecciones al sistema digestivo, etc. El famoso collar de ajos es la defensa más inútil que se puede concebir contra ellos. Más efectivo sería dárselos a comer, pero es difícil tarea hacer que un vampiro ingiera ajo, ya sea por voluntad propia o por coacción. Por lo que se debe desechar el uso del ajo como elemento defensivo. Para lo que sirve el ajo es en las labores de detectar a un posible vampiro. Al percibir el ajo en una comida la rechazarán o comerán poco. No es una prueba definitiva, pero ayuda a ir descartando aspectos"
"Fuerza y rapidez sobre humana"
"En las películas y libros, por línea general, se observa que despliegan una fuerza inaudita o una velocidad increíble contra sus enemigos, se les ve o describe haciendo proezas como levantar pesos extremos o destruir cosas con las manos desnudas, etc. La verdad es que tienen tanta fuerza como un ser humano promedio. La diferencia estriba que, en determinadas circunstancias, pueden someter a un esfuerzo extra a sus músculos. Lo que pudiera dar la impresión de fuerza sobre humana o una extrema rapidez de movimientos, eso les da una ventaja pasajera, en situaciones de peligro o de ataque, pero ese impulso tiene sus límites. No puede ser extenso y luego requiere de descanso, sangre y alimento para recuperarse. El tiempo de la recuperación es proporcional al esfuerzo realizado. Dada esta limitación, el vampiro hará uso de esa característica durante periodos muy cortos. Con entrenamiento, conocimiento de sí mismos y disciplina pueden regular el uso de esa fuerza extra por periodos de segundos, recuperándose en el mismo tiempo, repitiendo la dinámica las veces que sean necesarias hasta solventar la situación a la cual estén sometidos. Al utilizar ese método de manera continua pudieran dar la impresión de ser muy fuertes y resistentes, cuando en realidad no lo son. La misma consideración debe aplicarse a la velocidad de sus movimientos, pueden moverse más rápido de lo normal, pero por periodos cortos. No existe tal cosa como la velocidad demoniaca."
"El agua bendita es arma defensiva contra los vampiros"
"Agua bendecida por un sacerdote cristiano carece de algún efecto sobre ellos. De igual manera las cruces, la Biblia y/o cualquier elemento o ritual judeo-cristiano. De hecho, ningún ritual de alguna religión o dogma. Otra vez hay que olvidarse de los estereotipos del cine y la cultura popular."
"Las balas de plata pueden matar vampiros."
"En realidad bala regular, disparada a un punto vital puede causar el mismo efecto. Pero siendo realistas lo ideal sería propinarles un disparo en la cabeza o en el corazón. Y siempre que se pueda: con un arma de alto calibre. Entra en las posibilidades que un arma de bajo calibre no haga suficiente daño y el vampiro se recupere luego."
"La víctima de un vampiro al morir se convierte en uno de ellos."
"No todas las personas se convierten al ser mordidas por un Vampiro. Si la persona muere (en el caso que el vampiro lo desangre) no hay posibilidades de conversión, tiene que estar vivo para que se dé esta circunstancia. El proceso de conversión se realiza inyectando en el torrente sanguíneo una cantidad determinada de sangre vampírica, según el peso corporal y edad del aspirante a converso. Es un proceso delicado, complejo y que no da garantías de conversión, muy pocos intentos de conversión son exitosos, pocos sobreviven y si el proceso es fallido, la persona expuesta, muere, víctima de una especie de leucemia severa. El proceso de transformación varía de unos pocos días hasta meses, dependiendo de la edad y resistencia del individuo; aparte es un procedimiento doloroso, que conlleva efectos secundarios inmediatos a su conversión que, luego, poco a poco, se van disipando a medida que se consolide la transformación. Existen casos donde la victima sobrevive sin convertirse. Es un evento extremadamente raro, solo he sabido de un caso en que la víctima sobrevivió. Por más que investigué no conseguí evidencias que hubieran ocurrido otros casos. Aparte de intentos de conversión que yo mismo observé (todos fallidos) que más adelante detallaré, si es posible."
"Los vampiros tienen colmillos de murciélago"
"Los caninos de los vampiros no se asemejan a los dientes de los referidos mamíferos voladores, como es de creencia común. Muy poco tiene que ver su dentadura con las clásicas escenas hollywoodenses, el vampiro de colmillos alargados. En gran medida el mito de las dos marcas en el cuello fue diseminado por los mismos vampiros en el pasado para crear confusión y misticismo alrededor de sus figuras; emparentándose con el murciélago, un animal de costumbre nocturnas."
"Los Vampiros beben sangre."
"Falso. No beben sangre. La filtran a través de las encías mediante unas válvulas bucales, especializadas, que se desarrollan posterior a su conversión. La sangre no debe llegar al sistema digestivo sino a su torrente sanguíneo. Al menos antes era así, ahora son más limpios y clínicos, una transfusión es más práctica, menos aparatosa y menos llamativa. Sin embargo, en situaciones extremas, recurren a la obtención de la sangre a la antigua. Con la clásica mordedura al cuello."
"Los Vampiros se alimentan de sangre"
"Un Vampiro no se alimenta de sangre, debe comer para subsistir; la sangre que consumen se utiliza para sustituir la pérdida de la misma. Esa necesidad ocurre por otros aspectos fisiológicos. Según se pudo descubrir: el vampiro produce sus propios glóbulos rojos, pero estos se desgastan muy rápido y de allí nace la necesidad de reponer los eritrocitos de una fuente externa, que en este caso sería un ser humano. Los tiempos de reposición y las cantidades de líquido varían de un vampiro a otro y también se rigen por otros factores como traumas, enfermedades (sí, los vampiros se enferman, muy poco, pero se enferman), daño recibido y otras causas. Se piensa que, al absorber los glóbulos blancos, anticuerpos y plaquetas, refuerzan su sistema inmunológico, mientras más longevo el vampiro menos propenso es a las enfermedades. Aunque esto último es una conjetura, nada de lo observado y estudiado hasta ahora de indicios de lo contrario."
"Los Vampiros son inmortales."
"Son longevos, envejecen más lento, pero no son inmortales. El proceso de senectud varía según las características, metabolismo, la calidad de vida, alimentación, el medio ambiente y la capacidad de adaptarse a la rutina diaria sin ser descubiertos. Pueden morir por traumas severos a sus órganos vitales, en especial el corazón y el cerebro. La ventaja frente a un humano normal es su alta capacidad regenerativa y su fuerte estructura ósea la cual protege muy bien el cuerpo."
"Los Vampiros descansan en ataúdes"
"Un fraude victoriano acrecentado con la llegada del cine. No hace falta ahondar mucho en ese asunto."
"Los Vampiros vuelan y se convierten en murciélagos."
"Los vampiros no son mágicos, no tiene poderes para volar o convertirse en tal o cual especie animal. Tampoco poseen poderes especiales para hipnotizar, no tienen control sobre las bestias, ningún poder psíquico ni paranormal, nada de eso. De nuevo la cultura popular nos retrata una imagen falsa acerca de ellos."
"Los Vampiros no están ni vivos ni muertos."
"Están vivos, la leyenda del No-muerto se originó en épocas anteriores al Medioevo. Hay reportes, relatos e historias de vampiros registradas desde fechas tan lejanas como 1047 D.C. Donde se hace referencia a cierto príncipe ruso Volodymyr Yaroslavovich 'Upir Lichy'. Luego se usaría la palabra 'Upir' para referirse a los vampiros, lo que, según algunas fuentes, derivaría, con el pasar de los años, a la palabra búlgara Vampir. En las mitologías griegas y romanas se pueden encontrar a varios seres que se alimentaban de sangre, Lamiae, Empusae y Striges, entre algunos nombres. Pero, nomenclaturas aparte, cosa que se extendería mucho de explicar, la realidad es que están vivos y viven más que una persona normal."
"Un Vampiro no puede entrar a una casa si no es invitado."
Otra falsedad generalizada por la cultura popular. Un vampiro entrará a una casa sea o no invitado, si así lo desea.
"Los vampiros pueden engendrar, al copular con una mujer virgen, a un ser mitad vampiro, mitad ser humano."
"Conocidos en la cultura popular como Dhampiros. No existe tal cosa como un híbrido, el hijo de un vampiro. Los vampiros son estériles. En el proceso de conversión pierden la capacidad de reproducirse de manera sexual. Se conjetura que quizás en los estados próximos a la conversión un vampiro podría tener cierta capacidad de reproducción, pero eso no ha podido ser comprobado de manera concluyente."
"Estos son en su mayoría los mitos sobre Vampiros. Debes tomarlos en cuenta para que no confundas este escrito con literatura barata o con un delirio hollywoodense."
Marcos Julio, observó la hora, era casi las 12:00 a.m. Había consumido las horas sin darse cuenta. Estaba agotado, había sido suficiente de traducir y leer por ese día. Solo fueron unas pocas páginas, pero le tenían confundido. Difícil era aceptar el contenido, difícil desechar sus ideas, por muy desequilibradas que se visualizaran. Aún en lo desordenado de la escritura había cierta lógica aplicada. Si uno se ajustaba a las afirmaciones contenidas, representaba un enfoque muy diferente a las leyendas habituales, lo cual, si no era cierto, al menos resultaba interesante. Llamó su atención algunas frases, que sugieren algún tipo de investigación hecha por otras personas distintas al abuelo. Más intrigante aún: la mención de 'intentos de conversión supervisadas por él'. Eso insinuaba una experimentación con seres humanos. Los propósitos y fines de dichas pruebas parecían tener un interés más allá de la curiosidad científica. Las ponderaciones éticas del asunto no hace falta exponerlas. Razón tenía Nietzsche cuando dijo: 'cuando combatas monstruos ten cuidado de no convertirte en uno en el proceso'. Tiempo habría ya de revisar el resto del cuaderno y pensar en cómo descubrir la veracidad de lo que allí se afirmaba. Ahora mismo solo quería dormir.
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